17.

Louis detuvo la susped en la mitad de una formación rocosa, llevaban días conduciendo, sin un solo descanso desde que abandonaron las plantaciones; era la única manera de poner distancia entre ellos y los exploradores.

Aquel lugar les proporcionaría el suficiente refugio de cualquier avistamiento y en caso de que alguna tormenta apareciera. Se restregó los ojos, los sentía cansados y cualquier superficie parecía perfeta para tirarse a dormir.

Despertó a Sofía que dormitaba recostada contra su pecho, descolgó una de las máscaras del pantalón y se la colocó con delicadeza, después se puso la suya antes de apagar el sistema de aire de las suspeds.

Vera lo miró unos segundos, ojos amarillos brillantes acompañados de un halo rojizo. Louis sonrió por debajo de su máscara, sabía que no había confianza entre ellos.

Arrastraron las suspeds para esconderlas entre las rocas, un edificio pequeño caía recostado contra ellas y proporcionaba más cobertura. Ese lugar les serviría de refugio en la noche, pero se levantarían en cuanto el sol asomara, no podían darse el lujo de pasar más tiempo del necesario quietos.

Sofía se hizo un ovillo contra una roca más pequeña. Louis la siguió para que tuviese un lugar en el que recostarse, volvió a quedarse dormida de inmediato. Le acarició el cabello mientras el sueño se apoderaba de su cuerpo.

―Me gusta creer que algún día volverá a ser azul ―susurró Isaäk mientras se acomodaba a su lado ―. Que no necesitaremos estas cosas.

Se llevó una mano a la máscara. Louis giró la cabeza para mirarlo, los ojos azules habían perdido algo de frialdad, acompañados ahora por el cansancio; tenía el rostro alzado hacia el firmamento, donde solo se veía el borrón de luna y la oscuridad perpetua que cubría el resto, su perfil apenas visible con la poca luz, pero parecía que sonreía.

La sensación de libertad lo golpeó por primera desde que habían escapado.

―Considero el Vinotinto más interesante ―dijo, recordando los cielos proyectados en las cúpulas contra el metal.

Isaäk alzó una ceja, se giró un poco para mirarlo.

―Como prefieras ―dijo, volvió a mirar el cielo ―. ¿Crees que nos sigan?

Al principio no respondió, durante el trayecto se había estado repitiendo que no era posible que estuviesen detrás de ellos, pero conocía tan bien el sistema de caza y captura que ese mantra nuevo no era más que una mentira.

―Tal vez.

Isaäk no dijo nada más, se quedó con la mirada fija en la negrura como si esta fuese a revelarle algún secreto. Louis se quedó mirándolo hasta que él cerró los ojos, su respiración regulada y envuelto en los brazos del sueño.

―Creí que dormirías con él ―susurró cuando Vera se acercó, acomodándose contra la roca frente a él.

―¿Por qué? ―Louis alzó una ceja. Vera soltó una risita ―. ¿Celoso? Ese ciborg es todo tuyo si así lo quieres.

Arrugó la nariz ante la idea.

―Descansa.

Se dejó llevar por algo similar a la inconciencia, rara vez podía dormir en situaciones de alto estrés; pero dejarse ir le dejaba descansar lo suficiente. Apenas y notó como Isaäk se recostaba contra su hombro, murmurando cosas sobre un muro tan al sur que se podía encontrar vida.

Pensó que tenerlo tan cerca iba a resultar incómodo, pero toda su desconfianza se había desvanecido el momento en que las suspeds arrancaron y las plantaciones quedaron lejos, a pesar de todo el ruso los sacó de la situación en la que estaban. Estaba eternamente en deuda con él por eso.

Creyó ver a Vera toser sangre, ocultándose en la noche para lidiar con lo que fuese eso. Sofía se movió demasiado, probablemente presa de pesadillas, hasta un punto en que despertó con un grito atorado en la garganta y la ayudó a regular la respiración para que no se contaminara con el aire.

Fue Isaäk quien reaccionó más rápido, alejando las pequeñas manos de su cabello y susurrándole que todo estaba bien ahora. Louis le secó las lágrimas con cuidado mientras le pedía que respirara más despacio, después la envolvió en un abrazo para que terminara de dormir.

No sabía que podía estar soñando, pero se hacía una idea.

Cuando el sol asomó el cielo cobró su clásico color sangre, Sofía seguía envuelta en sus brazos, pero estaba despierta, enormes ojos azules mirándolo fijamente. Le sonrió, dejándola ir al tiempo.

Isaäk se había levantado antes, acomodando algo en cada una de las mochilas.

―Debemos seguir ―dijo, cerrando la última ―. Más adelante habrá un lugar más limpio, quizás ahí podemos comer algo.

La mención de comida hizo que su estómago rugiera.

―¿Dónde está Vera? ―El tono de su voz hizo que Sofía se encogiera a su lado.

Se levantó, haciendo un gesto al ruso para que lo siguiera. No iba a hablar del tema con su sobrina cerca, en caso de que su humor volátil decidiera explotar, ya la había asustado lo suficiente.

―Está preparando las suspeds, en un momento vuelve.

―No me agrada ―dijo, deteniéndose entre dos rocas ―. ¿Por qué viene con nosotros?

Isaäk se tensó por un momento.

―Se lo debía, la habrían asesinado.

El ruso se recostó contra un de las rocas.

―¿Cómo estás tan seguro de que no intentará entregarnos? ―Louis podía sentir el calor apoderarse de su cabeza.

―No será así. Promesa.

Se acercó a Isaäk, lo agarró del cuello de la camisa y lo alzó un poco para quedar a la misma altura. Las manos del ruso se posaron en su pecho, sin mayor fuerza, en cualquier momento podría alejarlo.

De la nada el ciborg le pareció mucho más pequeño que él, ojos azules sin miedo alguno, seguramente tendría más fuerza que un eusol; pero no hizo nada cuando dejó que su frente se apoyara contra la de él, lo sintió tomar aire.

―Espero tengas razón ―susurró, su mascarilla casi rozando la de él.

Lo soltó, los dedos de Isaäk intentaron aferrarse al metal. Mantuvo el balance a pesar de haber caído unos siete centímetros.

Debía aprender a controlarse, no podía dejar que la adrenalina, la ira, el ansía de sangre lo poseyera o terminaría lastimando al ruso, o incluso a él mismo.

Tomó a Sofía de la mano cuando volvió al sitio en que la había dejado, se echó una mochila al hombro y caminó al lugar donde habían dejado las suspeds, todo estaba organizado para salir.

No comprendía porque Vera quería ir con ellos, no tenían ningún destino fijo, la vida que les esperaba era de movimiento constante hasta que las raciones se acabaran, quizás y al sur si hubiese algo; pero no tenía muchas esperanzas.

Isaäk le lanzó a Vera una mochila, y se subió a una de las suspeds. Louis cargó a Sofía y la acomodó en la de ellos, sin dejar de observar cómo Isaäk preparaba todo para arrancar, en un principio había supuesto que no tendría ni idea de cómo manejar, era un ciborg, probablemente encerrado en Rusia desde que era un niño y sin la oportunidad de aprender.

No sabía nada de él, ¿cómo era que un ciborg ruso estaba en América? ¿Cómo escapó? Un muchacho de una de las familias más buscadas entre las cúpulas, Isaäk era un misterio y a él le gustaba resolverlos, pero no estaba seguro de cuánto quería descubrir de ese.

Activó la burbuja de aire. Isaäk hizo lo mismo. Todos se quitaron las mascarillas, respirando de nuevo el aire purificado de las suspeds. Se quedó mirando al ruso, las palabras de Vera resonaron en sus oídos, sacudió la cabeza para quitarse la idea de encima.

Esperó a que el ruso tomara la delantera antes de acelerar y seguirlo, no sería así siempre, si veía que las cosas se ponían demasiado peligrosas no dudaría en seguir su propio camino. No podía arriesgarse a nada, en un mundo destruido, alejado de toda sociedad, no existía la confianza o la esperanza.

Al menos ese era uno de los principios que tenían como exploradores, en el exterior no se podía esperar que alguien ofreciera su ayuda sin esperar algo a cambio. Pensar lo contrario lo llevaría a la muerte, y él no moriría.

―¿Qué haces? ―preguntó Isaäk por el comunicador.

Louis frenó.

―Nos morimos de hambre ―dijo ―. Creo que las burbujas de aire son lo único que necesito para poder comer, ¿no?

Louis tuvo la impresión de que le sonreía desde la lejanía.

―Única parada hasta el atardecer, eusol.

Sofía abrió el bolsillo que contenía algunas barras de fruta, eran de color azul apagado y de regusto dulzón. Mordió casi con pereza la comida, podía estar hambriento y aquello era lo único disponible, pero no le iba a gustar nunca.

Dejó que Sofía comiese dos.

Aceleró de nuevo, pasó de largo a Isaäk que todavía tenía la barra de fruta en la boca, en otro tiempo quizás hubiese reído. Las carreras eran comunes cuando los exploradores salían, les daba algo para distraerse mientras atravesaban ciudades abandonadas en busca de portadores de virus.

En ese momento eran solo él, la susped y su sobrina.

―¿Siquiera sabes a dónde vamos? ―preguntó Isaäk, el comunicador encendido con una luz verde.

―Al sur ―dijo ―. A ningún lado.

Isaäk empezó a hablar para si mismo, en ruso. Louis cortó la comunicación de inmediato.

―El mapa ha sido actualizado ―Anunció la voz cantarina de la susped.

Louis accionó el mapa, frente a él se extendió el modelo 3D de las ruinas del mundo, no le impedía ver el camino y puntos marcados como "interés" se iluminaban en la lejanía, con una línea verde marcando el camino a seguir. El mapa contenía información importante, cuántos kilómetros quedaban hasta el destino deseado, cuántas raciones de comida necesitaban y cuántas quedaban e incluso calculaba la cantidad de paradas necesarias para descansar lo suficiente.

Ese mapa en específico anunciaba que su parada final sería "Las murallas", aunque no era nada más que un apodo puesto para el punto final, su verdadero objetivo parecía ser ¿Panamá? Miró varias veces la estrella dorada, no entendía cuál era el punto de hacerlos ir tan lejos, a una región partida en dos, al pedazo del continente que llevaba décadas borrada del mundo.

El mapa calculaba diez días de camino en suspeds, sin contar descansos. ¿Pero qué iban a hacer cuando llegaran a la parte en que el mar se había apoderado de la tierra y donde el aire era imposible de respirar, incluso con mascarillas? Nadie en su sano juicio se aventuraba a la antigua Suramérica.

―¿Quieres seguir con ellos? ―le preguntó

Sofía se giró un poco para mirarlo.

―Me agrada ―dijo, una leve sonrisa en su rostro sucio ―. Tampoco tenemos a dónde más ir.

Asintió.

En un principio ellos también se dirigían al sur, más con la esperanza de encontrar un asentamiento lo suficientemente lejos como para no ser molestados, pero su sobrina tenía razón. Estaban solos, y aunque quería engañarse diciendo que le molestaba el eumin defectuoso convertido en ciborg, la realidad empezaba a ser un poco diferente.

Ojalá hubiese algo más que agua cuando llegaran al fin del mundo. Algún lugar en el que descansar.

Manejo sin que Isaäk volviera a hablar, no parecía que alguien los siguiera, al menos no por el momento. Estaba seguro de que eventualmente los alcanzarían, si esos exploradores tenían la misión de atraparlos no descansarían hasta encontrarlos y matarlos.

El único problema con eso era que enfrentarse a ellos implicaría recurrir de nuevo a un lado sanguinario que cada día le gustaba menos.

Mantuvo la delantera hasta que el mapa indicó el punto de descanso: una gran ciudad llena de edificios caídos, calles abandonadas y cuerpos que nunca se descomponían. A medida que avanzaran sería una escena cada vez más normal, rara vez los exploradores llegaban tan lejos y nunca encontraban vida.

Dejaron las suspeds dentro de la recepción de lo que alguna vez fue un hotel. El edificio dejaba acceder a algunos pisos superiores, pero dormirían entre colchones tirados en el piso de la recepción y se cubrirían con las viejas cortinas que los acompañaban. Mucha gente parecía haber habitado ese mismo sitio, quizás siglos antes, cuando el mundo se fue a la mierda.

No le gustaba dormir en las ciudades, había rumores de infectados que habían sobrevivido años en esos lugares a la espera de alguien vivo que se atravesara en su camino. De niño las historias decían que se lo comerían, pero con treinta años y la experiencia con enfermos estaba casi seguro de que no eran nada más que cuentos diseñados para asustarlo.

Ayudó a Sofía a acomodarse en uno de los colchones, arrumando varias cortinas para hacerle algo similar a una almohada, le ofreció otra de las barras de fruta.

Aparte de los colchones había varios muebles, Louis decidió que descansaría recostado en uno de los sofás sin patas, probablemente aguantaría su peso sin problema. No se sorprendió cuando Isaäk se acomodó en el colchón al lado del sofá.

Se acomodó de lado para poder mirarlo.

―Gracias ―susurró.

Isaäk tenía los ojos cerrados.

―Creí que nunca escucharía esas palabras ―Su tono de voz llevaba diversión.

―No te acostumbres.

―Espero no tener que volver a hacer algo así ―dijo ―. Una rebelión es más que suficiente.

Vera se acomodó de nuevo apartada de ellos. A Louis no se le escapó las manchas de sangre en su ropa y máscara.

―¿Cuánto le queda? ―preguntó.

―¿Antes de que pierda la conciencia? No lo sé.

Isaäk miró a Vera, después a él.

―Quiero que conozca el mundo ―susurró.

―¿Uno destruido donde vivir es imposible?

Isaäk sacudió la cabeza, por la expresión de sus ojos Louis estuvo seguro de que sonreía.

―Conoces muy poco de la vida fuera de las cúpulas ―dijo ―. A ti también espero presentarte el mundo, el de verdad. 


Nota: 

Recordatorio de no leer los comentarios de hace varios años, pre 2022.


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