Cedric no se reconoce desde el 24 de junio de 1995. Ni siquiera ha pasado un año, pero todavía se sigue sintiendo un extraño en su propio cuerpo. Ya no es ese joven alegre que pasaba horas estudiando y que apenas podía avanzar unos cuantos metros sin encontrarse con alguien que quisiera ser su amigo.
Ese chico murió, de verdad. Se vio envuelto en un halo de color verde y todo se apagó y nunca jamás se volvió a encender. Piensa que, el chico que regresó, era un chico muy desafortunado y con un enorme y pesado equipaje encima que él nunca pidió ser. Se siente alguien completamente distinto y, además, nunca, nunca se siente solo del todo.
Está Harry, que es tanto un consuelo como un desaliento. Le recuerda que todo fue verdad y le recuerda que, por desgracia, es verdad. Y ahora resulta que en sus pensamientos también se ha colado un intruso a quien no le ha dado la bienvenida. Ahora que sabe que Snape es partícipe de todo lo que pasa por su cabeza desde hace varios días, se siente humillado y desnudo.
Le da vergüenza que alguien sepa todo sobre él. Sobre todo, se siente ultrajado porque no puede hacer nada por evitarlo. Así que conseguir la capa para él es una prioridad, y cuando Nyx acude a él esa noche en busca de un abrazo y él le pide, por favor, dormir separados, se convierte también en la prioridad de ella.
—No quiero estar contigo ahora, Nyx, él puede...
—Ya... —se queja ella, arrugando los labios—. Que sepas, Snape, que eres el peor profesor y la peor persona con la que me he cruzado en toda mi vida. Y eso que conozco a Lord Vold...
Cedric la calla, poniendo una mano sobre su boca. Sonríe al verla despotricar contra la palma de su mano y mover las cejas al mismo tiempo con rabia.
—Creo que Snape ya sospechaba que no le caías muy bien sin necesidad de que se lo dijeras, ¿eh?
Después, cuando Nyx parece calmarse un poco, mueve los dedos desde sus labios hasta llegar a su hombro y luego se desliza en busca de su mano. El colgante que le regaló cuelga de su muñeca y él lo atrapa entre sus dedos.
Te quiero.
Aún no se lo dice. La mira y ella parece perdida en sus pensamientos. Repasando sin parar el plan del día siguiente.
Se encontrarán con Snape a las seis de la mañana para ir a Hogwarts en busca de su hermano. Les convencerán de que es más importante conseguir la copa que mantener la capa y, después, tratarán de conseguir los otros horrocruxes.
Cuando Nyx le devuelve la mirada, parece que ambos comparten el mismo pensamiento. Este se extiende en silencio por la mesa a la hora de la cena, y aunque nadie se atreve a enunciarlo y provocar una discusión, todos están de acuerdo.
Algo debe salir mal. No puede ser tan sencillo. Tal vez, la diadema de Rowena Ravenclaw no sea un horrocrux y les toque buscar en otro lugar. O a lo mejor, Voldemort, que ya debe de estar al tanto de lo que ocurre tras el hurto de la copa, se les adelanta y les imposibilita llegar a los otros horrocruxes. Quizás lleguen a Hogwarts y se lo encuentren en llamas, o Neville y los demás estén cautivos, o quien sabe qué.
Así que la cena se queda en los platos, dando vueltas de un lado a otro. Asher ya cena con ellos, en silencio, pero atento a los demás. Irá con ellos al colegio porque ya se siente preparado para participar en la búsqueda de los horrocruxes, aunque Astrid le haya asegurado que ella puede quedarse en casa con él si lo necesita.
Quien no está es Todd. Se ha ido a su casa para estar con su familia, según ha dicho, y lo cierto es que nadie se lo ha impedido. Nadie le ha dado las gracias por el riesgo al que se ha sometido, tampoco.
Nyx cena en completo silencio, igual que ha estado callada durante todo el día desde que sabe que tiene que ir a Hogwarts. Si todo va bien, encontrará a Neville y, si tiene tiempo, podrá hablar con él acerca de su última —y única— discusión. Quiere pedirle perdón por cómo le echó todo en cara en lugar de sentarse a escuchar, y quiere decirle que jamás ha pensado ni pensará que no sea capaz de hacer las cosas por sí solo.
Solo tiene que confesarle que le aterra perderle y que haría cualquier cosa por él, y que por eso a veces le atosiga y le protege y prefiere ponerse ella por delante y no dejarle siquiera intentarlo. Sabe que pararía una bala por Neville, si fuera necesario. Pero Neville no quiere que lo haga, y ella lo entiende y lo respeta. No esperaría menos de él, cuando lo ha criado Augusta.
Y por eso tampoco se sorprende tanto cuando Augusta se presenta al día siguiente a las cinco de la mañana en el salón, acompañada de Thea, Sirius y Remus. Nyx y sus amigos miran estupefactos a los adultos, sin comprender por qué van vestidos de ropa de calle y se toman su café como si hubieran planeado desayunar a la misma hora que ellos.
—Estáis bajo mi techo —dice Augusta, poniendo un plato lleno de fruta encima de la mesa—. Si pensáis que ocurre algo en mi casa sin que yo me entere, ¡es que no sabéis pensar!
Dicho eso, mira a Nyx y a Cedric de reojo y los dos se quedan completamente congelados en el sitio. Thea acude a la mesa con una risita y deja un plato con una montaña de tostadas con toda la tranquilidad del mundo.
—Entonces, ¿viste a Nev marcharse? —pregunta una incrédula Nyx en dirección a su otra abuela.
—No. Escuché que se irían, pero esa Hermione debía sospechar que los escuchaba, porque se marcharon antes de lo que habían dicho... —masculla Augusta, obligando a Hina a acercarse más al plato para no dejar migas sobre la mesa.
Cedric no toca demasiado su desayuno. Tiene más angustia que nunca porque le aprieta la soga alrededor del brazo.
—Entonces, ¿venís todos con nosotros o...?
—¡Eso es! —celebra Sirius, feliz de salir a la calle—. Vamos a ir todos a Hogwarts, aunque estaría bien que explicarais qué es eso que estáis buscando, porque no nos hemos enterado del todo.
Para ser sinceros, Augusta le ha echado un poco de cuento a la verdad para asustar a su nieta. Sí que es cierto que suele enterarse de todo lo que ocurre bajo su techo, pero no es de un modo tan literal. Si sabían que los chicos habían quedado a las cinco de la madrugada para ir al colegio es porque Connor se lo contó la noche anterior a Remus.
Desde el punto de vista de Connor, no incluir en el plan a los adultos experimentados y con mucho más conocimiento que ellos es una estupidez como una casa. Dumbledore sería muy sabio y tendría sus estrategias, pero quitar de la ecuación a los adultos no tiene sentido, en opinión de Connor, y menos ahora que tienen a Voldemort pisándoles los talones. Cree que cuanta más gente ayude en la búsqueda, más probabilidades tienen de zanjarla rápidamente.
Nyx mira de reojo a su abuela Thea, a quien le confió la verdad hace varios días. Le dedica una ligera sonrisa por haberles guardado el secreto. Mientras Cedric explica parte por parte lo que ocurre con los horrocruxes y las pistas que tienen, el resto desayuna y hace planes.
Todos los habitantes de la casa aparecen frente a un nada sorprendido Severus Snape a la hora acordada. No le entusiasma que participen Remus y Sirius, y Nyx comprende por qué cuando al segundo le cae encima un hechizo silenciador por no dejar de despotricar sobre Severus. Es cierto que el antiguo profesor se lo merece, pero desde luego dificulta la convivencia del resto del grupo.
Se aparecen no muy lejos de Hogsmeade. No saben con seguridad si los hechizos que prohibían la aparición en el colegio siguen en pie, así que acuden andando a través del Bosque Prohibido en un intencionado silencio. Está amaneciendo y el bosque está tranquilo, pero Connor se queda cerca de Remus porque teme que algo le ataque cuando se dé la vuelta.
Cuando por fin divisan la cabaña de Hagrid, se la encuentran intacta. El guardabosques, sin embargo, no está por ninguna parte, y las cortinas y las ventanas están cerradas e imposibilitan echar un vistazo en el interior. Suben la colina, atraviesan el círculo de piedras y se quedan parados en la entrada al destartalado puente. Sirius asegura que es completamente seguro atravesarlo, pero los demás parecen reticentes.
—Aquí no hay ni un fantasma —asegura Sirius, haciendo rodar sus ojos—. Vamos, Augusta, seguro que a ti no te da miedo.
Efectivamente, la anciana cruza la primera, haciendo sonar su bastón contra el suelo con cada paso. Si el sonido alerta a alguien de la presencia del grupo, nadie sale a su encuentro. Snape abre la puerta del castillo con absoluta facilidad, dejando claro que no lo sella ningún hechizo, y el grupo entra al colegio con las varitas en ristre.
Avanzan esperando encontrarse mortífagos, grupos de alumnos rezagados e incluso algunos profesores, pero los primeros metros que avanzan dentro de la estancia lo hacen en soledad, sin toparse con absolutamente nadie, ni siquiera fantasmas, como decía Sirius.
Solo que, la ausencia de gente, no quiere decir que por ahí no haya pasado nadie antes que ellos. De hecho, cuando se asoman al Gran Comedor, se lo encuentran completamente arrasado. Las mesas están patas arriba, por no hablar del sector que quedó calcinado por el hechizo de Malfoy. La cristalera parece que nunca se reemplazó, y los rayos de sol se cuelan por las ventanas y alumbran el destrozo causado por quien sea que se dedicó a destruir el comedor.
—¿Y si probamos con Homenum Revelio? —propone Astrid en un susurro desesperado.
—Que si es alguien verdaderamente indeseado, tendremos que enfrentarnos —responde Remus con calma.
—En ocasiones como esta es cuando me arrepiento de haber hecho un solo mapa —se lamenta Sirius, dándole la mano a Remus.
Nyx mira a Astrid con aprobación. Ella preferiría enfrentarse ya, la verdad. No le gusta nada eso de tener que esperar y la intriga de preguntarse si acaso están vigilándoles desde las espaldas o los estarán esperando al girar la esquina. Sobre todo, no le gusta que el mapa indicara que su hermano estaba ahí y que ahora no lo vea pero sí vea el colegio arrasado por alguien que, claramente, no tenía buenas intenciones.
Cedric saca su brújula y piensa en Neville. Las manecillas no tardan en indicarle hacia dónde tiene que ir. El colegio es grande, pero sabiendo posibles lugares en los que Neville y los demás podrían esconderse, la búsqueda no debería ser tan complicada. Cedric hace un gesto con su mano para que los demás lo sigan.
—Yo creo que estarán en el último piso —opina Harry—. Seguro que Hermione pensaría lo mismo.
—Harry piensa que están en el séptim...
—Oigo algo —susurra Asher, sacando su varita y mirando a los demás con advertencia.
El grupo se pone en posición de ataque. Tratan de agudizar sus oídos, pero es complicado escuchar algo por encima del sonido de sus respiraciones aceleradas. Nyx tiene un horrible presentimiento, y a consecuencia, el cielo que se aprecia en la ventana se oscurece poco a poco. Hina toma la mano de su amiga para tratar de calmarla.
Al ver que nadie aparece, continúan avanzando hasta que llegan a las escaleras. Normalmente, tendrían que esperar a que se muevan y decidan conectarse con otras escaleras que suban hacia arriba. Por suerte, Snape murmura una palabra en latín que hace que todas las escaleras se unan de forma que lleven directas al último piso. Cedric se pregunta internamente por qué demonios no les dieron ese hechizo a los prefectos. Habría sido de lo más útil.
Suben las escaleras en un solemne silencio, observados por cientos de ojos. Nyx no se siente cómoda, así que lanza una nube negra alrededor del grupo.
—¿Por qué has hecho eso? —pregunta Sirius, que quería ver bien todo lo que ocurría a su alrededor.
—Estos cuadros son unos cotillas. Como se vayan de la lengua y haya verdaderamente alguien esperándonos...
El séptimo piso no parece tan deshabitado. De hecho, una de las aulas todavía echa humo, a pesar de que la mayoría de las brasas de los pupitres quemados se han extinguido. Cuando pasan por la que solía ser el aula de Thea, la mujer deja escapar un suspiro de exasperación. También está patas arriba, y el que era el escritorio de la profesora es ahora una montaña de cenizas. Asher continúa avanzando por el pasillo cuando comprende lo que todos están pensando.
Sturgis enseñó defensa en ese aula.
Pero no hay demasiado tiempo para lamentos o reproches. Cuando se quieren dar cuenta de que se han metido en una trampa, ya es demasiado tarde.
Un hechizo vuela en dirección a Asher. Sale repentinamente de una mano tras un tapiz, y si Asher lo esquiva es porque, de la impresión, hace un mal giro y cae el suelo, provocando que el hechizo golpee contra la pared del pasillo y haga estallar los ladrillos.
—¡NI SE TE OCURRA TOCAR A MI NOVIO!
Es Astrid quien grita la amenaza. Lanza un hechizo que corta el tapiz y deja expuesto al atacante.
Se trata de una pareja de mortífagos que no reconocen, ni siquiera del atentado en el puente de Londres. Consiguen defenderse de Astrid con un hechizo escudo y contraatacan, pero para entonces el resto del grupo ya ha salido del aula y está comenzando con la defensa.
Cedric se queda petrificado un solo segundo cuando ve los hechizos volar a su alrededor. Percibe que hay más mortífagos; salen de otras aulas, del final del pasillo, de hechizos de invisibilidad tan buenos que no han sido detectados efectivamente por el grupo. Sabe que la lucha se desata a su alrededor y algo en él le impide participar. Es un sentimiento de pánico que lo invade y lo inmoviliza.
—¡Cedric! ¿Qué pasa? ¡¿Por qué te has quedado parado?!
Es Harry, que no entiende por qué Cedric parece asustado y mira a su alrededor con temor. El rostro de Cedric se ilumina de color verde. Alguien está disparando a matar, pero el hechizo, por suerte, no golpea a nadie.
Están disparando a matar.
Eso parece traerlo de vuelta. El miedo desaparece y lo único que siente es una oleada de energía que lo hace emprender la lucha.
No sabe si puede volver a morir. No sabe si la protección de Nyx le da más de una oportunidad, pero ahora no siente tanto miedo porque sabe que, si se ve frenado por el miedo, si no muere él, puede morir alguien más del grupo. Y no todos tienen la suerte de estar protegidos.
Se escucha un rugido en algún lugar del grupo contrario. Remus parece quedarse rígido, mirando hacia delante. Se agazapa mínimamente, casi como si fuera un animal.
—Nyx...
Nyx lanza un escudo a su alrededor y busca a Remus en la confusión que se desata a su alrededor. El hombre lobo corre hacia ellos, y Nyx apenas reacciona a tiempo para defenderse. Estira los brazos y reza por que la luz de la luna que emanan las palmas de sus manos sirva de algo contra el atacante.
Pero la luz no parece salir a tiempo. Remus la aparta de un empujón y el hombre lobo vuela por encima de ellos y aterriza unos metros atrás. El grito de Cedric les hace saber que lo esquiva de milagro. Nyx se gira y lo ve defendiéndose de sus dentelladas con la propia fuerza de sus brazos, puesto que el hombre lobo está encima de él y no le permite usar la varita.
Nyx sabe lo que es sentirse indefensa ante una bestia como esa. Pero también sabe que ella, ahora, tiene el poder de pararlo.
Así que su rabia enciende sus ojos, sus cicatrices, y su influencia. Cuando se lanza en dirección al hombre lobo, Remus, a su lado, se ve impulsado por Nyx y se lanza junto a ella. Con fuerza sobrenatural, Remus atrapa al hombre lobo, clava sus garras en su espalda y lo aparta de Cedric, lanzándolo tan lejos como puede. Nyx lo apunta con su varita para aturdirlo mientras la bestia gime y se retuerce bajo la luz de sus cicatrices. Su cuerpo se altera ante los ojos de Nyx, se transforma en hombre, en lobo y en híbrido sin parar hasta que cae desfallecido.
Nyx no tiene tiempo para celebrar su victoria. Cedric la atrapa de la mano, la mira a los ojos y le promete que todo está perfectamente bien. Cuando se giran, Remus se ha sumado de nuevo a la pelea y, aunque han eliminado al hombre lobo, el grupo de mortífagos sigue siendo lo suficientemente grande como para suponer un problema.
Augusta lucha sin apenas despeinarse. Da igual su avanzada edad o el dolor de sus extremidades; cuando Augusta blande el bastón a su alrededor y golpea a los mortífagos, estos se defienden a duras penas. Thea, a unos cuantos metros, envía volando a uno de los mortífagos por la ventana.
Pero no es suficiente. Da igual que Astrid y Asher luchen juntos, o que Hina se ensañe con la mortífaga que había tras el tapiz. Tampoco importa que Sirius golpee sin piedad a otro de los mortífagos mientras mantiene una conversación con uno de ellos como si fuera un viejo conocido.
Llegan más mortífagos que se unen a la pelea. Los superan en número y, al contrario que ellos, disparan a matar.
—¡Tenemos que huir! —admite Remus, lanzando hechizo tras hechizo—. ¡No podemos contra ellos!
Snape tampoco dispara a matar, pero hay un grupo de mortífagos especialmente interesados en deshacerse de él. Nyx debe reconocer que Snape es muy diestro con la varita, pero incluso él tiene sus límites.
—¿Qué es eso? —pregunta Sirius, agudizando el oído—. ¿Lo oís?
Suena un silbido procedente de algún lugar no muy lejano. Es un silbido ininterrumpido que sube de volumen conforme se aproxima a ellos. Cedric frunce los ojos para tratar de discernir qué es la bola luminosa que vuela en su dirección. Cuando le parece reconocer de qué se trata, sonríe.
—¡Al suelo!
La bola estalla al llegar hacia ellos. Explota en miles de chispas moradas y deja una humareda violeta que provoca la tos y el desconcierto de los demás. Lo siguiente que se escuchan son unas carcajadas procedentes de algún lugar en el techo.
George y Fred sobrevuelan la pelea, montados en sus escobas. Cuando saltan y se suman a la pelea, la humareda se disipa lo suficiente para mostrar que no han llegado solos. Alrededor del grupo, Nyx se sorprende al encontrar a su hermano junto a un grupo de alumnos de lo más dispar. El profesor Flitwick, McGonagall y Sprout se encuentran junto a ellos, listos para atacar.
No hay tiempo para saludos ni para preguntas ni exclamaciones. Al verse rodeados, hay mortífagos que optan por atacar con más convicción. Algunos, sin embargo, huyen y se desaparecen en una humareda negra antes de ser atacados.
Nyx lucha cerca de Cedric esta vez. Cuando lanzan el mismo hechizo hacia un mago que se aproxima a ellos en carrerilla, ambos se ríen cuando esté sale despedido y es golpeado contra la pared.
—Bien hecho, Longbottom —apremia Cedric en referencia a sus primeras clases juntos—. Vas pillándolo.
—Admite que soy mejor que tú en esto.
Su fingida pelea no sirve para disipar su miedo ni para distraerlos, pero sí para permitirles fingir que tienen el control de la situación. Que esquivar un hechizo es sencillo porque saben cómo apartarse y contraatacar justo después. Que, si están juntos, es mucho más fácil defender al otro de una muerte segura.
Cuando el último mortífago cae rendido, el grupo se queda sumido en un breve silencio. Muchos se han desaparecido. En el suelo apenas queda una decena, pero Cedric calcula que al menos otros veinte se han marchado antes de tiempo. Remus sí lanza ahora un Homenum Revelio. El hechizo revela la presencia de humanos cerca, pero Hermione asegura que son más alumnos, ubicados en una sala segura del castillo.
Esa sala se encuentra en el mismo piso. Cuando Nyx entra al lugar, se encuentra con una enorme estancia. Las paredes están abarrotadas de literas y, en el centro, se ubica una larga mesa en la que aún quedan restos de comida.
—¿Y qué hay de los otros profesores? —pregunta Remus, mirando a su alrededor con pesadumbre.
—Se marcharon o... se los llevaron —se lamenta McGonagall, encogiéndose de hombros—. No hemos conseguido obtener demasiadas noticias del exterior. Lo último que sabemos es lo que nos contaron Granger y los demás al llegar.
Tras asegurar que el castillo está desolado a excepción de los supervivientes y, tras encerrar a los mortífagos y llamar al resto de aurores, es momento de curar las heridas. Hay extremidades desencajadas, heridas sangrantes y alguna que otra quemadura, pero el grupo no tiene pérdidas que lamentar, lo cual es una suerte porque trasladar a alguien a San Mungo no es una opción.
Nyx se muere de ganas de coger a los suyos y asegurarse de que están bien. A simple vista se lo parece, pero ella se siente descompuesta por dentro y sospecha que los demás están pasando por un proceso similar. Solo que, antes de su comprobación, Nyx tiene algo muy importante que hacer primero.
Cedric es quien va a por Neville. Lleva al joven hacia su hermana, que lo espera en una esquina alejada junto al anterior profesor de Pociones. Neville los observa con reticencia. Snape apenas le devuelve la mirada, puesto que hace gala de su constante desprecio por todo y todos, así que Neville mira directamente a su hermana. Mientras lo hace, su mano descansa sobre la empuñadura de la espada de Gryffindor.
—En realidad, tal vez debamos llamar a Ron también —dice Nyx, mirando de reojo al susodicho. Dice eso en lugar de un saludo porque está tan nerviosa que es lo que primero se le ocurre. Además, no le apetece tener la conversación con Snape delante. Prefiere hacer como que todo está bien entre ella y su hermano.
—¿Por qué...?
—Neville, debemos darle la capa de Harry a Snape.
Neville mira a su hermana como si se le hubiera ido la cabeza por completo. Después, mira a Cedric con terror, para ver si él también lo piensa, pero el chico solo se encoge de hombros y suspira.
—Harry está de acuerdo, por si sirve de algo.
—Pero no lo entiendo, es...
Snape parece impaciente. Nyx lo corta antes de que se ponga a hablar, ya que, honestamente, prefiere que esté en silencio. Escuchar su monótona voz le pone de los nervios, y será de poca ayuda teniendo en cuenta lo mucho que Neville lo detesta.
—¿Recuerdas lo que conté en casa...? ¿Lo de las Reliquias de la Muerte?
—¿Pero por qué deberíamos ayudar a Snape? —farfulla Neville, tragando saliva con dureza—. Él no me ha ayudado jamás. ¡Mató a Dumbledore!
Dicho eso, saca la espada y lo apunta con ella. Snape apenas se inmuta, mirando la espada con absoluta impasibilidad. Sin moverse demasiado, alza una mano y, con un rápido movimiento, hace aparecer la copa.
—¿Qué...?
—Es otro horrocrux —anuncia Cedric, señalando la copa con una mano—. La conseguimos de las manos de Bellatrix, pero Snape se me adelantó.
Nyx recoge la mano de Cedric y le baja la manga para que Neville pueda ver la ligadura alrededor de su muñeca.
—¿Ves esto? Snape se lo puso y le da acceso a todos sus pensamientos y a todo lo que sabe.
Neville mira a Snape de reojo, con una mezcla de miedo y desdén.
—Le retiraré la atadura a Diggory y os daré este horrocrux a cambio de la capa de invisibilidad. Vosotros no necesitáis la capa para nada, pero sí necesitáis destruir este objeto. Me parece un intercambio de lo más justo.
Neville aprieta los labios y busca la mirada de su hermana. Cuando ella se la devuelve, él la retira rápidamente, lo cual le indica a Nyx que su hermano teme todavía enfrentarse a ella.
—Nos faltan varios horrocruxes, Nev... —insiste Nyx, intentando recordarle qué es más importante que su pelea—. Necesitamos destruir este antes de seguir buscando y...
—He destrozado uno —anuncia Neville, hurgando en el bolsillo de su pantalón. Saca los pedazos de lo que parece una joya antigua.
—¿Es la diadema de Rowena Ravenclaw? —susurra Cedric, tocando el objeto.
Neville asiente. Se guarda los pedazos nuevamente en el bolsillo.
—Luna la consiguió —cuenta, con una sonrisa—. Fue más fácil de lo esperado. La destruí con la espada y...
—Si destruimos la copa, solo nos quedan dos —le felicita Cedric, colocando una mano sobre su hombro. Nyx no pierde de vista cómo Neville sonríe al notarse apreciado por Cedric—. Necesitamos que convenzas a Ron de darle la capa a Snape...
—¿Y cómo sabemos que no usará las reliquias en nuestra contra? ¿Que no se las dará a Él?
Nyx mira a su hermano con una sonrisa de satisfacción y un ceño fruncido al mismo tiempo. Se siente orgullosa de que sea tan desconfiado como ella, pero a la vez odia que pueda tener razón. No quiere que aquello se complique más. Mira a Snape con los ojos entrecerrados, esperando a que se defienda.
—Comprendo por qué podríais pensar que me aliaría con él. Tengo antecedentes —concede Snape, dejando escapar todo el aire muy despacio—. Supongo que no tenéis más remedio que confiar en mí.
—Difícil —bufa Nyx, cruzándose de brazos—. Rozando lo fantástico.
Cedric niega muy despacio.
—Dijiste que nunca volverías a fiarte de Voldemort. Fue él quien mató a Lily Potter, y lo suyo es que vengues su muerte —cavila Cedric, con un carraspeo—. No tiene sentido que nos entregues a ellos o hagas algo por favorecerle a él.
Snape asiente despacio.
—Supongo que no eres tan tonto como creía.
—Bueno, cállate porque aquí nadie te ha pedido tu opinión —le interrumpe Nyx, que no lo soporta. Después, mira a su hermano, intentando buscar su atención—. ¿Puedes intentar convencer a Ron, por favor?
Cedric coloca otra vez la mano sobre el hombro de Neville.
—Te acompaño. Tal vez Ron quiera hablar con Harry.
—Pero...
—Esa ligadura la lleva también Snape—explica Nyx, señalando la muñeca de Cedric—. Si muere uno, muere el otro. Solo Snape puede romper la cuerda, Nev. Si no, Cedric corre peligro.
Es Connor quien destruye el horrocrux. Le conceden el honor porque fue él quien tuvo la idea de localizar el objeto y quien convenció a Zacharias para que les permitiera encontrarlo. El joven parece asustado, pero cuando el objeto se rompe y la parte del alma de Voldemort se muere frente a los ojos de los demás, la visión lo llena de energía. Cedric lo abraza con fuerza y lo felicita. Están muy cerca del objetivo. Solo necesitan dos partes más.
Así que piden a los aurores, al resto de miembros de la Orden y a cualquier colaborador de confianza que acudan al castillo. Es cuestión de tiempo que los mortífagos que han huido regresen a terminar lo empezado, y toda protección es poca, teniendo en cuenta la cantidad de alumnos indefensos que no consiguieron salir a tiempo del castillo.
Snape retira la ligadura de la muñeca de Cedric. El objeto ha dejado una marca alrededor de su muñeca que a Cedric le suena haber visto con anterioridad. Cuando busca a Astrid con la mirada, ella le sonríe a modo de respuesta.
—¿Podemos hablar, Nyx?
Cuando Neville se acerca a su hermana, ella está terminando de agitar una bolsa de patatas fritas sobre su plato para ver si caen más. Se gira rápidamente al escuchar la voz de Neville, y asiente sin pensárselo dos veces. Se moría de ganas de hablar con él, pero no quería molestarlo hasta que él pareciera dispuesto. A pesar de que Neville es la persona a la que mejor conoce en el mundo, le da la sensación después de su pelea de que, a lo mejor, estaba equivocada sobre él. Es por eso que prefiere proceder con cautela.
Cuando miran hacia la esquina de la sala, hay lo que parece una cabina telefónica grande y con cristales tintados. Neville le explica a Nyx que la sala cambia según las necesidades de las personas que se encuentran en su interior, y que él estaba buscando un lugar en el que hablar en privado con su hermana.
El espacio no es demasiado ancho y, al parecer, Neville no había tenido en cuenta la iluminación al pensar en un lugar seguro y privado. Nyx ilumina la diminuta estancia levantando las palmas de sus manos hacia arriba. Su hermano se queda mirándola con una mezcla de asombro y tristeza.
—Siento todo lo que te dije —empieza, ligeramente reticente—. Me pasé.
El primer instinto de Nyx es responder que sí, se pasó. Ponerse a la defensiva. Pero no lo hace porque sabe que eso no aliviará la situación en absoluto. Se muerde la lengua y espera a que continúe hablando.
—Pero tampoco sirve de nada que te dijera todas esas cosas y ahora diga que fue todo mentira. En parte, quería enfadarte para que no me siguieras, pero lo cierto es que varias de las cosas las pensaba de verdad...
Nyx chasquea la lengua. Quiere darle un abrazo y se está conteniendo.
—Lo siento mucho, Neville. No sabía que... que te agobiaba tanto —responde, abrazándose a sí misma para aguantarse el impulso—. Tenía que haberlo supuesto. La abuela siempre me ha agobiado a mí y yo estaba haciendo lo mismo contigo.
Neville sonríe de lado, algo triste. Se pasa las manos por el cabello y suspira.
—No es que me agobies... Durante muchos años, has sido la única razón por la que creía en mí mismo. Siempre estabas ahí para levantarme el ánimo o para ayudarme a ver las cosas de otro modo, pero...
Se escuchan ruidos en el exterior. Por suerte, parecen risas y conversaciones animadas. Es pasada la hora de la cena y todos están más tranquilos.
— ...pero todo ha cambiado y no puedo dejar que hagas todo por mí. Sé que es porque te preocupas, pero una parte de mí siente que es porque no me crees capaz.
—No es verdad.
—En el Departamento de Misterios, me dijiste que no tocara la profecía por si acaso yo no era el elegido. Cedric ni siquiera dudó que yo lo fuera, pero tú me hiciste dudar.
Es verdad.
Nyx se muerde el labio al recordar aquello. Ni siquiera le había dado demasiadas vueltas.
—Y luego te interpusiste entre Voldemort y yo.
—Neville, por supuesto que te creo capaz de todo —susurra su hermana, apagando una de sus manos para buscar la de Neville y tomarla—. Es solo que... eres la persona a la que más quiero en este mundo, ¿sabes? Siempre me he sentido responsable de ti, y si te pasara algo jamás me lo perdonaría. Cuando te caías en el jardín cuando éramos pequeños y llorabas porque te dolía, siempre pensaba que ojalá hubiera alguna forma de quitarte el daño y pasármelo a mí para que tú no sufrieras. Siempre quería ser yo quien recibiera todos los golpes, no tú.
Neville tiene los ojos inundados en lágrimas. Mira a su hermana con una sonrisa y, al pestañear, se le caen todas de golpe.
—¿Y sabes, Neville? Tienes razón. No quería que fueras el elegido. Ojalá todo fuera como siempre y no estuviéramos metidos en este lío —se lamenta, mirando hacia sus palmas—. Ojalá nada de esto fuera real. Echo de menos cuando podía pasar una tarde junto a ti hablando de estupideces o regañándote por ser tan despistado.
Neville se acerca y se abraza a su hermana. Aunque él es mucho más alto y su espalda casi el doble de grande, pasa los brazos por debajo de los de Nyx para que ella sea quien lo tome entre sus brazos, como han hecho desde siempre. Nyx se pone de puntillas para besar la frente de Neville.
—Tengo mucho miedo, Nyx —confiesa con voz temblorosa—. No sé qué es lo que tengo que hacer. No sé cómo se supone que tengo que derrotar a Voldemort y... La verdad es que me alegro de que estéis aquí. Me siento menos perdido.
—Lo conseguiremos, Nev —susurra ella contra su oído, acariciando el cabello de su nuca—. Y por mucho que lo odies, no dejaré que te pase nada malo, ¿me escuchas? Eres mi hermano. Mataría por ti.
—Eres una exagerada —se ríe él. Se separa y mira a su hermana, con la cicatriz de su frente iluminada—. Yo también mataría por ti.
Nyx aprieta los labios. Toma la palma de su hermano y le mira.
—Confía en mí.
Sin demasiadas ceremonias, clava una uña en la piel de su hermano para provocarle una herida. Neville quiere alejarla por inercia, pero Nyx la mantiene bien sujeta. Cierra los ojos mientras pide por su protección.
Protégelo, por favor.
Haría cualquier cosa por él.
No consigo procesar que quedan días para el final de Díada 😥
Pero me consuela saber que pronto veré vuestra reacción al final. Tengo ganas, la verdad 😊 Solo quedan dos horrocruxes, ¡a ver quién recuerda cuáles son!
Nos leemos el jueves que viene, con un especial, y el domingo con el capítulo 58. Se viene semana movidita movidita.
¡Gracias por leer y dejar vuestros comentarios y vuestros votos! 🌙🌙🌙
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