Capítulo 28

Dante se marchó y volvió unos minutos después con un maletín en sus manos, explicando que era algo que su madre les había dado hacía unos cuantos años.

—Ella dijo que nuestro padre se lo dio para que le pudiera controlar si en algún momento su lado demoníaco le volvía loco o peligroso —comentó Dante, entregándome el maletín. Vergil observaba la escena atentamente.

—Al ver que éramos dos nuestro padre duplicó ese maletín y nos dijo que se lo entregáramos a nuestra mujer amada en el futuro para protegerla de nosotros mismos si era necesario —siguió explicando Vergil, parecía un poco más racional.

—Ya veo... —la curiosidad me estaba matando, ¿qué sería lo que había dentro?

Pero escogí esperar, dejando a un lado el obsequio para poder tomar el té tranquilamente con los hermanos, aunque terminó siendo un poco apresurado todo, ya que notaba que Vergil quería llevarme de vuelta a casa cuanto antes.

Y así fue, tan pronto como Nero despertó de su siesta me despedí de él, cogí mi abrigo, mi bolso y el maletín y Vergil y yo nos marchamos del apartamento.

Ya en el coche decidí abrir el maletín, descubriendo unas gruesas esposas de plata dentro, unidas por una cadena a un collar tipo choker que también era de plata.

—¿No se supone que la plata es para los hombres lobo? —Pensé en voz alta mientras Vergil se acercaba un poco a mí, dejando que le pusiera aquella "cárcel" de plata.

—En realidad sirve para cualquier tipo de demonio, criatura de la noche, cambia formas o monstruo —esclareció el albino, bajando las ventanillas una vez que encendió el motor.

—Vergil, hace frío —le dije yo, no hacía tiempo para ir por la ciudad a toda pastilla con las ventanillas bajadas.

—Necesito llevarlas así, hueles demasiado bien —Pasé saliva al escucharle decir aquello, guardando silencio.

Fui callada gran parte del camino, observando como incluso con las esposas puestas, que le quitaban mucha movilidad, mantenía un gran control sobre el volante.

—¿Cómo funcionan exactamente? —Vergil me dio una rápida mirada.

—Llevan impregnado veneno de un antiguo demonio que reacciona al poder demoníaco descontrolado y reduce a la presa. No nos duerme, pero sí nos deja un tanto sedados y drena parte de nuestro poder —abrí los ojos como platos al escucharle decir eso, él prosiguió con la explicación: —, así que si sumamos el veneno a la plata tienes un producto realmente eficaz para combatir demonios.

—¿Entonces no puedes llevar nunca nada de plata?

—No funciona así, tiene que ser una plata específica, una que haya sido sometida a un ritual especial —contestó.

—Entiendo...

Unos minutos después llegamos a la puerta de mi apartamento, y aunque sabía que era la peor idea del mundo, le propuse a Vergil que subiera a pasar un rato conmigo. No sabía qué me empujó a ello, quizá el poder que él ejercía sobre mi persona, o quizá el saber que le podría controlar y doblegar a mi voluntad gracias a esos grilletes anti-demonios, pero simplemente se lo propuse.

—No eres consciente del peligro que eso supone —me dijo, podía notar su desesperación y sus ganas de ceder a mi petición.

—Todo irá bien, mírate, estás completamente encajonado gracias a esa cosa que llevas puesta —le dije, dándome cuenta de que deseaba a Vergil en ese momento. Definitivamente sus feromonas habían tomado el control de mi mente.

—Carol... —No sabía en qué momento nos habíamos acercado tanto el uno al otro, pero su respiración se entremezclaba con la mía en aquel instante.

—Confía en ti mismo, sé que puedes —le animé, lanzándome a besarle.

Destruí toda su cordura con aquel beso, y es que la mía había desaparecido como a mitad de camino. No sabía por qué, pero me excitaba que Vergil estuviera atado y con poca libertad de movimiento. El beso pronto se volvió salvaje, al punto en que su lengua y la mía habían iniciado una feroz batalla campal por ver quien tomaba el control sobre el otro, mientras que sus manos tomaron fuertemente mi cabeza para impedir que me alejara de él. Yo no me quedé atrás y deslicé una de mis manos en su cabello, mientras que con la otra acariciaba su cuello, sintiendo el borde del grillete que tenía ahí.

—Joder... —Gruñó él, separándose un poco de mí.

—Solo busca un maldito hueco para aparcar el coche y subamos —insté, haciendo que pronto arrancara de nuevo para acatar mi orden.

Afortunadamente encontró un sitio rápidamente y subimos a mi apartamento, no pudiendo evitar besarnos de nuevo ferozmente en el ascensor, arrinconándome Vergil entre su cuerpo y la pared, tal y como aquel día en la fiesta. Por un instante le noté como ido, quizá el veneno de los grilletes había empezado a liberarse, surtiendo efecto en el albino.

No le di mucha importancia y abrí la puerta de mi estudio de manera apresurada, empujando a Vergil al sofá una vez que estuvimos dentro. Y es que durante aquellos días había logrado mentalizarme de intentar una cosa, no era algo como mantener relaciones, pero sí tenía que ver con ello, llegando a la conclusión de que, si era capaz de hacerlo, la próxima vez que se diera la ocasión sería capaz de tener sexo con Vergil.

—Carol, no tienes por qué —gruñó él mientras me arrodillaba ante él, abriendo el cierre de sus pantalones.

—Cállate —ordené, el verle así me hacía sentir demasiado poderosa, sobre todo porque podía notar que en efecto el veneno se había activado, haciendo a Vergil un poco más sumiso.

Él gruñó en respuesta una vez más, era un sonido gutural, empapado de la excitación del momento, similar al gruñido de un animal. Y es que Vergil en ese momento era como un animal, reducido, pero un animal, a fin de cuentas.

Acaricié un poco su miembro por encima del ajustado bóxer que traía, y el albino tembló bajo mi toque. Sonreí ante aquello y comencé a dar húmedos besos por encima de la fina tela, sintiendo como Vergil quería estirar su mano hasta mi cabeza, viendo su acción frustrada gracias a aquellos grilletes que llevaba puestos.

Tras unas cuantas caricias más decidí liberar su hombría de la ajustada prisión de tela, sorprendiéndome al ver el tamaño de Vergil. Lo tenía todo, longitud, grosor, e incluso algunas venas se marcaban. Tragué saliva al ver aquello, sería difícil tomar todo eso en mi boca.

Fui despacio, comenzando por dar unas suaves lamidas en la punta mientras movía mi mano de arriba hacia abajo, metiendo la punta a mi boca mientras pasaba la lengua despacio, provocando que Vergil soltara gruñidos sin parar.

—Carol... —gimió, y ese sonido fue de los más satisfactorios que había escucha en toda mi vida.

Sonreí al verle tan derrotado, estaba disfrutando muchísimo aquel momento.

Poco a poco comencé a subir la intensidad de mis movimientos, metiendo poco a poco su miembro en mi boca, subiendo y bajando. Notaba que él intentaba detenerme, pero apenas podía hacer nada por pararme, ya que los grilletes le tenían en aquel estado de sumisión absoluta. Pese a ello podía ver en sus ojos su ansia y su deseo, oscureciendo su mirada azul.

Era increíble ver a Vergil doblegado a mi voluntad y mis acciones, era la primera vez que me sentía tan poderosa sobre un hombre, y debía admitir que me gustaba, sobre todo por el añadido de que tenía a mis pies a Vergil, alguien que sin duda era dominante. Me excitaba demasiado pensar que había podido "domar" a la bestia que era Vergil.

Seguí así hasta que le noté un poco más desesperado, acelerando mis movimientos en aquel punto, sabiendo lo que vendría. Le escuchaba suplicar, gruñir e incluso gemir como un loco, luchando contras los grilletes que le mantenía reducido y preso.

—Carol, si sigues... ¡joder! —Reí en mi fuero interno al oírle decirle aquello, realmente estaba fuera de control si decía palabrotas.

Metí su miembro al completo en mi boca sin dejar de mirarle a los ojos, notando que una arcada me asaltaba, pero aguanté y repetí mi acción un poco más fuerte, podía notar la punta golpear mi garganta acompañado de los espasmos de Vergil, indicando que estaba a punto.

Se estaba intentando contener para no correrse en mi boca, pero yo quería que lo hiciera, así que seguí con lo que estaba haciendo, moviendo mi lengua sin parar sobre su hombría, mientras lo sacaba y lo metía de mi boca.

Instantes después noté el amargo sabor de la semilla de Vergil en mi boca, y fue tanta que un poco se escurrió por las comisuras de mis labios y una pequeña descarga terminó manchándome la mejilla. Pero no me importó, estaba satisfecha con lo que había pasado y el resultado que había obtenido: un jadeante y devastado Vergil.

Sonreí al verle así y tragué mientras le miraba fijamente a los ojos. No habíamos roto el contacto visual entre nosotros en ningún momento, ya que sabía que eso le gustaría y le volvería aún más loco de lo que ya estaba.

—No tenías por qué hacer eso —dijo él entre jadeos.

Iba a hablar, pero un fuerte golpe seguido de un grito en el apartamento contiguo me lo impidió, V había chillado el nombre de su gato, pero no sonaba a un regaño ni nada parecido, sino más bien a una situación de desesperación.

—Quítame los grilletes —ordenó Vergil de manera seria, todo rastro de excitación había desaparecido de su persona, dando paso a una seriedad tan fría que daba miedo.

Pasé salvia y le hice caso, el grito de V me había dejado helada, y necesitaba ir a ver si estaba bien.

Jamás olvidaría lo que vi. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top