(𝟑𝟔) · 𝐏𝐫𝐨𝐭𝐞𝐜𝐜𝐢ó𝐧 ·
Nadie se entera de que se escapa a la habitación de Cedric a las doce menos cuarto. Ginny hace rato que está durmiendo, y Hermione debe estar en la habitación de Ron y Neville, hablando con ellos. Sube al piso en el que se encuentra Cedric intentando no hacer demasiado ruido, aunque no cree que nadie le vaya a decir nada si la encuentran yendo hacia su habitación. La señora Weasley no tiene suficiente confianza como para hacerlo, y a los demás seguro que no les importa en absoluto.
Da unos suaves golpes contra su puerta y entra sin esperar a que responda, pero ve que todo su sigilo ha dado resultado, puesto que Cedric no se ha despertado. Duerme boca abajo, con la cabeza girada en dirección a la puerta.
Nyx lo observa unos segundos.
Sigue la silueta de su cuerpo sobre las sábanas, la mano escondida bajo la almohada, el suave movimiento de sus pestañas cada vez que respira. Parece muy tranquilo así; para nada es el chico atormentado que se encuentra a todas horas por la casa.
Esa tranquilidad le recuerda a la noche del eclipse que mencionaba antes su abuela. Incluso ahora se ruboriza recordando aquel momento, como si hubiera sido íntimo o como si alguno de los dos hubiera mostrado algo de timidez. No recuerda haber visto a Cedric tan seguro de sí mismo como esa noche, besándola bajo el agua o apartando su ropa interior sin vacilación.
Ella tampoco había tenido vergüenza. Recuerda que tenía un objetivo fijo y que no dejaba de pensar en las ganas que tenía de consumar esas ansias que le había provocado Cedric siempre. Había sido un poco bruta, lo recuerda, pero había algo eléctrico en la manera en la que reaccionaba su piel al rozarse con la suya.
¿Era el eclipse?
¿Esas olas que había en el Lago?
¿Las provoqué yo?
—Cedric.
Le da unos toquecitos sobre la espalda. Cedric hace una mueca, todavía medio dormido. Nyx insiste, susurrando su nombre para terminar de despertarlo. Él abre por fin los ojos, acompañando la acción de un movimiento brusco.
—Soy yo.
—¿Nyx?
Nyx aprieta los labios al escuchar su nombre salir de los de Cedric. Suena vulnerable y ligeramente ronco y suena muy bien.
Hay veces en las que se olvida de que ha admitido que le atrae. O lo que sea, no sabe lo que siente, pero a veces se le olvida. Lo ve de lado mientras están comiendo, o leyendo un libro en el salón-biblioteca de los Black, y pone la vista en blanco porque es Diggory. Es el chico pesado al que tanta tirria le tenía. Siempre se ha reído y burlado de él, aún cuando él no hacía nada que pudiera ser motivo de burla.
Pero ahora no puede olvidarse. Lo conoce mucho más. Sabe que hay más allá, que no solo es presumido y terco y un creído. Sabe que es responsable, abnegado y valiente. Es valiente porque se enfrentó a un dragón, lidera el equipo de Quidditch y se atrevió a pedirle ir al baile y decirle lo que sentía por ella. Nyx Longbottom valora la valentía ante todas las cosas, porque la han educado para ello.
—¿Quieres dormir conmigo?
Nyx aguanta la respiración un poco más. Si le dice que no, le está mintiendo. La cama parece de lo más apetecible. Ese miedo que le dio dormir con él después de esa noche no está por ninguna parte. Pero ahora se siente culpable de alguna forma de su desgracia —o su suerte, dependiendo de cómo se mire—, y no va a poder dormir sabiendo que a lo mejor tiene algo que ver.
Piensa que, tal vez, en cuanto se entere de por qué él sobrevivió a esa tragedia y ahora tiene que vivir con el lastre, no quiera saber nada más de ella. Tal vez se entere de que le ocurre algo extraño y sobrenatural y se arrepienta de pedirle algo tan íntimo como dormir en su cama.
—Ven. Tenemos que ir a un sitio.
—No podemos salir de aquí...
—Hoy sí. Vístete.
Prefiere mantener distancias, así que sale de la habitación y se espera a que él la siga. No quiere verlo cambiándose de ropa.
Bajan las escaleras en silencio y Nyx acude a la puerta principal. Normalmente, esta no se abre, pero cuando dan las 12 de la noche, Nyx escucha un clic que indica que el hechizo se ha levantado. Cedric busca una explicación en su mirada, pero ella se encoge.
Thea aún no ha llegado, lo cual la hace sentirse inquieta. Nyx se espera, de brazos cruzados, mientras Cedric mira todo a su alrededor, como si buscara alguien que lo fuera a atacar.
—¿A dónde vamos?
Nyx piensa unos segundos antes de responder. No le sirve de nada mentir porque Cedric va a descubrirlo en unos minutos, igual que ella lo descubrió de manera inesperada el año anterior. Recuerda lo malo que fue. Lo incómoda que se sentía sin entender qué ocurría.
Así que se lo explica.
—Necesito que abras la mente. Que no pienses que se me ha ido la olla y me estoy quedando contigo.
—Creo que puedo hacer eso —responde él, con una sonrisa de lado.
Nyx levanta la mirada y sonríe también. Luego borra la sonrisa de inmediato porque no está acostumbrada a hacerlo delante de Cedric y aún se le hace raro.
—Te lo voy a explicar rápido y tú me vas a creer, ¿vale? —Él asiente—. Hay otro tipo de magia, más ancestral, que practican las mujeres en Grecia y que está directamente conectada con la naturaleza...
Cedric asiente muy despacio.
—Vale.
—Vale —repite Nyx. No está yendo mal del todo—. Las mujeres de la familia de mi madre la practican y... mi madre usó esa magia para protegerme cuando... nos atacaron los mortífagos, hace ya catorce años.
Cedric abre los ojos como platos.
—¿Te atacaron a ti?
—Sí. Mi madre me salvó pidiéndole a la luna que me protegiera y... eso hizo que esté conectada con ella.
—¿Por eso se te ponen las pupilas blancas?
Nyx frunce el ceño. No tiene ni idea de a qué se refiere Cedric.
—Bueno, hace que me cueste dormir por las noches y que por el día esté medio dormida y... Creo que me hace tener sueños raros o ser sonámbula...
—Ya...
—Te juro que es verdad.
Cedric asiente muy despacio. No parece que lo esté poniendo en duda, pero es complicado procesar algo así.
—Lo has explicado bien, tesoro —la felicita Thea, apareciendo detrás de ellos en ese instante—. Ahora, vámonos.
Cedric da un respingo.
Evidentemente, no se esperaba que Thea Galanis apareciera de la nada.
—No le he explicado por qué nos vamos ahora —responde Nyx, ligeramente molesta.
—20 segundos —dice Thea, antes de volver a desaparecerse.
Nyx mira a Cedric con alarma. Ahora llega lo importante. Cedric parece más perturbado por la aparición repentina de la abuela que por lo que está contando Nyx.
—¿Te acuerdas del cumpleaños de Philip? —continúa ella, buscando su atención—. ¿Cuando...?
—Claro que me acuerdo.
Nyx no puede verlo porque está oscuro.
No, sí puede verlo. Ahora que se centra en ello, se da cuenta de que le es fácil iluminar su rostro y ver que tiene las mejillas sonrojadas.
No me jodas.
Mira hacia el cielo y ve que las nubes que cubren el espacio en el que ellos están, se han despejado, dejando que la luna impacte de lleno sobre los dos. Cedric observa también el cielo y, cuando baja la mirada, sonríe.
—Ahí está: tienes las pupilas blancas.
—¿También las tenía en el cumpleaños de Philip?
Cedric asiente. Recuerda algunas partes de esa noche como si tuviera lagunas. Recuerda que le parecía que resplandecía bajo el eclipse, pero en el momento pensó que estaba alucinando.
—Era una noche de eclipse, Cedric, y al parecer, que tú y yo...
Joder, qué vergüenza.
Cedric también mira hacia otra parte, con timidez.
—Bueno, que es posible que hiciera, sin querer, algo y que...
—No entiendo, Nyx.
—No sabemos si te he pasado algún tipo de protección, porque lo que hicimos debajo de la luna, una noche de eclipse, suena a algo poderoso porque yo soy quien soy —explica Nyx, tragando saliva con vergüenza—. Pero eso explicaría que...
—Que viera una luna cuando me morí.
—Podría ser...
Cedric asiente muy despacio, asimilando aquello. Cuando Thea aparece y, con una sonrisa, los toca para volver a desaparecerse, Cedric sigue cavilando lo que acaba de escuchar.
Aparecen en el jardín tras la casa de Nyx. Cedric observa la casa de piedra con curiosidad antes de mirar hacia el suelo, donde Thea está sacando sus bártulos del maletín marrón.
—¿Y qué vamos a hacer exactamente?
Nyx se encoge de hombros. Ella desearía poder darle una respuesta.
—Vamos a preguntar si tienes esta protección —explica Thea con tranquilidad—. Por lo que he estado estudiando, es algo plausible. Alice descubrió cómo hacerlo, así que tiene que estar en algún libro que no he encontrado.
—¿Has mirado en las cajas del desván? —pregunta Nyx, arrancando las pielecitas de los dedos.
—No he tenido tiempo —se excusa Thea—. Pero me los llevaré, si a la buena de tu abuela le parece bien, aunque me da la sensación de que no va a tener más remedio.
Nyx asiente. Ella misma no ha buscado demasiado entre los objetos de sus padres. Hay algunas cosas que están por la casa, como álbumes de fotos y jarrones decorativos. La ropa y los objetos más personales fueron todos a parar al desván. Augusta no se atreve a tirarlos, por si alguna vez sirven de algo.
—¿Y a quién se lo vamos a preguntar?
Thea alza la cabeza y mira a Cedric con una sonrisa.
—Eres un chico de lo más curioso, ¿eh? —sonríe—. Eso me gusta.
Cedric sonríe ligeramente, pero parece quedarse esperando la respuesta.
—No te puedo decir mucho más, chico, se supone que los hombres no podéis participar en estas cosas. Esta magia es especial precisamente porque nos pertenece solo a las mujeres.
Nyx mira a Cedric con una disculpa en la mirada. Lo cierto es que ella no sabe demasiado acerca de la magia de su abuela; todavía no ha aprendido lo necesario y, honestamente, esperaba escapar de ella todo lo posible, pero si se confirma lo que está sospechando, entonces no tendrá más remedio que aprender.
Observa todo lo que hace Thea: saca un recipiente, saca su libro y rebusca entre las páginas. Nyx mira a su alrededor y busca la silueta de su otra abuela en la ventana, pero Augusta parece estar durmiendo. También deben de estarlo Connor, Hina y Todd, quienes se han trasladado a casa de Augusta por protección. No le parece ver ninguna luz ni ningún indicio de que alguien esté despierto en el interior.
—Bueno, empecemos.
Thea le tiende un pañuelo a su nieta y el otro se lo coloca ella sobre la cabeza.
—Cedric, quiero que te quedes quieto y que no digas ni una sola palabra, ¿de acuerdo? A no ser que yo te lo pida expresamente. Te colocaré esto —explica, señalando el recipiente—, en la frente en algún momento y no quiero que te lo retires ni nada por el estilo. ¿Confías en mí?
Cedric mira a Nyx. Ella asiente.
Si después de esto le sigo gustando, será un milagro.
Nyx piensa que si Cedric está dispuesto a pasar por algo así, o está muy desesperado por comprender lo que está ocurriendo o se fía demasiado de Nyx y de su abuela.
—Te llamamos, Madre.
La voz de Thea se proyecta tan bien que Nyx siente un escalofrío instantáneo. La abuela se retira su capucha.
—Hermana Thea —se presenta, marcando su frente con el ungüento.
Nyx sabe lo que tiene que hacer. Se retira el pañuelo y deja que su abuela trace una línea sobre su frente.
—Hermana Nyx.
Tiene las pupilas aún más blancas ahora que mira directamente al cielo. Cedric comprende enseguida que ese pañuelo en la cabeza se retira a modo de presentación.
—Queremos darte las gracias... —murmura Thea. Está distraída, así que la ceremonia no durará tanto como de costumbre. Menciona algo acerca del festival de verano en Makrinitsa, pero Nyx no presta demasiada atención porque está intentando evitar las ganas de ver qué cara pone Cedric al escuchar todo eso—. Te damos las gracias.
—Te damos las gracias... —repite Nyx, sin estar demasiado segura.
—Queremos preguntarte por el eclipse de abril, Madre. La Hermana Nyx te llamó. Tu Hija.
Nyx traga saliva. Parece que pasan unos segundos antes de que su abuela se gire y la mire.
—Deberías preguntar tú —susurra.
Nyx mira a su abuela con alarma. Titubea unos segundos antes de continuar.
—Madre... —empieza. No sabe qué decir. Que Cedric la esté mirando con los ojos abiertos como platos no ayuda demasiado—. Me preguntaba si... ¿decidiste proteger al chico que estaba conmigo esa noche?
Thea suspira antes de acercarse a Cedric con el dedo untado en el ungüento. Lo mira con una advertencia y Cedric se tira los mechones de pelo hacia atrás, dejando su rostro despejado. Thea marca su frente y le sonríe antes de mirar al cielo.
—Él es Cedric Diggory, Madre. La Hermana Nyx aprecia a este chico. Confía en él y, por tanto, yo también lo hago. Danos una respuesta, Madre, pues Cedric cruzó el umbral de la muerte y regresó.
Los tres se quedan en silencio. Y ahí es cuando Thea empieza a cantar. A Nyx le gustaría poder seguirla, pero no se sabe la letra, así que decide dejar de mirar a Cedric y mirar hacia el cielo y creerse de verdad que todo lo que está ocurriendo es cierto. Mira a la luna como si fuera su protectora, como si pudiera hablarle de verdad.
¿Qué hice aquella noche?
¿Le salvé la vida?
Le comienzan a llorar los ojos sin parar, sin poder hacer nada por evitarlo. La familiar sensación de picazón por todo el cuerpo empieza en las puntas de sus pies y sube poco a poco por sus piernas. Le arde la frente.
Cuando baja la mirada, su cuerpo está iluminado, y por primera vez se siente bien. Muy bien. Como si la luna estuviera respondiéndole ante su llamada.
Casi puede oírla, y eso que no tiene voz. La oye en el rugir del viento, en las hojas agitándose. Oye algo casi maternal. Es como si la estuvieran abrazando. Cuando el aire golpea sus extremidades y acaricia sus cicatrices, Nyx se siente parte de todo eso. El picor es ahora casi como un cosquilleo que la llena de energía, y cuando mira hacia la luna, sonríe.
Madre.
¿Qué le hiciste a Cedric?
¿Lo protegiste porque es el chico al que...?
No termina la frase porque oye un jadeo provenir de Cedric.
Baja la mirada al instante y se lo encuentra de rodillas en el suelo, intentando por todos los medios no tocarse la marca en la frente.
—Sé que te arde, Cedric, pero no te lo quites —le pide Nyx.
Él asiente con mucha dificultad.
—Me pica todo, me...
Mira hacia su pecho. Nyx mira también, y cuando comprende lo que está ocurriendo, se le corta la respiración. Cedric se sube la camiseta en busca de aquello que tanto le molesta.
El impacto del hechizo es ahora una extensión azulada sobre su pecho, con más intensidad en el centro que en los bordes. Es del mismo color que las cicatrices de Nyx y resplandece con la misma fuerza, iluminando los rostros de Thea y de su nieta.
—Por todos los dioses —exclama Thea, con las mejillas surcadas de lágrimas—. Mira eso, Nyx Esleen.
Nyx observa a Cedric, llorando también.
Le salvó la vida. Sin quererlo, sin intentarlo. Aquella noche en la que pensó que se dejó llevar por sus instintos carnales y por sus ansias, hizo algo mucho más poderoso de lo que pensaba que hacía.
Ni siquiera sé qué hice.
Pero bastó para que la luna lo protegiera. Para que lo tuviera en cuenta y lo devolviera a la vida tras perderla.
Cuando Cedric mira a Nyx con estupefacción, sus pupilas son blancas.
—Nyx... —musita él.
Ella se acerca y le toma de las manos. No sabe qué decirle, así que solo se las sostiene y observa cómo se tambalea de un lado a otro antes de caer sobre su pecho. Ella lo recoge en un abrazo y mira a Thea.
—Se ha quedado inconsciente.
Thea asiente y mira hacia el cielo una vez más.
—Gracias, Madre. Le salvaste la vida.
—Gracias —repite Nyx.
Ahora no sabe si se siente feliz con lo que hizo o culpable porque, tal vez, cambió el curso de la historia. No sabe si Harry habría sobrevivido de no haber sido ayudado por Cedric, pero es una posibilidad, y ahora no sabe qué hacer con esa culpa que siente.
Solo sabe que, sosteniendo a Cedric, vivo, en sus brazos, piensa que podría haber valido la pena.
Nyx maldice a su abuela y a todos los astros y satélites mientras carga con el cuerpo de Cedric por las escaleras. Lo ha conseguido hacer levitar lo suficiente como para que no pese tanto, pero o no le sale bien el hechizo o está demasiado nerviosa, porque claramente no es suficiente como para que suba las escaleras sin ayuda.
Tiene suerte de que el chico comience a volver en sí a mitad del recorrido y se sacuda por la impresión de tener los pies a unos cuantos centímetros del suelo. Nyx lo deja bajar y le tapa la boca con la mano para que no grite.
—Regresemos a tu habitación.
Cedric se observa el reflejo en el minúsculo espejo que cuelga de la pared. Busca en su frente los restos del ungüento, pero Thea se lo ha limpiado bien. Mira a Nyx sin atreverse a hacer la pregunta, así que ella calma su ansiedad.
—No ha sido un sueño. Ha sido real.
Cedric suspira con alivio. Se deja caer en la cama y, sin apuro, se levanta la camiseta en busca de la mancha azulada en su pecho, pero solo queda un minúsculo rastro negro que, seguramente, desaparecerá.
—¿Por qué se iluminó?
Nyx se abraza a sí misma mientras lo mira. No puede creerse que eso esté ocurriendo. Con Cedric. Que, de todas las personas, se lo cuente a él. Hina estaría chillando de saber que esto está ocurriendo.
—Si mi teoría es correcta, se ilumina bajo la luna porque fue ella quien te lo curó. Igual que mis cicatrices.
—¿La luna te curó lo del rayo? He visto que... —Cedric señala el brazo de Nyx.
Nyx se encoge de hombros. Ella tampoco entiende por qué se ilumina esa cicatriz en concreto, pero piensa que debe ser por eso, igual que las que se hizo huyendo del hombre lobo.
—Oye, Cedric, entiendo si esto te parece una locura y si... te da un poco de miedo. Y siento si...
—¿Estás de broma?
Ella aprieta los labios con desazón. No sabe por qué siente esa vergüenza inexplicable. Ese miedo al rechazo.
De Cedric, Nyx. ¡Cedric!
—Me salvaste la vida, ¿no lo entiendes?
Ella mira al techo y traga saliva.
—¿Y...?
—No sé si Harry habría muerto de todas formas —susurra—. Cuando me picaba todo, antes de desmayarme, he vuelto a revivir ese momento, Nyx. Fui a ayudar a Harry porque iba a caerse de todas formas. Tal vez, lo único que cambié fue... Que yo conseguí regresar porque tenía su varita. De no haberme hecho con ella, me habría quedado ahí.
—¿Eso piensas?
—Creo que me va a permitir dormir hoy, así que sí, eso pienso. Tal vez mañana piense algo distinto, pero hoy solo estoy agradecido de que me dieras esto.
Se coloca la mano sobre el pecho y la mira con seriedad. Nyx siente que le castañean los dientes.
—Me lío una noche contigo y te salvo el culo, Diggory, ¿te lo puedes creer?
Cedric la mira y sonríe de lado. Qué bien sienta sonreír. Le duele mucho menos el ceño que cuando está torcido en una mueca de amargura.
—Llego a saberlo y te habría besado mucho antes.
Eso es demasiado.
Nyx necesita estar sola. Necesita procesar lo que está ocurriendo, así que se peina el cabello hacia atrás y carraspea.
—Creo que es hora de volver a la cama, mañana hablaremos de...
—Quédate conmigo.
La voz de Cedric no tiene ni un poco de inseguridad ni súplica. Suena segura y calmada.
Quédate conmigo.
Despiértate a mi lado.
Abrázame al dormir.
Nyx quiere decirle que no. Que es demasiado. Que alguien podría encontrarles. Que se suponía que no iban a ser nada y que eso estaba bien.
Pero, en su lugar, estira la mano hacia Cedric y él la toma entre sus dedos y la acaricia.
Se tumban bajo las sábanas. Nyx no ha querido invocar su pijama porque se abrirá la puerta y hará ruido, así que Cedric le ha dejado una camiseta y unos pantalones cómodos y se ha girado cuando ella le ha pedido que lo haga.
—¿Cedric?
—¿Hmm?
—¿Qué estamos haciendo?
Cedric se gira para mirarla bien, pero Nyx no se atreve a mirarlo a él. Siente que acabará besándole.
—Dormir juntos. Si quieres.
—No me refiero ahora. Me refiero a...
Cedric suspira y vuelve a colocarse mirando al techo. Hay una grieta que surca el techo de la habitación de un lado a otro, y la examina todas las noches mientras intenta conciliar el sueño.
—Lo siento. Te dije que no podía ser nada ahora mismo y... esto es justo lo contrario.
Nyx mira también la grieta. Mira cualquier cosa para intentar calmarse, porque su codo y su pierna derecha están rozando el costado izquierdo de Cedric. Y eso la pone muy nerviosa.
—Yo tampoco quiero nada de eso, Cedric, pero... acabas de descubrir que le canto a la luna y que me protege y me da poderes y en lugar de mirarme raro me dejas tu ropa para dormir.
Nyx escucha la risilla de Cedric a su lado. Le recuerda a cuando estudiaban juntos y decía tonterías para hacerlo reír sobre su pergamino. Le suena muy familiar.
—¿Sabes qué, Nyx? —cuando dice su nombre, a Nyx le parece de lo más alienígena—. Puedes cantarle al satélite que quieras o tener cicatrices brillantes y ojos de colores, que lo más raro de ti siempre me parecerá aquel día antes de que todo se fuera a la mierda en el que viniste a mi habitación y me dijiste que te gustaba.
Nyx se atraganta con su propia saliva. Intenta ocultar su rostro todo avergonzado girándose hacia el lado contrario y mirando a la pared. El corazón le late con mucha fuerza.
—Sé que tendría que haberlo supuesto porque... bueno, hicimos lo que hicimos en el lago, pero te alejaste de mí y tenía miedo de que no te hubiera gustado y...
—¿Por qué no me iba a gustar?
Nyx se muerde los labios después de decir eso. No sabe si es la luna llena, que la deja inquieta, pero siente los nervios a flor de piel. Es muy consciente de cada uno de los milímetros que separan el cuerpo de Cedric de su espalda. Siente que el roce sería eléctrico, como esa noche que mencionan.
—Porque era mi primera vez —confiesa él, muy despacio—. Y me aterraba que a ti no te gustara, así que agradezco que tomaras la iniciativa.
Nyx se queda callada.
Era su primera vez.
Ni siquiera se dio cuenta. Ni siquiera lo pensó. No le parecía que fuera su primera vez cuando utilizó sus dedos, claro, pero él no se refiere a esa primera vez. Se refiere a lo de después.
—No lo sabía —musita. Se lleva un dedo a los labios y mordisquea la piel alrededor de su uña.
—No quería que lo supieras. ¿Lo habrías hecho de haberlo sabido?
Sí.
Si él hubiera dicho que sí, no le habría importado. Le habría sorprendido, igual que le sorprende ahora, pero no le habría importado porque sabe que aquella noche era solo el culmen de cientos de momentos en los que habría jurado que quería darle una bofetada cuando, en realidad, lo que siempre había querido hacer era besar esos labios rosados de una vez por todas. Sabe que era inevitable.
Como no responde, Cedric se vuelve a girar en su dirección y eso provoca que la cama se hunda bajo su peso. El cuerpo de Nyx se inclina hacia atrás por el movimiento y su espalda queda contra el pecho de Cedric. Los dos contienen la respiración.
Ella no se mueve. Cedric decide actuar. Siempre le funciona con ella.
La retó a quedarse en sus clases y lo consiguió. La invitó al baile y ella aceptó. Le dijo que estaba loco por ella y ella le besó.
Con Nyx siempre le vale la pena arriesgarse, lo tiene claro, y aunque sabe que no puede ofrecerle todo, ahora mismo le parece una mentira. Le parece que puede hacer frente a todo y a todos si, al final del día, sabe que puede estar junto a ella para hablarlo. No necesita que siempre le dé besos interminables o le mire con picardía, solo necesita su apoyo.
Bueno, está mintiendo.
Esta noche sí que le apetecen besos. Porque está cerca de él, lleva puesta su camiseta favorita y tiene los ojos del color de la luna. Solo quiere besarla sin parar.
Toma aire antes de atreverse. Deja que su mano actúe sola y la coloca sobre la cintura de Nyx. Ella vuelve a contener el aliento, pero no dice nada, así que la mano viaja un poco más hasta que toca su vientre y luego sube un poco más arriba.
Ella sigue sin decir nada.
Cedric se acerca un poco más, hasta que sus labios quedan detrás de su oreja. Ella se retuerce cuando nota el cosquilleo que provoca su respiración sobre el vello de su nuca.
Se le queda atorado un gemido en la garganta. Cedric se vuelve loco.
Estira los dedos para agarrar la tela de su camiseta y la sube como puede para dejar al descubierto la piel de Nyx. Sus dedos están calientes contra su piel fría cuando le acaricia el hueso de la cadera, que queda justo por encima del elástico de su pantalón.
—Si quieres que pare, dilo ahora —le advierte.
No me lo pidas. No me lo pidas.
Nyx no dice nada. Su cuerpo se agita ligeramente por la respiración apresurada. Cedric quiere seguir, porque ahora se ha acercado un poco más y su entrepierna roza su trasero y maldita sea. Ella tiene que estar notándolo. Es imposible que no lo note.
Nyx traga saliva. Por supuesto que lo nota. La certeza de lo que provoca ella en él es desconcertante y excitante a pares iguales y solo se pregunta por qué no viaja más allá por debajo de su ropa. No quiere que vaya tan lento. Quiere que arrase allá por donde pisa.
—Nyx...
—No pares.
Su mano izquierda busca un hueco bajo su cuello para colarse por el cuello de su camisa y agarrar uno de sus pechos. Nyx ahoga un suspiro y se pregunta qué será lo siguiente, porque Cedric deposita un beso sobre su cuello y eso es demasiado.
Le provoca un escalofrío tan grande que se remueve contra su cuerpo. Lo nota todavía más fuerte contra ella.
La otra mano aprovecha el movimiento de Nyx para atraerla por la cadera y pegarla aún más a él. Siente el cosquilleo de las ganas. Sabe que no se van a terminar hasta que consiga lo que quiere.
—¿Seguro?
Cuando Cedric dice esa palabra, no suena a Cedric en absoluto. Suena a Diggory, que es mucho peor, porque suena cargada de burla y de risa y de estás rogándome, Longbottom.
Y suena demasiado bien, así que se deja humillar en ese momento porque asiente desesperada. Ahí es cuando Cedric levanta el elástico del pantalón y de su ropa interior y explora más abajo, pegándola contra él tanto como puede para provocar ficción.
Nyx quiere gritar o hacer algo así que se tapa la boca para que nadie escuche. No llega a su varita desde donde está, así que tiene que hacer lo que puede por silenciar su respiración, y Cedric no colabora en absoluto.
Puede que aquella fuera su primera vez, pero el muy cabrón sabe lo que hace con las manos. Es igual de diestro que con la varita.
Su mano abandona su cuerpo y Nyx solo se pregunta qué está haciendo durante medio segundo porque nota que Cedric está deshaciéndose de su pantalón y su ropa interior antes de proceder a bajar los de ella. Quiere girarse a comprobarlo, pero no le da tiempo porque vuelve a notarlo muy cerca.
Contra ella. Su mano se vuelve a perder justo donde ella necesita. Su cuerpo se acerca desde detrás, casi como tanteando el terreno. Jugando con lo que podría ser.
—Nyx... —susurra él. La voz le tiembla por la desesperación.
—Sí...
Como me vuelva a preguntar si estoy segura le ladro.
—¿Tengo que usar...?
—La tomo todos los días—susurra ella.
Eso es suficiente.
La gira tomándola de las caderas y le arranca un beso de los labios. Nyx recoge su cuerpo entre sus piernas y trata de acercarse a él para no perder la fricción. No se separa cuando él se incorpora, sin soltarla, y ella queda sentada sobre su regazo.
—Tienes que intentar estar callada—le pide él, mirándola a los ojos.
Nyx asiente. Mira los de él.
—Tienes las pupilas blancas, Cedric —anuncia ella.
Lo dice como si nada, cuando, en realidad, le tiemblan un poco las piernas al ver algo así. Siempre le ha parecido estúpidamente guapo. Con ese pelo sedoso y brillante, esa sonrisa encantadora y esa manera de caminar elegante pero distraída. Le parecía tan guapo que era irritante, pero ahora, medio desnudo y debajo de ella, con las pupilas del mismo color que las suyas, le parece impresionante.
Aún más cuando él la toma de las caderas y la ayuda a descender, enterrando el rostro entre sus pechos mientras ella deja escapar todo el aire.
Terminan estirándose como pueden para silenciar la habitación con la varita. Lo que hacen es mejor que nadie lo escuche.
Lo que hacen es una clara muestra del miedo que sienten a no tener un nuevo momento para repetir algo así. No son nada o lo son todo, da igual. Tal vez se arrepientan al día siguiente. Tal vez, a la luz del día, uno procese lo que ha ocurrido o la otra se arrepienta y abra los ojos.
Pero da igual, porque ahora se arañan la piel y se muerden los labios y se buscan sin parar. Les da igual si esta vez la luna los ve y decide protegerlos a los dos o encantarlos o quién sabe. Será un problema para otro día.
U otra noche.
Hagamos como que me dejé todo preparado antes de irme de vacaciones y no me ha tocado editar esto en el coche y sin posibilidad de añadir mis diseños de siempre 🥺 lo arreglaré en el futuro :(
No sé cuándo subiré el próximo cap (que es un especial), espero que no muy tarde. La semana que viene seguro que no hay capítulo, gracias por comprenderlo 💖✨
Dejadme estrellitas porque aquí han pasado COSAS 🥵 Cedryx mi razón de vivir.
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