(𝟓𝟖) · 𝐀𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 ·
El amanecer es hermoso y tranquilo esta mañana, pero Todd preferiría ver los nubarrones que suelen anticipar una tormenta, o un cielo completamente oscuro y carente de estrellas. Encajaría mucho mejor con cómo se siente en este momento, caminando hacia el castillo con el estómago encogido y la lengua encajada entre sus muelas, apretando sin parar y llevando el sabor metálico de la sangre a su paladar.
Quiere echar a correr para advertir a todos cuanto antes, pero siente las miradas acechantes en su espalda y tiene la necesidad de aparentar tranquilidad. Piensa que, si da un paso en falso, le volverán a atacar. Aún tiene la piel bajo la ropa llena de cortes y heridas que nunca llegan a curarse del todo. Cada vez que da un paso, la tela de los pantalones roza contra sus rodillas y duele como mil demonios.
Cuando se planta por fin frente a la entrada, aparecen dos aurores y lo apuntan con la varita. Todd los conoce porque lo interrogaron, y por eso deja la mente tranquila cuando sabe que tratan de entrar en ella para ver sus intenciones. Después, lo escoltan hacia el interior del castillo, donde se está preparando la defensa.
Observa las paredes del colegio con una bola de nervios atascada en mitad de la garganta. Lleva meses sintiendo que no puede tragar bien, que siempre se le queda algo ahí y nunca pasa. No come bien, ni bebe suficiente agua, ni puede hablar sin sentir que todas las palabras que salen de su garganta tienen el sabor de la mentira o la traición. Lleva tanto tiempo sintiéndose miserable que los días a veces duran quinientas horas y otras veces solo tres minutos.
Cuando camina por los pasillos, se siente un desconocido. Si se cruza con alguien, lo mira con sospecha y gira la cara. Nadie lo saluda ni se alegra de su llegada. Los rostros de los cuadros cuchichean y se lanzan miradas de soslayo, y Todd encoge los hombros como si pudieran servirle de escudo.
Le llevan hacia Cedric por petición propia. Sabe que no tiene su simpatía todavía, pero no tiene más remedio que hablar con él y comunicar las palabras que le han dictado. Todd se ha convertido en el mensajero, y el mensaje que trae son malas noticias.
Cedric está hablando con varios adultos; todos de la Orden. Cuando lo ve llegar, Todd casi puede percibir la antipatía en su mirada. Se acerca a él con reticencia y le pide hablar en privado, pero Cedric no parece dispuesto.
—¿Cómo es que te han visto y te han dejado con vida?
Todd aprieta el mentón. No sabe si quiere llorar o vomitar, y eso que no tiene nada en el estómago. Mira a los demás con vergüenza y luego intenta volver llamar la atención de Cedric.
—Tengo un mensaje. De Él.
El rostro de Cedric se desfigura al escuchar aquello. Mira a Todd de arriba a abajo y luego parece que se detiene en su cuello. Todd es consciente de que tiene unas marcas oscuras que lo rodean, pero no puede hacer nada por cubrirlas. No tiene más ropa que la que lleva puesta, y tampoco tiene su varita para tratar de curarse. Se aguanta las ganas de taparse la marca con las manos.
—Por favor, Cedric. Es urgente...
—Pueden escucharlo los demás, me da igual —tercia Cedric con voz sombría. Sin embargo, su mirada baila sin parar por el rostro de Todd. Está nervioso.
—Creo que preferirás escucharlo tú solo. Luego, decide lo que quieres hacer con la información, pero es mejor que... —Todd traga saliva. Abre mucho los ojos y alza una ceja—. Es mejor que solo lo sepan unas pocas personas.
Remus le hace un gesto rápido a Cedric, como lanzándole una advertencia. Con un largo suspiro, Cedric asiente y le hace otra indicación a Todd para que lo siga. Se sientan en la que solía ser la mesa de los profesores. Lo suficientemente lejos como para que nadie los oiga pero aún a la vista de todos, por si acaso.
—¿Qué quiere? —espeta Cedric. Quiere que aquello dure poco tiempo porque se siente incómodo junto a Todd y es incapaz de mirarle a los ojos. No cree que pueda volver a mirarlo nunca más.
Todd se muerde la lengua de nuevo. La tiene tan llena de heridas que pronto se le abren y tiene que tragar para poder hablar.
—Te quiere a ti —anuncia con voz ronca. No se detiene porque cada segundo cuenta—. Te quiere a ti porque vio a Harry en el puente y piensa que está en tu interior. Que si te mata a ti...
Cedric pestañea rápidamente. Abre la boca lo más mínimo antes de volver a pensar. Voldemort vio a Harry cuando Cedric usó su varita.
—Cree que soy un horrocrux de Harry...
Voldemort está equivocado, por supuesto. Harry no está en el interior de Cedric, sino en el interior de su varita. Lo sabe él y lo sabe Todd. De hecho, Todd fue la primera persona en saberlo porque Cedric corrió a contárselo cuando se quedaba en su casa.
—¿No sabe lo de la varita?
En realidad, Cedric le está preguntando si él no le ha contado lo de la varita. Todd niega rápidamente.
—No, cree que está dentro de ti. Y que tienes que morir para que Potter muera de una vez por todas.
Cedric asiente muy despacio, intentando asimilar la información.
—¿Sigue pensando que Harry es El Elegido? ¿No cree que es Neville a pesar de que pudo sostener la profecía?
Todd aprieta las mejillas antes de hacer una mueca.
—No del todo. También quiere a Neville. No quiere dejar cabos sueltos, así que piensa que...
—Que muerto el perro se acabó la rabia, ya —masculla Cedric. Cuando habla, su voz suena ronca.
—Os da veinticuatro horas para entregaros. Si lo hacéis, no habrá pelea. Dice que nadie morirá si vosotros os sacrificáis.
Ahí es cuando Cedric lo mira a los ojos y Todd le devuelve la misma mirada cargada de pánico. Siente como que tenía una bomba en las manos que estallará dentro de un día y se la acaba de lanzar a Cedric para que la sostenga él. El chico se lleva las manos al cabello y lo peina hacia atrás con nerviosismo.
—Joder —sisea Cedric. La palabra sale con más volumen del que pretendía, pero es que está aterrado. El desayuno le pesa en el estómago—. Mierda.
—Lo siento mucho, Cedric. Siento todo esto y...
—Esto no es culpa tuya.
Todd alza la vista una vez más para mirar a su amigo. Le tiemblan las manos por la angustia. Es cierto que eso no es culpa suya, pero se siente culpable de todos modos. Cedric asiente unas cuantas veces antes de ponerse en pie.
—¿Veinticuatro horas? ¿Hasta las ocho de la mañana?
Todd asiente rápidamente.
—Igual podemos hacer otra cosa, podemos escapar y...
—Tengo... Tengo que ver cómo gestionar esto —responde Cedric, poniéndose en pie y mirando a su alrededor—. ¿Tengo que responder ya? ¿Decir que voy o...?
Todd se encoge de hombros porque verdaderamente no lo sabe. Cedric asiente una vez más.
—Está bien. Quédate aquí, no salgas.
Dicho eso, se larga a por Nyx. Podría hacer algo muy valiente y entregarse y dar su vida, pero aquello no solucionaría absolutamente nada. Su muerte no supondrá ningún cambio y se estará sacrificando por nada. Aunque él sea el único que puede ver a Harry, su muerte no hará que de repente Harry deje de estar en la varita. Él seguirá, pero nadie podrá...
No.
Voldemort sí puede verlo. Lo vio en el puente de Londres.
Si él usa la varita de Harry, puede verlo.
¿Por qué demonios puede verlo?
Cedric se detiene en mitad del pasillo cuando la verdad lo asedia de golpe. Apoya una mano contra la pared y pestañea rápidamente para intentar aclararse, porque si sus cálculos son ciertos y tiene razón, acaba de descubrir cuáles son los últimos dos horrocruxes. Y la verdad hace que llegue una oleada de náuseas que debilita sus rodillas y hacen que desfallezca.
Entra en el aula donde está Nyx y la agarra del brazo y luego llama a Neville para que los siga. Se esconden en otra aula contigua y la silencia con un golpe de varita. Harry aparece en ese momento, pero Cedric le promete que todo va bien y hace que desaparezca.
Lo que acaba de prometer es una mentira. No, todo no va bien.
Mira a los hermanos Longbottom con lágrimas en los ojos. Anuncia, primero, el mensaje que ha traído Todd. Nyx empieza a despotricar, por supuesto, y Neville se queda mudo, con la mano sobre la espada envainada y la cara pálida.
Después de la noticia, Cedric alza las manos para hacer callar a Nyx y los mira detenidamente.
—Pero no nos vamos a entregar. Tenemos veintitrés horas para destruir los últimos dos horrocruxes y luego matarlo a él.
Los hermanos se miran entre sí antes de mirar otra vez a Cedric.
—Pero no sabemos cuáles son.
—Yo sí —anuncia Cedric. Lo normal sería decirlo con una sonrisa, porque han resuelto por fin un misterio que llevan intentando descifrar desde hace meses, pero cuando lo dice se le quiebra la voz y solo sale un hilillo.
Nyx da un paso y coloca la mano sobre su antebrazo para llamar su atención. Sin decir ni una sola palabra, Cedric entiende que ella estará allí pase lo que pase.
—Uno de los horrocruxes es su serpiente —desvela Cedric, mirando a Neville.
Neville asiente. No sabe si le da más miedo ahora, que sabe que el horrocrux puede atacarlo, pero parece determinado. Está esperando escuchar lo siguiente. Nyx, que es más escéptica, necesita más explicaciones.
—¿Cómo lo sabes?
Cedric aprieta una sonrisa amarga. Le toca desvelar algo que lleva meses sabiendo y no queriendo aceptar del todo.
—Porque la serpiente vio a Harry sobre el puente. Se lanzó a por Harry, para atacarlo—susurra, tragando saliva. Los hermanos se quedan en silencio, esperando más información—. Y Voldemort también lo vio. Nadie más excepto él, su serpiente y yo podemos verlo. Yo puedo porque sujetaba su varita mientras moría y ahora la varita es mía, pero ellos pueden verlo porque...
—Porque comparten alma... —deduce Nyx, asintiendo muy lentamente—. Harry es el último horrocrux de Voldemort.
—Harry tiene que volver a morir...
—Tenías razón —concede Cedric en dirección al chico—. Hace meses. Dijiste que, tal vez, Voldemort estaba enfermo porque su alma nunca había llegado a morir del todo al quedarse Harry en el limbo entre la vida y la muerte. Tenías razón, Nev.
Cuando mira al chico, este tampoco parece feliz por haberlo resuelto hace meses. Preferiría estar equivocado, igual que Cedric. El chico coloca una mano sobre su hombro fraternalmente.
—A mí tampoco me gusta esto...
—Seré una imbécil redomada, pero prefiero que muera Harry a que muráis vosotros —dice Nyx, con el aliento atrapado—. ¡Harry ya murió! ¡No hay forma de hacer que vuelva, y vivir atrapado en una varita no es vivir!
Siente que está perdiendo los estribos y que lo que dice la hace ser la peor persona sobre la faz de la tierra, pero siente aquellas palabras con pasión porque siente que son ciertas. No es justo que Cedric muera por una pelea que inicialmente no tenía nada que ver con él. No estaba en ninguna profecía ni sus padres se metieron a luchar ni nada por el estilo. Solo tuvo la mala suerte de confiar en el Torneo y la casualidad de estar en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.
Tampoco es justo que muera Neville, su hermano. Lo es todo para ella. Es la persona más íntegra, amable y noble que conoce. No va a morir por una mierda de profecía que ni siquiera es real solo para complacer los intereses de un maldito hombre con ansias de poder.
Nyx los mira y piensa en su protección. En la marca de la luna en el pecho de Cedric y en la mano de su hermano. ¿Y si no sirven de nada? ¿Y si no es suficiente?
Aprieta los labios y los mira, mirándola, antes de abalanzarse y abrazarlos y ponerse a llorar desconsolada. No es justo que los demás no pierdan a nadie y ella los pierda a los dos. No piensa dejar que les ocurra nada.
Cedric besa su frente y apoya la mano sobre la espalda de Neville. No lleva más que unos meses saliendo con Nyx, pero la quiere con locura y es su novia y eso convierte a Neville, por lo tanto, en su familia. Él tampoco piensa dejar que le ocurra nada a ninguno de los dos.
Harry quería cruzar el arco. Quería ir con su familia y solo se quedó por mí.
Es él quien tiene que hacerse a la idea de dejarlo ir, no es Harry quien tiene que aceptar su muerte. Él lo hizo hace casi un año, pero Cedric nunca ha terminado de comprenderlo. Le duele como quitarse un trozo de su alma, casi como si Harry fuera su horrocrux y no el de Voldemort.
Te echaré de menos, Harry. Siempre.
Nyx busca a sus abuelas para contarles lo que ha descubierto. Cedric, por su parte, va a poner a la Orden al tanto. Necesitan preparar la estrategia y no tienen tanto tiempo como querrían. Thea y Augusta escuchan a la joven relatar el fin de la historia. Thea asiente, sin un poco de asombro, y Augusta entrecierra los ojos. Le gusta aquello de que Neville no tenga que morir, por supuesto, pero es una mujer muy paranoica y la ansiedad crónica hace que vea fallas por todas partes. Sin embargo, asiente también.
—Pues, si vamos a hacer esto, entonces tengo que hablar con Severus.
—¿Cómo que con Severus? —espeta Nyx.
Augusta no repite las cosas dos veces. Si las escuchas, bien, y si no, pues haber estado más atento.
Echa a andar por el pasillo y Nyx la sigue con indignación. Thea, por su parte, tiene mucho que hacer. La chica reniega a su abuela sin parar hasta que llegan por fin a donde está Snape. No ha salido todavía del castillo por seguridad. Si Voldemort lo atrapa a las afueras, de nada sirve su plan.
—Voy a ir al grano, Severus. Tengo tu piedra —anuncia Augusta, cruzándose de brazos.
Nyx mira a su abuela con estupefacción. Severus asiente, sin mostrar un ápice de sorpresa.
—Interesante decisión, dejarte a ti la piedra —concede Snape, mirándola con desidia—. Pero no tan sorprendente si conoces a Albus.
—No hagas como que lo sabías porque es evidente que no —se burla Nyx, que odia cada palabra que sale de sus labios. Después, se gira hacia su abuela, ultrajada por haberle ocultado ese secreto—. ¿Y por qué la tienes tú?
—Dumbledore me la dio antes de morir —resuelve, encogiéndose de hombros—. Sabía que podía confiar en mí y que tomaría la decisión correcta por Neville.
Severus asiente. Entiende el plan de Dumbledore y casi lo respeta, aunque Nyx siga sorprendida.
—¿Qué quieres que haga a cambio de la piedra? —pregunta Snape, que ni siquiera va a intentar amenazarla. Sabe que Augusta es dura de roer, pero es justa.
—Vas a proteger a Neville, lo cual es todo lo contrario a lo que has hecho todos estos años —sisea Augusta, mirándolo con odio—. Debería matarte aquí mismo, Severus, pero sería un derroche teniendo en cuenta que eres un mago de lo más capaz y que mañana probablemente nos hagas falta.
Snape no se inmuta ante aquella información. Nyx mira a su abuela con una mezcla de orgullo y desconcierto.
—Así que vas a luchar con nuestro bando y vas a procurar que nadie le toque un pelo a mi nieto. Si sale ileso de esta, tendrás tu piedra.
—¿Y si muere?
—Pues mueres tú también.
Snape sonríe. Nyx piensa que tiene la sonrisa más desagradable de toda la historia. Augusta no sabe que Neville está protegido, en teoría, por ella. De igual modo, piensa que es justicia divina que Snape tenga que proteger a Neville después de todos estos años acosándole sin parar.
—La verdad es que su nieta se le parece —concede Snape, mirando a Nyx de reojo—. Solo que ella es inexperta y joven y carece de paciencia. Es algo que viene con los años, imagino.
—Bueno, tú con los años no te has vuelto mejor profesor ni mejor persona, así que imagino que eso no viene con los años —responde Nyx sin un poco de vergüenza.
Para su sorpresa, Augusta se echa a reír a carcajada limpia. Si a Nyx le parecía raro ver a Snape sonriendo, ver a su abuela riéndose ya sí que es el indicativo de que el fin del mundo se acerca.
No quedan muchos elfos en el castillo, pero con la ayuda de todos aquellos que están en el castillo para defenderse, consiguen preparar una cena. La última cena, si nos ponemos melancólicos como Thea. Han conseguido hacer llegar a todos los miembros de la Orden y a cualquiera dispuesto a luchar. Exalumnos, profesores rezagados, familiares valientes. Nyx mira a su abuelo al otro lado de la mesa, compartiendo el pan con todos sus primos griegos y el tío Phil. La Hermandad está también en la mesa, dispuestas a ayudar.
Cedric ve pasar a Todd con su plato en las manos, cabizbajo, buscando espacio en la mesa. El grupo de amigos se queda en silencio al verlo pasar de largo, hasta que Cedric alarga la mano y lo detiene. Sin decir nada, hace una señal para que se siente en el hueco que queda libre, frente a Connor. Todd mira a todos con terror. No sabe si verdaderamente es aceptado. Tiene miedo.
Pero los demás cenan como si nada, y Cedric sigue insistiéndole con la mirada para que se siente, así que finalmente apoya el plato en la mesa y se desliza sobre el banco. Mientras todos cenan, él llora en silencio, llevándose cucharada tras cucharada de sopa a la boca y llenando el plato de lágrimas.
Al terminar la cena, Hina también llora. Tiene el rostro limpio y sin maquillaje y parece mucho más joven de lo que es. Apoya la cabeza en el hombro de Nyx y esta la abraza por el costado y la deja hacer.
—Le echo de menos —susurra Hina entre sollozos, tapándose la cara con las manos—. Temo que nunca se recupere...
Nyx no sabe qué decir. Philip está grave, pero todavía lucha por su vida. Toma la mano de su amiga y le promete que van a hacer todo lo posible por traerlo de vuelta del coma en cuanto aquello termine.
La mesa, que es la única que sigue en pie de todo el Gran Comedor, es lo suficientemente larga como para sentar a todos los que participarán en la lucha del día siguiente. Han pasado el día organizándose y memorizando un plan suicida pero muy claro.
Cedric y Neville fingirán entregarse a las ocho en punto. Hina desbordará el lago para crear una distracción y para, de paso, llevarse por delante a quien no sea tan avispado de desaparecerse a tiempo. Y entonces atacarán a los demás.
Y cuando Nyx instaure la oscuridad, Neville matará a la serpiente, que nunca se despega del lado de Voldemort, y Cedric romperá la varita de Harry.
Y entonces, solo habrá que darle un golpe final a Voldemort. Todos han recibido ese mensaje. Da igual quién lo ejecute. El primero que pueda hacerlo, se arriesgará.
Ha quedado claro, pero están aterrados, así que durante el postre empiezan a recordar los buenos momentos y a lloriquear y despedirse. Se dicen palabras bonitas y bromas que traen lágrimas de felicidad a sus ojos. Nyx y Cedric se toman de la mano por encima de la mesa y, sin un ápice de vergüenza, Nyx besa la mejilla de Cedric y junta su frente contra la de él.
Pasa las manos por su cabello y le sonríe.
—Como la pifies, Diggory, te mato.
—Olvidas que soy inmortal —bromea él, buscando su pulsera y acariciando el sol torpe que creó él mismo para ella.
Nyx sonríe. Ojalá sí lo sea.
—Entonces, te haré la vida imposible.
—No esperaba menos de ti.
La última noche les permite también dormir juntos. Porque Nyx no duerme si no es con él y porque él necesita cada minuto que sea posible junto a ella.
Se tumban en la cama de Cedric, que han tenido que reconstruir, y se desvisten en un solemne silencio.
La noche entra por la ventana y alumbra todas y cada una de sus cicatrices. Cedric se entretiene besando cada centímetro de todas ellas, y Nyx no sabe si se lo imagina o es real, pero cree que su piel es más sensible en ese momento y sus besos la recargan de energía y la hacen sentir plena.
Cedric entierra el rostro entre sus piernas y Nyx acaricia su cuero cabelludo con las yemas de sus dedos. Siente un orgasmo tan intenso que llena sus ojos de lágrimas una vez más, y estas caen sobre el pecho de Cedric cuando ella se sienta sobre él y rota sus caderas suavemente.
Cedric alza sus manos y las recoge con sus pulgares. Acuna sus mejillas y la mira con el mismo miedo y el mismo amor que la primera vez que la besó.
El día siguiente es el principio del fin. En la ventana se observa un eclipse nuevo, y Cedric siente que es una especie de señal que no puede dejar pasar. Sus ojos también están plagados de lágrimas, y destensa el mentón solo para calmar sus sollozos y armarse de valor.
Acaricia el labio inferior de Nyx y la mira directamente a los ojos.
Antes de que pueda decir nada, es Nyx quien le interrumpe, como siempre. Cuando se trata de él, le gusta ser la primera. Ganarle siempre.
—Te quiero.
Sale un poco lento de sus labios. Casi como si fuera una pregunta.
Pero luego arruga la nariz y mira al techo, porque ya no hay vuelta atrás. Ya lo ha dicho. A Fred nunca se lo llegó a decir del todo. Él lo usó antes que ella y al final resultó que no era cierto, así que Nyx le había cogido rabia a esas dos palabras.
Pero cuando se las dice a Cedric no suenan a mentira ni a un disparo directo al pecho. Siente que le pesa un poquito menos el alma y un poquito más el corazón. Siente que es cierto y que la sonrisa que se aprecia en las comisuras de los labios de Cedric es la cosa más hermosa que jamás haya visto. Lo ve resplandeciendo, con sus bucles dorados alrededor del rostro y sus ojos color miel brillando sin parar. El joven llora, a pesar de estar tan feliz, sin saber si sus lágrimas son ahora de terror o de alegría.
Sí que eres el sol, Cedric.
—Te quiero, Cedric, y la verdad es que no me encanta verte llorar.
Cedric se ríe. Cierra los ojos y se caen todas las lágrimas y cuando los abre y pestañea varias veces para dejar de ver una cortina borrosa, la imagen de Nyx bañada de luz de luna lo hace sentir pleno. Desliza sus manos por sus brazos hasta que toma las de ella. Se inclina un poco para llevarlas a sus labios y besarlas. La mira con devoción para repetir las mismas palabras.
—No hace falta que lo digas —dice Nyx con una sonrisa traviesa—. Ya lo sé. Siempre lo he sabido.
Es el amanecer más hermoso que Cedric haya visto jamás. Se burla de él cuando ilumina el cielo de color naranja y amarillo. Es un día demasiado bonito como para arruinarlo con un baño de sangre.
Besa a Nyx en la frente, justo donde está su cicatriz. Acaricia su mejilla y la mira con una sonrisa grabada en sus labios. Ahora que ella duerme, puede decirlo en voz alta.
—Te quiero, Nyx.
Quedan tres horas para la batalla y necesita caminar un poco y despejarse. Necesita pensar en cómo el plan puede fallar y en cómo resolverlo todo en caso de que eso ocurra.
Todd está en el pasillo, sentado en uno de los alféizares de la ventana. Cedric camina hacia él muy despacio, pensando en lo que puede decir. No es como si lo fuera a perdonar por todo, pero cree que puede empezar a planteárselo. Se ha arriesgado por Asher, por él y por todos los demás. Tal vez se merezca esa segunda oportunidad que tanto pidió.
—Gracias por lo de ayer —dice Todd, con vergüenza. Cedric cree que nunca le ha escuchado dar las gracias por nada—. Por dejarme estar con vosotros.
Cedric asiente. Apoya la espalda contra la pared y mira hacia el techo.
—Quería contar una anécdota, pero no sabía si... si podía hacerlo —continúa Todd, con un carraspeo. Cedric no dice nada, así que continúa—. Me acordé de cuando te ibas a presentar a las pruebas para el equipo por primera vez. Tenías miedo de no entrar, lo cual me parecía una tontería porque era evidente que lo conseguirías.
Cedric casi quiere sonreír al escuchar aquello. Si cierra los ojos, puede verse aún con trece años, mordiéndose las uñas sin parar la noche anterior.
—Me dijiste que te daría mucha vergüenza intentarlo y que saliera mal, como si alguna vez hubieras fallado en algo —se ríe Todd, negando sin parar—. ¿Te acuerdas?
Cedric asiente.
—La noche anterior me convenciste para ir al campo a entrenar —recuerda Cedric—. Y entonces lo que me daba miedo era que nos pillaran, no que no me dejaran entrar al equipo.
Todd se vuelve a reír, mirando a Cedric de reojo.
—Y allí estaba Longbottom, ¿te acuerdas? Con Asher. Ellos también estaban practicando —dice Todd con una risa ahogada—. Ahora que lo pienso, creo que estabas tan nervioso porque tenías que competir contra ella.
Cedric no lo sabía en ese momento. No había empezado a fijarse en nadie todavía y, para ser sinceros, le parecía un poco desagradable eso de besar a otras personas, así que en esos momentos lo único que no quería era quedar en ridículo delante de ella porque eran enemigos. Siempre había tenido la necesidad de impresionarla, algo que no le ocurría de la misma forma con los demás.
—Pero me quedé con vosotros toda la noche, de guardián. Cuando amaneció al día siguiente, apenas podíamos sacarte de la cama, pero cuando te pusiste a jugar sabía que había valido la pena —recuerda Todd, con un gesto sombrío—. Me regalaste unas zapatillas nuevas esas navidades a modo de agradecimiento.
Cedric se acerca hacia Todd. Todo lo que ha contado es cierto. Igual que otras tantas anécdotas que han pasado juntos. Preferiría pasar el día rememorándolas que peleando, pero el tiempo se agota y el plan tiene que salir adelante, y tiene muchas probabilidades de salir mal. No quiere irse a la batalla arrepintiéndose por nada.
—Te entiendo, Todd —le dice, con un largo suspiro—. Ojalá hubieras gestionado todo de otra forma, pero creo que entiendo por qué no actuaste antes... Quizás, en vez de enfadarme tanto, tendría que haberte ayudado a salir de ahí.
—Me metí yo solo. Os tenía a vosotros y creía que no era suficiente porque nunca destacaba y... Todos teníais pareja u otras cosas más importantes que hacer que estar conmigo y en vez de alegrarme me dio envidia —susurra, tensando los hombros—. Me arrepiento todos y cada uno de los días, Cedric. Siempre he sido un imbécil, pero este año me he llevado la palma.
—Quiero perdonarte, Todd, pero...
—Y yo quiero que te vayas de aquí, Cedric. Tú y todos. Coge a Nyx y a su hermano y a todos los demás y lárgate —le suplica, acercándose a él con agonía—. No hay forma de que el plan salga bien. Ellos están más preparados. Ellos dispararan a matar, Ced.
Cedric sonríe con tristeza. Mira a su alrededor, al castillo que siempre le ha acogido de brazos abiertos, y luego mira a su amigo.
—No puedo irme, Dodd. Me están esperando. Confían en mí.
—¡No tienes que ser siempre el héroe, Cedric! —pide él. Cedric no ha estado el suficiente tiempo con ellos como para saber lo despiadados que son—. ¡No tienes que morir, ya lo sabes! ¡Si sales ahí te matará en cuanto te vea, no va a dudar!
Cedric se encoge sobre sí mismo. Todd no sabe nada sobre la protección de Nyx.
—Debemos confiar en que sí lo haga. Es lo único que...
—No va a dudar. Por favor, vete. No te entregues.
—Dodd, no lo entiendes. No puedo dejar que esto se alargue más. Quiero que esta mierda termine de una vez y recuperar mi vida otra vez. Todo empezó cuando murió Harry y terminará cuando vuelva a morir.
—¿Y si mueres tú, eh?
No puede explicarle toda la verdad. Simplemente sonríe y se acerca para abrazar a su amigo. Golpea su espalda con grandes palmadas, como se han abrazado siempre, pero Todd no se las devuelve porque está llorando.
—No me voy a morir —promete Cedric, antes de separarse—. Créeme. Ni yo ni Neville moriremos.
Todd se muerde el labio inferior y mira a su amigo. Ha estado tan cerca de la muerte este último mes que ha suplicado por que se apiadara de él y pusiera fin a todo. Siente que tiene una herida en el interior que, aunque no roza contra la tela de su ropa, le duele sin parar. Traicionó a sus amigos por su cobardía y su avaricia y nunca podrá curar esa herida porque la vergüenza no se lo permitirá.
Así que mira a Cedric, su primer amigo. Su mejor amigo. Aún siente las palmadas sobre su espalda y son una especie de abrazo que no se marcha. Es un abrazo de despedida.
—Lo siento, Ced, pero no puedo dejar que mueras.
Antes de que Cedric pueda detenerlo, Todd lo golpea con fuerza. Cedric cae al suelo, noqueado, con un pequeño reguero de sangre en el labio. Son las primeras gotas de sangre que se derraman aquel día, pero no las últimas.
El sol termina de salir por fin entre las nubes. Alumbra el momento en el que Todd arranca un cabello de su amigo y lo introduce dentro de un frasco. La poción sabe a miel y a lágrimas. Amarga, pero dulce.
Han pasado casi veinticuatro horas y este amanecer es aún más bello que el del día anterior. Impacta sobre el rostro de un Cedric tendido en el suelo, inconsciente, y el de un Cedric decidido, que camina hacia el exterior del castillo dispuesto a dar su vida por todos los demás.
MADRE MIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA si es que no queda nada de nada. Menos de una semana para saber cómo voy a solucionar todo esto kgjneriñneraoie.
No miento cuando digo que este es uno de mis capítulos favoritos que he escrito jamás. Yo entiendo que no sea tan especial para otras personas, pero oye, a mí me gusta cómo me quedó. Nyx quiere a Cedric y yo los quiero con toda mi alma.
Es importantísimo que entendáis bien el tema de los horrocruxes, la varita, etc. de aquí a los próximos capítulos, así que si hay algo que no entendáis bien, no dudéis en preguntarme porque la verdad es que es un poco cucú por mi parte y estoy segura de que no lo he explicado 100% bien. Me podéis preguntar sin problemas, por aquí o por privado o como sea.
Preparaos porque el capítulo del jueves es eterno e intenso 😊 Recomiendo que lo leáis cuando tengáis tiempo para hacerlo.
Feliz última semana de Díada, os tkm y gracias por leer 🌑
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