Capítulo 14
Carolina's POV:
Los días pasaron y todo era normal y rutinario. Me encantaba pasar tiempo con Nero, y poco a poco las formalidades con Vergil se terminaron, ahora éramos prácticamente amigos, o al menos eso sentía yo. Siempre que ellos volvían teníamos agradables charlas mientras tomábamos algo de té, y eso era maravilloso para mí. Le sentía más cercano que nunca, y jamás imaginé que él sería así, era como verle al desnudo, su verdadero yo.
Era jueves, ya había acostado a Nero y estaba emplatando la comida de los gemelos. Llegarían en nada, así que también empecé a preparar un poco de té. Minutos después de poner el agua a calentar, cuando estaba a punto de hervir, la puerta se abrió, y Dante y Vergil vinieron a saludar.
—¿Podemos hablar? —Pidió Vergil una vez que Dante se marchó al salón con su comida.
—Claro, ¿pasa algo? —Accedí, apoyándome en la encimera. El albino negó.
—Quería proponerte una cosa —le miré con interés, él continuó hablando —: Sé que es un poco apresurado, pero el sábado tendremos la cena navideña de la empresa y... —una pequeña pausa, yo ya sabía lo que iba a decir —: quería invitarte a venir con nosotros.
No sabía qué hacer, a juzgar por cómo iban vestidos siempre estaba segura de que habría que ir muy arreglado, y yo no tenía ropa que llegase a ese nivel de formalidad.
—Yo... la verdad tendría que pensarlo —respondí, esa misma tarde iría a mirar por cuánto podría salir ropa acorde —. Mañana te confirmo, ¿está bien?
Vergil se veía un poco desilusionado, como si le hubiera chafado los planes. Pero tenía que entenderme, gracias a él tenía un buen sueldo, pero tenía que vivir también, además de ahorrar para un futuro.
—Sin problema —y se marchó.
Bajé la cabeza mientras mordía el interior de mi mejilla. Lo había molestado. Fue algo incómodo estar sentada allí con ellos, así que tan pronto como Nero apareció me despedí de él y me dispuse a marcharme.
—Carol —me llamó Vergil, me había acompañado hasta la puerta.
—¿Sí?
—¿Tienes algún plan para esta tarde? —Pestañeé un par de veces cuando dijo eso, ¿me estaba pidiendo una cita?
—Bueno, yo... —dudaba de si decirle o no —. La verdad es que había pensado en ir al centro comercial para mirar un par de cosas —Vergil no era tonto, y sabía que eso significaba que miraría ropa para la fiesta y, si esta se ajustaba a mi presupuesto, la compraría y le diría que sí.
—¿Te importa si te acompaño? —Abrí los ojos como platos cuando dijo eso.
Acababa de hablar en singular, y eso se traducía a él y yo, solos. Sin Dante ni Nero
—No, claro que no —respondí, tartamudeando. Había logrado ponerme nerviosa con solo una mísera pregunta, aunque la situación que esta implicaba pondría nervioso a cualquiera.
—Bien, vamos —sentenció tras ponerse el abrigo y coger sus llaves y cartera.
Nero se opuso a que su padre y yo nos marcháramos sin él, pero Dante consiguió tranquilizarle y llevárselo a su terreno, logrando que finalmente el niño accediera a quedarse con él.
Bajar a solas con Vergil en el ascensor fue extraño. Ya me había acostumbrado a tener siempre a Nero y Dante alrededor, así que estar a solas con él era algo sumamente raro. Además, el ambiente se notaba algo tenso después de lo que había pasado en la cocina, aunque a él no parecía afectarle demasiado.
Una vez que llegamos al garaje, mientras nos subíamos a su deportivo, el hombre me preguntó qué centro comercial tenía en mente, así que le respondí que cualquiera servía, que por ejemplo fuéramos al de aquel día, cuando Nero se perdió.
Pero Vergil no condujo hacia ese, sino que al final fuimos a otro que, según él, era un poco mejor que el que yo había propuesto. Me quedé asombrada al llegar, nada más entrar te recibía una preciosa fuente, y si mirabas arriba podías ver que el techo era una hermosa vidriera de vivos colores que a la luz del sol llenaban el espacio de esos mismos colores suavizados.
—Es precioso —musité, aunque tenía claro que seguramente habrían pocas tiendas que se ajustaran a mi presupuesto.
—Sabía que te gustaría —comentó él, algo orgulloso.
Le miré de reojo y sonreí, Vergil me conocía mejor de lo que yo pensaba. A decir verdad resultaba un espacio sumamente artístico, sobretodo por la vidriera, que recordaba a una catedral. No tenía motivos religiosos ni nada que se le pareciera, pero al menos a mi me recordaba a una iglesia.
Paseamos un poco por el lugar, pero ninguna de las tiendas me invitaba realmente a entrar, todo parecía demasiado costoso, y realmente no sabía por qué Vergil me había traído aquí si sabía que yo no podría pagar nada.
Fue entonces que vi una tienda que quizá sí se ajustaría a mis cuentas, así que entré sin dudar, y Vergil me siguió. Y entonces lo vi: un vestido azul medianoche, largo hasta el suelo, de terciopelo, mangas largas y acampanadas y un escote tipo barco con un poco de pedrería en él. Era precioso, perfecto.
Era mi talla, pero se salía de mi presupuesto por ochenta dólares. Negué con la cabeza y lo solté, dispuesta a alejarme, pero Vergil lo cogió tan pronto como yo lo solté.
—Pruébatelo —pidió.
Le miré fijamente y negué con la cabeza una vez más, no aceptaría otro regalo de su parte, no era necesario.
—Carol —me llamó —. Pruébatelo —insistió.
—Se me sale del presupuesto, Vergil. Además, no puedo aceptarlo.
—¿Por cuánto se te va? —No iba a ceder, lo tenía muy claro.
Pero yo tampoco dejaría que lo pagara por mi, simplemente no podía aceptar un regalo como ese, era demasiado y él y yo no éramos absolutamente nada más allá de jefe y canguro, como mucho éramos amigos, pero aún así.
—Por lo suficiente —respondí, quise darme la vuelta e irme, pero él me agarró de la muñeca.
—Por favor.
Suspiré mientras contaba hasta diez en mi mente. Bien, le haría caso, pero no dejaría que me lo regalase.
—Te dejo ganar esta vez —comenté mientras nos encaminábamos a los probadores.
Me quedaba perfecto, como un verdadero guante. Resaltaba lo que tenía que resaltar, pero era muy refinado. Incluso con el poco maquillaje que llevaba lucía lo suficientemente arreglada como para ir a cenar a un sitio caro. Suspiré frustrada, sin parar de hacer números... quizá podía estirarme un poco, no dejaban de ser ochenta dólares, pero tampoco tenía tantos gastos, y no pasaría nada si un mes no ahorraba tanto.
Lo compraría, estaba decidida.
—¿Qué tal? —Casi me había olvidado de que Vergil estaba fuera.
Descorrí la cortina y le dejé verme. Me encantó su expresión, definitivamente había logrado impresionar a Vergil Sparda, todo un hito en la historia de la humanidad.
—He decidido llevármelo —hablé, sacándole de su estupor —, así que cuenta conmigo para la cena —una sonrisa se instaló en el rostro de Vergil al oírme decir eso.
—¿De verdad? —Ya asentí.
Afortunadamente Vergil dejó que pagase yo el vestido, la verdad tenía algo de miedo de que, llegado el momento, no me dejara, pero no fue así. Hice inventario rápidamente de mi armario, tenía zapatos, así que no me haría falta mirar ningunos.
Nos quedamos un rato más y nos tomamos un café antes de ir a mirar algo para Nero. Vergil hizo una gran elección con la ropa del pequeño, me gustaba mucho lo que había elegido: una camisa con una pequeña corbata y unos pantalones de vestir. Nero iría monísimo con eso puesto.
Cuando ya nos marchamos, y aunque había insistido en coger el metro, Vergil me llevó hasta casa.
—Gracias por este rato —me dijo —. Ha estado bien salir juntos —le sonreí.
—No tienes nada que agradecerme, yo también me lo he pasado muy bien.
Nos quedamos mirando por unos instantes, hasta que yo bajé la cabeza, medio riendo por los nervios.
—Bueno... nos vemos mañana —Me despedí, Vergil hizo un pequeño sonido de afirmación.
—Hasta mañana —también se le notaba algo nervioso, lo que resultaba extraño en él.
Seguidamente salí del coche y él se marchó
—¡Carol! —Esa voz... no estaba preparada para lo que venía.
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