Capítulo 9 - Que comience el juego

Me miraba en el espejo pero no me veía a mi, era extraño que no me reconociera de esta forma. Mi cabello estaba peinado como en una diadema de dos trenzas y algunos cabellos se soltaban para darle un aspecto mas relajado. Nunca en mi vida me había peinado, siempre tenía mi cabello lacio y suelto, creo que nunca si quiera me lo había amarrado con una liga. Hoy, Kenzie insistió en peinarme y la dejé, también me maquilló, la peor parte fue cuando un grupo de mujeres llegó ayer temprano por la mañana y nos depilaron ¡desde los pies hasta las cejas! Mis hermosas cejas fueron depiladas y aunque se ven bien y con mas forma no es lo mismo.

Detrás de mi estaban las Barbies terminando de arreglarse y hablando como si nos preparamos para nuestra graduación o algo parecido. Todas llevábamos vestidos color dorado pero cada una tenía un estilo diferente; unos mas cortos o reveladores que otros.

El mío era un vestido corto y ajustado pero agradecí que no tuviera escote y fuera de manga tres cuartos. Era la que iba mas tapada y eso me hacía sentir un poco mejor aunque una parte de mi supiera que me tapaban tanto porque aun quedaban algunos cortesillos de mi tiempo con los rusos.

-¿Lista? -Kenzie preguntó junto a mi aplicando una capa mas de maquillaje.

No entendía porqué debíamos maquillarnos tanto. Si, era cierto que me veía mas guapa y mis rasgos un poco mas maduros pero sentía que la cara me pesaba con tantas cosas que me puso. Mil tipos de correctores, maquillaje líquido, iluminadores líquidos y en polvo, maquillaje en polvo, sombras, rímel, delineador, labial, y me puso un spray que no se para que es.

-No -admití y bajé la mirada a mis zapatillas negras. Ya estaba rezando a quien me escuchara que no me dejara caer y hacer el ridículo.

-Vas a estar bien, solo recuerda dar pasos largos y aprovechar cada momento que puedas estar sentada para que tus pies descansen o no te sientes y eventualmente el dolor pasará.

Si claro. El problema no era el dolor, era mantenerme de pie. Estos tacones eran de unos ocho o diez centímetros y mi pie se tambaleaba un poco al caminar.

Me mantuve de pie y practiqué por toda la habitación como caminar. Me caí unas 4 veces pero después de eso se volvió un poco mas fácil. Rocco salió de su habitación vestido en un traje negro que lucía bastante costoso y le quedaba ala medida (su medida) su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás y lo mantenía ahí con gel o spray, sus zapatos estaba muy bien lustrados, en fin, su imagen era impecable pero a mi me seguía dando asco al igual que Bea y casi todos aquí. Impecables por fuera y podridos por dentro.

-Muy bien, muñecas. Los invitados ya llegaron, cenaron, convivieron y es hora del entretenimiento. Van a subir y usar sus mejores trucos para conseguir que todos esos hombres y mujeres gasten en ustedes.

Las Barbies se pararon lo más derechas posibles y alzaron su barbilla. Eran como soldaditas listas para su misión y aunque si eran obedientes cuando llegué solo era hasta cierto punto, ahora todas miraban a Rocco con adoración y hacían todo, absolutamente todo lo que el les decía. Bueno, Kenzie, Nolee y Madison eran las únicas que no parecían como drogadas por Rocco, se resistían un poco más aunque al final el resultado era el mismo. ¿Qué había pasado en mi tiempo fuera?

-¿Listas?

-Si Rocco. -dijimos todas al mismo tiempo y el aplaudió y abrió la puerta para nosotras.

Como siempre, todas hicimos una fila y salimos. Los tacones resonaban por las escaleras y todas murmuraban cosas. Por donde salíamos de la guarida blanca estaba todo oscuro, no había ruido, ni nadie circulando.

-Sigan avanzando, muñecas, hasta la sala común.

¿Sala común? ¿dónde era eso? Odiaba esta casa porque parecía un laberinto de tres pisos. Llegamos a la recepción y Rocco se adelantó para dirigir el camino pero parecía que todas, menos yo, sabía a donde iban. La recepción era grande y había varias puertas alrededor, la principal estaba abierta; había un camino de luces sobre los bordes del camino de roca y por alguna razón el césped brillaba. Un grupo de muchachos estaba afuera y me pregunté si eran los que estacionaban los autos. Dos guardias cuidaban la puerta con sus no tan discretas armas. Me enfoqué en mi caminó e ignoré a los muchachos que nos veían de una forma no muy apropiada pero entendible para su edad y susurraban entre ellos. Había unas puertas dobles, mas grandes que el resto, la verdad es que no le había puesto atención a eso ni me pregunté que habría del otro lado cuando me tocó limpiar la recepción. Rocco tomó la manija de ambas puertas y las abrió al mismo tiempo. La música salió casi al instante, una versión instrumental de la canción de Beyonce, Partition, sonaba alto y bajo, no podía explicarlo era profundo pero un fuerte, hacía que tu pecho retumbara, y quisieras menear las caderas de un lado a otro.

Me congelé. Las demás chicas entraron desbordando cierta emoción pero yo no podía. Entrar ahí lo haría todo real, estaría rodeada de hombres y mujeres que si les gustaba ofrecerían dinero por mi y yo estaría obligada a permitir que me tocaran de la forma que quisieran.

-Vamos Willa. -Kenzie me codeó e intentó tranquilizarme con una sonrisa alentadora. -Recuerda nuestro plan, piensa en eso.

-¿Por qué?

-Yo lo hago, estoy pensando en el y me digo que todo lo que pasé ahí dentro es solo un paso para mi libertad. Ayuda.

-Un paso para mi libertad. -susurré y di el primer pasó.

La sala común, como la llamó Rocco, era una especie de salón de baile. Una enorme habitación cuadrada repleta de gente, sofás blancos, mesas altas, un bar, un pequeño escenario donde había un Dj. Todas las mujeres que trabajaban esta noche llevaban diferentes tipos de vestidos color dorado. No iba a contar pero me arriesgaría a decir que había mas de treinta mujeres en dorado. La luz del lugar era oscura y había algunas luces blancas en el techo pero alumbraban muy poco. Olía extraño y tal vez se debía a las personas que estaban fumando de unas mangueras.

-Esto es tan genial -susurró Kenzie junto a mi.

-Yo no diría que es genial.

Pero si muy interesante de ver. Las mujeres en dorado se paseaban de una lado a otro sonriendo y saludando, algunas estaban sentadas entre hombres y mujeres y definitivamente todo el mundo aquí tenía dinero.

-Willa, solo un paso en el camino a la libertad. -tomó mi mano -ahora, no hace daño divertirse un poco antes de comenzar a trabajar.

-No podemos divertirnos.

-Si podemos, tenemos un límite de dos copas y nunca he probado algo mas caro que una cerveza y de las baratas.

Me llevó hasta la zona del bar evitando a cada persona en nuestro camino. Había algunas camareras y camareros pero ella no quiso tomar nada de las bandejas. Yo tampoco lo haría, ellos tenían más piel descubierta que yo. Kenzie pidió dos rusos blancos y el hombre del bar le guiñó un ojo.

-¿Qué es un ruso blanco?

-No tengo idea pero escuché a alguien decirlo mientras caminábamos hasta aquí.

Casi reí con eso. Dos vasos old fashioned fueron puestos frente a nosotras. El contenido del vaso estaba dividido como en dos colores. La parte de arriba era blanca y la de abajo como un café muy oscuro.

-¿Está mal si preguntó que tiene esto?

-No preguntes, solo bébelo. Nos dará confianza para llevar acabo nuestro plan. No va a ser fácil para ninguna de las dos ir ofreciéndonos por ahí y a ti van a subastarte en un rato.

Si. No era de mucha ayuda que me lo recordara. Imité a Kenzie, revolví el contenido de mi vaso hasta que se volvió de un color beige y le di un sorbo. ¡Wow! No sabía mal pero estaba muy fuerte, no pude evitar hacer una mueca y medio sacar la lengua.

Alguien abrazó mi cintura por detrás de mi y pegó su cuerpo al mío. Los labios de la persona besaron brevemente mi cuello. Mis ojos se abrieron de par en par al igual que los de Kenzie que sostenía el vaso contra sus labios y mi cuerpo se tensó. Esto no me estaba pasando.

-No deberías estar bebiendo, lo mejor es mantenerse sobria durante estas cosas.

Iba a matarlo por asustarme de esta manera. Me zafé de su abrazó y me volví hacia el para al menos fingir que tenía rayos láser en mis ojos y le freía el rostro.

-No me mires así, lo digo por tu bien.

Su estúpida sonrisa medio infantil casi me hace no querer matarlo.

-No puedes hacer eso cuando hay millones de hombres alrededor, me asusté.

-Primero, aquí no hay mas de cien hombres, no llega ni a cien, tal vez contando a las mujeres se haga la suma pero hombres por si solos no.

Rodé mis ojos.

-Y segundo, debes acostumbrarte porque si alguien quiere hacerlo, lo hará y tu vas a tener que sonreír y frotarte contra el como un lindo gatito.

-El tiene un punto. -dijo Kenzie detrás de mi. Los ojos de Andrew fueron hacia ella y la sonrisa creció.

-¿Y esta hermosa pelirroja quien es?

-Kenzie -extendió su mano hacia Andrew y yo me quité del camino.

-Andrew guión el salvador de Willa, un placer.

¿Mi salvador? Su padre lo mandó por mi, de no ser así el no sabría una mierda de lo que me pasaba.

-¡Ya te recuerdo! -chilló mi amiga -Tu la ibas cargando.

La sonrisa de Andrew tembló por unos momentos y mis ojos se estrecharon hacia el. Parecía como si la recordara gritando mi nombre pero eso no... ella estaba con Finn y si recuerdo bien su mano descansaba sobre su hombro.

-Soy todo un héroe.

Se acercó mas a ella pero esta vez su sonrisa era mas seductora que divertida, era obvio para mi que el tenía un nuevo objetivo, Kenzie por su parte estaba encantada con la atención y no la culpaba a simple vista, Andrew era un hombre muy guapo y en su traje negro a la medida lucía mas que guapo pero siempre estaba esa frialdad en sus ojos que no terminaba por convencerme con su sonrisa digna de su loquera. Estaba feliz con no estar en su blanco de objetivos, me iba a ir a una esquina donde nadie me viera y pasaría ahí la noche. Di un paso atrás y me alejé lentamente. Sonreí a las personas que se atravesaban en mi camino pero no dejé que nadie me entretuviera. Aun tenía mi bebida en la mano, le di otro sorbo. Necesitaba prepararme para cuando tuviera que pasar al frente y ver como los hombres abrían sus chequeras por mi.

Estaba por llegar a mi rincón cuando una mano me detuvo del brazo para luego quitarme la bebida de las manos.

-No deberías...

-Estar bebiendo, si ya me lo dijeron.

Alcé la mirada y me encontré con los ojos que perseguían mi corazón adolescente cada día desde que el infierno llegó a mi vida.

-Entonces deberías de obedecer.

-Creo que no soy muy buena haciendo eso.

Parecía como que quería sonreír pero no lo hizo. -Eso he escuchado.

Probablemente no debería burlarme discretamente de lo que mi mal comportamiento me había traído pero la risa siempre era mejor que las lagrimas ¿no?

Dylan me apartó del caminó y me llevó del brazo mas cerca de la pared donde no había personas. El era la única persona que me había movido del brazo y no me había lastimado, su toque era firme pero no duro y por eso hacía que mi corazón latiera con velocidad.

Se recargó sobre la pared y cruzó sus brazos frente a el. Seguí su ejemplo mas o menos, yo me recargué de lado y lo miré con ensoñación. En mi cabeza el era el bueno de mi historia, algo extraño porque sabía que participaba en el trabajo con Andrew y eso significaba matar pero no cambiaba la manera en la que mi cabeza funcionaba.

Me fijé en el y aunque ninguna emoción se filtraba por su rostro sabía que le pasaba algo. Tal vez fue la manera en que suspiró o la repentina dureza en sus ojos mientras observaba el panorama.

-¿Estas bien? -le pregunté un poco bajo sobre la música.

-Odio estas fiestas ¿tu cómo estas?

-Es la primera a la que asisto y no me esta gustando mucho, me perturba ver a todas esas mujeres vendiéndose y estando cómodas aunque es algo hipócrita porque yo haré lo mismo o creo que ya lo hice.

Por alguna razón no dejaba de preguntarme si me había vendido yo solita a Andrew. Me decía que éramos socios pero era mentira de cierta forma aunque con su locura mi plan podía funcionar.

-Tu eres diferente, te obligan a estar aquí, estas mujeres están aquí porque quieren, son libres, van y vienen, algunas tienen casas y trabajos.

-A las chicas que están conmigo...

-A ellas las sacaron de lugares peores. Rocco visitó otras casa de prostitución y compró a esas chicas, si lo ves desde el lado loco, el les dio una nueva oportunidad de vida, eventualmente también serán libres para ir venir. No... no obligamos a nadie a trabajar para nosotros.

Yo no podría ir y venir pero no importaba, estaría o muy lejos de aquí o muerta para cuando sintiera celos de aquellas con mas libertad que yo.

-En fin, no hablemos de cosas deprimentes o lloraré como una bebé.

Dylan giró su cabeza hacia mi.

-No podría verte llorar -sus ojos conectaron con los míos y fue como ser absorbida por ellos. Lo vi inclinarse hacia mi y mis labios desearon que me besara. Ya había olvidado como se sentían contra los míos.

-Mierda -dijo estando a centímetros de mi. Bueno, no estaba tan cerca pero yo así lo sentí.

¿Mierda?

La hermosa mirada de Dylan ahora estaba dirigida a alguien detrás de mi y eso me molestó. Volteé y casi me muero. Definitivamente hoy no era mi noche.

-No sabía que ellos vendrían, debo ir a buscar a Andrew antes de que haga algo estúpido.

Lo entendía, no era una tonta como para no notar el fuerte desagrado que había entre Andrew y los hombres que conformaban mi plan B.

-¿Por qué debes buscarme?

-¡Andrew! -exclamé y llevé mi mano a mi corazón -Deja de hacer eso.

-Creo que te gusta que te asuste.

-No -murmuré.

-Vamos Andrew, es mejor que estés cerca de papá cuando...

-Y ese par de imbéciles porque están aquí.

Señaló hacia Declan y Finn, los que ahora nos miraban o mejor dicho me miraban medio acorralada entre Dylan y Andrew. Probablemente no era la mejor imagen para ver y menos en un evento como esté. Yo recargada contra la pared en un espacio alejado de todos y oscuro, Andrew frente a mi y Dylan medio de lado y medio detrás porque ahora volteaba hacia donde ellos veían. Si, daba la impresión de que otra cosa estaba pasando y no parecían muy felices al respecto, en especial Declan que lucía como si quisiera comenzar a estrangular personas como hizo conmigo. Llevé mi mano a mi cuello recordando ese día y me estremecí.

-No sé, pero es obvio que padre los quiere aquí para algo.

-Como sea, no tengo tiempo para ellos ahora. -Pasó su brazo por mi cintura y me atrajo hacia el. Los ojos de Dylan se oscurecieron.

-¿Qué haces? -preguntó con cautela.

-¿No lo sabías? -Andrew sonrió de oreja a oreja. Lucía como si hubiera ganado alguna competencia -Willa y yo tenemos negocios que resolver.

No tuve tiempo de decir nada, solo pude intentar disculparme con la mirada antes de ser llevada por Andrew. Me llevó bien sujeta a su lado hasta la entrada pero no sin antes pasar junto a sus enemigos mortales.

-Caballeros -dijo en forma de saludo pero en sus ojos destellaba la burla. Finn asintió y Declan simplemente lo miró como si quisiera matarlo.

-Creo que le gustas -susurró en mi oído mientras pasábamos por la recepción.

-¿A quién? -fingí no saber de que hablaba.

-Se llama Declan, es un imbécil militar con el que mi padre hace negocios. Le gusta interferir con los míos y causarme problemas. Y ahora tengo una forma mas de molestarlo, por su mirada debe estar muy atraído por ti, pero no puede tenerte.

-Como sea.

No iba a revelar nada sobre Declan y Finn así que debía hacerme la tonta desinteresada. Nos detuvimos repentinamente y su mano fue a mi mandíbula apretando mis mejillas.

-Déjame ser muy claro, princesa. -asentí rápidamente. El miedo comenzaba a acumularse en mi estomago. -Ellos son los únicos hombres a los que no puedes siquiera mirar ¿de acuerdo?

-Pero y si ellos...

-No me importa que hagan tu no vas a estar con ellos a menos que quieras que me enojé, los maté y tu salgas herida en el proceso.

-Si puedes matarlos ¿por qué no lo haces?

Soltó mi rostro con brusquedad y continuó llevándonos por el club.

-Lo haré, un día no muy lejano me desharé de ese par.

Kenzie

-¿Cómo es que tenías al hijo de Michael Haas entre tus manos y lo dejaste ir?

Me giré hacia la odiosa voz de mi hermana y rodé mis ojos. Ni siquiera iba a preguntar como es que sabía que Andrew era un Haas.

-No estaba muy interesado en mi.

Ni yo en él. Willa me dijo que era un algo así como un psicópata. Entre mas lejos estuviera de el mejor, esa clase de hombres son muy volátiles.

-Al parecer en Willa si, se fueron hace unos minutos de aquí juntos.

Mi mano se apretó sobre el vaso de cristal. Willa de verdad que tenía un instinto suicida. No tiene ni dos días que le dije que no estuviera a solas con él y que es lo primero que hace.

-No creo que a Rocco le guste saber que su pastelito está rompiendo las reglas, se supone que cada hombre que nos quiera debe hablar con el primero, de echo dijo que ellos ya sabían las reglas.

-Nolee, cierra la maldita boca y ve a casar a algunos hombres.

No estaba de humor para lidiar con Rocco y tener que pedirle de nuevo que no castigue a la pequeña Willa.

Sonrió -Eso hago, ya llevo dos. Quiero esa habitación, necesito privacidad.

Yo no llevaba a nadie, debía ponerme a trabajar. Entregué mi vaso a una de las camareras que estaba cerca y me aparté. Quería a Nolee pero a veces era tan odiosa.

-Quiero a un Haas, si Willa pudo manejar a uno yo igual.

-Willa no puede manejar a un Haas, solo cree que si, así que apártate de esa familia, Nolee, lo digo en serio.

-¿Por qué si dejas que tu pastelito tenga uno y yo no?

Hizo pucheros y yo tuve que rodar mis ojos.

-Porque ella hace lo que quiere, no soy su madre.

Caminó junto a mi y acomodó su cabello sobre un hombro. -¿Sabe qué somos hermanas?

-No y no se te ocurra decírselo.

Si Willa sabía probablemente comenzaría a dudar de mi y la necesito para largarme de este lugar así como ella me necesita Razono mejor que ella y segura como que el infierno existe que soy mejor seduciendo y controlando a los hombres.

-¿Por qué siempre están secreteándose? Yo quiero saber.

-Nolee, metete en tus asuntos y deja los míos. -Me detuve y apreté su brazo -lo digo en serio, si arruinas esto para mi voy a ahorcarte mientras duermes.

-Hermanita, al menos deberías decirle la verdadera razón por la que la ayudas.

Besó mi mejilla y se fue contoneando sus caderas hasta el regazo de un hombre. A veces odiaba a mi madre por haberla adoptado pero después mis sentimientos ganaban y la perdonaba por lo que sea que me hiciera.

Willa

-No me gusta estar aquí.

Recordé la bofetada que Bea me había dado el día que la conocí y me estremecí porque eso trajo más recuerdos de mi tiempo con ella.

-¿No te gusta mi oficina?

Andrew se sentó en la silla detrás del escritorio y volvió con la sonrisa infantil ganadora. Estaba comenzando a pensar que era bipolar.

-Es de Bea.

-Y Bea es mía mientras le asusté lo que tu padre hará si se entera de su pequeño drama.

¿Pequeño drama? Mis dientes se apretaron.

-¿Por qué se escucha la música de la fiesta?

Decidí preguntar eso antes de meterme en problemas con él. Cuando molesté a Declan no me fue muy bien y Andrew estaba mas loco.

-Hay bocinas en cada habitación. -señaló las esquinas del techo. -La música que se escuché en la sala común sonará en todas las habitaciones.

-Pero en los pasillos no se escucha nada.

-Cuartos aprueba de sonido.

*Reproduce el video del inicio y continua leyendo*

Tenía sentido, era retorcido pero tenía sentido. De un segundo a otro la canción que estaba terminó y otra comenzó. Andrew ya estaba de pie y a centímetros de mi con sus ojos brillando con lujuria. Retrocedí un paso pero su mano viajó rápidamente a la curva de mi espalda y me acercó a el.

-A veces tengo tanta suerte.

-De que hablas -mi voz tembló.

-Escucha.

Puse atención a la música que sonaba y cuando la letra comenzó mis labios se entre abrieron con sorpresa y solo era la primera línea.

-Closer de Nine Inch Nailes resulta ser mi canción favorita para ti.

Andrew retrocedió hasta que se recargó sobre el borde del escritorio y me sonrió. Me colocó entre sus piernas y puso sus labios sobre los míos pero no me besó. Me estaba quedando si aire dentro de mis pulmones.

-¿Vas a admitir que te gusta besarme?

Me gustaba besarlo, mis labios cosquilleaban con ganas pero no se lo iba a decir. Aunque no fue como el momento que tuve con su hermano hacía solo unos minutos. Con Dylan era un deseo y con Andrew estaba comenzando a pensar que era una rara obsesión.

-No.

Suspiró pero no estaba derrotado. -Creo que es lo que me gusta de ti.

Nos giró y me sentó sobre el escritorio de Bea.

-Aun cuando sabes que vas a perder, no te rindes.

Dejó un suave y casto beso sobre mis labios y se apartó lo suficiente para bajar su boca a mi cuello. -Entonces no te gusta que nuestros labios entren en contacto ¿ah?

-No -jadeé cuando su lengua tocó la curva de mi cuello.

-¿Que hay de esta parte?

Querido dios. Su boca hacía maravillas, chupaba, mordía mi cuello entre besos y la maldita canción con su letra sucia y pervertida no ayudaba a mantenerme cuerda. Tenía mis sentidos completamente envueltos por Andrew.

-No -repetí y lo sentí sonreír.

-Willa, nuestro juego cada vez se vuelve mas peligroso.

Su voz era baja, profunda y excitada. Se puso de rodillas frente a mi y abrió mis piernas haciendo que mi vestido se subiera. Con sus manos en mis caderas me arrastró al borde haciendo que mi cuerpo se inclinara hacia atrás y me miró desde abajo.

-Los hombres a tus pies.

Besó la parte interna mi muslo.

-Haciendo exactamente lo que tu quieres, ¿recuerdas?

-Andrew -gemí. Su aliento cada vez estaba mas cerca de mi zona mas sensible. ¿Esto era lo que quería? Mi cuerpo gritó si con emoción.

-Solo debes decir las palabras mágicas, Willa.

Una de sus manos abandonó mis caderas y de pronto sentí como su dedo pasaba sobre la fina tela que era mi ropa interior.

-No las diré.

Movió mi ropa interior hacia un lado, deslizó su dedo dentro de mi con facilidad. Tuve que morder mi labio para no gritar. ¿Por qué no podía ser de esas personas que no sentían deseo sexual por nada ni nadie?

-Ya no las necesito, tu cuerpo me lo dice todo.

Se puso de pie y en segundos deslizó mi ropa interior por mis piernas y desabrochaba su cinturón.

No me moví, no le dije que se detuviera y aunque estaba asustada también estaba emocionada y lo odiaba con cada fibra de mi ser pero como siempre, mi cuerpo tenía sus propias ideas y al parecer había arrastrado a parte de mi mente con el. Recargué mis manos en el escritorio sobre unos papeles y esperé.

Andrew cortó la poca distancia que había entre los dos y con un empuje entró en mi. Mi espalda se arqueó y mi cabeza se inclinó ligeramente hacia atrás. Dolía pero no era malo. Estaba húmeda, muy húmeda para mi vergüenza. No fue nada parecido a mi tiempo con Lenin, con él no importaba cuanto intentara estimular mi cuerpo simplemente no pudo, creo que mi cerebro reconocía la diferencia entre sexo y tortura de verdad, aunque hubo un momento antes de que optaran por lubricarme en el que deseé estar húmeda porque así no sentiría que me desgarraban.

-Puedes odiarme, pero tu cuerpo me ama.

Salió y entró con mas fuerza que antes golpeando sus caderas contra mi. Su boca estaba de nuevo sobre mi cuello haciendo sus maravillas.

-Andrew -gemí con frustración cuando el ritmo de sus empujes se volvió lento. Mi cuerpo no lo quería lento.

-Esto me mata tanto como a ti. -gruñó y mordió mi cuello.

Se deslizaba dentro y fuera de mi tan lento que era delicioso y torturador. No quería eso, lo quería como la primera vez que lo hizo. Lleve mis manos a su rostro y aparté su boca de mi cuello para que me pudiera ver a los ojos.

-Andrew, así no.

-¿Entonces cómo, princesa?

Pasé mi lengua por mis labios y lo besé. Su boca respondió al instante y de un segundo a otro mis manos estaban alrededor de su cuello y su lengua se enredaba con la mía mientras su pene aun estaba dentro de mi tocando ese punto que me hacía perder la razón. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y captó la indirecta, no tenía que decir nada más. Me recostó sobre el escritorio y se colocó sobre mi. Algunas cosas se clavaban en mi espalda pero cuando nos giró para que nuestros cuerpos quedaran hacia el largo de la mesa la mayoría se cayeron. Aun llevábamos nuestra ropa pero no era ningún impedimento para que el obtuviera lo que quisiera al igual que mi cuerpo.

Dylan

-¿Dónde está Andrew? -preguntó Ian sentándose junto a mi en el espacio reservado para nuestra familia.

-¿Soy su niñera?

No quería pensar en Andrew ni en su maldito paradero. Quería golpearlo, que mis puños conectaran en su rostro y borraran su estúpida sonrisa de suficiencia. Willa no era un puto premio, era una chica que merecía vivir su vida lejos de todos nosotros.

-Alguien no está muy feliz. -murmuró y bebió el resto del contenido de su vaso.

No lo estaba. Ella se había ido con él sin pelear y la mirada de disculpa que me dio solo me hizo enojar mas. No era una persona celosa (principalmente porque nunca he tenido nada por lo que estar celoso) peor ver a Willa irse con mi hermano me estaba molestando mas de lo que alguna vez admitiría. Debía recordar que ella no era mía para proteger.

-¿Alguna vez lo estoy?

-No -se rió entre dientes. -Escuché que van a subastar a la niña Reiss.

La puta cereza de mi maldito pastel de hoy. Si no soporté verla yéndose con mi hermano, ¿cómo se supone que vea a un puñado de hombres ofreciendo dinero por tener una noche con ella? Si no mataba a nadie esta noche sería un milagro.

-¿Y?

-Escuché que Andrew estuvo juntando dinero hoy y sabes tan bien como yo que ha estado obsesionado con ella desde esa noche.

Como olvidarlo, era fácil saber cuando Andrew se obsesionaba con algo, lo cuál hacía a menudo con algunas mujeres hasta que un día solo desaparecían. Todo estaba en la forma en que las veía la primera vez y esa noche vio a Willa como si fuera un ángel por unos segundos. Era un hijo de puta sin sentido y muy impredecible. ¿Por qué ofertar por ella si ya podía tenerla?

-Va a tener que ofertar en grande.

-Creo que su obsesión lo hará ofertar hasta que se quede sin dinero.

Sabía que mi hermano tenía dinero oculto de papá, en realidad, los tres teníamos nuestro dinero. Con Ian no tenía idea de donde lo sacaba pero lo tenía, Andrew lo sacaba todo de sus negocios, de vez en cuando sacaba dinero de las casas de las personas que mataba. En mi ultimo trabajo con el encontramos una maleta con doscientos mil dólares: le dio una parte a sus amigos que trabajan para el, me dio una parte a mi y se quedó con el resto. Llevaba haciendo eso por años así que debía tener una buena suma. Mis hermanos se burlaban a menudo de mi pero ellos no sabían lo mucho que una mujer pagaría por una simple nalgada o lo agradecidas que estaban después de un rato conmigo. No estaba presumiendo, simplemente eran los hechos y yo era bueno en lo que hacía. Había una mujer que era cliente frecuente, tenía unos treinta y siete y un cuerpo increíble. Su esposo era un imbécil que la maltrataba y venía a mi por un poco de sexo vainilla. Velas, pétalos, todo eso le gustaba. El precio por estar conmigo era de setenta mil, papá se quedaba con treinta y el resto era mío para hacer lo que quisiera; lo juntaba para pagar mi deuda y largarme al otro punto lado del mundo. Su nombre era Hannah, nos veíamos tres veces a la semana y mi propina era de veinte mil. Eso solo era con ella, tenía una larga lista de clientes. Estaba en el negocio desde los catorce y gracias a que mi cerebro funciona logré recibir mi dinero desde los quince, no tuve que esperar hasta los dieciocho para quedarme con una parte.

-¿Tu ofertarás?

Ian me miró de reojo intentando mantener su rostro imperturbable pero era bueno leyendo a la gente. El quería ofertar.

-Si es conveniente lo haré.

Tenía dinero para ofertar por ella y darle un tiempo libre de esta locura pero... era involucrarme más y eso era peligroso para mi.

-¿Y tu?

Tomé una profunda respiración e intenté pensar en todas las razones por las que era una estupidez ofertar pero lo único en lo que pensaba era en darle a Willa un día lejos de todo.

-Tal vez lo haga.

Eso lo hizo soltar una carcajada.

-Esa niña nos tiene envueltos alrededor de su maldito dedo y ni siquiera lo sabe.

Tenía que estar de acuerdo con él y era algo bueno que Willa no fuera consiente de eso porque al menos yo, si ella lo intentaba estaba seguro que haría cualquier cosa por ella. Era raro, no era amor o alguna tontería parecida, simplemente tenía esta constante preocupación por ella y cierta necesidad en ayudarla. Mandé un mensaje a la única persona a la que le confiaba mi dinero para que hiciera los preparativos. En estas subastas el pago era en efectivo.

Papá llegó unos minutos después con Richard, su esposa y otro hombre que hacía que hombres se hicieran en sus pantalones con solo mirarlo. Lorenzo Bernabei, el capo de la Cosa Nostra de Nueva York. Al igual que yo, Ian se volvió mas cauteloso con nuestro nuevo invitado. No éramos enemigos pero las cosas podían cambiar en cuestión de minutos.

Lorenzo entró al espacio de sofás y tuvimos que levantarnos en señal de respeto. Ian y el se dieron la mano de una manera muy profesional pero al igual que en mi padre, Lorenzo lucía demasiado relajado para ser quien era. Una fachada que creaban.

-¿Quién es el chico? -preguntó señalándome con la barbilla.

Mi padre sonrió.

-El es mi hijo menor, Dylan.

Me observó por unos momentos hasta que sonrió. -Debes tener cuidado con este, Michael, de todos sus hijos es en el que mas veo a Jillian.

-Me lo repito todos los días, Enzo.

No extendió su mano hacia mi como con Ian ni yo lo hice. Me limité a mirarlo y asentir en señal de saludo. Mi padre fue el primero en sentarse y después todos lo seguimos. Cómo es que mi padre lograba mantener buena relaciones con diferentes organizaciones criminales era algo que jamás entendería. Suponía que se debía a que era inteligente y tenía la actitud para agradar a cualquiera, además de siempre ir un paso delante de todos. Si va a surgir un problema el lo sabe antes que los que lo van a causar y eso solo es un ejemplo. Mi padre era peligroso y por eso el capo debía mostrarle respeto y mi padre a él. Nadie debía dejarse engañar por su aparente forma de ser.

Hablaron por un rato de cosas sin importancia hasta que salió el tema del hijo de Enzo. Todos habíamos escuchado sobre Alessio Bernabei y sus gustos sexuales. Por lo que sabía, dentro de la mafia Italiana había reglas sobre como llevar tu vida amorosa, no podías relacionarte con cualquiera pero Alessio sacaba ventaja de ser el hijo del capo y se decía que tenía un amorío con algún hombre que conoció y que planeaba un futuro con él.

-Traje a mi hijo esta vez conmigo pero lo dejé en el hotel, al parecer su moral es muy alta para esta clase de eventos.

Papá rió. -Te entiendo, Dylan solía ser parecido pero entendió rápido el mundo en el que vive.

Ignóralos.

-Estoy buscando una chica para él, necesito que esos rumores desaparezcan antes de que me obliguen a encargarme del problema.

Magda se puso tensa de repente.

Papá extendió sus brazos -Escoge, Enzo.

-Pero no cualquier chica, necesito a alguien que eliminé lo que está mal con mi hijo. La mejor, Michael.

Mi padre miró a Richard que hasta ahora había estado muy callado junto a su esposa. Era raro, por lo general el siempre era todo negocios y diversión con papá, claro que se comportaba diferente frente a su mujer.

-Estas de suerte, Enzo.

-¿Quién? -medio buscó alrededor.

-La hija de Richard decidió unirse al negocio familiar.

Enzo miró a Richard y el asintió -Es joven pero cuando la conozcas entenderás porque la estamos recomendando. Es hermosa, inteligente, educada y una chica limpia de pies a cabeza, tu hijo no va a encontrar razones para no desearla.

De pronto todos hablaban sobre Willa y mis ganas de matar a todos aquí crecieron.

-Dylan ¿has visto a Willa?

Mierda. Habían estado glorificándola y no creo que se escuchara muy bien decirles que Andrew se la había, además no creía que él hubiera pedido permiso a Richard para estar con Willa.

-¿Dylan?

Todos me miraban, incluido Ian que parecía ser el mas curioso.

-Dijo que necesitaba un poco de aire y yo le dije a Andrew que la llevara a caminar un poco.

Papá estrechó sus ojos hacia mi pero no le daría nada mas que un asentimiento que expresaba un claro "Si, ella y Andrew" no era un soplón pero Enzo quería ver a Willa antes de la subasta y no podíamos hacerlo esperar así que esto tenía que resolverse rápido y discreto.

Miré a Richard y a Magda. Ella lucía medio perpleja y sus uñas se enterraban en la pierna de su esposo pero el no estaba alterado. Tal vez Andrew si había pedido permiso a papi Reiss.

-Ahora entiendo el mal humor -murmuró Ian junto a mi y ocultó su sonrisa detrás de su vaso.

-Bien, iré a hacer una rápida llamada y de paso la traeré para que la conozcas.

No iba a hacer una llamada, iba a rastrear a Andrew desde su celular.

Las cosas se complicaban porque si Enzo Bernabei quería ofertar por ella nadie iba a pelear contra él lo que nos arruinaba a todos nuestros planes.

Willa


Andrew se quitó de encima y con su mano me ayudó a sentarme de nuevo. Lo vi retirarse el condón y me golpeé mentalmente al darme cuenta que nunca vi cuando se lo puso ni pensé en ello. Debía ser mas cuidadosa en ese aspecto.

Acomodé mi vestido lo mejor que pude estando sentada aun sobre el escritorio. Quería bajarme pero mis piernas aun se sentían débiles y temblaban un poco. Estaba segura que estando en tacones simplemente me caería por lo que opté por descansar un poco. Pasé mis manos por mi cabello y me quejé al darme cuenta que mi peinado estaba arruinado, ya no solo eran unos cabellos sueltos, ahora eran mechones.

-Te ves mejor con el cabello suelto.

Alcé la mirada. Andrew volvía a lucir impecable a excepción por un poco de mi labial que quedaba debajo de su labio inferior. Comencé a bajarme del escritorio para buscar un espejo y arreglarme antes de la subasta pero Andrew me lo impidió colocando su cuerpo entre mis piernas... de nuevo.

-Andrew, si no arreglo esto -señalé mi cabello -Rocco va a matarme.

-Déjame ayudarte.

-¿Qué?

Pasó sus manos por mi cabello y comenzó a quitar las horquillas que ayudaban a sujetar las trenzas. Bien, esto había tomado un nuevo nivel de extrañez en mi vida. Lo dejé hacer lo que sea que hacía por miedo a enfadarlo y agaché la mirada. Deshizo ambas trenzas y acomodó mi cabello sobre mis hombros. No importaba cuanto lo trenzara jamás perdía su lacio natural.

-Listo, así estas mejor.

-Gracias -respondí al mismo tiempo que su mano fue a mi barbilla para que lo mirase a los ojos.

-No me gustó cuando desapareciste mientras conversaba con tu amiga.

Ahogué mi risa y respondí con sarcasmo -Estabas muy ocupado para detenerme.

Volví a intentar bajarme pero no me dejaba. Dios, era tan frustrante no poder golpearlo y tener que ir de puntillas con él por miedo a salir herida.

-Princesa ¿Estabas celosa?

No estaba celosa... ¿cierto? No lo estaba, yo me aparté y me fui sin siquiera pensar en ellos... pero si lo pensaba de verdad y trataba de imaginarlos juntos se me revolvía el estomago con molestia. ¡Era ridículo! Ya ni siquiera podía poner en orden mis pensamientos.

-No -dudé.

-Lo estabas -tomó mis manos y las llevo a sus hombros. Ya no iba a responderle nada porque solo me arruinaba cada vez más. -Yo también estaba celoso. -susurró con sus labios rozando mi oreja.

-¿Qué?

-Lo estaba, no fue agradable ser testigo de la mirada de adoración que le dabas.

-¡Andrew! -lo empujé lejos pero apenas y lo moví un milímetro. -Deja de jugar conmigo y volvamos al evento antes de que alguien se de cuenta de que me fui.

-No juego, en verdad estaba celoso.

Mis labios temblaron por sonreír. ¡Que demonios me pasaba! -pues yo no estaba celosa de ti y de Kenzie.

Una media sonrisa adornó su frío rostro -¿Cuándo vas a admitir que te gusto?

-Creí que ya no necesitabas que lo dijera -en un acto de estúpida valentía llevé mi mano sus labios y limpié los restos de mi labial con mi pulgar -Según tu mi cuerpo lo dice todo.

Cualquier respuesta que Andrew fuera a darme fue interrumpida por la puerta de la oficina siendo abierta con fuerza.

-El único de mis hijos que en verdad me agrada me oculta cosas.

Michael entró a la oficina lentamente y con su mirada puesta en nosotros dos. Aproveché que Andrew estaba distraído para quitarlo y poder bajarme. Aun no me ponía siquiera mi ropa interior.

-Padre, no sabía que me buscabas, un simple mensaje habría funcionado.

-Deja las burlas, Andrew.

Agaché la mirada, me negaba a verlo a los ojos. Con cuidado y discreción me coloqué ligeramente detrás de Andrew.

-Imagina mi sorpresa cuando pregunto por Willa y me dicen que dejó el lugar contigo. Te dije que la cuidaras no que la follaras.

-Solo nos divertíamos padre, hablé con Richard y...

-¿Tu crees que me importa una mierda eso? Si te digo que no la tocas no lo haces y punto.

-Es ridículo que...

-¡Dios, Andrew! ¿A cuantas personas molestaste para conseguir tener a la chica?

Bien, esto parecía una típica riña entre padre e hijo, claro que la razón no era muy típica.

-Tu le llamas molestar, yo le llamo usar a mi favor.

-Willa.

Alcé la mirada.

-Busca a tu padre.

No perdí el tiempo. Salí de esa habitación antes de que Michael explotara sobre mi. No tenía problema en que Andrew recibiera el castigo. Me detuve frente a un espejo del pasillo y arreglé un poco mi labial y mi cabello. Era una suerte que no luciera despeinado y el resto de mi maquillaje siguiera intacto.

Busqué a mi padre por unos cinco minutos hasta que descubrí que el tenía una zona especial junto con los Haas. Había dos hombres cuidando el paso pero en cuanto me vieron se apartaron.

-Willa, linda, ven a sentarte, queremos presentarte a alguien.

Casi lloro al ver a mi mamá pero me detuve por la mirada en su rostro. No estaba feliz, lucía molesta y no sabía si era conmigo o no.

Evité la mirada de Dylan y me senté junto a mi madre. Había un hombre de piel un poco morena, cabello oscuro, rasgos afilados y ojos cafés que me estaba observando y analizando.

-El es Lorenzo Bernabei.

Aja. No sabía si debía estirar la mano, besar su mejilla, arrodillarme frente a él así que mejor no hice nada mas que sonreír.

-Ven niña, siéntate junto a mi.

Y eso hice, si estaba aquí con papá el debía ser importante y lo peor que podía hacer es hacer que mi padre quedara mal. Me levanté y acomodé mi vestido, me sentía rara al no traer mi ropa interior puesta pero ya pensaría en eso mas tarde.

-Es un gusto, señor.

-Dime Enzo, niña.

Mi postura era derecha y mis manos estaba suavemente sobre mi regazo. Si algo había aprendido yendo a algunas reuniones con mis padres era que lo mejor que podía hacer es aparentar que ellos me habían educado mejor que a una princesa. ¡Diablos! Ahora pensaba en Andrew llamándome así.

-Eres una niña muy hermosa, Willa.

Era extraño. Por lo general cuando me decían eso me daba asco pero en el señor Lorenzo no había perversión ni lujuria. Sonaba como un cumplido común y eso me sorprendió demasiado.

-Bueno, Gracias.

Conversé un poco con él y me agradó. Me preguntó cuál era mi comida favorita, si me gustaba leer, cuál era mi materia favorita, en fin, preguntas muy normales y con cada respuesta el me daba una cálida sonrisa.

-Veo que conociste a nuestra Willa.

Michael y Andrew aparecieron de pronto y tuve que ahogar mi grito de sorpresa. Andrew tenía un golpe en el pómulo derecho que se había abierto y aunque ya no sangraba sabía que lo había hecho en algún momento.

-Lo hice y debo decir que es toda una dama -asintió hacia mis padres y mi madre sonrió agradecida.

-Claro que lo es.

Michael lucía al borde, se veía que estaba haciendo su mejor esfuerzo para mantener su fachada.

-Dylan, Andrew, lleven a Willa con Rocco, ya debe estar esperándola y no se entretengan.

Me levanté y Enzo hizo lo mismo. Tomó mi mano entre las suyas y me besó ambas mejillas. -Ha sido todo un placer, Willa Reiss.

-El placer fue mío.

Dylan me sacó de ahí pero alcancé a escuchar a Enzo decir que yo era muy joven y que no iba a funcionar.

Andrew caminaba junto a nosotros pero no hizo ningún intento por hablar conmigo o molestar a su hermano hasta que llegamos a donde estaba Rocco y las chicas que iban a ser subastadas.

-Yo la llevo, Dyl.

-Andrew, no creo que...

-Dije que yo la llevo.

Dylan me miró esperando que me pusiera de su lado pero como la cobarde que era solo agaché la mirada. Andrew estaba molesto y no iba a ser yo quien le llevara la contra.

-Como quieras, tal vez consigas que papá meta una bala en tu cerebro.

Cuando Dylan desapareció entre las personas, Andrew me miró con ira.

-¿Estas bien?

-¿De que hablaste con Enzo?

-No mucho, me preguntó que cosas me gustaban, sobre la escuela...

-Bien, ve con Rocco y no arruines esto.

-Pero yo...

-¡Willa! Deja de poner pero a todos y lárgate con Rocco.

Me quedé quieta por unos segundos hasta que su mano se movió y la necesidad de ocultarme creció.

-Ya me voy -añadí con rapidez. -No tienes que golpearme.

-¿Qué?

-Lo siento por los problemas.

Me di la vuelta y huí. No me iba a quedar a recibir una paliza.

Esperé con impaciencia a que fuera mi turno de subir al escenario. Lo mas caro que había llegado la puja era a quinientos mil. Los enormes precios me dijeron que tal vez esto no se trataba solo de una noche con alguien porque era demasiado dinero.

Era algo intrigante ver a todas estas personas gastando de esa manera su dinero. ¿De dónde lo sacaban? No tenía idea pero era seguro que no era de formas legales.

-Nuestra siguiente chica es el pastelito de la casa.

La gente rió. Subí las escaleras como me habían indicado y me paré junto a Rocco.

-Comenzaremos con su precio original que es de Cien mil dólares.

Un conjunto de exclamaciones resonó por todo el salón.

-Créanme, vale cada billete.

De pronto la gente comenzó a ofertar. Rocco decía la cantidad siguiente y si alguien la ofrecía encendían una especie de luz roja que venía de una lamparita. No había gritos ni peleas todo era muy civilizado.

-¿Cerraremos en doscientos mil?

Miré a los últimos y posibles ganadores. Parecían ser esposos en sus cuarenta. Esposos no, por favor. Rogué en mi cabeza y cambié mi postura.

-a la una.

Lenin y Tiana eran esposos.

-a las dos.

Ambos jugaron conmigo.

-Doscientos cincuenta mil -dijo una voz que reconocí.

¡Santa madre! ¿Ian? Estaba parado y su luz roja estaba encendida. Cerca de él estaba Andrew con el ceño fruncido.

Otra luz se encendió.

-Doscientos sesenta mil. -dijo Finn con una sonrisa y cuando nuestras miradas conectaron me guiño un ojo. Declan estaba parado junto a el con sus brazos cruzados y su porte de militar. Para mi sorpresa, Kenzie se hallaba junto a Finn mirándomecon nerviosismo.

Otra luz.

-Trescientos mil. -dijo Andrew.

Estaban rompiendo la silenciosa dinámica y Rocco no lucía feliz pero si emocionado.

-Trescientos mil doscientos -respondió Finn.

-Trescientos mil trescientos -dijo Ian.

Los esposos lucían molestos y me alegré de que dejaran de pujar por mi. Solo dios sabe la clase de cosas que me harían.

-Trescientos mil cuatrocientos. -de nuevo Andrew.

Esto ni siquiera era por mi, era una pelea de hombres. No me observaban, se miraban entre ellos con sus poses de soy mas grande que tu y sus ceños fruncidos en su intento de intimidar.

-Trescientos mil quinientos.

Ian se sentó y se puso cómodo.

-Cuatrocientos mil.

Algunos se sorprendieron y en ellos incluyo a Michael Haas, hasta a mi me incluyo. Jamás me imaginé a Dylan participando en esto. ¿Y de donde sacaban tanto dinero estos hombres?

Finn soltó una sonora carcajada -Cuatrocientos mil cien.

Ian miró a su padre y el negó ligeramente con la cabeza. Uno menos en la competencia por ver quien es mas hombre. Esto era lo mas ridículo del mundo.

-Quinientos mil -gruñó Andrew y aquí es donde todo se puso mas intenso.

Finn y Declan de un lado de la habitación y Andrew y Dylan del otro. Todos se miraban y esperaban a ver quien sería el siguiente idiota en pujar de nuevo.

Ya íbamos en seiscientos mil cuando un hombre se aclaró su garganta y acomodó los gemelos en los puños de su camisa.

-Un millón -dijo Enzo Bernabei y la habitación quedó en completo silencio. Enzo mostró la lamparilla en sus manos y sonrió -¿debo encender esto?

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