Capítulo 15
—Gema... que sorpresa —estaba un poco petrificada por verla allí, normalmente no rondaba este barrio porque le parecía "peligroso".
—Solo pasaba a ver a mi amiga —me sonrió, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que algo no iba bien —. A propósito, ¿ese que se acaba de ir a toda pastilla era Vergil?
Gema sabía bien que sí era él, y más si teníamos en cuenta el cochazo que llevaba, y que rara vez te encontrabas con alguien que tuviera el cabello como él.
—Pues... sí. ¿Por? —No me quedó otra que contestar mientras abría la puerta del bloque.
—¿Qué te has comprado? Me lo vas a enseñar, ¿no? —Y como no, hizo caso omiso a mis preguntas, solo le interesaba lo suyo.
—Ropa —respondí escuetamente —. ¿Vienes a hablar o a cotillear de mi vida?
—Ay Carol, tú siempre a la defensiva.
—Llevamos mucho sin hablar, ¿qué quieres que piense? Pensaba que ya te habías olvidado de mí —repliqué, ya casi estábamos en la puerta de mi apartamento.
Divisé a V a lo lejos, estaba por entrar a su estudio, pero justo se giró un segundo y nos vio, saludándome.
—Tu amigo es un poco rarito —comentó Gema mientras nos sentábamos en el sofá.
—No hables así de él, no le conoces —repliqué.
—Se te está pegando lo estúpida de Vergil —tuve que respirar hondo para no darle una muy mala contestación.
—Gema, te vuelvo a preguntar: ¿a qué has venido?
Mi amiga se quedó mirándome por unos instantes, y luego suspiró.
—A ofrecerte trabajo, uno de verdad en el que pagan muy bien —resoplé y rodé los ojos.
—No trabajaré para esos amigotes tuyos. Estoy bien donde estoy —y es que era cierto, estaba muy a gusto con los Sparda, Nero era un amor de niño, Dante era un tío súper enrollado y Vergil... bueno, Vergil era Vergil, pero era una buena persona, correcta, amable, inteligente, pulcra...
—¿Qué pasa? ¿Ya te has abierto de piernas con Dante? ¿Tan rápido te ha seducido? Ese tío no quiere nada serio —Abrí los ojos como platos.
—No consiento que me hables así en mi propia casa, Gema. Sabes que yo no soy tan fácil, a diferencia de otras —y sí, me refería a ella —Gracias por la oferta, pero mi respuesta sigue siendo no. Y si no vienes a hablar las cosas y arreglar nuestra amistad, ahí tienes la puerta.
No soportaría ese tipo de cosas en mi propio estudio, ni loca. Si ella había intentado algo con Vergil o con Dante o con quién fuera y no le había salido bien no era mi problema ni mi culpa, así que no podía venir a mi casa a desquitarse conmigo.
—Yo no tengo nada por lo que disculparme, fuiste tú la que me llamó puta e interesada —reprochó.
—Te conozco bien, y sé que eres una cazafortunas. Nos conocemos de muchos años, Gema. ¿Cuándo has salido tu con alguien que realmente amaras? Solo te juntabas con gente de dinero, a ver si conseguías vivir de él —recordé, conocí a muchos de sus novios y líos, y ninguno era alguien humilde que viviera en un barrio como el mío.
—Bien, pero recuerda que fue por mí por quien tienes trabajo ahora —directa a hacer daño, como la víbora que era.
No me dio cabida a responder, pero tampoco sabía muy bien qué decir a eso si era sincera. Ella tenía razón, pero eso no le daba el derecho a venir a mi casa para insultarme y decirme todo lo que me dijo. Ni a ella ni a nadie.
No pude evitar llorar de la impotencia y la rabia, estaba muy frustrada por culpa de lo que acababa de pasar, pero tampoco podía hacer mucho. Bloqueé a Gema en redes sociales, WhatsApp y también la puse en mi lista negra de contactos. No quería volver a saber nada de ella.
V tocó mi puerta rato después, y yo me lancé a sus brazos tan pronto como ingresó en mi pequeño salón.
—¿Qué ha pasado? ¿Quieres hablar de ello? —Me preguntó una vez que estábamos sentados en el sofá.
Asentí con la cabeza, necesitaba sacar toda la rabia y frustración que llevaba dentro, de no hacerlo sabía que iba a estar muy mal por varios días. Nero, Vergil y Dante no merecían verme mal, ellos no tenían la culpa de nada de esto.
Le conté todo a V, y él me confesó que nunca le había terminado de convencer Gema, que no la veía una mala chica, pero que tenía algo que no le gustaba nada. Y ahora sabía qué era eso que no le gustaba a mi mejor amigo.
—No te merece.
—Me dolió mucho lo que dijo antes de irse, ella tiene razón.
—Tampoco es como si te hubiera salvado la vida. Es decir, claro que un trabajo es importante, pero tú vales mucho, y habrías encontrado algo en seguida —reflexionó él —. No dejes que esa víbora te carcoma con su veneno, no le des más vueltas.
—Ojalá pudiera —respondí.
—¿Unas birras? —Negué con la cabeza.
—Trabajo mañana.
—Sólo una —y me puso ojos de cachorro abandonado.
—Sólo una —era una promesa.
Bebí muy poco a poco, a tal punto de que cuando V abrió su tercer botellín yo aún no llegaba a la mitad del mío. Estuvimos charlando unas cuantas horas, me contó cosas que pasaron en San Francisco, anécdotas y eso. Fue entretenido y ameno pasar aquel rato juntos, sabía que si llegaba a estar sola no pararía de comerme la cabeza y terminaría en la mierda emocionalmente hablando.
—¿Y esa bolsa? —Señaló con la cerveza a la bolsa del vestido.
—Es un secreto —reí.
—Ya tiene que ser grande el dildo que te hayas comprado para que no me lo quieras decir, cerda —no pude evitar reírme a carcajadas al oírle decir eso.
—Como mi pierna de grande —respondí, sin parar de reír.
—Vas a pasártelo en grande, entonces.
Seguimos riéndonos como energúmenos, venía bien teniendo en cuenta lo que había pasado con mi ahora ex mejor amiga. Fue ahí que entendí que siempre había sido V, él sí era un amigo de verdad, uno que estuvo ahí siempre, sin criticarme y apoyándome en todo.
Un rato después el moreno se marchó y yo me fui a la cama. Era noche de luna llena, cosa que me encantaba. No encendí siquiera la luz cuando entré a mi habitación, y fui directa a la ventana para contemplar el satélite. No sabía por qué, pero siempre me sentía tranquila cuando había luna llena. Tras unos minutos así corrí las cortinas y me metí en la cama, solo quería olvidar todo lo que había pasado a partir de llegar a casa.
Desperté sobresaltada en mitad de la noche, no sabía qué hora era, pero un sudor frío me bajaba por la espalda, y tenía la sensación de que alguien me estaba observando fijamente. Miré alrededor, asustada, pero no encontré a nadie, tan solo a Zack a los pies de la cama.
Suspiré, me froté los ojos y llamé al animal, volviendo a dormirme. Eso había sido muy raro, y ni siquiera estaba segura de que no hubiera sido un sueño o algo parecido.
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