(𝟐𝟖) · 𝐄𝐧 𝐯𝐨𝐳 𝐚𝐥𝐭𝐚 ·

Nyx se siente perdida desde hace meses. Siempre ha tenido problemas para concentrarse durante el día, y cada vez tiene más claro que tiene algo que ver con lo que ocurrió en Grecia, pero desde hace tiempo su abuela ya no le responde en el cuaderno cuando le hace preguntas. Era un aspecto extraordinario de su día a día que estaba empezando a comprender y normalizar y ahora, de repente, se lo han arrebatado de cuajo y se ha quedado desubicada. Siente que ya no se reconoce.

Le pasa desde hace meses, en serio. No sabe decir cuándo fue exactamente, pero un día todo se torció y ya no se siente la misma. Es como si fuera una extraña metida en el cuerpo de una chica de diecisiete años. Una autómata que sigue con una vida que no es la suya. Ya no hay Quidditch, ya no hay clases con Cedric y ahora, en lugar de odiarle, le rehuye porque le da vergüenza mirarle. El mundo se ha vuelto patas arriba y ya no le encuentra demasiada emoción. Es como si le faltara algo.

Hina dice que lo que le falta es sexo.

—Hina, ¿te recuerdo que eres virgen y sin embargo tienes más energía que toda nuestra generación junta?

—Bueno, es que a cada uno le motiva una cosa. A mí me motiva el arte, Nyx, pero a ti... Bueno, te motiva el Quidditch, pero no hay de eso ahora, así que tienes que ir hacia otra actividad física: sexo.

—Te equivocas.

—Fóllate a alguien y confírmame si me equivoco, ¿has visto qué fácil?

Es otro intento de Hina de hacer que Nyx hable sobre por qué ya no acude a clases con Cedric Diggory. Su media ha bajado bastante desde entonces, excepto en Pociones, porque se pasa el tiempo libre estudiando por su cuenta para que Snape no tenga excusas para echarla de la clase.

No quiere volver a quedarse a solas con Cedric porque tiene miedo de que le entren ganas de besarle otra vez, lo cual sería terrible. No quiere volver a eso. No quiere volver a hacerse ilusiones por un chico y que le aplasten el corazón como hizo Fred con el suyo. Con él no se lo esperaba, pero, ¿con Cedric? Es como entregarse al enemigo y esperar que no te clave un puñal.

Es consciente de que se miente a sí misma y de que Cedric no es así.

Pero tampoco creía que Fred fuera así. Me podrían engañar otra vez.

Así que es más sencillo estar sola y no pensar en nadie más que en ella misma y sus notas, y con eso tiene más que suficiente. Está motivada sobre todo con Defensa, porque el loco del profesor Moody les está enseñando a resistir una Maldición Imperio y aunque ella todavía no lo ha conseguido, se muere de ganas de hacerlo. Sabe que es algo que te enseñan en el entrenamiento para auror, así que necesita pasar esa prueba con creces para demostrar que es válida.

Cedric, por su parte, se siente de manera muy similar. Solo que está decepcionado.

Está decepcionado consigo mismo y eso es algo nuevo, porque siempre ha sido muy seguro. Si había algo en lo que podía confiar, era en su capacidad de sacar todo de manera notable. Nunca nada de lo que se había propuesto le había salido mal.

Hasta ahora. Se propuso dar un paso más con Nyx, dejando claro que quería besarla, y no había ido bien. La había perdido por completo. Siente que la culpa es suya por hacerse ilusiones, así que se encierra en sí mismo porque no quiere hablar con nadie de su vergüenza.

También se propuso aprobar el examen de Aparición, pero lo suspendió. Es la primera vez que suspende algo en toda su vida, y esa humillación le acompaña cada día porque le tocó estar casi diez días en la Enfermería tras sufrir una despartición durante el examen. La vergüenza del fracaso se le había pasado rápido en cuanto había visto su brazo derecho en el círculo al otro lado de la sala. Después, había mirado hacia su torso para descubrir el agujero sangrante, sin su extremidad.

Si no tiene sus éxitos y su ilusión, no es él. Connor se lo dice, que está extraño. Que seguro que cuando se alce con la copa del Torneo volverá a ser el de antes. Todd intenta animarle con tonterías que al final le hacen incluso enfadar. Astrid intenta organizarle una cita, pero Cedric se acobarda en el último momento porque ya no se siente capaz ni siquiera de mantener una conversación larga con alguien. No mientras siga pensando en ella. Tienen una charla pendiente y sabe que, hasta que no le cuente en voz alta lo grande que es la herida en su orgullo y su autoestima, no se sentirá en paz consigo mismo.

Es el cumpleaños de Philip Quill y Connor les insiste a Asher, Hina y Nyx para que acudan también. Promete que va a ser una noche genial:

—Cena frente al lago, cervezas, unas velitas... ¡Y el eclipse!

Hina acepta como una loca porque le encanta eso del eclipse, pero Nyx ya está negando con la cabeza sin parar. Busca a Asher a modo de ayuda, pero él se encoge de hombros.

—¿Va Astrid?

Astrid y él están saliendo. Bueno, si les preguntas, no son nada exclusivo, pero se pasan el tiempo a solas y siempre vuelven despeinados o con el uniforme mal colocado. Además, tienen ese brillo de persona enamorada que ilusiona a Hina y a Connor y desagrada totalmente a Nyx.

Asher asiente y Nyx resopla con cansancio.

—Genial, me pasaré la noche leyendo en el dormitorio tranquilamente.

—Odias leer —le recuerda Connor.

—Ahora no tanto.

—¿Te lees lo nuevo que he escrito? ¡Cuando llegue del cumpleaños me tienes que decir lo que piensas! Me gustaría tener una lectora beta que me diga su opinión y... Bueno, quién mejor que tú, que eres mi amiga y me quieres y jamás me mentirías por nada del mundo... —empieza Hina, sabiendo que Nyx terminará diciendo que no.

—Vale, sí, te leeré —murmura con fastidio.

—¿En serio? —Hina parece contrariada—. Es bastante erótico, la verdad. He explorado un tipo de narración en primera persona a dos bandos y... Bueno, a veces se vuelve un poco pegajoso y la verdad es que esta vez he intentado añadir ilustraciones...

—Por favor, Nyx, dile que vienes para que se calle de una vez —suplica Asher, tapándose los oídos.

—No viene porque está Cedric —interviene Connor, sonriendo de lado.

—Eso no es cierto.

—Pues ven. Demuéstralo.

Como siempre, acude a regañadientes solo porque tiene demasiado orgullo y porque, si acepta que tiene un problema con Cedric, todos confirmarán sus sospechas. Sabe que todos piensan que ocurrió algo, pero ninguno de los dos ha abierto la boca, y esa es toda la información que tienen.

Ninguna.

Cedric parece altamente sorprendido cuando ve aparecer a todos. Connor les da la bienvenida a la pequeña fiesta de Philip. Como había prometido, hay comida y bebida a la orilla del lago, tendida sobre una gran manta de picnic en la que caben todos si se sientan en círculo. Philip parece bastante agradecido porque todos hayan acudido, y más cuando Hina le entrega unos pastelitos —que ha robado de la cocina pero nadie necesita saberlo— de parte de los tres.

Suena la música muy flojita en el radio cassette portátil de Connor.

—Sí que funciona fuera del castillo —explica él, mostrándoselo a los hijos de magos, que no están tan acostumbrados a la electrónica—. Hemos puesto hechizos silenciadores alrededor del lugar, pero prefiero hacer que suene flojito, por si acaso alguno falla.

No parece fallar en absoluto, porque cuando se beben un par de cervezas y le cantan el cumpleaños feliz a pleno pulmón a Philip, nadie acude a hacerlos callar. Astrid, Todd y Connor son un trío espectacular a la hora de animar la fiesta, y aunque no son demasiados y no hay demasiado que hacer, se lo pasan en grande cuando empiezan a jugar a imitar a gente del colegio.

—Eres Trelawney —adivina Nyx, señalando a Astrid.

Astrid, abriendo los ojos como platos para imitar la mirada aumentada tras las gafas de la profesora de Adivinación, se acerca a ella y dice con la voz cambiada:

—Bien visto, querida. ¡Se nota que tienes el ojo bien entrenado!

A Nyx le da un poco de vergüenza, pero finalmente realiza una imitación tímida de Snape, al igual que hizo el año anterior cuando se disfrazó de él para Halloween. Luego juegan a retarse a hacer cosas, porque aquello de besarse todos con todos ya no tiene tanta gracia porque todos son amigos, o eso dice Astrid. En realidad, últimamente no hay nadie a quien quiera besar más que a Asher.

Cedric tiene a Nyx delante todo el tiempo y se esfuerza sin parar por no mirarla. Han pasado cuatro meses desde el Baile y no se han vuelto a hablar más que para lo estrictamente necesario en la clase de Pociones, así que todo está tenso entre los dos y los demás se dan cuenta pero intentan rebajarlo con bromas y chistes.

—Asher, te reto a ir corriendo hacia el sauce boxeador y traer una ramita.

Asher vuelve quince minutos después con la rama en la mano, aunque se queja de un golpe en la rodilla que Hina le cura rápidamente con un movimiento de varita. Son retados a las cosas más estúpidas, desde bailes irlandeses a volteretas que dejan a Astrid por el suelo prometiendo que no puede beber ni una gota más.

Finalmente, llega el momento de retar a Nyx. Ella espera con nerviosismo su reto, ya que los de los demás han sido francamente exagerados en comparación a otras veces que han jugado a ese tipo de tonterías.

—Nyx, te reto a ser la más rápida en llegar hasta esa marca de ahí.

Connor señala un poste de madera que indica los primeros quince metros desde la orilla en el lago. En esos quince metros, en teoría, no hay mucho de qué preocuparse. No es tan profundo como para que haya criaturas peligrosas, y desde luego, el calamar gigante no podría nadar ahí. Sin embargo, está oscuro, es de noche y aunque están a mediados de abril, aún hace un poco de frío.

Nyx se lo piensa. Odiaría admitir que le da miedo, aunque la verdad es que sí que le atemoriza la perspectiva de acudir hacia allí sin poder ver bien lo que hay debajo, alrededor de sus pies. ¿Y si algo la agarra del tobillo? ¿Y si resulta que sí que hay alguna criatura?

—A ver si eres más rápida que Cedric.

—¿Qué?

Los dos han hablado al mismo tiempo y eso provoca que crucen la mirada por primera vez en toda la noche, aunque la retiran tan rápido que es hasta evidente que ocurre algo entre ellos.

—Bueno, no tiene gracia que vayas sola, el reto es ver quién es el más rápido en llegar hasta el poste —explica Connor, como si fuera lo más evidente del mundo—. Además, no tiene por qué ser peligroso, pero es mejor que vayan dos personas, por si acaso.

—¿Y por qué no vienes tú? —le pregunta Nyx, cruzándose de brazos.

—Bueno, yo ya he cumplido con mi reto y solo quedáis tú y Cedric por cumplir el vuestro y, sinceramente, es el único con experiencia nadando en ese lago...

—Oye, que yo también nadé —interviene Astrid, echándose el pelo hacia atrás.

—Tú tuviste suerte de dormir con la boca cerrada para que no te entrara nada mientras estabas ahí abajo —espeta Connor, causando las risas de los demás.

—¿No se supone que había un hechizo de limpieza? —pregunta Astrid, abriendo los ojos como platos.

—Sí, pero, ¿y si se te hubiera metido un pepino marino? Nunca se sabe —rebate Connor con una mueca—. Venga, Nyx y Cedric al agua. ¿O es que tenéis algún problema en ir juntos?

Se hace el silencio mientras todos esperan a que respondan a la pregunta. Nyx está a punto de largarse porque no quiere tener nada que ver con eso, pero le puede el orgullo. Se levanta por fin del suelo y deja la chaqueta en el regazo de Hina antes de comenzar a caminar en dirección al lago. Sus amigos empiezan a animarla y se levantan para acompañarles a la orilla. Cedric y ella empiezan a desvestirse rápidamente para acabar con ello cuanto antes. De nuevo, a Nyx no le hace especial ilusión que la vean con poca ropa, pero es de noche y tampoco es que se vea demasiado.

—Deberíamos llevar la varita, por si acaso.

Nyx coge su varita del bolsillo de su pantalón y mira hacia el poste. Es imposible que sea más rápida nadando que Cedric, pero lo va a intentar.

—No vale utilizar la varita para llegar hasta allí, ¿de acuerdo? —propone Astrid—. Solo podéis utilizarla para alumbrar o para defenderos en caso de que... Bueno, ya sabéis.

Nyx traga saliva y mira al cielo nocturno. Hace una noche preciosa y pensaba que iban a acudir ahí a ver el eclipse que está a punto de ocurrir y, sin embargo, como siempre, sus amigos han convertido el acontecimiento en una excusa para beber y pasárselo bien.

—Que gane el mejor —murmura Cedric.

Nyx se gira y lo mira con una ceja levantada antes de volver a fijar los ojos en su objetivo. No quiere hacerlo, no le apetece en absoluto, pero necesita una victoria. Necesita volver a sentir algo. Necesita recordar por qué le caía mal Cedric en lugar de por qué le apetece hablar con él todo el rato.

—¡Ya!

Se lanza al agua y ahoga un grito porque está verdaderamente helada. Nunca ha sido muy buena nadadora, así que le cuesta un poco establecer un ritmo de brazos y piernas para avanzar rápidamente, pero Cedric es mucho más veloz.

—¡Ay, mi pie! —exclama ella, fingiendo que algo ha atrapado su pierna.

Cedric deja de nadar al instante y se gira para ver qué ha pasado, nadando en su dirección para ayudarla. Nyx espera a que alumbre con su varita hacia su pie para aprovechar que se distrae y empezar a nadar de nuevo.

—¡Eso es trampa!

—¡La única regla era no usar la varita! —grita ella, nadando como puede en dirección al poste.

Esos quince metros son eternos, pero está tan centrada en llegar que ni siquiera piensa en las formas que hay a su alrededor en el agua y que son sospechosamente oscuras. Agita los brazos tan rápido que seguro que ofrece un espectáculo patético desde fuera, pero no le importa porque quiere ganar. Abre los ojos de nuevo y, por fin, ve que el poste está solo a medio metro. Se lanza con fuerza hacia el trozo de madera y lo roza con las uñas.

—¡Llegué!

Cedric lo toca inmediatamente después, pero de poco sirve porque sus amigos están celebrando la victoria desde la orilla. Nyx se aferra al poste buscando un poco de tranquilidad, cogiendo aire como puede, mientras que Cedric se queda nadando alrededor con fastidio.

—Felicidades, aunque ha sido con trampas.

—Lo repito: no había reglas, así que no puede haber trampas —recalca Nyx, con una sonrisilla.

Es muy cómodo volver a sentirse mejor que él en algo, hacía tiempo que no le pasaba. Él sonríe y por un segundo todo vuelve a ser como antes y Nyx se da cuenta de cuánto lo ha echado de menos. Burlarse de él y que él se burle de ella era una costumbre que ha perdido y, sin duda, una de las razones por las que últimamente se sentía vacía.

—¡Es Filch! —grita Hina desde la orilla.

—¡Es Filch, chicos, Filch! —repite Philip.

Nyx y Cedric se giran a la vez para observar la figura del conserje cojeando en dirección del grupo de amigos en tierra. Empiezan a correr despavoridos en dirección al castillo, huyendo del conserje.

—Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hacemos?

Cedric no dice nada, pero parece igual de alterado que Nyx. Se queda esperando a que Filch mire en su dirección.

—Con suerte no nos verá.

Pero Filch, a pesar de lo mayor que es y lo chalado que resulta en muchas ocasiones, tiene una vista infalible, y pronto alumbra con su farol magnificado en dirección al lago, así que Cedric no duda en colocar una mano en el hombro de Nyx y meterla debajo del agua al mismo tiempo que se hunde él.

No enciende la punta de su varita porque podría desvelar su posición, así que espera bajo el agua sin soltar a Nyx unos cuarenta segundos hasta que no puede más y, finalmente, nada hacia detrás del poste, tirando del brazo de Nyx para que le siga. Salen a la superficie intentando hacer muy poco ruido. El poste no es lo suficientemente ancho como para taparlos a los dos si están uno al lado del otro, así que esconde a Nyx detrás de él y se asoma.

—Sigue ahí —susurra Cedric—. Seguro que no se va hasta que se asegure de que no hay nadie.

—Maldito viejo...

Cedric se esconde de nuevo y se gira en dirección a Nyx. Detrás del poste, el agua ya cubre un poco más y no tocan el suelo con los pies, así que tienen que moverlos sin parar para mantenerse a flote, lo cual es complicado porque hace mucho frío.

Cedric enfoca el cuerpo de Nyx con la varita y le lanza el hechizo para entrar en calor que se lanzó a sí mismo durante la prueba, y luego lo repite sobre su propio cuerpo. Nyx siente enseguida la ráfaga caliente que se enrosca alrededor de su cuerpo y se acuerda inevitablemente del baño de los prefectos, en el que Cedric la hizo entrar en calor también con un hechizo similar.

—Gracias.

Cedric asiente, restándole importancia. Se asoma una vez más y chasquea la lengua al ver que Filch sigue ahí, así que se esconde de nuevo y mira de nuevo a su acompañante.

Están por fin solos después de cuatro meses y están casi exactamente igual que la última vez que estuvieron así de juntos: mojados, en silencio, de noche. Sin embargo, esta es una de esas ocasiones en las que Cedric juraría que los ojos de Nyx tienen un brillo blanquecino de lo más extraño, sobre todo ahora que se reflejan las olas del lago en sus pupilas.

—¿Qué pasa?

—Te brillan un poco los ojos.

Nyx frunce el ceño, pero no parece enfadada, sino extrañada.

—¿En serio?

Cedric asiente.

Están muy bonitos.

No lo dice, claro. No quiere volver a fastidiar el momento.

Pero sí que lo están. Están preciosos porque ella está preciosa, con el pelo todo mojado y la cara completamente despejada. Es como si la luz de la luna, cada vez más escasa porque está comenzando el eclipse, la hiciera brillar de manera diferente.

Le parece que no decirle que está preciosa es como mentir. Es un pecado en ese momento. Se muerde el labio sin parar mientras la mira, porque ella también lo está mirando a él y no aparta la mirada. Se siente estúpido mirándola sin parar.

—¿Por qué te fuiste?

Cedric lo dice con la misma súplica que dijo su nombre el veinticuatro de diciembre del año anterior. Es la misma pregunta, en realidad, la misma duda en su mirada y la misma angustia en su pecho.

Para Nyx es similar, porque la respuesta también es la misma.

—No lo sé.

Aunque sí lo sabe, y le da mucho miedo decirla en voz alta, porque ponerle palabras y sonidos es como hacerlo realidad. Hasta entonces, ha sido un secreto que no ha salido de su mente y podría quedarse ahí para siempre, como una suposición o una simple fantasía.

Le da miedo decirle que lleva cuatro meses pensando en él sin parar y han sido cuatro meses de lo más angustiosos que le han recordado a Fred y le han reabierto las heridas. No se acuerda de Fred porque quiera volver con él o porque lo eche de menos. Lo que pasa es que se acuerda de sí misma con Fred: de cómo dependía de su cariño y de su atención y de cómo se abrió completamente y eso, de alguna forma, no fue suficiente para él. Tiene miedo de no volver a ser suficiente para alguien.

Nyx le mira sin querer los labios y luego mira hacia arriba, hacia la luna. Quisiera hacer como su abuela y preguntarle cosas a la naturaleza, como hace ella. Su abuela jura que le habla y le da todas las respuestas que necesita.

¿Qué debo hacer, Madre?

Nota que algo le roza el pie y sabe que no ha sido Cedric porque él está frente a ella, así que da un ligero respingo y se acerca hacia él.

—Me ha tocado algo el pie.

Cedric mira con disimulo hacia donde está Filch y luego alumbra hacia sus pies, pero no encuentra nada. Sin embargo, Nyx tiene ahora la mano apoyada en su pecho y no la aparta. Cedric mira sus dedos y luego sigue el recorrido del brazo de Nyx hasta llegar a su hombro, sigue por su clavícula, continúa por su mentón, sus labios, su nariz y, finalmente, sus ojos casi blancos.

¿Por qué demonios tienes los ojos blancos?

Joder, Nyx. No te entiendo en absoluto y eso es lo que más me gusta de ti.

Le da rabia que le diga que no sabe por qué se fue y que luego lo mire así. Se empieza a enfadar porque él no lleva cuatro meses con ese debate moral en su cabeza; él lleva ya dos años pensando en ella sin parar, y cada día es más confuso que el anterior y está un poco cansado de tanto ir y venir. Es injusto para él. Quiere saber de una vez si tiene alguna oportunidad para ver si así su mente o su corazón o lo que demonios sea que rige sus sentimientos desiste y decide no volver a pensar en ella.

—Si no lo sabes, ¿por qué aceptaste venir conmigo al Baile?

—Para molestar a los demás.

No mientas.

Cuando Nyx jura que ha estudiado, siempre mira hacia otro lado. Cedric comprobaba que era mentira al preguntarle por el contenido del tema. Por eso sabe reconocer que está mintiendo ahora.

—Bailabas conmigo en la oscuridad, a solas en mi cuarto. No te hacía falta bailar bien para molestar a los demás.

—Perdón por no querer hacer el ridículo —masculla ella.

Pero Cedric percibe la duda y el nerviosismo en su voz. Observa cómo se hinchan sus fosas nasales al intentar tomar aire. Cuando Cedric traga saliva, nota la emoción atrapada en su garganta.

Así que se acerca un poco y se promete que si Nyx se aparta, él dejará de acercarse.

Pero Nyx no se mueve ni un poquito.

—Bailaste conmigo después, cuando ya no teníamos que ensayar. En el baño.

Nyx frunce el ceño. Se suponía que esas cosas quedaban entre los dos y no se mencionaban nunca jamás. Está molesta por tener que hablar de ello.

—Estaba medio dormida.

—No, medio dormida estás siempre en clase. Ahí, aunque te acababas de despertar, estabas muy despejada, Nyx.

—Nunca me llamas Nyx.

—Nyx —repite él, esta vez con más fuerza. Está enfadado. Quiere molestarla y quiere que empiece a hacer frente a lo que está pasando en lugar de huir de él. Quiere ver qué hace cuando no tiene escapatoria. Así que la adrenalina se apodera de él y le hace alzar la voz con fuerza, con el corazón en un puño—. Nyx, Nyx, Nyx.

—Eh...

—Nyx, joder, estoy loco por ti. ¿Acaso no lo sabes o es que no lo quieres saber?

Ella no dice nada, pero de su garganta se escapa una mezcla entre grito ahogado y suspiro. Cedric se aventura como jamás se ha aventurado y su mano avanza bajo el agua y aferra a Nyx de la cintura. Ella se aprieta contra él, sintiendo la rodilla de Cedric entre sus dos piernas. Algo se desata en algún lugar en su interior. La lengua parece que se le deshace en el interior de la boca, porque se ve incapaz de hablar.

—Nyx —continúa Cedric, armándose de valor. Tiene la mirada fija en sus ojos, sin vacilar. No sabe de dónde sale esa ráfaga de sinceridad, pero poco importa ya porque, si no continúa, de nada habrá servido llegar hasta ahí—. Eres testaruda y protestona y siempre estás de mal humor, y aun así me vuelves loco y no puedo dejar de pensar en ti por más que lo intente. No es justo que lo sepas y no me digas nada.

Está en silencio. Es el silencio más inquietante e interminable del mundo para Cedric. Se enfada mientras la mira mirarle.

Di algo, joder.

—Si me dices que tú no quieres lo mismo, lo dejaré estar, pero necesito un no. No que huyas —espeta, aferrando con más fuerza sus caderas y notando la contracción de sus muslos alrededor de su pierna. Cedric casi se atraganta con su propia saliva—. Dime que no. O dime que sí. Di lo que sea, pero di algo. En voz alta.

Los ojos blancos de Nyx van a parar a sus labios antes de cerrar los ojos y levantar la cara hacia el cielo nocturno. Cedric mira una vez en dirección al eclipse que baña el cielo y luego observa de nuevo su rostro pálido bajo la luz de las estrellas. No puede aguantar más.

Con el estómago contraído por los nervios, se acerca muy despacio para depositar un beso sobre su mentón. Ella aspira fuertemente ante la sorpresa, pero se acerca todavía más a él, rozando su pecho contra su torso.

Nyx.

Nyx le clava las uñas sin querer en la espalda cuando él se acerca un poco más y su rodilla acaricia su entrepierna. Cedric baja un poco el rostro y ahora deposita un beso en su cuello que dura más de dos segundos, mientras respira su perfume ahora que por fin puede olerla tan de cerca.

—¡¿Quién anda ahí?! —grita Filch. Ha debido escuchar algo, porque el farol alumbra en dirección al poste.

Cedric se hunde de nuevo, con Nyx bien aferrada a su cuerpo porque no piensa dejarla ir.

Esta vez, conjura el encantamiento casco-burbuja alrededor de los dos y le da un toquecito a Nyx en el hombro para hacerle saber que puede abrir los ojos y respirar sin problema. Ella los abre con cuidado y mira a su alrededor, sorprendida por poder ver bien debajo del agua, aunque todo está tan oscuro que apenas ve algo más allá de lo que alumbra la tenue luz de la varita de Cedric.

Pero le basta con verle a él. Cedric acuna su rostro con su mano libre, dejando una tenue caricia con su pulgar y atrapando su mirada.

Se observan durante un segundo y parece que están a punto de gritarse o lanzarse el uno sobre el otro.

Eligen lo segundo. Se lanzan a la vez porque a los dos les gusta ser los primeros en todo.

Sus labios se buscan como buscarían el aire de la superficie de no tener un encantamiento a su alrededor. Se estrellan como dos meteoritos, el uno contra el otro, y las explosiones ocurren en algún lugar en el interior de sus cuerpos, muy cerca de la zona baja de su estómago. Es un beso cargado de anhelo, ardor y un deje de frustración contenida. Cuando Nyx entreabre los labios para dejar escapar un suspiro, Cedric recoloca la mano en su mejilla y acaricia su mentón con el pulgar antes de volver a guiarla para juntar sus labios de nuevo, acariciando su nuca con el resto de la mano.

Nyx se deshace bajo el toque de Cedric, consciente de que su mano rodea su mejilla para guiarla en el beso, así que se aventura y alza los brazos para introducir sus dedos entre sus mechones de pelo. No puede evitar gemir de la manera más sutil que le permite Cedric al no separarse de sus labios. Hacía meses que tenía ganas de saber cómo sería tocar su cabello.

Con la mano libre, Cedric la aferra de la cintura y, por alguna razón, Nyx se siente minúscula entre sus brazos. Quiere que apriete aún más. Quiere que deje de existir un solo centímetro del espacio que los separa.

Cedric la gira y la coloca contra el poste y enroscan sus lenguas, igual que enroscan sus cuerpos. Sus caderas se chocan sin parar y Nyx abre sus piernas para tratar de juntarse a él todo lo que puede. Le martillea el corazón contra el pecho por los nervios, pero está en el séptimo cielo en ese momento mientras él acaricia su baja espalda sin parar y le muerde ligeramente el labio inferior, como si todavía quisiera decirle de más formas que lo vuelve loco.

Loco.

A ella sí que le vuelve loca. Le pone de los nervios y le lleva hasta niveles insospechados de frustración, pero jamás había pensado descargar todo aquello contra sus labios. Siente cómo se le va el enfado y toda la desgana que tenía acumulada desde hace meses. Se deja llevar como si se dejara llevar por la mismísima corriente del lago, solo que él no piensa arrastrarla a ningún lugar.

No con ese torbellino de energía que les inunda mientras se besan sin parar, como si absorbieran electricidad el uno del otro. Cedric tiene los ojos cerrados y jura que puede notar la luz cegadora de las pupilas blancas de Nyx contra su piel, pero sigue besándola sin parar porque tiene miedo de que se rompa la burbuja que los envuelve y ponga fin a su sueño.

Hasta que notan la primera ola.

Pasa por encima de sus cabezas y hace que se desestabilicen. Se separan por fin y se miran con extrañeza antes de que Cedric mire hacia arriba y les haga subir con el mismo impulso. Salen a la superficie para descubrir que el lago está tan revuelto que casi parece el mismísimo océano en una noche de tormenta.

—¿Pero qué...?

Una ola avanza en su dirección y tienen que agarrarse al poste para que no se los lleve por delante. Nyx se asegura de que Cedric esté bien sujeto y él hace lo mismo por ella cuando impacta otra ola sobre sus espaldas.

—¿Estás bien? —pregunta uno de los dos.

—¡Sí, pero tenemos que salir de aquí! —responde el otro.

Esta vez, sí usan sus varitas para impulsarse como pueden en dirección a la orilla. Ni siquiera Filch les espera cuando llegan; o bien se ha cansado de buscar a alguien o bien se ha asustado por el oleaje repentino del lago.

Cedric y Nyx se quedan tendidos sobre la manta de picnic en la que ya no queda nadie, jadeando e intentando recuperar el aire, pero sin dejar de mirar el lago. Es un espectáculo hipnótico. Las olas se mueven sin parar y rompen contra el poste de madera y contra la orilla por la que han entrado y salido al lago.

—¿Crees que es por el eclipse?

—¿La marea?

—Sí. A veces se crean olas en el lago, pero no como esto. Jamás lo he visto así.

Cedric se encoge de hombros. Nyx tampoco sabe responder, pero no le sorprendería en absoluto que la naturaleza tuviera algo que ver.

O quién sabe qué. El mundo se ha vuelto loco. El lago parece un océano revuelto y ella se ha besado con Cedric.

Y me ha gustado.

Se quedan en silencio, tiritando en la oscuridad. El lago frente a ellos deja de tener importancia cuando se acostumbran a él y se acuerdan, por fin, de lo que estaban haciendo antes de que ocurriera.

Y vuelven otra vez, porque sí, porque no hace falta excusa. Si ya han dado el paso, de nada sirve dar tres hacia atrás.

—¿Seguro que quieres? —susurra él.

—Sí, Cedric, sí.

—Nunca me llamas...

Cedric.

Suena rarísimo escuchar su voz diciendo su nombre. Cedric no sabe si le suena a insulto o a ruego, pero qué más da. Ha dicho su nombre.

Cedric aprisiona a Nyx bajo su cuerpo y ella le da la bienvenida sin ningún problema, hundiendo la cara en su cuello y dejándose besar y acariciar por quien solía considerar su archienemigo. Qué seguras parecen las manos de Cedric sobre su piel helada; casi parecen capaces de arrancarle el frío de cuajo y hacerla sentir el calor más intenso en su bajo estómago.

Nyx se abre de piernas para dejar que se acerque más y casi brinca de la impresión al volver a notarlo tan cerca como les permite estar la tela de su ropa interior. Cedric esconde sus labios en algún lugar de su clavícula y Nyx no tiene ni idea de lo que está haciendo, pero coloca su mano sobre su nuca para evitar que se aleje y se detenga. Sea lo que sea, está enviando corrientes eléctricas por toda su espalda y no puede evitar mover sus caderas en busca de más fricción.

Solo que Cedric termina alejándose, y es porque se atreve a depositar besos interminables por su cuello, sobrevolando su esternón y su estómago y evitando deliberadamente las partes de su cuerpo que están cubiertas por ropa interior. Cuando besa la cara interna de sus muslos, a Nyx le parece que le está cargando de electricidad en aquella zona y que necesita desesperadamente que la descargue. Y solo existe una forma de descargar una energía como esa.

No se cree lo que está pasando cuando Cedric la mira directamente a los ojos y besa justo encima de su monte de venus, sujetando sus caderas entre sus manos e introduciendo los pulgares bajo el elástico. Parece que esté tentándola. También parece notar su tensión, así que retoma su viaje rozando la piel de su estómago con los labios hasta que llega por fin de nuevo a su cuello.

Cedric estira el brazo derecho tanto como puede y acaricia su muslo; tan despacio que Nyx se desespera y empieza a susurrarle súplicas contra el oído que negaría poniendo la mano en el fuego si Cedric se atreviera a decir que fueron reales. Él ni siquiera tiene que pensárselo; tener a Nyx suplicándole que haga algo por solucionar su necesidad es demasiado para él, que hace un esfuerzo sobrenatural por no romperse encima de ella. Se ruega a sí mismo que deje de estar tan nervioso y se centre en el momento. No puede fallar.

Obedece más a sus propios instintos que a sus palabras suplicantes cuando aparta la tela de su ropa interior utilizando solo dos dedos.

—Joder, .

La voz de Nyx sale ahogada, muy de dentro de su garganta, casi como si saliera desde el lugar concreto hasta el que han llegado los dedos de Cedric. Ahora él ni siquiera está pensando en si lo está haciendo bien o si se hacía así o si a ella le gustará, solo lo está haciendo. Rápido, lento, sin parar. Como ella quiera. Que le suplique lo que quiera que él la complacerá.

Jamás pensó que vería la cara de Nyx al alcanzar el clímax bajo su cuerpo, quedándose rota por unos segundos y recomponiéndose, todavía con sus dedos removiéndose en su interior y rozando exactamente donde toca. Jadea debajo de él y arruga la frente mientras nota la corriente de placer que revuelve sus entrañas.

No le da tiempo a disfrutar de la imagen porque Nyx abre los ojos que hace unos segundos estaban en blanco y lo mira con desafío. Casi enfadada.

Siempre está enfadada.

Cedric teme que sea un enfado de verdad. Que le haya mentido cuando le ha suplicado que lo hiciera y ahora se enfade por atreverse a tocarla.

Pero está muy equivocado. Nyx lo aparta y él rueda sobre su costado, casi aterrorizado. En lugar de marcharse, Nyx se coloca encima de él, atrapando su cuerpo entre sus piernas. Cedric la mira con los labios entreabiertos. Uno de los tirantes de su sujetador se ha deslizado por su brazo y Cedric tiene la imperiosa necesidad de recolocárselo o de retirar también el otro. O la prenda entera.

—No me mires —sisea Nyx.

Él cierra los ojos al segundo. No la va a mirar, no.

La anticipación por el qué va a pasar se disipa al siguiente segundo. Nyx está dejando besos justo por encima de su ombligo y está bajando cada vez más. Cuando introduce los dedos por debajo de la goma de sus calzoncillos, Cedric siente que se pierde y que algo deja de conectar en su cerebro, porque Nyx Longbottom no puede estar...

Sí que está. Sí que lo est...

No tiene sentido nada de lo que piensa. Son pensamientos completamente inconexos y entrecortados. Solo tiene tiempo de atrapar los mechones de Nyx entre sus dedos y suplicar por su vida que aquello no termine jamás. Que dure para siempre o se repita muchas veces más en el futuro, que sus manos nunca dejen de estar sobre su cuerpo. Que sus ojos le miren desde esa posición con la misma fascinación y superioridad por siempre.

Está a punto de romperse bajo su roce, y es entonces cuando ella se separa por fin y gatea por encima de él, volviendo a colocarse por encima y sentándose sobre su entrepierna desnuda. Cedric entreabre los ojos para observar qué está pasando, y la ve deshaciéndose de su sujetador y dejándolo a un lado.

Sigue siendo preciosa.

Nyx advierte que le está mirando y frunce el ceño. Su mano se dirige de lleno a su cuello, y Cedric mantiene la respiración durante medio segundo. Nyx sube el pulgar que envuelve su cuello hacia sus labios y se los acaricia con una mezcla de brusquedad y cariño. Se los cierra justo después.

—Cállate.

—Me callo.

Nyx sonríe.

Joder.

—Me callo, pero estás impresionante.

—Shh.

Le cierra los ojos y luego busca sus manos sobre la manta. Cedric se deja guiar y nota cuando Nyx coloca sus manos sobre su cuerpo. Percibe que está acariciando sus piernas, luego sus caderas y su cintura y, finalmente, sus pechos, que él recoge en cada mano y aprieta con cuidado. Cedric cree que va a explotar cuando ella roza su entrepierna contra la suya otra vez. Y luego otra. Y otra. Y otra. Tiene que pedirse a sí mismo un poco de control.

Aguanta, aguanta, aguanta.

Nyx se tumba sobre él. Se está deshaciendo del resto de su ropa interior.

Esto está ocurriendo, Cedric.

Tendrías que haberla besado mucho antes.

Cedric aprovecha que está de nuevo cerca de su rostro para volver a recogerle los mechones de pelo entre sus dedos y acercarla a él y besarla, como intentando reafirmar que aquello está ocurriendo de verdad. Como si quisiera decirle a Nyx que para él, lo que está pasando, no es solo sexo. Que él la quiere para mucho más que eso.

Puede que las palabras de Nyx hacia él no sean las más románticas, pero sus besos demuestran algo muy distinto. No parece tan apresurada ni enfadada cuando se funden sus labios con los de él y se le queda atrapado el aliento en la garganta.

—¿Seguro que quieres? —él lo susurra con preocupación. Quiere tener su confirmación para traerle de vuelta a la tierra y hacerle saber que es real.

Ella abre sus ojos del color de la luna y asiente contra su frente. Respira tan rápido que apenas puede hablar. Deposita otro beso, mucho más suave, sobre los labios de Cedric.

Poco después, él está pensando mil cosas a la vez y no pensando ninguna en absoluto. Se le ha quedado la mente en blanco en cuanto ella ha descendido sobre él y ha notado la calidez de su interior. Lo mira desde arriba y está rotando sus caderas y él la tiene bien agarrada de la cintura, los pulgares apoyados sobre las caderas, ayudándola a mantener el ritmo. Cuando se atreve por fin a abrir los ojos, la ve sobre él, de espaldas al hermoso espectáculo que ofrece el cielo nocturno durante ese eclipse y el agua del lago que parece batida por una fuerza invisible.

Nada de aquello le parece tan hermoso, imponente o peligroso como Nyx Lonbgottom moviéndose al ritmo de las olas, su pelo despeinado cayendo por sus hombros y por delante de sus pechos y los ojos cerrados y el rostro levantado en dirección a las estrellas. Le parece una diosa de la noche en ese momento, y cuando ve que su cuerpo parece rodeado de una luz azulada y la cicatriz de su frente se ilumina sin parar, se piensa que se lo está imaginando. Que debe ser la señal que lo impulsa hacia el clímax y hace que ella gima su nombre con desesperación.

Mi nombre.

Se quedan solos, en silencio. El uno contra el otro.

Bajo el eclipse, que les guarda el secreto. Es otra de esas verdades que es mejor no decir en voz alta, para que no se haga del todo realidad.

Gracias por la inspiración para este capítulo a FINNEAS por su Around my neck, al tiktok con la canción de Mujeriego y, sin quererlo, a Hentai de Hina Motomami (broma pero no tan broma). No, pero de verdad que cuando lo escribí solo tenía el estribillo y luego salió la canción y enamorá de tu pistola (quien sabe sabe) y crush esa ola. No os lo toméis en serio, por favor JAJAJAJA.

Capítulo dedicado a la bella de ohmyweirdo, a quien vi en persona este fin de semana y puedo confirmar que no es un señor de 70 años. Gracias por obsesionarte con la historia conmigo y por este finde, por no entender los juegos de mesa igual que yo y usarme de cámara de The Office y por las miles de risas. Tkm <3

Capítulo 29 el lunes (tocaría domingo pero he decidido aplazarlo un día para que sea más equitativo) y el ansiado (o temido) capítulo 30 el viernes. No sé qué broma de mal gusto es esta de que se tenga que acabar esta historia, con lo bien que me he pasado escribiéndola y subiéndola. En fin, elokeai (como diría Nora).

Os tkm gracias por el apoyo 💙

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