Capítulo 7

—Madre mía, ¿quién era ese? —Abrí los ojos como platos, conocía esa voz perfectamente.

—¡¿V?! —Exclamé, girándome y afrontando por fin a aquel chico de tez blanca, pelo negro y largo, ojos verdes y tatuajes por todos lados. —¡Dios mío cuánto tiempo! ¿Dónde te habías metido? —No me contuve y salté a sus brazos, había pasado casi un año desde la última vez que lo había visto.

—En San Francisco, es una larga historia —historia que estaba deseando escuchar acompañada de un buen té y unos pancakes.

—Pues ahora mismo nos vamos a tomar algo y me la cuentas —ordené. —Yo invito, para celebrar que has vuelto —le sonreí.

Y sin darle tiempo a decir nada más, le agarré del brazo y lo guié hasta mi cafetería favorita, a unas cuantas calles del edificio.

V había sido un buen amigo durante el instituto, le perdí la pista en la universidad ya que él estudió artes en una distinta a la mía, pero luego coincidimos en el mismo edificio como vecinos, puerta con puerta. Hasta nos habíamos planteado unificar los estudios, pero él se tuvo que marchar y al final esa idea quedó desechada.

Al llegar al local tomamos asiento y yo me pedí un té de frutos rojos y unos pancakes, mientras que mi amigo solo pidió un café negro.

—¿De verdad que no quieres tomar nada? —Él negó con la cabeza y yo suspiré.

—No tengo mucha hambre, después de todo acabo de llegar de un vuelo un poco largo —comentó mientras removía su café vagamente.

—Bueno, como veas —lo dejé pasar pese a que lo veía más delgado de lo que le recordaba. —Entonces… San Francisco, cuenta.

—Pues en un principio me fui allí de urgencia porque mi abuela estaba mal, pero como la cosa se alargó tuve que buscar trabajo ahí —relató.

—¿Y qué ha pasado? Ahora estás aquí de nuevo —algo tuvo que pasar con el trabajo, conocía a V y él era alguien serio y formal, además de muy trabajador.

—Hubo unos cuantos problemas con el personal y los jefes, impagos sobretodo —resumió. —Además de escándalos con compañeras —negué con la cabeza, podía imaginar a qué tipo de escándalos se refería sin mucha dificultad. —¿Y tú? Ahora te toca contarme quién era el del cochazo —una sonrisa pícara se instaló en sus labios.

—Mi nuevo jefe —sus ojos se abrieron como platos, como un acto reflejo.

—¡¿Qué?! ¡¿En serio?! —Exclamó, a lo que yo asentí con la cabeza.

—¿Recuerdas a los Sparda? Los del instituto —fue su turno para asentir. —Estoy cuidando del hijo de uno de ellos, Vergil.

—No te creo, ¿ya tiene un hijo?

—Así es, parece que hasta el más serio de la clase puede cometer una locura —reí llevando un bocado de pancakes a mi boca.

—¿Y qué hay de la madre? —Me encogí de hombros, no le había preguntado a Vergil y Gema nunca me había dicho nada al respecto.

—Ni idea, quizá se marchó y no quiso saber nada del niño —una pésima madre a decir verdad, si es que eso había sido así.

—A saber —se encogió él de hombros. —¿Y cómo es que ahora lleva ese pedazo de coche? No le recordaba tan adinerado.

—Llevan una empresa de marketing, Underworld Graphics —la cara de V cambió por completo al oír aquello.

—¡¿Underworld Graphics?! —Asentí con la cabeza. —Dios mío, ojalá trabajar ahí —bajó la cabeza, terminando su café.

Quizá yo podía hacer algo al respecto, pero para ello necesitaría ser más cercana a Vergil. Mucho más.

Veinte minutos más tarde V y yo regresamos a casa, encontrándome con que él también tenía un gato, que era negro y se llamaba Shadow. Sin dudarlo ni un instante fui corriendo a por Zack y lo presenté al gato de mi amigo. Por suerte no se intentaron matar, lo que fue un alivio ya que no sabía cómo reaccionaría Zack ante otros gatos.

Por un momento pensamos en pasar la noche juntos y hacer un maratón de películas, pero como yo tendría que ir a trabajar al día siguiente lo dejamos para el Viernes.

Al entrar a casa una sonrisa tonta me adornó el rostro, había echado mucho de menos a V, había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra y apenas recibí un mensaje de él en toda aquella temporada que estuvo en San Francisco.

Finalmente mi día acabó como siempre, me duché, cené algo y me acosté en la cama, durmiéndome a los pocos minutos.

A la mañana siguiente desperté media hora antes de que sonara el despertador debido a que había un intruso en mi casa: Shadow, el gato de V. Miré al animal con el ceño fruncido, no entendía cómo había podido entrar.

Me levanté de la cama con el gato en brazos y fue entonces que vi mi ventana abierta.

—Juraría que eso estaba cerrado anoche… —susurré.

De igual forma lo dejé pasar y salí del estudio, tocando la puerta contigua a la mía. Un somnoliento V me abrió la puerta, quizá lo había despertado.

—Shadow se ha colado en mi casa durante la noche —le dije, pasándole al felino.

—Que hijo de… —susurró mi amigo.

—Son gatos, en parte es normal. Yo tengo suerte con Zack a decir verdad, nunca intenta irse —comenté.

—Este no para quieto, tendré que revisar a conciencia todo antes de irme a dormir. Gracias por traerlo Carol —me sonrió y yo le devolví el gesto.

—No hay de qué.

Tras eso volví a mi casa, desayuné  preparé todo y me fui, tomando rumbo hacia la casa de los Sparda.

—¡Car! —Exclamó Nero nada más verme, corriendo con los brazos en alto hacia mi.

—¡Hola pequeñín! —Saludé, tomando al pequeño en mis brazos y alzándolo del suelo. —Buenos días Vergil —saludé, debido a la efusividad del pequeño no pude decir nada hacia mi jefe.

A modo de respuesta, el albino sólo asintió con la cabeza, terminando su café.

—Hoy Vergil está un poco más amargado que de costumbre —comentó Dante mientras terminaba de arreglarse la corbata.

—Cállate —ordenó el mayor. —Nero no ha desayunado aún, hay de todo para que coma —me dijo, la verdad es que se notaba un poco más cortante que en los últimos días.

—De acuerdo, le haré lo que quiera —asentí con la cabeza.

Unos minutos después los gemelos ya se habían ido del apartamento, y Nero y yo nos quedamos a solas. Le hice el desayuno y tras eso él fue corriendo a enseñarme lo que su padre le compró el día anterior.

Vergil tenía buen gusto para la ropa, ya fuera para él o para su hijo, todo lo que poseían destellaba clase en cada puntada.

—¿Te gusta Car? —Preguntó el pequeño con una chaqueta larga de color azul marino en la mano.

—Es muy bonita, Nero. Me gusta mucho —le sonreí, ayudando al chiquillo a guardarla en el armario instantes después.

—No me gusta cómo está papá hoy —comentó, agachando la cabeza. —Está así porque yo no tengo mamá, estoy seguro —miré al pequeño apenada, estaba claro que echaba de menos tener una figura femenina a su lado.

—Seguro que encuentra una nueva mamá para ti, Nero. Pero no le puedes obligar, quizá prefiere estar solo —reflexioné, tal vez mis palabras eran algo duras para un niño, pero tenía que entender que había personas que preferían estar solas.

—El tío Dante siempre dice que a papá le hace falta una mujer en su vida, y yo también lo creo —insistió.

—Nero, ¿de verdad piensas eso? ¿O solamente quieres una mamá para ti? —Le pregunté un tanto seria, sentándome a su lado en el suelo mientras jugaba con sus pequeños coches.

—Quiero una mamá para los dos —sentenció, clavando sus cristalizados ojos en los míos, haciendo que le abrazara. —Papá está muy triste desde que mamá se fue, antes no era así —sollozó.

No pude decir nada, ver al chiquillo así me partió el alma en dos, podía sentir cuánto estaba sufriendo por ese tema, así como yo también sufrí en el pasado debido a que no tenía una figura paterna en condiciones.

—Ya verás que todo mejora, Nero. Dale tiempo a tu padre —aconsejé, apartándome un poco de él y limpiando sus lágrimas. —Tendrás una mamá, estoy segura —le sonreí cálidamente y peiné un poco su pelo.

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