7.

Un fugitivo ruso era algo extraño de ver, siempre los cazaban en sus tierras antes de que pudieran causar mucho daño a la sociedad. Y era demasiado joven, un paria de la cúpula más extrema de todas, pero vivo a miles de kilómetros, debía ser muy peligroso para haber logrado tanto.

―Nosotros también somos fugitivos ―El tono de Sofía fue inocente, alejado de la realidad de la situación.

Isaäk se agachó, no llevaba mochila, las ropas que usaba eran oscuras y tan largas que cubrían todas sus extremidades. Empezaba a dudar de siquiera haber visto su brazo brillar, quizás en la oscuridad y la tensión la luz de su propia arma lo había engañado... lo miró con desconfianza, no le gustaba su procedencia.

―No sabía que América también sacaba a sus niños, son demasiado valiosos.

―Papá dice que no merezco estar aquí ―La mirada de Isaäk pasó de Sofía a Louis, sus ojos eran llamas azules.

No le gustaba no poder descifrar del todo sus movimientos por tanta tela que llevaba encima.

Le apuntó con la rander antes de que el rubio pudiese hacer algo para amenazarlo, tenía el seguro desactivado y toda la munición lista para dañar lo que era su nuevo conocido. La ira del muchacho se esfumó.

―No eres su padre ―dijo.

Louis ladeó la cabeza.

―No ―Confirmó ―. ¿Estás con más gente?

―Solo yo y mi mochila ―dijo ―. No me apuntes con esa cosa, no soy peligroso.

Louis arrugó la nariz.

―Suena a algo que yo diría.

El ruso se puso de pie, lento, ambos brazos en el aire, las mangas no cayeron y no logró ver si verdaderamente lo que vio antes era un brazo de ciborg. Ocultaba algo, seguramente más modificaciones de las que él se imaginaba, después de todo venía de Rusia y había sobrevivido todo el viaje hasta América.

―No pareces tan letal, Red ―dijo ―. Puedo ver que te falta condición, desconfianza.

Louis se mordió la lengua, no pensaba responder, ni bajar el arma.

―No somos nosotros los que van por ahí atacando extraños ―Isaäk volvió a mirar a Sofía, ambas cejas arqueadas ―. Mi tío era el líder de su escuadrón, no le falta nada.

Tardó medio segundo más en reaccionar a la pierna derecha que se alzó en su dirección, bajó una mano para detener el golpe antes de que impactara en su abdomen y se arrepintió de inmediato.

Una sonrisa se formó bajo la mascarilla que usaba el ruso. Mantuvo la rander firme en su otra mano, sin que las piernas le flaquearan y apretó el tobillo del hombre con fuerza hasta que vio su frente arrugarse.

Podía no estar en su mejor estado físico, pero jamás dejaría de ser un eusol elite. Tenía una sola misión y la cumpliría a la perfección, sin dudar, incluso si debía forzarse más de lo permitido por su cuerpo mortal. No importaba nada, lo haría.

Louis le dio crédito al equilibrio del ruso. Presionó el pequeño botón blanco al lado del gatillo y le disparó, soltó la pierna antes de que la corriente llegara a él.

Isaäk se echó hacia atrás, tenía espasmos en las piernas y brazos, pero en ningún momento cayó al suelo, después de todo el voltaje de su rander no era tan alto y en el peor de los casos serían un momento de parálisis para el ruso.

―No me pongas a prueba ―le dijo, de nuevo había furia helada en la mirada del ruso ―. Te haré pedazos si me das una sola razón.

Isaäk se masajeó los antebrazos. Los dedos de su brazo derecho eran de piel común y corriente.

―Que tus palabras no sean solo eso.

Los ojos azules no mostraron miedo, incluso la furia parecía desvanecerse con lentitud. Aquel ruso era extraño, los que se había llegado a encontrar en su servicio como eusol entraban en dos categorías: completamente trastornados o más fríos que el mármol, si debía clasificar al que tenía en frente sería la primera; pero los rusos que llegó a conocer eran todos leales a su cúpula, Isaäk podía pertenecer a una categoría completamente nueva.

―No lo... ¿oyes eso, So?

―Suspeds ―susurró, sus manitas se aferraron a sus ropas.

―Pasaran de largo ―dijo Isaäk, sin dejar se masajearse.

Louis contuvo la respiración, quería confiar. Pero el zumbido se detuvo en la calle, Isaäk se enderezó y tomó de nuevo la pistola que había perdido antes.

―¿Cómo saben dónde estamos? ―preguntó.

―El centro comercial también es un sitio que le gusta a los exploradores ―dijo.

―¿Y aun así decidiste venir?

―No deberían de estar, los vi en el radar, ninguna patrulla aparte de la mía estaba reportada en esta zona.

―¿Te robaste una susped? ―susurró ―. Eso es otro nivel de suicidio.

Louis quiso responderle que no era estúpido, su intelecto era uno que siempre lo sacaba de apuros; pero extrañaba las comodidades y eso podía volverlo más propenso a malas decisiones.

―Tenemos que alejarnos del rango del escáner.

En el silencio se escucharon los pasos pesados y risas de una patrulla, dos voces distintivas. No los estaban buscando, solo iban por algo de diversión, pero seguía siendo protocolo revisar todo... especialmente si habían encontrado a su hermano en la ciudad anterior.

Sin hablar Isaäk les hizo las señas para que lo siguieran, hacia dentro de la librería. Tomó a Sofía de la mano y aunque todo su cuerpo le gritaba que no confiara lo siguieron entre los libros y el polvo.

Al final del local había una puerta que rezaba: "solo emergencias" y detrás de esta un pasillo angosto donde al final se podía observar una escalera, solo hacia abajo.

―Nos llevará al sótano ―Louis apenas y logró escucharlo ―. De ahí podemos ir a mi lugar.

Asintió, luego preguntaría que deseaba a cambio de esa ayuda y quizás añadiría la decisión de seguirlo a una creciente lista de decepciones propias; pero no podía darse el lujo de ser encontrado y el ruso parecía conocer el lugar mucho mejor que él.

Con el movimiento las telas que cubrían al ruso se movieron dejando a la vista varias armas que colgaban de arneses improvisados. Estar con alguien que poseía más armas que él le dejó un vacío en el estómago, en especial cuando no conocía ni la mitad.

Pero si sabía que eran hermosas, letales y de materiales que no se usaban en las cúpulas. Un eusol sabía apreciar la belleza de las armas, blancas o de fuego.

El sótano los recibió con aún más oscuridad, allí los carros estaban perfectamente parqueados y de fondo se lograba observar la luz de la salida, lejos.

Iasäk avanzó decidido, a un paso más veloz que antes. Louis apuró a su sobrina para mantenerlo cerca; a medida que se acercaban a la luz sentía como su corazón palpitaba con más fuerza.

Tenía miedo, se dijo, estaba aterrado de que aquella decisión de confiar en un posible ciborg ruso fuese su verdadera condena.

La calle los recibió con una luminosidad que le hizo doler los ojos, Isaäk no perdió tiempo para ajustarse y cruzó hasta un callejón al otro lado. Lo siguió sin pensar demasiado, tenían que alejarse, sí, alejarse de la muerte segura a manos de eusol y adentrarse en las garras de un desconocido.

Los llevó por techos y segundos pisos estables de diferentes edificios, primero subiendo una escalera y de ahí caminando con lentitud entre las tejas, con confianza en cada de uno de sus pasos. No los esperaba, parecía confiar en que o los dejaría botado o ellos eran lo bastante agiles como para seguirle el ritmo.

Era obvio que el ruso no tenía la constitución física de un eusol, ni el entrenamiento, ni la memoria muscular, pero tampoco era un simple eunor, pero tampoco había conocido antes un eupoli o eumin que tuviese el sentido común de mantener un estado físico respetable.

La primera vez que los hizo saltar de un techo al siguiente notó las botellas de agua que colgaban en su torso. Era demasiado peso, tantas armas y tanta agua en el mismo cuerpo podían volver lento a cualquiera, pero Isaäk casi corría mientras los guiaba por la ciudad.

No, no podía ser alguien normal. Era un ciborg. Cada vez dudaba menos de lo que sus ojos vieron en la librería.

De la nada Isaäk empezó a hablar sobre una ciudad que conoció, el comercio que se dio después de las revoluciones de Rusia, el terror que acechó en cada esquina durante años y las leyendas de hombres topo dispuestos a comer a quien fuera.

Abandonaron los techos cuando incluso el aire filtrado se volvió complicado de respirar. El sol se empezó a ocultar, dando paso a la oscuridad perpetua de la noche. Louis encendió la linterna de su casco para iluminar un poco el camino.

Isaäk se detuvo de improviso, Sofía se tambaleó un poco y Louis le apuntó de nuevo con la rander. Sí, confiar en ese hombre había sido un error, había sido un estúpido.

―¿Qué ocurre? ―preguntó, su voz más fría que antes.

―Es emocionante que otro ser vaya a contemplar la maravilla de la naturaleza ―dijo, estiró un brazo y apuntó en dirección a un pequeño resplandor verde a unos metros de distancia ―. Lo siento, eumin de nacimiento.

Eumin.

Cualquiera que fuese algo diferente a un eunor recibía un entrenamiento deshumanizante, los despojaban de emociones, la capacidad de sentir compasión para que pudiesen hacer su trabajo; y mientras los eusol eran entrenados para matar y reprimir, los eumin eran quienes llevaban a cabo los peores experimentos.

Hubiese preferido que fuese un eupoli. Al menos con esos podía justificar algo más la capacidad que parecía poseer de expresar emociones, casi como Alex; él y sus hermanos habían sido condicionados diferente, para conservar algo de humanidad y aun así, la emoción que notaba en los ojos azules del eumin frente a él era diferente.

Sin condiciones.

La idea loca de su hermana de desprogramarlos había resultado en perder toda posibilidad de un brillante futuro como concejal de seguridad, una esposa que le permitiera mantener las apariencias y una vida tranquila. En lugar de eso, estaba ahora ahí, cuestionándose porqué un posible ciborg nacido eumin tenía tanta vida en los ojos.

Isaäk masuclló algo en su idioma nativo, los tomó a ambos por los brazos y los arrastró hacia el lugar resplandeciente.

La oscuridad se apartó de ellos para dar paso a una luz verde y amarilla, sus zapatos se hundieron en algo de color marrón con pintas de verde. Alzó la mirada, en el centro del lugar había una especie de árbol ―los había visto en libros ―, pero brillaba y a su alrededor se extendían diferentes flores con la misma luminiscencia.

El mundo que conocía, siempre naranja, había desaparecido.

―Esto no puede existir ―dijo.

―Entre lo que se supone existe y lo que no, te sorprendería la cantidad de mentiras ―Isaäk se quitó la máscara ―. Es momentáneo, suelen durar entre cuatro y ocho días.

Dejó la mochila en el pasto, cerca de algo similar a un colchón del cual Sofía ya había tomado posesión. Con miedo, siguió el ejemplo del ruso y se quitó el casco, el aire fue diferente al que se respiraba en S o la cúpula, tenía una sensación de pureza que no había sentido antes.

―¿Qué quieres a cambio? ―preguntó.

―Necesito piezas de la rander y comida ― dijo.

Piezas de su arma. Comida. Apretó la mandíbula.

―Primero comamos algo ―Ofreció Isaäk sin dejar de sonreír.

Louis sacó una lata, el contenido tenía un color azul y no olía precisamente bien, pero era la única comida disponible en cualquier lado. Para su sorpresa, el ruso comió con demasiadas fanas la porción de azul que le tocó.

Como su parte de la cena, Isaäk les ofreció agua, con claras instrucciones de tomar lo suficiente pero no más que dos tragos.

Sofía se acomodó en el sofá y cerró los ojos. No tardaría en dormirse.

Louis revisó la rander y luego la soltier, Isaäk había empezado a contarle un viejo cuento a Sofía. Quiso pedirle que no lo hiciera, no podía arriesgarse a que se encariñaran, porque hasta ahí iba su pequeña alianza, una noche tranquila en un paraíso imposible.

―Se duerme rapido ―dijo en voz baja mientras se sentaba a su lado.

―Uno de los dos tiene que dormir bien.

Lo miró mientras le pasaba la rander desarmada, sin la máscara se podía ver una extraña cicatriz que recorría su mentón, se veía incluso más joven; pero le fue imposible negar que Isaäk era demasiado atractivo y que sus estimaciones respecto a su edad iban a estar mal.

―Louis ―susurró, él alzó ambas cejas sin dejar de examinar su rostro ―. ¿Cómo es que sigue viva?

Louis ladeó la cabeza.

―No es un eugin ―confirmó Isaäk. Todo su cuerpo se tensó, su mano se estiró para tomar la soltier. Una mano de metal lo detuvo ―. No tiene la marca en el cuello.

Se estremeció ante el contacto de metal contra su piel, los ojos azules lo examinaron con lentitud.

―¿Por qué crees que soy un traidor y fugitivo?

Isaäk asintió, se recostó contra el pasto.

Louis se quedó mirándolo, examinando cada una de sus facciones y queriendo apartar el suave fuego que se había instalado en su estómago. Es un ciborg, se recordó, y todos los ciborgs son malos.


Notita

Hola, ya conocemos a mi personaje favorito.

¿Qué les pareció Isaäk? ¿Será fiable o confiar en él puede resultar en cosas malas pasando a Louis y Sofía? 

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