15
Advertencia de contenido: abuso sexual (no Sofía)y violencia explicita. Es post Isaäk siendo llamado por Marcie.
Caminó por el pasillo sin dejar de mirar la bandeja, las manos le temblaban y no podía darse el lujo de dejar regar el contenido de ninguno de los envases. Sus parpados luchaban por no cerrarse, lo único que quería era poder echarse a dormir en algún rincón el resto de la mañana.
Se concentró en cada paso, cada parpadeo más largo que el anterior, sus movimientos acompañados del tintineo de la vajilla.
Maldijo en ruso.
Una mujer que pasaba a su lado lo observó con el ceño fruncido, sabía que el sonido había sido más un gruñido que palabras, no le apetecía aclarar nada. Menos cuando casi había llegado a su destino.
Empujó la puerta de color marfil con su espalda, entró cabizbajo al despacho de Clarise Iridia. No importaba su trato, debía mostrar respeto y tampoco era capaz de bajar la guardia en su presencia.
Esa mañana la mujer no estaba sola, la acompañaba Jair. Su hijo se sentaba en la otra punta de la mesa. Las manos le temblaron más mientras dejaba la bandeja en su lugar, miró de reojo a Clarise, quien le devolvió una mirada seria. Sirvió cada uno de los alimentos con toda la elegancia que el cansancio le permitía.
―Puedes retirarte ―dijo.
Isaäk asintió, dio media vuelta dispuesto a irse.
―Alto ―ordenó Jair ―. Tengo una pregunta para el ciborg.
Mantuvo el rostro sin expresión, sin importar que sus entrañas ardieran con ansias de arrancarle la cabeza al hombre. Lo miró directo a los ojos, la única a la que le mostraba respeto era a la matriarca, Jair no lo intimidaba puesto que siempre reconocía más su parte de máquina, y el ciborg tenía mucho más orgullo que el esclavo.
―Hay rumores... ―Empezó, con una sonrisa en el rostro ―. De que se escabulle en las noches. ¿Se puede saber qué hace tan cerca de las plantaciones? En especial en estas semanas de tanto revuelo.
―No sé de qué me habla, señor ―La última palabra salió de sus labios como un siseo.
Jair se puso de pie, era mucho más pequeño que Isaäk pero aun así intentó darse aires de importancia, de verse imponente, como el dueño y señor que se creía.
―Déjalo, Jair ―dijo Clarise ―. El ciborg verá que hace con su tiempo libre, ¿o es acaso envidia lo que te da de saber que es él quien se acuesta con Vera?
La mentira, su sórdida aventura con la jefa de los rapiñadores. Tuvo la decencia de sonrojarse. Los ojos de Jair mostraron el deje de celos, pero en ellos también había sospecha, de pronto y no se creía del todo aquella historia que circulaba por todos lados.
―No me fio de estas cosas no humanas―dijo ―. Mis rapiñadores tienen órdenes de mantenerlo vigilado.
Isaäk se mordió la lengua para no responder, él era más humano que cualquiera de esos seres modificados, sin importar sus partes de máquina o el chip en su cerebro. Ni siquiera ellos mismos usaban el término humano para definirse, siempre era ese otro eugin. En las cúpulas nadie hablaba sobre humanos, esa era la forma despectiva para referirse a las criaturas que vivian en los alrededores y buscaban un lugar seguro.
Ellos eran eugines. Eusol, eumin, eunor, eupoli. La denominación más nueva que algun concejal se inventara. Nunca humanos.
Miró de nuevo la puerta, uno de los rapiñadores lo esperaba con los brazos cruzados.
―Con su permiso ―dijo.
El rapiñador lo seguiría en su rutina diaria. No debería ser un problema, más allá de que sus ropas sucias y marrones con gris resaltaban demasiado en la mansión blanca, contra su uniforme igualmente claro y el hecho de que a las señoras y señores les molestaba demasiado la presencia de esa tercera facción dentro de sus paredes.
Dobló hacia el pasillo que llevaba a la zona de servicio.
―El reporte de mis actividades dirá que no he hecho nada extraño, entro y salgo cuando se me ordena, hago tan solo lo que me piden ―dijo, miró de reojo al hombre ―. ¿Entendido?
―Solo digo ordenes de Vera ―respondió.
Isaäk chasqueó la lengua.
―Y yo le ordeno a ella, así que tómalo como que es ella quien te está hablando.
El hombre a su lado soltó algo similar a un bufido, distorsionado por la máscara que llevaba puesta. Isaäk se movió con suavidad a la izquierda antes de que el puñetazo lo impactara.
La puerta de su habitación de servició se abrió, Vera los miró a con un vaso de agua en una mano y el arma en la otra.
―Ay Lobo ―Le sonrió al rapiñador ―. Ya tienes tus ordenes, ¿no?
―Pero...
Vera se acercó a Isaäk, pasó el brazo que sostenía el arma por su cintura, pegándose a él.
―¿Desde cuándo me cuestionas?
―Nunca, Vera.
―Bien, pues tampoco vamos a cuestionar a este delicioso ciborg, ¿vale? ―La sonrisa desapareció de sus labios ―. Hazle saber al resto.
Vera se pegó más a él, si eso era posible y lo guío hacia su habitación. Si él fuese cualquier otra persona, estaría encantado de que su coartada fuese que pasaba las noches con ella, después de todo Vera tenía un rostro bonito, que mantenía tan limpio como le era posible, tenía el cabello corto, una voz dulce para dictar órdenes y un cuerpo con el que todos sus subordinados soñaban poseer.
―Te estaba esperando, Isaäk ―dijo su nombre como si fuese algún postre.
Se había sentado en el sofá, con menos ropas de las que había tenido segundos antes.
Avanzó indeciso hacia ella, rara vez tenían que actuar como si de verdad fuesen amantes, por el rabillo del ojo alcanzó a ver los huecos en los que una pupila humana se asomaba para espiarlos. Los Iridia no se confiaban de él, no era que le importara, pero su plan dependía de él estar en la mansión y no en los campos.
Se sentó a su lado, dejando que ella se subiese a su regazo, ambas piernas atrapándolo y ambos brazos alrededor de su cuello. Recorrió con suavidad su espalda, dejando descansar sus manos un poco en su cintura antes de aventurarse más abajo.
Los labios de Vera rozaron con suavidad su oreja.
―Redoblaron tu seguridad, no solo con los míos ―susurró, después lo mordió un poco ―. Una mano más arriba.
Obedeció como un robot, una mano en su cadera para moverla con delicadeza sobre él y otra escabulléndose debajo de su camisa, masajeó uno de sus pechos hasta lograr sacarle un par de gemidos. Falsos o no, no lo sabía.
―La chica no quiere seguir, dice que es demasiado arriesgado.
―Tiene que seguir ―murmuró, sus labios a escasos milímetros del cuello de Vera.
Vera soltó una risita tonta.
―No es tan fácil.
Subió la mano de su pecho a su cuello, sin realmente hacer presión. Con la otra forzó sus caderas a pegarse más a él. Era casi como una rutina, si se esforzaba lo suficiente de pronto podía lograr una erección, hasta el momento no había ocurrido.
―Tiene miedo ―susurró, para después dejar escapar un gemido ―. Ella sabe tan bien como tú y yo que estaba en embarazo antes de llegar aquí, la historia que se creen es falsa.
―Ellos no van a saberlo, convéncela.
Vera desabotonó su camisa con rapidez.
―No escuchará a mí, cariño ―suspiró ―. Yo soy de los malos, habla tu con ella o envía a nuestro adorado Louis.
Empezó a besarle el cuello, bajando hacia su pecho. Isaäk respiró profundo, sus manos perdieron toda la fuerza.
―Detente ―le ordenó ―. No puedo pensar.
Solo una vez había dejado que siguiese a más, dando un show a cualquier espía que estuviese viendo, porque necesitaba saber cómo sería con ella; pero solo quedó irritable y lleno de nauseas.
Vera le abotonó la camisa sin la fiereza anterior, pero sin dejar de darle un toque sensual en caso de que alguien estuviese viendo todavía, ambos eran buenos pretendiendo que de verdad deseaban al otro.
―Tienes dos opciones: convéncela o martirízala.
Antes de que pudiera replicarle por lo cruel de la sugerencia la puerta se abrió de un portazo, una mujer soltó un grito seguido de una disculpa, pero no se fue. Vera le dedicó una mirada que se asemejaba al cañón de su arma.
―Dime Marcie, ¿qué puede ser tan importante para que me interrumpas? ―preguntó Isaäk, moviendo a Vera de su regazo como si no pesara nada.
―Hay una pelea en las plantaciones, usted es el único mayordomo al que le harán caso.
Se acomodó el cuello de la camisa hizo el gesto de acomodarse los pantalones como si el show anterior hubiese causado algo y salió junto a Marcie.
Si era él el único que podía detener una pelea, y no el resto de alto rango que se encontraban en las plantaciones quería decir una de dos cosas: o la fuerza bruta no estaba siendo suficiente o eran esos malditos quienes estaban causando los problemas.
No tenía cabeza para lidiar con más problemas, lo único que necesitaba y deseaba era recostarse un rato. Descansar. Dormir. Irse al país de los sueños e imaginar que todavía era libre en alguna playa europea escuchando cuentos de las ciudades fantasmales de la India.
Fuera una gran multitud rodeaba a quienes se estaban peleando. Isaäk gritó que lo dejaran pasar, las personas se hicieron a un lado al reconocer sus ropas blancas y su brazo robótico, murmurando a su paso. Estaba más que listo para tener que apartar a quienes estuvieran peleando, usando toda su fuerza, gritar ordenes, mandarlos a ser castigados y quizás descargar algo de su propia frustración en el camino.
La escena que apareció frente a él casi hizo que se echara a llorar.
En el suelo había tres rapiñadores, sus rostros nada más que carne y sangre, sus cuerpos rotos. Louis tenía los puños cerrados y ensangrentados, la respiración parecía fallarse y su mirada estaba perdida, lejos de los cuerpos de los hombres. Su conciencia parecía estar en otro lado; pero no fue ver al eusol en ese estado lo que hizo que su estabilidad flaqueara.
Había una joven y una niña. El cuerpo de una ensangrentado e inmóvil en el suelo, mientras Sofía se abrazaba a sí misma sin dejar de llorar, con los ojos perdidos en el pánico. Verlas le sacó todo el aire que tenía.
De pie quedaba el otro líder de los rapiñadores. Vera se encargaba de los payasos, ese tipo era el dueño de los pastores. La ira dominaba los ojos del hombre.
Isaäk recuperó su postura en cuestión de segundos, el choque de la escena siendo reemplazado por ansías de sangre, avanzó unos pasos hasta estar a la altura del hombre.
―Gracias que aparece alguien con algo de sentido común ―dijo ―. Este ser empezó a atracarnos de la nada.
Louis gruñó, girando levemente la cabeza para observar al rapiñador. Parecía al borde del colapso.
―Yo me encargo ―dijo Isaäk, con una sonrisa.
El rapiñador siguió hablando, mientras él se acercaba, sobre como tenía derecho a cualquiera de las mujeres de las plantaciones, como era superior a ellas y los Iridia lo protegerían.
Su brazo se calentó gracias al enojo que corría por sus venas. El olor a carne quemada inundó el aire cuando su puño impactó el rostro del hombre, los huesos cedieron como mantequilla ante su fuerza y el cuerpo sin vida cayó al suelo.
―¡Todos de vuelta al trabajo! ―ordenó ―. No hay nada que ver aquí.
Louis cayó de rodillas, tenía la vista fija en algún punto del suelo, las heridas de su espalda volvían a sangrar y ahora tenía nuevas en el pecho y brazos.
Con asco Isaäk examinó cada uno de los cuerpos, todos menos el que él había matado respiraban. Probablemente requerirían un par de reconstrucciones que no podían permitirse, pero vivirían si alguien les daba atención médica.
―Marcie, busca un equipo médico y que alguien los evalué.
El problema no se solucionaría con que esos hombres vivieran, si lo sopesaba todo con cabeza fría, los Iridia aprovecharían la situación para acabar con Louis de una vez por todas. Si iban a terminar mal, ¿qué problema había en aplastar cada uno de los cráneos frente a él?
Cerró los ojos.
Sofía se arrastró hasta poder abrazar a Louis, tenía un golpe en el labio e Isaäk sabía que al revisarla encontraría moretones en su cuerpo. No tenía fuerza para ver el daño hecho a la otra joven, quien no respiraba.
Ordenó a un par de mujeres que se habían quedado en la escena que llamaran a la payasa, ella sabría cómo lidiar con el resto de los rapiñadores y se encargaría de llevar los cadáveres a los sitios correspondientes.
Se acercó a Louis, su pecho subía y bajaba de manera violenta, las venas de los brazos se habían brotado y gruñía como si fuese un animal enjaulado y asustado. Vio los ojos verdes enfocarse en él, encontrando un nuevo foco.
Apartó a Sofía con velocidad, no quería que su tío le hiciera daño al estar fuera de sí.
Uno de los rapiñadores de Vera se acercó a alejarla de la escena.
Sofía gritó. Louis reaccionó, se puso de pie más rápido de lo que Isaäk había previsto y se lanzó contra él. Cayó al suelo, con el peso completo del eusol aplastándolo y las manos de él aferradas a su cuello.
No había mayor fuerza detrás de su agarre, pero con el suficiente tiempo le haría perder el conocimiento.
―Juraste protegerla, ciborg inútil ―gritó, la voz rasposa, los ojos cada vez más lúcidos ―. ¡Mira lo que le hicieron!
Se movió un poco para desestabilizarlo, le agarró ambas manos con toda la fuerza que le quedaba. Escuchó como se quejaba ante las nuevas heridas. Alzó sus manos para alejarlo de su cuello, un rapiñador colocó las esposas magnéticas con rapidez y entre varios alejaron a Louis de él.
Isaäk tomó la Lander de uno de ellos. Cerró los ojos cuando apretó el botón que activaba la corriente. Apoyó el extremo contra el hombro de Louis, quien cayó al suelo, agotado y entre espasmos.
―Llévenlo a prisión ―dijo, miró de nuevo a los rapiñadores ―. A esos... ejecútenlos.
El rapiñador de las esposas se cruzó de brazos.
―No recibimos ordenes de un mayordomo ―De nuevo eso. Isaäk pasó una mano por su rostro ―. El que debe ser ejecutado es ese.
Señaló a Louis.
―Lleva el eusol a prisión, Ocho ―ordenó Vera mientras se acercaba ―. A los nuestros, mátalos. El crimen que acaban de cometer es imperdonable.
Dos rapiñadores la acompañaban, uno más musculoso que el otro. Se acercaron y tomaron a Louis para llevárselo, el eusol había perdido la conciencia hace poco, no debería de representar un problema para ellos.
Sofía protestó en los brazos del otro rapiñador, tendría que consolarla y curarla y cuidarla. Se acercó para tomarla en brazos, la niña se aferró a él.
―Todo va a estar bien, princesa ―dijo ―. ¿Te hicieron más daño que esto?
Acarició con suavidad la mejilla de la niña. Ella negó.
―Fue cuando los vi ―susurró ―. Cuando salí corriendo a buscar a Louis. ¿Podemos ir con él?
Isaäk sintió como el color volvía al mundo. No la habían lastimado de esa manera. Era poco, pero podría respirar más tranquilo.
―Espero me perdones por no estar ahí ―dijo y empezó a caminar detrás de los rapiñadores.
Vera se quedó observando como organizaban los cuerpos y terminaban su miseria de un disparo.
Aquel estúpido enfrentamiento ponía el acelerador en sus planes, incluso antes de que ella tuviese el tiempo para decirle que un grupo de eusol se acercaba a las plantaciones. Joder, la niña estaba en peligro y la vida de Louis al borde de un precipicio. Ahora no pasaría ni una semana antes de que esos tres encontraran una forma de huir
―Quiero a Helga y Gardener como mis guardias esta semana ―dijo ―. Reúne a los pastores, a partir de hoy tienen nuevo jefe.
Al menos hasta que Isaäk se la llevara a ella también.
Louis despertó con la cabeza palpitante, con ardor en los ojos cuando intentó abrirlos a pesar de que la luz era inexistente; pero el mayor dolor fue al moverse, las cadenas tintinearon ante su esfuerzo y sus músculos no respondieron. Las heridas de su espalda le ardían, lo había dejado acostado encima de ellas en un colchón, aunque también podía sentir las nuevas vendas en su pecho y brazos.
No sabía en dónde estaba, seguramente una celda.
Quería cubrirse el rostro con las manos. Alejar de su mente la sed de sangre y falsa justicia que todavía quedaba en su mente, la que lo motivó durante esa pelea. Masacre.
Nadie tocaba a su sobrina. Si no hubiera llegado a su lado sangrando y llorando, quizás y habría dejado mejor a alguno.
Unas semanas antes quizás se hubiese sentido mal por perder el control, pero ahora no era capaz de hallar culpa en ningún lado. Dejar salir su lado sanguinario de nuevo solo le garantizaba una cosa: sobrevivir. El olor a sangre y sudor volvió a llenar sus sentidos, la adrenalina fluyó por su cuerpo, pero no era más que el recuerdo, un fantasma de lo ocurrido.
Una puerta se abrió dejando entrar una luz brillante que le lastimó los ojos. Era el ruso, tenía un labio partido y marcas de sus dedos en el cuello, el moretón iba a durar bastante allí. Verlo le recordó que había confiado la vida de su sobrina a esa cosa y había dejado que le hicieran daño.
―Veo que estás bien ―dijo, acercándose.
―Podría estar mejor ―Su voz salió carrasposa.
Los ojos azules parecían juzgarlo.
―¿Qué quieres que diga? Era mi intención golpearlos hasta matarlos.
El ciborg de cabellos rubios sonrío, ahora sus ojos se veían divertidos. Se llevó una mano a la cadera donde colgaba una Lander y le ordenó algo al rapiñador que estaba fuera, vigilándolo. El hombre se alejó.
―No tenemos mucho tiempo ―dijo, se acercó con una llave entre los dedos ―. Todo el caos que causaste ha hecho que se empiecen a debatir sobre matarte o no. No puedo dejar que eso pase, no importa qué tan asesina sea tu mirada.
Louis quiso reír.
―¿Me ocultaras bajo tu cama hasta que todo pase? ―Sonrió. Isaäk le quitó las cadenas.
―Necesito que finjas estar atado un día más, mañana vendré con armas y te daré instrucciones. Nos vamos.
Esta vez sí río un poco, aunque el pecho le dolió.
―¿Por qué debería creerte, eh, Kozlov? ―masculló ―. Dejaste que se acercaran a mi sobrina y haces tratos con rapiñadores, no eres de fiar.
Casi escupió las últimas palabras.
El ruso se inclinó sobre él, una mano tomándolo de la mandíbula.
―La única razón por la que intento mantenerte con vida es por Sofía. No se irá sin ti.
Era injusto que un ser como ese tuviese los ojos azules más bonitos que había visto.
―No confío en ti.
Isaäk lo soltó.
―No tienes que. Si mañana no te gusta el plan, tienes todo el derecho de hacer lo que te plazca con las armas.
Nota:
Recordatorio de no leer los comentarios del capítulo de hace años puesto que contienen spoilers.
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