Capitulo XLIII

Zokami Izzi era la ama de llaves de la familia Sakamaki desde décadas sirviendo les desde que su su señorita estaba viva en este mundo y se la arrebataran. Decidió visitar temprano la tumba de su pequeña que crio y se la llevaron de su lado los lobos, matandola de la manera más cruel, pero a lo lejos se podía ver que estaba abierta completamente dejando un cofrago sin cuerpo a lo quedó aterrorizada que estaba apunto de avisarle pero la voz de un hombre la detuvo.

-¿A pasado un tiempo sin vernos Izzi-san? —Lo que se da vuelta, topandose con la figura alta de ojos azules y cabellera castaña que llevaba una cometa chica.

- Hakuy, ¿Que haces aqui?

- Es coincidencia volvernos a encontranos después de te fuiste de la dimensión de los relojes.

- No tuve elección.

- El compromiso siempre te a asustado.

- N... no fue así... —Acercándose a ella tomando del mentón, topandose sus ojos el uno al otro.

- Tus ojos cambiaron de color, hasta tu cabello creció, aunque extraño verte con tus anteojos. —Viendo unos ojos color Jades.—Eres más hermosa de lo que recordaba.

- Ya basta, me dirás porque estas aquí.

- Vine a verte

-¿A mi? —Dijo sin comprender. —¿Para que?

- Necesito de tu ayuda. —Tomándola de los brazos.

- No entiendo.

- Debes ayudarme a encontrar a la princesa.

- Pero desde que murió, madre nunca hablo que pasó con su resurrección.

- Eso lo se Zokami, pero el mundo de los relojes al igual que la dimensión de la vida, están destruyendose y no sabemos cuando aguantará de esa manera.

- ¿Pero yo que puedo hacer ?

-Tienes el don ayúdanos a encontrarlos. —Pero algo en su tono de voz, le parecía sospechoso, se había enterado por rumores que Hakuy, estaba en malos pasos

- ¿No lo se?

-Hazlo por los viejos tiempos.

- Sabes muy bien, que por décadas la hemos protegido de cada enemigo que se avecine que quiera dominar a las doncellas, bloqueando su poder hasta que llegue el día, para la siguiente guerra con ese sujeto o se te había olvidado eso. —Con serie da lo mira fijamente.

- Eres muy lista Zokami, siempre lo has sido, eres muy difícil de engañar.

- Todo hijo de la dimensión de los relojes sabe que nuestro mundo está protegido, aún cuando llevo décadas sin visitarla, soy avisada por los mensajeros del reino. —Le dice. — ¿porque? ¿Porque quiere dañarla cuando tu querías paz al igual que nosotros? ¿Porque? - Preguntando tantas veces sin poder creerlo que su viejo amigo y antiguo amor fuera un enemigo.

-Creo que hable mucho es mejor que me retire.

- Espera la tumba esta abierta de mi niña ¿eso significa que...?

-Solo hazme de favor de no decir nada sobre lo que te dije. —Le comenta en tono rudo. —Inventa algo, no será bueno que enteres que sucedió con el cuerpo de la hija de rey de los vampiros. —Aguantando las ganas de no llorar frente a él, haciéndose la fuerte, lo único que tenía de su niña se la había llevado y no sabía para que. —Yo di mi palabra a mi señora  y no pienso traicionarla, daré mi vida hasta al final, no puedo decirtelo lo lamento. —Se dejó caer de rodilla, entritecida al ver como seguían sufriendo por su muerte aun pasando los años, y se enteraron que su cuerpo ya estaba de su hermana los destruiría y no quería que sus niños sufrieran más, pasaban muchas cosa por su cabeza por su niña.

Recostado boca abajo mirando por la ventana la luz del sol de la mañana entraba a la habitación.

-Cerró sus ojos viniendo a su mente recuerdos. —Kanato-kun sigues dormido.

- Si... —Le contesta sin abrir sus ojos.

- ¿Porque?

-Porque que...

- Duermes en el día.

-Será porque soy un vampiro.

-Es verdad son nocturnos verdad. —Dice juntando sus manos, casi aplaudiendo.

- A que viene esto.

- Mira están bonito el día tan brillante vamos al jardín.

- Tengo sueño.

- No seas malo. —Casi jalando lo del brazo para que se levantará.

- Si voy contigo me dejaras en paz. —Diciendo de mala gana observando esos ojos color verde limón le dedicaban una gran sonrisa brillante que abruma a su corazón sin vida.

- Si. — Sus lilas verdes lagrimeaban por desear escucharla de nuevo y verla junto a el.

-Siumiri... —Murmurro hasta que tocaron su puerta, lo que puso una cara de enojado y ignoró, ocultando su rostro sobre su almohada.

-Kanato, se que estas despierto, abreme. — Le dice Ayato. —Me escuchaste.

-¡Largo, no entienden que no quiero ver a nadie! —Ya llevaba varios días con ese humor y no sabían la razón había muchas cosas que aún desconocían.

- No puedes continuar asi.

-Si puedo.

- No se que te sucede, pero lo que pas por tu cabeza loca no hará que se resuelva eso mismo lo se.

- Y tu que sabes de mi, si nunca te tomaste la molestia de conocerme.

- Joven-Ayato, es mejor dejarlo solo a su hermano.

- Pero Zokami.

- Necesita tiempo solo, al igual que paso con Shu-san. —Dio un suspiro.

-Está bien. —Retirándose a lo que la castaña veía, y le rompía el corazón ver a sus niños sufrir de esta manera pero no podía decirle que Kamura seguía con vida.
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Siumiri ambulaba por las calles sin rumbo alguno hasta llegar al parque donde los niños jugar, lo que le sacó una sonrisa, imaginando se como sería ver a su hijo igual pero la pregunta era  podría  enfrentarse a sus familiares, que querían arrebatarle el reino, su padre estaría a su favor pero si enterraban que esperaba un hijo intentarían acabar su vida sabiendo que podría haber consecuencias, tocaba su vientre con ternura.

- Te prometo que no dejaré que nadie te haga daño.

Kanato, en melancolía no sabia las razones porque la chica había terminado con el, lo que conociéndose  la hubiera matado, pero no pudo hacerlo la amaba tanto, para perderla de esa manera.

- Teddy crees que Siumiri-san nos reciba. —Preguntándole a su peluche de felpa, como si este le respondiera. —Tengo ganas de verla. —Bajando la la mirada.

El sol ocultándose haciendo aparecer la noche rodeado de estrellas en el cielo oscuro, entre las luces de los lamparas que alumbraban el parque. En el banco se encontraba sentada la chica, haciéndose la fuerte, queriendo protegerá todo el mundo pero quien la cuidara a ella de las manos de aquel hombre.

- Siumiri... —Esa voz hizo retumbar su corazón solo podía hacerle latir de esa manera, lo que alzó la cabeza, topandose con los ojos lilas de un chico que de estar enojado, estaba tranquilo.

-¿Como supiste que estaba aquí?

- El único que podría estar es donde nos vimos por primera vez.

- Ya veo, me trae buenos recuerdos este lugar.

- Si lo dices de esa manera tan patética, que probar tu sangre y hacerte mía es buen recuerdo no le quitare el encanto. —Una risilla sale de sus labios.

- Tienes razón.

-Pero no vine para hablar del pasado, quiero saber porque terminaste conmigo. —Le pregunta. —Será porque tienes a otra persona.

- Así es...

- Porque no me lo dijiste.

- No sabía como lo tomarías.

- Sabes el daño que me haces sentir. —Gruño de rabia aventado al suelo a Teddy. — Debería cabar con tu patética vida pero no puedo.—Gotas caen a lo que nota que chico comienza a sollozar desconsolado dejándose caer al suelo. —Me duele tanto.

- Kanato. — No podía soportar más esto, verlo así la mataba, lo que no le quedó otra que salir huyendo del lugar.

-¡SIUMIRI! —Grito como loco repetidamente mientras continuaba corriendo sin pensar en detenerse.

- Perdoname pero no puedo hacerlo lo siento.

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