Capítulo 5 - Miénteles
—¡Rocco, basta!
—Déjame pasar, Kenzie. Ella no está cumpliendo con mis reglas.
—Es una niña, no es como nosotras.
—Ella va a ser lo que yo diga que sea, ya es hora de que comience a entender su maldito lugar aquí.
—Ya ha sido castigada bastante hoy ¿no viste su cuello?
Por qué Rocco dejaba que Kenzie le hablara de esa forma estaba mas allá de mi entendimiento y tampoco me importaba. Me desmayé por una media hora mas o menos. Cuando desperté estaba sobre mi cama con todas las Barbies alrededor y en lo primero que pensé fue en que necesitaba un baño. Aun recordaba la sangre escurriendo por mis piernas. En el momento en que el agua de la regadera tocó mi cabeza fue como si todo se viniera sobre mi. Me senté en el suelo y desde ese momento no me he movido. Alguien cerró la llave cuando se dio cuenta de que estaba casi congelada y puso una toalla sobre mi pero eso era todo. Nadie iba a arriesgarse a estar en el baño mas tiempo del necesario, eso iba contra las reglas.
—Lo vi y sinceramente ese es el menor de mis problemas. Un par de hematomas.
—Hay literalmente una mano marcada en su cuello.
Eso era gracioso. ¿Una mano? La risa empezó sin darme cuenta, pronto se convirtió en una risa propia de una psicópata. Pasos se escucharon de nuevo cerca de mi y me callé. Alguien se arrodilló frente a mi.
—Willa, dime que no te has ido.
—Se fue, Kenzie —esa era Nolee. Reconocía su tono frívolo. —Es lo mismo que pasó con Adele.
—¡Ella no es Adele!
—Pero lo es, mírala, no reacciona, esta mas muerta que viva.
Quisiera estar muerta, pero me da miedo la muerte. Estoy mas que viva y consiente, solo que el vacío que creé ahora, es muy reconfortante y tengo tiempo de pensar en que me metí y como lo resolveré.
Por un lado tenía a mi padre y a Michael, por el otro estaban Declan y Finn y en el centro estaba Kenzie, pero Bea, no sabía en que lado estaba ella. Detrás de todo esto estaban los chicos Haas pero Ian es como Bea, nunca sabes que está haciendo.
Si Bart hacía lo que le pedí tendría que enfrentarme a mi padre con algo bueno pero sin exponer a Declan, tampoco lo quería como enemigo y de momento yo era la mejor amiga de todos.
—Tengo frío —dije con mi voz temblorosa.
Kenzie me puso otra toalla sobre mis hombros y me ayudó a levantarme.
—pensé que te habías ido, no me asustes así, Willa.
—Estaba pensando.
—¿En qué?
Miré de reojo a Nolee y apreté mis labios. Definitivamente no estaba involucrando a nadie más, ya lidiaba con demasiadas personas.
—Largo Nolee —ordenó Kenzie y después de rodar sus ojos ella salió.
¿Por qué todos la escuchaban?
—Olvida lo que decía, solo quiero vestirme e irme a la cama o con Rocco para que me castigue.
—Puedes confiar en mi.
—¿Puedo? Porque yo no lo creo. Tu me dijiste que yo no era como ustedes pero la verdad es que tu no eres como nosotras. Tu eres más aquí dentro. Tu le gritas a Rocco, hablas con Bea ¿qué más? Te acuestas con Michael Haas y así es como tienes tanto control aquí.
Le dolió. Lo supe por su expresión y al instante me arrepentí por mis palabras.
—Hago lo que tengo que hacer para mantenerme viva Willa y a ti también para ser honestas. ¿Por qué mierda crees que Rocco ha pasado todos tus berrinches por alto?
—Por que yo...
—Por que yo le he pedido que te deje en paz.
—¿Tu qué?
Eso no estaba pasando. Pedirle algo a Rocco era tener que... ¡Puaj! No quería ni pensarlo.
—Kenzie, no tienes que...
—¡Señorita, alias Pastelito!
Rocco aventó un paquete a mis pies.
—Hoy molestaste a muchas personas, niña y ahora quieren verte.
No había tiempo para protestas o mas conversación, ya había tentado demasiado mi suerte. Me vestí con el vestido rosa que estaba dentro del paquete que me dio, mis zapatos bajos de color hueso y una diadema a juego con el vestido. Salí sin hablar con Kenzie y soporté las miradas de todas. Rocco me llevó por la cocina y salimos por la puerta de servicio. Caminamos unos minutos hasta el estacionamiento general y ahí me subió a una camioneta. Salimos del terreno y el conductor me pasó un celular.
Lo tomé algo insegura y lo mantuve en mi regazo. No sabía que hacer, me daba miedo desbloquearlo y que fuera a explotar o algo peor y de pronto comenzó a sonar.
Brinqué en mi asiento. Me golpeé mentalmente por ser una exagerada y miré la pantalla. Decía desconocido. Mis ojos se abrieron. ¿Y si no era mi padre quien había mandado por mi?
—Hola —contesté.
—Willa, estas dirigiéndote a la casa de Michael.
—Papá —suspiré con alivio.
—Pon atención, vas a llegar tu primero pero Bart estará ahí contigo. Necesito que me digas que es lo que ibas a decirnos.
No lo arruines. Declan y Finn me dijeron que en dos semanas que tuviera que reportarme diría que ellos planean dejar de hacer negocios con Michael y mi padre para volver al ejercito. Obviamente no voy a decir eso.
—Yo... ah... creyeron que yo estaba desmayada cuando hablaron entre ellos.
—Dilo, Willa. Mas tarde entramos en esos detalles.
Si claro. En el fondo sabía que no le importaban.
—Ellos dijeron que tuvieron un enfrentamiento con Andrew y que querían deshacerse de él, hoy. Logré hacerlos creer que hoy era un mal día para hacerlo pero nada les impide intentar otro día cercano.
—¿Esa es la urgencia? Por que sería mi problema un hijo de Michael.
—Por que quieren usar a Will para hacer el trabajo, quieren hablar con él y convencerlo de alguna manera para que él mate a Andrew.
Fueron minutos de silencio o segundos, no sabía, pero se me hacia eterno.
—¿Papá?
—Mierda, no podemos ocultar esto, si Will matara a Andrew sería cavar su propia tumba.
—¿Quieres que se lo diga?
—Si, lo haremos pero cuando yo llegue, no vas a decir nada hasta que yo llegue ¿De acuerdo?
—Si.
Y colgó, así como así terminó la llamada. No le preocupaba Will, le preocupaba perder a su deudor. No porque ganara dinero con él porque hasta donde sabía el no le da ingresos como yo la haría pero lo tiene con Michael, observando, trabajando y por enfermo que sonara, Will, mamá y yo somos las únicas personas en las que de verdad podía confiar... bueno, yo no tanto, si, le mentía pero no haría algo que lo destruyera y Will tampoco por mas que lo odiara. Esa era la razón por la que Michael mantenía a sus hijos a cargo de sus negocios porque desde niños nos metieron que mientras debamos les debemos absoluta lealtad.
La camioneta se estacionó fuera de la mansión de los Haas. Mi puerta fue abierta y me relajé un poco al ver a Bart. No confiaba en él del todo pero el saber que el trabajaba específicamente para mi madre era ligeramente confortador.
—Willa.
—Bart, creo que cometí un error.
Eso creía. Usé la información que sabía con Declan para evitar que me violara (si le puedes llamar a eso violación, porque no dije que no exactamente) y de todos modos pasó y ahora me veía obligada a jugar para mas bandos.
—Ya hiciste lo que hiciste. Solo te queda seguir adelante y resolver el problema.
—Si, creo que si.
Bajé del auto sintiendo un enorme hueco en el estomago, pero no era hambre lo que sentía, era miedo y por alguna razón ese sentimiento se instalaba en mi estomago.
Me pegué a Bart tanto como pude y agaché la mirada cuando me encontraba con las personas que trabajaban en la casa. No eran muchos, en su mayoría mujeres pero a diferencia de la ultima vez que estuve aquí, hoy estaban por todos lados, caminando apresurados y un tanto nerviosos.
Recorrí el mismo camino de la última vez, pasé por la recepción y traté de recordar que escaleras usé la vez anterior. Había dos, una en cada extremo de pero las dos daban a la parte de arriba, solo que de un lado estaba el pasillo que daba hacia la sala de juegos de los hombres Haas.
—Por la derecha, Willa.
Asentí y una vez más, caminé a su lado casi fundiéndome en su brazo. Apreciaba que no intentara apartarme porque tenía el presentimiento que si caminaba lejos de él me desmayaría de los nervios.
En realidad la mansión Haas no era lúgubre. Era bastante agradable y se notaba un toque femenino en ella. ¿La mamá de Dylan vivía aquí? Nunca había escuchado de una señora Haas en mis quince años de vida por lo que en algún punto asumí que estaba mmm muerta pero ahora, viendo el lugar ella debía que estar mas que viva rondando en esta casa o al menos una esposa Haas, no tenía que ser necesariamente la madre de Dylan. Los colores blanco y chocolate eran los que predominaban, todo parecía costar mas que mi vida. Pasamos por otras puertas y algunos pasillos que salían del pasillo por el que yo caminaba hasta que nos detuvimos frente a La Puerta. Se escuchaba música dentro y gente hablando de forma muy casual y relajada.
—¿Recuerdas lo que debes hacer?
—No hablar hasta que mi padre llegue.
Bart asintió —Cualquier cosa tu gritas, ningún Haas puede tocarte hoy, son ordenes de tu padre.
—¿Por qué me tocarían? —no es esa la razón por la que vine.
—Por que ningún hombres dentro de esa habitación no están muy bien de su cabeza y tu no estas muy cubierta que digamos, Willa. Creo para estas alturas eres muy consiente del efecto que tienes en la mayoría de los hombres.
—¿Solo grito?
El hueco en mi estomago creció.
—Solo eso, yo estaré cerca.
Bart abrió la puerta y el sonido que estaba dentro y siendo retenido, salió y envolvió mis oídos. Alguna canción de rock viejo sonaba desde las pequeñas bocinas que estaban en cada esquina superior de las paredes.
Al instante encontré a Will y casi suspiré de alivio por verlo bien hasta que me di cuenta con quien estaba en una especie de celebración. Estaba parado frente a uno de los lados de una mesa de billar, sonriendo como un idiota feliz. Justo entré cuando su mano golpeó de una forma tan cercana y amigable la espalda de Andrew. Dylan estaba de un lado de la mesa con un intento de su sin emociones y muy intimidante, pero sus ojos lo delataban, había un brillo divertido detrás de ellos.
Aparté la mirada del grupo, era demasiado difícil verlos felices y tranquilos, como si nada perturbara sus vidas cuando yo estaba siendo usada físicamente y tenía que volverme mas lista que los demás para sobrevivir. En los sofás se encontraban el señor Haas y su hijo Ian, ambos vestidos con trajes hechos a la medida y con un vaso de cristal llenos con algún líquido ambarino. Los hombres de negocios.
Nadie me prestaba atención. ¡Era ridículo! ¿Qué si en lugar de ser yo eran Declan y Finn? ¡Y estos eran los criminales mas peligrosos de América!
Me quedé ahí por poco mas de un minuto. El primero en notarme fue Dylan, sus profundos ojos azules conectaron con las míos y sus labios se entreabrieron con sorpresa.
—¿Willa? —preguntó mi hermano sobre la música.
No me moví. Me quedé ahí parada con mis manos sostenidas frente a mi y una expresión apática. Mis ojos fueron a Michael porque fue el primero en moverse. Se levanto y abrochó el botón de su saco. Sonrió cálidamente hacia mi y se acercó.
—Willa, me dijeron que llegarías a las once.
Miré el reloj en la pared, eran las diez y media. Los días pasaban ahora demasiado rápido pero al mismo tiempo muy lento. Si eso tenía algo de sentido.
—No es cortés ignorar a quien te habla.
Ian salió de detrás de su padre. Él no sonreía, al contrarío, estaba muy concentrado y alerta. Alzó ligeramente su barbilla mientras me observaba y mi puño tembló con ganas asesinas. Quería estamparse en su pomposo y engreído rostro.
—No lo ignoro, simplemente no tengo una respuesta para él, no se me permite ni la información ni tener un reloj.
Y era cierto, yo no estaba consiente de la hora. Michael se río entre dientes. Extendió su brazo hacia mi y aunque mi pecho se oprimió tuve que tomarlo.
—Ven, pequeña. ¿Me mostrarías una sonrisa si te compro un reloj?
Si, idiota. Soy una tonta niña superficial. Nunca he sido así pero el no tenía que saberlo.
—¿Me va a costar algo? —pregunté con falsa timidez. Mi voz se hizo varios tonos mas aguda. Era una pregunta justa dada la situación de la estúpida deuda, aunque yo no le debía nada.
Otra risa —Por supuesto que no, pequeña. Va a ser un regalo de tu tío Michael por tu buen trabajo, ni un día y ya nos tienes algo.
Bajé la mirada al suelo —Gracias.
Nos paramos frente a la barra y un camarero al instante puso un vaso frente a Michael.
—¿Algo que quieras beber, pequeña?
—Agua estaría bien.
En segundos un vaso fue puesto frente a mi.
—Voy a dejar que tu hermano venga a saludarte. Por lo que sé ha pasado un tiempo desde que hablaste con el.
3 años y en lugar de sentir alegría, sentía ira.
Michael se apartó pero yo me quedé con la mirada hacia el raro cantinero. Escuché a Andrew susurrando cosas y riendo pero me negaba a voltear. Los pasos de mi hermano se escucharon muy cerca de mi.
—Willa.
Alivio, el sentía alivio.
—Will —respondí y bebí de mi vaso.
—¿Vas a abrazarme? Te he extrañado.
Y me viste entrar en esta casa para perder mi virginidad.
—Puedes pagar por eso, no creo que un abrazo te salga muy caro.
—¿qué?
De alivio a dolor y un tanto de incredulidad.
—Que si quieres tocarme debes pagar por ello, son las reglas ¿no?
—Willa, no tenemos mucho tiempo, no seas así.
Mis manos temblaban haciendo que el agua del vaso casi se saliera. El era mi hermano, debería estarlo estrujando tan fuerte con un abrazo. Tal vez eso es lo que todos esperaban, la tonta niña superficial y emocional.
—Tienes razón, lo siento. —pasé mis manos por su cintura y pegué mi mejilla en su pecho. —Solo estoy muy nerviosa.
—No te preocupes, lo entiendo. —me abrazó de regreso. Cuando me soltó acunó mis mejillas y sonrío. —En verdad te he extrañado, hermanita.
—Yo también.
No dijimos más. Will me soltó y se alejó de mi dejándome sola de nuevo. Todos los Haas me observaban pero la mirada de Dylan era la que mas me incomodaba porque no era como la de su familia, no, él me estaba juzgando mientras que el resto me estaba deseando. Me tambaleé sobre mis pies por un rato hasta que ya no lo aguanté.
—¡Deja de verme!
Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me miraron. Andrew lucía divertido al igual que su padre, Will se puso de pronto muy cauteloso e Ian como siempre, solo observaba.
—Deja de lucir como si fuéramos a matarte.
Miedo, el ve miedo cuando lo que siento es ira.
—Lo harán si es necesario.
Dylan tomo un cuadrito de tiza y lo puso sobre la punta del taco de billar. —Eso es cierto —Se inclinó sobre la mesa y golpeó una bola que era completamente blanca. —Pero por lo que mi padre dijo, hoy eres la invitada de honor y no matamos a nuestros invitados.
—¿Por qué el si puede hablar con ella y yo no? —pregunto Andrew a su padre como un niño pequeño.
—Por que perdiste la apuesta contra Will en el poker y los Haas siempre cumplen su palabra así sea solo sobre un estúpido juego.
Andrew apretó sus labios y se calló. ¿Will le había pedido que no hablara conmigo? Lo miré y el me guiñó un ojo.
—¿Puedo sentarme?
—Puedes hacer lo que quieras, Willa. —Dijo el señor Haas.
—¿Lo que quiera? —probé.
—Lo que quieras, pequeña. Somos familia.
Que asco. Mi mamá, Will y yo somos familia ¿el resto? Solo eran hombres a los que iba a usar.
—Muchas gracias, de nuevo. —me alejé de la parte del bar y paseé por el lugar hasta que decidí que estar cerca de mi hermano era lo mejor. Había bancos y algunas mesas altas en la parte del billar así que tomé uno de los bancos y lo puse detrás de Will. Solo un rato más y llegaría papá. Contuve un gemido de dolor al sentarme pero creía que una mueca se me había escapado, solo me quedaba esperar que nadie se diera cuenta, mi dolor era privado.
—Los Reiss siempre se quedan juntos. —Dijo Ian como si fuera un pensamiento al azar.
—Claro —respondió Will —La familia siempre esta junta y como Michael dijo...
Le dice Michael.
—Todos aquí, somos familia.
—Pero siempre divididos por el nombre. Es gracioso como un apellido puede hacer tanta diferencia.
Will se tensó y la mano que caía a su costado se apretó en un puño. Hombres. Discutiendo e ignorándome, como si yo no los observara ni aprendiera. Numero uno: Ian es el único que no parece cómodo alrededor de mi hermano.
Pero lo que Ian decía contenía mucha verdad. Michael y mi padre podrían ser amigos y socios de hace muchos años. Se respetaban y cuidaban sus espaldas pero si Michael tuviera que escoger entre uno de sus hijos y Will o yo la respuesta era clara, al igual que con mi padre. El podría no ser el padre del año pero éramos sus hijos y como dije antes, los Reiss solo confían en los Reiss y los Haas solo confían en los Haas. El apellido era una cosa muy poderosa.
—No para nosotros, desde niños papá siempre nos dijo que los Haas y los Reiss eran una unidad. —Mentí con tranquilidad detrás de mi hermano.
—Ian —advirtió su padre —Deja a Willa en paz.
Después de la advertencia de Michael, todos volvieron a sus cosas pero Ian seguía observándome con desconfianza. Mi hermano y los otros Haas siguieron con su juego de billar. Will volteaba a verme cada tanto de tiempo y me sonreía. Andrew no me miraba y Dylan lo hacía de repente, creo que el creía que yo no me daba cuenta pero lo hacía.
—¿Qué te pasó?
—¿Disculpa?
Mi padre entró a la habitación pero poco me duró el alivio porque casi al instante se salió con Michael. Ian se levantó casi al instante y camino hacia nosotros.
—No te va a hacer nada, no puede —sabía que hablaba de Ian pero no confiaba en eso. —Volviendo a mi pregunta.
—Déjala, Dyl.
—No se de que hablas.
—Hay literal una mano marcada en su cuello de treinta tonalidades de morado y rojo.
Gracioso, Kenzie dijo casi lo mismo. Mi mano fue hasta mi cuello y mis dedos acariciaron la hinchada piel. Nada que no quisiera, esa fue mi respuesta para Bea y tenía la impresión de que Declan quería que fuera la que le diera a todos. Además, no debía olvidar que ellos conocían a los Haas y a mi hermano ¿qué tan bien lo hicieran? Eso era lo que debía averiguar.
Lo miré fijamente pero no le di una respuesta. No sabía que decirle, ni siquiera yo había visto bien mi cuello. No digas nada, eso me pidió mi padre. Me levanté y pegué mi frente en el brazo de mi hermano dando por terminada la conversación.
—Te dije que la dejaras. —gruñó mi hermano. —Ven Willa, vamos a llevarte al sofá, es mas cómodo.
Ya me quería ir, no podía mantener mis múltiples fachadas por mucho tiempo y todos me ponían muy nerviosa. Esperé sentada junto a mi hermano con la mirada sobre el suelo hasta que los líderes de nuestras familias volvieron.
—Todos fuera —dijo Michael.
Y todos estuvieron fuera en segundos. Menos Ian, por supuesto. El idiota arrogante ni se molestó en levantarse.
—Willa, ¿cómo fue que te enteraste de eso?
Sin rodeos, directo al problema. ¿Pero que le había dicho a mi padre? No recordaba exactamente lo que le había dicho. Mis manos comenzaron a sudar y las froté en mi vestido.
Mierda, mierda, mierda.
—¿Willa?
—Yo... yo los escuché.
—¿Cómo?
Ya no estaba relajado el señor Haas.
—Yo lo escuché, yo estaba en la cama y ellos hablaban. ¡Dormida! Yo estaba dormida en la cama y ellos hablaban sobre eso.
Eso era, ya recordaba pero ahora sonaba falso así que debía desviar la atención.
—Estaba cansada y todo me dolía mucho, me dolía mucho.
Compasión.
—Papá, todo me dolía pero yo escuché y ellos quieren matar a Andrew.
—Todos quieren matar a mi hermano, apostaría que incluso tu por la forma en que lo miras.
—¡Yo no lo quiero muerto!
Mentira.
—¿Cómo es esto importante? —me ignoró Ian.
—Porque ellos creen que pueden usar a Will para matar a tu hermano.
—Dijeron que me usarían contra él —miré a mi padre y él asintió con la cabeza dándome su permiso para hablar —Dijeron que me parecía mucho a Will y llegaron a la conclusión de que era su hermana, escuché que tomaron una foto.
—¡Carajo! —dijo Michael. —Saben quienes son.
—No lo creo —respondí —Yo no creo que ellos sepan. Nadie lo sabe.
Pero ¿por qué era tan peligroso que supieran que éramos Reiss? Todos sabían quienes eran los hijos de Michael.
—Y así debe continuar. Sal mientras nosotros hablamos y dile a Will que entre.
Miré otra vez a mi papá.
—¡Willa! Has lo que te estoy diciendo.
—Lo siento —me levanté. La mirada de mi padre era un tanto satisfactoria. ¿Lo ponía feliz que yo lo considerada mi líder y no a Michael? Si era así, era algo que debía recordar.
Salí de la habitación lo mas rápido que pude pero no fue algo bueno. Choqué con Andrew apenas saliendo del lugar. Sus manos me sostuvieron de los brazos y su pecho se pegó al mío. Cuando me di cuenta que era él me aparté tan rápido como pude y pegué mi espalda a la pared del pasillo.
—Siempre temblando, Willa.
Fue lo único que dijo. Se recargó en la pared frente a mí y se cruzó de brazos.
—Will, quieren que entres.
El asintió y pasó entre nosotros. Le dio una fea mirada a Andrew y entró a la habitación.
—¿Por qué los Reiss siempre causan alborotos? —preguntó Andrew a Dylan.
—Porque ellos hacen el trabajo sucio. —respondió mientras jugaba con un cuchillo. ¿De dónde lo había sacado? Un grito y Bart aparecería, eso me dijo.
—Yo hago el trabajo sucio.
—Willa y Will hacen el trabajo sucio, tu solo matas lo que a padre le estorba.
Andrew río —¿Cómo es que ellos hacen el trabajo sucio?
—Willa está en el maldito club de elite que tenemos. Las personas mas poderosas van a él. Fácilmente pudieron llevarla a otra de nuestras casas pero escogieron esa.
—Lo mejor para la princesa Reiss.
—Lo peor para ella porque los mejores secretos salen de ese lugar y no puedes darle información a alguien en quien no confías y Will se relaciona con la gente mas baja y peligrosa que hay en las calles.
—¿Y confiamos en ella?
—Un Reiss no traiciona a otro Reiss.
—Pero somos Haas.
Dylan me miró —Exacto. Pero creo que lo que sea que ella está viviendo la va a poner de nuestro lado.
¿Su lado? Del único lado que estoy es del mío.
Un golpe en la puerta nos dijo que era hora de entrar. Michael nos dijo que tendríamos mas visitas y que hoy se probarían las lealtades de algunos. Papá me sentó junto a él. Mas tarde le diría que los Haas no confían en nosotros. Era importante porque cuando ya no confías en alguien te deshaces de él.
En algún momento mis ojos se sintieron pesados y cuando menos lo esperé me quedé dormida.
Desperté un tiempo después. Mis ojos se abrieron tan lento que por unos segundos todo fue borroso. Tallé mis ojos y sentí como el rímel en mis pestañas se embarraba. Grité. Había un hombre atado y golpeado en medio de la habitación y otros alrededor. Chaquetas de piel con parches en ella y hombres muy, muy rudos me observaban.
—¡No! —cerré mis ojos. Estaba alucinando.
—Tranquila —dijo alguien sentándose junto a mi. Era Dylan.
—¿este es el hombre, Willa? —preguntó Michael.
¿El hombre? ¿Cuál hombre?
Dylan me abrazó —abre los ojos, Willa.
—No quiero, tengo miedo. ¿Dónde está mi hermano?
—Dylan, ponla de pie, necesitamos que reconozca al hombre.
Dylan hizo lo que su padre le dijo pero no dejó de abrazarme. Caminé unos cuantos pasos hasta que los gemidos del hombre se escuchaban mas cerca.
—Juro que nunca en mi vida la he visto.
—Ella dijo que un hombre vestido de negro con una cicatriz cruzando su mejilla la había atacado y ¡oh sorpresa! Eso concuerda demasiado contigo.
Ese era Andrew pero su tono juguetón de siempre ahora era aterrador.
—No, yo no fui.
Las lealtades serán probadas, susurró una voz dentro de mí.
—Abre los ojos, Willa.
Y lo hice. Mi padre estaba junto a Michael y otro hombre. Los tres me miraban esperando una respuesta pero yo no tenía ni idea de que estaba pasando. ¿Qué tenía esto que ver con lo de Declan?
—¿Este es quien te atacó, Willa? —preguntó Dylan con sus labios casi rozando mi oído —si es el debes decirlo, lo haremos pagar.
—No sé —respondí al borde de las lagrimas.
—Míralo bien, linda.
—¡Yo no fui! —lloró el hombre. Me sorprendí de eso porqué el también se veía enorme, tenía barba y un paliacate negro sobre su cabeza. Para nada la clase de hombre que llora. —Niña, tu sabes que yo no fui, diles.
¿Ellos querían que yo mintiera? ¿Así demostraría mi lealtad?
—Solo di la verdad, Willa y todo esto acabará. ¿Fue él?
Podía decir que no y podía decir que si. Pero no conocía los finales de ambas respuestas. Presentía el de ambos pero no lo sabía con seguridad. Este era el momento en el que debía elegir así que me pregunté que haría mi madre y la respuesta fue obvia. Ella sobreviviría.
—Si.
Aun no sabía de que se le acusaba exactamente pero Michael quería que yo respondiera eso.
—Muy bien, ¿tengo el permiso de proceder? —preguntó Michael al otro hombre con chamarra negra de piel que estaba con él. El hombre asintió y Michael sonrío.
—Hijo, tu turno.
Me volví hacia Andrew que sonreía como un idiota feliz. —Lo que sea por la princesa Reiss. —sacó un arma de detrás de sus pantalones y apuntó a la cabeza del hombre. Mis ojos se abrieron de par en par y de un segundo a otro, Andrew disparó.
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