8
El aire tomó de nuevo toxicidad cuando el cielo se empezó a tornar púrpura.
Sofía se despertó con las fosas nasales ardiendo, los pulmones pidiendo un descanso. Estuvo perdida por unos segundos, con su cerebro intentando encontrarle sentido a estar en el exterior, sin máscara y tener fuego consumiendola.
Se arrastró por el sofá hasta que se golpeó con uno de los cascos. Algo caliente bajó por su nariz, con manos temblorosas se acomodó el casco y el aire dejó que quemarla cuando el filtro quedó en su sitio.
Tosió con fuerza, necesitaba ignorar el ardor y la sangre que ahora podía saborear en los labios.
Miró a su alrededor, Louis tenía una mano en el pecho y respiraba con dificultad, quiso levantarse para ayudarlo a colocarse el casco, al intentarlo lo único que logró fue ver todo negro y caer de vuelta en el sofá, sin que sus piernas quisieran obedecerle.
Todo el verde que había capturado su atención durante el día anterior, se convertía lentamente en un amarillo apagado, similar al aire que pasaba entre ellos. Los volvían a rodear los gases que reclamaban el pedazo de tierra que la naturaleza luchó por recuperar, al final nada escapaba la toxicidad por mucho tiempo.
Escuchó a su tío toser y el claro sonido de un casco sellándose. Con algo de fuerza se enderezó y lo volvió a observar, estaba arrodillado en el suelo, todavía se sostenía el pecho y miraba con ira contenida Isaäk que luchaba por enderezarse.
―Di-dijiste ―Louis hizo un intento por ponerse de pie ―. Que es-este lugar era... seguro.
Isaäk tosió.
―Solo di-dije que e-era mi lugar ―dijo ―. No... esperaba que... acabase... ―Volvió a toser ―. Tan ra-rápido.
La que tosió después fue Sofía. Se agarró el pecho ante el súbito dolor e intento recordar ejercicios de respiración que su madre alguna vez logró enseñarle, pero era complicado mantener la calma cuando cada respiración parecía arder más que la anterior.
―¿Cuánto más? ―chilló ―. Arde mucho.
―Unos minutos ―dijo Isaäk. Se tambaleó al ponerse de pie ―. Maldita sea.
―Si esos malditos gases no quemaran ―jadeó Louis ―. Hubiésemos muerto asfixiados.
Isaäk soltó una carcajada seca.
―Como si ese no fuese mejor futuro que lo que tenemos por delante.
Louis lo fulminó con la mirada.
Sofía los miró, su tío no se veía muy descansado, pero podía notar que el temblor de su cuerpo ya no era debido al cansancio. El ruso, por otro lado, nunca había parecido cansado y se estaba recuperando mucho más rápido de la quemazón del aire.
Isaäk se le hacía extraño, un hombre extraño, delgado y de acento interesante, igual que las historias que le contó.
―¿Algún otro lugar que quieras compartir? ―preguntó Louis, con el desprecio palpable en la voz ahora distorsionada.
Isaäk pareció sonreír, o al menos su rostro se arrugó de la forma que una sonrisa solía hacer.
―El sur ―dijo ―, el lugar más seguro del planeta queda después de Panamá.
Esta vez fue Louis quien soltó una carcajada, solo que esa si parecía propia de alguien que escucha un buen chiste, se estremeció, el ruso no parecía estar bromeando y la posible sonrisa se convirtió en un ceño fruncido con azules helados.
―Seguro tienes mal tu geografía ―Logró decir Louis ―. México es el último lugar habitado cuando se va hacia el sur, y los cultivos son el sitio menos seguro del planeta.
Isaäk dio un paso al frente, se agachó un poco hasta quedar a la altura de rostro de Louis.
―Vieja Panamá y Colombia aceptan refugiados ―dijo, su voz sonó más a amenaza que invitación.
Louis se incorporó lentamente.
―Esos países no existen.
Isaäk masculló algo en su idioma, Sofía lo había escuchado antes, cuando se refugió con una familia rusa. No había aprendido más que como saludar.
―Si no es hacia allá, ¿a dónde más piensas ir?
―No lo sé ―susurró Louis.
Sofía se quedó sentada cuando la conversación murió, los observó mientras iban y venían por el recogiendo cosas y guardándolas en los morrales, de vez en cuando comenzaban a discutir sobre los países inexistentes.
Era bastante obvio que las diferentes conversaciones no hacían más que incrementar el disgusto que se tenían, lo podía notar más fácil en su tío, en la forma en que se movía y como no dejaba de mover los dedos contra la pierna.
―No comprendo por qué quieres venir con nosotros ―gritó de la nada ―. Parecía que te iba de maravilla.
Isaäk se río.
―Tienes comida ―dijo, acercándose a Louis, alzó un poco el rostro para mirarlo ―. No dejo escapar la comida.
Louis se quedó quieto, Sofía vio el amague en sus piernas y manos, quería lanzarse encima del rubio.
―Bueno, pues vamos a las plantaciones ―anunció.
A Sofía se le hizo un hueco en el estómago. Isaäk dio un paso hacia atrás.
―¿Qué?
―Plantaciones.
―Dijiste que era el peor lugar en la tierra, es una pésima idea.
―Es el único otro lugar que existe ―dijo ―. Eres libre de venir o no.
―¿De verdad quieres llevarnos a una cúpula de esclavos?
Sofía sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su padre le había gritado, hace muchos meses, que la enviaría a la plantación para que recibiera castigo divino.
―No son esclavos.
El ruso soltó otra carcajada, su mirada volvía a ser fría.
―No quiero ir ―dijo Sofía poniéndose de pie.
Louis la miró, no podía ver del todo la expresión en su rostro por el reflejo de la luz pero estaba segura de que era decepción. No se había opuesto a él con tanta facilidad nunca, ni siquiera cuando la alzó en brazos y la dejó escondida bajo un montón de escombros mientras él iba a sacar a Alex de la cúpula.
―Es el lugar más seguro, So ―susurró.
―Papá decía que allí era donde ibas a sufrir por tus pecados ―dijo, un escalofrío le recorrió la columna ―. No quiero ir a un lugar donde seré castigada.
Sofía sintió una mano pesada en su hombro, Isaäk se había ubicado detrás de ella y parecía desafiar a Louis con la mirada. No pudo evitar sonreír, aunque el contacto era extraño, se sentía bien que alguien la apoyara en su pequeño momento de rebeldía.
―Vayamos al sur ―dijo, el aceto se marcó en la última palabra ―. Incluso si las historias que oí son solo eso, estaremos mejor que en una de las plantaciones.
Louis se tensó.
Sofía quiso dar un paso al frente, pero la fuerza de Isaäk la dejó en su sitio. Cuando su tío se limitó a darles la espalda y caminar en dirección opuesta a la que ellos estaban quiso gritar, rogarle que no la dejara, las lágrimas se apoderaron de sus ojos antes de que las pudiera detener.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no la llevaba?
En los días que estuvieron vagando por las calles desoladas se había acostumbrado a la figura alta, algo encorvada de su tío caminando frente a ella, siempre con el arma en la mano y atento a cualquier tipo de eventualidad.
El hombre que se alejaba en ese momento carecía del porte y seguridad de antes, parecía ¿abatido?
El grito de ¡Eres un cobarde! Se quedó atascado en su pecho, cerca de su garganta y fue reemplazado por un sollozo.
La única persona que le quedaba en todo el mundo se iba, la dejaba como si nada ocurrisese, no le importaba dejarla al lado de un hombre al que apenas habían conocido. Se dejó caer al suelo, Isaäk la rodeó con ambos brazos. Siempre pasaba lo mismo, las personas la abandonaban a la más mínima oportunidad, lo sabía, lo sentía.
Su padre, el gran Carl Landon, quien le había dado apellido con tanto orgullo en sus primeros meses la entregó a los eusol sin problema. Su madre la escondió con un grupo de pandilleros antes de decirle qué sería de ella y el resto de su familia, y en ese momento... su tío, la única persona a la que todavía podía importarle se iba porque ella no deseaba ir al lugar de los castigos.
¿Había sido toda una farsa para llevarla hasta allá? ¿Era el castigo de su padre un plan que había hecho con su tío? ¿La muerte de Alex había sido para castigarla también por existir?
Ella no había pedido existir.
― ¡Cobarde! ―gritó Isaäk, la soltó ―. ¡No eres más que un maldito eusol! ¡Igual que el resto!
Louis se detuvo.
― ¡Seguro estás pensando en volver a la cúpula, dar una explicación absurda y entregarnos!
Sofía intentó respirar más despacio, profundo, mientras la mancha negra a la distancia se hacía más grande.
―Te das aires de ser un Red, ¡oh, que apellido tan honorable! ―Ahora podía verlo con claridad ―. Pero no eres un Red, ellos no abandonan a su familia, jamás la traicionan.
Sofía se puso de pie tenía las mejillas mojadas y podía secárselas. Ver el rostro sin inmutarse de su tío, a pesar de que el ruso le seguía gritando sobre lo traidor y cobarde que era, le dolió. Ella siempre había querido ser una Red, poder identificarse con ese sacrificio y amor por las cosas que importaban de verdad, pero ser una Landon ya no le sonaba tan mal.
― ¡¿Qué puedes saber sobre nosotros solo por un apellido, eh, ruso?! ―gritó ―. ¡Sigo siendo un puto eusol como dices! ¡Fui entrenado, programado para ser así! ¿Qué puedes tu saber sobre dejar todo por tu familia?
Se detuvo, a unos metros de ella.
―So, vamos a las plantaciones ―dijo ―. No es para castigarte, So... por favor.
―No ―susurró.
―So, no puedo ―dijo, la voz se le quebró en la última silaba ―. No sé si seré capaz de llevarte más lejos.
Sofía miró a Isaäk, había fuego en sus ojos. Tomó la mano que el ruso le tendía, agarró el morral que él le entregó y le dio la espalda a su tío.
Empezaron a caminar hacia lo que Isaäk llamaba el sur.
Louis empezó a hablar con más fuerza, dando pasos rápidos en su dirección. Sofía no quería verlo, si él pensaba que dejarla con Isaäk era mejor que ir con ella, no había problema, el ruso parecía haberla aceptado con facilidad.
En algún punto Isaäk se ofreció a llevarla cargada, pero la idea de que un desconocido la cargase no le gustaba mucho. Aunque ya le dolían las piernas, le quemaba el pecho y solo podía ver el camino hacerse más y más largo.
Isaäk caminaba a su paso, sin soltarle la mano, mientras que su tío los seguía unos metros atrás. Había dejado de gritar una hora antes y se dedicaba a caminar en silencio.
Quería pedir un descanso, pero no quería encontrarse con la cara de su tío. Se forzó, un paso a la vez, intentando no hacerlos más rezagados. Había hecho mucho esfuerzo por no llorar desde que empezaron a andar, lo logró a medias, pero no podía deshacerse del hueco en su estómago.
Isaäk le soltó la mano un segundo, alzó el brazo izquierdo y lo apoyó en su frente unos segundos. La tela que había estado protegiendo su cuerpo se deslizó hasta quedar recogida en el codo y dejó a la vista un brillante brazo semitransparente con dedos de metal que se unía a la piel justo antes de la articulación.
No era un eugin.
Gritó al verlo. La imagen de un par de ojos rojos, una sonrisa sin vida y brazos que casi parecían vidrio inundó su memoria.
Se quedó quieta, con la sangre intentado salirse de su cuerpo, el corazón le martilleaba y su garganta empezaba a doler por el ruido que no parecía tener fin en ella. No sintió el suelo cuando cayó.
Sofía estaba de vuelta en el cuarto oscuro, con los cuerpos de otros niños sin vida, tirados... y podía sentir las manos pesadas, frías del ciborg de ojos rojos que la miraba con hambre.
Pero Isaäk tenía ojos azules, se dijo, ojos azules que podían llegar a ser cálidos.
Dejó de gritar, el cuerpo le temblaba, pero pudo mirar a Isaäk sin sentir que iba a volver a morir.
―Ojos azules ―susurró.
Isaäk estaba paralizado, la miraba con terror, como un niño que acaba de hacer algo que no debe.
Le quiso decir que iba a estar bien, él no tenía ojos rojos y había demasiada vida en ellos, solo se había asustado, pero no le salió nada.
―No, Sofía ―dijo ―. Lo siento, maldita sea, lo siento.
Intentó agacharse para consolarla, pero Louis lo tomó por el cuello y le apuntó con la soltier.
―¿Quién eres?
No, quiso decir Sofía, está bien; pero el aire se había vuelto a ir de sus pulmones y el mundo se volvió negro.
Louis olvidó a Isaäk cuando sintió la cabeza de su sobrina chocar contra su pierna, dejó de apuntarle y sostenerlo, se agachó y la sostuvo contra su pecho con fuerza, le temblaron las manos al chequear su pulso.
Viva.
―¿Está bien? ―preguntó Isaäk, se agachó a su lado.
Louis le apuntó de nuevo, no lo quería cerca de su sobrina. ¿En qué mierda había estado pensando cuando se alejó? ¿De verdad era tan cobarde que la idea de un camino infinito lo había quebrado?
Había hecho una promesa a su hermana, y por minutos la rompió. Y él, también se había roto, llegó a fantasear con una redención, un puesto en el concejo, una esposa a la que no le importaran sus desviaciones.
Y por eso, ahora la única persona que le quedaba en el mundo se había desmayado, porque pensó, de verdad había pensado, que dejarla con un ciborg era lo mejor. Abandonarla.
―¿Quién eres? ―gritó.
―Isaäk Alexandrovich Kozlov ―susurró el muchacho.
Se tensó.
Kozlov.
Los traidores de la cúpula rusa, quienes habían inspirado revoluciones entre las tres cúpulas... los eugines en los que habían estado experimentado se alzaron en armas y Rusia vio su poder tambalear.
Traidores.
Con orden de asesinar a primera vista. Su instinto fue más fuerte que cualquier parte racional que tuviese. Giró el gatillo de la soltier, la luz roja que indicaba el modo misil se activó y disparó.
El sonido de metal contra metal rompió el aire. Sofía se movió en sus brazos.
―¡No malgaste las malditas municiones conmigo! ―gritó mientras dejaba caer la bala de entre sus dedos ―. ¿Qué tiene de malo ser un ciborg? ¿Qué tenga el criterio de un eumin defectuoso?
No parecía defectuoso.
Sofía se alejó con suavidad de él. Isaäk le ofreció una botella de agua y ella la aceptó, sin temor, sin la ira fría que proyectaba hacia él. La había cagado.
―Eres un Kozlov ―dijo, sin creérselo.
―Y tu un Red ―replicó ―. Bla, bla, bla, traidores.
Louis guardó el arma cuando se hizo más que obvio que no le temía, estaba casi seguro de que haberle disparado a Isaäk había añadido un punto de odio en su sobrina, después de todo siempre había sido perseguida, abandonada, en especial por su propia familia.
Pero Isaäk era un ciborg, un eugin sin humanidad alguna.
Pero había calidez en la forma en como miraba a su sobrina, en las pocas sonrisas que le había visto. Alex solía decir que nunca se podía confiar en una criatura de esas, sin alma, puesto que harían cualquier cosa por conseguir una.
El recuerdo del muchacho de sonrisa traviesa que disfrutaba de jugar con Sofía hizo que su garganta doliera. El sollozo salió antes de que pudiera detenerlo, rasgó su garganta e hizo arder sus ojos.
―Perdón ―susurró ―. ¿Estás bien con que sea...?
―Sí ―dijo Sofía, sin mirarlo―. Un ciborg nunca me ha dejado.
Louis no dijo nada. Se incorporó mientras Isaäk tomaba a su sobrina en brazos y retomaba el camino.
Notita
Así que Isaäk es full ciborg y aparte de todo, también es de una familia así reconocida.
¿Cómo hará Louis para ganarse de nuevo la confianza de Sofía?
La verdad es que tenía un tris de miedo por la escena de pánico de Sofía, pero ella es lo suficientemente grande como para poder diferenciar entre Isaäk y otros ciborgs, aunque seguramente sea dificil adaptarse a verle sus partes no humanas.
En fin, ¿qué les pareció? ❤️
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