Capítulo 27

Desperté a la mañana siguiente con la cabeza en el pecho de Vergil, no habíamos hecho nada esa noche, simplemente seguimos charlando un poco más y nos dormimos. El albino estiró el brazo y apagó su alarma, girándose en la cama después para mirarme y regalarme una pequeña sonrisa.

—Buenos días —saludó, y juro que su voz de recién levantado era uno de los sonidos más hermosos que había escuchado en toda mi vida.

Eso sin tener en cuenta que incluso con el cabello un tanto alborotado resultaba súper hermoso, todo un adonis griego.

Antes incluso de que pudiera responder, la puerta de la habitación se abrió, y una muy alborotada y pequeña cabellera plateada entró corriendo a la estancia, subiendo a la cama de un salto.

—¡Buenos días! —Exclamó Nero, lanzándose a mi cuello para abrazarme.

—Pequeño granuja, ¡con lo que cuesta levantarte cuando Carol no está! —Comentó Vergil, haciéndome reír.

—Buenos días también, a los dos —saludé yo, dándole un pequeño beso en la mejilla a Nero y un pico a Vergil.

Un rato después, ya cambiada con mi ropa habitual, preparé tortitas para todos, haciendo que Nero se pusiera mucho más que feliz, alegando que ni su padre ni su tío le habían preparado nunca tortitas para desayunar.

Una vez que todos habíamos desayunado los gemelos se marcharon y Nero y yo nos quedamos a solas, decidiendo ir a dar un paseo por la ciudad y visitar algunas tiendas del centro.

Fue toda una experiencia para Nero, como siempre que salíamos de paseo, ya que al pequeño le encantaba descubrir el mundo que le rodeaba.

Ya al mediodía volvimos a casa y preparé la comida, acostando a Nero cuando llegó la hora de la siesta, tal y como todos los días.

Tan pronto como oí la puerta del ascensor abrirse corrí hacia allí para recibir a Vergil y a Dante, dándole un dulce beso de bienvenida al mayor de los gemelos.

—¿Qué tal con Nero? —Pregunto Vergil mientras comía.

—De fábula, como siempre —respondí yo, preparando el té.

—Perfecto.

Y así siguieron pasando los días, nuestra relación estaba más que consolidada, sobre todo ahora que Vergil había compartido su secreto conmigo. Él me contaba cosas de cuando en cuando acerca de su naturaleza y la de su hermano, curiosidades y cualidades que tenían, todo ese tipo de cosas. Pero el paso del tiempo trajo consigo un problema, y ese era que ya había llegado la semana de la luna llena, y yo no me sentía preparada aún para lo que eso significaba.

Y lo peor de todo era que Vergil lo sabía, y yo sabía que se sentía culpable por ello. Era algo difícil de explicar, pero quizá él sentía que me estaba presionando a algo, cuando no era así.

—Vergil —le llamé, poniendo una mano sobre su hombro y sacándole de su trance, era de noche y estábamos en el sofá de la sala, solos ya que Dante ya se había acostado.

—¿Sí? —Respondió él.

—No tienes que sentirte mal por mí, no me siento obligada a nada —El albino me miró con una ceja enarcada —. Sé lo que piensas, Vergil —comenté, acercándome un poco más a él.

Él suspiró y apoyó los codos sobre sus rodillas, el mentón sobre sus manos entrelazadas. Por mi parte aproveché su postura y posé mi mano en su espalda, en señal de apoyo. En vista de su silencio, decidí proseguir:

—No me estás obligando a nada, e insisto, no me siento presionada ni nada por el estilo. Sé que me respetas y quieres esperarme pese a tus instintos de esta semana —le dije.

—Creo que será mejor que esta semana no nos veamos —aquellas palabras me cayeron como un balde de agua fría, pero llegué a la conclusión de que quizá era lo mejor que podíamos hacer hasta que yo me sintiera lista.

—¿Y Nero?

—Vendrás por la mañana, cuidarás de él y te llevaré a casa.

Como en los viejos tiempos...

—Bueno, si crees que es lo mejor —respondí con una sonrisa pese a que por dentro me moría de la pena.

—Tengo miedo de mí mismo, Carol —admitió —, temo no poder controlarme y terminar haciéndote algo de lo que luego me arrepienta por el resto de mi vida. Créeme que no me gusta tomar esta decisión, pero veo difícil el poder estar a solas contigo en los próximos días.

—Está bien Vergil, no te preocupes —seguir con la conversación solo terminaría machacándole más —. Seguiremos ese plan y esa rutina.

—¿No estás molesta por ello? —Yo negué con la cabeza, estaba muy lejos de sentir molestia.

—Tienes que confiar en ti mismo y en tu autocontrol en estos días —aconsejé mientras yo me ponía de meta el poder mentalizarme a mantener relaciones sexuales sin que las pesadillas del pasado tomaran el control de mi mente.

Ambos teníamos mucho trabajo que hacer esa semana.

Y así fue, por las mañanas cuidaba de Nero, preparaba la comida y el té y después de eso Vergil me llevaba a casa. El lunes, martes y miércoles pasaron rápidamente, pero el jueves fue lento y tedioso, además de que Vergil desprendía un aura terriblemente sobreprotectora, lo cual achaqué a que la luna llena sería al día siguiente. Además, su olor se sentía distinto, más fuerte. Según Dante eso se debía a que Vergil en esos días desprendía feromonas, que eran como un estimulante hacia las hembras para atraerlas, como una especie de afrodisíaco o algo que se le pareciera. En esa semana había estado hablando bastante con el menor de los gemelos, y él me advirtió incluso de que Vergil podría tomarse muy mal aquello si se llegaba a enterar, ya que en esa semana el mayor solo pensaba en tenerme para él solo, consciente o inconscientemente.

"En ese sentido somos como animales, y no queremos que nadie se acerque o se dirija a esa persona que consideramos nuestra pareja, sea quien sea". Me aseguró Dante en un mensaje un día.

Finalmente, el viernes llegó, y nada más pasar la puerta se podía notar que era noche de luna llena. El fuerte olor de Vergil impregnaba toda la casa, no era una queja ya que no era un olor desagradable ni nada por el estilo, pero ahí estaba, como una marca de poder o autoridad.

No sabía si era por el olor o por qué, pero hoy le veía con otros ojos, era como si fuera más guapo de lo que ya de por sí era, más atractivo, más todo. Definitivamente esas famosas feromonas estaban surtiendo efecto en mí, ya que por un momento me sentí terriblemente caliente, y mi mente solo reproducía aquel sueño húmedo que había tenido unos días después de la cena de su empresa.

Pasé saliva y fui hacia él, dándole un beso de buenos días que forzamos a terminar.

El día pasó lento, era como si solo quisiera verle a él, mi mente solo podía pensar en Vergil, no importaba nada más, a excepción de Nero claro, pero por lo demás solo era Vergil, sin parar.

Y, por fin, él volvió junto con Dante por la tarde. Pude notar el ansia y el desenfreno en los ojos y cuerpo de Vergil, y debido a eso su hermano menor le tuvo que sujetar por unos instantes, impidiéndole ir hacia mí hasta que se calmara un poco.

—Tienes que dejarme llevarla a casa por ti —pese a que yo estaba en la cocina podía escuchar claramente las voces de los albinos en el salón.

—No permitiré que estéis a solas en un coche —espetó Vergil, Dante no mentía acerca de que Vergil no querría cerca de mí a otra persona que no fuera él.

—¡Por Dios soy tu hermano! ¡No quiero nada con ella! —Exclamó el más joven de los albinos, exasperado.

—He dicho que no se irá contigo —una orden, pero también una amenaza. Sentí miedo cuando escuché a Vergil usar aquel tono de voz.

—Más te vale no hacerle nada, tus actos te perseguirán el resto de tu vida. Y yo no voy a consolarte cuando eso pase —advirtió Dante.

—No necesito de tu compasión —espetó Vergil, en tono mordaz —. Además, la luna llena también te influye a ti, ¿o lo has olvidado?

En eso sí que no había caído, ¿de qué manera cambiaba Dante en esos días?

—Yo no tengo una hembra a la que celar —aquello sonó entre un reproche y una dolorosa confesión, ¿se sentía Dante celoso de su hermano? ¿Él también ansiaba tener una pareja?

Decidí intervenir antes de que todo fuera a más y se fuera de manos. Lo último que quería era que terminasen peleados por mi culpa o que se dijeran cosas demasiado hirientes.

—Frenad un poco todo esto —ordené, poniendo la bandeja con el té sobre la mesa del comedor —. Si tanto problema es que alguno de los dos me lleve, me iré en metro y ya está.

Y en ese momento Vergil me miró de una forma que hizo que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza. Era una mirada fría y afilada, amenazante, pero sobre todo posesiva. Podía jurar incluso que un aura de color azul celeste le rodeó, tal y como la de aquel día, cuando me enseñó su forma demoníaca.

Tragué saliva al verle con aquella actitud, definitivamente no estaba preparada para esa faceta de Vergil.

—Por encima de mi cadáver —gruñó.

Pensé en V, pero viendo que ni siquiera toleraba que su propio hermano me llevara descarté rápidamente la idea. ¿Si no era capaz de confiar en Dante en ese estado, cómo iba a confiar en una persona a la que ni siquiera conocía?

Suspiré al verle así, sabía que no iba a ceder.

—Dante, ¿hay algo que pueda hacer para controlar a tu hermano si se intenta sobrepasar conmigo? —Pregunté, rendida y aceptando que el mayor de los gemelos me llevara.

—Pues creo que sí hay una manera... —reflexionó Dante, captando la entera atención de su hermano, a la par de la mía. 

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