capítulo tres

CAPÍTULO TRES.       PESADILLAS



Aquella mañana de invierno, Brianna había tenido una fuerte pesadilla. En su mente aún se encontraba ese moreno de sonrisa cínica, con sus ojos negros como la noche puestos en su cuerpo, admirándola desde su asiento, encima suyo, con sus manos trazando pequeños círculos sobre su cintura, sujetándola fuertemente contra él.

— Sal de mi puta cabeza de una vez, Bellingham.

( ... )

— Buenos días, señorita. — anunció el moreno al ver entrar a la fémina al lugar.

— Buenos días.

— Hoy nos levantamos con el pie izquierdo, ¿eh? — una sonrisa se curvaba en sus labios.

— No estoy de humor para tus bromas, Jude. — Brianna se sentó en la silla frente a él y abrió su cuaderno.

— Vamos morena, sé buena conmigo. — Jude se levantó de la camilla, caminando hacia su dirección.

Brianna se ajustó las gafas y peinó su cabello en una larga coleta. Se levantó de su asiento, poniéndose frente a frente con el moreno.

— ¿Quieres que sea buena? — preguntó divertida.

— No me quejaría si fueses mala tampoco. — ladeó su cabeza, desafiante.

— Bien, seré mala entonces. — Brianna pisoteó a Jude con el tacón de su zapato, causando un fuerte alarido por parte del moreno.

— ¡Joder! ¡Estúpida zorra! — Jude gritaba quejándose del fuerte dolor que provenía de su pie izquierdo.

— Oh vamos, de seguro has recibido peores golpes. Deja de llorar como un bebé y siéntese de una maldita vez.

Aquel día, Brianna no se andaba con tonterías. Apenas había reconciliado el sueño la noche anterior, teniendo al moreno en su cabeza sin tener la más mínima intención de salir de ella.

Sonrío para sus adentros, sintiéndose aliviada de ceder a sus pensamientos intrusivos y hacer sufrir al futbolista.

— Me encanta cuando te pones así de autoritaria, me pone.

Ciertamente, era un verdadero psicópata. A
pesar del fuerte dolor, sonreía victorioso ante la morena, enfureciendo más a ésta.

Brianna sabía que no iba a ser un caso fácil.
Pasar el mínimo tiempo con él la producía la
peor de las migrañas en su cabeza. El odio
que poseía hacia él la consumía lentamente,
causando su insomnio.

— ¿Tienes miedo de algo, Jude? — preguntó la morena con el bolígrafo en su mano.

— ¿Miedo? ¿Me has visto? Un hombre como yo no le tiene miedo a nada. — se señaló a sí mismo con orgullo.

— Todo el mundo tiene miedo a algo, incluso los más crueles asesinos.

— No le tengo miedo a nada. — repitió.

— Hágame el favor de no hacerse el duro conmigo, señor Bellingham.

— Joder, está bien. Si vas a ponerte así de cansina. Le tengo miedo a la oscuridad, y a los payasos.

El moreno ladeó su cabeza hacia un lado, evitando cruzar miradas con la terapeuta.

— ¿Es en serio? — Brianna no pudo contener la risa.

— Sí. ¿Tienes algún jodido problema? — alzó el tono de su voz.

— Para ser un psicótico, me sorprende viniendo de usted. — carcajeaba.

— ¿Usted no le tiene miedo a nada, señorita Santos? — evitó.

— Más bien, a alguien. — pronunció la morena en un leve hilo de voz.

Jude se levantó de su asiento, acercándose a la psiquiatra con cuidado de no hacer sonar el dispositivo de su pierna.

— ¿Así? ¿A quién? — sonrió de lado.

— A usted, Bellingham. — confesó. Pronunciar
su apellido la provocaban corrientes eléctricas recorrer su cuerpo.

— ¿A mí? ¿Por qué? — preguntó con notoria curiosidad.

— De tan sólo pensar en ti, haces que tenga pesadillas por la noche y no pueda conciliar el sueño. Mi odio hacia usted me produce el peor de los insomnios. — confesó de nuevo.

— Qué halagador por su parte, Brianna.

— No era un dichoso cumplido, Bellingham. Lo detesto a muerte.

— ¿Acaso no le entran ganas de descargar todo ese odio hacia mí? Vamos, desactive el dispositivo. Hágalo. — ordenó.

— Sabe que eso está prohibido, ¿no?. Podrían despedirme. — la mujer enarcó una ceja.

— Oh vamos. En esta habitación sólo estamos usted y yo. Nadie se daría cuenta.

Con cierto temblor en sus manos, Brianna acató las órdenes del moreno, pulsando el interruptor que desactivaría las corrientes eléctricas que generaban el dispositivo que contenía éste.

— Esa es mi morena, así me gusta. — Jude pudo acortar la distancia que había entre ambos, acercándose hacia el asiento de la morena y levantando su mentón para dirigir su mirada hacia él.

— Me encanta producirte pesadillas. No sabes cuánto me gusta escuchar eso.

Brianna admiró los ojos negros de Jude. Eran
tan oscuros como su alma que podían penetrarte hasta lo más profundo de tu ser con tan sólo mirarlos.

Se deshizo del agarre del moreno, levantándose de su asiento y acercándose hacia él.

— Eres odioso, Jude. Te odio. — se acercó hacia el rostro del moreno, desafiándolo con la mirada.

I hate you even more, darling. contraatacó con su pronunciado acento inglés.

Ambos se quedaron mirando por escasos segundos que parecían instantes. El tiempo se había congelado entre ellos y el ambiente de la habitación se había vuelto algo tenso. La tensión crecía y crecía.

Jude alzó su mano, posándola sobre la mejilla de la morena, acariciándola con suavidad.

— Eres tan jodidamente suave, Santos.

Brianna se quedó helada. No sabía qué hacer.
Su cuerpo y sus cinco sentidos no reaccionaban. Su corazón comenzó a latir a gran velocidad, sintiendo la sangre bombear con fuerza en
su pecho.

Cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza. Su cuerpo seguía sin reaccionar al toque del moreno. Tan sólo se dejó llevar por el momento.

Jude posó su mano libre sobre la cintura de la morena, atrayéndola más hacia él. Continuó propinando pequeñas caricias en su rostro.

Las venas del moreno se tensaban con su agarre, no quería soltarla. Quería hacerla sufrir con su toque en su delicado cuerpo.

Poco a poco, fue acercándose más hacia su rostro, cerrando los ojos. Brianna podía sentir el aroma embriagador que desprendía, inhalándolo.

De pronto, la alarma comenzó a resonar por
toda la habitación. Aquello indicaba la hora de salida y con ello, el turno de la terapeuta había terminado por hoy.

Shit. — maldeció el británico para sus adentros.

Brianna abrió los ojos, sorprendida. Su cuerpo y su mente conectaron, impulsándola a alejarse de la figura del moreno, recoger sus cosas y salir rápidamente de aquel lugar.

— Brianna, ¡espera joder! — Lo dejó con la palabra en la boca, dando un portazo tras salir de la habitación.

Corrió por el largo pasillo con sus tacones
como pudo. Se encontraba agitada, su corazón bombeaba sangre a doscientos por hora y las gotas de sudor comenzaban a caer por su frente.

— Joder, joder. — condenaba una y otra vez. De no ser por la alarma, no podía imaginarse qué hubiera pasado después. Su cuerpo no respondía y su cabeza sólo podía pensar en aquel momento.

— Eres mi peor pesadilla, Jude.


la tensión se palpa en el ambiente!! todos sabemos qué hubiera pasado después jejejej. espero que disfrutéis del nuevo capítulo, nos vemos en el siguiente, un besazo!

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