(𝟏𝟎) · 𝐐𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐚 𝐮𝐧 𝐫𝐚𝐲𝐨 ·
A Nyx le había caído un rayo.
Un maldito rayo.
En realidad, le había caído el rayo a la escoba de Nyx, y al estar encima, el impacto también la había afectado a ella.
Por suerte, podría haber sido mil veces peor. Había sido afortunada gracias a que el uniforme de Quidditch le había protegido la mayor parte del cuerpo, así que lo único que verdaderamente le había quedado afectado había sido la mano derecha, que era la que estaba agarrando el mango de la escoba en ese momento.
Normalmente, habría tenido el bate en esa mano, pero lo había guardado bajo su brazo izquierdo para volar mejor en la tormenta. Así, el impacto del rayo había viajado rápidamente por su brazo hasta llegar a su hombro y había tenido la suerte de haberse soltado de la escoba en ese momento, porque de haberla seguido sujetando durante mucho más tiempo, probablemente el rayo le hubiera afectado el cuerpo entero. Podría haberse muerto en ese mismo segundo.
Se había despertado varios días después, y había encontrado los rostros de sus amigos y su hermano rodeándola con expectación. Asher parecía aliviado, Neville intentaba aguantarse las lágrimas, Connor no le miraba el cuerpo porque su hipocondría hacía que quisiera desmayarse al verla así y Hina sonreía con malicia. Nyx no sabía a qué se debía la reacción de su amiga, pero prefería no preguntar.
Tenía una marca en el brazo que Hina y Asher no dejaban de fotografiar. Era una representación del rayo que subía desde los dedos a la parte superior del brazo y se ramificaba allá por donde pasaba. Nyx reconocía que era una marca bonita, pero le dolía muchísimo.
Le ardía el brazo, en realidad, como cuando se quemaba cocinando con la abuela, solo que esas quemaduras solían tener un tamaño de menos de un centímetro. Esta medía medio metro y cada vez que algo, aunque fuera un poco de tela suave, le rozaba la quemadura, se la podía escuchar gritar hasta desde el aula de pociones. Madame Pomfrey la había apodado "la grititos".
No podía mover el brazo ni los dedos de esa mano, y los primeros días estaba completamente sorda del oído derecho y solo escuchaba un cuarenta por ciento por el oído izquierdo. También le costaba ligeramente respirar.
Por lo demás, estaba bastante bien si no se movía en absoluto y solo miraba al techo. Madame Pomfrey le había prometido que poco a poco recuperaría la audición, que la marca en forma de relámpago se iría pasados unos días y que recobraría el movimiento de los dedos en menos de un mes si todos los días hacía con ella ejercicios de rehabilitación.
Así que Nyx se pasó todo el mes de noviembre encerrada en la enfermería con Madame Pomfrey, recibiendo visitas de sus amigos, un par de su abuela y bastantes de su novio y su hermano y no teniendo que hacer absolutamente nada para clase.
Aunque Cedric acudía sus ocho horas semanales y le explicaba todo lo que habían visto. Los amigos de Nyx no podían creerse que el chico acudiera dos horas diarias, se dedicara a explicarle el temario a gritos para que le escuchara y se ofreciera a tomarle todos los apuntes para que no se perdiera en clase.
Solo dejó de acudir la semana después del segundo partido de Quidditch de la temporada. Habían ganado el primero porque, justo cuando Cedric había conseguido la snitch, Harry Potter, el otro buscador, se había caído también de su escoba tras ser atacado por los dementores.
Cedric había intentado pedir que se volviera a jugar el partido, porque no le parecía justo que Gryffindor perdiera porque su jugador no había podido coger la snitch con una excusa de lo más justificable, pero Oliver Wood había aceptado la derrota y se negaba a repetirlo. Sin embargo, el equipo de Hufflepuff se había tenido que volver a montar en la escoba a finales de noviembre para jugar contra Ravenclaw y la derrota había sido espectacular.
Era imposible jugar bien cuando les faltaba Nyx, porque habían puesto a Todd de golpeador junto a Asher y el chico se había empeñado en ser él quien siempre golpeara la bludger. Y no acertaba ni una vez.
Así que Hufflepuff puede dar por terminada su temporada en el Quidditch por lo que queda de año y Cedric se siente el mayor fracasado del mundo. Da igual que todos intenten consolarle diciéndole que era imposible ganar ese partido sin una de sus jugadoras estrella. Da igual que le digan que ha hecho un buen trabajo como capitán. Da igual que, al menos, siga siendo un alumno con buenas notas y todo le vaya bien con Astrid.
A él no le importa. Puede escuchar diez cosas buenas y una mala y se centra solo en la segunda. Así es él.
Él no aparece después de eso, pero quien sí lo hace es Todd Dodderidge, para la sorpresa de Nyx.
Por ponerlo en pocas palabras, Nyx no soporta a Todd. Le parece insufrible, pesado e imbécil. No entiende cómo Connor puede ser amigo suyo.
—¿Cómo va, Longbottom?
—¿Qué quieres?
Todd se apoya en los pies de la cama y la mira con una sonrisa ladeada. Lo cierto es que es bastante atractivo, pero a Nyx se le olvida sin problemas en cuanto abre la boca, porque siempre que lo hace es para decir una estupidez.
—¿Por qué piensas que quiero algo? ¿No puedo visitar a una compañera convaleciente?
—O hablas o te largas, Todd. No tengo ganas de tonterías.
—Vale, vale. —El joven se sienta en la cama contigua y estira los labios, pensando en lo que va a decir—. Verás, Ced y Philip llevan unas cuantas semanas enfadados conmigo...
—¿Por hacer perder al equipo?
—Oye, no fui yo. No había nada que hacer contra Ravenclaw.
Nyx rechista. Si ella hubiera estado presente seguro que, al menos, no habrían perdido de manera tan espectacular.
—Están enfadados conmigo porque dicen que hago comentarios fuera de lugar.
—Entonces están enfadados con justificación de sobra.
—Déjame hablar, Longbottom, va —responde él cruzándose de brazos—. Me lo agradecerás.
Nyx quiere seguir refunfuñando, pero entonces Todd dice algo que no se espera.
—Mira, todo el mundo lo dice por ahí, ¿vale? Y yo también había escuchado el rumor, pero estos se enfadaron conmigo, como si lo hubiera extendido yo. Yo lo escuché de Clay Mitchell.
—¿Pero de qué estás hablando?
—La gente dice por ahí que... —Todd se interrumpe. Parece que, por una vez en su vida, se avergüenza de lo que iba a decir—. Bueno, básicamente, dicen que tu novio cuenta por ahí lo que hacéis.
—¿Lo que hacemos de qué?
Todd chasquea la lengua. Está intentando esconder su sonrisa, pero a la vez parece nervioso.
—Échale imaginación, Longbottom. ¿Qué crees que Weasley puede contar sobre ti y las cosas que hacéis juntos?
Nyx se ha escapado de la enfermería. Lleva la túnica por encima y cada vez que le roza la tela le duele como mil demonios. Ya tiene la herida mucho más curada, en realidad, pero sin el cuidado de Madame Pomfrey que le toca de ese día, siente que la tiene en carne viva.
Pero es igual. Lo que tiene que hacer ahora es mucho más importante.
Se planta frente a la sala común de Gryffindor y dice la contraseña. No tarda en encontrar a Fred con sus amigos, tirados en el sofá.
—¡Nyx! —saluda George—. ¿Ya te han dado el alta?
Todo el grupo de amigos la saluda, pero Nyx no sabe si se ríen de una broma que estaban contando antes de que llegara o se ríen de ella.
¿Acaso todo el mundo lo sabe? ¿Y desde cuándo?
—Fred, ¿podemos hablar?
Sus amigos hacen un aullido, sabiendo que eso no significa nada bueno. Fred se levanta de un brinco, preocupado por lo que pueda ocurrir, y se lleva a Nyx fuera de la sala común porque sabe que hay orejas por todas partes.
Buscan un hueco escondido unos cuantos pasillos más allá y Nyx se aleja para confrontarle.
—¿Se puede saber qué has estado contando por ahí, Fred?
Fred traga saliva. Nyx comprende enseguida que sabe a lo que se refiere.
—¿Qué quieres decir? —dice en su lugar. Parece que va a intentar fingir que lo desconoce.
—No te hagas el tonto, Fred. La gente lleva semanas hablando sobre mí.
Fred hace una mueca.
—¡Lo siento! —exclama, acercándose a ella. Nyx da un paso hacia atrás—. También hablan sobre mí, ¿eh?
—Ah, no, no vayas con esas porque sabes que no es lo mismo. A los ojos de todos tú eres un campeón y yo soy... ¡Yo soy una fácil que la chupa bien!
Fred se pasa las manos por el pelo con desesperación.
—Tienes razón, no es lo mismo —responde él, con un carraspeo—. Siento mucho que vayan diciendo esas cosas, yo...
—¿Por qué has contado eso? —pregunta con lágrimas en los ojos. Le da muchísima vergüenza pensar en lo que todos puedan saber sobre ella y sobre las cosas que hace con Fred. Odia que hablen a sus espaldas, y sobre todo odia que lleven mucho tiempo haciéndolo y ella ni siquiera se haya dado cuenta.
—No... —Fred frunce los labios. Nota que Nyx está afectada—. Me enteré de que todos decían eso hace un par de semanas, pero no sabía cómo contártelo porque estabas aún recuperándote y...
—Si no querías que me enfadara no tendrías que haberlo largado, Fred.
Nyx se cruza de brazos y mira hacia arriba. No quiere llorar por nada del mundo.
—¡Fue sin querer! Soy imbécil y estábamos los chicos hablando en la habitación y... Ya sabes cómo somos los tíos, estábamos prácticamente midiéndonos las...
—¡Fred!
—Me refiero a que estábamos hablando de las cosas que habíamos hecho —continúa él, dando un paso hacia ella—. Y hablamos sobre... Felaciones. Yo dije que a mí me habían hecho una muy bien.
Nyx está esperando a que cuente la parte en la que dice que es ella la que la practicó, pero Fred no lo hace.
—¿Y bien?
—Pues que soy tonto, Nyx, no dije que eras tú, pero estaba claro que eras tú. No es como si me hubiera liado con nadie más y no pensé que todos fueran conscientes de eso. Ataron cabos y empezaron a contarlo por ahí, porque son imbéciles y no se puede confiar en ellos.
Nyx se lleva las manos a la cabeza y se deja caer contra la pared de piedra. Exclama por el dolor contra su piel, pero eso al menos le hace pensar en otra cosa que no sea la vergüenza.
—Eres idiota, Fred.
—Lo soy —se lamenta él—. Te juro, Nyx, que fue completamente sin querer. Lo hice por hacerme el guay cuando no soy nada de eso. La única chica con la que he estado eres tú.
—¿Y qué pasa, con eso no tienes suficiente? —rebate ella.
—No seas tonta, Nyx —a Fred se le ablanda la voz al decir aquello—. Por favor, no digas eso jamás. No querría estar con nadie que no fueras tú.
Nyx no se lo cree, pero cuando levanta la mirada, Fred está frente a ella y la mira con culpabilidad. Lo peor de todo es que Nyx sabe que lo siente de verdad y que lo que dice es cierto, porque es tan patético que suena a algo que le pasaría a Fred.
—Eres... —Nyx se mira a los pies mientras intenta buscar un adjetivo.
—Un imbécil. Castígame como quieras.
Eso hace que levante la mirada. Fred levanta las cejas y sonríe de lado, con picardía. Nyx le golpea suavemente en el estómago.
—Te la va a chupar tu lechuza, porque yo no.
—¡Eh! —se ríe Fred. Le pasa la mano por la cintura del costado que está libre de heridas y se acerca más a ella ahora que sabe que ya no está tan enfadada—. Eso es injusto. Seguro que me hace daño con el pico.
Se lleva otro golpe más por eso, pero finalmente, Nyx se deja abrazar por el lado izquierdo y apoya la cabeza sobre su pecho.
—Menos mal que ya estás mejor —susurra Fred contra su pelo—. Me asusté mucho cuando te vi caer.
—¿Qué?
Nyx mira hacia arriba un segundo y le hace un gesto, llevándose un dedo hacia la oreja. Quiere decirle que si susurra no le oye bien, porque todavía no se ha recuperado del todo.
—Que me alegro de que te encuentres mejor —remarca él, asegurándose de alzar la voz.
—Vuelvo a clases la semana que viene —masculla ella. No tiene ningunas ganas.
—Al menos nos podremos ver más tiempo, ¿eh? —la consuela él, acariciándole la mejilla.
Nyx se muerde el labio inferior antes de levantar el rostro y mirarle.
—Me da mucha vergüenza que todos sepan eso, Fred.
—Me voy a encargar de callar algunas bocas, no te preocupes —le asegura él—. Ya te dije que no permitiría que nadie te hiciera daño.
Nyx perdona a Fred por ser estúpido, aunque no vuelve a ser mucho más cariñosa con él cuando por fin sale de la enfermería a modo de castigo. Tampoco es que tenga demasiadas ganas de tener contacto íntimo cuando todavía se le está curando la cicatriz.
Algunos de sus amigos, sin embargo, no están de acuerdo con que lo haya perdonado tan fácilmente.
—Oye, Nyx. ¿Te puedo comentar una cosa?
Nyx no piensa nada extraño cuando Connor se la lleva apartada tras la última clase de la mañana. Han estado juntos toda la lección y él no le había parecido nervioso ni ansioso por contarle algo, así que supone que es algo de lo más banal cuando él se apoya contra la pared de piedra y mira a su alrededor para comprobar que no hay nadie.
—¿Qué, estás saliendo con alguien? —pregunta ella, levantando varias veces las cejas.
Él se sonroja ligeramente, pero niega al instante, porque no, esa no es la cuestión que quiere comentarle.
—Mira, Nyx, sabes que a mí Fred no me cae bien.
Ella resopla y pone la vista en blanco. Otra vez con esas. No le apetece volver a pasar lo mismo, pero Connor parece determinado a contarle lo que tiene entre ceja y ceja.
—Me han contado que vieron el otro día bajar a Angelina Johnson y a Fred de un dormitorio.
—¿Y?
—Que estaban a solas.
Nyx deja escapar una risa nerviosa. Parece más bien una risa de pánico que una risa sarcástica, pero ella continúa igualmente.
—¿Y?
Connor no comprende esa pregunta. ¿Y? ¿Cómo que "y"?
—¿Se supone que tengo que tener celos?
—No, celos no, pero... ¿No te parece extraño?
En realidad, es una conversación que ha tenido con Hina y Asher. Los tres piensan que, a veces, Fred hace cosas extrañas con Angelina. Connor es demasiado observador y ha visto más de una vez que Nyx mira con sospecha a los dos, pero nunca dice nada, así que sabe que está fingiendo. Que Nyx también piensa algo raro de su amistad pero no dice nada por... A saber qué razón.
Ha sido George, el gemelo de Fred, quien le ha confiado esa información a Connor. Él ha sido quien le ha contado que vio a su hermano salir con Angelina de la habitación, y Connor piensa que George no mentiría en algo así. ¿Por qué iba a contar algo en detrimento de su gemelo?
Sabe que es real. Porque le encaja. Y Nyx también lo sabe.
—Mira, no digo que tengas que tener celos, Nyx, pero todos... Bueno, mucha gente piensa que deberías...
—Sinceramente, Connor, me importa bien poco lo que mucha gente piensa que debería hacer, ¿sabes?
—Una pena, porque te conozco desde hace cinco años y sí que sé lo que te importa y lo que no, y esto te importa mucho, aunque finjas que no.
—¡Son amigos, Connor! ¡Tú y yo estamos ahora mismo escondidos y apareceremos juntos de repente! ¿Ahora todos se van a pensar que estamos liados?
—Pero yo soy gay.
—Y Fred tiene novia —replica ella, con una sonrisa—. Sé lo que hago, ¿vale, Connor? Y cuando te digo que esos dos solo son amigos, es porque lo sé. Fred nunca me haría eso.
Se marcha con toda su dignidad, tratando de creerse ella misma lo que acaba de decir, cuando todos sus instintos están haciendo sonar las alarmas. Acaba de perdonar a Fred y no quiere volver a enfadarse, pero, sobre todo, no quiere sentir celos. No quiere preocuparse por un estúpido rumor.
Pero es inevitable, porque sabe que no es un rumor infundado. Sabe que tiene algo de razón porque los ha visto alguna vez siendo demasiado amistosos. Se dice a sí misma que los amigos se tratan con cariño, que no hay nada de malo en una amistad entre chica y chico.
Yo soy amiga de Connor y de Asher.
Connor jamás se interesaría por mí, y Asher es como mi hermano.
Angelina y Fred son como hermanos, claro que sí.
Se sienta en la mesa del Gran Comedor y le planta un beso en la mejilla a Asher para demostrarse a sí misma y demostrarle a los demás que los amigos hacen ese tipo de cosas.
Y Asher la mira como si hubieran cambiado a su mejor amiga por el profesor Flitwick.
—¿Qué? Somos amigos, ¿no te puedo dar un beso?
—Tú nunca me das besos, Nyx. En una ocasión dijiste que no me tocarías ni con un palo.
—La gente cambia, Podmore.
No menciona nada más sobre lo ocurrido. Connor tampoco, cuando llega y se sienta frente a ella con una disculpa en la mirada. No quiere enfadarse con él por una tontería como esa, pero le molesta que trate de intervenir en su relación y le llene la cabeza de dudas que no tenía.
Sí tenías.
No las tenía.
Le es imposible concentrarse en nada después de eso.
Sin embargo, Nyx está de vuelta en clase justo para la semana anterior a los exámenes trimestrales, y aunque algunos profesores han accedido a ser más permisivos con sus calificaciones porque había estado un mes entero medio sorda y sin poder coger la varita, Cedric está empeñado en hacer que todo su esfuerzo tenga recompensa.
Bueno, eso y que le prometí que habría mejorado para cuando llegáramos a las navidades. Si no ha mejorado, no volverá a querer verme la cara jamás.
Así que se pasan la semana haciendo tres horas diarias en lugar de dos, incluyendo las tardes que anteriormente solían dedicar al Quidditch. Nyx refunfuña sin parar y jura que se agota cuando hace demasiado esfuerzo, pero no se marcha. No lo dice en voz alta, pero ella también está empeñada en aprobarlo todo por su cuenta.
Pero llega el día anterior a los dos primeros exámenes y a Nyx no le sale casi nada, o si le sale, es al cuarto o quinto intento.
Cedric está tirado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y las manos metidas en su pelo, observando sus apuntes. Tiene anotaciones sobre todos los progresos de Nyx; tiene escrito cada tarde que ha pasado con ella y ha redactado todo lo que han hecho, los días que ha tenido algún avance y los días en los que han perdido toda una tarde y no ha servido para nada.
Intenta buscar algo. Una forma de demostrar su progreso, pero es completamente irregular. Nyx podía pasar dos semanas seguidas acertando los hechizos a la segunda o haciendo mucho más caso del habitual, que luego pasaba otras dos semanas fallándolo todo y olvidando lo que habían dicho la clase anterior. No tenía ningún sentido.
Nyx le observa de brazos cruzados. Le duele la mano de tanto practicar y la cabeza de esforzarse sin parar.
—Por suerte, esta es nuestra última clase.
Cedric la mira con severidad. No quiere darle la razón, pero va a tener que hacerlo. Ella parece complacida por no tener que volver a verle la cara tantas horas a la semana, pero a él le da rabia no haber conseguido su propósito. No solo no sirve como capitán: tampoco es buen profesor.
—¿Quién ha dicho que no hayas mejorado?
Nyx bufa. Se sienta también en el suelo, cruza las piernas y apoya los codos sobre sus rodillas.
—Ni siquiera me sale bien el encantamiento convocador, Diggory. Es lo más básico del mundo y ni siquiera sé hacer eso, no hay forma de que llegue al nivel de los TIMO.
Él se frustra todavía más y se despeina el cabello por completo, mientras observa sus apuntes sin parar y pasa una hoja detrás de otra. Nyx lo mira intentando no echarse a reír, porque está ridículo con el cabello todo despeinado, la corbata aflojada y la camisa saliéndose por debajo de su jersey.
No parece Cedric Diggory en absoluto cuando no está todo pulcro y recto, y por un segundo se olvida de que le gusta reírse de él porque le parece casi su amigo. Han pasado tantas horas juntos que ya se están acostumbrando el uno al otro y se conocen un poco más y, aunque no hablan de temas personales, se han estudiado sin quererlo y saben cuál es su cara de concentración, frustración y diversión.
Pero si le preguntas a Nyx te dirá que tiene cara de pesado y sabelotodo, así que mejor no le preguntes.
—Es igual, Diggory. No tienes que esforzarte por la apuesta. Simplemente, acepta que has perdido y ya.
Hace el ademán de levantarse de nuevo y Cedric la frena colocando una mano sobre su rodilla, sin llegar a tocársela.
—Queda media hora.
—Pero...
—¿No eres capaz de quedarte media hora? —se burla él. Sabe que eso funciona con ella—. Dile a Weasley que se espere.
Nyx frunce el ceño.
—¿Fred está fuera?
—Siempre lo está —murmura Cedric, sin levantar la vista de los apuntes.
Nyx mira hacia la puerta, como si pudiera observar la silueta de Fred a través de la madera. Sí que es cierto que a veces está esperándola cuando salen de las clases, pero últimamente lo ha perdido un poco de vista porque desde que se pelearon él procede con más cautela.
Nyx mira a Cedric con impaciencia. Quiere terminar con el sufrimiento lo antes posible, así que decide molestarle un poco para ver si así la deja marchar.
—Seguro que a ti te está esperando la chica esa de Slytherin, ¿eh?
Cedric coloca una mano sobre los apuntes y levanta la mirada.
—Se llama Astrid.
—Como sea. Seguro que prefieres terminar con esta tortura de clase e irte con ella.
No.
Cedric lo tiene claro. Pero no es porque no le apetezca pasar tiempo con Astrid, que sí que le apetece mucho. Es solo que le queda media hora y se ha propuesto un reto y necesita demostrarle a Nyx que hay algún tipo de mejoría, aunque sea incapaz de encontrarla en ese momento.
Piensa, Cedric. Piensa en las veces que sí que ha hecho las cosas bien.
Mientras, Nyx no deja de hablarle para sacarle de su concentración.
—Es que, claro, no entiendo por qué necesito tantos Extraordinarios, es imposible, ni que los aurores necesitaran saber de todo. Entiendo que pidan Defensa y Encantamientos, pero...
¿Qué hechizos hace particularmente bien?
Ninguno. No tiene una especialidad concreta.
—¿Cómo voy a aprobar algo cuando la clase la da el pelma de Snape? No lo soporto, te lo juro. Me absorbe las ganas de vivir, es como un dementor pero si el "como".
Sin embargo, sabe hacerlo. Sé que sabe. Y los giros de muñeca y los movimientos se los sabe.
Pero ni siquiera le sale bien el encantamiento convocador, tiene razón.
Es como una máquina a la que le falta una pieza y no sé cuál es.
—Y encima llegaré a casa en Navidad y me las pasaré castigada. Menos mal que fui a un par de fiestas y al menos me lo pasé bien, porque puedo despedirme de mi adolescencia. ¿Te acuerdas de la de tu cumpleaños? No es porque fuera tu cumpleaños, no te lo creas tanto, Diggory, pero estuvo genial... Aunque cómo te vas a acordar, si ibas tan borracho que dabas penita.
—¡ESO ES!
Cedric se pone de pie tan rápido que Nyx lo imita, asustada. Cree que, por fin, ha conseguido tocarle la fibra sensible y por fin va a terminar la clase, pero, en su lugar, Cedric saca la varita de su bolsillo y se la entrega.
—¿Qué quieres?
—¡Convoca el libro!
—¿Qué?
—¡Que lo convoques!
—Diggory, esta es tu varita.
—¡Hazme caso!
Nyx piensa que el chico ha perdido la cabeza, y solo porque le da un poco de miedo la manera en la que la mira, con una pizca de locura, le hace caso y piensa en el libro de encantamientos que hay sobre la mesa.
—Accio libro de encantamientos.
El ejemplar vuela directamente hacia su mano. Cedric levanta los brazos con una sonrisa triunfal, y Nyx mira estupefacta la varita del chico.
—¿Qué has hecho?
—Ahora, prueba el depulso.
—¡Depulso!
El libro sale volando y se precipita contra el suelo. Empieza a probar hechizos por toda la habitación. Rompe un tintero y lo arregla al instante. Hace levitar las mesas y las sillas. Le cambia el color del pelo a Cedric varias veces hasta que ella misma admite que ya es suficiente.
—No lo entiendo, ¿cómo...?
—En la fiesta de mi cumpleaños me diste una botella de agua y la convocaste con mi varita. Me acuerdo.
Nyx se sonroja al instante. No esperaba que él se acordara de que había sido amable con él; pensaba que iba tan borracho que no lo recordaría.
—Creo que es tu varita. Es defectuosa o no te hace caso o no sé, pero creo que ese es el problema.
—¿Y la tuya sí me hace caso?
Él se encoge de hombros.
—Prueba con la de tus amigos también. Sea como sea, esa varita no te sirve.
Nyx saca su propia varita y la lleva contra su pecho, protegiéndola. Cedric no entiende cuál es el problema, pero entonces, Nyx confiesa. Está tan emocionada por haber conseguido hacer los hechizos más difíciles en un intento que se permite ser vulnerable frente a él.
—Es la varita de mi madre. Neville lleva la de nuestro padre. No es defectuosa.
Solo que no es mía del todo.
Cedric se queda con la palabra en la boca. Se arrepiente un poco de haber llamado defectuosa a la varita de Alice Longbottom, pero era imposible que supiera que pertenecía a ella.
Nyx cambia drásticamente ante la mención de su madre. Hay de repente un fantasma en esa habitación; el recuerdo de ese encontronazo en el ascensor de San Mungo, cuando Nyx había bajado de la sala Janus Thickey con los ojos llorosos y Cedric había fingido para salvaguardar su orgullo que no se había dado cuenta.
Los dos hacen referencia a ese momento con sus miradas, pero ninguno dice nada. Él intenta decirle que lo siente, que ella ha pasado por una tragedia que para él es inimaginable y no sabe cómo expresar lo mucho que le duele no saber decírselo en persona. Ella está intentando reponerse después de la vergüenza que le da que alguien la vea siendo sensible por algo como una varita.
—Nos vemos por ahí.
Nyx se va corriendo antes de ponerse a llorar, y casi agradece que Cedric se haya equivocado en algo y Fred no esté ahí porque no le apetece ver a nadie más.
Se encierra en el cuarto de baño y saca la varita de Alice y la planta frente a sus ojos. Ahí es cuando empieza a llorar. Se le rompe el corazón porque piensa que ahora sí que jamás podrá ser como su madre. Su abuela ha intentado educarla de manera que pueda honrar a sus padres, le ha intentado enseñar todo lo que ellos sabían para que pueda ir más allá, le dio su varita para que siempre tuviera a su madre en mente.
Y ahora resulta que ese había sido el fallo. Que se había pasado horas y horas entrenando sin parar y frustrándose inútilmente cuando el error había estado siempre delante de sus ojos.
Es la varita de mamá.
Cedric se ha dado cuenta. Cedric Diggory, quien ha pasado toda su adolescencia siendo la causa de su ceño fruncido, le ha dado la solución a su problema. Ha compensado con creces su error del pasado.
Y a ninguno no le sabe a victoria en absoluto.
Este capítulo va dedicado a mi primera amiga en esta app, Ogaira, porque ella fue la primera en descifrar lo de la varita (mi niña es Ravenclaw) y porque dijo que sería guay que le cayera un rayo, que deja unas marcas chulísimas, y yo me moría de ganas de decirle YA LO SÉEEEE porque no quería spoilear esto. Tkm Ogaira ya lo sabes <3
¡Espero que os haya gustado el cap!
¿Fred es idiota o solo bobo? Justifica tu respuesta (2 pts.)
¿Por qué Hina se ríe de que a su amiga le haya caído UN RAYO?
Nos leemos la semana que viene, no me puedo creer que vayamos ya por el capítulo 11 *grita internamente*.
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