(𝟒𝟖) · 𝐁𝐨𝐦𝐛𝐚 𝐝𝐞 𝐡𝐮𝐦𝐨 ·

Muy probablemente, tratar de hacer algo arriesgado que roza lo imprudente cuando uno ha pasado toda la noche sin dormir, no sea la mejor de las ideas. Sin embargo, Nyx nunca se ha considerado una persona prudente, así que por eso avanza a fuertes zancadas hacia el Gran Comedor con la furia contenida en sus puños apretados.

Los alumnos más madrugadores ya están sentados en sus mesas, digiriendo sus desayunos con impasibilidad. Cuando Nyx Longbottom irrumpe en la enorme estancia, sin embargo, alzan sus cabezas de sus platos y la miran con el ceño fruncido en una mueca de incomprensión. Nadie, jamás, ha visto nunca a Nyx despierta tan temprano. Se dan codazos y señalan su figura con un rápido gesto, mientras ella se dirige hacia la mesa de los profesores.

La chica divisa al director en su mesa, removiendo su té con una cucharilla, y se abalanza a paso rápido, alzando ambas manos para dar énfasis a su reclamo.

—¡Tengo que salir de aquí! —ladra en su dirección—. Póngase en contacto con el Ministerio o con su maldita madre, pero, ¡tengo que salir ahora mismo!

Dumbledore y McGonagall se levantan de su asiento al mismo tiempo, el primero para hacerse oír mejor y la segunda para acudir hacia Nyx. Quien se queda sentada en su asiento, en el extremo derecho de la mesa, es Dolores, observando la escena con una risita malévola.

—Longbottom, por favor, aquí no. Intenta calmarte... —implora McGonagall, sabiendo que Umbridge no consentirá su comportamiento.

—¡Se han escapado de Azkaban! ¡Los malditos mortífagos que atacaron a mis padres se han escapado de Azkaban, no me pida que me calme!

Unas manos la atrapan desde atrás. Teme que sea Cedric, porque no quiere meterle un buen empujón, pero cuando se gira es Asher quien está intentando hacer que deje de alzar las manos con exageración.

—Nyx, esta no es la manera, no...

—¡Soy mayor de edad! Tengo dieciocho años y puedo elegir salir de aquí si me da la gana, así que eso pienso hacer. Los inútiles del Ministerio no pueden obligarme a hacer absolutamen...

La lengua se le queda pegada al paladar, y seguidamente sus labios se sellan como si los hubieran pegado con pegamento. Nyx trata de formular más palabras, pero le resulta completamente imposible, casi doloroso.

—Quizá quiera pensárselo un poco antes de lanzar improperios contra el Ministerio, señorita Longbottom —sisea Dolores, acompañando su frase con una risita estridente—. Tener la boca cerrada, tal vez, le recuerde lo beneficioso que es pensar antes de hablar.

—Con todo el respeto, Dolores, pero Longbottom tiene razones de sobra para alterarse —interviene Sprout, acercándose también a Nyx para respaldarla. El Gran Comedor está en completo silencio, observando la escena con sorpresa.

—Esa no es justificación para insultar al Ministerio —aclara Dolores, alzando la mano—. Especialmente cuando no tiene nada que ver con una fuga como esa. ¡Es algo imprevisible del todo, casi imposible! Se está investigando cómo...

—¡Voldemort los ha sacado de ahí!

Nyx se gira al escuchar la voz de su hermano. Neville no grita nunca. Verlo alterado como mucho significa que se traba al hablar y se tira del cabello, pero si está enfadado, normalmente, se queda callado esperando que los demás arreglen el estropicio por él. Cuando lo mira, sin embargo, Nyx se encuentra al chico con el rostro rojo por la rabia, la camisa casi sin abrochar y los puños cerrados.

—¡Lord Voldemort, que estaba esperando el momento oportuno! ¡Apoyado por los alumnos que lanzan su marca al cielo y atacan a los demás y quedan impunes!

—¡Longbottom! —chilla Dolores—. ¡No mencione ese nombre en vano! ¡No diga mentiras que...!

—¡No es ninguna mentira y todos lo sabemos! ¡Es el Ministerio quien lo niega porque tiene miedo! ¡Voldemort va a venir a por todos nosotros y...!

Su lengua se sella contra su paladar, igual que la de su hermana. Nyx se lanza una vez más a Dolores, pero Asher continúa reteniéndola, pidiendo que se calme antes de empeorar la situación.

—Parece que la mala educación os viene de familia —sisea Dolores con falsa preocupación—.  ¿Acaso vuestros padres no os enseñaron que...?

Aquello es la gota que colma el vaso. Nyx se zafa de Asher lo suficiente como para conseguir agacharse, quitarse el zapato y lanzárselo a Dolores con su destreza propia de golpeadora. El zapato impacta directamente contra su frente y la tira hacia atrás. Nyx es consciente de que se lo ha lanzado con la misma fuerza con la que le habría lanzado una bludger, pero no se arrepiente en absoluto. Ha visto la maldad en su mirada al mencionar a sus padres.

—¡Longbottom! —la regaña Sprout—. ¡No puedes lanzarle un zapato a un miembro del profesorado!

Nyx la mira con ojos enfurecidos. Sabe perfectamente que Dolores ha dicho algo que ha ido a doler, pero cuando vuelve a mirar a la profesora, que se ha acercado la mano a la frente para tocar la zona golpeada, no parece muy afectada.

Dumbledore está negando muy lentamente.

—Va contra el reglamento escolar agredir a un profesor, Longbottom, ya sea de manera física o verbal. Quedáis tú y tu hermano expulsados del colegio —sisea Dolores con una sonrisa triunfal—. Parece que has conseguido exactamente lo que querías.

En realidad, ha sido Dolores quien ha conseguido exactamente lo que quería, o eso le explica Dumbledore cuando va a su habitación a verla recoger sus cosas y meterlas en su baúl.

—Fuera del colegio no estoy yo, Nyx, ni tu abuela Thea ni...

—Me da soberanamente igual. Son mis padres quienes necesitan al cuerpo entero de Aurores encima. Ellos son quienes están en peligro...

—¿Y Neville, Nyx? ¿Él no lo está?

Nyx mira al profesor con los ojos bien abiertos. Hay algo en su forma de mirar, en cómo se arruga su frente, que le hace saber a Nyx que el profesor sabe algo que ella desconoce.

—¿Qué ha pasado?

Dumbledore aprieta los labios mientras piensa bien en qué decir.

—No solo se han escapado algunos de sus seguidores, Nyx —explica lentamente, pasándose un dedo por la barba para desenredar un nudo—. Hubo un intento de entrada al Departamento de Misterios...

A Nyx se le queda el aliento atrapado, incapaz de salir.

—¿Al lugar en el que está la profecía?

Dumbledore niega rápidamente.

—No llegaron, claro. Es complicado encontrar la sala si no conoces el departamento, pero lo intentaron. Hay un par de guardias heridos.

—Saben lo de la profecía —susurra Nyx, pestañeando rápidamente.

Lo saben, lo saben. Vienen a por Neville.

—Una profecía solo se activa si la persona mencionada la toca, Nyx. No sé si acaso ellos desconocen esa información, pero en todo caso, solo la puede tocar Tom Ryddle y, de ser nuestras sospechas ciertas, Neville.

Nyx se siente estúpida. Dolores le ha tendido una trampa y ella ha caído como una tonta. No ha sido coincidencia que haya ocurrido la fuga de Azkaban y el intento de entrada al Ministerio durante la misma noche. Ambas cosas tocan directamente a los Longbottom.

—Han debido de deducir que la parte de la profecía que Voldemort conoce también aplica a Neville —determina ella, pensando en voz alta—. Y yo como una tonta se lo voy a ofrecer en bandeja...

—Vamos a poner a los mejores aurores a vigilaros, puedes estar segura de ello. Colocaremos más hechizos de protección si cabe, y...

—¿Cuál es el final de la profecía, profesor? ¿Será tan terrible si ellos la escuchan y...?

—No cambiará nada, Nyx. Ya te lo dije, una profecía solo se cumple si los implicados lo desean.

—¡Ya, pero yo si fuera él intentaría matar a Neville, solo por si acaso! —le grita Nyx, al borde de la histeria.

Si fuera una persona de las que llora con facilidad, Nyx empezaría a hacerlo de manera inconsolable. Se abrazaría a Dumbledore, incluso, en busca de algo de apoyo.

Pero Augusta le enseñó a hacer todo lo contrario, y ahora Nyx no sabe cómo expresar su angustia. La reprime en lo más hondo de su mente y da un largo suspiro mientras piensa en su próximo paso a seguir.

—Tampoco es tan grave, ¿no? Si no volvemos al colegio—decreta ella, con un carraspeo—. Total, si hubieran querido atacarlo aquí, podrían haberlo hecho sin probl... ¡No me diga que este lugar es seguro! —interrumpe a Dumbledore antes de que se atreva a decirlo—. Barty estuvo aquí dándole clase a mi hermano y a Harry, aconsejándoles durante meses. Si los hubiera querido matar, lo habría hecho al instante, porque iba lanzando maldiciones por doquier y tú no lo frenaste.

Nyx es consciente de que se le escapan algunas gotitas de saliva al hablar, pero no hace nada por pararlas, porque se da cuenta por primera vez de que lo que está diciendo está haciendo verdadero efecto en el profesor, que se encoge sobre sí mismo.

Sabe que tengo razón.

—Así que lo que va a hacer a continuación si quiere compensar su error de alguna forma, es hacer que nadie le toque ni un puto pelo a mi hermano, ¿de acuerdo?

El profesor asiente rápidamente, intentando retomar la compostura.

—Se supone que usted es el mago más poderoso de todos los tiempos —sisea ella, tragando saliva con dificultad—. Y sin embargo, cuando verdaderamente necesitamos su poder, no hace nada. No lo hizo por los Potter, ni por mis padres, ni por Harry. Hágalo por Neville, al menos.

Nyx cierra el baúl de un golpe y coge la insignia de capitana que cuelga de la correa.

Cedric.

No le ha dicho que se va. No le ha dado tiempo porque Dolores solo le ha dado media hora para recoger sus cosas. Se debate sobre si debe ir a buscarlo, pero no le queda demasiado tiempo. Se da cuenta, por lo pesado que es el nudo en su garganta, de que no se atreve a decirle adiós. Odia las despedidas, desde siempre, y conociendo a Cedric está segura de que dirá alguna tontería, como que él también se va detrás de ella.

Por un segundo, no hay nada que quiera más que eso. Desearía poder tener tiempo junto a él fuera de esas paredes y no tener que preocuparse por nada más, pero es consciente de que eso la distrae de su objetivo principal, que en ese momento es proteger a Neville. Cedric le ha prometido que la va a ayudar a hacerlo, pero no quiere meterlo en el ojo del huracán.

Se gira para mirar a Dumbledore, que pestañea unas cuantas veces, probablemente pensando en qué debe hacer a continuación.

—Tiene que intentar sacar a Dolores de aquí. Este es su colegio, y debería tener el poder de tomar todas las decisiones —propone ella, acercándose al escritorio de Hina para buscar un poco de papel—. Si nos ha sellado la lengua a nosotros, ¿qué no le habrá hecho a otros alumnos?

Dumbledore asiente lentamente.

—¿Quieres que busque a Cedric?

Nyx niega rápidamente. Garabatea unas cuantas palabras en un trozo de pergamino y luego lo enrolla para cerrarlo con el broche de la insignia.

—Dale esto de mi parte. Y creo que nuestros amigos deberían saber la verdadera razón por la que nos echan del colegio —musita, tragando saliva con dificultad—. Deben entender por qué están luchando.

Mira a Dumbledore, como si le pidiera permiso pero a la vez como si se lo estuviera exigiendo. El anciano la mira con una sonrisa.

—¿Confías en ellos?

Nyx asiente, sin dudarlo. Sus padres confiaron en sus amigos, en la Orden. No sirvió de mucho, pero Nyx comprende ahora lo difícil de la situación. Hubo sacrificios en su época, pero regalaron al mundo varios años de paz. Si ellos confiaron en los Potter, en Remus y en los demás, entonces, Nyx y Cedric no tienen por qué hacer todo ellos solos. Sus amigos también pueden ayudar.

Mira la carta para Cedric. Siente que podría decirle mil cosas más, pero con ese par de líneas tendrá que bastar.

Me voy con mi familia, Dolores me ha echado. Alguien debería echarla a ella también, espero que estés a la altura.  Pon a los demás al día.

Y no te pongas a llorar.

-N.

Cuando Cedric recibe esa nota, Nyx ya está cruzando el pasadizo que la lleva hacia Hogsmeade junto a su hermano y un grupo circundante de aurores. Tiene el latir de su corazón tan acelerado que le impide pensar con claridad un plan de escape por si alguien les está esperando cuando salgan de ahí. Es poco probable, pues en ese momento hay dos aurores que se han convertido en ellos con la poción multijugos y están saliendo por la puerta principal del colegio bajo la atenta mirada de Umbridge.

Es por seguridad, pero Nyx no para de pensar en lo que le podría pasar a Tonks si alguien la ataca porque lleva su cara en ese momento. No se lo perdonaría jamás.

Cedric consigue acercarse para ver la despedida de los falsos hermanos Longbottom. Hay un grupo de gente observando el momento, y él trata de hacerse paso a codazos, gritando el nombre de Nyx.

—¡¿A dónde vas?! ¡Nyx!

Tonks le mira con advertencia antes de fingir un lamento y despedirlo muy despacio con una sonrisa triste. Philip atrapa a Cedric de la cintura antes de que intente acercarse a Nyx, puesto que Umbridge lo está mirando con una sonrisa perversa.

—Esa no es Nyx —susurra Astrid contra la oreja de Cedric, apretándole fuertemente el brazo para hacerlo entrar en razón—. No le des motivos a Umbridge para echarte también.

—¿Cómo que la han echado? —asevera Cedric. Está intentando bajar el volumen de su voz, pero está tan alterado que es imposible no gritar—. ¿Qué demonios está pasando?

—¿Tiene algo que objetar, señor Diggory? —pregunta Umbridge con condescendencia—. ¿Acaso usted también desea expresar su opinión acerca del nefasto trabajo del Ministerio, igual que hizo en el periódico?

Si las miradas mataran, Umbridge estaría muerta más de cincuenta veces, una por cada alumno que la observa con calmada agresividad. Todos esperan que Cedric haga algo, que le responda fieramente y recite uno de esos discursos a los que están acostumbrados los del grupo de protección, que conforman la mayor parte de los espectadores.

Pero Cedric toma aire profundamente porque la falsa Nyx le mira sin mover un solo músculo, y sabe que si Nyx no está armando jaleo, es por algo. Esa no es Nyx, como ha dicho Astrid. Y si la han suplantado, entonces, la cosa debe de ser muy grave. Dumbledore, que también presencia la escena, le pide que no diga absolutamente nada.

—No tengo nada que decir —objeta, cruzándose de brazos.

Pero en realidad, tiene mil cosas por decir. Cuando se cierran las puertas y Nyx desaparece, Cedric echa a correr a su habitación y se deshace de todo aquel que quiera comentar lo ocurrido. Solo se detiene a que Astrid le cuente lo que ha pasado y a que Thea le detenga y le diga que Nyx y Neville van a estar bien. La segunda se lo dice con los ojos rojos por las lágrimas, así que eso no calma al chico en absoluto. Termina corriendo aún más hacia la sala común de Hufflepuff y encerrándose en su habitación.

Ni siquiera han pasado diez minutos desde que se ha ido y Cedric ya siente que le falta algo. Que si intenta respirar y coger mucho aire, no se sentirá completamente lleno. Se pregunta si es por ello que muchas personas —como Nyx solía hacer— rehuyen el amor y enamorarse. Por lo mucho que duele la distancia inmediatamente después.

Han echado a Nyx por decir su opinión —y por lanzarle un zapato a la frente a Umbridge, de lo cual está muy orgulloso—, pero sobre todo la han echado para echar también a Neville. El pobre debe de estar aterrado.

Cedric no sabe qué hacer. Quiere ir detrás de ella y consolarla aún más tras la fuga de Azkaban y prometerle que Neville estará bien, pero no puede. No le dejarán salir del colegio a no ser que cometa algo gravísimo contra Umbridge, y aun así piensa que prefieren tenerlo dentro, para vigilarlo.

El guardapelo.

Entiende que eso era lo que le decía Dumbledore con la mirada. No le estaba pidiendo que se quedara callado. Le estaba pidiendo que mirara a Umbridge porque llevaba el guardapelo en el cuello. Esa es su misión. Nyx tiene otra misión.

Pero desearía poder cumplir con todo eso junto a ella.

Al día siguiente, Astrid llama a la puerta de Cedric antes del desayuno. Cuando él le abre la puerta, Astrid adivina al segundo que el chico no ha dormido en toda la noche. Sus ojeras están tan marcadas que parecen casi negras. Astrid alarga la mano y acuna su mejilla, con lástima.

—No te hagas esto, Cedric. Nyx va a estar bien. Es dura de roer.

Cedric aprieta los labios al volver a escuchar aquello. Nyx no es tan dura como hace parecer, pero eso es algo que solo él sabe. Se deja abrazar por su amiga y trata de no llorar más. Después, la aleja un poco y la mira con súplica.

—¿Puedes traer a los demás?

El grupo se reúne en la habitación de Cedric casi de inmediato. Hina, Philip, Astrid, Asher y Connor le miran con expectación y una pizca de miedo. Cedric piensa mucho en lo que va a decir y en cómo lo va a decir, y al final decide que lo mejor es acercarse tanto a la verdad como pueda.

Saca el guardapelo falso y lo muestra al grupo.

—Si le vas a regalar eso a Nyx, te adelanto ya que lo va a odiar —dice Connor, mirándolo con espanto.

—A mí me mola, es así rollo vampírico, Cedric. Te queda guay —promete Hina con una sonrisa.

Cedric niega con impaciencia.

—No puedo contar demasiado, pero este guardapelo tiene una réplica y la tiene...

—Umbridge, colgada del cuello —asiente Astrid, mirándola con un gesto de desagrado—. ¿Por qué?

—No puedo explicarlo —repite Cedric—. Pero necesito el suyo. Tengo que quitárselo, es una cuestión de vida o muerte.

Qué irónico.

El grupo lo mira con lástima, y Cedric chasquea la lengua. No quiere que lo miren así, como si estuviera loco.

—Ced... —empieza Connor, alzando las manos.

—¡Hacedme caso! Lo digo en serio. Dumbledore me lo ha pedido, ¿vale? Os juro que no se me ha ido la pinza.

El grupo sigue mirándose entre sí con reticencia.

Menos Asher.

—Vale, ¿y cómo lo conseguimos? ¿Quieres arrancárselo del cuello? ¿Se lo robamos mientras duerme?

Cedric sonríe ampliamente. Se alegra de que al menos una persona no piense que se ha vuelto majara.

—Pues no tengo ni idea, pero he pensado que podríamos darle el cambiazo —propone, enseñando de nuevo la réplica—. Lo que no sé es cómo podríamos hacerlo.

Ahora que Asher parece que le cree, los demás deciden ayudarle. No es que piensen que a Cedric se le ha ido la olla del todo, pero es que tiene cara de cansancio y de haber llorado y parece bastante desesperado, entonces es fácil pensar que está delirando. Sin embargo, pronto proponen formas de hacer el cambio.

Hina propone aturdirla durante la comida y que se ahogue en su sopa, pero esa propuesta queda claramente descartada por todos en cuanto la enuncia. Ella la apunta en la lista de los quizás.

Philip ofrece dormirla con un té de lúpulo y valeriana y entrar en su despacho, pero pronto se descarta la idea porque Connor les recuerda que ahora Dolores tiene guardaespaldas. Tras la agresión de Nyx, Dolores no tardó en congregar a un grupo de alumnos para mantenerse en todo momento junto a ella y patrullar los pasillos en busca de actividad sospechosa. Así, colarse en su despacho o en su habitación queda completamente descartado.

—Entonces, debemos crear una distracción —propone Asher, casi como si pensara en voz alta—. En la última reunión del grupo de protección hablamos sobre bombas de humo y maniobras de ese tipo, para despistar. Podemos hacer algo así.

—¿Una bomba de humo?

Asher niega, agachando ligeramente la cabeza, poniéndose a pensar. Él también está enfadado por que hayan echado a Nyx y a su hermano, y si él no intervino en la discusión con Umbridge, fue porque sabe que a Nyx no le gusta que se metan en sus asuntos.

Pero si puede fastidiar a la profesora, entonces no le parece mala idea. Su padre lleva todo el curso hablándoles sin parar de casos como aquel. De batallitas, junto a Remus y Sirius, sobre cuándo eran jóvenes en la Orden y tenían que hacer misiones como aquella todo el tiempo.

—Una distracción... —cabila Cedric, rascándose la nuca—. No podemos encontrarla a solas porque irá protegida, pero si hay más gente...

—¿Y si nos escondemos bajo la capa de Harry y se la robamos? —propone Astrid.

—¿Y no sospechará cuando vea el guardapelo volando por encima de sus narices? —refuta Connor, negando de un lado a otro—. No, tiene que ser algo que la mantenga tan ocupada que no se dé cuenta del cambio. Y también tiene que despistar a sus idiotas lameculos.

Fred y George son invitados a la reunión unos minutos más tarde, puesto que no ven ningún problema en saltarse clase, y más si encima tienen una excusa. Proponen varias cosas. Un espectáculo de fuegos artificiales. Un incendio. Cedric niega una y otra vez sin parar.

—Un partido de Quidditch  —anuncia Asher, provocando un silencio instantáneo.

Todos miran a Asher de inmediato.

—Pero...

—Sí, el Quidditch está prohibido —concede Asher, encogiéndose de hombros—. Pero, ¿qué nos van a hacer, eh? ¿Expulsarnos? No lo creo. La mayoría somos de familias de magos, si no mestizos. Llevan todo el mes intentando que nos quedemos.

—Pero a Nyx y a Neville los han echado —musita Philip, encogiéndose de hombros—. Entiendo que es por eso de la profecía que nos contó ayer Dumbledore, pero... A lo mejor también nos quieren echar a nosotros, ¿no? Somos sus amigos.

—Yo creo que nos prefieren aquí, vigilados —supone Asher—. Si no, habrían animado a los padres de Connor a llevárselo cuando lo envenenaron, ¿no? Y no lo hicieron. Prefieren separarnos de Nyx y, por tanto, de Neville, lo que me hace pensar que eso de la profecía tiene más de verdad que de suposición y que...

—Asher, nunca te he visto poner tantas palabras seguidas una detrás de otra —le interrumpe Hina, con los ojos abiertos como platos—. Lo siento por nuestros novios, pero estás demasiado sexy cuando tomas la iniciativa.

Philip hace una mueca antes de llevar la vista al techo, pero Astrid se echa a reír, dándole la razón a Hina. Asher, con las mejillas completamente rojas, carraspea antes de continuar.

—Entonces, como iba diciendo, un partido de Quidditch podría ser una buena distracción —continúa, mirando a su alrededor.

—Siento decírtelo, cariño, pero el Quidditch no es tan interesante como piensas —dice Astrid, dándole unas palmaditas en los hombros—. No a todo el mundo le gusta.

—Pero sí un partido prohibido, al atardecer, y con... Fuegos artificiales —sonríe George, mirando a su hermano con complicidad—. Estamos trabajando en unos hechizos que iluminan y hacen brillar algunos objetos. Podríamos iluminar las pelotas, los bates y los postes. Podríamos repartir pancartas iluminadas... Hacer el partido un espectáculo, y que a todos les interese.

—No sé si...

—¿Y si jugáis contra la selección búlgara?

Todos miran a Connor con confusión, pero él sonríe.

—Si convenzo a Viktor, pueden venir a jugar. Me debe un par de favores —añade, con un carraspeo—. Eso haría que todos vinieran, o al menos, la mayoría, y desde luego Umbridge, para reñirnos.

—Vale la pena intentarlo —responde Fred, cruzándose de brazos—. Necesitaremos unos días para preparar el material, al menos una semana.

—Podría estar listo para el día 3 de abril —interviene George, mirando a Cedric en busca de aprobación.

Hina da un respingo.

—¿El 3? ¿No puede ser otro día?

—¿Acaso tienes mejores planes? —pregunta Asher. Hina niega rápidamente, así que Asher mira a Cedric—. El 3 de abril, pues.

El grupo parece convencido. Es una locura, y puede salir mal, desde luego, pero no es como si tuvieran un mejor plan. Cedric no parece tan entusiasta, puesto que la última vez que pisaron el campo, atacaron a Tamsin —sin contar con Montague, que fue cosa de Nyx— y conjuraron la Marca Tenebrosa. Al final, cuando repasa veinte veces el plan junto a los demás, decide que valdrá la pena si consiguen el horrocrux.'

Jugar contra una selección nacional debería ser emocionante, todo un desafío. A Cedric, sin embargo, le tiemblan las manos sin parar. Si no fuera porque coger la snitch es lo de menos en ese momento, sabe que estaría de rodillas frente al lavabo echando lo poco que ha comido ese día.

Además, no es por regodearse en su patetismo, pero echa de menos a Nyx. Al menos, quien cubre su puesto de golpeadora es George y no Fred. El equipo está formado por él como buscador, Asher y George como golpeadores, Ron como guardián y Angelina, Fred y Alicia Spinnet de cazadoras. Le ha pedido a Angelina, la capitana de Gryffindor, que lleve ella el liderazgo, ya que él debe estar más pendiente del verdadero propósito del partido que del juego en sí. Por suerte, como Angelina es parte del grupo de protección, no hace demasiadas preguntas.

Cuando salen al campo, en las gradas solo están sus amigos y más amigos de amigos. Podrían haber repartido folletos anunciándolo o haber intentado correr la voz, pero Hermione había advertido que eso acabaría con el plan antes de dejarlo comenzar. Si un folleto hubiera llegado a manos de Umbridge, se habría encargado de cerrar el campo de Quidditch y castigar a los participantes antes de poder jugar.

Así que los folletos están volando por los pasillos justo ahora, a las cinco de la tarde, cuando salen los jugadores al estadio. Lee Jordan enciende el micrófono, reza por que el plan dé sus frutos y pone una gran sonrisa.

—¡Damas y caballeros! ¡Centauros y sirenas! ¡Magos y brujas! ¡Da comienzo el partido de Quidditch más esperado del año! —enuncia con su mejor voz de comentarista—. ¡Tenemos el honor de recibir a la mismísima selección búlgara! Dimitrov, Ivanova, Levski, Vulchanov, Volkov, Zograf y... ¡El mismísimo Viktor Krum! —los aplausos no son tan entusiasmados como deberían. Al fin y al cabo, solo un pequeño sector de las gradas está observando el partido—. Se enfrentarán a nuestros valientes alumnos, capitaneados por la señorita Johnson, con Podmore y George Weasley golpeando, Ron Weasley en las porterías —¡cuánto Weasley!—, y otro más de cazador, junto a la capitana y Alicia Spinnet. Y por supuesto, a nuestro prometedor buscador, ¡Cedric Diggory!

Por supuesto, han dejado el premio gordo para el final. El anuncio suena tan fuerte que, sin duda, se escuchará en el castillo, así que ahora solo queda esperar que verdaderamente acuda la marabunta de estudiantes y profesores curiosos que han planeado.

El partido empieza, solo por dar credibilidad. Cuando empieza a atardecer, los bates y las pelotas comienzan a iluminarse. Tal y como prometieron los gemelos, es un espectáculo. La bludger cambia de color conforme rueda en el aire a toda velocidad, y cada vez que es golpeada con el bate, emite chispas, como si fueran fuegos artificiales que se alzan hacia el cielo. La quaffle deja una estela morada con rastros plateados tras ella, y cada vez que atraviesa la portería salen despedidos castillos hacia el cielo, iluminándolo con el color del equipo que ha marcado.

También se iluminan los folletos de los alumnos que van llegando al partido y se quedan a ver el juego, completamente embelesados por el espectáculo. El equipo de Hogwarts lleva meses sin poder practicar ni un poquito, y aunque nunca han jugado juntos porque son de distintas casas, disfrutan tanto de los primeros cuarenta minutos que ni siquiera sienten miedo contra las jugadas de los búlgaros, que son más fieras y efectivas que las suyas. Consiguen marcar, incluso, y Cedric observa el partido desde su escoba con el corazón en un puño.

Piensa en cuánto le gustaría a Nyx estar ahí. En lo mucho que se divertiría lanzándoles la bludger a los cazadores búlgaros.

Pero la diversión y la emoción terminan cuando comienzan a llenarse las gradas del profesorado. El ambiente cambia de manera radical, casi, y es cuando se pone por fin en marcha el verdadero plan. El cielo está oscureciendo cada vez más y el campo queda iluminado por los artículos de los gemelos, que estallan sin parar sobre el campo y mantienen las miradas de los espectadores distraídas.

Cedric divisa a Umbridge, sentada en última fila, rodeada de su escuadrón de alumnos. Chasquea la lengua cuando se da cuenta de que Todd flanquea su derecha. No sabe cómo le han dejado seguir junto a ellos después de que Dumbledore lo interrogara. Cedric piensa que, o no lo saben, o les ha debido de hacer un favor muy, muy grande. Sea como sea, sigue entre ellos, y no ha intentado pedirle perdón nunca más.

El plan tendrá que seguir adelante, esté Todd o no.

Umbridge está gritando en dirección a McGonagall, que está en primera fila, disfrutando del juego como nadie. Dumbledore no se encuentra en el colegio ese día, lo cual es otro motivo por el que decidieron celebrar el partido esa misma tarde. Dumbledore no les iba a parar, por supuesto, y precisamente porque cuentan con su apoyo necesitaban que él no tuviera que verse obligado a cancelar el partido.

Cedric busca a Asher y a George con la mirada. Son ellos los que van a llevar a cabo la maniobra de distracción, ideada por el primero. Cedric será quien recoja el horrocrux, si todo sale bien.

Así que comienza la jugada. Ocurre rápido, tal y como han ensayado durante toda la semana.

Sobrevuelan la grada de los profesores, fingiendo no estar en absoluto al tanto de lo que ocurre bajo ellos. George localiza la bludger y la lanza en dirección a Asher para que él la envíe con más fuerza hacia el cazador búlgaro que se acerca a la portería. Solo que, en vez de lanzársela a él, se la devuelve directamente a George con mucha fuerza.

George activa el protector de su pecho en ese instante. Cuando la bludger a toda velocidad golpea sus pectorales, la pelota estalla justo delante de George y por encima de las cabezas de los profesores, generando una nube de chispas y humo morado que pronto cubre todo a su paso.

Seguidamente, George empieza a toser, fingiendo estar muy afectado por el golpe, y desciende de su escoba.

—¡Eh, Podmore! ¿Acaso eres imbécil? —grita la voz de Fred en algún lugar cerca de la humareda—. ¡Ese es mi hermano, idiota!

Los profesores apenas ven aterrizar a Asher entre ellos. Tampoco ven llegar a Fred, que se lanza sobre él y le asesta un puñetazo tras otro. No están doliendo tanto como Asher parece ver, y cuando trata de esquivarlos y resistirse, tampoco está empleando tanta fuerza. Solo fingen una pelea agresiva para que su atención se ponga sobre ellos y traten de separarlos, a pesar de lo difícil que es ver nada en el torrente de humo.

Y ahí es cuando aterriza Cedric, justo detrás de Umbridge.

Hina se había ofrecido a dar ella el cambiazo. Astrid también. Pero Cedric siente que es algo que tiene que hacer él, y no quiere poner en peligro al resto. Además, es más complicado para ellas llegar hasta la grada de los profesores. Él solo tiene que descender de su escoba.

El escuadrón de Umbridge está más ocupado viendo la pelea —y animándola— que vigilando a Umbridge. De hecho, quien sea que estuviera a la derecha de Umbridge, ni siquiera está en su puesto. Cedric no pierde el tiempo. Apunta hacia el cuello de la profesora y susurra un Desmaius.

Pero no termina la palabra.

La varita se escurre de su mano y cae al suelo. Cuando mira a su alrededor, ve a Malfoy apuntándole con ella, con una sonrisa maliciosa. Umbridge se gira, completamente consternada, para ver qué está pasando.

—¿¡Qué estás haciendo aquí, Diggory?! —chilla con un hilo agudo de voz.

—¡¿Qué pretendes, eh?! —le pregunta Malfoy a Cedric,, acercándose a él—. ¡Habla! ¡Cru...!

Cedric sale despedido hacia atrás, antes de terminar el hechizo. No sabe quién lo ha apartado, porque cuando mira a su alrededor no ve nada, pero Cedric no lo piensa y, incorporándose,  empuja a Malfoy al suelo, apoyando la rodilla sobre su pecho para evitar que se levante. Estira el brazo para recoger su varita del suelo antes de apuntar a Malfoy para aturdirlo, pero el chico se retuerce sin parar. Le da un golpe en el estómago a Cedric que lo aparta lo suficiente como para que el joven pueda apuntar en su dirección.

¡Impetum!

Solo que Cedric lo esquiva, y quien termina recibiendo el impacto es Umbridge. Cedric solo mira una vez hacia atrás para verla caer desmayada sobre los brazos de un consternado Todd. A su alrededor solo hay más y más humo, y se escuchan los gritos de los alumnos y de los profesores que tratan de parar la pelea a pocos metros de ellos. Le parece escuchar a Angelina también, que se ha acercado solo para generar más distracción aún.

Cedric se vuelve a girar y esta vez sí aturde a Malfoy, que está tan asustado por haberle lanzado el hechizo a Umbridge que no intenta ni siquiera volver a defenderse. Cedric se levanta muy despacio y se aproxima hacia la profesora.

Pero no mira a Umbridge. Mira a Todd, con las cejas alzadas, y parece pedirle con la mirada que le haga el favor de no actuar. Él le observa con los ojos como platos, sosteniendo a la profesora en brazos para que no caiga del todo al suelo.

—¿Se puede saber qué estás haciendo, Ced? ¡¿Sabes lo peligroso que es que...?!

—¡Cállate, Todd! Si de verdad alguna vez fuiste mi amigo, hazme el favor de callarte y hacer como que no has visto nada.

Sin perder más tiempo, se acerca a la profesora y tira del guardapelo para arrancarlo de su cuello. Cuando toca el objeto, siente la presencia de Voldemort en su interior. Harry, a su lado, entiende perfectamente lo que ocurre en ese mismo instante. Mira a Cedric con terror.

Cedric guarda el guardapelo en el interior de su túnica y saca el falso para atárselo alrededor del cuello. Después, lanza un hechizo Confundus en dirección a la profesora.

—Cedric, por favor... —suplica Todd, tragando con fuerza—. Tienes que irte. ¿Me oyes? Sospechan del hermano de Nyx. ¡Tienes que advertirles!

Cedric lo fulmina con la mirada.

—Ya lo sé.

—Y harán lo que sea por conseguirlo, así que corres peligro. Y más si haces cosas como esta —explica, sosteniendo aún a la profesora desmayada en sus brazos—. No sabes lo peligroso que...

—Si tú no cuentas nada, entonces nadie se enterará —masculla, alejándose de él.

No se despide. Se lanza hacia donde todavía cree que se encuentra la pelea y trata de separar a Asher y a Fred, dándoles a entender que la misión ha dado resultado. Alzan el vuelo de nuevo, como si la pelea se hubiera resuelto, y el campo estalla en vítores de alegría.

Le  hace una seña a Viktor para que sepa que ya puede finalizar el partido. Finge competir contra él en busca de la snitch, que tiene hechizada Hina desde su asiento y mueve a su antojo delante de los buscadores.

Con la adrenalina de lo ocurrido en las gradas y la felicidad que le da competir contra el mismísimo Viktor Krump, hombro contra hombro en busca de la pelota, Cedric vuelve a escuchar su nombre vitoreado una y otra vez. Se siente eufórico, capaz de cualquier cosa.

Tiene un horrocrux, tiene amigos que lo harían todo por ayudarle, y tiene, unos minutos después, la snitch en la mano, junto a Viktor.

La pelotita se abre sobre la palma de su mano, y de ella sale un precioso castillo en dirección al cielo, ya oscuro porque es de noche. Cuando mira a la luna, piensa que Nyx está ahí.

Estoy a la altura, Nyx.

Honestamente he pasado unas semanas bastante decaída y desmotivada con todo, y os juro que he estado al borde de borrar esta historia y justo después a punto de publicar todos los capítulos de golpe. Así que me desinstalé Wattpad y dije: voy a darme un tiempo. No es nada en contra de Díada, es una historia que me encanta y jo, justo ahora que quedan los últimos capítulos, que son los más intensos, no quiero dejar que mi falta de ganas de todo me arrebate algo que escribí con tanto esfuerzo el año pasado, cuando me encontraba mejor.

De momento, voy a seguir subiendo. Los dos siguientes capítulos son de los más interesantes (e impresionantes, creo), y tengo ganas de enseñarlo. Estoy segura de que pronto se me pasará esta apatía, Febrero me ha sentado fatal. Creo que no estar escribiendo absolutamente nada ni tener ningún proyecto empezado no me viene bien. Escribir me calma y me desahoga, y no hacerlo hace que me sienta vacía. A ver si me viene la vena escritora de nuevo.

Gracias por leer, comentar y votar. Preparaos, que se vienen olas fuertes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top