(𝟐𝟏) · 𝐂ó𝐦𝐨 𝐬𝐨𝐫𝐭𝐞𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨 ·
—¿Que el profesor ha hecho qué?
Nyx no puede creer lo que ha escuchado cuando Seamus se lo cuenta durante la comida. Se levanta de su asiento y corre en dirección al despacho del nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.
Es un señor de lo más grotesco. Tiene una pata de madera, el rostro surcado de cicatrices y uno de sus ojos ha sido reemplazado por un ojo mágico que, con toda seguridad, puede ver a través de los materiales sólidos. Estar en su presencia es escalofriante, y aunque Nyx conoce su nombre porque sabe que es Auror y pertenecía a la Orden del Fénix, verlo en persona le bastó para entender por qué su abuela hacía una mueca cada vez que lo mencionaba.
En su primera clase, el profesor había practicado los hechizos no verbales con ellos. Nyx había sido la primera de todos en conseguir formular uno, pero para ella no tenía ninguna sorpresa. La abuela ya se lo había enseñado el año anterior, más o menos, y no le había funcionado simplemente porque no le funcionaba nada. Pero ahora, con una buena herramienta entre sus manos y la teoría más que aprendida, había sido tan fácil como lanzar un simple Expelliarmus. Además, practicas mucho la magia no verbal cuando intentas sacar un solo hechizo cincuenta y tres veces seguidas susurrándolo, gritándolo y maldiciéndolo entre jadeos para ver si hay suerte. Por supuesto que Nyx había intentando conjurar algo con el poder de su mente en más de una ocasión.
No es que de repente Nyx sea una alumna ejemplar o que el cambio de varita haya supuesto la diferencia entre el suspenso y el sobresaliente. En lo demás, Nyx es una estudiante común. Es solo que la Defensa la lleva en la sangre.
Y en todo lo demás. Gracias a la abuela.
Pero lo que ha escuchado decir a Seamus no le ha hecho demasiada gracia. Una cosa es practicar hechizos complicados de defensa y ataque, pero las Maldiciones Imperdonables son algo muy distinto.
Se abre la puerta del despacho del profesor Moody antes de que ella golpee la superficie con sus nudillos. Sabe que el profesor la ha visto a través de la madera de la puerta con su terrorífico ojo mágico.
—Pasa, pasa. Tú eras Longbottom también, ¿no?
—¡Neville!
Lo cierto es que Nyx esperaba encontrarse a su hermano llorando o en estado de shock después de que el profesor haya demostrado frente a él la Maldición Cruciatus, aquella que encamó a sus padres para siempre. Cuando hablan sobre ese tipo de hechizos, Neville siempre suele quedarse absorto en sus pensamientos.
Pero este Neville está entusiasmado, con un nuevo libro entre sus manos y una sonrisa de satisfacción.
—Hola, Nyx. ¡El profesor Moody me ha prestado este libro!
Nyx mira el libro de herbología en las manos de Neville y luego mira otra vez al profesor Moody. No se le ha ido todavía el enfado, así que decide tratar de averiguar de una vez por todas qué es lo que ha ocurrido.
—¿Es cierto que les ha mostrado las Maldiciones Imperdonables a los alumnos de cuarto?
—Pronto os las enseñaré a vosotros también, si eso es lo que preguntas, Longbottom.
—¡Pero eso es ilegal! ¡Es un billete directo a Azkaban!
—No veo a nadie deteniéndome —bufa el profesor, realizando un sonido gutural que con toda probabilidad debería ser una risa—. Olvidas que soy Auror.
Eras. Te jubilaron porque empezaste a perder la cabeza.
—Y según me ha dicho Neville, pretendes seguir los pasos de tus padres y entrar también en la Oficina de Aurores. ¿Cómo pretendes aprender sobre la magia oscura si no te enfrentas jamás a ella?
Nyx abre la boca para hablar, pero no sale ni una sola palabra cuando coge aire. Tarda unos segundos en organizar sus ideas.
—No es que no quiera acercarme a ella. Es que estos alumnos son menores de edad y mostrarlo así, tan...
—Era una araña.
—Es un ser vivo —termina Nyx, metiendo las manos en los bolsillos—. Sabe perfectamente que algo así puede crear un trauma en una persona joven.
—¿Te creó algún trauma a ti?
Nyx tiene que luchar con todas sus fuerzas para no sacar la varita de su bolsillo y apuntar directamente a aquel hombre por decir algo así. También podría agarrar la balanza que hay sobra su mesa y darle en el ojo con el extremo, pero se aguanta las ganas porque no quiere acabar castigada.
—¿Cómo se atreve?
—Nyx y yo no estábamos presentes, profesor —confiesa Neville, guardándose el libro en la mochila. Ahora parece un poco menos entusiasmado al haber vuelto a hablar de Maldiciones Imperdonables.
La boca de Moody se tuerce todavía más y su ojo los observa sin parar, pasando del uno al otro en cuestión de segundos. Nyx echa mucho de menos a Remus en ese momento. Nunca tendrá un profesor tan bueno como él.
—¿No estabais presentes? ¿Ni siquiera la niña?
La niña. La niña era yo.
—Estábamos en un armario —sisea Nyx, agarrando a Neville del jersey y tirando de él para que se levante—. Así que no, no vimos nada, pero llevamos viendo cuáles son los efectos de la Maldición Cruciatus desde hace más de trece años. Estamos más que servidos.
El profesor parece contrariado. Se apoya en su bastón para ponerse en pie y comienza a caminar en dirección a la puerta del despacho. Mientras espera a que Neville se ponga en pie, saca una petaca de su bolsillo y le da un sonoro trago. Nyx se guarda lo que piensa de que un profesor beba alcohol en mitad del día. Prefiere no decir nada porque quiere largarse lo más pronto posible.
—Eran muy buenos en lo que hacían, los Longbottom. Obstinados, sí, pero muy valientes, hay que reconocerlo. —Cuando habla, casi parece que mastica las palabras—. De los mejores Aurores que jamás habrá.
Nyx aguanta el aliento. Eso ya lo sabe. También sabe que el profesor se ocupó personalmente del entrenamiento de sus padres, pero eso no quita que sea irrespetuoso y que su forma de enseñar a los alumnos no sea la más adecuada.
—No van a aprender a lanzar Maldiciones, Longbottom. Van a aprender a defenderse de ellas, que es mucho más útil que cualquier otro hechizo que puedas aprender en este colegio.
—Nadie tendría que aprender a defenderse de las maldiciones porque, en teoría, nadie debe atacarte con ellas. No en esta década.
Cuando dice eso, siente un escalofrío. Hace menos de un mes que ocurrió el ataque a los muggles en el Mundial de Quidditch, frente a cientos de espectadores.
—Yo no estaría tan seguro, chica. El peligro siempre está donde uno menos lo espera.
Querida Nyx Esleen:
Todavía no he encontrado nada acerca de ya sabes qué, pero estoy empezando a elaborar una teoría.
No, niña, ¡no te la pienso contar por aquí! ¡A saber quién puede leer esto! Lo hablaremos la próxima vez que nos veamos. Tal vez vaya a visitaros en Navidad, si Augusta es tan amable de dejarme pasar un par de días en vuestra casa. Si no, seguro que el bueno de Phil me hace un hueco en ese torreón en el que vive. Ya sabes cómo es mi Algie, jamás se me ocurriría pedirle algo así. Además, me dan alergia todos esos gatos que tiene, ya lo sabes.
De momento, mientras continúo investigando, necesito que tomes este cuaderno que acompaña a la carta y escribas en él todas las cosas que te ocurran y te parezca que son extrañas, especialmente por la noche, que es cuando más... Bueno, ya lo sabes. También necesito que prestes mucha atención a las fases de la luna. Si vuelves a apagarla, por ejemplo, eso es algo digno de mención.
Todo lo que escribas lo podré leer yo en el mismo cuaderno, ya que tengo una copia. Tu abuelo fabricó esa maravilla de invento, ¿no es fa?
En fin, cuídate mucho, tesoro. Te echo de menos como el mar echa de menos a la orilla.
¿Te ha gustado? Tu abuela es toda una poeta.
Nos vemos pronto,
T.
Nyx observa el cuaderno entre sus manos. Su abuelo había hecho dibujos sobre el cuero, que Nyx traza con el dedo siguiendo la forma del manzano que hay sobre la cubierta. Las hojas son de papel reciclado, muy resistente. En cuanto dibuja un saludo para su abuela, este desaparece. Probablemente, haya viajado hasta su copia en Makrinitsa, donde Thea pueda leerla.
¿Ocurren cosas extrañas a mi alrededor?
Nyx piensa si acaso ocurren más cosas extrañas de lo usual. En realidad, desde que llegó al colegio otra vez, no ha experimentado nada más extraño de lo que suele ver a su alrededor. El profesor Moody es extraño, desde luego. Limpiar calderos los viernes es agotador. Sus amigos siguen igual que siempre, y ella, aunque ahora tiene mejores resultados en clase, sigue teniendo dificultades para prestar atención porque siempre tiene sueño y se queda absorta y...
Coge el cuaderno y escribe exactamente eso:
Abuela, siempre he tenido problemas para mantenerme despierta durante el día, y siempre me cuesta dormirme por la noche. A veces, cuando lo hago, tengo sueños extraños. Otras veces he caminado sonámbula y he despertado en otro lugar.
La tinta se borra ante sus ojos, letra por letra. Observa cómo el texto desaparece con el corazón acelerado. Nunca le había prestado demasiada atención a aquello porque es algo que le ha ocurrido desde siempre. No había pensado que fuera extraño, solo le había parecido molesto.
Aparece la primera letra de su abuela, en una caligrafía torcida y exagerada. Nyx tarda casi un minuto en poder leer todo el mensaje.
Eso es muy interesante, cielo. Necesito que tomes nota de todo esto a partir de ahora. Apunta los días en los que tienes esos sueños, en los que caminas sonámbula...
Nyx corre a por uno de los libros del año pasado de Adivinación, ya que Hina insiste en tenerlos todos a mano, y busca los calendarios lunares. El libro incluye los calendarios desde hace veinte años y los de dentro de veinte más. Arranca la página en la que se incluye el de este año y el siguiente y se la guarda en el bolsillo, no sin antes fijarse en que Hina tiene marcadas todas las lunas llenas y nuevas, con anotaciones en japonés.
Probablemente intentaba pillar al profesor Lupin.
No sabe si lo que hace es una tontería o si tiene todo el sentido del mundo, pero es demasiado tarde para arrepentirse porque ya le ha destrozado el libro a Hina. Y ya se ha decidido a hacerlo, y cuando Nyx decide algo, es difícil sacárselo de la cabeza.
Cuando los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegan a Hogwarts, lo hacen a lo grande.
La comitiva de Francia aparece de entre las nubes, volando en un hermoso carruaje plateado tirado por Abraxans. Cedric observa el cielo con fascinación mientras el vehículo planea sobre el colegio en dirección al patio en el que esperan los estudiantes de Hogwarts. No puede evitar escuchar los cuchicheos de Hina delante de él, susurrándole a Connor al oído.
—Muy bonito, pero, ¿has visto lo mucho que se mueve el carro? Ahí dentro los franceses deben estar agarrándose como pueden y suplicando por sus vidas. Yo vomitaría seguro.
Cedric tiene que evitar empezar a reírse y se tapa como puede, agachando la cabeza para esconder su sonrisa detrás de su bufanda amarilla. Connor mira hacia atrás y niega, riéndose también. Desde que Cedric ha descubierto a la Hina de verdad, sus guardias de prefectos son mucho más entretenidas.
Ahora juegan a Adivina qué y Cedric, de verdad, que nunca lo adivina. Hina lo sabe todo y eso significa que ahora Cedric también. Y Astrid, por extensión. Los dos se han acostumbrado al humor oscuro y fuera de lugar de Hina y, aunque a veces terminan ligeramente horrorizados, es adictivo. Se encuentran buscando siempre un momento en el día para ir a por ella y que les anime con una de sus ocurrencias.
El carruaje aterriza con elegancia sobre el patio de piedra de Hogwarts y de repente parece como sacado de una obra de teatro muggle. Cedric comprende por fin la expresión "como pez fuera del agua" cuando ve el precioso vehículo de plata contra la estampa escocesa de piedra oscura, montañas de hierba verde y brezo. No tiene nada que ver.
Tampoco se parecen en nada a los ingleses los estudiantes que salen del carruaje, todos ataviados con unos refinados uniformes azul claro y un sombrero a juego. Por cómo se encogen y se abrazan a sí mismos, Cedric sabe que esos uniformes no están preparados para el frío, lo cual no tiene ningún sentido, porque se supone que Beauxbatons está en los Pirineos. Cabría pensar que el uniforme sería de una tela resistente a las bajas temperaturas.
Todd codea a Cedric y le señala un grupo de alumnas nuevas.
—Alguien tendrá que resguardarlas del frío, ¿no crees?
Todd le guiña un ojo y Cedric suspira.
—¿Y serás tú quién lo haga?
Cedric cree con toda seguridad que serán los búlgaros de Durmstrang en cuanto los ve pisar tierra firme. Han llegado navegando en un barco oscuro que ha surgido desde el interior del Lago Negro. Cedric, de nuevo, se pregunta cómo demonios ha llegado ese barco ahí si el lago es un cuerpo de agua cerrado, pero cree que tendrá demasiado miedo de preguntarle a los búlgaros en cuanto ve sus rostros de mal genio mirar al gentío.
—Me da que van a ser ellos los que les quiten el frío, Todd —murmura Cedric. Cuando se gira a ver a su amigo, él está señalando a otro lugar.
—¿Ese no es Viktor Krum?
Sí, es Viktor Krum, y Cedric no puede quitarle los ojos de encima. Se le había olvidado que él aún cursaba el último año en Durmstrang, a pesar de estar jugando para la selección búlgara.
Voy a compartir clases con Viktor Krum.
Si salgo campeón, me enfrentaré a Viktor Krum.
La perspectiva no le emociona en absoluto, en realidad, pero, joder, ¡es Viktor Krum! Si Viktor le pisara, Cedric le pediría perdón por haberse interpuesto en su camino, así se siente al verlo pasar frente a él. Poco importa que su equipo perdiera en el Mundial porque, incluso entonces, el joven demostró que era un buenísimo buscador.
La mesa de Hufflepuff parece ligeramente decepcionada por que ninguno de los estudiantes extranjeros haya decidido sentarse con ellos. Los de Durmstrang se han colocado en la de Slytherin, y los de Beuaxbatons en la de Ravenclaw. Todd observa a las estudiantes francesas sin parar hasta que por fin una de ellas le dirige una mirada. Él le guiña el ojo a modo de saludo y la extranjera hace una mueca antes de volver a girarse.
—Me da que no vas a tener suerte —le susurra Philip, riéndose.
—Es que los franceses son así, siempre parece que están de mal humor, pero seguro que en el fondo le he gustado —se excusa Todd, sin hacer demasiado caso.
—Yo creo que no todos son así —comenta Connor con diversión, saludando a un chico de Beauxbatons que le sonríe con las mejillas sonrojadas.
Cedric le envuelve la espalda con un brazo y le da unas cuantas palmadas en el hombro para darle ánimos. Le gustaría no formar parte del escrutinio que los estudiantes de Hogwarts están realizando sobre los recién llegados, pero es que es inevitable. Es algo nuevo y llevan otros uniformes y por un segundo se cree aquella estupidez del efecto grupo que le contó Todd el año anterior, porque allá por donde mira todos le parecen guapísimos. Incluso entre el grupo de Durmstrang, las chicas parecen fieras y desinteresadas y eso le impone y le atrae a partes iguales.
No sé a quién te recuerdan...
—Buenas noches, damas y caballeros. Un especial saludo a nuestros huéspedes —proclama Dumbledore, haciéndose oír por encima de todo el murmullo—. Es para mí todo un placer daros la bienvenida a Hogwarts y desear que vuestra estancia sea placentera. El torneo quedará oficialmente abierto tras el banquete. Ahora, ¡a disfrutar!
Los alumnos invitados parecen gratamente sorprendidos al observar las fuentes de comida aparecer frente a ellos, pero también es una sorpresa para los ingleses encontrar nuevos platos entre el menú. Cedric se acerca ligeramente a una fuente con sopa de marisco que hay frente a él y la huele para tratar de distinguirlo.
—Es comida francesa —explica Hina, que no tarda en servirse—. Y eso no recuerdo como se llama, pero es búlgaro y lleva queso y está rico.
Hina coge un pedazo de una especie de tarta salada que hay frente a ella.
—¿Qué? Mi madre es la embajadora, ya os lo he dicho veces de miles. Viajamos muchísimo.
—Miles de veces —la corrige Connor, echándose también sopa francesa.
—Perdona, ¿cuántos idiomas hablabas tú?
—J'en parle quatre.
Hina hace una mueca cuando Connor le responde. No ha sido muy inteligente por su parte meterse con él precisamente con los idiomas, ya que Connor habla con bastante fluidez francés, alemán y chino. Cedric tiene mucha envidia sana de su amigo, porque sus padres son muggles y se preocuparon mucho por su educación desde pequeño y sabe idiomas, pero también sabe montar a caballo y estudia economía y matemáticas los fines de semana. Para él es un fastidio, pero Cedric lo admira por la dedicación que le pone a todo eso. Sus notas en clase quizás no sean las más altas, pero teniendo en cuenta que da el doble de asignaturas que los demás, es bastante impresionante.
La cena llega a su fin y Cedric aún nota el sabor del caramelo de su profiterol en los dientes cuando Dumbledore se vuelve a poner en pie.
—¡Bien! Es momento de que el Torneo dé comienzo, pero debo explicar unas cuantas cosas —anuncia Dumbledore, captando la atención de todos—. Primero, permitidme presentaros a Bartemius Crouch, el director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, y a Ludo Bagman, director del departamento de Deportes y Juegos Mágicos.
Los alumnos aplauden a los recién llegados. A Cedric le suenan todos sus rostros porque son compañeros de trabajo de su padre, y aunque Ludo fue jugador de Quidditch y es muy famoso, Cedric también ha oído hablar de Crouch. Su padre lo llama Barty y dice que más vale no hacerle enfadar.
—Los señores Bagman y Crouch han trabajado día y noche para organizar el Torneo y junto al profesor Karkarov, Madame Maxime y vuestro servidor, formarán parte del tribunal que juzgará las hazañas de los campeones —continúa Dumbledore.
Cedric no puede evitar sonreír por lo nervioso que está. Tiene el presentimiento de que ese Torneo será verdaderamente importante y cada cosa que sabe sobre él hace que le den más ganas de participar.
Filch acerca un enorme cofre enjoyado a Dumbledore. Cedric no cierra los ojos para no perderse nada.
—Habrá tres pruebas en este Torneo que tendrán lugar a lo largo de este curso escolar y medirán a los campeones en función a sus habilidades mágicas...
Yo soy muy hábil con la varita.
—A su osadía.
Soy muy valiente.
—A sus dotes de deducción.
Sobra decir que soy inteligente.
—Y a su capacidad para sortear el peligro.
Yo soy...
Bueno, nunca me he enfrentado al peligro. En el Mundial huí de los Mortífagos.
Eso cuenta como sortearlo, ¿no?
—Habrá tres campeones, uno por cada escuela. Se puntuará su actuación en cada una de las pruebas y el campeón que haya obtenido el resultado más alto se hará con la Copa de los Tres Magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.
Dumbledore realiza un giro de muñeca y golpea tres veces la parte superior del cofre. Este se desmorona ante las miradas de los impresionados estudiantes y deja ver un viejísimo cáliz de madera. De su interior, surgen unas llamas de color blanco azulado que tiemblan bajo las luces del comedor.
—Quien quiera presentarse, deberá escribir su nombre en un trozo de pergamino y echarlo al cáliz. Tenéis veinticuatro horas hasta que el cáliz decida devolvernos los tres papeles con el nombre de los alumnos seleccionados.
Cedric se da cuenta por fin de que está mordiéndose las uñas con nerviosismo y lleva demasiado tiempo sin pestañear. Ya está pensando en el trozo de pergamino que le ha quedado libre después del ensayo para Historia. Ya está imaginando cuándo será la mejor hora para ir a echar su nombre.
—Debo recalcar —continúa Dumbledore, con pesadez—, que todo aquel que quiera presentarse deberá meditar mucho su candidatura. Una vez el nombre de un campeón salga de este cáliz, estará obligado a participar en el Torneo hasta el final, pues una vez echáis vuestro nombre habréis firmado un contrato mágico vinculante. Debéis estar muy seguros de que queréis formar parte del Torneo y no tomar esta decisión a la ligera...
—Es mejor que no tengas la edad, Nyx.
Cedric pierde por fin la atención y se gira para escuchar la conversación de Hina y Nyx. La segunda parece ligeramente enfadada por no poder participar.
—¿Participarías, Longbottom? —pregunta Cedric, con una ceja levantada.
—¿Participarás tú?
—Por supuesto.
Lo ha dicho a la ligera, justo lo que Dumbledore ha aconsejado no hacer, y de repente se pone a pensar si verdaderamente quiere presentarse.
Una vez echado el nombre, no hay vuelta atrás.
Mira a Nyx y se ve obligado a apartar rápidamente la mirada, porque parece ser que ahora le da vergüenza mantenérsela. A pesar de que llevan dos meses siendo compañeros de Pociones y quedando dos veces a la semana —cuatro horas de clase, en lugar de ocho como el año anterior— para las lecciones extra. Han acordado que necesitan dedicar dos de esas horas a Pociones y las otras dos para cualquier asignatura que haga falta. Nyx apenas se quejó cuando llegaron a ese acuerdo: ya descubrió el año anterior que le valía la pena sacrificar ese tiempo con tal de tener buenas notas.
No le dio las gracias por todo aquello, pero tampoco se quejó, lo cual, viniendo de ella, es todo un paso. Cedric se trabó varias veces durante la primera media hora de la primera clase, pero entonces Nyx se puso vacilona, como siempre, y todo volvió a ser tan familiar como de costumbre. Su dinámica de burlarse el uno del otro les funciona perfectamente, y aunque Cedric la mira de reojo y siente que hay algo distinto porque Fred ya no la espera al salir de clase y a veces acuden juntos a la sala común, no hace nada por cambiar su relación.
Ni en mil años se atrevería a decirle lo que siente. Sabe que es un caso perdido. Hina insiste en que no, que Nyx sencillamente no sabe lo que quiere y es posible que aún no esté lista, pero que, en un futuro, lo estará. Y él debe estar esperando a que llegue ese momento. Astrid, por su parte, propone que o se lo diga ya o que se busque mientras tanto a otra persona. Eres demasiado guapo y joven como para perseguir a alguien que no quiere nada contigo. Aprovecha para meter...
Bueno, Astrid nunca fue muy sutil. A Hina le fascina su carácter atrevido. Cedric finge que se horroriza cuando las escucha para hacer pasar sus mejillas sonrojadas de vergüenza por unas de enfado.
—¿Te piensas que puedes ganar? —inquiere Nyx, mirándolo de arriba a abajo. Cedric traga saliva con fuerza.
—¿Crees que tú podrías ganar? —repone Cedric, con una sonrisa burlona.
—Sabes que sí.
—Si tuvieras la edad, sería divertido ver quién de los dos sale elegido.
Sería como uno de nuestros retos.
Solo que Cedric no sabe si querría que Nyx saliera elegida y se arriesgara el cuello en el Torneo. ¿Y si volviera a tener problemas con sus hechizos? ¿Y si su temperamento le juega una mala pasada? Piensa que si Nyx saliera campeona, no sentirá envidia. Sentiría miedo, a pesar de que la ve completamente capaz de presentarse y hacer un buen trabajo. Una jugadora de Quidditch tan fiera como ella no tendría problemas.
Ella también es hábil. Ella es muy valiente. Ella es muy lista. Ella sí ha sorteado el peligro.
¿Qué soy yo? ¿Quedaré en ridículo si salgo elegido y pierdo?
¿Qué pensarán todos de mí?
Capítulo tranquilito hoy, porque es mi cumpleaños y ya eso se lleva todo el protagonismo 😎😎😎
Curiosidades: nací el 30/03 sobre las 00:30 y Nyx tiene 30 capítulos y el primer capítulo tiene 3003 palabras. Ahora, mientras escribo este cap, Nyx tiene 3.3k de visitas. El 3 es mi número fav, por cierto (:
Muchas gracias por leer, os tkm como siempre 💙 se vienen cositas 💙
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