Capitulo 3: Cleopatra
Cleopatra VII. Última reina de Egipto, perteneciente a la Dinastía Tolemaica (Alejandría, 69 - 30 a.n.e.). Cleopatra Filopátor Nea Thea o Cleopatra VII fue la última reina del Antiguo Egipto y de la dinastía ptolemaica, también llamada Lágida, fundada por Ptolomeo I Sóter, un general de Alejandro Magno.
Cleopatra nació hacia el 69 a.n.e. Era hija de Cleopatra V Trifena y de Ptolomeo XII Auletes, de quien heredó el trono en el 51 a.n.e., cuando tenía 18 años, junto con su hermano Ptolomeo XIII, de sólo 12, quien sería además su esposo.
Ptolomeo XII llegó al poder en el año 80 a.n.e. Aparentemente no era muy respetado y era un gobernante bastante malvado para con su pueblo, su sobrenombre Aulettes, que en griego significa «flautista», era porque, según se decía, Ptolomeo XII le dedicaba más tiempo a la música que a gobernar. Los hijos de Ptolomeo XII fueron: Berenice IV, Cleopatra VI, Cleopatra VII, Arsinoe IV, Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV.
Cleopatra VII Filópator (69-30 a.n.e) subió al trono en el año 51 a.n.e cuando contaba con 18 años de edad, heredó el trono de su padre Ptolomeo XII Aulettes y se vio obligada por el testamento de éste y por la ley que regía en Egipto a casarse y compartir el trono con su hermano Ptolomeo XIII Dionisio II (51-47 a.n.e) de apenas 10 años de edad. Ptolomeo XII dejó como tutor de ambos al regente de Roma que en ese momento era Pompeyo, y éste debería hacer cumplir el testamento y casar a los hermanos. Claro que esta unión era puramente legal ya que según se dice Cleopatra dejaba fuera de todas las decisiones a su hermano.
Políticamente, ella era muy ambiciosa, gobernó con la ayuda de su primer ministro Dioiketes y vigiló de cerca a los gobernadores griegos que estaban en el control de otras partes del país. Tuvo que hacer frente a una situación delicada porque Egipto se había convertido en una pista burocrática sacudida por los alborotos (50 a.n.e. Instauró nuevas leyes, devaluó el dinero un tercio para las exportaciones. Y hasta modificó las leyes religiosas en favor de su propia gente.
Al subir al trono ella intentó rápidamente solucionar un conflicto existente con el imperio romano. Un año atrás habían asesinado a dos hijos del cónsul romano en Alejandría. Para demostrar buena voluntad, Cleopatra entregó a los presuntos asesinos a Pompeyo, que intentaba obtener el poder absoluto de Roma. Su opositor era Julio César. Cleopatra también ofreció soldados egipcios a Pompeyo. Toda la condolencia que ella había mostrado hasta ahora para con el imperio romano se convirtió en el tema de discusiones en Alejandría.
Julio César había estado ausente de Roma por diez años, durante la guerra contra las Galias, en este tiempo Pompeyo, su rival, había tramado bajarlo del mando y había preparado todo un ejército para enfrentarle, sin embargo César logra derrotarlo en la batalla de Pharsalus durante el año 48 a.n.e
Luego de la derrota, Pompeyo huye a Egipto buscando el apoyo y ayuda de Ptolomeo XIII. En lugar del refugio buscado, Pompeyo encuentra la muerte el 28 de agosto del año 48 a.n.e en Alejandría, bajo las manos de Lucius Septimius, antiguo servidor suyo, enviado por Ptolomeo XIII quien bajo el consejo de Pothinus decidió decapitarlo y enviarle la cabeza a César para así obtener su simpatía.
Sin embargo César lloró la muerte de su rival y amigo, y no miró con buenos ojos el acto de Ptolomeo XIII tomándolo como una traición.
Julio César y Cleopatra pasaron la noche juntos. Al día siguiente Ptolomeo XIII fue citado ante el César para que éste intentara un arreglo entre hermanos en calidad de testamentario de Ptolomeo XII Aulettes. Al llegar Ptolomeo se percató de la situación entre César y su hermana y decidió huir del palacio haciendo correr el rumor entre los egipcios, que había sido traicionado, intentando despertar a la multitud de Alejandría contra Cleopatra, pero pronto fue capturado por los soldados de César.
La hipótesis y certeza del posible bocio surge a raíz de las monedas y también de un bajorrelieve de Denderah del siglo I en el que la reina representa a la diosa Hathor y en el que se insinúa con claridad el bocio.
Parece ser que la enfermedad estaba ampliamente difundida en la antigüedad, sobre todo en Egipto, Persia y Macedonia. Esto puede comprobarse mediante las colecciones de monedas helénicas o romanas. No sólo reproducían con bocio los perfiles de los reyes que realmente los tenían, sino que incluso existen medallas de dioses o semidioses con bocio.
Considerando los cánones de la belleza, se ha dicho que el bocio ha sido, en diversas épocas y países, muy estimado en las mujeres y se ha señalado como un signo de belleza 2 entre algunos pueblos y debió ser tan abundante en la antigüedad que bien pudo considerarse una gracia más, si el rostro era bello. De esta manera el cuestionamiento de la belleza de la reina en este sentido pierde validez. Pero hay más. Se sabe que tenía gran cultura, amaba las artes y hablaba con maestría más de 10 lenguas. Era impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante. Por tanto, no necesitaba de los cánones de una belleza perfecta, pues poseía aquel don, misterioso, del prestigio de la presencia y si tantas mujeres de la antigüedad estuvieron aquejadas por bocio y el bocio no era considerado una deformación, no es raro que tuviera en sí el poder de la seducción.
En el año 32 a.n.e, Augusto acusa a Cleopatra públicamente por uso de magia, incesto, adoración animal, droga, embriaguez y lujuria desenfrenada. Declarándole la guerra, el nombre de Marco Antonio no se mencionaba en ninguna parte de la declaración oficial. Los romanos creían que era mucho mejor declarar la guerra a la reina egipcia que influenciaba
Los generales de Marco Antonio le informan que Cleopatra había muerto en su mausoleo, y éste al saber a su amante muerta, se suicidó con su propia espada. Según se dice, en su agonía Marco Antonio fue llevado hasta el mausoleo donde se encontraba Cleopatra, y allí ella lo vio morir en sus brazos.
Entonces Cleopatra es apresada por los soldados de Octavio y trasladada al palacio, en donde se dice que intentó desde sobornarlo hasta seducirlo, sin obtener éxito alguno.
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