(𝟒𝟓) · 𝐌𝐚𝐫𝐞𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐨𝐬 ·
Hina observa el calendario mientras se muerde las uñas, a pesar de que luego le queden los restos del esmalte negro entre los dientes y su madre la regañe por ello. Si no ha pasado las vacaciones de invierno en casa de Nyx es porque quería pasar un poco de tiempo a solas, alejada, trazando su plan. Solo sale de su habitación cuando tiene que pedir la lechuza familiar para responder las cartas de Philip.
Le ruge un poco el estómago mientras mira sus notas, y no es por hambre. La emoción y el miedo se apoderan de ella y no la dejan pegar ojo hasta bien entrada la madrugada. Le parece que no pasan los días por más que intente que el tiempo vaya rápido. No se calma tampoco cuando intenta traducir los fragmentos del llamado a la naturaleza. Le ha ido preguntando a Thea las partes que no terminaba de comprender, pero cree que está empezando a sospechar, así que ahora tendrá que continuar con su proyecto sola.
Connor dice que no quiere saber absolutamente nada, que él se desentiende, pero Hina lo tiene amenazado con contar alguno de sus secretos si le dice algo a Nyx. Connor sabe que no es verdad, que Hina solo lo dice por mantenerlo callado, pero aun así no lo hace porque una parte de él piensa que Hina no será capaz de seguir con su plan. Que está un poco mal de la cabeza, pero no hasta ese extremo.
Mientras tanto, Hina se prepara para el momento. Ese tiempo que tan desesperada la hace sentir, es en realidad tiempo que tiene para prepararse antes del gran día. O más bien, la gran noche. La noche del eclipse.
Nyx y Cedric han quedado con Dumbledore en la entrada de la casa de la primera. Thea se supone que es quien vigila, pero ha prometido que los verá desde la ventana, y eso lo ha dicho con una sonrisa pícara. Como si estuviera dejándoles un tiempo a solas.
La verdad, lo necesitan. A pesar de que aprovechan cada segundo que tienen juntos, es muy difícil conseguir un solo minuto de soledad. Cedric tuvo la osadía de intentar acudir a por Nyx en mitad de la noche, pero Augusta, por alguna razón, seguía despierta y rondando el pasillo, y le señaló con su bastón al verlo aparecer en la puerta. Esa conversación silenciosa fue suficiente para que Cedric regresara a su habitación sin rechistar.
Eso de dormir juntos no ha sido posible más que por una simple siesta de veinte minutos, en la que primero les interrumpió George, luego Ron y, finalmente, Neville. Ahora, se resignan a rozarse cuando nadie les ve y, si se roban algún beso, Nyx tiene que ponerse en modo golpeadora inmediatamente después por si acaso alguien estaba espiando. A Ron lo tiene tan amenazado que ahora no se atreve a decir ni una sola palabra en su presencia.
Como Dumbledore tarda un minuto de más en aparecer, Cedric se acerca a Nyx y enrosca su brazo alrededor de su cintura. Ella quiere recostarse sobre su pecho para notar su calor, porque, sinceramente, hace mucho frío ese veintisiete de diciembre, pero sabiendo que su abuela está mirando desde la ventana no puede concentrarse en eso. Además, si mira Thea, ¿quién le dice que no está mirando cualquiera de los otros inquilinos de la casa?
El familiar chasquido que acompaña las apariciones anuncia la llegada de Dumbledore. Va abrigado con una túnica de piel, y a Nyx se le hace raro verlo con un gorro que parece de lana de un animal que no reconoce. Ver a los profesores fuera del colegio es siempre extraño, como si no pertenecieran al mundo que ha fuera de los muros.
—No hay tiempo que perder. Pronto se pondrá el sol.
—¿A dónde vamos?
Dumbledore mira la ropa que llevan y asiente con aprobación. Ambos llevan zapatillas deportivas bajo sugerencia de Thea, así que parece que, o van a tener que correr, o van a acudir a algún lugar con un terreno difícil.
—Hablaremos de esto en otro lugar, ¿de acuerdo?
Cedric y Nyx posan sus manos sobre los antebrazos de Dumbledore y se preparan para desaparecerse. Nyx cierra los ojos. Desde que ella es capaz de desaparecerse, prefiere hacerlo sola a dejar que alguien la lleve, pero no tiene más opción.
Aparecen en un paseo marítimo frente a una playa de arena pálida. No hay ni un alma vagando por el lugar, lo cual, con el viento frío que trae la marea, hace que sienta un severo escalofrío en la columna vertebral. Cedric mira a su alrededor, intentando confirmar que ahí, en efecto, no hay nadie.
—Tom Ryddle, a quien conocéis como Lord Voldemort, vivió los primeros años de su infancia en un orfanato —comienza Dumbledore, emprendiendo la marcha hacia una pared rocosa unos cuantos metros más adelante—. Fue ahí donde yo le encontré y le hablé de Hogwarts. Antes de eso, él ya sabía que podía hacer magia.
—No me digas, ¿la usaba para el mal? ¿Mataba pajaritos o algo así? —musita Nyx con incredulidad.
Dumbledore se gira y la mira con el ceño fruncido, sin entender la correlación. Ella se arrepiente al instante de dejar que sus pensamientos salgan por su boca antes de revisarlos primero en su mente.
—Hina me dijo que todos los psicópatas empiezan matando animalitos indefensos, que lo vio en un documental muggle...
El profesor alza las cejas ahora, mientras asiente despacio y sopesa esa información. Cedric traga saliva, pensando en que, como siempre, Hina tiene razón con ese tipo de suposiciones.
—No sé si mataba pájaros, Nyx, pero se lo pasaba bien atormentando a otros compañeros del orfanato, aquellos que sabían que era diferente —continúa el anciano, retomando su camino—. En esa formación rocosa hay una cueva. Ahí, Tom llevó a un par de compañeros de su clase. No tengo claro el motivo, pero sí sé que aquella excursión no tuvo un final agradable.
Cedric y Nyx se miran de reojo durante un breve instante antes de volver su mirada al anciano. Nyx guara las manos en los bolsillos de su abrigo. Hace tanto frío que le duelen las orejas, y se lamenta de no haberse puesto un gorro antes de salir.
—El caso es que creo que este momento tuvo mucho significado para él, puesto que he seguido un par de pistas y... Todas me han llevado a este lugar. Ojalá no me equivoque.
Cedric siente que se queda sin aliento. Espera que Dumbledore no vaya a decir que en esa cueva está escondido Voldemort, porque no está en absoluto preparado para ello. Mira a Nyx con súplica, pero ella no está mirando en su dirección en ese momento.
—¿Qué insinúa, profesor? —pregunta Cedric con voz temblorosa. Aprieta los puños para intentar hacerse entrar en razón.
—Ah, no, Cedric. No te preocupes; Él no está ahí —aclara con un suspiro y una sonrisa que trata de calmarle—. No del todo, al menos...
—Un horrocrux —susurra Nyx, cuando lo entiende. Eso hace que pare de andar al instante y se gire a mirar al anciano—. ¿Ha encontrado uno?
—No estoy seguro, pero eso es lo que vamos a averiguar.
Continúan en dirección a las rocas, aunque no parece que haya forma de acceder a ninguna cueva, puesto que ante ellos solo se extiende la enorme pared rocosa.
—Tendremos que aparecernos en el interior, puesto que la entrada a la cueva es solo posible a nado o en embarcación, y no recomendaría ninguna de las dos cosas en este memento —comunica el profesor—. Pero antes de entrar, pondremos una serie de normas y... Bueno, debo preguntarlo primero, ¿ambos queréis entrar?
Cedric se queda callado. Mira a Nyx y ella lo mira a él. Solían mirarse así cuando alguien hacía una pregunta del estilo y siempre se ofrecían a hacer cualquier tarea solo por ser mejor que el otro. Pero esto es diferente. Peligroso.
—¿No deberíamos traer a Neville también? —pregunta Nyx, sabiendo que aquello le concierne.
—Lo he hablado con tus abuelas primero, y hemos decidido que será mejor que Neville se quede de momento lejos de esto. Lo que encontremos en esta cueva podría ser peligroso, y Neville todavía no ha cumplido la mayoría de edad.
—No puede hacer magia fuera del colegio todavía —recuerda Cedric, mirando a Nyx con consuelo. Es mejor no poner a Neville en peligro.
Ella asiente. Piensa en lo poco que le gustaría a ella que no contaran con su presencia para algo tan importante.
—Lo haremos nosotros por él, entonces —asiente, mirando a Dumbledore—. Cuente conmigo.
—Conmigo también —se apunta Cedric.
No va a mentir: está acojonado, pero si Nyx entra, él también. Se lo debe a Harry.
—Bien. Mis reglas son las siguientes —comienza el anciano, mirándolos con seriedad—: en todo momento, debéis cumplir con mis órdenes, aunque os parezcan una locura, ¿de acuerdo? Si, por ejemplo, esa regla es que me dejéis ahí dentro moribundo porque no hay más remedio, entonces, eso mismo debéis hacer.
Los dos lo miran estupefactos, pero él está tan serio que ninguno se atreve a decir nada durante unos instantes, como si esperaran a una aclaración de que eso no es más que un ejemplo exagerado. Dumbledore, sin embargo, se cruza de brazos mientras los observa.
—Pero... —Nyx titubea. Está comenzando a entender la gravedad de la misión a la que acaba de aceptar unirse—. ¡¿Pero cómo vamos a dejarle ahí tirado?! ¿Acaso se ha vuelto loco?
Cedric aprieta los labios. Si la situación no fuera tan crítica, se reiría de Nyx, siento tan descarada como para llamar a Dumbledore loco. Nunca ha tenido don de gentes, es algo obvio, pero en cierto modo la valora por ser capaz de decir lo que piensa en todo momento.
—Nyx, ahí dentro podría estar un fragmento del alma de Tom Ryddle. Un fragmento que se provocó tras el asesinato de una persona —asevera Dumbledore, tratando de hacerla entrar en razón—. Lo que vamos a encontrar probablemente no sea algo agradable. Probablemente se resista a ser destruido, es su naturaleza. ¿Lo entiendes? Si no estás preparada para eso, me temo que...
Dumbledore debe ser una de esas personas que capta fácilmente la esencia de las demás. La de Nyx es evidente: es cabezota y orgullosa. Dar a suponer que no puede hacer algo es la única forma de hacer que Nyx quiera hacerlo aún con más ganas.
—Sí, estoy preparada —determina ella, apretando los dientes—. Le dejaré tirado si es necesario.
—Eso es —sonríe Dumbledore, al ver que están en el mismo lado—. La toma de decisiones drásticas es una habilidad importante para entrar en el cuerpo de aurores.
Dicho eso, extiende sus antebrazos una vez más y los tres se aparecen en el interior de la cueva. El olor a sal es mucho más fuerte en aquel lugar, y el viento, que entra en la caverna desde la entrada que da directa al mar, enfría sus huesos y los cala gracias a la humedad. Nyx no tarda en sacar un coletero y atarse el cabello en lo alto de su cabeza para evitar que los mechones le vuelen directos al rostro.
Cedric observa la espuma marina arremolinándose contra las rocas negras y arruga la cara en una mueca al ver los restos de algas flotando sobre la superficie. No hay forma de llegar hasta ese lugar a pie, así que adivina que Voldemort utilizó la magia para llevar ahí a sus compañeros, igual que ha hecho Dumbledore. Se imagina a un par de niños muggles en aquel lugar, observando lo imponente de las olas que tratan de entrar en la cueva. Aquel lugar seguramente se queda cubierto por el agua cuando sube la marea.
Se hacen paso entre los huecos irregulares de las rocas, acercándose hacia un enorme agujero oscuro por el que Dumbledore se asoma. Cuando una de las olas más fuertes entra en la cueva y choca contra las rocas, Cedric nota las gotitas de agua salada que salpican su piel. Nyx suelta una maldición entre dientes.
—¡Odio la playa! —se queja, encogiéndose con una mueca de asco.
Cedric ahoga una risa.
A mí me encanta la playa.
Aunque esta no me gusta nada.
Dumbledore ilumina la punta de su varita para poder observar el interior del agujero. Cedric y Nyx se asoman también, solo para comprobar que da directo a una oscura superficie de agua. Extiende más el hechizo de iluminación y comprueban que hay más roca justo a la derecha.
—Parece que tendremos que darnos un buen chapuzón—comenta el anciano, retirándose el gorro de lana y guardándolo en el bolsillo de su túnica—. ¿Algún inconveniente?
Nyx aprieta aún más sus dientes. Por supuesto que hay algún inconveniente: con suerte, la temperatura supera los tres grados en ese momento. Además, está empezando a anochecer, y la marea no hace más que subir.
—Ninguno —dice en su lugar.
Si llega la noche, llega la luna. No dejará que me ocurra nada malo.
Dicho eso, se sienta sobre el borde de la roca y mira a los dos para asegurarse de que eso va en serio. Como ninguno la frena, se lanza de lleno al agua.
Está tan helada que no puede evitar soltar un grito, sintiendo que se le clavan dagas de hielo por todo el cuerpo. Nada hacia la roca y se impulsa para quedar tumbada en la orilla, hiperventilando por el dolor. Alguien se lanza al agua inmediatamente después, y adivina que es Cedric solo porque, en cuanto sale del agua, no duda en lanzarle primero a ella el hechizo de vapor caliente para secarle la ropa. Por supuesto, no es la primera vez que lo hace.
—Estamos buscando un horrocrux.
—¿No me digas? —responde Nyx con sarcasmo, antes de abrir los ojos y notar que Cedric mira a un punto perdido de la cueva. Harry debe de estar ahí.
Dumbledore sale poco después del agua, y con un chasquido de dedos, se seca la ropa en un santiamén. Los jóvenes se quedan mirándole con la boca abierta, así que Dumbledore repite el gesto y ambos se secan al instante.
—El hechizo de vapor que usabas tampoco estaba mal —le concede a Cedric, antes de continuar avanzando por lo que parece un túnel natural bajo las rocas.
Cedric ayuda a Nyx a levantarse y le da un apretón en la mano para asegurarse de que está bien. Nyx asiente, a regañadientes, y se pone en camino. El túnel es bastante estrecho, y los tres deben agazaparse ligeramente para pasar por uno de los tramos, hasta que, por fin, dejan de lado las viscosas paredes surcadas de algas para llegar a lo que parece una cueva aún más grande que la anterior.
—Sí, vamos por buen camino —determina, alumbrando las paredes de la cueva—. ¿Lo sentís? Hay restos de magia por todas partes.
Nyx no siente nada más allá del frío, y eso que ahora la ropa la tiene seca. Mira a su alrededor en busca de eso que dice Dumbledore, pero no ve absolutamente nada. Cedric, por su parte, sí que siente algo. No sabe si es pura sugestión o el miedo que le da tener que volver a enfrentarse a cualquier cosa relacionada con Voldemort, pero le parece que tiene la misma sensación que esa noche.
Un sentimiento desolador, como si no pudiera hacer nada por protegerse del mal. Como cuando era pequeño y se quedaba un pie fuera de su sábana y pensaba que un monstruo se lo arrancaría si no lo metía debajo, como si tuviera propiedades mágicas de protección. Solo que ahora, el monstruo es muy real.
—Creo que esta es la entrada, y tenemos que llegar al interior, pero... —El anciano analiza las paredes aún más, con un gruñido constante y a bajo nivel que indica que está pensando—. Estoy seguro de que Tom no lo puso muy fácil. Estad preparados.
Comienza así a palpar la roca de la cueva con ese murmullo que sale de entre sus labios. Pronto, Nyx se da cuenta de que está lanzando algún tipo de hechizo, por eso, cuando una sección de la roca se ilumina, no se sorprende.
—La puerta está camuflada, tenemos que entrar por aquí.
Vuelve a sumirse en sus pensamientos y Nyx y Cedric se miran de reojo. El segundo aprovecha para volver a tomar su mano, y esta vez, Nyx no hace como que no le da ningún miedo lo que pueda haber tras la pared de roca. Cedric lo agradece, porque aunque la mano de Nyx está congelada, como siempre, le sirve para no sentirse tan solo.
—Ya lo he comprendido. Me parece de una enorme desfachatez, pero...
—¿Qué pasa, profesor?
—Para atravesar la puerta, debemos pagar un precio. Si no me equivoco, quiere que paguemos con sangre.
—¿Sangre? —pregunta Nyx con la nariz arrugada—. ¿Ya empezamos?
Dumbledore la mira con una escueta sonrisa.
—El objetivo es debilitar a quien trate de entrar, por supuesto.
Acto seguido, el anciano alza el brazo y despeja la extremidad para mostrar su piel. Cedric avanza para frenarle.
—No, señor. Yo donaré mi sangre.
—¿Algún problema con la mía? —inquiere Dumbledore con una risita—. No tengo problema en...
—Insisto. Usted es el más poderoso de los tres, le necesitamos en sus plenas capacidades para...
Pero antes de que continúen con sus muestras de caballerosidad, Nyx estira la mano y muestra la herida que se ha causado en la mano con un Diffindo. Los dos se quedan mirándola con horror.
—Me curará la luz de la luna.
Dumbledore observa la herida con curiosidad antes de asentir e indicarle a Nyx que coloque la herida sobre la entrada en la roca. Ella siente el escozor en cuanto roza la superficie, pero la molestia cesa pronto, pues aparece un brillante arco sobre la pared que se disuelve frente a sus ojos y, con ello, la piedra, dejando una abertura por la que cabe un ser humano no muy grande.
La habitación oculta tras la roca resulta ser un enorme lago de agua tan oscura que parece irreal. Es tan grande que apenas pueden ver el extremo opuesto del lago, aunque sí se aprecia el techo, puesto que hay un gran agujero superior por el que se avecina la noche. Dentro de unos minutos, la luna se verá por completo. Nyx sonríe con tranquilidad. Cedric, por su parte, la mira con orgullo.
Echan a andar por la orilla, y ahora que se mueven aún más en ese ambiente, Nyx cree que ahora sí puede percibir la presencia de la magia oscura. Es como si hubiera una densa niebla invisible a su alrededor, o como cuando hace mucha humedad y cuesta un poco tomar aire al respirar. El hecho de que las paredes estén cubiertas de algas verdes provoca que, al recibir el impacto de la luz de la varita, sus rostros se observen del mismo color.
A Cedric le empieza a aterrar el verde por razones evidentes.
—Como no esté aquí el horrocrux... —sisea Nyx, que intenta con todas sus fuerzas no mirar el lago negro. Le da un mal rollo impresionante.
—Yo diría que sí lo está. ¿Tú qué dices, Cedric?
Cedric traga saliva con fuerza. Está mirando a todas partes, con la varita en ristre. Harry camina tras él.
—Él ha estado aquí, seguro. Tengo una sensación similar a la de...
Nyx se calla al escuchar aquello. Se muerde la lengua, más bien. Le viene un pensamiento sobre cómo preferiría que Cedric estuviera lejos de ahí, lejos de Voldemort. Pero a la vez, cree que su ausencia haría que tuviera más miedo.
—Harry propone que intentemos convocar el horrocrux —anuncia Cedric, un minuto después, mientras avanzan.
—¿Eso funcionará? —musita Nyx con escepticismo.
—Pruébalo, a ver qué pasa —sugiere el profesor.
Nyx se aclara la garganta y mira a Cedric para darse seguridad.
Es el primer hechizo que hice bien gracias a él.
—Accio horrocrux.
Algo explota en algún lugar no tan lejano, y antes de que puedan intentar adivinar de qué se trata, una forma blanquecina y enorme sale de la superficie del agua y se dirige rápidamente en su dirección. Nyx la apunta con su varita, pero no puede lanzarle ningún hechizo porque se vuelve a meter en el lago antes de llegar hasta ellos.
—No ha funcionado —le explica Cedric a Harry, ya que no puede ver nada.
Dumbledore deja escapar un largo suspiro.
—Debe ser un regalo de Tom, para todo aquel que intente conseguir el horrocrux —menciona, acariciándose la barba—. Al menos, ya tenemos confirmación de que sí está aquí.
—Y que está en esa dirección —afirma Nyx, señalando el lugar en mitad del lago desde el que ha surgido la forma blanquecina—. Creo que la niebla lo tapa...
—Tú puedes despejarla —le recuerda Cedric, mirando al cielo. La luna comienza a asomarse tímidamente por el agujero.
Nyx sonríe. Es cierto, ella podría hacerlo.
Mira en dirección al lugar que señala con su dedo y se concentra en despejar la niebla. Le cuesta mucho más que otras veces, puesto que esa niebla es mágica y no un fenómeno atmosférico. Con mucho esfuerzo, por fin consiguen divisar, en mitad del lago, una superficie rocosa a modo de isleta sobre la que brilla un pedestal.
—¿Cómo vamos a llegar hasta ahí? —pregunta Cedric, angustiado por la lejanía.
—Que no sea nadando, por favor —suplica Nyx. No quiere ni imaginarse lo que puede habitar en esas aguas.
El anciano musita algo entre dientes y comienza a caminar por la extensión de la orilla, extendiendo sus manos frente a él. Nyx mira a Cedric intentando hacerle entender con la mirada que le parece que Dumbledore está un poco chalado, pero al final, el profesor parece hacerse con algo que es completamente invisible. Empieza a tirar hacia atrás, como si asiera una cuerda.
—¿Necesita ayuda? —se ofrece Cedric, recorriendo a zancadas la distancia que los separa.
Observa, ojiplático, cómo Dumbledore saca su varita y da un toque sobre la cuerda invisible, que pronto se convierte en una pesada cadena llena de algas que sale desde el lago. Con otro toque de varita, la cadena comienza a enroscarse en el suelo conforme sale de la superficie, y pronto observan la proa de una barca de madera oscura emergiendo del agua. La barca se aproxima hacia ellos con lentitud.
—Ya sabemos cómo cruzar —anuncia Dumbledore con una sonrisa—. Lo creáis o no, este es el estilo de la magia que suele emplear Tom Ryddle. Siempre fue elegante para estas cosas...
Cedric sabe de sobra cómo es la magia de Lord Voldemort, y no le parece elegante en absoluto, así que se muerde la lengua. Cuando mira a Nyx, le confirma con la mirada que Dumbledore está majara.
Se suben en la embarcación tras comprobar que parece segura, y Nyx, que está entre los dos para nivelar el peso, se encoge sobre sí misma para no mirar el agua que los rodea. No le hace ni gracia tener que pasar por encima de ese agua oscura. Se supone que la naturaleza gobierna los elementos, pero Nyx no le ve nada de natural al lago sobre el que flotan. No siente la presencia de su otra madre en ese lugar más que por el cielo que asoma por encima de sus cabezas.
Navegan lentamente por el lago, avanzando sin que nadie dirija la embarcación, como si la cuerda invisible de antes los guiara. Cedric no pierde de vista el punto que ha despejado Nyx en la lejanía. Espera que no haya ninguna broma de mal gusto en ese lugar; que conseguir el horrocrux sea tan sencillo como está siendo todo hasta ahora.
—¡Por la maldita tía abuela de Merlín! ¡¿Qué ha sido eso?! —exclama Nyx, señalando algo en el agua.
—¿Qué has visto?
—¡Era una mano humana! ¡Súper blanca! —grita ella, provocando que su voz haga eco en las paredes rocosas. No hace falta que los demás la intenten creer, porque la mano no tarda en volver a emerger junto al resto del cuerpo. Un cadáver de un hombre flota sobre la superficie—. ¡Ay, joder, joder, joder!
Cedric se encoge, pero su primer reflejo es envolver el cuerpo de Nyx para protegerla. Quiere dejar de mirar el cadáver, pero parece que les sigue en dirección a la isleta.
—No hay nada de qué preocuparse —susurra Dumbledore con una mueca—. Al menos, no de momento.
—¡¿De momento?! —sisea Nyx, aferrándose a las manos de Cedric con temor.
—Bueno, mientras solo flote... —cavila, mientras mira el cadáver—. Desde luego, ha reaccionado al intentar llamar al horrocrux, así que es posible que oponga resistencia cuando lo tengamos en nuestras manos.
—¿Y cómo demonios haremos para salir de aquí, entonces?
—Si hemos de hacerle frente, entonces, lo mejor será utilizar algo que normalmente puede con cualquier criatura que habita un sitio frío y oscuro: el calor —anuncia Dumbledore, guiñándoles el ojo.
Por suerte, no tardan más de tres minutos en llegar después de decir aquello. Cedric ya ha pensado cinco hechizos de calor y fuego que puede utilizar para deshacerse de los cadáveres si les da por atacarles otra vez. Nyx, por su parte, solo piensa en la forma más rápida de salir echando leches de ahí, dejando a Dumbledore con los muertos sí así tanto lo desea.
Descienden con cuidado de la embarcación, sin tocar el agua, por sugerencia del profesor, y observan la isleta con curiosidad. El pedestal que habían visto desde la lejanía parece ahora una especie de vasija de piedra grande, muy similar a un pensadero.
Cedric se acerca con rapidez. Contiene un líquido verde oscuro —genial, no podía ser otro color—, que posee un brillo intenso y antinatural. Sin embargo, contra todos sus mejores instintos, extiende un dedo para tratar de tocarlo. Nyx le da un manotazo.
—¿Pero tú eres tonto o qué? —espeta—. ¿Y si es venenoso, eh?
Sin embargo, Dumbledore no parece pensar que lo sea, porque él trata de introducir la mano. Sus dedos acarician la nada. Es como si hubiera una barrera invisible que le impidiera alcanzar el líquido. Tras intentar por todos los medios de acceder a su interior, Dumbledore coloca las manos sobre la vasija, cierra los ojos y empieza a murmurar de nuevo.
Nyx sisea una maldición antes de mirar a su alrededor, como si buscara a alguien observándoles, pero no ve a absolutamente nadie. Mira entonces hacia la apertura superior, por la que por fin se asoma la luna. Nyx sonríe y extiende la palma de su mano.
Hola, Madre.
La herida le pica unos cuantos segundos antes de cerrarse frente a sus ojos y dejar una fina línea resplandeciente. Se la muestra a Cedric con una sonrisa triunfal, y él le devuelve la suya antes de señalarle los ojos. Debe tenerlos blancos.
—Hay que beberse el líquido —resuelve Dumbledore un par de minutos después.
—No me pido voluntaria —aclara Nyx, cruzándose de brazos.
—Lo har...
—Tonterías, yo la beberé —interrumpe Dumbledore—. Acepto tu osadía, Cedric, pero el más anciano soy yo y, por lo tanto, el más prescindible de todos.
—¡Pero usted es el mayor mago de todos los tiempos! —exclama Cedric con manos temblorosas—. ¿Y si ese líquido lo mata?
—No creo que me vaya a matar, Cedric. No es el estilo de Tom en absoluto.
—Bueno, a mí me intentó matar nada más verme, así que difiero un poco de esa opinión —sisea Cedric con claro enfado. Nyx alza una ceja.
—Habéis prometido seguir todas y cada una de mis órdenes —asevera el anciano—. Hemos entrado aquí con esa condición, así que yo beberé y no dejaréis que me detenga hasta que lo termine y aparezca el horrocrux, ¿entendido?
—¿Está debajo del líquido? —adivina Nyx, intentando mirar a través.
—Así es.
El profesor rebusca en un bolsillo de su túnica y saca una copa vacía. Nyx ahoga una risa al ver el objeto, pero no dice absolutamente nada porque sabe que no es el momento de preguntar quién demonios lleva una copa en su bolsillo. Se acerca junto a Cedric para ver si eso funciona y, para sorpresa de todos, el objeto traspasa la barrera invisible y recoge una gran cantidad de líquido.
—A vuestra salud.
Dicho eso, Dumbledore apura la copa en un par de largos tragos. Los tres se quedan expectantes, intentando comprender qué es lo que va a ocurrir, pero Dumbledore se queda completamente quieto.
Inmediatamente después, se sirve otra copa, y luego tres más, hasta que parece que sus piernas tiemblan y le fallan, por cómo se apoya sobre el pedestal en busca de ayuda.
—¿Profesor, se encuentra bien? —pregunta Nyx, intentando servirle también de apoyo. Dumbledore no responde, pero cuando alza la copa para volver a llenarla, le tiembla tanto la mano que Nyx se la sujeta para que no se derrame el líquido—. ¿Señor?
—No... ¡No quiero más! ¡No me obligues! —suplica Dumbledore. Cuando habla, su voz carece de la autoridad de la que siempre hace gala. Parece un anciano corriente cuando gimotea e intenta hacer que Nyx sujete la copa—. No me gusta, no quiero más, no...
Cedric se acerca a ellos mientras chasquea la lengua.
—No pasa nada, no...
—¡No! Te lo tienes que beber —reniega Nyx, sujetando aún más la copa y llevándosela a los labios—. Tienes que terminarlo todo.
—Pero...
—¿No lo entiendes? —dice Nyx, mirando a Cedric con los ojos bien abiertos—. ¡Esta es la trampa! El líquido es imposible de beber, pero Dumbledore nos ha obligado a conseguir que haga precisamente eso, así que no es momento de volverse blandengues o tener pena. ¡Beba, profesor!
Dumbledore se queja sin parar, pero Nyx no vacila, llevándole la copa a los labios una y otra vez e instándole a beber. Cedric se dedica a vigilar el perímetro, sintiéndose la persona más horrible del mundo por lo que está haciendo junto a Nyx. Es imposible no escuchar los ruegos del anciano, pero intenta convencerse de que lo hace por el bien.
Dumbledore realiza un aspaviento, intentando evitar la siguiente copa, y sin querer golpea a Nyx, que cae sobre la isleta y rueda hasta casi alcanzar el agua. Su pie se sumerge en la superficie negra, así que Cedric corre para ayudarla a levantarse, a pesar de sus quejidos. El profesor ha aprovechado para alejarse de la vasija. Nyx intenta levantarse con un gruñido, y es entonces cuando una mano putrefacta agarra su tobillo con fuerza.
El grito de Nyx retumba por toda la cueva. Cedric grita también cuando apunta hacia la mano y lanza un hechizo seccionador. La extremidad se queda colgando del tobillo de Nyx, y ella da patadas en el aire tratando de deshacer su agarre, hasta que al final utiliza las manos para atraparlo y lanzarlo muy lejos.
—¡Joder, joder, joder!
No se detiene a seguir asqueada, sino que se acerca a Dumbledore para llevarlo a rastras hacia la vasija y terminarse lo que queda del líquido. Si algo es Nyx, es cabezota, así que no piensa parar hasta terminar con aquello.
Como está tan determinada por conseguirlo, acercando sin parar la bebida a los labios de Dumbledore, no se da cuenta de que Cedric está ahogando el grito más fuerte de todos. El cadáver con el brazo seccionado está intentando subir a la isleta, y por la forma en la que se remueve el lago a su alrededor, no está solo.
—¡Daos prisa! —grita en dirección a Nyx—. ¡Desmaius!
Nyx mira a su alrededor con alarma y sigue diciendo palabrota tras palabrota mientras obliga a Dumbledore a tragar. El lago es ahora un mar de cadáveres que mueven sus brazos y piernas en dirección a la isla, y parecen tener el camino muy fácil para subirse a la roca. Cedric grita sus mejores hechizos, pero por mucho que desmiembre a los cadáveres, estos no tienen sangre, así que siguen avanzando a pesar del daño que infringe.
—¡Incendio!
La llamarada de fuego que emana su varita parece espantarles, así que Cedric se acerca a las orillas para despejarlas mientras Dumbledore apura la última copa. Cuando consigue dejar un buen espacio entre la orilla y los muertos, Cedric mira a Nyx para pedirle ayuda.
Y ahí es cuando algo golpea su pecho y lo hace caer al mar de muertos.
No puede evitar gritar por el susto, y con ello traga una gran cantidad de agua. Aferra la varita con todas sus fuerzas y siente a Harry junto a él, intentando comprender lo que ocurre, porque él solo ve a Cedric hundiéndose en el agua.
No ve los cadáveres a su alrededor, arañándole y zarandeándolo sin parar. Sí ve las laceraciones que crean en su cuerpo, y cómo se crean jirones en su ropa como si alguien estuviera rasgándosela. Cedric intenta zafarse, pero se queda sin aire y la oscuridad es tan densa que no puede ver por dónde le viene cada uno de los ataques. Intenta dar brazadas hacia dónde cree que ha quedado la superficie, pero algo le muerde en el cuello y en el hombro izquierdo y él sí que sangra, porque cuando abre la boca por el dolor le viene un familiar sabor metálico.
No deben de pasar más de treinta segundos, pero a Cedric se le hace eterno. Casi no le queda aire en los pulmones y, durante un instante, los arañazos en su torso dejan de doler. Nada entre los muertos con su cuerpo completamente lánguido.
Así tendría que estar yo. Muerto.
Harry está frente a él, gritándole sin parar que intente nadar. Cedric pestañea muy despacio, mirándole sin comprender.
¿Qué hace aquí Harry, si él murió?
Ah, claro. Está muerto. Por eso está...
Una corriente de energía atraviesa su cuerpo. Se ve a sí mismo nadando con fuerza hacia la superficie, aunque cada metro que avanza parece que le cuesta una eternidad.
Harry ha atravesado su cuerpo y está intentando nadar por él, pero el peso es demasiado para su entidad sin cuerpo.
Me está salvando. Igual que salvó a Ron y a la hermana de Fleur.
Cedric sonríe mientras pierde el conocimiento. Antes de dejar que el sueño se lo lleve, entre los cadáveres que se abalanzan hacia él, ve un gigantesco rayo de luz blanca sobre él y una figura que se acerca.
Cree que está muriendo otra vez, porque, de nuevo, la mano de Nyx aparece frente a él para que se aferre. Es Harry quien hace el movimiento necesario para acercar su mano a la de Nyx. Ella tira de él para devolverlo a la superficie.
A la vida.
Nyx lanza su cuerpo sobre la roca.
Le golpea el pecho y la espalda para instarle a expulsar toda el agua que ha tragado, y cuando sale, sale por la boca y la nariz de Cedric en un torrente que le llena también los ojos de lágrimas. Está tosiendo para expulsar lo que todavía le queda dentro cuando escucha unos sonidos antinaturales a su alrededor. Los cadáveres chillan y se retuercen, tratando de regresar al agua, pero el lago parece ahora un mar revuelto, con olas que se alzan y chocan violentamente contra las paredes rocosas. Cedric pestañea y se limpia la cara como puede para observar qué es eso que tanto les molesta a los muertos.
No puede evitar abrir la boca con sorpresa al observar a Nyx, aunque, en realidad, no sabe si es ella.
Sus ojos están completamente blancos, y de sus manos emerge una luz blanca que resplandece por todo su cuerpo e impacta como si fueran rayos de sol o de luna a su alrededor. Las criaturas no pueden soportarlo y tratan de huir. Dumbledore, tras ellos, también conjura un poderoso hechizo de fuego que espanta a los cadáveres rezagados.
—¿Estás bien, Cedric? ¿Qué está pasando?
Harry está junto a Cedric, intentando llamar su atención porque quiere comprobar que está bien. Ni siquiera entiende qué ha ocurrido, pero sabe que Cedric ha estado muy cerca de morir descuartizado, puesto que ahora su ropa se tiñe del color de la sangre de todas las heridas. Salir de su estado de shock supone que comience a sentir ahora el dolor de los arañazos y mordiscos.
Se quita el abrigo, que está prácticamente hecho trizas, y luego el jersey y la camiseta, puesto que la tela se le pega a las heridas y le escuece como mil demonios. Hace todo eso con las manos tan temblorosas que le cuesta mucho más de lo normal. Lo hace así porque no puede dejar de mirar a Nyx, completamente embelesado y, por qué no, asustado.
Es como mirar a la luna.
Consigue convencerse de que tiene que tratar sus heridas cuanto antes porque Harry ha dejado escapar un quejido al ver cómo está, así que baja la vista y gruñe por el impacto.
Tiene marcas de arañazos por el estómago, y la herida del mordisco del hombro sangra sin parar, provocando que su pecho quede bañado en sangre. No sabe si es que está perdiendo mucha o que la visión le hace darse cuenta de la gravedad de las heridas, pero empieza a nublarse todo a su alrededor y el cuerpo le falla y cae hacia atrás.
Cree que Nyx va a llamar su nombre por el susto. Que va a intentar curarle.
En su lugar, exclama:
—¡Madre!
Cuando Cedric entreabre los ojos y nota a Nyx a su alrededor, los ojos de ella llenos de luz de luna observan sus heridas con preocupación. Cedric nota el resplandor que emerge de su propio pecho. Todo le pica. Le arde. Quiere arrancarse la piel de los huesos.
Me está curando.
—Como te mueras, te mato, Cedric. ¿Me oyes? Te mato. Ni se te ocurra morirte ahora mismo.
Sus ojos abandonan su blanquecino color de manera gradual mientras lo miran y dejan escapar esa amenaza constante. Le parece escuchar un no me dejes en un susurro de súplica. Aferra la mano de Nyx y reúne todas sus fuerzas para sonreír.
—No mientras tú sigas aquí...
Me ha quedado larguísimo este capítulo y me disculpo 😊
Ya tienen un horrocrux, aunque todos recordamos lo que ocurre con este horrocrux en particular, ups 😃
La semana que viene es mi semanita de descanso, pero a la siguiente volvemos con un especial que me gusta bastante. Espero que paséis una buena semana y de nuevo os deseo que este año sea mil veces mejor que el anterior <3
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