Capítulo 13

Tras unas horas juntos, V se volvió a su estudio, y yo me quedé sola en el mío, sin dejar de pensar en todo lo que había pasado.

Aún no entendía la histeria de Vergil al venir prácticamente corriendo a mi apartamento, ¿podría ser que...? No, era imposible, él jamás mostró señales de eso, y tampoco las mostraba ahora... al menos no hasta esta mañana.

Tras dejar todo medianamente emparejado me metí en la cama y cogí el misterioso libro que se teletransportaba. Me quedé sin palabras al abrirlo y encontrar una nota dentro, justo en la primera página:

"No sabía cómo agradecerte que te quedaras, y sabía que no ibas a aceptar que te diera el dinero de una jornada de trabajo, así que cuando te vi ojeando este libro me diste una gran idea.

Espero que lo disfrutes, tienes buenos hobbies.

Atte: Vergil Sparda."

Se notaba a la legua que sí había sido él el autor de esa nota, cada palabra y cada trazo destellaba clase, y la letra era totalmente refinada, incluso era cursiva. Definitivamente Vergil era un hombre con mucha clase.

No me pude resistir a empezar a leer el libro, controlando sin parar que el tiempo no se me fuera demasiado. Supe cuando parar, debía de ser consecuente y responsable, pese a que amaba leer.

A la mañana siguiente me desperté sintiéndome infinitamente mejor, y menos mal, porque pese a haber sido nada más un día me había hartado de estar enferma. Hice mi rutina de siempre y salí de casa como todos los días.

—¡Car! —Nero había ido corriendo a recibirme, dándome un cálido abrazo. —¿Cómo estás? Ayer te eché mucho de menos —confesó haciendo un pequeño puchero.

—Hoy estoy mucho mejor, Nero —le sonreí —. Y también te eché de menos ayer, no paraba de pensar en ti —y era cierto, ya que no estaba tranquila sabiendo que Vergil estaba conmigo en lugar de con su hijo.

Instantes después Vergil vino con nosotros, saludándome y preguntándome qué tal me encontraba. Le dije que ya estaba bien, y pude ver tranquilidad en sus ojos, incluso un atisbo de felicidad.

Minutos después él y Dante se marcharon del apartamento, y Nero y yo nos quedamos a solas. El niño quería salir a dar un paseo, pero preferí ser precavida y negarle el paseo, realmente no sabía si le vendría bien.

Al principio hizo un puchero, pero le expliqué por qué no era buena idea y finalmente accedió a quedarse en casa, así que nos pasamos toda la mañana jugando juntos.

Mientras Nero y yo comíamos decidí mandarle un mensaje a Vergil:

Carol:

Perdona que te moleste en el trabajo, pero dudaba que pudiera encontrar la ocasión para hablarte a solas.

Solo quería darte las gracias, por todo.

No recibí respuesta en aquel mismo momento, sino que el mensaje de vuelta llegó cuando Nero ya estaba acostado y yo ordenaba la cocina:

Vergil:

Me alegra que te gustara el libro.

No estaba del todo seguro de que fuera ese, es un alivio.

Me encantaba que fuera tan perspicaz e inteligente, sabía leer entre líneas y eso era muy bueno, aunque también podría llegar a ser un problema. Fue entonces que me di cuenta de que Vergil era más Vergil conmigo, como si dejara de lado su faceta fría y su cara de póker conmigo. Era como si simplemente fuera el verdadero él, sin fachadas.

Si era así conmigo era porque sin duda me tenía mucha confianza, lo que me hizo sonreír. No conocía mucho a Vergil, no habíamos tenido nunca una conversación "íntima" o de amigos, pero se notaba a la legua que llevaba una coraza, que no mostraba al mundo su verdadero yo... así como yo hice alguna vez.

Un rato más tarde los gemelos llegaron a casa, y Vergil y yo nos miramos con algo de complicidad por unos instantes, resultó muy divertido ya que Dante nos miró sin entender qué era lo que pasaba.

Tras despedirme de Nero una vez que se despertó de su siesta me marché de la residencia Sparda con una nueva sensación en mi cuerpo, una que me llenaba de felicidad y júbilo.

Vergil's POV:

Una vez que Carol se marchó Dante me acribilló a preguntas, queriendo saber qué era lo que yo no le había contado. Me cerré en banda, que fuera mi gemelo no implicaba que tuviera que saber todas y cada una de las cosas que pasaban en mi vida.

Pero había algo que sí quería hablar con Dante, ya que realmente no sabía qué hacer al respecto. Esperé toda la tarde, y después de la cena, cuando Nero ya estaba dormido, hablé con él:

—Oye, Dante —le llamé mientras él servía un poco de whiskey para cada uno.

—¿Sí? —Inquirió, pasándome mi vaso.

—La cena de empresa será dentro de poco y, bueno... —comenté, moviendo un poco el hielo de mi bebida.

—¿Y? —Presionó, dando un trago.

—No sé qué hacer con Nero y Carolina —evité usar Carol, Dante se pondría pesado.

—¿Con Nero y Carolina? Lo de todos los años, ¿no? —Lo de todos los años era pagarle un extra a la canguro para que se quedara aquella noche con Nero.

No lo terminaba de ver claro, una parte de mi me decía que debía llevar a Nero a la cena... y por ende a Carol. Negué con la cabeza.

—Había pensado en llevarme a Nero, no quiero que piense que me estoy distanciando de él —expliqué.

—Entonces simplemente llévalo contigo —respondió él, encogiéndose de hombros. Yo negué con la cabeza una vez más.

—Tengo que llevar a Carolina también. Si él viene, ella también.

—Ya lo entiendo... lo que quieres es llevar a una mujer para impresionar a la gente, ¿no? ¿Desde cuándo te importan las apariencias? —Dante estaba malinterpretando todo. Suspiré y apuré mi vaso, sirviéndome más.

—Sabes de sobra que no me importan esas cosas tan humanas —repliqué.

—¿Entonces? —Dante me miró de soslayo mientras terminaba su vaso.

Agaché la cabeza hacia mi bebida, callado. Ni yo entendía lo que me pasaba con Carol, resultaba cercana porque era una antigua compañera de instituto, pero nada más allá de eso, ni siquiera llegamos a ser amigos, aunque sí pasó algo entre nosotros que nos marcó... sacudí la cabeza ante ese grotesco recuerdo, aquella decisión aún me perseguía y carcomía mi conciencia.

—Vergil —la llamada de Dante me sacó de mi prisión mental, haciendo que le mirara de vuelta —. Dime, ¿aún tienes...? —No le dejé terminar:

—Ni yo lo sé —necesitaba seguir bebiendo.

—Sólo invítala a ir contigo y ya está, no la abordes con el trabajo, solo díselo como una propuesta entre amigos. Tenemos la misma edad, esta situación de formalidad es una mierda —escupió Dante tras un rato.

—La cena siempre es de etiqueta, dudo que pueda costearse algo —sabía que Carol no tenía una mala situación económica, pero no se acercaba ni de lejos a la nuestra.

—Cómprale algo tu —propuso encogiéndose de hombros.

—No aceptará un regalo caro —comenté, la conocía —, además eso podría hacerla sentir mal, o incluso inferior.

—No te pases con el precio y ya —concluyó Dante.

Tras aquel pequeño debate seguimos bebiendo, sabíamos que mañana no íbamos a estar afectados, así que simplemente seguimos. No sabía ni a qué hora nos fuimos a dormir, pero la verdad era que necesitaba un rato así con mi hermano. 

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