(𝟏) · 𝐅𝐥𝐚𝐭𝐛𝐨𝐭𝐭𝐨𝐦 ·
Ahí está.
Su cuerpo yace sobre la hierba.
La misma que le vio cantar victoria sobre la escoba.
Ahora parece que llora su pérdida.
El sol se apaga.
Ya no está.
—¿Qué haces durmiendo, Nyx? ¡Levanta de ahí!
Augusta se ha encontrado a su nieta mayor dormida, abrazada a su madre, y le parece una total falta de educación. Sería algo de lo más normal si fuera otro sábado cualquiera y Nyx se hubiera despertado y hubiera decidido ir a abrazar a su madre a la cama para desearle un buen día. Solo que no es tan sencillo. No es normal.
No es normal porque su madre, Alice, está en una cama con sábanas blancas y el logo de San Mungo bordado en los extremos con las iniciales J y T. Es un logo que indica que aquel lugar en el que reside es un hospital y que esa cama pertenece a la sala Janus Thickey, aquella en la que se trata a pacientes con secuelas mentales a causa de la magia.
Alice y su marido, Frank, llevan allí internados desde finales de 1981 y no han visto nada más allá de las puertas y las paredes de esa habitación blanca en doce años. Ya no saben cómo es el mundo que hay en el exterior y, por lo que se estima, es improbable que por mucho que miren a Nyx y a su hermano, sean capaces de reconocerles del todo.
Sí que son conscientes de que son personas a las que aprecian y de que no les desean ningún daño, pero serían incapaces de comunicarse con ellos más que con algún gesto, un balbuceo sin sentido alguno o un asentimiento de cabeza. Eso es todo lo que sus hijos pueden esperar de unos padres encamados desde hace más de una década.
Pero los hijos sí recuerdan. Sí entienden. Sí se comunican.
Nyx nunca ha tenido una conversación con su madre de la que se acuerde y, aun así, se empeña en hablarle aunque jamás obtenga respuesta. Esta vez, sin embargo, se ha tumbado junto a ella para contarle cómo será su quinto año en el colegio y, sin querer, se ha dormido.
—Lo siento, abuela. Ya sabes que odio madrugar.
—Solo los vagos odian madrugar, va. Ya es hora de irnos.
Nyx se separa de su madre depositando un beso en su mejilla y luego se gira hacia la mesa que separa las camas de sus padres. Ha colocado un reproductor de música muggle del que suena una canción de Neil Young. Sabe que era el cantante favorito de Frank cuando aún tenía capacidad para tener preferencias. Apaga la música con una mueca, como disculpándose por quitarle la canción antes de que termine, pero Frank no parece darse cuenta.
Nyx busca a su hermano con la mirada y lo descubre guardándose algo en el bolsillo. No hace falta preguntarle qué es, porque reconoce el tamaño y el color del objeto a la perfección: es el envoltorio de un chicle. Su madre le da uno siempre que acuden de visita.
Quizás hayamos mentido. Quizás Alice y Frank sí que sepan comunicarse, porque cuando Nyx mira a su padre para despedirse de él, él le guiña un ojo muy lentamente, o al menos, Nyx lo interpreta como tal. Ella le devuelve el guiño después de tragar saliva y mirar hacia otro lado, muy consciente de que pasarán meses hasta que vuelva a visitarlos y que, cuando lo haga, para ellos nada habrá cambiado. Todo será igual de frío, blanco y vacío.
Nyx solo tiene paciencia para su hermano Neville. Solo con él es capaz de sentarse unos minutos a su lado mientras organiza su baúl para la escuela y se pregunta en voz alta tres veces si ha metido ya el libro de pociones o no.
—Sí, Nev, está justo debajo del de Historia de la Magia, ¿lo ves? El del lomo azul apagado.
—Ah, sí, sí. Ese es.
El joven se queda mirando el libro unos segundos mientras se arranca las pielecitas del labio inferior con los dientes. Nyx sabe perfectamente lo que está pensando.
—Tú haz tus pociones y no le hagas caso. Solo es un murciélago amargado.
Eso consigue hacer que Neville se ría a carcajadas. Nyx se siente muy complacida consigo misma por haberlo conseguido, aunque no es que le cueste demasiado hacer chistes terribles sobre Severus Snape, el profesor de pociones. Decir que le cae mal es quedarse corto. Nyx no entiende por qué sigue ejerciendo la docencia cuando claramente odia enseñar y odia a los alumnos. ¿No estaría más feliz en un lugar donde no tuviera que hacer nada de eso? ¿Donde estuviera lejos de los niños y de sus preguntas que siempre considera estúpidas e inoportunas?
En una cueva, por ejemplo. Como el murciélago que es.
—¿Nyx?
—¿Qué?
Cuando termina de imaginarse a Snape colgado boca abajo del techo de la cueva, puede por fin ver a Neville moviendo la mano rápidamente frente a ella para traerla de vuelta a la realidad. Ella hace una mueca mientras pestañea varias veces para salir de su ensoñación.
—Que te has perdido por un momento, Nyx. Te preguntaba si has guardado ya el uniforme de Quidditch en tu baúl.
Eso la devuelve del todo en sí. Está acostumbrada a perderse en sus pensamientos, especialmente cuando es pronto y no hace demasiadas horas desde que se ha levantado. La cabeza le funciona mucho más despacio cuando tiene sueño y le suele costar mucho seguir la norma de su abuela porque lo único que quiere hacer es estar tirada en la cama durmiendo hasta, por lo menos, mediodía.
—Sí, ya está todo —contesta con fastidio.
Con fastidio porque no ha llegado su insignia de capitana. De verdad esperaba poder conseguir el puesto. El año anterior había demostrado con creces ser una de las mejores del equipo y había estado ayudando al capitán con las estrategias de los partidos hasta largas horas de la noche. Intentaba no guardarle resentimiento por haber elegido a su rival como buscador y no a ella, cuando claramente era más veloz, pero había decidido tragarse su orgullo solo para demostrar que tenía deportividad y que podía ser buena líder.
Pero nada, aparentemente, no había servido de nada y tendría que tragarse otro año como golpeadora mientras el estúpido de Cedric Diggory se llevaba toda la gloria. Seguro que había sido él quien había recibido la medalla y eso la enfurecía. Diría que le daría igual que fuera cualquier otro miembro del equipo, claro, pero también sería mentir, porque ella es consciente de que solo ellos dos son merecedores del título de capitán y ningún otro.
Y ella no ha recibido la insignia. Seguro que la tiene él, junto a la de Prefecto. Seguro que el prepotente de su padre está pletórico de felicidad. Seguro que su madre se vanagloria de su hijo frente a sus amigas. Seguro que la gente suspirará al verlo pasar por los pasillos con su insignia y su sonrisa a juego.
Sonrisa de idiota.
Insignia de estúpido.
Capitán de la nada, porque no pienso dejar que me mande.
Recuerda exactamente el día en el que decidió que odiaría por siempre a Cedric Diggory. Lo recuerda porque jamás se borrará de su mente aquella sonrisa de satisfacción que todavía se aparece en sus peores momentos, cada vez que hace el ridículo. Desde entonces, siempre que le sale algo mal, mira a su alrededor en busca del mismo niño que se burló de ella en primero.
En realidad, había sido una estupidez. Cedric se había reído de ella porque se había quedado dormida en Historia de la Magia y la silla en la cual se estaba balanceando sobre dos patas se cayó hacia atrás y provocó que Nyx se diera un golpe contra el suelo. Cedric había hecho una broma sobre aquello, una que la niña no había llegado a escuchar del todo porque con el susto no le había dado tiempo, y había provocado las risas de todos y a partir de ese momento todos empezaron a llamarla "Flatbottom"* en lugar de "Longbottom".
Y un apodo como aquel no es uno que pueda olvidarse con facilidad. Si le preguntas a alumnos de otras casas y otros cursos, seguro que serían incapaces de decirte cuál es su nombre de verdad, pero todos saben sin duda que aquella es la niña que se cayó de culo en clase del profesor Binns.
Nyx se la había jurado a Cedric Diggory aquel día y todos sus logros van cayendo encima de ella como cubos llenos de agujas y espadas que se clavan en su orgullo. El, en su para nada humilde opinión, capullo de Cedric tiene buenas notas, juega muy bien al Quidditch y se lleva bien con todo el mundo. Nyx no se preocupa en absoluto por sus notas más allá de aprobar, le da exactamente igual lo que piensan todos de ella, pero, ¿el Quidditch?
Ah, no, el Quidditch es algo personal. Es algo personal porque es lo único en lo que puede competir contra él, y no lo tira de su escoba en pleno vuelo simplemente porque tuvo la desgracia de acabar en la misma casa que él y forman parte del mismo equipo. Y ahora va a ser el capitán.
Pues mucha suerte conmigo.
Así que tiene que volver a Hogwarts al día siguiente y, a pesar de que está contenta porque va a volver a ver a sus amigos y a su novio y va a poder alejarse un poco de su abuela y sus estrictas normas, siente una ligera furia que se cocina en el centro de su estómago y que sin duda se desatará en cuanto lo vea pavonearse por los pasillos del tren con su insignia y su estúpido pelo dorado peinado hacia atrás.
Pero la furia y los celos se terminan en cuanto escucha la primera piedrecita golpear contra el cristal de la ventana. Su corazón elimina todo resentimiento y comienza a latir con impaciencia y una pizca de adrenalina, porque sabe que solo hay una persona capaz de aventurarse a lanzar piedras contra la ventana de la casa de Augusta Longbottom a medianoche, cuando se supone que están todos durmiendo.
Sabe que es Fred antes siquiera de asomarse a la ventana. Cuando lo hace, una de las piedrecitas le golpea en el hombro y escucha la carcajada ahogada de su novio unos metros más abajo. Nyx le saca el dedo corazón con una mueca de burla, y él finge que lo atrapa en el aire y dirige la mano directamente a su culo.
Qué romántico, Fred.
Se pone una chaqueta vieja por encima y se sube al alféizar de la ventana con cuidado. Se da la vuelta, se aferra con fuerza al marco de madera y se cuelga de él, estirándose todo lo posible para llegar a rozar el pequeño tejado de la ventana de la cocina. Una vez consigue estabilizarse, suelta las manos y se deja caer sobre el tejado, pero el pie se le resbala y termina precipitándose desde arriba.
Pero Fred la atrapa, claro. Y cuando Nyx le mira a los ojos, él levanta las cejas sin parar.
—Ni se te ocurra decirlo —le amenaza Nyx. Sus cejas se levantan con advertencia.
—Jamás diría algo así, ya lo sabes.
Nyx suspira con pesadez, sabiendo lo que ocurrirá a continuación. Fred está muriéndose de ganas de decirlo, claro que sí.
—Hace una noche preciosa, ¿eh? ¿Qué tal si apoyamos nuestros culos en el suelo?
—Vete a la mierda.
—¡Vale! Pero te vienes conmigo.
Dicho aquello, Fred comienza a correr. Nyx se tapa la boca para intentar no gritar por la adrenalina de ser llevada en brazos mientras el chico sortea los obstáculos del jardín de Augusta. Pasados unos segundos, Fred la tiene que dejar en el suelo, incapaz de sostenerla más tiempo, y comienzan a correr en dirección al pueblo. Saben perfectamente que un jueves de agosto a las doce de la noche no hay nadie en el parque infantil, así que la casa de madera en la que caben los dos sentados ofrece un refugio perfecto.
Lleva siendo su lugar desde principios de verano. Se esconden algunas noches ahí y dan rienda suelta a sus ganas de comerse a besos, porque, de verdad, no hay nada mejor que hablar poco y besarse mucho. Ya han hablado demasiado antes de aquello, claro, uno no tiene amigos desde los once años y no habla con ellos en absoluto.
El día que Fred se abalanzó en dirección a Nyx y le dio un beso, secretamente pactaron que aquel no sería el último beso que se daban, y después de eso caminaban por los pasillos del colegio demasiado juntos, compartían pupitre en algunas de las clases que tenían en común y, poco después, alguien los vio besándose en los jardines y de repente todos sabían que Fred Weasley y Nyx Flatbottom estaban saliendo juntos.
—¿Cómo te has escapado? Creía que tu hermano se había ido ya a Rumanía y no te podía traer en coche.
Fred sonríe mientras esconde el rostro en su cuello y desabotona la chaqueta de Nyx. Ella hunde los dedos en su pelo y cierra los ojos mientras nota el escalofrío que aparece siempre cada vez que la besan justo debajo de la oreja.
—George y yo hemos venido en el coche.
Nyx abre los ojos repentinamente y observa el techo de la casa de madera.
—¿Cómo? ¡Pero si no sabéis conducir!
—Bueno, a George no se le da del todo mal —argumenta él, terminando de quitarle la chaqueta y dirigiendo sus manos a los elásticos de su pantalón.
—¿George ha venido?
—Está esperando en el coche.
Nyx se imagina al pobre del hermano gemelo de Fred esperando en el coche, quejándose sin parar y quedándose dormido en el asiento.
—¿Pero sabe a qué has venido...? Es decir, ¿sabe que...?
¿Que nos acostamos?
Fred se ríe y se pasa la mano por el cabello tirándolo hacia atrás.
—Claro que lo sabe, Nyx, es mi hermano gemelo. No puedo ocultarle nada, aunque lo intente lo descubre.
Nyx se separa un poco. No es como si fuera muy pudorosa, pero nunca le ha contado a nadie que ya ha tenido sexo por primera vez. Ni siquiera a su mejor amiga, Hina. Es cierto que ocurrió a principios del verano y que no se han visto desde entonces, pero había supuesto que era un secreto entre Fred y ella.
Bueno, ahora es entre Fred, George y yo.
—No pasa nada, Nyx, no se lo va a contar a nadie. ¡Es George! Además, lo he sobornado. Le he prometido que conseguiré que él también pierda la virginidad antes de navidad. Tendrás que ayudarme a conseguirle alguna pibita.
—¿Pibita? —Nyx se echa a reír. Fred a veces habla como un hombre mayor.
—Lo que sea, si es un tío, pues un tío, pero la verdad es que prefiero no pensar en eso cuando te tengo aquí delante y hace calor y no hay nadie más y....
Nyx pone la vista en blanco y comienza a desabotonar sus vaqueros desgastados cuando nota que sobresale un trozo de papel de uno de los bolsillos. Fred la frena y la mira con una sonrisa antes de sacarlo y entregárselo.
—¿Y esto?
—Ábrelo.
Nyx desenrolla el trozo de papel y lo primero que encuentra es una tira de imágenes de un fotomatón. Es de hace un par de semanas, cuando se escaparon al centro comercial muggle más cercano a dar una vuelta, comer helado y terminar besándose en esa cabina después de hacerse unas fotos. Hay un texto escrito en el papel con la terrible letra de Fred, y aunque él insiste en que no lo lea en voz alta porque le da vergüenza, Nyx procede a hacerlo mientras evita sus quejas:
—...juro por las estrellas que eres lo mejor que me ha pasado nunca —lee ella en un susurro.
Cuando se gira a darle un beso, él aprovecha para tomar su rostro entre sus manos y mirarla a sus ojos negros, que brillan especialmente bajo la luz de la luna y hace que parezca que tiene un astro plateado flotando en cada una de sus pupilas. Siente que le va a estallar el corazón de pura felicidad y, aunque le ha escrito una carta torpe y bonita, piensa que no es suficiente para decirle todo lo que siente, así que decide resolverlo como llevan resolviendo esas ganas el uno del otro desde principios de verano.
Se buscan las cosquillas por debajo de la ropa, se rozan donde nunca nadie ha rozado y susurran su nombre como si fuera una promesa, un reclamo o un reproche. Suena de tantas maneras que, a veces, pierde el sentido en mitad de la noche.
*Flatbottom: es un juego de palabras con el apellido Longbottom. En inglés, bottom tiene el significado de "fondo" o "final", pero también es una forma de referirse a un trasero (o un culo, vaya). Flat significa plano, así que Cedric hizo una broma con su apellido porque Nyx se había caído de culo al suelo y se había quedado "con el culo plano".
¡Queda oficialmente inaugurada esta historia! Si me seguís en Instagram, sabéis lo muy emocionada que estoy con Díada. Es una historia que he disfrutado muuuucho escribiendo, así que poder compartirla por fin significa mucho para mí.
Subiré un capítulo semanalmente, así como uno extra un domingo al mes, con el objetivo de que cada mes se publiquen 5 capítulos. Sin embargo, iré intercalando de vez en cuando capítulos "especiales" o información adicional sobre la historia, así que no os olvidéis de meterla en la Biblioteca para recibir notificaciones, seguirme para que os salgan los mensajes que publico por si Wattpad no va bien (lo cual es frecuente) y ya, si te gusta mucho mucho lo que escribo, seguirme en Instagram, porque ahí publico muuuchas cosas.
Nos leemos este domingo con la perspectiva de cierto chico de cabello dorado ;)
¡Gracias por leerme!
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