6.

Había sincronizado el radio de la susped con las comunicaciones oficiales de los eusol. Las voces monótonas y los códigos acompañaban el zumbido del vehículo; acordarse de los números y letras que conformaban las conversaciones entre ellos fue sencillo, no creía posible olvidarse de algo que había sido taladrado en su cerebro.

Necesitaba que no sospecharan nada del equipo de exploradores que había asesinado, dudaba que alguien pudiese reconocer su voz, todos hablan con la misma cadencia, casi poseían el mismo registro.

Sofía se sostenía con fuerza de su cintura, sin quejarse una sola vez por la velocidad o la forma violenta con la que esquivaba los escombros y vehículos en medio de la carretera. Prefería pensar que el silencio era porque disfrutaba de la libertad y no por la escena en la que su cerebro se había desconectado de la realizad y sus manos... sí había apuñalado al eusol decenas de veces.

Aunque negar la realidad no le hacía bien a ninguno de los dos.

El plan de su viaje cambió. Manejando logró atravesar el puente muchas horas antes de lo esperado, la carretera estaba destruida, con carros viejos acomodados de forma que las suspeds pudiesen cruzar.

Louis se conocía el camino de memoria desde ahí hasta las plantaciones, aunque ese era un sitio que pensaba evitar. La ciudad que tenían en frente, después del cruce, estaría llena de cuerpos de supervivientes que fueron atrapados alguna vez en una nube tóxica, cadáveres que jamás se descompondrían.

Tenía información de que el grupo más grande exploradores había pasado por la ciudad siete horas antes, iban a revisar los cultivos. En el camino había una sola patrulla a dos horas de la ciudad, y luego él, fingiendo ser otra.

No correrían ningún peligro si pasaban unos días en la ciudad y se aprovisionaban de lo que pudieran, quizás más mudas de ropa.

Los primeros edificios que los recibieron estaban en ruinas, algunos quemados casi hasta sus cimientos. El resto de casas estaban en proceso de ser destruidas, chamuscadas para que ellas y la basura de la Cúpula desapareciera en una nube de toxicidad que luego se llevaría el viento amarillo.

El centro sería la parte más segura, desactivaría el rastreador de la susped después de informar que por problemas técnicos se debían devolver y a partir de ahí podrían encontrar un viejo local como refugio durante un tiempo, un día, dos, no le molestaría solo partir cuando el equipo de exploración empezara su viaje de vuelta.

Detuvo la susped unas calles antes de ingresar a la zona segura.

Sofía se acomodó el casco, igual que él y se bajaron. Escondió el vehículo entre los carros, procurando no dañar de más los cuerpos demasiado vivos que lo miraban con expresiones de terror.

―Vamos ―dijo, extendió una mano a su sobrina ―. Seguro te encontramos ropa que si te quede bien.

Tomó su mano con algo de desconfianza, todo el progreso que había hecho para que dejara de temerle con tanta facilidad se deshizo en cuestión de segundos.

Caminaron hasta un centro comercial, con un generador de energía que por alguna razón seguía funcionando, quizás algún eusol disfrutaba de utilizar los locales. Dudaba que algo de la comida que existía en las estanterías de algunos fuese comestible, pero de lo que si estaba seguro era de que en el segundo piso estaban las tiendas de ropa.

Tenía la misma apariencia que los centros comerciales de la cúpula, solo que en lugar de paredes blancas y perfectas esas estaban agrietadas, grises, con personas adornando los bancos y mostradores.

"Volver al antes" fue el eslogan de esa ciudad, construida como esperanza de que el mundo exterior se estaba recuperando. Hasta que los vientos cíclicos habían destrozado todo, décadas antes de su nacimiento.

Como el generador funcionaba, el elevador también lo hacía y junto a él sonaba alguna música en uno de los locales. Los vidrios estaban en perfecto estado, lo único que dejaba ver el paso del tiempo era el óxido en los distintos detalles de metal que existían.

Un buen sitio para descansar, si podían ignorar los cuerpos.

―Puedes coger lo que te guste ―Le informó a Sofía ―. Luego miramos cómo organizamos.

Sofía sonrió, le soltó la mano y corrió hacia la primera tienda que vio. Él la siguió, si tenía suerte también encontraría un par de pantalones no tan dañados y quizás una nueva chaqueta.

Dejó que la yema de sus dedos recorriera el frío metal de su nueva arma: una soltier que había robado a uno de los eusol, era un arma que le daba miedo utilizar, demasiado tiempo sin practica y demasiado peligrosa para usar con tanta libertad como la rander.

La última vez que usó una soltier fue en la redada al bar de las calles bajas, cuando...

Se obligó a cambiar la dirección de sus pensamientos, aquella fue otra vida, una que decidió no le pertenecía. Dolía demasiado recordarla. Recordarlo.

Tomó un pantalón gris y otro negro, a duras penas serían su talla ahora, pero en unas semanas le quedarían. La pérdida de masa resultaría en un problema si se volvía a encontrar con un grupo de eusol.

A lo lejos escuchó un suave tintineo. Los cabellos de la nuca se le erizaron, instintivamente blandió la cuchilla.

Sofía seguía concentrada en las diferentes prendas en sus brazos.

Louis se movió hacia atrás con lentitud, el pasillo parecía vacío, sin una sola alma y estaba seguro de que ninguna patrulla estaba en la zona. ¿Un infectado? Imposible, no podían sobrevivir con el nivel de contaminación del aire que había allí, y tampoco sería capaz de esconderse de él.

Algo brilló en el local del fondo, el letrero azul anunciaba que era una librería.

Caminó sin hacer ruido. Todavía tenía fuerzas para enfrentarse a un eusol, pero si no debía pelear y era cualquier otra cosa y no otro ser, estaría mejor. Se asomó con lentitud a la entrada.

La librería estaba vacía. Aun así, no guardó la cuchilla, continuó avanzando sin dejar de mirar a ambos lados, ningún libro parecía haber sido tocado en décadas.

La luz desapareció en un segundo. El generador de detuvo. Louis parpadeó varias veces para acostumbrarse de nuevo a la oscuridad con tinte rojizo, sintió como todos sus músculos se tensionaban.

La linterna del casco se encendió. Su cuerpo se movió antes de que su cerebro pudiese reaccionar, alzó la cuchilla y lanzó lejos el arma con la que un hombre de cabellos rubios le había apuntado por unos segundos.

―Te mueves y estás muerto ―dijo con un acento que no reconoció de inmediato, volvió a apuntarle con otra arma.

Louis se quedó inmóvil. Ante él estaba un muchacho, no un hombre, el cabello rubio largo estaba desordenado, tenía ojos azules profundos que adornaban un rostro con pecas y mandíbula algo marcada; era más bajo que él, por al menos cinco centímetros... pero el brazo con el que lo amenazaba brillaba.

Eso era lo que había visto.

―Muy bien ―Sonrió.

Louis intentó identificar el acento del ciborg, no pertenecía a la Cúpula Americana, tampoco a ninguno de los grupos que vagaban en las cercanías. Odiaba no reconocer su procedencia. No sabía si podría aguantar una pelea contra otro de esos seres.

―¿Quién eres? ―preguntó el ciborg.

No pensaba decir su nombre tan fácilmente, la posibilidad de que fuese un agente extranjero enviado por la cúpula no era una que hubiese descartado.

―¿Quién eres tú? ―Se atrevió a hablar.

El sujeto presionó el arma con fuerza contra su pecho, con la otra mano le quitó la cuchilla. La dejó caer al suelo. De alguna forma Louis estaba seguro de poder usar su altura como ventaja.

―No jugaremos a quién dice su nombre primero ―dijo ―. Responde.

Louis tragó saliva.

El ciborg se movió antes que él, guardó la pistola y lo aprisionó por el cuello con facilidad. Le dio un golpe en un costado cuando las manos se cerraron a su alrededor, el muchacho no se inmutó.

Empezó a cortarle la respiración. Los ojos azules lo miraban sin expresión alguna, supervivencia, pensó.

―No s-soy un... ―Luchó por hablar ―. Un eu-sol.

El muchacho ladeó la cabeza, la presión en su cuello disminuyó.

―Louis ―dijo ―. Soy Louis Red.

Estaba seguro de haberse entregado a una muerte segura nada más su nombre dejó sus labios, no tenía posibilidades de sobrevivir, no cuando el ciborg tenía toda la ventaja. Le picaron los ojos, el nudo que se formó en su garganta no fue producto de la mano en su cuello.

―¿Eres el tipo del que no paran de hablar las radio de eudat?

Eudat. El extranjero que lo amenazaba era ruso, silencioso y peligroso. No respondió.

―¿Puedo confiar en ti?

―¿En un fugitivo americano, ruso?

Una sonrisa cruzó el rostro del muchacho.

―Dile desesperación.

Unos pasos hicieron que ambos miraran la entrada de la librería. Sofís se quedó helada al verlos, sus manos se cerraron en un par de puños.

―¡Suéltalo! ―gritó ―. ¡No tienes derecho a quitármelo! ¡No! ¡Es lo único que me queda!

La mano se alejó de su cuello. Louis aprovechó la libertad y con la mano derecha hecha un puño golpeó al ciborg en la sien. Sus nudillos quedaron adoloridos, en la tez blanca del ruso saldría un bello moretón.

Un muchacho, apenas tendría más de veinte. Un ciborg, se dijo, que había amenazado con matarlo.

―Supongo que ese me lo merezco ―dijo, había una nota de diversión en su voz.

―¿Quién eres? ―preguntó Sofía, tenía el ceño fruncido, con pánico en sus ojos.

La niña tomó la mano de Louis, temblaba, pero no dejó de mirar al hombre desconocido.

―Isaäk Alexandrovich ―dijo―. Fugitivo ruso.


Notita

¿Qué tal? Ya llegó mi querido Isaäk, yo le quiero mucho a este ciborg ruso y estoy segura que todos al final también lo querrán demasiado ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top