(𝟏𝟐) · 𝐗𝐲𝐧 𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭𝐧𝐢𝐧𝐠 ·


Cedric observa con estupefacción a Nyx frente a él, de brazos cruzados, golpeando su pie contra el suelo sin parar. Él está en el sofá de la sala común con Philip, que tampoco comprende muy bien qué está ocurriendo.

—¿A qué esperas? —espeta Nyx, instándole a que se levante.

—¿Qué?

—¿Eres tonto o qué? ¿Tú sabes qué hora es? ¡Llevo cuarenta minutos esperándote!

Cedric se levanta rápidamente, aspirando tanto aire que casi se atraganta.

—Ah, ¿pero seguimos con las clases?

Nyx pone la vista en blanco y se marcha de nuevo sin decir ni una sola palabra, en dirección al aula donde solía tener las clases particulares con Cedric. Él se apresura a ir a recoger sus cosas para correr a buscarla, aunque todavía no entiende del todo lo que ha pasado.

De verdad, pensaba que Nyx no querría continuar las clases con él después de Navidad. Sí, al fin y al cabo, había cumplido con su promesa de que mejoraría justo antes de los exámenes finales, pero a la vez tampoco habían vuelto a hablar del tema y siempre había sospechado que Nyx solo tenía planeado aguantarle hasta Navidad y poco más.

Pero Nyx pretende seguir con las clases. Y así se lo hace saber cuando Cedric llega todo acalorado al aula, cargando con todos sus libros y pergaminos.

—Es fácil, Diggory: he sacado mejores notas, y no porque resulta que mi varita es defectuosa, sino porque me has hecho la mitad de las entregas y eso también me ha subido las calificaciones. —Nyx le mira las mejillas todas sonrojadas porque ha venido corriendo. Luego le vuelve a mirar a los ojos—. Sé sumar dos más dos: me conviene aguantarte unas cuantas horas a la semana con tal de sacarme los TIMO.

Él la mira y pestañea sin parar. Nyx está accediendo a pasar tiempo con él libremente, sin necesidad de ninguna apuesta. Además, sabe que está mintiendo, porque él no le ha hecho ninguna entrega. Como mucho, le ha corregido varios trabajos, pero no le ha redactado ni uno solo de ellos.

Pero no es tan idiota como para decirle que no, así que empieza la lección a pesar de que apenas han visto nada nuevo en clase. Repasan los contenidos que entran para los TIMO y se escuda frente a todas y cada una de las tonterías que ella le dice, porque sabe que solo está fingiendo que no quiere estar ahí de verdad porque para los dos es más cómoda su dinámica de no soportarse que la de profesor y alumna.

Cedric sale de la lección con un objetivo muy claro. Se despide de Nyx sin casi prestar atención a lo que dice porque tiene que hacer aquello que se ha propuesto y tiene que hacerlo ya. 

Encuentra a Astrid saliendo de su sala común y le hace una señal para que le siga. Se adentran por los pasillos del colegio y buscan un aula vacía, uno de esas en las que suelen dar rienda suelta a sus hormonas, pero esta vez, Cedric no tiene ese objetivo.

Solo que Astrid sí, y cuesta mucho decirle que no cuando lo atrapa de la corbata y lo acerca para morderle el labio inferior. Cedric apenas se aguanta las ganas y no tarda en atraparla cuando ella salta para enrollar las piernas alrededor de su cintura. Él se sienta sobre el pupitre y se deja acariciar por sus manos experimentadas. Lleva dos meses viéndose con Astrid y lo que hacen cuando están solos y apartados de los demás sonrojaría a más de uno de sus amigos.

Ella roza su entrepierna al moverse sobre él. Él pasa la mano por sus piernas, su trasero y, finalmente, recorre las curvas de sus costados hasta que llega justo debajo de su pechos. Y ahí para.

No habías venido a esto, Cedric, aclárate.

No sabe cómo decirlo sin hacerle daño, pero piensa que lo mejor es no andarse con rodeos. Ya se siente culpable por haberla besado ahora, cuando ya tenía claro que quería terminar con ello.

—Lo siento, Astrid, pero tenemos que dejarlo.

Astrid deja de morderle la oreja para alejarse y mirarlo con una ceja levantada.

—Sabes que no estamos saliendo, ¿no?

Eso provoca que Cedric deje escapar un suspiro cargado de alivio. Esperaba esa reacción y no una totalmente desproporcionada de parte de Astrid; ya la conoce de varios meses y sabe que es una chica más bien tranquila, pero tenía un ligero miedo de que todo se torciera.

—Sí, lo sé, pero me refiero a que no quiero que sigamos...

—Liándonos —termina ella, asintiendo lentamente—. ¿Puedo saber a qué se debe?

Cedric traga saliva, porque al decir aquello se ha movido un poco y le ha vuelto a rozar la bragueta, y por mucho que no quiera seguir perpetuando lo que sea que ocurre entre ellos, su cuerpo tiene unas ideas muy distintas. Él hace una mueca y mira hacia abajo. Su regazo ha desaparecido bajo la falda de Astrid.

Ella capta lo que quiere decir y se baja de encima de él, acomodándose de nuevo la falda. Cedric se levanta, se coloca mejor el pantalón y los calzoncillos, porque verdaderamente es muy molesto andar en esas condiciones, y se acerca a la pared y apoya la frente contra la piedra para ver si así se le enfrían las ideas.

Él sabe perfectamente por qué ha tomado esa decisión. Es muy sencillo: ha pasado toda la clase con Nyx y no ha podido dejar de mirarla. Se ha pasado las navidades pensando en una vez que le había sonreído. Su plan de fijarse en otra chica para olvidarse de Nyx no había funcionado en absoluto, y aunque Astrid le gusta, no es lo mismo, y no le parece justo para ella seguir con lo que sea que tienen.

—Te gusta alguien —deduce Astrid, al ver cómo tarda en contestar—. ¿Es eso, no?

Cedric la mira con culpabilidad. Nunca le ha dicho a nadie que le gusta Nyx. Nadie lo sospecha.

Bueno, Connor lo sabe, pero Cedric no sabe que lo sabe. Eso es algo para más adelante.

Mira a Astrid y deja escapar todo el aire. Necesita decirlo en voz alta para ver si así es menos ridículo de lo que suena en su cabeza.

—Me gusta Nyx Longbottom y por favor no se lo cuentes a nadie o me tiraré por la ventana.

Astrid suelta una carcajada. Cedric aprieta los puños con nerviosismo, porque no solo a Astrid le da absolutamente igual que él ya no quiera seguir quedando con ella de manera esporádica, sino que encima le causa risa que a él le guste Nyx Longbottom.

Soy patético.

—No te rías, Astrid. Lo digo en serio.

—Sí, sí, ya sé que lo dices en serio. Es solo que me hace gracia que, de todas las chicas que hay en este colegio, sea ella.

—¿A qué te refieres?

—Es la única persona de este lugar que no te soporta. Tú mismo me lo dijiste: le dabas clases porque no tiene más remedio y porque teníais una apuesta.

—¡Ah, no! Pero eso ha cambiado —interviene él, con una risa nerviosa—. ¡Ha venido a buscarme! Quiere continuar con las clases por voluntad propia.

Astrid sonríe. Se acerca y le acomoda el mechón que siempre se le pasa por la frente.

—¿Seguro? ¿Ha ido felizmente a pedirte seguir?

—Bueno, felizmente no, pero es que Nyx no es una persona especialmente feliz.

Astrid vuelve a carcajearse y esta vez Cedric le da un codazo antes de empezar a reírse también por la ironía de la situación. Se siente genial ahora que ha confesado su mayor secreto, ni siquiera sabía lo difícil que le estaba siendo guardárselo.

—¿Qué es lo que te gusta de Nyx? Por curiosidad.

—Lo dices como si fuera una locura enamorarse de ella.

—¡Enamorarse! —Astrid da un saltito, sorprendida—. Vaya, es serio entonces.

Cedric suspira durante tanto tiempo que Astrid se apiada de él.

—Lo pregunto porque me sorprende, eso es todo —aclara ella, con una sonrisa—. Es una chica muy guapa, pero creo que tú no eres de fijarte en el físico, ¿no?

Cedric la mira de reojo. Está claro que el físico influye, pero sabe que con Nyx no ha tenido nada que ver.

—No tengo ni idea de por qué me gusta tanto. Te juro que he intentado comprenderlo y me he rendido porque no tiene ningún sentido. Solo sé que no puedo evitarlo.

Astrid deja escapar un sonido que indica lo tierno que le parece eso, y Cedric trata de mirar al techo porque le da muchísima vergüenza. Ella se acerca para darle un abrazo consolador y luego acuerdan silenciosamente volver hacia el Gran Comedor cuando Cedric se asegura de que ya no se le nota la erección. Astrid no deja de negar de un lado a otro, con una sonrisa burlona.

—Por favor, no digas nada, Astrid.

—Te juro que no.  —Se lo promete con una promesa de meñique—. ¿Te puedo ser completamente honesta?

—Por favor.

—Lo tienes jodido, Cedric. No solo esa chica no te soporta, es que además tiene novio y ese novio es Fred Weasley.

—¿Y qué pasa con que sea Fred Weasley?

Astrid no puede dejar de reírse. Cedric de verdad que no entiende qué es tan gracioso.

—Mira, en este colegio y en todos los colegios del mundo, siempre hay personas populares, ¿no? —Astrid comienza a explicarlo mientras se dirigen al Gran Comedor. Cedric asiente y se deja cuando Astrid lo atrapa del brazo para explicarle aquello—. Vale, tú eres sin lugar a dudas el chico popular porque, bueno, eres guapo y encima tienes ese aura de chico bueno y encantador.

Cedric se sonroja y se pasa la mano por el pelo, encantado de que le halaguen. Astrid se aguanta otra carcajada porque le hace demasiada gracia lo presumido que es.

—Sin duda, atraes a muchas personas en este colegio, pero tienes un gran competidor, y ese competidor es Fred. Bueno, su hermano también entra en la competición, claro. Van en pack.

—¿Qué competición?

—Tú eres el chico bueno. Ellos... Bueno, hablemos de Fred, que es quien nos interesa. Fred es el chico malo —explica ella, como si fuera lo más evidente—. ¿Lo pillas?

—Para nada.

Astrid suspira. A ella le parece obvio, algo que no hace falta explicar porque todo el mundo lo sabe, pero Cedric no parece estar en la misma onda.

—Joder, eres muy listo para unas cosas, pero no sabes nada de chicas. A ver, Cedric. Te lo pondré fácil: todos quieren ser tus amigos, ¿a que sí?

—Mmm, sí.

Menos Nyx.

—Sí, todos quieren estar cerca del chico bueno —termina Astrid, acercándose a él para susurrarle lo último al oído—. Pero todas quieren ser la novia del chico malo.

Cedric se habría atragantado de estar comiendo algo. Giran la esquina y ven la puerta del Gran Comedor, y Astrid lo frena. Le termina de arreglar el cuello de la camisa, que tiene un poco de pintalabios pero ella esconde como puede, y luego lo mira con cariño.

—Es completamente incomprensible y, por supuesto, hay excepciones, claro. Pero los chicos como Fred simplemente son muy atractivos. Es como que... Bueno, lo ves y sabes que no te conviene, pero ay...

—Me estoy empezando a poner celoso, Hansen.

Astrid se ríe ante su broma y se acerca a darle un beso en la mejilla. Le encanta cuando le llama Hansen, especialmente mientras están medio desnudos, pero duda que aquello se vaya a repetir.

—A Nyx también le gustan los chicos malos, no la culpo —se encoge de hombros—. Claramente, odia a los buenos como tú.

—¿Y qué tengo que hacer? ¿Ser un gilipollas que no la respeta como se merece? Porque Fred es así.

—¿A qué te refieres?

Él se encoge de hombros, mirando hacia otro lado.

—Es igual, es solo que a veces los oigo hablar y no es el chico más respetuoso del mundo. Creo que a veces le habla un poco mal y Nyx no se da cuenta —masculla él.

Y lo defiende, porque Nyx había regresado de la enfermería antes de Navidad levantándole el dedo corazón a todo aquel que veía que se reía a sus espaldas por lo que se comentaba sobre ella. Había dejado claro lo que opinaba de las personas que decían esas cosas sobre los demás, y luego se había jactado de que tenían envidia y una vida muy triste para preocuparse por algo tan banal como una felación.

Cedric lo había observado todo desde el sillón de la sala común sin decir nada en absoluto, pero luego había hablado con Connor sobre cómo demonios se las habría apañado Fred para que Nyx perdonara algo así. Era como si se ablandara cuando se trataba de él.

Fred, por su parte, se había encargado de asegurarse de quiénes habían esparcido aquel rumor y, al día siguiente, muchos de los implicados habían aparecido con un dibujo imborrable de un pene en la frente. Había dado mucho que hablar aquel día.

—Sin embargo, cuando yo le digo cualquier cosa, salta enseguida. No me soporta.

Astrid lo observa con los ojos entrecerrados. Llegan por fin a la puerta del Gran Comedor y busca a sus amigos en su mesa.

—Intentaré prestar atención.

—¿Debería perder la esperanza? —le pregunta él, aferrándola del brazo antes de que se marche.

—Déjame estudiarlo, ¿vale? Si lo que has dicho es cierto, tal vez algún día corten —responde ella encogiéndose de hombros.

Él no parece muy confiado, pero asiente. Después, mira a Astrid una última vez.

—Siento todo esto. No tendría que haberte seguido el rollo sabiendo que me gustaba otra chica y...

—Oye, yo me lo he pasado muy bien, ¿y tú? —pregunta ella. Sonríe honestamente y eso le tranquiliza.

—Ya sabes que sí.

—Pues ya está, nunca queríamos que fuera nada serio, Diggory. No hace falta que nos casemos porque hayamos...

Cedric le advierte con la mirada que no siga hablando, a lo que ella se vuelve a reír. Le hace gracia cuando se pone rojo al hablar de cualquier cosa sexual, porque luego, cuando las hace, no parece que le dé tanta vergüenza.

—Una última cosa —interviene él, bajando el volumen de la voz porque le da mucha vergüenza decirlo—. Has dicho que no sé nada de mujeres. Te refieres a que no hago bien...

No termina la frase, pero su cara termina de decir por él las palabras que no le salen. Astrid chasquea la lengua y le acaricia la mejilla.

—Ah, no, eso sí lo haces bien. Lo que haces callado se te da mucho mejor, Cedric. Te lo aseguro.

—¿En serio me vas a hacer leer esto, Hina?

—¡Es que te va a gustar muchísimo! ¡Tiene una sorpresa que...! —hace un gesto con sus manos sobre sus ojos, haciéndole entender que se va a quedar muy sorprendida.

Nyx empieza a leer de nuevo, con más reticencia de la que a Hina le gustaría, su novela sobre Lemus Rupin y Tina Moor Akar Mee —sí, suena exactamente igual que su apellido, aunque hay que darle un punto extra por lo original que ha sido— y se escandaliza por lo explícita que puede llegar a ser su mejor amiga.

Cabe tener en cuenta que su mejor amiga ni siquiera ha dado su primer beso. Lo que narra en su historia se ríe de los besos en los labios, para acabar antes de explicarlo.

—No pienso leer esto en voz alta.

—¡Hazlo, por favor! ¡Te hago los deberes de Pociones!

Introduce su extensión viril en mi húmedo centro —lee Nyx, sintiendo ganas de vomitar la cena—. ¿Encima tienes que narrarlo en primera persona, para que sea más vergonzoso?

—Es que me sale sin querer —se ríe ella—. Mira el siguiente párrafo, va.

Nyx baja por fin al siguiente párrafo, en el que al menos no hay diálogo erótico.

Y entonces, entre las sombras, aparece la poderosa Xyn Lightning, diosa del rayo, blandiendo su espada en forma de relámpago. Cuando pasa la espada luminosa por delante de su rostro, se pueden observar las marcas del rayo sobre su piel, como hermosas decoraciones que surcan sus mejillas y las cargan de electricidad.

—¡Tacháaaaan! —exclama Hina, muy orgullosa—. ¡Apareces en mi historia! ¡Eres la diosa del rayo!

Nyx no sabe si reírse o llorar, así que hace lo primero y se le escapan las lágrimas de la risa. Hina se ríe también, porque a pesar de que vive con demasiada intensidad todo lo que escribe, es consciente de que es innecesariamente obsceno y su amiga tiene todo el derecho a reírse en su cara.

—No has llegado a lo mejor —murmura, señalándole otro párrafo.

Xyn es la diosa del rayo, pero su novio, Helldric, es el dios del infierno, y juntos reinan en el mundo y... ¿Helldric?

—¿Te gusta?

—¿Qué tiene que ver Cedric con el infierno? A pesar de que, definitivamente, es un infierno aguantarle.

—No sé, el inframundo me parece de lo más sexy, ¿no? Me imagino a Cedric descamisado sobre su trono, con unos cuernos a modo de corona y un cetro que imita su...

—Estás enferma, Hina, enferma.

Nyx sabe que se ha vuelto a despertar sonámbula cuando estornuda. Estornuda porque hace muchísimo frío y está en mitad de las escaleras y están a finales de enero. Es normal que se muera congelada cuando están a temperaturas bajo cero.

Mira a su alrededor. Todavía es de noche y tiene pinta de que faltan muchas horas para despertarse. Quiere volver a su dormitorio, pero cuando observa dónde está, se da cuenta de que está frente a la puerta de la sala común de Gryffindor.

La idea es de lo más seductora. Sabe cuál es la contraseña, porque siempre se asegura de sabérsela por si a Neville se le olvida. Se la susurra al cuadro de la entrada y este se abre sin preguntar porque no se fija en que es una estudiante de otra casa.

Se adentra por el pasadizo con sigilo, mientras le castañean los dientes. Llega por fin a la sala común, en la que arde el fuego en la chimenea, y se acerca corriendo para intentar entrar en calor.

Ni siquiera se ha dado cuenta de que hay alguien durmiendo en el sofá. Solo lo nota cuando por fin se le han calentado las manos y los pies y decide que es hora de subir con Fred y meterse en su cama para dormir juntos. Ya que ha conseguido atravesar todo el castillo en mitad de la noche sin que nadie la pille, no va a desperdiciar la oportunidad de dormir con él.

Pero se lo encuentra durmiendo en el sofá. Y al lado está Angelina.

Vale, George está en el sillón. No están solos, pero están en el mismo sofá y Angelina tiene la cabeza apoyada en su hombro y él tiene el brazo por detrás de su espalda.

Está George. No es nada raro, Nyx. Está George.

Se fija por fin en que la mano de Angelina está tomando la mano de Fred. Se han dormido cogidos de la mano.

Ha intentado durante meses evitar sentir celos. De verdad, que son amigos. Que los amigos se abrazan y pasan mucho tiempo juntos y es normal, pero es que Fred solo hace eso con Angelina.

Angelina también se lleva genial con George y no por ello están siempre juntos. De hecho, nunca los ha visto abrazarse. Desde luego, no los ha visto dormir juntos y tomados de la mano.

Connor le dijo antes de las navidades que había oído rumores acerca de ellos. Que los habían visto bajar del dormitorio, solos. Que los habían castigado en alguna ocasión por estar riéndose demasiado en las clases.

Y ella se había enfadado con Connor. Igual que se había molestado con Hina cuando había insinuado que le parecía un poco rara su actitud.

No puede evitarlo porque si lo evita un poco más acabará explotando, y sabe que lo que está ocurriendo le molesta lo suficiente como para ponerse a llorar, algo que es completamente impropio de ella. Suele afrontar las situaciones de cara, con el puño por delante si hace falta, pero solo de pensar en confrontar a Fred se le atora la respiración.

No sabe cómo abarcar el tema, pero se descubre sacudiendo con cuidado el brazo de Fred para despertarlo y acabar con ello de una vez por todas.

Él tarda en abrir los ojos y enfocar la vista, pero cuando la ve sonríe ampliamente. 

—Vaya, ¿qué haces aquí? ¿Tantas ganas tenías de verme?

Nyx tiene ganas de llorar cuando sonríe.

—¿Podemos hablar, por favor?

Él se levanta con cuidado de no despertar a Angelina. Nyx mira hacia otro lado para intentar evitar el ataque de celos que está teniendo. Nunca ha sentido nada igual y no sabe cómo va a reaccionar si ve algo más que dispare sus alarmas.

Fred la lleva al cuarto de baño del primer piso y se lanza a besarla, pero Nyx le gira la cara porque se le cae una lágrima.

—Eh, ¿qué te pasa, cariño? ¿Te encuentras mal?

Ella le mira. Le mira a los ojos castaños y aprieta los labios porque quiere reprimir el sollozo. Le mira y parece suplicarle con la mirada que sea sincero, y que lo que sea que va a decir sea algo que desmienta lo que está sospechando. Porque no quiere tener razón. Quiere que Connor y Hina estén equivocados.

Quiero estar equivocada.

Ni siquiera sabe por dónde empezar. Le toma la mano y comienza a jugar con sus dedos, mientras él utiliza la otra mano para acariciarle la mejilla y limpiarle una lágrima.

—Odio verte llorar, Nyx. ¿Qué ha pasado?

—Si te pregunto una cosa, ¿me puedes prometer que me vas a decir la verdad, Fred?

Él frunce el ceño, aunque sonríe. Nunca deja de sonreír.

—Claro. Dispara.

Nyx intenta reunir el valor. Mira por la ventana y aunque es de noche la luna tiene suficiente luz para iluminar todo el cuarto de baño. Fred está empezando a ponerse nervioso.

—Mira, Fred, mucha gente me ha dicho que... que pasas mucho tiempo con Angelina.

Él ahoga una risa. Ni siquiera entiende lo que Nyx está insinuando.

—Dicen que pasas mucho tiempo con ella y que os han visto bajar solos del dormitorio y...

—¿Qué?

—Y ahora he llegado y estabais durmiendo juntos y...

—Sí, y George estaba ahí también, roncando en el sillón.

—Sí, lo he visto, pero estabais cogidos de la mano y...—Nyx se limpia sus propias lágrimas ahora, porque Fred se ha alejado de ella y ya no se las está enjuagando él—. Sabes que yo no soy celosa, Fred, pero son demasiadas cosas que...

—¿Quién te ha llenado la cabeza de tonterías, Nyx? Si tú y yo estamos genial, ¿cómo voy a ponerte los cuernos con Angie?

—No he dicho que me estés poniendo los cuernos.

Se quedan en silencio. Fred pestañea varias veces. Está muy, muy enfadado.

Está a la defensiva.

Nyx no sabe qué más decir. Siente que si añade algo más, Fred explotará, y no quiere enfadarse con él.

Ella siempre está de mal humor, preparada para responder a cualquier comentario. Siempre pone su orgullo por delante, pero no con Fred. No con él, que la ha visto llorar y sabe cuál es su mayor secreto y su mayor miedo. Es la única persona a la que se atreve a contarle algo así. Ni siquiera con Hina se abre tanto.

Y por eso tiene tanto miedo de perderle. Por eso no le grita de vuelta.

—Si alguna vez hemos estado solos en el dormitorio habrá sido haciendo algún trabajo —responde él, haciendo una mueca—. Y ahora nos habremos quedado dormidos, ni siquiera sabía que estaba en mi sofá, suponía que se había subido a dormir con Alicia.

Nyx asiente. Eso es lo que buscaba: una razón factible de lo que está ocurriendo. Una confirmación de que se ha equivocado. De que todos se han equivocado.

—Además, a mi hermano le gusta Angie. No sería tan cretino de liarme con la chica que le gusta a mi hermano.

Nyx asiente rápidamente. Ahora que lo dice, se acuerda de haber hablado con Angelina sobre George y sobre cómo pensaba que le gustaba a él. ¿Cómo va a traicionar Fred a su hermano? 

—Vale, lo siento —se disculpa, Nyx—. Lo siento, Fred, es que mucha gente me lo decía y...

—¿Quién? ¿Tus amigos?

—No. Gente.

Fred suspira y se pasa las manos por el pelo. Está muy nervioso, pero la mira con mucha preocupación antes de chasquear la lengua.

—Nunca te haría algo así, Nyx. Ella es mi amiga, pero tú eres mi novia —asegura él, volviendo a cogerle la mano y acariciando su dorso.

Tira de ella para acercarla hacia su pecho y Nyx se deja envolver en un abrazo. Él le acaricia el pelo y le susurra algo completamente nuevo al oído:

—Te quiero.

Nyx sonríe muy despacito. No lo dice de vuelta porque está demasiado conmocionada por lo ocurrido, así que asiente para que él sepa que es recíproco.

—Me voy a dormir, que tengo la espalda reventada de estar en ese sofá. ¿Nos vemos mañana?

Fred se separa poco después y deposita un beso sobre su frente, justo sobre la cicatriz, como hace siempre. Nyx no dice nada cuando lo ve marcharse por la puerta.

Mira hacia al espejo que tiene enfrente, que le devuelve una patética imagen de sí misma en pijama, descalza, de madrugada. Tiene que mirar hacia otra parte para no odiarse por lo que ve.

Bueno, bueno, bueno está la cosa... Interesante :)

Cedric se ha atrevido a decir en voz alta que está pillado por Nyx, le aplaudimos o algo aunque TODAS lo sabíamos. Nosotras te apoyamos bebé <3

Hina, como siempre, a su rollo. No contenta con su fanfic de lobos ahora hace a Nyx la reina del rayo y a Cedric el rey del infierno--- La chica tiene imaginación y también la apoyamos <3

Ahora, ¿apoyamos a Fred? Comentadme cosas, quiero escucharos:

Nos leemos el domingo solo os digo que hay UNA ESCENA que *chilla*. Os tkm.

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