12.
―¡Apunten! ―gritó A-09.
Alzó el brazo, con la rander entre los dedos, sus músculos se tensaron.
Frente a él Bas lloraba, las manos atadas a la espalda, los ojos marrones que a pesar de todo lo miraban con cariño, los labios pálidos le susurraron que todo estaba bien. Ambos sabían que iba a terminar así de una u otra manera.
―Disparen.
Su dedo se quedó inmóvil en el gatillo, la sonrisa en el rostro de Bastián acalló por un segundo el dolor en su pecho.
―Inútil, debí saber que no serías capaz.
A-09 arrancó la rander de sus manos.
Louis no reaccionó rápido, todavía conmocionado por la escena que él mismo había causado. La sonrisa se desvaneció del rostro de Bas y su cuerpo se fue hacia atrás.
Gritó. Él lo había matado, no había sido fuerte, no había resistido.
Despertó en compañía del ardor y el dolor. Sus brazos colgaban a los costados y su cabeza estaba recostada en el espaldar de una silla. Alguien acariciaba sus heridas con delicadeza, aplicado algo casi sin rozarlo, pero el dolor se volvía peor con cada toque.
Movió los dedos, uno a uno, después las muñecas y luego los codos, necesitaba quitarse la rigidez de encima. Despertar cada parte de su cuerpo envió punzadas de dolor a su espalda.
―Es bueno saber que estás despierto ―susurró una voz de notorio acento ―. Aunque debe ser el mismo dolor el que lo logró, no me dejan usar muchos ungüentos así que trabajo con casi nada.
―¿Isaäk?
Tenía la garganta seca, intentó enderezarse y el dolor lo detuvo.
―Te busqué ―susurró.
El ruso suspiró.
Louis observó el lugar en el que estaba, la silla parecía ser el único mueble en el lugar, la iluminación consistía de un par de velas. Llevaba años sin ver velas.
―La mujer perdió el bebé, y no tengo muchas esperanzas de que ella sobreviva ―le informó ―. Venga, no intentes moverte mucho.
Las manos de Isaäk lo guiaron con lentitud de nuevo a una posición relajada contra el espaldar, era extrañamente gentil en la forma con la que lo trataba. Sabía que él era un eumin, no había esperado acertar con su profesión de médico, de sanador.
―¿También eras doctor en la cúpula? ―preguntó.
Isaäk se río.
―No, Louis, nunca tuve oportunidad de ser un eumin normal ―dijo. No había tristeza en su voz, lo decía como era: un hecho.
―Parecía ―dijo ―, tienes el toque de uno.
―No dirás eso una vez empiece a vendarte.
Louis miró fijamente el suelo, las sombras generadas por las velas eran extrañas, deformes.
―He aguantado peor ―susurró ―. ¿Qué haces aquí?
―Ayudarte, curarte.
―De verdad, Isaäk, ¿qué haces aquí?
No tenía sentido, no era posible que le hubiesen encargado a él hacerse cargo de sus heridas porque era un eumin, estaba seguro de que en las plantaciones y como mayordomos había más de uno. Debían tener sus propios médicos para atender las enfermedades y heridas.
―Las personas no dejan de murmurar sobre tu heroísmo y estupidez ―dijo, había humor en su voz ―. Es por la marca en la frente.
¿Por qué desviar la conversación?
―No soy un héroe ―masculló ―. Quería rendirme, quería que me mataran... he sido la causa de las desgracias de mi familia.
Isaäk pasó un brazo por su pecho, lo ayudó a enderezarse y empezó a colocar una venda transparente en todo su torso. Cada vez que rozaba la espalda Louis pensó que volvería desmayarse.
―No es nuestra culpa haber nacido en familias malditas ―dijo Isaäk, su voz suave ―. Hacemos lo mejor que podemos con lo que nos quiso dar el mundo.
―No ―Logró decir, después de un gruñido ―. Yo... mi familia, teníamos todo.
―Lo dudo ―dijo ―. Sofía no es producto tuyo, y estoy dispuesto a apostar que su existencia es la causa de al menos la mitad de las razones para tu traición a la cúpula. No pienso preguntar qué más lo es, cuál es tu triste y desgarrador pasado, porque ahora mismo tenemos otras cosas en las que concentrarnos.
Con movimientos suaves Isaäk terminó de acomodar la venda. No era su mejor trabajo, pero el eusol sobreviviría. Eso era lo importante.
―¿Otras cosas? ¿Seguir cosechando frutos tóxicos? ¿Esperar a que abusen de Sofía y esa se vuelva su nueva vida?
Louis no fue capaz de evitar que cada palabra saliera más agresiva que la anterior.
―No.
Isaäk se sentó frente a él, en el suelo. Se veía peor, tenía ojeras debajo de los ojos azules, un par de heridas profundas en las piernas que también había vendado con el mismo material y golpes en el rostro que apenas iban a empezar el proceso de sanación.
Una punzada de culpa hizo que estirara el brazo, quería decirle que todo iba a estar bien. Había pensado que, para él como ruso, ciborg y eumin, la vida de esclavo iba a ser mejor; pero estaba muy equivocado, no era mejor, ¿cómo había podido pensar eso?
Isaäk sonrió. En sus ojos azules existía un fuego diferente.
―¿Qué?
―Encontré una forma de irnos ―dijo ―. Implica confiar en gente que no me agrada, y esperar más de lo que me gusta, pero podemos irnos, Louis.
Louis ladeó la cabeza. Alguno de los golpes lo estaba haciendo alucinar, a él o al ruso, pero no había duda alguna de que eso era lo que pasaba.
―Mientes.
―No, no con algo así ―Su sonrisa se ensanchó ―. Y con el pequeño show que montaste hoy, me ahorraste una gran parte del trabajo.
―Por favor dime que no hiciste un trato con la señora Iridia.
La sonrisa de Isaäk se desvaneció.
―¿Por qué?
―¿Qué quiere a cambio? ―preguntó.
―La aniquilación completa del resto de la familia ―dijo.
Louis se llevó una mano al rostro. Por un segundo había logrado ilusionarse.
―¿Y te crees capaz de hacer algo así?
―No sería la primera familia que destruyo de forma similar ―Sonríe, el fuego en sus ojos adquirió más potencia ―. Y no sería solo yo, tú también me ayudaras.
Estaba hablando sin sentidos. El ruso al fin se había quebrado.
―¿Cómo?
―Bueno, solo debes continuar siendo un héroe ―dijo ―. Prometo cuidar de cada una de tus futuras heridas y darte mejores raciones cuando pueda.
―¿Tu gran plan incluye una tortura semanal?
El rostro de Isaäk retomó una expresión seria.
―Sí.
―No creo que soporte meses así. Mira cómo me dejó la estupidez de hoy.
Isaäk se acercó a él, se detuvo a pocos centímetros de su rostro. El azul de sus ojos se había vuelto frío de nuevo, los dedos brillantes de su brazo no humano le tomaron con suavidad las mejillas.
―Lo harás ―susurró ―. Por Sofía, porque puedo evitar lo que le va a pasar por un tiempo, pero no para siempre.
Se zafó del agarre con un movimiento brusco. Empezaba a recuperar algo de fuerza.
El ruso se tenía demasiada confianza, eso o era mucho más peligroso de lo que se podía imaginar. Su libertad dependía del asesinato de toda una familia de esclavistas rodeados de rapiñadores capaces de morir por quienes les mantenían con vida, alimentados y entretenidos.
Era una locura. Pero la ira en los ojos de Isaäk y la confianza con la que le había dicho que era posible... podía ser un riesgo enorme, terminar con el asesinato de ellos, con sus vidas vueltas insignificantes; pero era el hilo de esperanza que podía mantenerlo con vida lo suficiente para asegurarse de darle a Sofía una mejor vida.
Para él era fácil dejarse ir a un precipicio, perderse en la vida que tenía ahora y aceptar algún tipo de muerte. Al menos cuando el cansancio ofuscaba sus pensamientos, cuando el hacinamiento y hambre se llevaban lejos la cordura.
Pero no podía dejarse ir. No tan fácil. No cuando Sofía todavía dependía de él.
Después, se dijo, cuando ella esté bien, será el momento de entregarse al viejo dios de las cúpulas.
―¿Qué necesitas que haga?
-- Nota --
¿Será que el plan de Isaäk tiene futuro? ¿Cuál es el plan del ruso y por qué estará tan seguro de poder acabar con toda una familia como los Iridia?
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