(𝟒𝟑) · 𝐃𝐞𝐟𝐞𝐧𝐬𝐚 𝐲 𝐚𝐭𝐚𝐪𝐮𝐞 ·
—Me siento engañada.
Nyx no quiere preguntarle a Hina qué es eso con lo que la han engañado, porque la conoce y sabe que será dramático, exagerado o algo completamente fuera de lugar. Asher, que se pelea con el tarro de tinta, ni siquiera levanta la vista de su trabajo porque sabe que a veces es mejor dejarla hablar sola y no participar en sus juegos. Connor, sin embargo, está aburrido, así que sabe que darle bola a Hina seguro que lo lleva a una conversación entretenida.
—¿Con qué?
—Con el amor.
El grupo gira la cabeza en dirección a Hina, que por fin está contenta de tener su atención.
—¿No fue bien con Philip? —pregunta Connor, colocando bien su silla en la que antes hacía equilibrio sobre dos de las patas.
Hina se encoge de hombros. Mira rápidamente alrededor de la sala para asegurarse de que no están ahí ni Philip, ni Todd, ni Cedric. Unos alumnos de primero salen despavoridos cuando les dedica una mirada para que se alejen. Desde que Hina decidió que el pintalabios negro y los delineadores de ojos de colores eran su nueva personalidad, a la gente le da un poco de reparo acercarse a ella.
—Sí, fue bien. Es solo que... —Hina se encoge de hombros—. No sé, pensaba que besar a alguien sería como... como en las películas muggles, ¿no? Cuando se besan dos personas y es como que el mundo se mueve alrededor de ellas pero ellas se quedan paradas.
Sus amigos se miran entre sí.
—¿Y no sentiste eso?
—No. Sentí como que tenía algo en el esmótago amenazando con salir. Y me temblaba la lengua, ¿eso es normal?
Asher se echa a reír. Está mucho más risueño desde que tiene novia, en realidad, así que Connor y Nyx lo miran con una sonrisilla de lado.
—¿De qué te ríes?
—Has visto demasiadas películas, Hina. No van a empezar a cantar los pájaros ni nada de eso —se ríe Asher, colocando una mano sobre su hombro—. ¿Te apetece volver a besar al enclenque ese?
—¡Eh, no lo llames enclenque! —se queja Hina, con las mejillas sonrojadas.
—Eso es que sí —responde Connor, codeando a su amiga—. ¡Qué bien! Philip lleva años queriendo pedirte salir, me alegro por él.
Hina, con las mejillas sonrojadas, se peina el cabello hacia atrás con las manos y no puede evitar sonreír.
—Es adorable. Sabe mucho sobre Herbología —susurra, jugueteando con su pluma—. Nunca me ha importado esa asignatura, la verdad, pero él hace que parezca interesante.
Connor abraza a Hina del costado y la intenta molestar, aunque en realidad la está felicitando.
—No lo asustes, Hina, por favor. Parece buen chico —pide Nyx, que conoce demasiado a Hina.
—¡Oye, ni que fuera un monstruo! —se queja, apilando pergaminos con indignación—. ¿Qué pasa, que como es amigo de Cedric ahora te sientes protectora con él?
—También es mi amigo —le recuerda Connor.
—Me da igual, a ti no se te puede molestar con nada —farfulla Hina—. ¿Ya sois oficialmente novios o sigues haciéndote la dura?
Nyx les hace una mueca y agacha la cabeza en dirección a su libro, poniéndose a pensar en ogros y leyes y en cualquier otra cosa que no sea pensar en Cedric diciéndole que quería algo más con ella y advirtiéndole de que la besaría. La desarma cada vez que habla y Nyx se queda sin palabras que decir, cuando antes solía hacer cualquier cosa solo por quedarse con la última. No se reconoce últimamente, pero lo cierto es que le está empezando a gustar esa nueva versión de sí misma, y aceptar eso es esperanzador y aterrador a partes iguales.
Pero luego se le olvida porque se queda mirándolo en las tutorías de Arte. Lo observa mientras explica ante todos cómo se enfrentó a la última prueba del Laberinto —obviando la última parte— para contar qué hechizos utilizó y enseñárselos a los demás. Vuelve a ser su tutor y vuelve a fingir que odia cada segundo de ello y que no tiene nada que aprender de él. Hace muecas cuando se acerca a su grupo a practicar junto a ellos y dice, bien alto, que es un pesado, pero luego lo mira de reojo con una sonrisa y se queda quieta cuando él acaricia su mano para fingir que realiza movimientos de varita al mismo tiempo que ella o cuando coloca una mano en su cadera para corregir su postura. Se queda quieta porque así, cuando él se aleja, le parece que la presencia de su mano encima de su cuerpo se queda junto a ella durante más tiempo.
El mundo se derrumba a tu lado, la gente está siendo atacada y tú, Nyx Longbottom, estás pensando en quitarle la ropa a Cedric cuando termine la clase. Eres despreciable.
Es un precio que estoy dispuesta a pagar.
La tutoría de Arte se convierte poco a poco en una segunda clase de Defensa y Encantamientos, con algunas horas dedicadas a Historia y a debatir acerca de lo que ocurre. Reciben una educación que ya no reciben en la programación oficial. El Ministerio ha eliminado ciertos bloques temáticos de las asignaturas sin dar demasiados motivos y ahora los alumnos no estudian algunos aspectos que son vitales. Por eso, Sturgis Podmore y Dumbledore dejan pasar a Remus y Sirius al castillo para ayudar a dar clases a todo el grupo, y algunos de los aurores se unen cuando el castillo está tranquilo. Se dividen los alumnos y practican todos juntos. Hablan sobre lo que pasó en la anterior guerra y sobre lo que está pasando en el exterior.
Sturgis Podmore tiene una guía didáctica de todo aquello que pretende cubrir durante esas lecciones, aunque el aula es cada vez más pequeña porque se van uniendo tantos alumnos como es posible. Firman su nombre en la entrada con la promesa de no contar a nadie lo que ocurre sin avisar primero a los profesores. Hablan sobre aquello que los demás no se atreven a decir en voz alta.
Pero Cedric es quien más habla, aunque a veces le dé vergüenza o se sienta un embustero sin razón alguna. A Nyx se le pone la piel de gallina y se le humedecen los ojos cuando Cedric consigue sumir en silencio un aula con casi sesenta personas mientras habla de lo importante que es estar unidos. Consigue convencerles de que se protejan y estén alerta por lo que pueda pasar, sin necesidad de enseñarles que Harry sigue en algún lugar. Sin hablarles de horrocruxes ni profecías. Todos le creen porque es sincero.
Nyx lo mira y se fija en todo sobre él y se siente caprichosa porque todas las miradas están puestas en Cedric pero la de él está solo puesta en ella. No sabe qué ha hecho para que, cada vez que él necesite apoyo, la busque a ella entre todos. No entiende qué ha visto en ella y qué continúa viendo o por qué insiste en buscarla y pasar tiempo a su lado, pero se siente afortunada. A pesar de lo que está ocurriendo y que el mundo está del revés. Ella quiere continuar siendo el pilar para Cedric, así que aunque no le diga con palabras que quiere estar solo con él, le devuelve todas las sonrisas y le toma de la mano cuando nadie está mirando demasiado. Sabe que Cedric lo entiende porque nunca han necesitado demasiadas palabras para entenderse.
El día en el que se publica la entrevista de El Quisquilloso es caótico, pero esa tarde es aún peor porque todos se agolpan en las salas comunes frente a las chimeneas para leer en conjunto la publicación. Cedric está en una esquina de la habitación, abrazándose a sí mismo y rodeado de sus amigos. Escucha sus propias palabras relatar lo de siempre, pero lo hace con los ojos cerrados y ligeramente encogido porque no le gusta escucharse y teme las represalias. Por un segundo, le parece que quien habla no es él y que quien vivió esa tragedia es un pobre desgraciado. Es un segundo muy tranquilo, hasta que todas las miradas se vuelcan sobre él.
La reacción en la sala común de Hufflepuff es altamente positiva; Cedric siempre ha sido el orgullo de la casa, quien los hizo sentirse por fin importantes el año anterior al albergar al campeón de Hogwarts. No tardan en prometerle que confían en él, aunque les dé miedo lo que eso significa. Las miradas de desconfianza que quedan son tan escasas que hasta se permite sonreír.
Dura poco esa felicidad.
El primer fin de semana de noviembre se disputa el primer partido de Quidditch del año escolar. Es un partido que, normalmente, juegan Slytherin y Gryffindor, pero el segundo equipo ha pedido cambiar el orden de sus partidos porque siguen en duelo por Harry. Hay algún desalmado que comenta que es una excusa estúpida; pero los profesores aceptan cambiar el orden y es Hufflepuff quien debe jugar primero. No están demasiado contentos porque no han tenido mucho tiempo de entrenar a sus nuevas incorporaciones al equipo. Todd es el nuevo guardián, que aunque se le da mejor que ser golpeador, aún le falta práctica, y Adele Smith aún no se ha aprendido todas las formaciones de vuelo.
El vestuario de Hufflepuff amanece ese día con los cristales de los espejos bañados en pintura roja, cargados de mensajes para Cedric. Son comentarios acerca del privilegio que es estar en presencia de Voldemort y lo desagradecido que es por haber hecho esa entrevista en su contra. Se lamentan de que no muriera en ese cementerio.
Nyx deja clara su opinión al leer el primero de ellos. Con el bate en la mano, se coloca las gafas protectoras sobre los ojos antes de asestar un golpe contra el cristal. Tamsin deja escapar un grito antes de atraparla de su capucha para tirarla hacia atrás y que no le impacten los trozos de vidrio.
—¡¿Pero estás mal de la cabeza?! ¡Podrías haberte hecho mucho daño!
Nyx está roja de la rabia. Cuando Sprout llega al vestuario, alarmada por el estruendo de los cristales rotos, Nyx se acerca a ella a grandes zancadas.
—¡Estoy harta de fingir que no está ocurriendo nada! —grita, señalando uno de los cristales que sigue intacto—. ¡Puede que Voldemort esté escondido y fingiendo que está muerto, pero quien sea que está llevando a cabo esos actos en su nombre se está asegurando de que esté muy vivo!
Sprout trata de calmarla. Cedric, que se abraza ligeramente a sí mismo, divide su atención entre el espejo y Nyx. No sabe qué le hace sentir peor: si ver a Nyx así de enfadada, aunque cuente la verdad, o ver su nombre en el espejo del mismo color que la sangre.
En el mismo estadio en el que apareció Harry...
Tampoco sabe si está más enfadado o asustado. Le tiemblan las manos por el miedo, y eso que sabe que, tal vez, no deba tener miedo a morir. Es probable que ni siquiera sea una posibilidad para él. Sin embargo, uno de los mensajes es claro:
MUERTE A LOS SANGRE SUCIA
Puede que Cedric sea capaz de vencer a la muerte, pero los demás no son tan afortunados, y es eso lo que le enfada. Él también tiene ganas de romper cristales, como Nyx, aunque lo llevaría más allá y le partiría también la cara a los responsables. No se arrepiente de su entrevista lo más mínimo, porque sabe que están enfadados porque ha dicho la verdad. Siente miedo porque está en el centro del asunto, pero está haciendo lo correcto. Por Harry. Y por Neville.
Conforme escucha a Nyx despotricar contra la falsa calma, se va poniendo más y más enfermo. De repente, no entiende qué hacen ahí en el colegio. La tutoría de Arte sirve para prepararlos, sí, pero Voldemort podría estar al acecho, esperando para actuar en cuanto menos se lo esperen.
En mitad de un partido de Quidditch, por ejemplo.
—Esto no quedará impune, Nyx, puedes quedarte tranquila —le asegura Sprout, alzando las manos para intentar calmarla—. Entiendo que estos... delincuentes de pacotilla te hagan enfadar, pero...
—Es lo que quieren conseguir —tercia Asher, que aprieta la mandíbula con fuerza por el enfado—. Quieren que Cedric se sienta mal consigo mismo y quieren asustarlo, y quieren que todo el equipo esté enfadado para que no juguemos bien.
Todos observan a Asher ojipláticos. Todd mira hacia el suelo, con las orejas rojas por la vergüenza y el enfado. Ha entendido perfectamente lo que quiere decir ese comentario.
—¿Estás insinuando que han sido los Slytherin? —musita Preece, rascándose la cabeza con incredulidad.
—Mi novia es Slytherin —aclara Asher, dedicándole una mirada rapidísima a Nyx en busca de su apoyo—. Sabe que hay grupos de alumnos que... que se reúnen en secreto. Sabe que se está gestando algo, y no me extrañaría que fuera esto.
Asher hace un gesto hacia el espejo manchado de pintura roja. Tamsin, tras él, se encoge tanto que casi parece que esté a punto de tirarse al suelo hecha un ovillo y echarse a llorar. Nyx, de reojo, observa que está leyendo el mensaje dedicado a los nacidos de muggles.
—Esa es una acusación grave, Podmore —anuncia Sprout. No parece que le esté reprendiendo, solo advirtiendo.
—No he dicho ningún nombre.
—Te recuerdo que mi primo juega en Slytherin —advierte Todd. Es algo que todos saben, pero Todd quiere recordarle que se está metiendo con su familia—. Él no haría algo así...
Todd busca la mirada de simpatía de Cedric, pero lo que se encuentra es un joven asustado que observa los espejos con terror. Al percibir su mirada, Cedric carraspea y se pone rígido, estirando mucho la espalda para parecer más alto. Dos años como prefecto y otros tantos como objetivo de las miradas han hecho que Cedric sepa que, frente a los demás, no puede parecer débil y asustado. Ya lo ha hecho durante demasiadas semanas y no ha servido de nada.
Así que deja de apretar los dientes y se acerca por fin a los demás. Posa una mano, aún temblorosa, sobre el hombro de Tamsin para que le mire y luego observa a Todd, tratando de calmarle. Va a fingir que no está muerto de miedo para que nadie más lo esté. Ya se quedará sin dormir luego, si es necesario.
—Nadie ha acusado a tu primo en particular, Todd —le recuerda, antes de dirigirse a los demás—. Asher tiene razón. No sé quién haya podido hacer algo así, pero... —Cedric traga saliva con dureza. Su vista descansa sobre los cristales rotos en el suelo—. No vamos a amedrentarnos por un estúpido mensaje en un espejo. Yo he visto a Lord Voldemort...
Tamsin se abraza a sí misma, pero Cedric no la deja hacerlo. Se agacha para tomarla de los brazos y obligarla a ponerse en pie.
—Yo lo he visto, y por eso sé que es real y que está ahí, esperando para actuar, pero también sé que si dejamos que algo como esto nos asuste, estará ganando. Harry habrá muerto en vano si no hacemos frente a sus asesinos —tercia, mirando a Tamsin antes de mirar a Nyx—. Si hacerles frente empieza por salir a ese campo y demostrarles que no tenemos miedo de un poco de pintura, que así sea. Yo pienso jugar este partido y...
Cedric da unos cuantos pasos, provocando que el cristal cruja bajo sus pies. Sin un atisbo de duda o de vergüenza, toma la mano de Nyx. Es la primera vez que hace eso en público, y Nyx siente que eso da fuerza a su discurso.
No tiene miedo.
—Pienso jugarlo, y espero que mi cocapitana quiera jugarlo conmigo.
Ella mira sus manos entrelazadas, sigue rápidamente el camino por la manga del uniforme de Cedric hasta que llega a su rostro. Después, observa a Asher, que parece gratamente sorprendido pero prefiere aguantarse la sonrisa. Nyx suspira, dejando escapar todo el aire. Como suele pasar, no sabe si quiere darle un bofetón a Cedric por mostrar ante todos que son algo más que amigos o atrapar esas mejillas sonrojadas que tiene y plantarle un beso en los labios por ser tan valiente.
Se da cuenta de que hacen una buena pareja como cocapitanes porque son la mezcla perfecta de defensa y ataque.
—Vamos a destrozar a Slytherin —anuncia Nyx, alzando su bate en el aire. El resto del equipo la secunda, aunque Todd lo dice con la boca pequeña—: Y al primero que diga algo le meto esto por el recto, dicho queda.
—Que así sea —la felicita Sprout con una carcajada. Ni siquiera ella se atreve a guardar la compostura.
El rugido del campo eriza el cabello del equipo Quidditch de Hufflepuff. Aparecen desde la puerta del vestuario tomados de las manos, en lugar de emprender el vuelo directamente. Intentan demostrar que son un equipo unido, una maniobra que solo comprenderán los causantes del destrozo de su vestuario.
A Cedric le flaquean las piernas cuando ve las gradas repletas de gente y el cielo encapotado por encima de sus cabezas. Roza la palma de Nyx con cuidado para buscar su atención y luego mira hacia las nubes que los observan desde arriba.
—¿Eres tú?
Ella observa el cielo con aflicción.
—Es que sigo muy enfadada, no pueden amenazarte y...
Cedric sonríe de lado. Con un rápido movimiento, suelta su mano para posar la suya bajo su mentón y la acerca para besar su mejilla. Después, empuja un mechón con el dedo hasta que lo coloca tras su oreja, dejando con ello una caricia sobre su piel.
—No esperaba menos de mi chica sobrenatural.
Dicho eso, deshace la formación y emprende el vuelo en su escoba. Nyx tarda un segundo de más porque le observa tomar altura con la mano extendida para saludar al público.
Mi chica.
Montague estrecha las manos de ambos capitanes. Nyx le dedica una mirada fiera, solo por si acaso, mientras que Cedric tiene una sonrisa radiante y cargada de burla. Esa que tanto odia Nyx de normal. El único lugar en el que no la odia es entre las sábanas.
Se colocan en formación esperando a que empiece el juego. Nyx examina a todos sus contrincantes esperando ver sus manos manchadas de rojo, pero todos y cada uno de ellos lleva guantes, por supuesto.
El sonido del silbato da comienzo al partido. Solo tarda diez minutos en encarnizarse hasta tal punto que Madame Hooch tiene que separar a Asher y a Goyle, que han dejado de usar sus bates para golpear las bludgers y ahora se golpean a sí mismos.
—¡Podmore, no tenemos reemplazo para ti, así que déjate de tonterías! —le grita Cedric con exagerado enfado. Es falta de ambas partes, así que pronto se resume el partido.
—A la próxima, méteselo por la boca —le propone Nyx a Asher cuando se cruzan en pleno vuelo. Ella, desde luego, está esperando a que alguien la provoque lo suficiente como para hacerlo con una excusa creíble.
El cielo sobre ellos no mejora. A pesar de que son las doce del mediodía, la oscuridad que provocan las nubes sobre sus cabezas hace que parezca de nuevo la noche de la tercera prueba. Cedric siente que todo ocurre rápido a su alrededor, y no ve la snitch porque tiene que parpadear sin parar para que no se le nuble la mirada.
El partido tampoco mejora en los siguientes minutos, menos aún cuando empiezan las amenazas. Al principio, sí que son burlas sobre su modo de juego, típicas riñas entre rivales que podrían considerarse dignas de competición. A Nyx le cabrean por lo que tienen detrás. Los golpeadores mencionan algo sobre la estupidez que es tener a una chica como capitana, y es ahí cuando empiezan a caer rayos de entre las nubes, a pesar de que ni siquiera parece que vaya a llover.
De ahí, las burlas se extienden a lo personal. Nyx parece decidida a conseguir que alguien admita lo que ha ocurrido, y Cedric está más bien obcecado por lo contrario. De verdad no piensa que aquello vaya a llegar a ningún lado, pero entonces se escucha el comentario salir de los labios de Draco:
—A ver si lloras como llorabas cuando trajiste a Potter muerto.
Nyx nunca ha visto a nadie lanzarse desde su escoba en pleno vuelo. Cedric ha debido perder la cabeza por completo, porque abandona su escoba para echarse encima de Draco, y si no caen en picado es porque Madame Hooch frena la caída poco antes de que se den de bruces contra el césped antes de dejarlos caer el último metro para espabilarse.
Solo que caer de golpe hace que Cedric note el impacto contra el pecho. Siente que nunca dejará de sentir esa sensación de que se le escapa todo el aire de los pulmones cada vez que recibe un golpe en ese exacto lugar. Morirá y revivirá constantemente, porque ahora, de repente, siente que ha recibido el hechizo mortal una vez más.
Estar tendido sobre la hierba reaviva todas y cada una de las pesadillas de Cedric, que, cuando abre los ojos, por un segundo ve la mirada vacía de Harry. Tiene que cerrarlos con fuerza y susurrar una negativa tras otra. Tiene que acordarse de que luego puede ver a Harry y hablar con él y eso calma sus remordimientos.
Se coloca boca arriba para observar las nubes negras, que están tan bajas que casi parece que rocen al público de las gradas más altas. Los torreones desde los que observan los profesores casi no se pueden ver entre la espesa niebla negra.
—¿Qué? ¿Sorbiéndote los mocos, Diggory? —se ríe Malfoy, incorporándose sobre el césped—. Deberías estar agradecido de seguir con vida. Por lo que sé, no estás muerto de milagro.
—¡Cállate! —espeta Cedric, llevándose las manos a los oídos para dejar de escucharle—. ¡Cállate, cállate!
La risa de Malfoy crece en volumen y regocijo. El resto del equipo se apresura a bajar hacia el césped para separarlos antes de que Cedric vuelva a lanzarse a por él.
—¡Tú eres quien está poniendo esa mierda de mensajes! —le culpa Cedric, bien fuerte, para que todos lo escuchen—. ¡Eres tú!
Malfoy se ríe aún más. El primo de Todd bajan de su escoba, también aguantándose la risa. Montague avanza unas cuantas zancadas antes de acercarse a Cedric y mirarlo desde arriba.
—Es ahora o nunca, Diggory. Es una pena que tú, siendo uno de los nuestros, estés en el bando que no toca, codeándote con unos asquerosos sangres...
Ni siquiera les da tiempo a entender lo que ocurre. Un relámpago impacta de lleno sobre la escoba que Montague sujeta en ese momento. Tampoco le da tiempo a gritar.
El cuerpo de Montague echa humo sobre el césped. Cedric se aleja muy rápido, arrastrándose sobre el césped y ahogando un grito por la impresión. Los demás continúan mirando lo que ha ocurrido con pánico e incredulidad.
Cedric se gira para asegurarse de que Nyx está bien, y en cuanto la ve, se levanta y se acerca a ella para fingir que la abraza.
—¿Qué...?
—Tienes los putos ojos blancos, Nyx.
Le tapa la cabeza contra su clavícula, cuando lo que quiere es ocultar su mirada del color de la luna. No sabe cómo demonios ha ocurrido, pero está casi completamente seguro de que ella ha sido la causante de aquello.
Madame Pomfrey llega por fin al muchacho herido sobre el césped, a quien no se atreve a tocar hasta que lo hechiza por si acaso sigue conteniendo algún resto de electricidad. Después, se acerca para rozar su piel.
—Está vivo.
Cedric suspira con alivio. Separa a Nyx lo suficiente como para mirarla directamente a los ojos y tratar de tranquilizarla. Toma sus mejillas entre sus manos para obligarla a mirarle.
—Relájate, Nyx. Calma, por favor, o se darán cuenta.
Ella intenta mirarle, pero es difícil mantenerse quieta cuando le tiembla todo el cuerpo por el escozor. Es el mismo ardor que siente siempre que está bajo la luna.
Acabo de atacar a alguien con un puto rayo.
Ni siquiera quiere pensar en ello, ya lo hará más adelante. Mirando a Cedric y sintiendo la calidad de sus dedos alrededor de sus mejillas, nota que el escozor va apagándose poco a poco. Se acerca temblorosa junto a los demás para intentar asegurarse de que está bien. Tiene que fingir que no está a punto de echar el desayuno o los demás podrían sospechar.
—Está vivo, pero... Merlín, esto va a ser muy complicado de curar y... —se lamenta Madame Pomfrey, comprobando el pulso del joven.
—¡Es culpa vuestra! —ataca Malfoy, que tiene el rostro pálido por el susto.
Asher avanza unos cuantos pasos y le pega un buen empujón. Madame Hooch comienza a hacer sonar su silbato para separarlos.
—¡¿Cómo se supone que le hemos lanzado un rayo encima, imbécil?! —le grita Asher, ávido de rabia—. ¡Ten claro que se lo merecía, por ser un racista de mierda!
Asher se lleva un depulso por decir aquello, que lanza alguien desde las gradas. Nyx busca al causante, pero es complicado discernir quién ha sido por lo oscuro que está el estadio. Madame Pomfrey continúa intentando reanimar a Montague. Cada vez que Nyx lo mira, recuerda el horrible dolor que sintió ella tras el impacto. Nota el corazón entre sus orejas, latiendo fuertemente, mientras intenta comprender cómo le ha lanzado ese rayo. Piensa que no puede ser casualidad que ella también recibiera un impacto dos años atrás.
A ella le dio justo cuando atacaron los dementores. ¿Y si la luna quiso protegerla de ese recuerdo haciendo que quedara inconsciente?
Había otras formas, Madre.
Y no quería que le hicieras tanto daño a Montague. Por mucho que lo merezca.
—¡No me toques, sangre sucia!
Malfoy se deshace de Tamsin, que ha intentado interponerse entre él y Asher, que quería atacarle de nuevo. Otro hechizo surge de la nada, esta vez en dirección a la chica, que cae al suelo entre gritos. Su tunica de Quidditch pronto se empapa de color carmín. Se ven las laceraciones a través de la tela, que aparecen tan rápido que hacen que la chica se desgañite sin parar mientras clava los dedos en el césped.
—¡Tamsin!
Nyx se abalanza sobre la chica para intentar ayudarla. Cedric hace lo mismo, pero ninguno de los dos tiene la varita, porque está prohibida en el campo, así que no pueden hacer más que gritarle a Madame Pomfrey para que vaya a socorrerla también.
Es cuando todo el equipo está vuelto sobre la joven cuando alguien lanza un horrible rayo de luz verde en dirección al cielo. Cedric alza la vista con las manos temblorosas, comprendiendo lo que se encontrará una vez mire hacia las nubes.
Se queda de rodillas, con el rostro iluminado por la Marca Tenebrosa. Sigue sin poder llenar de aire sus pulmones. El verde del cielo le hace sentir náuseas por los recuerdos. Sigue siendo el mismo verde que tienen los ojos de Harry. Con las manos aferrándose al césped del campo de Quidditch, Cedric se da cuenta de que su pesadilla no terminará jamás.
Personalmente no tengo nada contra Slytherin, es solo que en esta historia pues ocurren cosas (:
¿Acaba de invocar Nyx un rayo? Sí. ¿Es Sirius una especie de profesor de Defensa? Sí. ¿Está Hina Murakami enamorada? Sí. ¿Le ha dado la mano Cedric a Nyx delante de los demás?
Hell yeah.
Hay un capítulo navideño próximamente y me da rabia que no haya salido justo hoy, pero embeces la vida no es como queremos. Os deseo una súper feliz navidad y, a riesgo de sonar muy cursi, mi regalo es teneros leyendo lo que escribo. Muchas, muchas gracias 💙
Soy una cursi perdón, but apparently so is Hina so... Solo las más cool somos cursis, dicho queda.
Feliz navidad y viva Cedryx ⚡
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