Capítulo 18

Vergil's POV:

Quedé completamente desconcertado después de aquella situación. Conocía aquella historia de primera mano, y aún después de tantos años aquel recuerdo se reproducía vívidamente en mi mente, con todo lujo de detalles. Me preocupaba mucho lo que ella pensara de eso, cómo se sentía con ello...

Suspiré rendido, decidiendo que lo mejor sería dejarla descansar, habían pasado muchas cosas esa noche, y quizá mañana ella no recordara esta pequeña charla. Me hubiera gustado pensar que se olvidaría del beso que nos dimos, pero estaba seguro de que ni con todo el alcohol del mundo lo olvidaría.

¿Y ahora qué haría? ¿Qué haría ella? La conocía bien, y sabía que nuestra relación ya no iba a ser igual para ella, y obviamente tampoco para mí.

No podía dejar de pensar en el tema, me era imposible hacerlo. Estaba tan sumido en mis pensamientos que ni siquiera me había dado cuenta de que había conducido hasta casa. Fue gracias a la voz de Dante que me di cuenta de donde estaba:

—Habréis usado protección —bromeó.

—Cállate —gruñí mientras me dejaba caer en el sofá, a su lado.

—¿Qué ha pasado entre vosotros dos en la fiesta? Desde que volvisteis el ambiente estaba raro —inquirió, yo negué con la cabeza.

—No quiero hablar del tema.

—Tienes mala cara, ¿qué ha pasado? —Sin duda alguna Dante se había dado cuenta de que el pasado me estaba persiguiendo. A veces odiaba que fuéramos gemelos, ya que en ocasiones, y sin darnos cuenta, nuestros pensamientos se entremezclaban con los del otro.

—Déjalo —suavicé mi tono, rendido y cansado.

—Hiciste lo mejor para ellas —me tranquilizó.

—Ella lo recuerda, pero no sé qué es lo que piensa al respecto... y eso me inquieta —tenía miedo de que Carol odiase esa parte de mí.

—¿Qué te ha dicho?

—Ha dejado la frase a medias, se ha dormido —expliqué.

—Deberías hablar con ella del tema —negué con la cabeza.

—¿Para qué? ¿Para que salga corriendo como la madre de Nero? Ya perdí a una, no pienso perder a dos.

—Hablas como si tuvieras algo con ella —replicó Dante, pillándome con la guardia baja.

—Nero se ha encariñado con ella, no puedo espantarla.

—Carol te quiere, Vergil.

Aquellas palabras se quedaron en mi mente, repitiéndose sin descanso. De ser así había fastidiado todo. "Esto ha sido un error", esas fueron mis palabras. Nueva cosa que me perseguiría.

—Entonces creo que he jodido todo —sentencié, enfadado conmigo mismo.

—¿Qué quieres decir?

Suspiré y le conté lo que había pasado en la fiesta, antes de que él me llamase. No estaba seguro de si fue por el enfado o por la luna llena de hace unos pocos días, pero esta última semana me sentía distinto cuando Carol estaba a mi alrededor, sentía que mis instintos más bajos afloraban en mí, y muchas veces, y aunque odiara admitirlo, en lo único que pensaba era en arrancarle la ropa a la chica y hacerla mía. Me sentí asqueado de mí mismo cada vez que eso ocurrió, pero ahora, después de probar sus labios...

—Bájale un poco a tus feromonas —escupió Dante, me había sumergido en mis pensamientos de nuevo —. ¿No te has dado cuenta? Estás en celo, la luna nos afecta así —explicó él.

—Jamás me había pasado, ni siquiera con la madre de Nero —Dante se encogió de hombros.

—Quizá después de todo no era la indicada —concluyó él.

—Ya no sé qué pensar. De nada —y era cierto. Yo siempre había sido alguien con las ideas claras, la mente fría, calculador y cuidadoso de mis actos, pero cuando de Carol se trataba era como un maldito animal que solo quería proteger a su hembra... y procrear con ella —. ¿Por qué tenemos que ser como malditos animales en ese sentido?

—Pregúntale a papá, él sabe más de nuestra segunda mitad que nosotros.

Papá... Sparda. Él ya no estaba en el mundo mortal, y aún seguíamos sin saber cómo contactar con él.

—Buen chiste —reí.

—¿Verdad?

Dante y yo terminamos pasando el resto de la noche bebiendo, total al día siguiente no íbamos a estar afectados y necesitaba esto. El alcohol nos emborrachaba por un rato, pero luego era como si nada más hubiéramos bebido agua.

Un rato antes de que Nero despertase Dante y yo nos aseguramos de guardar todas las botellas de alcohol que habíamos sacado, no quería que mi hijo pensara que eso estaba bien o era normal, porque siendo sinceros no lo estaba.

No me quité a Carolina de la cabeza en todo el día, le debía una disculpa, pero primero debía aclarar tanto mi mente como mis sentimientos. Ella siempre me había gustado, me hacía sentir diferente, pero después de lo que había pasado con la madre de Nero tenía miedo de añadir una persona a mi vida, y más si se trataba de Carol, que ya estaba integrada en el círculo de la familia.

¿Qué pasaría si lo nuestro salía mal? ¿Y si ya había tirado todo por la borda? Quizá en esos precisos instantes ella me estaba odiando, e incluso planteándose una renuncia al puesto. No, no podía dejar que aquellos catastróficos pensamientos se apoderaran de mi cabeza, eso no iba a suceder porque yo iba a tener una seria conversación con ella...

¿Y qué le iba a decir? Ni siquiera sabía si recordaba al cien por cien la noche de ayer. ¿A quién pretendía engañar? Ella jamás olvidaría aquel beso, ni por asomo. Definitivamente le debía una disculpa.

Ya tenía una fecha límite; el cumpleaños de Nero, que era el día 24 de ese mismo mes, es decir, en Nochebuena. El lugar... ¿Disney World? Nero me había comentado alguna vez que le gustaría ir, pero sinceramente no me veía allí, esos sitios no iban mucho conmigo, pero todo con tal de poder arreglar las cosas y ver a mi hijo feliz.

Definitivamente iríamos a Orlando, y allí le pediría perdón a Carol... y quizá algo más.

El lunes llegó más rápido de lo que pude asimilar, y el ambiente entre Carolina y yo no había mejorado mucho, de hecho se sentía como al principio de que ella llegase al puesto, todo muy cortés, correcto, formal.

Incluso estando en la oficina no pude concentrarme en mi trabajo, y Dante e incluso Ada me tuvieron que sacar de mis pensamientos en más de una ocasión.

Cuando cayó la tarde, ya de vuelta en el apartamento, y aprovechando que Nero estaba dormido, decidí hablar con Carol del tema del viaje:

—Carol —la llamé mientras tomábamos un té.

—¿Sí?

—Verás, Nero lleva un tiempo pidiéndome que le lleve a Disney World, así que había pensado en ir para su cumpleaños, en dos semanas —expliqué, Carolina me miraba atenta, como si también le hiciera mucha ilusión aquel lugar —. Había pensado en que vinieras tú también, sé que a Nero le encantará que vengas.

—Yo... Bueno... —Agachó la cabeza, sabía que le resultaría repentino después de lo que había pasado la noche del sábado —. No sé, Vergil, es muy caro ir allí.

—Daría toda mi fortuna por ver a mi hijo feliz, y sé que estará incluso más contento si tu vienes con nosotros —Carol suspiró.

—Déjame pensarlo hoy, ¿te parece bien? —Asentí con la cabeza, menos daba una piedra.

Charlamos un poco más después de aquello, pero el ambiente se seguía sintiendo raro entre nosotros, cosa que odiaba demasiado. Un rato después, y con Nero ya despierto, Carol se marchó del apartamento y nosotros nos fuimos a hacer la compra.

—¿Entonces va a venir con nosotros a Disney? —Inquirió Dante una vez que acosté a Nero después de cenar.

—No lo sé, me ha dicho que pensará en ello, que es caro.

—Ella siempre tan humilde, pensando en el dinero —me encogí de hombros.

—La entiendo, seguro que siente que en parte se está aprovechando de mí —si era sincero me acababa de dar cuenta de ello —. Pero para mí el dinero no es problema. Quiero arreglar las cosas, Dante, y esta escapada es la clave, sin duda alguna.

—Entonces valor y al toro —me animó.

Estaba decidido, conseguiría que aceptara y arreglaría las cosas de una vez por todas. 

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