Capítulo 2 - ¿Morir o Vivir?
-¡Vas a hacer lo que yo te diga Willa! llorar y suplicar no va a sacarte de esto.
Papá me regañaba mientras me arrastraba por toda la casa hasta la puerta principal tomándome del brazo con demasiada presión. No quería salir, quería quedarme en mi habitación encerrada para siempre porque salir significaba que mi... que mi vida estaba por comenzar o terminar, pero a él no le importaba nada de eso, papá solo estaba pensando en cuanto dinero le haría ganar.
-¡Por favor, papá! -supliqué mientras un mar de lagrimas corría por mis ojos, pero a él ni le importaba ni le afectaba verme en ese estado. Mamá nos seguía por la casa sin siquiera mirarme. Su mirada estaba puesta al frente mientras caminaba con gracia y elegancia detrás de nosotros. No vaciló ni una vez.
¿Cómo podían hacerme esto? Yo era su hija y se supone que los padres aman a sus hijos con todo su corazón pero no, mis padres no me amaban yo solo era un medio para un fin monetario. Aun recuerdo las nauseas que sentí cuando sus ojos brillaron con orgullo al escuchar cuanto me deseaban los hijos de Michael Haas. Eso solo era una confirmación a lo que mi padre ya sabía, ganaría mucho dinero conmigo o al menos lo haría cuando estuviera bien entrenada. Esas fueron sus palabras.
-¡Willa! -Exclamó completamente frustrado y muy enojado al mismo tiempo que se detenía y soltaba mi brazo. Mi rostro por poco impactó con el suelo pero fui rápida alcancé a meter mis manos. Ya se empezaba a colorear un moretón donde mi padre me apretaba el brazo y mis piernas estaban algo rapazadas y golpeadas gracias a la bajada por las escaleras, pero eso era lo de menos, nada se comparaba con el dolor en mi corazón por el trato de mis padres y el miedo que recorría mi cuerpo entero por el conocimiento de en lo que se iba a convertir mi vida.
Me puse de rodillas frente a él y abracé su piernas lo más fuerte que pude arrugando su muy caro traje gris y mojándolo con mis lagrimas. En estos momentos no me importaba estarme humillando. Limpiaría los zapatos de mi padre con mi lengua toda mi vida si eso significaba que no me pondría al servicio de Michael Haas. -No me hagas esto papá, no puedo hacerlo.
-Willa, querida. Estas haciendo el ridículo. -La tranquila voz de mi madre hizo que escalofríos recorrieran mi cuerpo. -En casa de Michael te portaste tan bien, admítelo, quieres el placer que esta vida trae.
¿Qué? ¿Cómo puede decir eso? Si, disfruté de mi tiempo con Dylan pero eso no tiene nada que ver, no fue solo que fuera bueno en lo que hacía él también fue amable y considerado conmigo, algo que nunca tendría con las personas que me esperaban. Me iban a hacer pedazos pieza por pieza hasta que solo quedara un muy bonito cascarón vestido en lencería.
Había visto demasiadas noticias y documentales sobre mujeres que escaparon de sus captores muchos años después de ser secuestradas y contaban como era su vida, no quería eso para mi. Además, no es como si pudiera hacer este tipo de dramas en casa de Michael Haas, él tenía una reputación que no estaba dispuesta a comprobar.
-¡Por favor, papi! -supliqué una ves más en un pobre intento de apelar al corazón que sabía, mi papá escondía detrás de esa capa de ambición y codicia pero no funcionó. Me pateó para que lo soltara y caí de espaldas casi golpeando mi cabeza con la esquina de una pared. Por un momento deseé haberme golpeado y morir en el proceso Así de cobarde era. Una intensa punzada recorrió mi labio inferior y algo comenzó a escurrir de él. Sangre. Comencé a llorar con más fuerza y sostuve mi cara entre mis manos.
-¡Cierra la boca ya, Willa! -gritó.
-Willa nena...
-Cierra tu boca también, Magda.
De pronto un sonido interrumpió mi lloradera. Estaba completamente familiarizada con ese sonido porque era una fan dedicada a la serie de televisión "Mentes Criminales". Alcé con mucho cuidado y lentitud la mirada y ahogué un grito al ver lo que estaba frente a mi. Papá apuntaba su arma hacia mi y me miraba con tanta determinación que empecé a hiperventilar.
-Ahora, Willa Reiss -su tono era como el de un papá normal que regaña a su hija por desobedecer y está apunto de mandarla a su cuarto. Ojalá esa fuera mi vida. A mi no me iban a mandar mi cuarto, no, a mi me iban a mandar a una casa de prostitución. -Vas a limpiarte los ojos y te vas a levantar del maldito suelo ¿Entiendes?
Mis ojos estaban abiertos de par en par y estaban fijos en el arma ¿Me iba a disparar si no hacía lo que me decía? El miedo en los ojos de mamá era la respuesta a mi pregunta. Ella nunca mostraba esa clase de emociones, era la maestra del control emocional. Siempre tranquila, imperturbable, feliz y agradable con mi padre. ¿Pero por qué tiene miedo? No es como si me amara. Tal vez tenía miedo de perder una futura fuente ingresos y no poder seguir comprando ropa en tiendas tan caras.
-¡Ahora! -casi corriendo me tallé los ojos con las mangas de mi sudadera azul cielo y me levanté. Mis rodillas temblaron pero las ignoré. Me quedé parada frente a el con mis manos entrelazadas y mirando al suelo. No podía verlo con esa arma en sus manos o las lagrimas volvería a salir.
¿Quería morir? Si, pero al mismo tiempo quería vivir y lo peor es que amabas opciones me asustaban demasiado.
-Muy bien, Willa. -me dijo en ese tono de aprobación que le das a tu perro cuando hace lo que le dices.
-Baja el arma, querido. Willa se va a comportar de aquí en adelante ¿Verdad Willa?
Cuando no respondí papá dio un paso hacia mi y rápido comencé a asentir con la cabeza. -Si, voy a portarme bien. Lo juro. --Miré a mis padres de nuevo y esperé por lo siguiente.
-Muy bien, ahora vas a caminar hasta la puerta y te vas a subir al auto sin hacer una escena. Los vecinos ya deben estarse preguntando por tu lloriqueo.
Papá se siguió acercando. Se paró frente a mi y pegó la punta de la pistola en mi mejilla en pujando ligeramente mi rostro hacia un lado. -Vuelve a desobedecerme y voy a meter una bala por este hermoso rostro tuyo. -Su voz se volvió profunda y amenazante. Sus ojos ardían con la emoción de un psicópata, el mismo ardor que vi en la mirada de Andrew Haas.
Tal vez debería luchar mas pero no podía y no lo hice. ¿Qué decía eso de mi? Estaba paralizada por el miedo a ser baleada por mi padre que hice exactamente lo que me dijo sin mirar a atrás. Me subí al auto y cerré mi boca. Su actitud cambió completamente después de eso. Manejó tranquilo hasta el lugar e incluso platicó alegremente con mi madre. Ella de vez en cuando volteaba para verme y algo parecido a la culpa o remordimiento, tal vez un poco de tristeza, brilló en sus ojos pero me obligué a ignorarlo. Dylan me había dicho que ellos jamás se iban a preocupar por mi y ahora le creía.
No nos tomó mucho tiempo llegar a nuestro destino con la forma en que mi padre conducía. Llegamos a lo que parecía una casa de unos 4 pisos fuera de la ciudad en un terreno privado. Era bastante bonito. El pasto era verde había unos cuantos árboles, para nada el lugar con el que tuve pesadillas. Yo imaginé una casa negra en la peor zona de la ciudad con un olor a muerte y perdición. Cruzamos todo el camino de piedra hasta llegar a la entrada y mi padre bajó al instante en que apagó el auto. De la casa salió una señora alta, delgada y de cabello negro y lacio hasta sus caderas. Nunca había visto en persona a alguien con el cabello mas largo que el mío e igual de lacio. Caminó lentamente hacia mi padre y con una sonrisa de oreja a oreja lo saludó. Dos besos demasiado largos en la mejilla hicieron que mi madre chasqueara la lengua con enfado y me pregunté porque no bajaba y la ponía en su lugar como era su estilo.
-Nunca confíes en esa señora Willa -dijo mi mamá en un tono frío. -Te usará hasta que ya no le sirvas.
-¿Lo mismo que ustedes me hacen? -murmuré por lo bajó pero ella escuchó.
-Deberías darme las gracias.
-¿Y por qué haría eso?
-Gracias a mi, tu virginidad no fue tomada por alguien que te desagradara. Yo misma pedí el favor a Michael, de no ser así, ahorita seguirías intacta y te subastarían al mejor postor que quisiera estrenarte y créeme cuando te digo que la clase de hombres que entran a esas subastas no son lindos y amables chicos de 19 o 20 años como Dylan Haas.
-Iban a...
-Y gracias a mi no empezarás con tu nueva vida en las calles como todas.
Escuché que mi mamá emitió un sollozo y me congelé por completo. ¿Estaba llorando? ella nunca llora ¡Nunca! Cuando la sorpresa se me pasó me acomodé entre los asientos para verla y confirmar mis sospechas. Ignoré a mi padre mientras hablaba con la mujer.
-¿Mamá?
-Hago lo mejor que puedo Willa, créeme. Jamás quise esta vida para mi y seguro que no la quise para ti pero hay cosas que están fuera de mi poder. Tu y yo pertenecemos a tu padre y tu padre pertenece a Michael así que siempre debemos hacer lo que él dice ¿de acuerdo? porque no dudes ni por un segundo que no meterán una bala por tu cabeza.
El recuerdo de mi padre apuntando llegó a mi mente y me estremecí. ¿Mamá me quería? si lo veía desde otro punto de vista, si, podría agradecerle por facilitarme un poco las cosas. No conocía mucho de este mundo como para saber todo lo que me esperaba y todo lo que ella evitó que yo pasara.
-Gracias -dije, no porque lo sintiera, sino porque era lo que mamá necesitaba escuchar y no importaba cuanto me lastimara ella siempre sería mi madre.
-¿Quieres sobrevivir en este mundo? Aprende el juego y conoce a tus enemigos. Estúdialos en cada oportunidad que tengas y usa ese conocimiento a tu favor.
-No entiendo.
Mamá volteo a ver y aprovechó que mi papá estaba dándonos la espalda para acunar mis mejillas y verme a los ojos -Los hombres son criaturas capaces de muchas crueldad pero son simples, el sexo y el dinero es lo que motiva, lo que los controla y tu mi querida niña tienes a tu favor tener una belleza que hipnotiza.
-Yo no soy así, mamá, no puedo usar a las personas.
Mis ojos se habían llenado de lagrimas. ¿Usar a los hombres? ¿como iba a hacer eso?
-Esa mujer de allá intentará romper tu mente para después volver a construirte. No lo permitas, finge, engaña y usa hasta el momento en que veas una salida. Nadie sabrá que mientes porque no te creerán capazde hacerlo.
-Mamá...
-Escúchame Willa. Yo era como tu, ingenua y de gran corazón pero tuve que aprender y terminé casada con uno de los hombres mas poderosos de nuestro pequeño mundo, esa fue mi salida de la tortura, encuentra la tuya.
Asentí con la cabeza sin entender muy bien lo que me había dicho pero recordándolo todo. Lo analizaría después cuando estuviera mas tranquila.
-Bien, ahora vas a estar callada mientras ellos hablan y obedecerás en todo, no busques que te castiguen. Camina y habla como ellos te digan y por lo que mas quieras ¡No te enamores de nadie! todas las personas que conocerás son personas crueles y pervertidas.
-Dylan dijo algo parecido.
-El chico pasó por esto, conoce esta vida mas que otra cosa.
¿El sabía de todo esto? Eso significa que el sabía lo que me esperaba y no me lo dijo, me mintió. Miré por la ventana y vi a padre acercándose pero ahora iba acompañado por Michael ¿el de dónde salió?
-Te quiero Willa y si he sido malvada contigo es por mantener las apariencias y protegerte. En este mundo si amas a alguien lo usan contra ti.
-Tengo miedo. -confesé con voz temblorosa. Un nudo estaba formándose en mi garganta.
-Contrólalo. Oculta cualquier emoción real que sientas y recuerda, la mujer de negro no es tu amiga.
La puerta de mi lado se abrió y Michael extendió su mano para ayudarme a bajar. Dudé pero la mirada de mi madre en el espejo retrovisor me dijo que no debía hacerlo esperar. Con cuidado la tomé y bajé del auto. Mis piernas temblaban y esperaba que ellos no lo notaran. En mi cabeza ellos eran los animales carnívoros oliendo mi miedo y esperando para hacerme trizas.
-Es bueno volver a verte, Willa.
Miré a Michael y medio sonreí con educación. -Igual.
Mi temblorosa respuesta lo hizo reír. Se giró hacia mi padre y lo palmeó en el hombro -Yo me encargo desde aquí, Richard.
-Creo que es mejor... -comenzó a decir mi padre pero algo vio en Michael que hizo lo hizo retroceder en lo que estaba diciendo -Esta bien, solo me despediré.
Papá se acercó a mi y mi cuerpo quería retroceder pero mi cerebro fue mas inteligente. Retroceder lo haría enojar y no quería eso. Sus brazos se envolvieron a mi alrededor con cuidado y dejó un beso sobre la sima de mi cabeza. -Obedece -gruño antes de soltarme.
Nada de te quiero, o cuídate. No, un maldito "obedece" que era mas una amenaza que un consejo. Lo vi subirse a su auto e irse sin mirar atrás. ¿Los volvería a ver? Esperaba que si, al menos a mamá que ahora sabía que si me quería.
-Vamos dentro, Willa. Tenemos mucho de que hablar.
Entramos a la casa y fuimos directo a una puerta de la planta baja. Era una oficina y la mujer del cabello largo estaba sentada detrás del escritorio. Me permití observar con detenimiento a la mujer de la que me advirtieron. Su piel era demasiado blanca en contraste con su cabello negro. Ojos un poco rasgados y grandes, nariz delgada y puntiaguda, rostro en forma de diamante. Esta mujer era una versión bonita de Morticia y le hacía honor al personaje llevando todo ese maquillaje negro en el rostro.
-Willa, querida, siéntate.
Su voz era un poco gruesa. Hice una mueca y caminé junto a Michael hasta las sillas frente a su escritorio. Coloqué mis manos en mi regazo y agaché la mirada. No quería verla, a nadie en realidad. Pero lo que era una grosería de mi parte hacia ella, lo tomó como algo bueno.
-Richard te educó bien, niña. -se levantó de su silla y rodeó el escritorio hacia mi. Me inspeccionó por lo que parecieron horas hasta que aplaudió. -Vamos a hacer mucho dinero tu y yo.
Regresó a su lugar y esta vez si la miré. Lucía emocionada con mi presencia -Es perfecta, exactamente lo que buscamos. Elegante postura al caminar y sentarse, callada y obediente. Hermosa y con ese toque de inocencia que vuelve locos a los hombres. Ya tengo al cliente perfecto para ella en cuanto su entrenamiento termine, no será difícil, la chica ya es sumisa por naturaleza.
Mordí mi lengua lo mas fuerte que pude para no contestarle y decirle lo demente que sonaba. Tal vez debí sentarme como una vagabunda.
-Estas en lo correcto, Bea, pero por desgracia ella solo será ofrecida a los hombres que su familia acepte.
¿Qué? ¿eso que quería decir?
-Estas bromeando ¿no? ¿sabes cuando dinero haríamos con ella en un día?
-Millones -Michael volteo a verme y recorrió mi cuerpo con la mirada -Pero no es el trato que hice con su padre.
-Por favor, como si a Richard le importara.
Odiaba que estuvieran hablando de mi como si no estuviera allí pero recordé lo que mamá dijo. "Obedece a menos que quiera ser castigada" ya me podía imaginar la clase de castigos que me podrían aquí.
-No es Richard quien tiene el problema, es Magda.
-¿La esposa? No es mas que una puta con buena suerte. Ella no tiene voz ni voto en nuestros negocios.
Mi madre metía las manos por mi una vez mas y no podía siquiera defenderla de estas horribles personas.
-Lo tiene mientras Richard la escuché y quiera complacerla. Richard es mi hombre de confianza y no quiero tener problemas con él por algo tan trivial -me miró por unos segundos y curvó sus labios - sería estúpido subestimarlo y ponerlo de mal humor. Cederá rápido cuando vea el dinero que Willa podría hacer.
Morticia o Bea, como se llame se recostó en su silla y se cruzó de brazos. Estaba enfadada pero Michael era el jefe y nadie le hace dramas al jefe.
-¿Y cual es el plan?
-Será entrenada como a cualquier otra, no tendrá preferencias de ningún modo durante el proceso pero después de eso no ira a la calle, saltará directo al catalogo y de ahí veremos.
-¿Veremos? yo no trabajo así, Michael. No me gusta que la puta de Richard interfiera, lo hace solo para joder mis negocios y lo sabes.
-Te estas excediendo Bea -advirtió en un tono que me erizó la piel. Todo en Michael Haas daba terror -Yo me encargo de Magda, no la culpo por querer lo mejor para su hija, de todos modos, ¿no hice yo lo mismo con Dylan?
Eso llamó mi atención, dejé de maldecir en mi cabeza y comencé a escuchar de verdad. ¿Dylan también había sido entrenado? ¿Tenía la misma vida que yo iba a tener?
-Es diferente, tu hijo tenía talento nato. Esta de aquí es bonita pero apuesto a que es torpe y simplona.
Pasé de hermosa y elegante a torpe y simplona, genial. Toda esa situación apestaba.
-Willa solo será ofrecida a hombres no mayores 40 años al momento en que termine su entrenamiento y punto. No voy a discutir mas el asunto de Magda. Tienes ordenes de que hacer con ella y las respetaras a menos que yo cambie de opinión. No quiero tener a Richard molesto conmigo, es un buen socio, leal y peligroso, no lo subestimes. Además ha sido mi amigo por demasiado tiempo, sabes lo sentimental que soy a veces.
-Si claro, solo recuerda que la mayor parte de nuestros clientes son hombres mayores con mucho dinero y mentes sucias.
-Tranquila, el mercado crecerá y con Willa atraeremos a mas jóvenes, los hijos, nietos o sobrinos de nuestros clientes de confianza. Además, tengo a dos de mis hijos muy interesados en ella, tanto como para aumentar su deuda por estar con ella.
Eso hizo que los ojos de Morticia brillaran y los míos se aguaran. Como podía presumir de tales cosas, hablarlas como si fuera lo mas normal del mundo estaba fuera de mi conocimiento. Estaba a segundo de perderlo y comenzar a gritar y a pelear por largarme de aquí.
-¿Solo dos? Supongo que a Ian no le van mucho las niñas.
Michael soltó una carcajada y cruzó una pierna sobre la otra -Ian y Andrew son los interesados. Olvidas que Dylan es el de la moral alta pero no esa la razón por la que no la quiere mas ¿no es así Willa?
Agaché de nuevo la mirada y apreté mis dientes.
-Ya fuiste probada ¿entonces?
La sonrisa de Michael se torció y llevó su mano a sus sienes. Él habló antes de que yo pudiera contestarle a la mujer -Ojalá Dylan no fuera tan... necio. Admiro su trabajo y su forma de ser, quiere ser libre de la deuda y en poco tiempo tal vez lo logre.
-¿Lo crees?
Agradecía el cambio de tema, ya no hablaban de mi y estaba muy curiosa por conocer mas de Dylan pero algo fue mas interesante, el celular de Morticia estaba tan cerca de mi en el escritorio. Podía tomarlo, llamar a emergencias gritar por ayuda y aunque me lo quitaran ellos podrían rastrear el numero y venir a revisar el lugar. Solo debía ser rápida y alejarme lo mas que pudiera para tener tiempo de marcar el numero.
-Sin duda, por eso debo descubrir como hacer que su deuda aumente. Ayudaría conocer sus debilidades pero mi hijo es duro como una roca -Había orgullo en su tono de voz -Andrew e Ian son débiles por querer vivir bajo mi ala pero no puedo culparlos y agradezco esa debilidad en ellos porque así siempre me pertenecerán.
Esperaba que mi conocimiento gracias a las series policiacas fuera correcto. Dejé de concentrarme en lo que estaban hablando y me enfoqué en mi misión, debía aprovechar que estaban distraídos.
Salté de mi asiento y extendí la mano hacia el celular pero justo cuando lo tomé alguien me sujetó por detrás y me cargó lejos haciendo que se escapara de mis manos. Pataleé y grité para que me soltara pero no lo hizo. Michael me tenía bien atrapada en sus brazos. Morticia se levantó y guardó su celular en su bolsa.
-Basta Willa -siseó Michael en mi oído mientras Morticia se acercaba haciendo resonar sus horrendos tacones en el suelo.
-Ahí esta el fuego que esperé ver cuando me dijeron que la hija de Magda venía. -apretó sus manos en mis mejillas y sonrió mostrando todos sus dientes -Voy a disfrutar rompiéndote.
Le escupí en el rostro y al instante me arrepentí. ¿por qué había hecho todo esto? Mi corazón casi se detuvo al ver la expresión de Morticia. Levantó su mano y me golpeó en el rostro, justo donde papá me había pateado. Sangre comenzó a salir de nuevo de mi labio.
-Vuelve a hacer una idiotez como esa y me encargaré de que tu patética existencia sea peor que el infierno.
Asentí con los ojos bien abiertos por el miedo. No dudaba de sus palabras pero al parecer Michael encontraba esto divertido porque su risa se hizo escuchar.
-Deja tranquila a la chica, solo esta nerviosa ¿no es así, Willa? -me soltó con cuidado y me giro para quedar frente a él. Sus manos apretaban ligeramente mis hombros y su expresión cálida casi me hizo vomitar.
-Si, yo lo siento mucho.
Peiné mi cabello fuera de mi caray por primera vez lo vi en sus ojos. Estaba bien oculto pero lo vi. Había lujuria en ellos detrás de esa falsa expresión amigable cuando me miraba. Mi estomago se apretó de una muy mala manera. Me asustaba mil veces mas que sus hijos.
El recuerdo de la primera vez que conocí a Michael llegó a mi. Tenía solo 6 años, estaba jugando en el patio con Will cuando un auto se estacionó frente a la casa. Mi padre salió en seguida y saludo al dueño del carro con un abrazo. El era muy alto y musculoso, mas que papá y su camioneta era muy bonita. Mi hermano me tomó de la mano y me llevó en seguida a la casa.
-¿Quien es el -pregunté mientras me arrastraba a la sala. Me moría de la curiosidad porque no era como si tuviéramos visitas todos los días, en realidad la gente nos evitaba, todos creían que no me daba cuenta pero a mi corta edad yo notaba las miradas de los vecinos. Tal vez nos odiaban por las largas y ruidosas fiestas que papá tenía algunas veces. Yo nunca podía estar fuera de mi habitación durante esas fiestas, decían que era muy niña y me encerraban pero Will se quedaba conmigo de vez en cuando e inventaba cuentos para mi.
-Es un amigo de papá. -respondió a mi pregunta con desagrado y me sentó en la sala.
-¿Puedo ir a saludarlo? mamá dice que los modales...
-No -exclamó haciendo que me encogiera un poco.
-Pero...
La mirada en su rostro era la misma que padre tenía cuando lo sacaba de quicio, esas veces en las que no lograban cerrar la boca y el me gritaba que me callara.
-El es Michael Haas, Willa, es un hombre peligroso al que nunca deberías acercarte.
Corrí hacia la ventana sin importarme que estuviera enojado. Moví con mucho trabajo la mesita que estaba junto para poder alcanzar a ver por la ventana. Cuando no pude subirme Will suspiró con cansancio y caminó hasta mi para cargarme y ayudarme a ver. Sabía que mi curiosidad no me dejaría quedarme en paz.
-Se parece al hombre de las fotos de papá.
-Es el mismo.
-No luce peligroso, y en las fotos siempre sonríe con papá, incluso hay una con mamá.
-Las apariencias engañan, hermanita.
Fruncí mi ceño mientras veía a mi papá interactuar con el hombre que mi hermano decía era malo a través de la ventana. Lucía bastante normal para mi, muy parecido a mi papá. Pero las palabras de Will se quedaron grabadas en mi cerebro y ahora mi mente solo podía pensar en que el era un villano al que no me quería acercar, incluso le hice caras feas cuando me lo presentaron ese día. Años después me enteré de la grandiosa reputación que el tenía. Hombre millonario que hizo su fortuna a través de drogas y prostitución. Si, tenía un par de restaurantes, y casinos clandestinos pero su principal ingreso eran los dos primeros que mencioné y lo que mas me afectaba era ser hija de su mejor amigo y socio.
-¿Willa?
Parpadeé varias veces para volver al presente. Michael me miraba con curiosidad ahora y sus enormes manos seguían en mis hombros. Retrocedí un paso para que me soltara pero solo sonrío mas. Dos hombres enormes estaban en la puerta mirándome sin expresión alguna, nada, sus ojos estaban vacíos y eso me hizo querer correr detrás de ellos, prefería eso a la mirada lujuriosa de Michael.
-Lo siento, voy a comportarme de verdad, lo prometo.
Cobarde, susurró una voz en mi cabeza pero la ignoré. La valentía no me iba a traer nada bueno en este lugar. Juega inteligente, eso fue lo que mi madre me dijo.
-Te creo, pequeña.
Morticia resopló con disgustó, algo no propio de una dama. -Llévenla con las otras chicas -ordenó a los hombres.
Ambos eran altos y de piel oscura, la diferencia entre ellos es que uno era mas robusto que el otro. Estaban vestidos en pulcros trajes negros. No había ni una sola arruga en ellos. El hombre mas delgado me tomó del brazo, justo donde papá lo había hecho mas temprano y me jaló para sacarme de la oficina. Hice una mueca pero contuve la queja de dolor. Caminábamos por el pasillo cuando el hombre robusto se detuvo. Sacó su celular del bolsillo y después de unas cuantas palabras lo guardó y miró al que me apretaba mi brazo.
-Te buscan en la entrada, algo está ocurriendo.
Su voz era profunda y atemorizante, calmada y en control. Podía decir que el era un hombre con el que nadie debía meterse. Debía estar en sus treinta, no era muy viejo pero era probablemente la persona mas gigantesca que había visto.
-Vamos a dejarla...
-Tu ve, yo me encargo de ella.
Las alarmas se dispararon en mi cabeza en seguida ¿por qué quería que nos quedáramos solos? El hombre mas delgado dudó pero después de un vistazo a los ojos del hombre me soltó y se alejó. Sentí un pequeño alivio en mi brazo pero no lo disfruté porque el hombre extendió su brazo hacia mi. En seguida me alejé de él pero para mi mala suerte me tropecé con mis propios pies y caí sobre mi trasero, se siguió acercando y yo retrocedí hasta que mi espalda chocó con algo.
-Eso era completamente innecesario.
-Lo dice el hombre enorme que podría noquearme con un solo golpe.
Me miró por unos momentos y creo que llegó a la conclusión de lo que yo estaba pensando. Su boca se torció y lució ofendido -Por favor, eres uno o tal vez dos años mas joven que mi sobrina, no estoy interesado en ti.
-¿No?
-No, ahora levántate para que pueda llevarte a tu cama y yo me libere de ti.
¿Mi cama? Por alguna razón pensé que dormiría en el suelo. Dudé unos momentos pero al final me levanté y acomodé sacudí mi ropa. El hombre examinó mi brazo y en silencio negó con la cabeza. No entendía porque lucía molesto por mis moretones, el trabajaba para estas personas, solo dios sabe que tantas cosas había visto aquí.
-¿Cuál es tu nombre? -pregunté mientras nos deteníamos frente a una puerta que estaba casi debajo de las escaleras.
Lo atrapé viéndome de reojo mientras tocaba la desgastada puerta que teníamos frente a nosotros. Era extraño, toda la casa era lujosa en un estilo clásico y elegante. No había prestado mucha atención a la decoración pero los colores, blanco, beige y dorado eran los que predominaban, en realidad este lugar parecía uno de esos clubs de campo que ves en las películas sobre niñas ricas, esos donde los viejo juegan golf y charlan mientras sus esposas o están teniendo un almuerzo o están en el spa. Reí en mi mente por la imagen, siempre pensé que esas películas eran ridículas pero ahora que estaba en un lugar parecido parecían mas reales pero esta puerta de madera vieja e hinchada como si la hubieran sumergido en agua resaltaba de una mala manera.
-Dime Bart.
La puerta se abrió y un hombre de piel amarillenta enorme barriga apareció. Mis ojos se abrieron de par en par con repulsión. Su ropa consistía en un pantalón negro desgastado, una camisa blanca con una mancha de lo que yo supuse era café y zapatos negros cubiertos por tierra. ¿Esta era la guarida del tejón o que? Hizo un sonido con su garganta y enfocó su mirada en mi.
-La ultima, al fin.
Sonrió mirando mi cuerpo entero mostrando sus también amarillentos dientes, al menos tenía el set completo.
-Rocco, aparta los ojos, a esta no la puedes tocar.
-Yo no toco a ninguna a menos que me lo pidan.
¡Dios! y su aliento era la cereza del pastel. No puedo imaginarme a nadie pidiéndole siquiera estar en la misma habitación.
-A ella no la vas a tocar de ninguna manera -Bart me dio una extraña mirada -ni siquiera si te lo pide. Es la hija de Reiss, así que ten cuidado.
Eso lo hizo a Rocco sorprenderse un poco y mirarme ahora con mas cuidado -hablamos de lo sexual ¿cierto? Porque sabes cuál es mi trabajo.
-Si, mantente profesional con ella.
Una advertencia a tener en cuenta ya que venia de la mole junto a mi. Iba a preguntar el porque de esta conversación pero si ya me estaba salvando de ser... tocada por ese hombre no iba a molestarlo.
Rocco se hizo aun lado en la puerta y esa era mi señal para entrar. Dudé porque por alguna razón me sentía segura junto a Bart pero sabía que no podía quedarme con él. Pase por la puerta con mi corazón latiendo tan fuerte que lo podía oír, Apenas cambiamos los dos en el espacio entre un pared y otra. Había un foco de luz amarilla sobre nosotros que titilaba y unos cuantos paso mas adelante comenzaban unas escaleras de madera vieja que bajaban. ¿La cueva del tejón? Mas bien el camino a la casa del diablo. Comencé a negar con la cabeza, el pánico regresando a mi. Me giré hacia Bart, el era mi única salida si la pequeña compasión que había visto en el era verdadera.
-No me dejes aquí, por favor -avancé pero la puerta se cerró justo cuando estaba por cruzarla golpeando mis manos. Solo alcancé a ver la disculpa en sus ojos.
-Muy tarde niña, una vez que cruzas la entrada de la casa ya no hay salida.
-Yo no pertenezco aquí, por favor déjame ir.
Rodó los ojos claramente aburrido. ¿Cuántas veces ha pasado por esto?
-¿O bajas por tu cuenta o te arrojó tu patético trasero por las escalera? de cualquier manera llegas abajo.
Trague saliva y me pegué a la pared. No podía moverme, mis piernas temblaban demasiado.
-Muy bien -Me tomo del mismo brazo adolorido pero me alejé con miedo.
-No, bajaré sola.
Me adelante rápidamente y comencé a bajar escuchando como la madera crujía bajo mis pies. Eran aproximadamente unos veinte escalones, el olor a lejía cada vez se hizo mas fuerte y una luz blanca salía de la otra entrada.
Lo que vi cuando crucé la siguiente puerta era algo que no hubiera imaginado nunca. Era una habitación rectangular bastante grande. Había doce camastros con colchones delgados sobre ellos. Las paredes era blancas completamente al igual que los azulejos del suelo. Había dos puertas al fondo, una en cada pared y nada de ventanas. A mi derecha había otra puerta pero las del fondo eran las que mas curiosidad me daban. Pero eso no era lo que hizo que mi corazón se detuviera, no, lo que mas me sorprendió fueran las chicas que estaban sobre los camastros. Once chicas estaban ahí sentadas sobre su colchón usando unos bonitos vestidos que parecían llegarles arriba de la rodilla, tal vez a mitad de su muslo. Todas parecían ser mas grandes que yo pero estaba segura que ninguna pasaba de los veinte años. La escena podía parecer de lo mas normal, once chicas platicando alegremente pero a mi me horrorizó porque yo iba a ser una de ellas. Retrocedí un paso y choqué con la pansa del Tejón barrigudo llamado Rocco.
-Camina.
Me alejé rápidamente y fui hasta el camastro que estaba libre, no me importó siquiera si pertenecía a alguien, yo solo quería sentarme y alejarme del Tejón. Las chicas me siguieron con la mirada lentamente sin decir una palabras. Todas estaban sentadas en flor de loto sobre sus cama y con las manos en su regazo. Parecían robots esperando ordenes.
-Mañana tendrás ropa nueva, dejaré que mis chicas te expliquen la rutina, ellas llegaron hace tres días por lo que ya están mas familiarizadas.
Lo ignoré. Estaba enojada, asustada y frenética en mi interior y tenía que ir al baño. Contestarle no estaba en mi lista de prioridades pero si en la del Tejón. Ni siquiera lo escuché acercarse, la parte superior de su mano impacto con mi mejilla tan fuerte que casi me caigo de lado de la cama. Esa era la tercera vez que me pegaban en el día.
Un coro de grititos se escuchó pero ninguna de las chicas se levantó.
-Ahora, cada que yo te diga algo tu vas a responder "Si Rocco" con la voz mas dulce que puedas hacer ¿entiendes?
Contuve las lagrimas y una vez mas mi espíritu valiente/estúpido hacía acto de presencia impidiendo que le contestara. Mantuve mi vista fija hacia abajo. Podía sentir la mirada de todos sobre mi. Solo debía contestar.
-Eres de las difíciles -la emoción se desbordó de sus palabras -Son con las que mas me divierto.
Su mano fue hasta la parte trasera de mi cabeza y apretó mi cabello hasta que ya no pude y lloré de dolor. Alzó mi cabeza para que lo viera a los ojos.
-Ahora, volveré a preguntar ¿comprendiste lo que dije?
-Si Rocco -escupí con odio. Su mano me apretó mas, sentía pequeñas agujas siento enterradas en mi cabeza. Me iba a arrancar mi cabello.
-¡Dilo con voz dulce!
Era oficial, estaba llorando como una niñita, la cosa era, que yo era una niñita, solo tenía quince.
-Si Rocco -esta vez lo hice bien porque me soltó en seguida y salió de la habitación como si nada atravesando la tercera puerta de la habitación, la que estaba mas cerca de la entrada.
Soy una tonta, nada me costaba decirlo desde el principio. Minutos después de mi confrontación con el Tejón los susurros comenzaron entre las chicas, no podía entenderles por que mis sollozos me lo impedían pero sabía que me estaba observando.
-¡Dejen de hablar de mi! -les grité y retrocedí hasta donde estaba la almohada y llevé mis rodillas a mi pecho. -Y dejen de verme -murmuré.
-Deja de llorar, vas a hacer que Rocco venga.
-Déjala en paz.
-Ella tiene razón, Rocco odia que lloremos.
-Si.
Todas comenzaron a hablar sobre mi de nuevo y a pelear entre ellas en voz baja. Tapé mis oídos. Quería que se callaran, quería que se fueran y me dejaran llorar en paz. Alguien se sentó en mi cama.
-Ya no llores, bonita. -me pidió la chica con mucha amabilidad.
-no puedo evitarlo -respondí con mi voz temblando.
-Ven
¿Qué? Alcé la mirada y vi a la chica con sus brazos abiertos para mi. ¿Quería que la abrazara? Ni siquiera la conocía.
-Vamos, luces como si necesitaras un abrazo.
Ladee mi cabeza y la observé. Su expresión era sincera, no había burla en ella. La chica tenía el cabello rojo y su piel era blanca como porcelana. Tenía los ojos mas verdes que los míos y unas pocas pecas sobre sus mejillas. Era muy bonita y definitivamente era mas grande que yo, tal vez dos o tres años mayor.
-No quiero un abrazo, pero gracias.
Se encogió de hombros y bajó sus brazos -Como quieras, por cierto, me llamo Kenzie.
-Willa.
-Bonito nombre. ¿cuántos años tienes?
Ahora todas estaban calladas con expresiones curiosas hacia mi. -Quince.
-¡Mi dios! Que pequeña eres -exclamo una rubia de ojos color turquesa en el fondo.
-¿Tu cuantos años tienes?
-Dieciocho. Se que no soy muy mayor pero todas aquí tenemos de diecisiete para arriba, eres la única de quince. Soy Cristen.
-Yo soy Chelsea -dijo una chica de cabello cobrizo y ojos verdes azulados. Ella estaba sentada frente a mi.
De pronto todas comenzaron a presentarse. Nolee, tenía rasgos asiáticos y era la que tenía el cuerpo mas delgado de todas aquí, pocas curvas pero aun así hermosa. Delancey, con su cabello rubio platinado y ojos grandes y del color de la mar. Estaba Barbie y ella le hacía honor al nombre con su cabello rubio, ojos color azul cielo y labios regordetes y rosados. Nia era castaña como yo pero su piel era mas morena que la mía. Madison era una belleza exótica, su piel era oscura, curvas perfectas y su cabello estaba rizado de una manera tan hermosa, le llegaba a mitad de su cuello pero sus ojos eran lo que mas llamaba la atención porque eran de un gris demasiado claro, ella tenía 17 y era muy callada, solo se presentó y listo, no volvió a hablar y luego estaban Summer, Kelly, Stacy que apenas y me hablaron.
Sus nombres picaron en mi memoria hasta que descubrí el patrón entre todos ellos.
-¿Por que se llaman como las muñecas Barbie?
-¿Qué? -me preguntó Cristen con su ceño fruncido.
-Sus nombres, son los de las muñecas de My Scene y Barbie. Yo tuve todas las muñecas así que se de lo que hablo.
-Así es como Rocco nos nombró, somos su muñequitas según él.
¿Entonces hasta mi nombre me iban a quitar? Otra ronda de lagrimas se aproximó y Kenzie lo notó porque enseguida se arrastró hacia mi y me abrazó. Me gustaba mi nombre, no quería que me lo quitaran.
-No llores, nena. No es tan malo, yo odiaba mi nombre y ahora tengo uno nuevo.
-Yo no odio mi nombre, no quiero otro -lloriqueé. -Quiero irme a mi casa.
Cuando dejé de llorar, Kenzie me explicó la rutina que llevaban con el tejón. Se despertaban a las siete y por turnos entraban al baño para asearse y maquillarse, al parecer el tejón odiaba cuando una de sus muñecas no estaba presentable. Las puertas del fondo eso eran, baños, uno para las seis chicas de un lado y el otro para las otras seis. A las 8, el tejón traía ropa para cada una y debíamos vestirnos sin hacer ruido y a las ocho y media el desayuno llegaba en charolas, todo estaba cronometrádo y debíamos ser exactas. Después de eso, si había tareas para hacer saldríamos de aquí pero Kenzie dijo que tal vez eso cambie ya que por fin había llegado. El tejón les dijo que el entrenamiento comenzaría cuando estuvieran las doce chicas y conmigo estábamos completas.
A las ocho la cena llegó. Un vaso con leche tibia y un sencillo Sándwich. Comí sin replicar y al terminar todas las chicas cantaron un gracias para el tejón. Casi me vomito en ese momento. Después procedieron a cambiarse ¡frente a mi! Y frente al tejón, el cuál estaba encantado pero cuando me vio frunció el ceño y se fue, minutos después regresó con un paquete me lo dio, esperó frente a mi.
-Gracias Rocco.
Era una camiseta de algodón color menta que solo tenía tirantes, nada de manga y unos pantaloncillos flojos del mismo color. Moriría de frío si mi cama no tuviera cobijas. Todas se desvestían sin pena alguna pero yo no podía, al menos no con el tejón observándome. Le lancé una mirada de odio y aunque dudó apartó lentamen la mirada, como si le molestara el hecho de que no pudiera observarme. Recordé la advertencia que Bart le dio y sonreí internamente, al menos tenía una pequeña ventaja. Ni una vez me miró mientras me cambiaba y me alegré un poco, después de eso todas comenzaron a acostarse y casi corrí a esconderme debajo de las cobijas.
-Buenas noches, Rocco -cantaron dulcemente y las luces se apagaron.
Ojalá me diera un infarto durante la noche para que así no lleguara al día de mañana porque algo en mi me decía que no sería un buen día.
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