(𝟏𝟏) · 𝐕𝐞𝐫𝐠ü𝐞𝐧𝐳𝐚 𝐚𝐣𝐞𝐧𝐚 ·
Las navidades en casa de los Diggory son similares a lo que uno podría esperar encontrarse si solo ve películas muggles sobre esa fiesta y se hace una idea completamente irrealista de lo que son. La casa siempre huele a galletas, a jengibre y a chocolate. Cada rincón está decorado con esmero y dedicación, la chimenea está siempre encendida y en la radio siempre suenan canciones navideñas de los años cincuenta.
A Ruth Diggory solo le falta vestirse a juego con el árbol de navidad para que todo sea aún más festivo. Amos siempre lleva jerséis con estampados extravagantes y se toma demasiado en serio lo de comerse todas las galletas y beber cada tarde una taza de chocolate caliente.
A Cedric le da un poco de vergüenza la efusividad con la que su familia vive las vacaciones invernales. Cuando era pequeño, se lo pasaba en grande con sus padres, esperando impacientemente el día en el que pudiera abrir sus regalos y festejar con todos sus primos y familiares.
Pero ahora tiene dieciséis años y un recién desarrollado sentido de la vergüenza ajena que le impide disfrutar de lo que ocurre a su alrededor, así que trata de pasar la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación porque está cansado de escuchar el mismo vinilo navideño una y otra vez. Finge que tiene mucho que estudiar, aunque en realidad haya terminado ya los exámenes y no tenga nada nuevo que ver, y se pasa el día leyendo, jugando él solo al ajedrez mágico o enseñándole trucos a Snitch.
La tarde de Nochebuena, cuando llaman al timbre, Cedric suplica silenciosamente que no sea ya ningún familiar, porque no le apetece bajar a recibir a nadie hasta dentro de un par de horas, pero escucha a los pocos segundos la voz de su madre llamándole para que baje a saludar a los recién llegados.
No se espera eban absoluto encontrarse a Arthur Weasley, a su mujer y a varios de sus hijos en la entrada. Fred y George no dejan de mirar la decoración navideña con una pizca de burla, codeándose sin parar mientras se señalan los objetos y se ríen disimuladamente.
Los Weasley no viven lejos de los Diggory. Su casa es una destartalada construcción de colores en mitad de un campo que grita "magos" a varios kilómetros a su alrededor, y a Cedric siempre le parece curioso que ningún muggle se acerque a hacerle fotos.
—Cedric, saluda a los Weasley. Han venido a felicitarnos por las fiestas —explica la señora Diggory, asegurándose de que todos dejen sus abrigos en la entrada.
—Gracias por venir —farfulla Cedric. Se acerca para saludarlos a todos de uno en uno, y aunque saluda a los gemelos, a Percy y a Ginny, la hermana pequeña, no se queda demasiado tiempo junto a ellos porque no tiene mucho que decirles.
Snitch está saludando a Ginny con efusividad y Cedric le asegura con una sonrisa que no tiene nada que temer, pues es un perro de lo más tranquilo.
—¡He traído un guiso! —anuncia la madre de los Weasley, que lleva una fuente de comida entre las manos—. A mis niños les encanta, ¿dónde te lo dejo, Ruth?
La señora Diggory la guía hasta la cocina y Cedric se queda de pie en la entrada con su padre, observando al resto de invitados sin saber bien qué hacer.
—¡Pasad al salón! Mi mujer ha hecho galletas y si no me las quitáis de encima me las terminaré comiendo yo todas.
—No queremos molestar —se disculpa Arthur, que, lejos de hacer el ademán de marcharse, sigue a Amos mientras halaga la decoración navideña y comienza a comentar cómo los muggles celebran las fiestas.
Cedric trae una bandeja de galletas al comedor y tiene ganas de que se le caiga sin querer la jarra de chocolate ardiendo encima de los gemelos, que ahora están riéndose de manera poco disimulada de sus fotos de bebé.
—Qué guapo estás con ese gorrito, Diggory.
Al menos yo tengo fotos de bebé y no las comparto con otros seis hermanos.
No lo dice en voz alta, porque sabe que es una crueldad y que solo lo ha pensado porque él también se siente avergonzado de esta estúpida foto y porque cualquier cosa que le diga Fred Weasley le parecerá cien veces peor de lo que es. Así que hace lo que mejor se le da: se ríe también y no demuestra que le ha molestado el comentario.
El timbre vuelve a sonar y le toca abrir la puerta, así que implora por que no sean sus tíos, que también celebran demasiado la navidad, y acude al recibidor.
Cuando abre la puerta, casi piensa que es a él a quien le cae un rayo en ese momento. Le da las gracias a su rabieta de esta mañana por no haber accedido a ponerse el jersey con ángeles bordados que su madre le había comprado con toda su ilusión, porque quien está en la entrada, esperando con cara de mal genio, no es otra que Nyx.
Nyx, que viene acompañada de su abuela —imposible perderla de vista con ese sombrero gigante que lleva siempre encima de la cabeza— y de su hermano Neville, que también parece deslumbrado por la decoración de la casa de los Diggory.
—¿Quién es, cielo?
Su madre no tarda en ir al rescate, colocando un brazo alrededor de la cintura de su hijo para observar quién ha llegado.
—Señora Longbottom, ¡cuánto tiempo!
—Hola, Ruth. Estos son mis nietos, Nyx y Neville.
—Por supuesto, Nyx es del curso de Cedric —comenta la señora, mirando a Nyx con una sonrisa—. Pasad, pasad, ¡hace un frío que pela!
Cedric se hace a un lado para dejarles pasar, todavía sin haber dicho ni una sola palabra, porque ahora solo puede pensar en que en su recibidor está cayendo nieve falsa y que la barandilla de la escalera simula estar congelada, porque su madre no podía simplemente poner un espumillón como las personas normales. Nyx observa todo a su alrededor con la boca ligeramente abierta y el ceño fruncido, como si se estuviera debatiendo entre ponerse a reír, exclamar con sorpresa o despotricar.
La señora Weasley, que todavía está con Ruth, también saluda a los Longbottom, y pronto comenta lo mucho que ha crecido Neville y la pena que le da que Ron se haya quedado en Hogwarts con Harry y Hermione y no vaya a pasar las fiestas en casa.
—No queremos molestar, solo queríamos venir a dar las gracias —comenta la señora Longbottom.
—Ya está abuela, no hace falta, por Morgana —murmura Nyx, completamente mortificada.
—Te callas, niña. Yo no te eduqué desagradecida, ¿eh?
—¡Pasad al salón, por favor!
Nyx pasa en dirección al salón de los Diggory con la cabeza agachada. Cedric observa sus espaldas. Nunca había estado tan cerca de Augusta Longbottom, pero ahora que sí que lo está, se confirman sus sospechas de que es una señora imponente.
Huele fuerte. Huele a un perfume antiguo y exageradamente oloroso, de ese que se te mete en las fosas nasales y tienes que darte una ducha larga para que se te vaya el recuerdo. El sombrero sobrepasa la altura de Cedric por lo menos unos cuarenta centímetros, y aunque parece muy mayor, camina con seguridad y agilidad. Cedric piensa que esa señora tiene de frágil y débil lo que él tiene de pelirrojo.
Cedric cae en cuanto llega al salón en que se han juntado, bajo su mismo techo, Fred y Nyx.
El día que se repartió la suerte, claramente no me invitaron.
No entiende cómo es tan desafortunado. La persona que le gusta, su novio y sus propios padres avergonzándole sin parar. No sabe si es Navidad o el día de su funeral.
Por suerte, Nyx y Fred no se saludan más allá de un choque de puños amistoso, el mismo que le da a George.
—Anda, Nyx, qué alta estás tú también, ¿eh? —la saluda la señora Weasley.
—No creo que vaya a crecer más —responde ella, con las mejillas sonrojadas.
—Mis hijos han salido todos muy altos —suspira ella—. Hasta Ginny me supera, y solo tiene doce años.
—Es que es fácil superarte, mamá —bromea George, por lo que se lleva un tirón de orejas de su madre.
Ruth saca varios vasos más y pronto todos están comiéndose sus galletas y comentando lo divertida que es la decoración y Cedric no se permite participar en lo que está pasando en su salón, porque es tan surrealista que ni siquiera entiende qué está ocurriendo.
—Cedric está muy guapo —comenta la señora Weasley, como si él no estuviera ahí—. Seguro que tienes muchas novias, ¿eh?
Cedric sonríe con incomodidad. Nyx se ríe por lo bajo y comparte una miradita con Ginny, que le mira sonrojada.
—No nos quiere decir nada, pero estoy segura de que sí —responde Ruth, dándole unas caricias en el antebrazo.
—Claro que sí, mi chico es tan guapo como su padre de joven —celebra Amos, con la barba llena de migas de galletas—. Seguro que rompe corazones sin parar.
—No digas eso, papá. No es de buen gusto.
—¡Ay! Míralo, es que es muy correcto y educado, claro que sí —se ríe su padre, dándole unas palmadas demasiado fuertes en el hombro—. Así me gusta. Mientras trates con respeto a las chicas, por supuesto.
Cedric mira al techo.
Qué vergüenza, madre mía.
—Tus hijos también están muy guapos, Molly —la felicita Ruth. Cedric no entiende por qué hablan de ellos en tercera persona, si están presentes en la sala—. Estoy segura de que compiten con Cedric por las chicas.
No sabes cuánto.
—Sí, sí, seguro que sí, aunque estos dos dudo que algún día piensen en otra cosa que no sean sus bromitas. No sacan tiempo para novias, por lo que parece —suspira Molly, señalando a los gemelos.
Cedric dirige su mirada directamente a Nyx. ¿Acaso los padres de Fred no saben que están saliendo juntos?
Todos los hermanos Weasley y Neville están sonrojados. Todos lo saben, todo el colegio lo sabe. ¡Los profesores lo saben!
¿No se lo han dicho a sus padres?
Augusta ni siquiera se ha inmutado. Parece ser que es una relación que están llevando a espaldas de sus familias. Cuando Nyx se da cuenta de que Cedric la está mirando, hace una mueca para indicarle que no diga absolutamente nada. Cedric asiente muy despacio y se guarda lo que piensa.
Él no ha dicho que está saliendo con Astrid porque no es verdad, no están saliendo juntos. Solo quedan de vez en cuando y comparten saliva y alguna que otra cosa y ya, más allá de eso, no son nada. Es algo que es mejor no mencionar con sus padres, porque ellos son ligeramente más tradicionales en ese sentido, aunque intenten fingir que son muy modernos.
Pero Fred y Nyx llevan saliendo casi un año y van tomados de la mano por el castillo y se besan en público. Ellos sí son pareja, ellos sí tienen motivos para hacerlo público frente a sus familias.
Pero no dicen nada. Los Weasley se marchan unos minutos después, porque quieren felicitarle las navidades a más familias de la zona, y los Longbottom se quedan para que Neville se termine su chocolate con tranquilidad.
—No queremos demorarnos mucho más, Neville, termínate eso, vamos, que si no luego no cenas —espeta la abuela. Neville engulle como puede sus galletas—. Veníamos a agradecer a vuestro chico por ayudar a Nyx con sus notas. Ha mejorado bastante.
Los padres de Cedric lo miran, henchidos de orgullo. Cedric intenta pensar qué ocurriría si saliera corriendo hacia la chimenea con un puñado de polvos flu y gritara cualquier dirección con tal de largarse de aquel bochorno. Hasta que se da cuenta de que no tiene demasiado por lo que avergonzarse.
Nyx debió de pedirle la varita a alguien para hacer los exámenes. No sabía qué notas había sacado porque no se habían vuelto a hablar después de la última clase, cuando él había descubierto que el problema estaba en la varita de Nyx. Había supuesto que la chica no querría volver a hablar con él porque él la había visto a punto de llorar y se había metido con la varita de su madre, así que no sabía qué tal le habían ido los exámenes.
Parecía que no le habían ido del todo mal. Si no, Augusta Longbottom no habría obligado a Nyx a acudir a la casa de Cedric a darle las gracias, eso está claro.
—Vamos, Cedric, di algo —le anima su padre, sacándolo de su sopor.
—Eh... —El chico pestañea. No ha dicho ni una sola palabra en más de una hora—. Nada, no ha sido ninguna molestia.
—¡Tonterías! —exclama Amos—. No tienes que ser modesto, Cedric, esta chica tan guapa te está agradeciendo por tu esfuerzo.
—Ya está, papá, en serio —murmura él.
—No le hagáis caso, es que estas navidades está decidiendo ser más adolescente que nunca —se disculpa Ruth.
—¡Mamá!
Nyx tiene una media sonrisa que intenta ocultar. Parece que le alivia ligeramente que estén avergonzándole a él en lugar de a ella. Cedric sonríe también. Están compartiendo su vergüenza y por un segundo se miran y solo hay una sonrisa de complicidad por el medio.
Nyx está muy guapa, con un jersey azul marino con estrellitas bordadas y unos pantalones negros ceñidos. Cedric suele verla con el uniforme o, como mucho, con la equipación de Quidditch. Siempre que ve a un compañero con ropa de calle se siente de lo más alienado, pero a Nyx se la ve mucho más cómoda así vestida que con la túnica de Hufflepuff.
Snitch se le acerca a la pierna y Nyx se agacha ligeramente para acariciarle detrás de las orejas y susurrarle algo con una sonrisa boba. Cedric aprieta los labios y mira hacia otro lado, intentando no sonreír más.
—Nada, en serio. Nyx solo necesitaba un poco de organización en su planificación, eso es todo —termina Cedric, cuando sus padres insisten en que diga algo más—. Bueno, también nos dimos cuenta de que...
—De que no sé tomar bien los apuntes, pero ya me ha enseñado —le interrumpe Nyx.
Le vuelve a hacer una mueca para que se calle y no diga nada más.
No quiere que diga lo de la varita.
Cedric no lo termina de entender. Esa varita es la causante de su fracaso académico. Sin ella, es una bruja de lo más capaz. ¿Por qué no quiere decir nada?
—Bueno, tenemos que irnos, ¿eh? Que tenemos que cenar en casa de mi tío —anuncia Nyx, apresurando a su abuela.
Augusta no parece en absoluto contenta ante esa perspectiva, pero se despide de los Diggory, agradeciéndoles por haber criado a un estudiante tan capaz, y de nuevo todo son mejillas sonrojadas y miradas hacia el techo de parte de Nyx. Los ve desaparecerse desde su ventana en la lejanía, y aunque la casa huele demasiado al perfume de la señora Longbottom, Cedric no deja de pensar en que Nyx le ha sonreído.
Ella siente una vergüenza ligeramente similar cuando llega a casa de los Lovegood, aunque pronto es reemplazada por lo familiar que se siente todo a su alrededor. La casa de su tío Xenophilius, o Phil, como suelen llamarlo para abreviar, es una construcción que compite con la de los Weasley en lo extravagante, aunque esta parece mucho más estructurada.
Como buena Hufflepuff, lo que más le gusta a Nyx es el jardín, repleto de plantas y flores que, claramente, tienen poco de ordinario. Siempre se pregunta de dónde las han sacado, pero prefiere no saberlo, por si acaso. Acaricia el tallo de una de las ciruelas dirigibles mientras espera a que les abran la puerta.
El tío Phil abre poco después, vestido con una túnica roja hasta los pies y lo que parece ser una diadema a juego con diamantes falsos. Luna les saluda desde la cocina, ataviada con un vestido plateado adornado con los mismos diamantes.
—¡Bienvenidos! Qué peinado tan bonito, Nyx, qué túnica tan elegante Nev, y tu sombrero tan pintoresco como siempre, Augusta —saluda Phil, haciéndoles pasar con un gesto exagerado.
Augusta accede a la cena familiar en Navidad porque no tienen ningún otro plan y es una de las pocas ocasiones en las que no puede decir que no a que sus nietos vean a su familia materna.
De nuevo, no es que tenga nada contra ellos. Es solo que para Augusta no hay nada como la tranquilidad de su hogar y el silencio, y en casa de los Lovegood, no hay ni de una cosa ni de la otra. Se habría quedado a cenar sola sin ningún problema, pero Neville y Nyx habían insistido en que no querían que lo hiciera en un día como ese.
En el salón ya está esperándoles el tío Algie. Es el hermano mayor de Alice y Pandora. Se lleva muchos años con Alice, que es la hermana mediana, así que fue él quien se mudó a Inglaterra cuando era joven y quien convenció a Nicholas y a Thea de que Alice y Pandora tendrían una buenísima educación mágica en Hogwarts. Después de eso se le fue un poco la pinza.
No hay duda de que es un hombre excéntrico, lo sabes en cuanto lo ves: tiene los brazos repletos de plumas azules y verdes, y si los agita con suficiente fuerza y rapidez, puede alzarse en el aire un par de metros antes de caer estrepitosamente porque no es capaz de soportar el peso de su enorme barriga cervecera.
Es el claro ejemplo de lo que puede salir mal cuando intentas convertirte en animago. Se podría considerar que tiene suerte de haberse quedado solo con las plumas, porque siempre comenta lo terrible que habría sido que le saliera un pico de guacamayo y no pudiera comer bien, que es lo que más le gusta. Intentó transformarse antes de que Nyx y Neville nacieran, y cuando ellos lo conocieron, ya había salido de su año de reclusión en Azkaban por tratar de convertirse en animago sin notificarlo al Ministerio.
Nyx siempre piensa que se le fue la cabeza en prisión, porque ella siempre lo ha conocido como un hombre excéntrico, a pesar de que Pandora, cuando estaba en vida, le tenía mucho aprecio y siempre comentaba lo buen hermano que había sido siempre.
Algie vive escondido en Chudley, uno de los pocos pueblos en Inglaterra con una comunidad mágica lo suficientemente grande como para proteger al hombre pájaro si algún muggle se da cuenta de que lo que lleva no es una chaqueta de plumas sino su piel de verdad. Todos saben que está un poco chalado, pero es un hombre entrañable y es excelente haciendo sombreros. Tiene una pequeña tienda artesanal donde los fabrica y los vende excesivamente baratos.
Tiene un sombrero para cada miembro de la familia y se los coloca nada más llegar, menos a Augusta, que se niega a ponérselo por más que Algie intenta hacer que se quite esa cosa horrible que lleva encima de la cabeza. Nyx se mira en el espejo de la habitación de Luna y observa que esta vez le ha tocado un gorro amarillo apagado con lazos negros que simulan el cuerpo de una abeja. Luna, por su parte, lleva un sombrero que se divide en dos y hace que parezca que tiene, en realidad, dos sombreros.
Nyx se lleva bien con Luna y siempre se lamenta por que no sean de la misma edad. Le encantaría tener primos de su edad, pero Luna es tres años menor y los primos de Grecia son mucho más mayores. Cuando está en reuniones familiares, se junta con Neville y Luna porque no tiene más remedio, y aunque los aprecia mucho, se aburre enseguida cuando empiezan a divagar.
Pero haría lo que fuera por ellos, eso es así. Protegería con su vida a Luna igual que protegería a Neville si le pasara algo. Ya ha tenido que defenderles en un par de ocasiones de otros estudiantes que intentan buscar al niño que es ligeramente diferente a los demás para hacerlo sentir todavía más alienado. Y desde entonces, nadie se ha acercado demasiado a ellos.
Se pasó un poco cuando se metieron la primera vez con Luna y ahora casi ningún alumno de su propia casa quería hablar con ella porque tenían miedo de Nyx. Luna aseguraba que le daba igual, que no necesitaba más amigos que a ella misma, pero Nyx siempre se apenaba cuando la veía comer sola en el Gran Comedor. Tenía que asegurarse de que hiciera amigos antes de marcharse de Hogwarts en dos años.
—Oye, Luna, ¿conoces a Ginny Weasley?
Están terminando de cenar y Phil está haciendo volar el postre desde la encimera de la cocina a la mesa del comedor. Neville está intentando limpiarse como puede el jersey que se ha manchado de salsa de manzana, mientras la abuela le regaña por ser tan descuidado siempre.
—Sí, claro, esa niña pelirroja de Gryffindor, ¿no?
—¡Sí! ¿Por qué no hablas con ella? Parece simpática.
—Es guapa.
Eso es todo lo que dice Luna antes de clavar su cuchara en la tarta de manzana —todos los platos de aquella noche tenían manzana, por alguna razón que solo Phil sabía— y meterse un buen trozo en la boca. Neville se sonroja ante la mención de Ginny y Nyx lo codea.
—¿Qué, tú también piensas que es guapa?
—¡¿Qué?! Pff, pff... ¡Qué va! ¡Ni siquiera sé quién es! —responde Neville, completamente azorado—. Bueno, sí que lo sé, pero que no la he visto nunca...
—No seas bobo, Nev, claro que la has visto. Si el otro día os vi jugando a snap explosivo en el Gran Comedor con los demás —sonríe Luna, limpiándose un poco de canela de la barbilla—. Es una chica graciosa, cuando se enfada se le pone toda la cara roja y parece una bola de navidad. ¡Como esa!
Señala una bola del árbol de navidad y Nyx se echa a reír, porque por supuesto que a Luna le parece de lo más normal comparar a las personas con objetos decorativos. Ella comienza a comerse su tarta de manzana por trozos, primero la manzana y después la masa, y cuando tiene la boca llena, es cuando a su querida prima se le ocurre soltar la bomba.
—¿Tú la llamas cuñada o la llamas Ginny? Tiene un nombre demasiado bonito para...
—¿Cuñada?
Augusta habla por primera vez en toda la cena para decir algo que no es una queja, y es que no entiende por qué Nyx tendría que llamar cuñada a ninguna niña. Nyx intenta masticar todo lo rápido que puede para responder antes que Luna, pero la niña es mucho más rápida.
—Claro, es que el hermano de Ginny es el novio de Nyx. Ese tan alto que parece como sacado de un libro de ilustraciones de...
—¡Qué cosas dice! —se ríe Nyx, dándole un pisotón a su prima—. ¡Novios! Como si tuviera tiempo para eso, con todo lo que tengo que estudiar...
—Esta es la mejor época de tu vida para tener pareja, Nyx Esleen —comenta Algie sabiamente. Tiene la costumbre de llamar a todos por sus dos nombres, igual que su madre—. Después llegan las canas y las barrigas y el mal aliento, así que no te duermas demasiado en los laureles, muchacha.
—Pero que...
—¿Quién era? De los dos gemelos, ¿quién era? —pregunta Augusta, con toda la paciencia del mundo.
—Yo no...
—No estoy ciega, Nyx —continúa la abuela, alejando el plato del postre con delicadeza—. Vi a uno de los dos apoyado contra la puerta de la Enfermería cuando fui a visitarte.
Nyx quiere escaparse de la cena. Luna debería sentirse mal consigo misma por haber desvelado el secreto de su prima, pero como ella jamás está demasiado pendiente de esas cosas, se está echando un segundo pedazo de tarta en su plato mientras mueve los pies debajo de la mesa al ritmo de la música de la radio. Neville, en cambio, está empezando a sudar por lo nervioso que está.
—Fred.
—Eran iguales, ¿cómo voy a saber cuál de los dos es Fred?
—No sé, abuela, yo no los veo iguales —murmura Nyx. Ya no le apetece más tarta, y eso que la parte de la masa es su parte favorita.
—Qué bonito —suspira Phil, quitándose las migas de la barba—. ¡El amor adolescente! Pandora y yo también nos conocimos a esa edad, igual que Alice y Frank, ¿te acuerdas, Augusta?
Augusta asiente lentamente. Se queda callada el resto de la cena, incluso cuando Phil y Algie empiezan a cantar en griego, aunque Phil no sabe ni una sola palabra, y Luna hace una coreografía que ha estado practicando en la que termina haciendo una voltereta en el sofá.
Espera a que lleguen a casa para acompañar a Nyx a su cuarto y, contra todo pronóstico, le da una caricia en el dorso de la mano.
—Espero que te merezca, Nyx, y que te haga feliz. Preferiría que hubieras esperado a los diecisiete, pero estas cosas... Supongo que estas cosas no se buscan, ¿no? Igual que tus padres —suspira la abuela, alejándose por fin—. Pero primero van los estudios, ¿eh? Y luego todo lo demás, prométemelo.
—Te lo prometo, abuela.
—Eso es. Buenas noches, chica.
Nyx se va a dormir con ganas de llorar de la emoción. Su abuela no es muy dada a las muestras de afecto, ella es más de demostrar el amor con acciones que con palabras vacías, pero eso que ha hecho por Nyx ha sido algo completamente inesperado. Siempre le había dicho que se esperara a tener pareja cuando terminara sus estudios, y que eligiera a un mago tan capaz como lo había sido su padre, y esa presión había sido mucha para Nyx, que se había terminado enamorando de su amigo a los quince, contra todo pronóstico. Que Augusta lo dejara pasar porque veía feliz a su nieta era todo un logro. Para Nyx, ese fue el mejor regalo de navidad.
Yo sé que Augusta le mete mucha presión a sus nietos, pero me parece un personaje del canon espectacular. Bueno, ella y Neville. Creo que su forma de ver las cosas está completamente justificada después de lo que tuvo que pasar con Alice y Frank, y como Neville es tan despistado y tímido, hace lo que puede por espabilarlo, aunque a veces no sea de la mejor manera. Real que escribir sobre esta familia fue lo que me motivó a narrar esta historia <3
Hoy no tengo demasiado que decir, os prometo que no había muchos mensajes ocultos en este cap jeje. Había cosas importantes para la trama, por su puesto. ¿Avergonzar a Cedric? Súper importante para la trama, claro que sí.
Nos leemos la semana que viene con doble dosis, ya sabéis que un domingo al mes toca extra de Díada ;)
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