(𝟒𝟔) · 𝐔𝐧𝐚 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐣𝐚 ·
Enero siempre ha sido uno de los meses más relajados del curso. Es el comienzo de un nuevo trimestre y cae justo tras las vacaciones de Navidad, que suele ser una de las pocas ocasiones en las que los estudiantes pueden reunirse con sus familias. Los alumnos, normalmente, regresan felices, con los baúles repletos de dulces que han sobrado y anécdotas que contar. Durante la primera semana, todo son risas y buenos momentos antes de que comiencen de nuevo los nervios por los siguientes exámenes.
Este enero es muy diferente. Por mucho que Hogwarts siga siendo, según el Ministerio y Dumbledore, un lugar seguro, lo que se han encontrado en casa es mucho menos hostil que lo que hay en el colegio. Tamsin y Montague siguen en el hospital tras el ataque, y hay varios alumnos que han decidido no regresar al colegio por miedo. Hay un aire de incertidumbre y desconfianza que infecta a todos conforme pasan los días, un pesimismo que ni siquiera las vacaciones navideñas han conseguido eliminar.
En el caso de Nyx y Cedric, más que pesimismo es desconcierto. Neville se ha mordido tanto la uña del pulgar que se ha hecho sangre, así que oculta el dedo dentro de su puño e intenta pasar desapercibido, y eso que él no tiene la culpa de nada.
—¿Cómo que es falso? —escupe Nyx, que no sale de su asombro.
—¿Está seguro, profesor? —increpa Cedric, atreviéndose a tomar el horrocrux entre sus manos.
Dumbledore ha dicho que es un guardapelo, aunque Cedric jamás había escuchado esa palabra hasta ese momento. A él le parece un collar enorme y espantoso en el que guardar algo, y esperaba que fuera una de las partes fragmentadas del alma de Voldemort.
Pero parece ser que no es así.
—Estoy bastante seguro, Cedric, mira esto.
El profesor le tiende un trozo de pergamino pequeño. Cedric lo desenrosca rápidamente para leer, en una elegante e intrincada caligrafía, la siguiente nota:
Para el Señor Tenebroso. Ya sé que moriré mucho antes de que leáis esto, pero quiero que sepáis que fui yo quien descubrió vuestro secreto. He robado el Horrocrux auténtico y lo destruiré en cuanto pueda. Afrontaré la muerte con la esperanza de que, cuando encontréis la horma de vuestro zapato, volveréis a ser mortal.
R.A.B.
—¿Quién es ese R.A.B? —pregunta Nyx con fastidio—. ¿Y cómo sabemos que no está mintiendo y que...?
—No es un horrocrux. Los horrocruxes contienen su alma y, créeme, lo notaríamos. Este es un objeto común y corriente —confiesa él, con derrota—. Y respecto a tu otra pregunta... He dedicado esta semana a intentar investigar de quién son esas siglas, y...
—¿Lo ha descubierto?
Cedric mira a Nyx con una mueca. Es demasiado impaciente y no deja que Dumbledore termine de explicarse.
—Sí. Regulus Arcturus Black. El hermano de Sirius que, como su propia nota indica, murió.
Nyx chasquea la lengua y se deja caer sobre su asiento. Cedric toma aire.
—Tal vez lo destruyó antes de morir. O igual lo escondió mientras averiguaba cómo. Tal vez, Sirius...
—Sirius no sabe nada de su hermano, pero... ¿recordáis lo que comentamos en año nuevo? ¿Que alguien había desvalijado Grimmauld Place?
Por supuesto que lo recordaban. No habían hablado de otra cosa en la comida del 1 de enero. Si ya habían tenido sospechas de que Snape podría estar largando información, aquello había sido la guinda del pastel. Era eso o afirmar que alguien de la Orden del Fénix se estaba yendo de la lengua, con lo cual, ahora la ubicación de la casa de los Longbottom se había puesto bajo un nuevo Fidelio y habían hecho olvidar a todos su dirección y luego recordarla solo a quienes verdaderamente fueran a residir ahí. El resto de las reuniones de la Orden serían ahora en casa de Kingsley Shacklebolt, uno de los miembros, hasta nuevo aviso. Era una precaución, simplemente, pero había dejado a todos bastante inquietos.
—¿Estaba el guardapelo allí?
—Así es. El elfo doméstico de Sirius confirmó que estaba ahí, pero se lo llevaron.
—¿Sigue sin decir quién fue? —sisea Nyx. Nunca le cayó bien ese elfo doméstico.
—Le hicieron olvidar, ya lo comprobamos. El caso es que ahora tenemos que intentar rastrear el guardapelo, así que Alastor está en Grimmauld Place investigando en busca de rastros de magia.
Cedric asiente con derrota. Habían estado verdaderamente cerca de conseguirlo. Aquella incursión en la cueva lo ha dejado toda la semana sin dormir, porque cada vez que cierra los ojos, ve muertos a su alrededor. Por suerte, no tiene pesadillas, aunque tampoco es que recuerde ninguno de sus sueños últimamente.
—¿Pero Sirius y Moody saben lo que estás buscando...? —pregunta Cedric, aferrándose al asiento con ansiedad—. ¿Sabe la Orden lo de los horrocruxes...?
—No, solo saben que quiero ese objeto en particular. De momento, cuantas menos personas estén al tanto de los horrocruxes, mejor. Especialmente si dudamos de la honradez de alguno de los miembros —añadió Dumbledore, alzando las cejas con incredulidad—. Bueno, ¿cómo va tu misión, Neville?
—¿Qué misión? —inquiere Nyx, mirando a su hermano.
—¿No le has comentado a tu hermana...? —Dumbledore mira a Neville y luego deja escapar el aire por la nariz—. Bueno, acordamos que Neville no podría participar en la obtención de los horrocruxes per se por seguridad, pero sí puede ayudarnos a encontrarlos.
—El profesor piensa que... que el profesor Slughorn sabe algo, porque fue profesor de V... Tom Ryddle —cuenta Neville con la boca pequeña—. Hermione y Ron me están ayudando. Queremos intentar convencerle para que nos cuente algo, pero... Es complicado. Si no eres uno de sus alumnos estrella, no le interesas demasiado.
—¿Hermione no le interesa? —pregunta Nyx con una ceja alzada. Eso le parece sumamente extraño.
—No lo suficiente —responde Neville, encogiéndose de hombros—. Le parece buena alumna, pero tiene otras prioridades, supongo. Cuando vamos al Club de las Eminencias, siempre me pregunta por ti.
Nyx lleva la vista al techo, porque no se refiere a ella, sino a Cedric, que parece desconcertado.
—¿Y por qué te pregunta a ti por mí...? —Cedric carraspea. Sus mejillas se ponen tan rojas que hace juego con Neville—. ¿Acaso...?
Dumbledore sonríe, lo cual solo enfada más a Nyx. Resulta que forma parte de un circo y no se había enterado, al parecer.
—Bueno, los profesores no son ajenos a los rumores, Cedric —dice peinándose la barba con una sonrisa aún más odiosa según Nyx—. Estoy seguro de que el profesor Slughorn opina que hacéis una bonita pareja, así que no me extraña que recurra a tu cuñado para saber más sobre ti.
—Eso es desagradable —opina Nyx, levantándose de su asiento—. Ese viejo chismoso y...
—¿Lo es? —inquiere Cedric.
Nyx se gira para mirarle y pedirle perdón de inmediato. No quería decir que su relación —dios mío, ¿tienen una relación?— le parezca desagradable. Se refería al hecho de que alguien haga un comentario sobre ella, y mucho menos el profesorado. Pero Cedric no parece ofendido por las palabras de Nyx. De hecho, tiene un brillo en la mirada que Nyx hace tiempo que no ve en sus ojos.
—Si tanto le intereso... amos. Si tanto le interesamos —se corrige, porque no quiere pecar de presumido—. Tendremos que dejarnos caer por el Club, ¿no? Igual le convencemos de compartir con nosotros lo que sabe.
—No, por favor. Odio esas reuniones —suplica Nyx. Dejaron de acudir en noviembre tras el partido, aprovechando la excusa.
—Hay una cena a finales de mes —ofrece Neville—. Por el cumpleaños de Slughorn.
—Es cierto, el profesorado también acude —asiente Dumbledore—. Estará muy contento, podría ser una buena ocasión para convencerle, y más si vais vosotros, con lo que ha insistido en tener a Cedric en su círculo.
Cedric aprieta la mandíbula.
—No ha insistido tanto en controlar a los de su casa —sisea él—. Pero sí, acudiré.
Nyx resopla. Solo asiente porque quiere ayudar a la misión todo lo posible y porque, si va Neville, ella también quiere ir, para asegurarse de que está a salvo.
—De acuerdo. Planearemos cuál es la mejor forma de abordarlo sin que sea muy evidente —determina Dumbledore, alzándose de su silla. Los tres comprenden que la reunión está llegando a su fin—. Por cierto, Cedric, que los atacantes del partido fueran Slytherin no significa que todos los Slytherin sean automáticamente malas personas. No pueden pagar justos por pecadores.
—Ya, pero...
—Si los encasillas a todos en el mismo lugar y los discriminas, no te diferencias tanto de ellos —le recuerda, con una sonrisa de lado que intenta decir que no es una regañina, sino un consejo.
Cedric traga saliva.
—Ya sé que no todas las malas personas son Slytherin.
Todd es Hufflepuff.
Para acudir a una cena como esa, a Nyx no le ha quedado más remedio que enfundarse un vestido, y ha tenido que pedírselo a Astrid porque Hina es mucho más menuda que ella y no le estaba ninguno. Astrid le ha dejado un vestido negro que a Nyx le parece demasiado ceñido también, pero Hina la amenaza con dejar de hablarle si se lo quita.
—¡Pero casi no me puedo mover en él! —se queja Nyx, intentando estirar la tela sin éxito. Es bastante más alta que Astrid y, en su opinión, no cubre sus piernas lo suficiente.
—¿Quién te ha preguntado? Nadie. Estás espectacular —decide Hina, retirando las manos de Nyx del vestido—. Para una vez que te peinas...
—¡Oye!
—¿He mentido?
Nyx hace una mueca, aunque Hina tiene razón. Casi nunca se peina.
Bajan las escaleras hacia la sala común y Nyx se siente estúpida en ese vestido, pero entonces Hina abre la puerta y Cedric está de pie, con un traje y las manos en los bolsillos y a lo mejor no está tan mal lo de vestirse bien de vez en cuando.
Sigue pensando que Cedric está más guapo sin arreglarse tanto, pero no es lo mismo porque lleva un traje y el pelo hacia atrás y se le sonrojan las mejillas nada más verla. Hace poco más de un año del Baile de Navidad y todo es muy distinto entre ellos, pero en el momento en el que se miran el uno al otro y se sonríen con timidez, es como si todo fuera igual.
—Oye, si queréis nos vamos, eh... —bromea Connor, arreglándose bien su chaqueta.
Philip deposita un beso sobre la mejilla de Hina y Nyx los mira de reojo para pensar en otra cosa que no sea Cedric. De estar solos, diría alguna tontería solo para molestarlo, pero ahora que tienen las miradas de sus amigos encima de ellos, no se atreve a hacer nada. Ni siquiera quiere acercarse a Cedric, porque seguro que le dirá algo como que está muy guapa o intentará besarla a modo de saludo, y está demasiado nerviosa como para reaccionar ante algo así.
Hina acude con Philip como acompañante, Connor va solo porque tiene su propia invitación —a Slughorn lo ha impresionado por su impecable estilo— y sabe que Viktor no querría acudir con él y ni siquiera ha intentado pedírselo, y Cedric y Nyx se supone que van por separado.
Solo que, cuando Connor se dirige hacia la puerta y Hina y Philip le siguen, Cedric se acerca a Nyx y pasa una mano por su cintura, rozando rápidamente su espalda al aire con los dedos. Apoya la mano en su cadera y la acerca a su costado para susurrarle al oído lo que Nyx más temía.
—Estás impresionante.
Y entonces Nyx no tiene más remedio que gritar internamente y darle la mano a regañadientes y aceptar entrar así, juntos, a la fiesta. Cedric ni siquiera lo ha insinuado, es ella quien ha decidido poner fin a toda la farsa. Le irrita que él la mire así, pero a la vez, le gusta demasiado que lo haga, así que si tiene que luchar contra el miedo y el qué dirán, pues eso mismo va a hacer.
El primero que los aborda en cuanto entran a la fiesta es Preece, del equipo, que se dedica durante diez minutos a darles la tabarra con estaba claro que esto tenía que ocurrir. Cedric consigue deshacerse de él, no sin antes prometerle una cerveza de mantequilla por los daños colaterales de haber aguantado sus peleas en todos los entrenamientos durante años
Cedric se separa un solo momento de Nyx, a quien deja junto a su hermano y Hermione, para ir a por Connor, que parece muy molesto.
—¿Qué ocurre?
—Qué no ocurre, querrás decir —masculla, señalando con su copa hacia una esquina.
Cedric observa disimuladamente y traga saliva cuando ve a Aidan Lynch, el buscador del equipo nacional de Irlanda, junto a Blythe Parkin, el del equipo de Inglaterra. Están tomados de la mano y Aidan le susurra algo a Blythe. No sabe qué le asombra más: si ver a dos de sus ídolos a unos pocos metros de distancia, o verlos darse un rápido beso en los labios.
—Por Helga, ¿están juntos? No tenía ni idea...
—Yo tampoco. Se supone que los jugadores de Quidditch no son homosexuales, ¿no?
Connor lo dice con un bufido antes de apurar su copa. Cedric ya comprende lo que ocurre: Connor está enfadado con Viktor, porque él no quiere salir del armario todavía. Cedric le da un apretón en el antebrazo y una sonrisa de lado.
—Tal vez solo haya que darle un poco de tiempo a Viktor, Connor...
—Llevamos casi un año saliendo. ¿No es tiempo suficiente? Tú y Nyx ya lo estáis haciendo público y no lleváis ni un mes.
Cedric quiere decirle que, aunque oficialmente lleven un mes, en realidad llevan mucho más tiempo comportándose como novios, pero se muerde la lengua porque aquello no va a consolar a Connor en absoluto.
—Sé paciente, Connor. Él te quiere y... Seguro que algún día estará dispuesto.
Connor farfulla algo antes de beberse la copa de un solo trago y disculparse para desaparecer. Cuando Cedric mira en la misma dirección que Connor, advierte a Todd dando vueltas por la fiesta. Lleva el mismo uniforme que los otros alumnos que Slughorn ha contratado como camareros, solo que Todd lleva un gorro y los demás no. El joven le devuelve una mirada con súplica. Cedric gira la cara y le da la espalda de inmediato, en busca de cualquier otra persona.
Se topa de bruces con Thea y Sturgis Podmore, comiendo brochetas junto a la mesa principal. La anciana le hace un gesto para que se acerque.
—Qué apuesto, Cedric —le saluda con una sonrisa tierna.
—Gracias, señora Galanis —asiente él con las mejillas sonrojadas—. Es una buena fiesta, ¿no creen?
—Bueno, tener a alumnos de camareros me parece un poco excéntrico —confiesa Sturgis, mirando a su alrededor con incomodidad—. Slughorn siempre fue así, supongo.
Cedric asiente, distraído. Cuando se fija en los camareros, se da cuenta de que todos están en el punto de mira de los aurores.
—¿No han dejado entrar a Tonks y a los demás?
—Están cerca —promete Sturgis, con un asentimiento—. Slughorn no les ha permitido entrar porque dice que ponen nerviosos a los demás...
—Yo opino que el que esté nervioso será el que tenga algo que ocultar —masculla Cedric, con un carraspeo.
Sturgis alza las cejas con sorpresa, pero no dice nada. Esconde el rostro tras su copa de vino y se queda en silencio.
—Mi nieta te busca —avisa Thea, haciendo un gesto hacia Nyx—. Pásalo bien, cielo, te mereces la distracción.
Thea no debe saber nada acerca de la misión. Cedric sonríe, pensando en lo irónico de la situación, y se marcha por fin en busca de Nyx. Slughorn, por fin, se ha acercado a ella y a los demás, así que por fin pueden comenzar a intentar convencerle.
—Me alegra tenerte de vuelta por aquí, muchacho —le saluda Slughorn, colocando una mano sobre su prominente barriga—. Y también a la flamante cocapitana de Hufflepuff. Dejadme felicitaros por la hermosa pareja que hacéis.
Eso sería si todavía pudiéramos jugar a Quidditch.
La sonrisa de Nyx es tan falsa que más bien parece una mueca de dolor. Su hermano carraspea para intentar llamar su atención y pedirle que deje de ser tan obvia.
—Gr... gracias —dice ella, apretando con fuerza la mano de Cedric para que hable de otra cosa.
—Sí, bueno, teníamos ganas de volver a una de las reuniones del Club, últimamente estaba pasando por ciertos problemas personales, pero... Nyx me convenció de que una fiesta me animaría. ¡Y tenía razón! Esta es una fiesta excepcional, profesor.
Slughorn sonríe y hace un gesto con la mano, como si no le encantara toda la adulación. Cedric es excelente en halagar a los demás, así que Hermione, Neville y Nyx le dejan hacer y solo sonríen cuando Slughorn los mira o asienten para darle peso a los cumplidos de Cedric.
—Ciertamente, le preferimos como profesor de Pociones a Snape, ¿no es así?
—Sí, sí —se adelantan los hermanos Longbottom. Hermione sonríe en dirección a su copa.
—Vaya, yo pensaba que había dejado mi puesto en buenas manos... —se lamenta él, bebiendo de una copa que Cedric ha pedido. Se siente igual de sucio haciéndole beber champán para emborracharlo que se sentía observando a Nyx obligando a Dumbledore a beber de la copa en la cueva, pero sabe que es por el mismo objetivo—. Lo cierto es que estaba cansado, son muchos años de enseñanza a mi espalda...
—Muchos alumnos —interviene Hermione, con el brillo de la determinación en sus ojos—. Se ve por la cantidad de exalumnos que acuden a sus reuniones y a sus fiestas, profesor. Debe de haber enseñado a magos de lo más célebres.
Nyx la mira de reojo con aprobación. Hermione traga saliva porque está aproximándose el momento de hacer la pregunta, pero entonces la luz de las velas baja de intensidad y se abre un pasillo entre los invitados a la fiesta. Unos alumnos se hacen paso cargando un enorme pastel de ocho pisos, decorado con bengalas que echan chispas de colores.
Hermione suspira con derrota antes de comenzar a cantarle a Slughorn junto al resto de invitados. El profesor parece gratamente sorprendido, y cuando sopla las velas, se encarga de posar frente a la cámara. Acerca a los cuatro, que se han quedado parados como pasmarotes, e insiste en salir con ellos en la foto. Nyx ni siquiera se da cuenta de que sale tomada de la mano de Cedric; es demasiado tarde para eso.
Así que, cuando todos empiezan a bailar y Cedric la mira con una sonrisa de lado, ella asiente con la vista en el techo. Pueden continuar con su misión después, cuando vuelvan a abordar a Slughorn y, con un poco de suerte, esté ya borracho. Cedric coloca de nuevo la mano sobre la parte baja de su espalda y la mira a los ojos.
—¿Te acuerdas de cómo se bailaba?
—Solo me enseñaste el vals —sisea ella con una mueca de desagrado.
—Entonces, déjate guiar por mí. Por una vez —se ríe. Cuando ella va a rechistar, la acerca un poco aprovechando la posición de su mano y la mira con seriedad—. ¿A que te beso delante de todos?
Una parte de ella se muere por que la bese, lo que no le gusta es aquello de que haya más gente mirando. Tampoco le gustaban mucho las demostraciones de amor públicas cuando estaba con Fred, no es algo que guarde exclusivamente para Cedric, pero hay cámaras por todas partes —entre ellas, Rita—, y no le apetece salir de refilón comiéndose los morros con Cedric donde todos puedan verles.
Solo que Cedric lo hace complicado, porque dirige el baile y le roza la piel con el pulgar y no se le borra la sonrisa de la cara. Se mueve con una seguridad que lo hace parecer más mayor y serio de lo que realmente es, y a Nyx le parece impresionante lo mucho que ha crecido en ese año de diferencia y lo mucho que ha crecido, también, su relación.
—Si me miras así no me concentro —bromea él.
—Ya está, vámonos.
Nyx lo agarra de la mano y lo saca de la sala, apartando sin demasiada educación a quien se atreve a interponerse en su camino. Le tira de la corbata a Preece para que se calle cuando trata de frenarlos para hacer otra broma estúpida.
—¿A dónde vamos?
—Vamos a...
Nyx no lo sabe, hasta que divisa un aula en concreto y sonríe. Cedric también lo hace cuando la reconoce. Es su aula de estudio.
Así que, a sabiendas de cuánto lo va a odiar, se suelta de la mano de Nyx y aprovecha la sorpresa para cogerla en brazos y echar a correr hacia el aula.
—¡Eh, idiota! —se queja ella. Sin embargo, sonríe, así que Cedric se apresura a abrir la puerta.
Ni siquiera sabe la de veces que se ha imaginado que la besaba en esa habitación. Este curso no la han pisado todavía porque, o estudian en la biblioteca o en la habitación de Cedric, donde se sienten mucho más seguros. La deja en el suelo y saca la varita para cerrar la puerta, pero se da cuenta de que eso hará aparecer a Harry, así que Nyx saca la suya de su bolso y susurra un rápido fermaportus.
Inmediatamente después, introduce la varita en su pelo y da unas cuantas vueltas para hacer que se quede enrollado antes de clavarlo como si fuera un moño. Cedric sonríe al ver su rostro despejado —aunque debe confesar que eso le ha parecido muy sensual— y la acerca para besarla. Ella se acerca con un poco más de fuerza y lo aprieta contra la pared.
Se hunde en su cuello y aspira su perfume. Es de esa clase de chicos que siempre lleva perfume, por supuesto, y eso provoca que se quede siempre pegado en la ropa de Nyx cuando vuelve de estar con él y que se le sonrojen las mejillas cuando menos se lo espera. Cedric apoya la cabeza sobre la piedra y deja que Nyx deje beso tras beso en su cuello.
Quiere decir algo, porque le pone nervioso estar en ese aula con ella, pero no sabe qué decir.
Aquí fue donde terminé de enamorarme de ti del todo.
Aquí fue donde te pedí ir al baile.
Pero siente que todo eso sobra y que lo primero hará que le dé vergüenza y lo segundo creará una especie de discusión, aunque sea a modo de broma, y no quiere eso. Solo quiere que siga besándole.
Nyx le está desatando el cinturón y ni siquiera mira hacia abajo para desabotonar los pantalones. Cedric le da otro beso más antes de que ella se ponga de rodillas. Siempre le dice que no hace falta, que pueden hacer cualquier otra cosa, que no quiere que se haga daño, pero al final se queda callado, igual que ella se calla casi siempre cuando es él quien está más abajo.
Sujeta los mechones de Nyx y cierra los ojos, alzando el rostro hacia el techo. Tiene que morderse el labio inferior para evitar hablar sin parar. A Nyx le gusta escucharle hablar cuando es él quien domina la situación, pero cuando es ella, lo prefiere callado.
Cedric aguanta una maldición y, cuando siente que está a punto de terminar, le da unos toquecitos suaves en el hombro para pedirle que se detenga. Ella lo mira desde su posición y él la insta a regresar a su altura, jadeando por el esfuerzo.
—Prefiero terminar... —hace un gesto con las cejas que Nyx sabe perfectamente lo que significa.
Prefiero que terminemos los dos.
Así que deciden probar algo nuevo, ya que el vestido de Astrid se sube con mucha facilidad, y Nyx termina enroscando las piernas alrededor de Cedric mientras él la empuja contra la pared, una y otra vez. Se ha quitado la chaqueta del traje y tiene las mangas de la camisa enrolladas en los antebrazos y Nyx se muerde el labio porque no sabe por qué las cosas más estúpidas sobre él le vuelven loca.
Le da rabia la certeza de que, por mucho que se besen y por mucho sexo que tengan, sienta que nunca tendrá suficiente de él. Es una impotencia que la carga de ansias, así que se aferra a él todo lo que puede y le pide que lo haga más rápido o más fuerte o que no pare nunca. Solo quiere ver si se sacia esa necesidad de él. Le muerde el labio inferior, y un poco el cuello y un poco la oreja. Le araña el hombro con la mano que ha introducido por el hueco del cuello de su camisa, pero eso no es suficiente para calmar sus ansias.
Quiere decir una estupidez como una casa cuando se le queda atrapado el aliento en la garganta porque alcanza por fin el orgasmo y él lo alcanza unos pocos segundos después. Es una estupidez aterradora que siente que le serviría para aplacar un poco ese algo que siente por él y que sabe que no sabe resolver, pero se lo traga, igual que se traga el grito de placer. Se queda mirándolo con los ojos ligeramente aguados porque sabe perfectamente lo que significa eso.
Sabe que no hay vuelta atrás. Hace cinco meses, a principios de curso, le aterraba enamorarse perdidamente de alguien otra vez y perderse también a ella misma en el proceso. Odiaba eso de tener que cambiar sus hábitos para hacer paso a los de él y tener que adaptarse a su presencia en su vida. No quería volver a depender del bienestar de nadie ni preocuparse constantemente por lo que él pueda estar pensando o haciendo en un momento en concreto.
Pero lo está mirando y luego mira al techo cuando él se esconde en su clavícula y deposita besos muy, muy suaves sobre su piel. Su mano derecha acaricia su pecho con ternura, a pesar de que antes le ha bajado el tirante con tanta urgencia que casi lo rompe. Ahora dibuja círculos alrededor de su areola con tanta delicadeza como si temiera que su cuerpo se rompiera bajo su tacto. Nyx mira al techo porque le tiembla el cuerpo entero e incluso el estómago porque se da cuenta de que no solo está enamorada.
Le quiero.
Y creo que él me quiere también.
Y para quererlo y ser querida por él no ha tenido que cambiar absolutamente nada de sí misma. Fue precisamente Fred quien se lo dijo: Cedric la conoce ya con todo su mal humor y aun así le gusta. Es con Cedric con quien puede ser plenamente la chica renegona y sentimental a regañadientes que le habla a la luna, que él no se aleja. Es más, cada día se acerca más. No tiene que preocuparse por lo que hace a sus espaldas porque, la única vez que lo ha hecho, le ha contado exactamente lo que estaba haciendo. Cedric no la excluye de lo que le gusta, y no pierde un solo momento en hacer algo que sabe que a ella le va a gustar.
Le quiero.
Casi lo pierde hace unas cuantas semanas. Aún recuerda su cuerpo hundiéndose en el lago oscuro, los cadáveres sacudiéndolo sin parar y desgarrando su ropa con sus horribles uñas. No quiere volver a sentir jamás un pánico como ese, pero tampoco quiere aprender lo que es decirle adiós a Cedric Diggory. Tendrá que vivir con el miedo a perderlo, si acaso eso es el amor.
Nyx levanta el mentón de Cedric con un solo dedo y lo acerca a ella para besarle los labios con mucha suavidad. Él deja que ponga los pies en el suelo y la besa de vuelta, convencido de que, de algún modo, ella está pensando lo mismo que él, aunque ninguno de los dos lo confirme con palabras. Caminan sin dejar de besarse hacia su mesa, y esta vez, cuando repiten, no hay tanta prisa por terminar cuanto antes ni tanta frustración por ir más rápido o alcanzar el clímax. Esta vez, a Nyx no le da vergüenza mirarle a los ojos mientras él está encima, ni le pide que se calle cuando es ella quien lo está y él le susurra que está muy guapa así.
Por eso, cuando regresan a la fiesta un buen rato después, lo hacen en una nube, sin que a Nyx le importe lo más mínimo quién los vea. Ahora su ropa sí que huele a él, y también todo su pecho y su cuello, sobre el que todavía siente el impacto de sus besos. Cedric intenta por todos los medios no hacer un estúpido baile de la victoria por lo feliz que se siente en ese momento. Sabe que su cara y su pelo revuelto y sus mejillas sonrojadas dicen todo por él, pero no puede evitarlo.
Es también por eso que no entienden exactamente qué ha pasado cuando regresan. No suena música, no hay el jolgorio que los ha despedido antes, cuando todos bailaban animados y bebían champán.
Se hacen paso entre los invitados, que parece que han dejado un corro de gente en medio de la sala. Cedric se abalanza hacia el centro antes de que Nyx vea siquiera qué es lo que está pasando.
Connor está en el suelo, inconsciente, y Hina, Philip y Todd están a su alrededor tratando de traerlo de vuelta. Alguien más se hace paso entre la multitud; Slughorn se agacha hacia él e introduce lo que parece ser una piedra en su boca. Nyx sabe que es un bezoar porque es algo que estudió junto a Cedric.
—¿Qué ha pasado? —le pregunta a Hermione, que está tan pálida que parece un fantasma.
—No sé, estaba... No lo he visto, solo sé que la gente ha empezado a gritar y que cuando he mirado, Connor convulsionaba y estaba en el suelo.
Nyx chasquea la lengua y se acerca también, esperando una reacción de Connor, que por fin abre los ojos y se vuelca a un lado para comenzar a vomitar. Sin embargo, lo que sale de su boca no tiene un color natural.
Es de color rojo, y es el mismo tono que emplean siempre los atacantes. No puede reaccionar porque es Cedric quien lo hace primero, apartando de un empujón a Todd.
—¡Aléjate de él!
—¡Yo no he sido! —se excusa Todd, alzando las manos antes de mirar a su amigo. Está tan pálido por el susto que parece que vaya a desplomarse también—. ¿Estás bien, Connor?
—¡No le toques! —sisea Philip, que también parece muy cabreado—. Vete con ellos.
Sin embargo, nadie que sea sospechoso de los ataques excepto Todd está en la fiesta. Los pocos que había parecen haberse marchado durante el altercado, así que Dumbledore no tiene más remedio que llevarse a Todd al escuchar las acusaciones de Cedric y Philip sobre el envenenamiento. Son ellos quienes acompañan a Connor a la enfermería junto a Madame Pomfrey. Nyx está intentando aguantarse el enfado, pero entonces ve a Slughorn, con el rostro surcado por el pánico, y decide que ya sabe lo que tiene que hacer.
Toma a Neville y a Hermione de la mano y se acercan al profesor fingiendo estar muy consternados por lo ocurrido para que él los lleve a su despacho. Y es ahí cuando Nyx actúa.
—Voldemort ha regresado, y sabemos que usted fue su profesor y el jefe de su casa.
—Yo no...
—Profesor, usted sabe algo —se atreve Neville, tragando saliva—. Y si no coopera con nosotros, estos ataques seguirán sucediendo.
Nyx mira a su hermano con orgullo antes de volver sus fríos ojos negros sobre el profesor de Pociones.
—Cualquier información que tenga podría ser valiosa, profesor, puesto que estamos intentando descubrir cómo acabar con él —continúa Hermione.
—Sabemos que Voldemort ha fraccionado su alma con horrocruxes —sigue Neville, que parece estar dejándose llevar por la adrenalina.
El profesor parece horrorizado al escuchar eso, y no duda en servirse un poco de whiskey de su mesa del despacho y apurar el vaso en un par de tragos. Nyx lo mira, sudoroso y asustadizo, y casi quiere zarandearlo para hacerle entrar en razón.
—Yo no... Yo no sé...
—Harry destrozó uno de los horrocruxes —anuncia Hermione, dando un golpe sobre la mesa—. Puede preguntarle a Ginny Weasley, que está en la fiesta. A ella la poseyó el trozo de alma de Voldemort que guardaba en ese horrocrux.
Él abre los ojos al escuchar eso. Nyx asiente.
—Y Cedric y yo fuimos a por otro a principios de año, pero era una pista falsa. Sabemos a ciencia cierta que el verdadero está por ahí, y con ello se nos pierden las probabilidades de destrozarlo antes de que sea demasiado tarde. Necesitamos saber si Voldemort le dijo algo acerca del número exacto de...
—¡Siete! ¡Mencionó el número siete! —grita Slughorn, jadeando por el interrogatorio. Tiene toda la camisa sudada por el esfuerzo y los nervios, y parece que no para de temblar—. Yo no... No pensé que llevaría a cabo una atrocidad como esa, era un niño y...
—Siete —susurra Nyx con derrota, dejándose caer en la silla.
Mira a su hermano de reojo y ahoga un sollozo. Para que Neville esté a salvo, tienen que encontrar los seis que faltan y destrozarlos.
Y ni siquiera sabe por dónde empezar.
Esta vaina se está descontrolando un poco 😊 Creo que ya se entiende cuando decía que me estaba costando mucho escribir la segunda parte de Nyx. Hay cosas del canon, por supuesto. El guardapelo se lo llevó Regulus, pero, ¿lo sigue teniendo Dolores? Dolores ni siquiera ha salido aquí.
Aunque dejando el drama de lado, esta escena de Nyx y Cedric siempre me pone muy blandita. Será todo lo hot del mundo pero me los imagino abrazados al terminar y mirándose y AAAAAAh es que no puedo. No quiero despedirme de ellos jamás.
De momento, recuerdo que la semana que viene es mi semanita de descanso de Wattpad. Gracias gracias gracias por leer y votar ❤️ Queda poco para que todo estalle.
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