II: Los Lancaster
Desde que era niño y por la prominente carrera de su padre como político, Ezra siempre se encontraba aburrido. Entonces al ver por la ventana a su fortachón vecino ayudando a bajar de su camioneta a una mujer de cabello negro, supo que tenía que decírselo a alguien.
—¡Wyatt! —le gritó a su hermano para poder chismear, era el único que estaba en casa de todos modos.
—No grites, no estoy sordo, Ezra —dijo de mala gana Wyatt enojado en parte por el grito y en parte por su castigo— ¿No tienes amigos con los que salir? En lugar de espiar al vecino.
Ezra le hizo mala cara.
—Pues si no espiara al vecino no podría decirte que vienen dos chicos con él y una señora ¿serán sus hijos y esposa?
—El señor Hartford ha sido nuestro vecino desde que puedo recordar ¿y justo ahora vemos a su esposa e hijos? A la mejor son parientes o se casó en secreto y esos son los hijos de su esposa.
—Pues la rubia se parece mucho a él.
Wyatt vio por la ventana y en efecto, una chica rubia encaramada en la espalda de un chico de cabello negro.
—Es rubia, pero eso no quiere decir nada, si nos guiáramos por esa lógica, todos los pelirrojos y rubios cenizos serían nuestros parientes.
Ezra iba a seguir su argumento cuando su padre, Edward Lancaster, entró sin tocar.
—Adecéntense, vamos a ir a presentarnos a los nuevos vecinos, bueno más bien, con la esposa del señor Hartford y sus hijos.
(...)
Eliette podía sentir dos miradas penetrantes por detrás de su nuca y no le gustaba; solía pasar mucho cuando era mesera y hasta cierto punto podía entenderlo ¿pero también había acosadores en un barrio tan fino?
—Pa...—su pregunta fue interrumpida.
—¡Jude, amigo mío! —Un hombre de la misma complexión que Jude, de pelo pelirrojo y barba saludó como si fueran íntimos amigos y de paso asustó a Eliette.
—Ed, un placer coincidir, pensé que ya estabas en campaña.
Dándole una segunda mirada, Eliette pudo identificar al hombre como Edward Lancaster, un duro fiscal de distrito que el año pasado se había postulado para diputado y buscaba reelegirse.
—Siempre es bueno saludar a los amigos y vecinos ¿quién es esta bella señorita? —Eliette respingó al notar que se dirigía a ella y por puro instinto, se escondió detrás de su padre—. Es un poco tímida.
Jude rio, para vergüenza de la chica.
—Es mi hija, Eliette.
La joven y el hombre pelirrojo se sorprendieron; la primera porque no esperaba que Jude declarara su paternidad como si fuera algo común y el segundo porque no se lo esperaba.
En vista que fue presentada y le daba vergüenza hacer quedar mal a su padre, Eliette salió de su escondite para saludar.
—Mucho gusto.
—¡Oh! El gusto es mío, tienes una hija muy educada, Jude. No como los míos.
Jude y Eliette soltaron una risa de incomodidad.
—El mérito es de su madre.
Y como si la invocaran, Blair apareció por la puerta.
—Ed, déjame presentarte a Blair, mi esposa y la madre de Eli y Jay,
Blair se sonrojó, pero con mucha amabilidad estrechó la mano del hombre pelirrojo.
—Es un placer conocer a los amigos de Jude.
—El placer es mío, señora y también es un honor ser su vecino.
Los tres adultos siguieron platicando mientras Eliette entraba a la casa; los techos eran altos, la sala tenía una televisión de setenta pulgadas, una consola de videojuegos y bocinas aparte de dos sillones de dos piezas y un sillón reclinable.
El comedor también era amplio, al menos para doce personas, lo cual hizo que Eliette se preguntara si el señor Hartford tenía fiestas a menudo.
<<Ya no es señor Hartford, Eli, es tu padre y debes aceptarlo>> pensó la chica mientras subía los escalones.
Era un pasillo largo hacia ambos lados, alfombrado con tonos lilas y puertas blancas. Eli no sabía a dónde ir hasta que la voz de su hermano resonó en las paredes.
—¡Eli! ¡Ven! ¡A la izquierda!
Eliette vio a su hermano parado en una de las tantas puertas blancas, aunque está en particular tenía algo diferente.
—Creo que puedo acostumbrarme a esto —dijo Jay— siento que estoy soñando, pellízcame.
Eliette lo pellizco, pero ni eso pudo quitarle la felicidad al chico y como no, si la habitación que su padre le había dado era...un sueño.
Dos paredes blancas y dos rojo oscuro con una televisión un poco más pequeña que la de la sala empotrada en la pared junto con un equipo de sonido. Frente a la televisión, pegada a un pared, estaba la cama con un juego de sábanas de colores rojo, gris y negro.
El cuarto también era de paredes altas y había una computadora de escritorio y un baño privado.
—Vaya...es...¿Extravagante? ¿Lujoso? Jay al menos dale las gracias.
Jay se sonrojó.
—Si le daré las gracias ¿ok? Puede que no me caiga bien, pero se nota que se esfuerza.
—No todo es dinero ni regalos, Jay. —Le regaño con suavidad su hermana.
—¡Vamos a ver tu habitación! —Ignorándola, Jay tomó de la mano a su hermana y salió de su cuarto para pararse en una puerta blanca con toques de púrpura en ella.
—Ábrela.
—¿Por qué no la abres tú?
—¡No es lo mismo, Eli! Ábrela, yo se lo que te digo.
Eliette negó con la cabeza y abrió la puerta que su hermano no quería abrir por su cuenta, por alguna extraña razón, lo que vio la dejó helada y una sensación extraña en la garganta.
A simple vista se veía más iluminada que la habitación de Jay, pero era por los colores; un tono blanco y uno lila repartidos en las cuatro paredes.
Una cama king size en el centro del cuarto con tonos lilas predominado en el juego de colchas y almohadas, había un tocador de madera blanca, un espejo de cuerpo completo y ¿un vestidor? Eliette tenía miedo de entrar al vestidor o al baño por temor a encontrarse con algo para lo que no estaba preparada.
—¡Oye! Tú cama es más grande y tienes un vestidor ¡Yo solo tengo un baño privado!
—¿Y qué más quieres?
—¡También tienes una computadora! No es justo. —Jay estaba por hacer un berrinche por un vestidor cuando Blair y Jude se asomaron por la puerta.
—Por dios, esto es...es demasiado. —Blair estaba igual de incrédula que su hija.
—¿Te gusta? Pedí opiniones a decoradores expertos y bueno puede que su madre me haya dado algunas ideas en cuanto colores...—Jude comenzó a divagar.
—Al menos ya sabemos de quién sacamos ese hábito —murmuró Eliette y luego volvió a hablar normal—, aunque me parece hermosa la habitación y agradezco el gesto, concuerdo con mi mamá, es un poco excesivo.
—¡Y yo no tengo un vestidor! —Agregó Jay.
Blair lo volteó a ver.
—¿Y para que ocupas un vestidor? En tu vida has tenido uno.
—Pero ahora que lo vi, lo quiero.
Blair vio las intenciones de Jude de cumplirle al capricho a Jay y lo detuvo en seco.
—Ninguno de nosotros ocupa vestidor ni dos computadoras ni televisores en todos los cuartos.
—Eso quiere decir que...¿nos lo van a quitar? —Jay pasó de estar feliz a sentirse miserable.
A Eliette realmente no le importaba, pero a Jay parecía que si y Blair se sintió mal.
—No, pero le darán las gracias a su padre y van a contribuir en lo que se pueda de la casa, nada de sirvientes ¿Entendido?
Los hermanos asintieron y una vez resuelta la incomodidad, Jude comenzó a hablar con más ánimo.
—Cambiando un poco de tema, estuvimos hablando con Edward —Jay lo vio confundido—, él hombre pelirrojo que Eli saludó, es nuestro vecino y amigo mío.
Eliette movió la mano como diciendo "después te explico" a Jay y dejaron que Jude siguiera explicando.
—Entonces, como no conocen a nadie en la zona, su madre y yo decidimos cenar hoy con ellos para que conozcan a sus hijos.
Eliette y Jay se quedaron viendo el uno al otro, pero no se atrevieron a quejarse, solo les quedaba conocer a los famosos Lancaster.
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