(𝟐𝟎) · 𝐋𝐨𝐬 𝐥í𝐦𝐢𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐜𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 ·

Cuando Nyx sube al tren el 1 de septiembre, tiene una sensación rarísima. No tiene ni idea de a qué se debe, pero, a la vez, siente que es porque ya nada es igual ni continuará siéndolo.

Hace una rápida comparación con el año anterior, cuando se subió a ese mismo tren, y se da cuenta de que todo ha cambiado drásticamente de un año para otro. Había comenzado su quinto curso de la mano de Fred, pensando que aquellas tediosas clases con Cedric Diggory tendrían su recompensa porque podría sacar buenas notas y seguir estudiando para su trabajo soñado.

Lo que había pasado había sido que tanto estudiar no había servido absolutamente de nada y que Fred, a pesar de todo, se había terminado enamorando de alguien más. También le había caído un rayo, si nos ponemos a sumar problemas, pero aquello sigue pareciendo sacado de uno de los cuentos de Hina, porque, ¿a quién demonios le cae un rayo?

A mí, claro. Cómo no.

Ahora se sube al tren pensando que no sabe qué esperar de este nuevo año escolar y cuando todos la miran, no sabe si la miran porque sigue siendo la pobre desdichada cuyo novio rompió con ella o porque todos saben que cantó bajo la luna llena en un círculo de piedras. Es imposible que lo sepan a no ser que Luna se haya ido de la lengua, porque ni siquiera se lo ha contado a Neville. Mucho menos a la abuela Augusta, que la interrogó incesantemente nada más llegar y darse cuenta de que estaba extraña.

Tiene la sensación de que todo el mundo puede ver sus cicatrices luminosas, por mucho que ella no pueda verlas cuando se mira en el espejo. Una parte de ella sigue pensando que todo fue un sueño, porque la abuela no le había permitido hablar de eso a la luz del día y Luna se lo había tomado muy en serio y le encantaba hacerse la loca cada vez que Nyx preguntaba.

Sabe que no lo fue porque se acuerda demasiado bien y porque desde entonces se siente inquieta todas las noches, como si algo la observara desde la ventana. Se ve obligada a cerrar las cortinas para que no entre la luz de la luna, como si quisiera escapar de ella. Se mira disimuladamente la mano una vez cada hora para comprobar que todo está en su sitio. Que no sale una luz azulada de entre sus nudillos.

Nyx avanza por el pasillo arrastrando su baúl. Se separa de Neville, que comparte asiento con Dean y Seamus, y continúa hacia el vagón donde están los de su curso normalmente. Por supuesto, esa extraña sensación de que nada será igual le da de golpe en la frente porque se encuentra a Fred y Angelina en mitad del pasillo.

Ella está apoyada en la puerta del compartimento. Él tiene un brazo colocado alrededor de su cintura y el otro se apoya contra la puerta, de manera que ella queda acorralada frente a él.

Eso también me lo hacía a mí. Y yo era lo suficientemente estúpida como para sentirme especial.

Ni siquiera tiene ganas de llorar o de sentirse miserable. Después de casi tres meses, la fase de tristeza ha dado paso a la fase de rabia. Ya no siente que ella tuviera la culpa de nada. Ahora toda la culpa es de Fred.

—Paso —musita, acercándose a ellos. Es imposible pasar si Fred no se mueve.

—¡Nyx! —exclama él, apartándose de inmediato con un carraspeo. Tiene el pelo mucho más largo—. ¿Qué tal el verano?

Nyx lo mira con una ceja alzada. Piensa que, si él la intenta tocar, le soltará una dentellada o se pondrá a ladrarle. No le apetece tener una conversación incómoda por mera educación y solo para que él se sienta un poco mejor consigo mismo.

Sin embargo, si no responde es como si estuviera diciendo me hiciste mucho daño en voz alta para que todos la oigan. Y no quiere que nadie sienta lástima.

—Bien.

Los dos la miran con pena. Fred apenas puede aguantarle la mirada, pero Angelina es como si quisiera pedirle perdón y no se atreviera a decirlo

Se sienten culpables por haberme traicionado.

—No te vi por el mundial, Nyx. ¿No fuiste?

Si no me viste, será que no fui, ¿no?

Ahora es Angelina quien ha hablado y es casi peor. Nyx no quiere enfadarse con Angelina porque el que le hizo daño fue Fred, que era quien tenía una relación con ella, no Angelina, pero siente rencor de todos modos. Por mucho que Angelina no tuviera la culpa de enamorarse de Fred, ella y Nyx solían llevarse bien y hablar a menudo. Y ella le devolvía los abrazos a Fred y dormía sobre su hombro. Nyx siente que Angelina también se había estado riendo de ella a sus espaldas.

—Obviamente no. Si me disculpáis.

Se hace paso como puede, sin importar si pisa los pies de Fred con las ruedas del baúl. Busca frenéticamente el compartimento donde están sus amigos porque necesita huir de la situación o si no empezará a gritar y a llamar la atención.

Se cae en el asiento al lado de Connor y le da un medio abrazo —uno entero es demasiado personal— y luego le da un codazo a Asher, porque ellos sí que no son de abrazarse. Asher le responde con un golpe suave en el gemelo y una sonrisa escueta que desaparece al instante.

—Vaya cara de muerta que llevas, Nyx. ¿Todo bien? —pregunta Connor, masticando un poco de regaliz.

—Vaya, qué amable, Connor. Tú también tienes un aspecto horrible —sisea ella con resquemor.

Connor deja escapar una carcajada. Asher, por su parte, niega con fingido cansancio. Nyx siempre ha pensado que son el grupo de amigos más dispares de todo el colegio, y que por eso es precisamente por lo que funciona su amistad. Connor y Hina compensan la seriedad de Nyx y Asher, lo cual hace que no se metan en tantas peleas. Nyx y Asher, por su parte, evitan que los otros dos se dejen llevar por sus fantasías.

—Me refería a que tienes cara de mal genio y apenas acabamos de empezar el curso. ¿Qué ha pasado?

—Don y Doña lagartos, eso le ha pasado. —Hina entra en el compartimento y se deja caer junto a Connor, robándole un bocado de su regaliz—. ¿O me equivoco?

Connor le da el resto de su regaliz, porque no es de estas personas a las que no les importa compartir saliva, y se asoma a ver a Fred y a Angelina en el pasillo. Se mete de nuevo en el compartimento con una mueca.

—Mira, sé que lo has pasado mal por ese gilipollas, pero... ¡Me alegro tanto de no tener que volver a fingir que me cae bien!

—Estoy de acuerdo —le secunda Asher, levantando la mano.

—A mí tampoco me caía bien —se suma Hina, terminándose por fin el regaliz.

—Vale, lo capto. No volveré a salir con nadie nunca jamás —musita Nyx, cruzándose de brazos.

—Eh, que no hemos dicho eso —dice Hina, señalándole con el dedo—. No es que no queramos que salgas con nadie. Solo queremos que la próxima persona con la que salgas no sea gilipollas.

Connor se ríe con ganas antes de darle otro medio abrazo a Nyx. Quiere hacerle saber que la molestan con el tema porque ya no es tan grave. Porque saben que ella necesita bromear para olvidarse de verdad de lo que pasó.

Después, comentan su verano. Consiguen sacarle a Asher que estuvo visitando a sus abuelos, los muggles. Connor cuenta —sin que nadie tenga que preguntarle—, que ha dado por fin su primer beso, y Hina se pasó todo el mes de julio en un campamento en Japón con su hermano antes de volver y acudir al Mundial.

—¿Fuiste volando en gaviota, Hina? —se burla Connor. Ha echado mucho de menos a Hina.

—¿A que te tragas una hostia?

Nyx observa a sus amigos pelearse y Asher le da un apretón en el antebrazo que le dice que todo irá bien. Que es un nuevo curso y que harán lo posible por que sea bueno. Nyx intenta creérselo, y se queda dormida poco después.

Cómo odia madrugar.

Los nudillos en la puerta llaman la atención de sus acompañantes. Cedric está plantado en la entrada del compartimento.

—¿Vamos al vagón de los prefectos, Hina?

—Hola a ti también, Connor, ¿qué tal tu verano, tío? Me alegro de verte, hermano —se saluda Connor con sarcasmo al notar que Cedric no ha dicho nada.

Cedric carraspea y mira a su amigo con una sonrisa. No es culpa suya que no haya saludado, es que se ha puesto nervioso porque...

Ya sabemos por qué. Está intentando hacer como que la figura de Nyx, apoyada en la ventana del tren con la cara medio tapada por su propio cabello, no le genera ningún tipo de emoción. Es la primera vez que la ve desde junio y se había mentalizado para hacer como que no le importaba, para ver si así, cuando llegara ese momento, no se le aceleraba el corazón por los nervios.

Pero no. Se le desvía un segundo la mirada y cree que se ha puesto bizco al intentar apartarla tan rápido. Por supuesto, los amigos de Nyx se dan cuenta. Connor sonríe de lado. Piensa que se lo va a pasar muy bien este año molestando a Cedric. Hina levanta las cejas y se prepara para chillarle en cuanto se queden a solas. Asher lo mira sin mover un solo músculo de su rostro. Él piensa que Cedric es idiota y no sabe ni mirar recto.

Por suerte, Nyx parece estar dormida, así que no tiene que saludarla ni establecer una conversación banal. Cuando desaparece con Hina por el pasillo para ir al vagón de los prefectos, la japonesa le grita en el oído con el volumen más bajo posible. Parece una tetera que ya ha empezado a hervir.

—Es también mi doloroso deber informaros de que este año no se celebrará la copa de Quidditch.

Ese anuncio saca de sus pensamientos a Cedric, que se había quedado absorto mirando las cristaleras. Piensa que lo ha escuchado mal, pero por cómo todo el colegio está expresando su fastidio —algunos, incluso, protestando subidos a las sillas— sabe que no ha sido un malentendido.

¿Cómo que no hay Quidditch?

Siente que se le cierra un poco la garganta. Se ha pasado los días desde el Mundial observando las jugadas de los irlandeses y de los dos buscadores para analizarlas y aplicarlas en los entrenamientos. Ha terminado ya el calendario, de hecho, con todas las prácticas semanales que necesitan para estar a la altura de los otros tres equipos. Se ha convencido de que este año no iba a ser un fracaso como el anterior.

Tenía la esperanza de remontar este año, de demostrar que podía ser tan buen capitán como estudiante y prefecto. De mantener su reputación, de ser aclamado como siempre. No quiere sentirse como un impostor que simplemente tiene logros sin esforzarse por ellos. Quiere demostrar que es capaz de ser el mejor. Como en todo.

Pero si no hay copa de Quidditch, no hay nada que demostrar. Su insignia de capitán, esa que tantos dolores de cabeza le provocó el año anterior, ya no vale para nada.

—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso. El resto del profesorado y yo estamos seguros de que lo disfrutaréis enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que en este año se celebrará en Hogwarts el Torneo de los Tres Magos —exclama Dumbledore, levantando sus brazos con teatralidad.

—¡Se está quedando con nosotros! —grita Fred Weasley, desde su lugar en la mesa de Gryffindor.

Provoca las risas en todo el Gran Comedor y Cedric hace una ligera mueca con su labio superior.

Siempre tiene que ser el centro de atención.

Hace literalmente dos segundos estabas lloriqueando porque no vas a poder ser el centro de atención en el campo de Quidditch, Cedric.

Cállate, dichosa vocecita.

—No me estoy quedando con nadie, señor Weasley —repone Dumbledore, con una sonrisa—. Aunque, ahora que lo dices, escuché hace poco una broma sobre un trol...

Se escucha cómo la profesora McGonagall se aclara sonoramente la garganta.

—Ya, bueno, mejor lo dejo para otra ocasión. Como iba diciendo, el Torneo de los Tres magos se creó hace setecientos años a modo de competición amistosa entre las escuelas de magia de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Cada escuela tiene un campeón que la representa en tres pruebas mágicas y aquel que consiga la mayor puntuación, se alzará con la copa del Torneo...

Cedric se vuelve a quedar absorto tras escuchar aquello. Había oído a su padre hablar de algo así hacía un año con un compañero de trabajo, de lo difícil que era poner de acuerdo al departamento de Cooperación Mágica Internacional y de lo peligroso que era un acontecimiento como aquel.

Pero Cedric ha escuchado las palabras "gloria", "copa" y "campeón" y ahora solo puede imaginarse, por alguna razón, subido a lomos de un león con una copa en la mano y todo el colegio aclamándole. Y ahora no se lo puede quitar de la cabeza.

No escucha las advertencias acerca de su peligrosidad, ni a Hina mencionar en voz baja que había leído que más de un alumno había perdido la vida en el pasado en ese Torneo. No escucha que la decisión es propia y que no es una que tomar a la ligera. Solo ve el éxito frente a él, y su ambición es demasiado grande y nubla el resto de sus sentidos.

Para él, ser bueno en clase no tiene ningún mérito, porque está tan acostumbrado a sacar buenas notas que had ejado de ser una obligación para convertirse en un hecho. Ser bueno en Quidditch no va a conseguirle nada ese año. De hecho, hará que todos se olviden de por qué es tan maravilloso.

¿Pero ganar frente a miles de estudiantes? ¿Proclamarse campeón de toda Europa?

Esa sí es una buena prueba de valía. Callará las bocas de aquellos que no terminan de confiar en las hazañas de las que muchos otros aseguran que Cedric sí es capaz. Podrá vivir para siempre con esa gloria eterna de haber ganado y nunca más tendrá que esforzarse tanto. Sus padres estarán muy, muy orgullosos. Quizás, podrá dedicarse a un trabajo banal en algo que le guste mucho porque, total, ya tendrá dinero y no tendrá que preocuparse.

Me voy a presentar. Y voy a ganar.

Cedric vuelve a tener esa sensación de hace un año, cuando Sprout apareció por el aula empujando educadamente a Nyx por la espalda para obligarla a recibir sus clases. Era una sensación como de que le estaban haciendo una broma muy bien elaborada y en cualquier momento Todd y Philip iban a salir de los armarios riéndose y Connor estaría grabándolo todo con una cámara muggle.

La tiene cuando lo llaman al despacho del profesor Snape y se encuentra de nuevo a Sprout y a Nyx. La segunda, como siempre, de brazos cruzados, aunque esta vez parece más incómoda que enfadada. Cedric sabe que Nyx odia al profesor, pero es que hay muy pocos alumnos a los que le caiga bien. Incluso Cedric, que no suele hablar mal de nadie, le tiene rencor a aquel hombre que jamás parece impresionado por absolutamente nada y que no tiene ni idea de cómo motivar a sus alumnos a aprender si no es mediante la amenaza, la humillación o el miedo. Con Nyx se ensaña todavía más porque ella le responde siempre. Es de las pocas de la clase que no se queda callada cuando se mete con otro alumno.

—¿Vengo más tarde o...? —pregunta Cedric, pensando que ha interrumpido algo.

—No, Diggory. Pasa, pasa. Esto también te concierne.

Cedric cierra la puerta sin saber si eso es lo que a Snape le gustaría. Él no hace ningún movimiento de aprobación ante aquel gesto, solo lo mira con una ceja levantada y una mueca de impaciencia. Cedric se coloca al otro lado de la profesora Sprout y mira de reojo a Nyx. Ella le devuelve la mirada y le hace saber con un sutil movimiento de las cejas que ella tampoco tiene ni idea de lo que está ocurriendo.

Es la primera vez que se miran a los ojos después de las vacaciones de verano y es de lo más raro. Antes, cuando se miraban, Nyx entrecerraba los ojos y su labio superior se torcía en una mueca de desagrado antes de soltar un bufido. Cedric la imitaba siempre, por no ser menos. Siempre habían hecho eso el uno con el otro.

Ahora se miran en silencio y apartan la mirada porque se conocen mucho más y porque, con una mirada, pueden decirse algo como qué demonios hacemos en el despacho de Snape. Habían pasado muchísimas horas juntos el año anterior, y aunque no habían hablado de su vida personal ni se habían confesado sus secretos más ocultos, habían aprendido todo lo demás y ahora podían compartir una mirada sin apartar la vista pasado medio segundo. No era que mágicamente a Nyx le cayera bien Cedric o que Cedric hubiera dejado de sentirse intimidado por ella. Ahora, sencillamente, se soportan.

Un rato, si se lo preguntas a Nyx.

Unas cuantas horas a la semana, si le preguntas a Cedric. Te lo diría pensando que está siendo de lo más convincente, pero tú le verías pestañear justo en el momento en el que dice la palabra "horas" y rascarse la oreja justo después. No hace falta ser un experto en lenguaje corporal como para saber que está mintiendo al decir eso.

—Bueno, vayamos al grano, que tengo prisa —comienza Sprout, sacando un pergamino de su bolsillo y extendiéndolo frente al profesor Snape.

Cedric observa bajo la luz de las velas los resultados de los TIMO de Nyx. Casi se atraganta de pura emoción, porque las notas son muy buenas, teniendo en cuenta que había empezado el año pasado aprobando las cosas raspadas o, directamente, suspendiendo. Cedric se gira hacia Nyx para darle su sincera enhorabuena, pero ella no parece muy contenta con el resultado.

Es entonces cuando Cedric entiende lo que está pasando. Nyx tiene un Supera las Expectativas en Pociones. Y no podrá cursarla este año.

—¿Y bien? —pregunta el profesor Snape, levantando todavía más la ceja—. ¿Qué pasa con las notas de la señorita Longbottom?

—Como verás, Severus, Longbottom ha mejorado notablemente en todas las asignaturas.

Snape mira a Nyx como si se estuviera preguntando irónicamente si tiene que felicitarla o empezar a reírse de ella. Cedric se muerde la lengua.

—Nyx pretende estudiar para convertirse en Aurora —continúa Sprout, antes de señalar de nuevo sus notas—. Ha obtenido nota suficiente en todas las asignaturas como para seguir cursando las necesarias, menos en...

—Menos en la mía. No llega al Extraordinario.

—Exacto. ¿Puedo preguntar cuántos alumnos han llegado? ¿Cuántos cursan Pociones en sexto y séptimo, Severus?

Snape suspira antes de examinar su lista de alumnos con fastidio y devolverle la mirada a Sprout.

—Tengo nueve en sexto y once en séptimo.

—¡Exacto! Prácticamente nadie puede cursar tu asignatura porque el límite es ridículamente alto, Severus.

—Es alto porque los que tengan menos de un Extraordinario serán incapaces de seguir las lecciones, es así de sencillo —determina Snape, enrollando de nuevo el pergamino—. Si estás insinuando que debo admitir a Longbottom solo porque se ha esforzado mucho, temo decirte, Pomona, que no tendrás ningún éxito al convencerme.

—Longbottom pasó de un suspenso a un Supera las Expectativas, Severus —continúa Sprout—. Y no estás teniendo en cuenta que a mitad de curso le cayó un rayo y a finales...

—Tuvo un encontronazo con un hombre lobo —termina Snape, con una sonrisa ladina—. Parece que la señorita Longbottom tiene complejo de heroína. Más de uno en este colegio lo tiene.

Nyx da un paso hacia delante, dispuesta a dejarle las cosas claras, pero se da cuenta de que Sprout la tiene bien sujeta de la túnica desde detrás y le resulta imposible avanzar. La mira con severidad para hacerla entender que se esté quieta.

—Lo he hablado con Dumbledore y él está de acuerdo en que debes ofrecerle un puesto en la clase. Una oportunidad, Severus. Si Nyx no es capaz de seguir el ritmo, entonces, la echas.

—No.

—Y se quedará a limpiar calderos todos los viernes por la tarde.

—¡Pero...! ¿Y el Quidditch?

Sprout ahoga una risa.

—No hay Quidditch este año, Longbottom, ya lo sabes.

Nyx chasquea la lengua. Cedric tiene la misma reacción, pero no lo muestra con tanto ímpetu.

—Aceptaría a la señorita Longbottom en clase si no hubiera sido una completa insolente durante cinco años en mi aula. Siempre tiene algo que decir.

—Por algo será —rebate Nyx, con el ceño fruncido.

—Si dice algo, la echas —determina Sprout, con una sonrisa—. Venga, Severus. Es un favor que te pido. La chica limpiará calderos y estudiará sin parar y estoy segura de que todos saldremos ganando.

Snape no parece en absoluto feliz con dejar a Nyx formar parte de la clase. Nyx está demasiado enfadada por lo que el profesor ha dicho sobre ella como para entender que Sprout le está dando la oportunidad del siglo al conseguir que hagan la excepción con ella para poder seguir teniendo la posibilidad de ser Aurora.

—Bueno, ¿y qué hace aquí Diggory? —sisea Snape, enrollando las notas de Nyx y tendiéndoselas a Sprout.

—Ah, claro. —Sprout se gira y le da unas palmaditas en la espalda a Cedric—. Él fue quien llevó a Nyx del suspenso al notable y él será quien la mantenga en el sobresaliente, ¿verdad que sí, muchacho?

A Cedric se le corta la respiración un segundo. Mira a Nyx en busca de aprobación, pero ella está aguantando todo el aire en sus mejillas porque está intentando no enfadarse todavía más.

—Si ella está de acuerdo...

—Tú te encargarás de vigilar a Nyx en clase de Pociones, ¿vale, Diggory? Serás su compañero y te asegurarás de que solo hable cuando tenga dudas o quiera responder a una pregunta sobre la lección.

—Advierto de que tengo muy poca paciencia para la insolencia —musita Snape.

Sprout se lleva a sus alumnos lo más rápido que puede porque sabe que Nyx también tiene poca paciencia para los maleducados. Los aleja del aula y los lleva en dirección a su propio despacho.

—Nada de tonterías, Longbottom. No sabes la suerte que has tenido, el profesor Snape no hace excepciones con nadie.

—¡No tenía por qué hacer eso, profesora! —profiere ella, por fin desahogándose—. ¡Es un...!

—No hables mal de otro profesor, Longbottom. Al menos, no conmigo delante.

—Profesora, sabe que es un acosador. ¡Sabe la de cosas que le ha dicho a mi hermano y a otros alumnos!

Sprout suspira lentamente y coloca las manos sobre los hombros.

—He llevado tus quejas y las de otros alumnos a Dumbledore, pero Snape todavía mantiene su puesto de trabajo —explica en voz baja, mirándola a ella y a Cedric con cuidado—. Así que no hay mucho más que pueda hacer ahora mismo, Nyx. Tendrás que soportarlo.

—¡Pero...!

—Vas a poder seguir intentando ser Aurora. ¿No es lo que querías? Cuando te pregunté con once años lo que querías ser, me dijiste que querías ser Aurora como tus padres. Lo tenías claro desde siempre. ¿Acaso has cambiado de parecer?

Ella se muerde el labio y lleva la vista al suelo, mientras niega de un lado a otro.

—Exacto. A veces tenemos que aguantar y llegar a los límites de nuestra paciencia para conseguir lo que queremos, y a veces es injusto, Longbottom. Él te intentará echar por todos los medios solo por su propio orgullo, así que no le des motivos. Sé mejor que eso, ¿eh?

Los deja en mitad del pasillo tras darle unas palmaditas en la mejilla a Nyx y dedicarle una sonrisa a Cedric. Ellos se quedan en silencio. Cedric no sabe si marcharse sin decir nada o quedarse esperando a que sea ella quien lo haga. Es incómodo.

No sabe si Nyx necesita un abrazo. No sabe cómo animarla.

Bueno, sí que lo sabe.

—¿Qué, Longbottom? ¿Te vas a poner a llorar o qué? —le dice, con una sonrisa que deja entender que no es una burla. Es una referencia a una broma interna.

Tenemos bromas internas.

Nyx sonríe durante un segundo. Uno muy corto. Mira a Cedric y entrecierra los ojos. Lo mira de verdad por primera vez tras el verano. Ve que tiene la piel más bronceada que antes, el pelo mejor cortado, la túnica reluciente porque está recién estrenada. Cedric traga saliva mientras intenta sobrevivir a su escrutinio. No se espera lo que Nyx le contesta:

—Te encantaría verme llorar, Diggory.

La próxima semana subiré miércoles en lugar de jueves porque es mi cumpleaños y me hace ilusión <3 Ah, y este viernes es el cumpleaños de Nyx. Os prometo que no elegí esa fecha porque sea cinco días antes del mío. Es por necesidades del guion y porque... Porque Nyx es toda una Aries JAJAJAJA.

Además, como este es el capítulo 20 (help), toca especial antes del 21, así que lo subiré el lunes.

Muchas, muchas gracias porque últimamente me están llegando lectoras nuevas y porque siempre me apoyáis un montón. ¡Tengo muchas ganas de este curso en Díada! Creo que os gustará :) (o tal vez no).

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