¿Crees?

¿Crees que haya algo más allá de la muerte? ¿Crees en el Cielo y en el Infierno? Déjame confesarte que si tus respuestas fueron positivas tienes un grave problema.

La muerte no es más que otro mal que ataca a las personas dejándolas sin conciencia, sin ningún tipo de pensamientos. Y es completamente improbable que existan espíritus vagando por las calles y ¡oh! Las famosas almas que están en una delgada línea entre el Cielo y el Infierno, como si tales cosas sean verdad, son puras estupideces creadas por personas con vidas aburridas.

Estuve por años desperdiciando mi tiempo en investigaciones y explotando todos mis conocimientos para... ¿para qué? No descubrí absolutamente nada, nadie puede saber qué hay más allá de la muerte; pero para las personas nada es suficiente y yo no soy la excepción.

Y, mírame, tengo una vida de ensueño. Soy una aclamada científica y tengo dinero de sobra, puedo hacer lo que se me pegue la gana y nadie me puede contradecir. El querer que  los libros surrealistas pintarán una verdad deseada, comprobar que el Cielo es como lo pintan en las películas y el Infierno sea tan ardiente como las caricaturas dictan me llevo a la ruina.

La vida tristemente no es una novela de ficción y la realidad me golpeó muy tarde.

Me encuentro al borde de un precipicio alejado de toda vida humana; tal vez creas que tanto tiempo en un laboratorio me revolvió la mente llevándola a la locura, te afirmó que no es así. Mi único propósito es demostrar que no hay nada después de morir, no es locura, es inteligencia.

Cuatro pasos más y lo descubriré, todos los secretos serán revelados por mí, vaya afortunado quien me conozca.

Tres pasos y seré reconocida en todo el mundo como la mejor científica; ganaré premios y me harán entrevistas.

Dos pasos y sabrán que no estoy loca, siempre tuve razón.

Un paso para lograrlo.

Doy media vuelta, cierro los ojos y, escuchando un grito a lo lejos, me dejó llevar por mi mente y caigo sin pudor alguno...

Tal vez no fue buena idea hacer esto.

***

Horas más tarde la desolada calle se lleno de periodistas, patrullas, ambulancias y la típica gente que se escabulle para saber del chisme. Es complicado saber cómo se habían enterado tantas personas si solo se había llamado a una ambulancia.

La única devastada por lo sucedido era la enfermera, una mujer de no más de cincuenta con mejillas rosadas por el llanto. Mientras la interrogaban sostenía un pañuelo lleno de mocos y lágrimas, lo único que le quedaba de ella.

Los medios informaban sin saber. "Una joven trastornada se suicidó por no tener familia", "Chica diagnosticada con demencia se suicida al no tomar sus medicamentos", "Llega a la etapa de demencia más grave y se suicida"... ¡Sencillamente absurdo! Ella no estaba loca, no tenía que tomar medicamentos, ella estaba sana...

Al intentar llegar a su auto varios periodistas le obstruyeron el paso para obtener más respuestas, ¿no pueden pensar en los sentimientos de los demás? Solo intenta llegar a su casa, recostarse y tener una eterna siesta. ¿Era mucho pedir?

No podía pasar, le era imposible con tantas personas a su alrededor. No tuvo otra opción que responder a una de las preguntas que más le hacían: ¿Por qué cree que lo hizo?

Su respuesta fue clara y precisa: Porque quería saber la verdad detrás de la muerte, lo logró y no queda más que seguirle.

Cuando los periodistas reaccionaron ya era muy tarde para detenerla, ya era muy tarde para hacer cualquier cosa. Ni el mejor corredor hubiera podido frenarla de su devastador destino.

La enfermera saltó diciendo las mismas palabras que le había dicho a su hija cuando la vió hacer lo mismo... ¿Por qué no me esperaste?






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