Capítulo 1 - Iniciación

Hace unos días estaba sentada detrás de Abigail Forbes, la chica mas bonita de nuestra clase y en lugar de estar poniendo atención a lo que la profesora decía estaba más interesada en el chisme que ella compartía con nosotras. Ella era bailarina y su sueño mas grande era poder irse todo el verano a estudiar en una escuela de ballet en Paris y como era de suponer en su grandiosa vida, sus padres la llevarán a cumplir su sueño. A ella le gustaba juntarse conmigo porque la escuchaba hablar por horas sin interrumpirla y la miraba con fascinación, cosa que a ella la hacía sentir mejor consigo misma. La verdad era que no podía importarme menos ella, yo solo quería escuchar sobre sus perfectos padres que la querían demasiado y le daban todo lo que ella quería sin pedirle nada a cambio.

—Se lo debo todo a mis padres, en verdad que lo hago. Tengo a los mejores padres del mundo -dijo con sinceridad y yo estaba de acuerdo con ella.

Sus papás eran los mejores y ella lo tenía todo... bueno, casi todo, había algo que ella quería pero por mas que intentara yo no se lo iba a dejar. Chad Cooper, mi guapo y dulce novio que por alguna razón me prefería a mi.

Esa frase de "se lo debo todo a mis padres" me afectó y me hizo estar molesta con ella. No tenía ni idea de lo que era deber algo y menos a tus padres, ella lo obtiene todo gratis. Nuestras vidas no podían ser tan diferentes. Mientras ella salía a cenar con sus papás a mi me obligaban a cenar en mi habitación, no tenía permitido comer en la mesa a menos que quisiera pagar por ese derecho. ¡Si! pagar. Incluso debía pagar por el derecho de tener un novio. Chad no salía muy barato que digamos pero lo valía.

Esa era mi vida. Para empezar mis padres eran criminales, y de los peligrosos; Esos de los que nunca te enteras de lo que hacen para vivir hasta que un perro desentierra los cadáveres del patio. Mi padre era la mano derecha del jefe de una mafia que traficaba drogas, armas, mujeres... todo lo que se pudiera vender por todo el continente Americano. Todo debía ser un medio para un fin, incluso tener hijos debía traer ganancias por lo que en el momento en que nací la cuenta comenzó a correr. Se me cobró por cualquier servicio que necesité cuando era bebé lo que me hizo madurar bastante rápido y prácticamente estoy a voluntad de mis padres para hacer lo que ellos quieran conmigo hasta que pague la deuda, lo cual es imposible porque hasta el día de ayer la suma era de casi 9 millones y crecía con cada día. Cuando tuve edad para comprender la retorcida idea de crianza de mis padres la suma ya iba bastante alta. Supongo que alimentarme y dejarme respirar era muy caro.

—¿Willa? —mamá tocó la puerta de mi habitación y sin esperar una respuesta la abrió y se invitó sola a entrar.

Me senté sobre la cama y observé a mi mamá dejar un montón de bolsas de tiendas de marca sobre la cama.

No, no, no. Yo no pedí ropa nueva, esto iba a costarme una fortuna.

—Mamá, yo no quiero nada de esa ropa. —le dije con toda la calma que pude juntar pero o no me escuchó o fingió no hacerlo porque no dejó de sacar la ropa y ponerla sobre mi cama.

—No seas tonta, claro que la quieres.

—No, esto solo hará que mi deuda suba.

Y eso es lo que menos quería.

Willa, por una vez deja de pensar en la deuda y disfruta de la vida que tienes, si no fueras tan remilgada lo tendrías todo. Tu papá y yo haríamos de tu vida la de una princesa.

Si, una princesa a merced de lo que ellos quieran. Mi libertad sería tomada porque la deuda subiría y yo jamás sería capaz de pagarla justo como la de mi hermano Will que ya había pasado los 20 millones y ahora lo habían mandando a trabajar con el jefe de papá. Al menos con cada día trabajado se reduce una pequeña parte de la deuda.

—Me gusta mi ropa barata.

—Es horrenda, querida. No se siquiera como es que a tu novio le gusta. Por cierto, aun es tu novio ¿cierto?

—Si.

—Bien, mas tarde anotaré otro día en tu libro.

¡Agh! Mi libro. Donde todo sobre mi era anotado. Todos los días me hacía la misma pregunta sobre Chad para anotar que le debía otro día que me permitió tener novio. 5 de los grandes me costaba salir con él y llevábamos casi cinco meses de novios. Tal vez debería terminarlo. Estaba comenzando a pensar que no valía tanto la pena que mi deuda siguiera creciendo por un chico lindo.

Escuché a mamá parlotear sobre lo bien que se la pasó comprando y la envidié unos momentos por ser una mujer libre de deudas y con mucho dinero. Ojalá yo algún día pueda vivir así. Claro que sin los crímenes y las matanzas.

—Esta ropa sale de mi buena voluntad, Willa, así que deja de hacer caras, no te costará nada porque es para un trabajo.

Mi cuerpo se tensó al instante. Vestidos, medias, zapatillas ¿Que me harán hacer? Por lo general solo entregaba paquetes o los recibía... oh, y una ves asistí a una fiesta con ellos y tuve que robar unos papeles pero hasta ahí. Por alguna razón esto se sentía diferente.

—Si lo haces bien te quitaremos un millón de dólares a tu deuda.

—Júralo —entrecerré mis ojos hacia mi madre con desconfianza. No era la primera vez que me prometía algo como esto y no lo cumplía, claro que jamás era con una cantidad tan grande.

—Lo juro, incluso de daremos una hoja firmada.

De la forma en la que yo lo veía era que podía aceptar ya lo que me ofrecía y reducir mi deuda un millón o ser orgullosa y negarme pero al final terminaría haciendo el trabajo porque lo que mi padre dice se hace, sin replicar. Esa iba a ser una hoja que cuidaría con mi vida.

—¿Qué tengo que hacer?

Mamá sonrió con un brillo de orgullo en los ojos que no hizo mas que darme escalofríos.

—A tu padre y a mi nos gusta dejarte creer que tienes todo bajo control pero esta vez debo ser clara contigo. Este trabajo no va a gustarte y menos los que le siguen pero hasta que no pagues tu deuda, nos perteneces y harás lo que se te dice así que no importa si te resistes a esto y nos odias, vas a hacerlo.

Agaché la mirada concediéndole el control sobre mi y evité que las calientes lagrimas que inundaban mis ojos me abandonaran.

—Si madre.

Dylan

Una bonita rubia inclinó su cuerpo sobre la mesa de billar invitándome a acercarme. Era una de las chicas nuevas que había traído papá a la casa pero decliné a su oferta con una simple sonrisa. Hizo pucheros pero desde ya sabía que no lo valía.

—¿No piensas ir? —me preguntó Will, una de las pocas personas que me agradaba en este lugar.

Llegó a mi casa hace dos años, cuando yo tenía diecisiete. Se convirtió en un buen amigo mío y confío en él hasta cierto punto. No conocía mucho de su historia además de saber quienes eran sus padres y eso realmente no me importó y esperé que a él no le importara quien era el mío.

—No —llevé la mirada a mi hermano y noté que a él se estaba fijando en la chica. Will siguió mi mirada y comprendió porque estaba rechazando una oferta tan tentadora, una que no involucraba pagos u otras intenciones fuera de pasar un buen rato.

Mis hermanos eran de mis personas menos favoritas en el mundo junto con mi padre. Ellos amaban esta vida a diferencia de mi. Yo no hacía mas que buscar la forma de alejarme de todos ellos pero por el momento jugaba bajo sus reglas.

—A ella le gustas tu, no Andrew.

—Tal vez le gustas tu —respondí y el se rió.

—Muy probable pero no estoy interesado, tu si.

Lo estaba pero no lo valía.

—No quiero iniciar otra pelea por una de las putas de mi padre.

Ya había tenido muchas con Andrew. Por alguna razón el siempre iba por las chicas que a mi me gustaban y al principio no me importaba porque ya conseguía demasiado sexo en el trabajo, pero después de un tiempo me harté y comencé a seguirle el juego y terminábamos en los golpes por una chica que en el momento en que nuestros ojos la abandonaban se iba a buscar a alguien mas.

Papá entró a la habitación vestido en uno de sus típicos trajes de negocios y en seguida enfocó su mirada en mi. Conocía muy bien esa mirada. Tenía un trabajo para mi.

—Tengo una trabajo para ti, Dylan.

Genial, no le bastaba con que me pasara casi todos los días en su casa de putas trabajando. También me pediría algo en mi tiempo libre.

Todos jugábamos un papel en esta casa. Mi hermano mayor, Ian, tenía 24 años y era el que acompañaba a papá a todos lados. Negocios, fiestas etc... él tomaría el lugar de papá un día. Luego seguía Andrew, 22 años y era el que hacía los trabajos sucios: recolectar dinero, limpiar escenas, matar, torturar... era el matón de papá y un completo psicópata, desde niño fue así, siempre atraído por la muerte. Recuerdo haberlo visto quemando hormigas, pisando insectos y riéndose en el proceso. Una vez incluso lo vi observando a un perro que había sido atropellador y estaba agonizando, casi dando su último aliento. Yo estaba horrorizado pero él estaba completamente entretenido. Y luego seguía yo, que mas o menos manejaba el mundo del sexo. Yo estaba en el negocio de la prostitución y todo lo que venía con ello. Tal vez fue porque desde muy temprana edad las mujeres comenzaron a sentirse atraídas hacia mi y papá tomó ventaja de eso. Mi último trabajo fue acostarme con la mujer de un socio de papá y sacar toda la información que pudiera de ella pero también me encargaba de otras cosas además de complacer a las mujeres; ahora era el que mantenía contacto con los socios de esa parte del negocio.

—Okay —mantuve mi expresión estoica. Ya tenía mi reputación por aquí. Siempre serio, sombrío, el hijo de Michael que podía conseguir todo tipo de información y jamás huía de una pelea aunque tuviera las posibilidades de perder. No existía el fracaso en esta familia porque eso significaba la muerte.

—No puedes fallar.

—¿Alguna vez lo he hecho?

Papá sonrió sombríamente y se acercó a mi. Me levanté por respeto y me encontré con él a mitad de camino. Su mano se posó en mi hombro como si fuéramos viejos amigos.

—Necesito que tomes la virginidad de una chica, su padre se dio cuenta de que ya es hora de que entre al negocio pero su madre quiere que por lo menos tenga una buena primera experiencia y yo te escogí a ti.

Mi hermano debió ver mi cara de horror al escuchar a mi padre porque al instante se metió en la conversación haciéndome quedar mal —Yo podría —se ofreció Andrew sonriendo hacia mi.

—Se que si, hijo, pero por la edad de la chica su madre prefiere que sea Dylan quien se encargue del trabajo.

Apreté mis dientes hasta que sentí que iba a romperlos —¿Qué edad tiene? —mascullé.

Esto no era lo que yo hacía. Si, me acostaba con quien me ordenaran o quien me solicitara pero siempre eran mayores, mujeres que estaban en esto por gusto y seguro como el infierno que jamás había estado con una virgen.

—Unos quince o dieciséis.

—¡Es solo una niña! —exploté y miré a mi padre con disgusto.

—Una niña muy bien desarrollada a la cual no están obligando a nada.

Negué con la cabeza y me fui hacia el bar para servirme algo fuerte. ¡Esta loco! No iba a hacerlo por nada en el mundo. Will se acercó a mi y se sirvió un trago para él. No dijo nada pero sin embargo su expresión era igual de tensa que la mía.

—¿Qué te sucede? —pregunté. Es a mi a quien ofrecían el trabajo.

—Tengo un mal presentimiento de esto —murmuró y agachó la cabeza con pesar.

Quería preguntarle más pero mi hermano Ian entró a la habitación seguido por Richard Reiss. Un bastardo igual que mi padre y dueño de Will, que en lo único en que piensa es en dinero y mujeres que resulta ser el padre de Will.

—Hijo de puta —susurró Will.

—Michael —saludó Reiss a mi padre y ambos se abrazaron dándose palmadas en la espalda.

—¿La trajiste?

—Está afuera con Magda y debo decirte que luce extraordinaria, será un buen ingreso a nuestra cuenta.

Ambos sonrieron y miraron hacia la puerta cuando dos mujeres... mas bien una mujer y una niña entraron. Will azotó su vaso sobre la barra y se levantó al instante. Yo me quedé petrificado viendo a la niña. Estaba enfundada en un delgado vestido negro de lentejuela que llegaba mitad de sus muslos y tenía un escote en V que no dejaba mucho a la imaginación. Su lacio cabello castaño claro estaba suelto sobre sus hombros y su rostro estaba demasiado maquillado ocultando cualquier inocencia que la chica pudiera tener. Papá tenía razón, ella no tenía el cuerpo de una niña de quince años pero su mirada sin duda era la de una niña.

Era hermosa y jodidamente sexy pero no iba a hacerlo, no podía hacerle eso a una chica inocente.

—¡Trajeron a Willa! —exclamó Will furioso —es solo una niña.

Willa. Un nombre interesante y a juzgar por la reacción de Will esta debía ser la hermana de la que tanto hablaba, una razón mas para no tocarla. La chica miró a su hermano y le dio un intento de sonrisa para calmarlo pero al no funcionar agachó la cabeza. No me pasó desapercibido el pequeño rubor rosado que cubrió sus mejillas.

—Siéntate y guarda silencio —ordenaron mi padre y el suyo al unísono. Will sabía que no tenía opción, ninguno de nosotros la tenía, solo nos quedaba obedecer y esperar ser libres algún día.

—Magda —mi padre besó la mejilla de la mujer y le dio una vuelta —luces gloriosa como siempre.

—Gracias Michael. Te presento a mi hija Willa.

Papá tomó la mano de la niña y la besó. Aparté la mirada y me serví otro trago. Esto era lo peor que podía hacer mi familia y la de Will.

—Eres una chica muy guapa Willa

Quiero vomitar

—Se que les dije que mi hijo Dylan era quien iba a hacer el trabajo pero se ha negado y no quiero obligarlo. Tengo otros dos hijos que estarán encantados de hacer sentir bien a nuestra pequeña Willa.

—Pero... —Magda comenzó a hablar. Se detuvo al darse cuenta de que interrumpió a mi padre. Richard apretó su mano sobre el brazo de su mujer advirtiéndole que era mejor que se callara.

Papá observó por la habitación y primero se fijó en Ian pero el no prestaba atención a nadie más que a su teléfono. Así que la última opción era Andrew.

—Mi hijo Andrew lo hará, ninguna señorita se ha quejado antes de su trabajo.

—Vamos Michael, esto es algo importante para Willa.

—Lo sé, pero Dylan se niega —papá me volteó a ver y es en ese momento en que Willa se fijó en mi. Detrás de todo ese maquillaje negro se escondían unos bonitos ojos verdosos. Me examinó con curiosidad inclinando levemente su mirada y cuando se dio cuenta de que la estaba viendo también volvió a ruborizarse.

Una niña de quince años, probablemente en lo único que pensaba era en encontrar a su príncipe azul. Pobre chica, está vida la iba a tratar como la mierda.

Andrew se levantó y caminó hacia ella con una sonrisa hambrienta y deseosa. Si, Willa tenía ya el cuerpo de una mujer y era muy caliente pero el simple hecho de que tuviera 15 años la hacía intocable moralmente. Pero no me sorprendía que mi hermano ignorara todo eso, en lo único que debía estar pensando era en el placer que iba a sacar de esto.

Tomó su mano y la llevó hasta uno de los sofás. Podía ver como el cuerpo de Willa temblaba mientras caminaba detrás de él. Está asustada de toda esta situación. Mierda.

—Hazlo tu, Aiden, —susurró Will en un tono desesperado.

—¿Qué?

No me estaba pidiendo eso. Debería estar golpeando a todos por siquiera pensar en su hermana. El debería detener esto, no yo.

—Hazlo tu, yo no puedo interferir, lo sabes, pero seguro como la mierda que prefiero que seas tu quien tome su virginidad a que sea el psicópata de tu hermano.

—No puedo hacerlo. —Es lo único que dije.

Will enrojeció de furia y se levantó para irse pero no sin antes darle una última mirada a su hermana. No podía pretender saber como se como se estaba sintiendo pero podía suponerlo. La impotencia de ver como abusaban de alguien que el quería demasiado debía estarlo carcomiendo.

Observé como Andrew la acomodó de manera brusca y despreocupada sobre su regazo haciendo que su corto vestido se subiera aun mas por sus muslos y comenzó a deslizar sus manos sobre el pequeño y dulce cuerpo de Willa. ¿No pensaba llevarla a una habitación?

Nuestros padres ya habían perdido el interés y ahora platicaban alegremente en otra sección de la sala. No miraban como estaban por abusar de una niña. Supongo que era más fácil ignorar las cosas para ellos.

—¡Dios! hueles bien —cantó mi hermano lo suficientemente alto para que yo lo escuchara mientras tenía su boca sobre el cuello de Willa y ella no hacía nada por evitarlo. Se limitó a observar fijamente la pared y a contener las lagrimas.

No podía seguir viendo eso. Me acerqué decidido a ellos y tomé a Willa del brazo para quitarla del regazo de mi hermano.

—¡Hey! —se quejó y quedó con los brazos extendidos.

—Yo me encargo —gruñí y papá evitó que Andrew replicara con sólo un movimiento de su mano y una dura mirada.

Mi hermano era un idiota y un psicópata pero no era tonto, no se atrevería nunca a contestarle a nuestro padre. Desde muy temprana aprendimos que hacer es el comienzo para un castigo muy malo.

Al parecer los "adultos" si estaban prestando atención. La madre de Willa me sonrió agradecida y yo no sentí mas que asco por la clase de mujer que me miraba. No era tan idiota como para creer que lo único que quería es que su hija perdiera la virginidad, no, ella quería iniciarla, va a prostituirla para ganar dinero al igual que mi padre hizo conmigo.

De camino a mi habitación escuché a Willa quejarse en voz baja y me detuve para ver que le sucedía.

—¿estas bien?

—Son los tacones, jamás los había usado y tu... tu vas muy rápido.

Suspiré frustrado y pasé mi mano libre por mi rostro. Todo en Willa grita ayuda. Solté su brazo y me agaché frente a ella. Sus ojos se abrieron de par en par e intentó retroceder un paso pero su espalda se topó con la pared al instante.

—¿qué haces?

—ayudarte —respondí y llevé mis manos a la delgada cinta alrededor de sus tobillos para desabrocharla y poder quitarle las zapatillas. Sus manos se posaron sobre mis hombros para mantener el equilibrio mientras retiraba las zapatillas. Me levanté con ellas en la mano y ahora los ojos de Willa quedaban justo en mi barbilla.

—Gracias —murmuró en un tono bajito y miró hacia el suelo.

—No hay de que. Sígueme.

Ya casi estábamos en nuestro destino. La sala de billar, en la que estábamos estaba en el mismo piso que mi habitación. Me pregunté como habrá subido las escaleras cuando llegó. Si sus padres eran un poco como el mío no les gustaban los errores y por alguna razón creo que el que no supiera caminar con tacones era el primer fracaso que su madre vio en ella está noche pero se había manejado bien, no la vi quejarse hasta que claro, la hice correr.

—Tu habitación es muy grande —dijo en el mismo tono bajito de antes mientras la dejaba pasar por la puerta y le ponía el cerrojo. Coloqué sus zapatillas en el suelo, cerca de la cama para que pudiera tomarlas antes de irse.

—¿Por qué hablas tan bajito?

En serio estaba comenzando a sacarme de mis casillas su tono de voz. Me perturbaba porque hablaba como si tuviera miedo y creo que en esta situación yo era la persona a la que menos debía temer.

—Lo siento, mi madre me dijo que hablará así -soltó una risita y apartó la mirada para que no la viera sonrojarse.

Una media sonrisa tiró de mis labios al verla tan apenada. -¿por qué te diría que hablaras con miedo?

—No era con miedo —sus manos fueron a su rostro y negó con la cabeza —¡Dios! Que pena.

Su reacción me estaba haciendo sonreír, había pasado un tiempo desde la ultima vez que sonreí por cosas tan inocentes como estas. Por primera vez en mucho tiempo me sentí relajado, ni siquiera estaba pensando en porque nos encontrábamos en la habitación.

—Ella me dijo que esto era hablar sensual. Ya sabes, un tono bajo y grave...

Bueno, eso si que era gracioso. Solté una carcajada y fui hacia el mini bar para servirme otro trago. ¿sensual? ¿En serio su madre pensó que eso era sexy? Que ridícula, aunque debía admitir que muchas mujeres con las que había estado lo hacían, sólo nunca les había puesto la atención debida. Yo llego a hacer el trabajo y si se puede saco algo de placer para mi.

—¿Quieres algo de beber? -pregunté sin mirarla mientras servía whisky en mi vaso. El tono de mi voz aún cargaba diversión y creo que ella lo notó.

—ah... no gracias. No bebo.

—¿No? —Me giré para verla y la atrapé viendo mi habitación con una mueca rara.

—¿No te gusta lo que ves?

Se congeló en su lugar y el rubor rosa volvió a sus mejillas -Claro que me gusta -ahora su tono de voz era el correcto. Dulce y femenino, divertido, había algo melódico en él. -Es genial, tienes tantas cosas.

—¿Cómo es tu habitación?

Imágenes de paredes rosas y posters de celebridades llegaron a mi mente cuando pregunté eso. Es lo que a las chicas les gusta ¿No?

—Nada como esto, eso es seguro.

—Tus padres tienen dinero, seguro que tu habitación es de lo más lujosa y estas siendo modesta.

Sus padres eran casi tan ricos como el mío. Llevaban haciendo negocios juntos desde que eran tenían veinte años. La venta de drogas, armas, prostitución y algunos otros negocios sucios dejaban buen dinero.

—En realidad no, procuro no pedir cosas que no necesito. Al final todo cuesta demasiado para mi. —la nostalgia resaltó en su voz y como que estaba entendiendo su punto.

—¿La deuda? —Le pregunté aunque ya sabía la respuesta.

Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta del error que cometió. Nunca debíamos hablar de eso con nadie más que con nuestros dueños... digo, nuestros padres.

—Tranquila, no diré nada si tu no lo haces. Estas frente a un deudor.

—¡Calla! No podemos hablar de eso.

Esta chica si que me hacía reír. Gritaba en susurros con su mirada aterrada y miraba hacia todas partes como buscando a alguien entre los muebles que estuviera escuchando esta conversación para informarles a sus padres.

Me encogí de hombros y caminé al sofá de cuero negro que estaba frente al ventanal para sentarme y poder observar a mi invitada un poco más. Tal vez estaba retrasando esta situación pero se sentía bien hablar con alguien de cosas normales... normales para nosotros.

—Entonces, te gusta vivir en la pobreza con tal de no aumentar tu deuda, es una buena técnica pero algo lamentable, incluso yo aproveché de los beneficios monetarios que traía ser hijo de Michael.

—No es tan así, digamos que si, no pido tener cosas lujosas o que me consientan, ni siquiera quiero el derecho de comer con ellos en la mesa pero por ejemplo, me encanta la escuela...

—¿Vas a la escuela?

¿Quería deber toda su vida? Permisos como esos eran una suma muy grande a los libros. Yo nunca fui a la escuela y estaba bien, en algún punto papá admitió que era importante tener estudios y me contrató un maestro que venía a casa a enseñarme y como fue idea de él no me costó absolutamente nada.

—Si

—¿No quieres tener cosas buenas pero si ir a la escuela?

—Supongo. Tengo amigos en la escuela que hacen que no me sienta tan sola —se sentó en el borde mi cama y en secreto me alegré de se sintiera mas cómoda a mi alrededor. —Desde que Will se fue... o se vino a vivir con ustedes, la casa se siente muy sola. además de no ser por la escuela no hubiera conocido a mi novio Chad.

¿Novio? Nadie dijo nada de un novio. ¿Como podía estar tan tranquila con todo esto si tiene novio? o tal vez en la sociedad de ahora engañar a tu pareja estaba bien. Creo que nunca había convivido con personas fuera de mi mundo. Decidí ignorar el tema de su novio porque no quería profundizar eso. Lo cierto era que no me sorprendía que tuviera uno, era muy atractiva y estaba seguro que debajo de todo ese maquillaje se ocultaba una chica muy hermosa, pero ¿cuanto le costaba poder mantener su pequeño romance?

Terminé el contenido de mi vaso y lo coloqué en la mesita junto al sofá. Ya era hora de terminar con esto... o comenzar. Alargarlo solo me estaba haciendo mas difícil el trabajo. No quería ver a Willa como una persona, ella era mi trabajo.

—Ven aquí -ordené.

Su rostro relajado se tensó y creo que al igual que yo, ella ya recordó porque estaba aquí. Mordió su labio al mismo tiempo que se levantó de mi cama y se acercó lentamente hacia mi. Se detuvo a solo unos cuantos centímetros con sus manos entrelazadas frente a ella y esperó. Supongo que ya que íbamos a conocernos mucho por la siguientes horas podía tomarme mi tiempo para observarla.

¿Esto era una chica de quince años? Estaba impresionado y me sentía curioso por descubrir mas sobre su cuerpo. Nunca había estado con alguien menor de 22 años.

La piel color caramelo de Willa brillaba bajo la poca luz de mi habitación e hizo que quisiera probar cada centímetro de ella.

Cuando papá me presentaba para un trabajo había veces que se burlaban de mi. No creían que la persona de la que mi padre presumía sin vergüenza alguna sobre lo bueno que era con las mujeres en la cama fuera yo, un chico de 19 años. Lo que ellos no sabían era que llevaba en el negocio desde los trece. Incluso tomé "clases" con algunas mujeres.

Willa no es tan bajita, sus piernas son largas y por alguna razón me la estoy imaginando en algún equipo de porristas con una corta falda, porque unas piernas como estas solo podían pertenecer a alguien que hacía gimnasia.

—Siéntate, Willa.

Se sentó junto a mi rozando mi hombro con el suyo y una vez mas me encontré sonriendo.

—No junto a mi, linda. Sobre mi.

—Oh... —titubeó antes de girarse hacia mi y darme una sonrisa incómoda —Lo siento, es que yo...

—Willa, relájate y has lo que te digo. Va a estar bien, lo prometo.

—No me gustó cuando tu hermano me sentó sobre él.

El recuerdo de las manos del idiota de mi hermano sobre ella me ponía realmente furioso. No mereció el derecho poder tocarla. Infierno, ni yo lo merecía pero al menos yo la haría sentir bien.

—No soy mi hermano. —contesté. Volvió con la sonrisa incomoda y a morder su labio.

No pensaba obligarla a nada, no era esa clase de persona. La indecisión en su rostro era mi respuesta, ella no quería hacerlo. Lo siento por ella porque tendrá que regresar abajo con uno de mis hermanos. Hice lo que pude. Suspiré y comencé a levantarme pero Willa me detuvo colocando sus brazos en mis hombros.

—No te vayas, no quiero regresar con tu hermano.

—No voy a...

—No me estas obligando a nada, no eres el malo de esta historia. —Con cuidado pasó su pierna por mi regazo y quedó con una a cada lado. Mis cejas se arquearon cuando se acomodó sobre mi y me miró directo a los ojos. Bueno, no esperaba que en verdad lo hiciera.

Sus labios estaban pintados de un rojo oscuro y por un momento quise ver su color real. Ver si eran tan rosados como los imaginaba. Acerqué mi mano a su rostro y sostuve su barbilla con cuidado. Mi pulgar pasó por su labio inferior limpiando un poco de labial corrido. Lentamente deslicé mi mano hacia abajo pasando por su cuello, el centro de sus pechos y todo el camino hacia abajo hasta reposar mi manos obre sus muslos.

Tiene solo quince. Me repetí en un pobre intento de no estar tan excitado como lo estaba pero no funcionó, no había vuelta atrás. Por algún razón Willa me atraía demasiado. Podía ser por sus ojos pardos escondidos detrás de sombras negras y pestañas postizas rogándome que fuera yo quien la tomara y le diera el mejor tiempo de su vida o simplemente estaba jodido de la cabeza.

—¿Alguna vez te han tocado, Willa? —mi garganta se sintió seca al hablar haciendo mi voz un poco rasposa.

Willa negó lentamente sin perder de vista como mis manos acariciaban la parte interna de sus muslos.

—¿No? —pregunté con incredulidad mientras levantaba un poco mas su vestido. —¿Tu novio nunca te ha tocado así?

—No —respondió en un susurro.

Esperaba que no se alterara por lo que iba a hacer. Tomé su vestido del borde del escote y lo rompí hasta el final. Era algo bueno que vestidos como estos, tan caros y finos fueran tan frágiles. Willa ahogó un pequeño grito de sorpresa pero apenas le hice caso. Mi atención estaba puesta en el pequeño conjunto de lencería negra.

—Acabas de...

Con mis manos en su espalda la acerqué mas a mi pecho interrumpiendo cualquier queja que estuviera por salir de su boca. —¿Te han besado alguna vez?

—Si.

—No creo que lo hayan hecho, Willa. Porque estoy seguro de que nadie en el mundo podría detenerse después de probar tus labios, no estoy seguro de que yo pueda detenerme.

Pasé mi lengua por su labio inferior y lo mordí ligeramente por unos segundos. Probé el sabor de sus labios y aunque era dulce no era su sabor real.

—Pídeme que te bese -recorrí el camino de su mandíbula con mis labios y me detuve justo debajo de su oído -Pídelo, Willa.

Necesitaba que lo pidiera, de otra forma sentiría como que la estaba forzando y tal vez lo hacía. La estaba obligando a que deseara mis manos sobre ella con cada caricia que mis dedos creaban sobre su espalda y estaba disfrutando cada segundo de ello.

—Bésame —susurró mientras deslizaba sus manos por mi pecho sin darse cuenta.

Willa

Su boca jugó con la mía, rozando sus labios con los míos y alejándose. Pequeñas mordidas entre los besos me hacían desear muchos mas contacto de él. Una y otra vez, su boca se presionó contra la mía, jugando, tentándome a ir mas profundo. ¿Había algo mal en mi por estar disfrutando de cada roce?

Aferré su camiseta negra entre mis manos y lo atraje mas hacia mi. Algo estaba terriblemente mal en todo esto pero dejó de importar en el momento que comenzó a acariciarme. Chad nunca había hecho nada como esto, nuestros besos aunque algunas veces eran largos nunca fueron tan apasionados como este, era más lindos y robadores de corazones en lugar de bragas.

—Por favor —susurré cuando despegó sus labios de los míos y una sonrisa tiró de sus labios.

—La palabra mágica.

Una vez mas sus labios estaban sobre los míos pero esta vez era diferente. ¡Dios! Dylan vuelve la experiencia de besar algo abrasador, dichoso... algo por lo que las mujeres del mundo podrían matar. Sus manos bajaron al comienzo de mi ropa interior y me sostuvo con firmeza justo antes de comenzar a moverme sobre su regazo.

No era ajena al sexo. Sabía lo suficiente gracias a la clase de sexualidad de mi escuela, a mí madre y sus pláticas tan... Perturbadoras sobre él tema y porque cuando mis padres hacia reuniones en la casa siempre acababan con gente teniendo sexo por todos lados. Más de un par de veces me tocó ver algo, unas por voluntad propia y otras porque mi papá por alguna razón quería que yo supiera sobre eso,

Gemí contra su boca al sentir su excitación presionando contra la fina y delgada tela que era mi ropa interior. Una mezcla de deseo y temor cruzó por mi cuerpo haciéndome temblar. Esto de verdad estaba pasando.

—Dylan...

—Voy a hacerte sentir bien, lo prometo.

Lo observé a los ojos por unos segundos y mi cuerpo se deleitó con ver como la lujuria ardía en sus ojos.

—De acuerdo.

Dylan

¡Dios! por un momento creí que me diría que no y tendría que regresarla abajo para que alguien mas hiciera el trabajo, ella quisiera o no. No sabía si soportaría ver que alguien mas disfrutara de ella, la sola idea de pensar en eso... Nada, no me hacía nada, no debía hacerme nada porque ella no era mía.

Mi boca cubrió la suya antes de que se arrepintiera nuevamente de su decisión y le demostré lo que era besar, no un juego tonto de niños de secundaria, no, le demostré el verdadero placer que un beso debía causar. Separé sus labios con los míos y deslicé mi lengua dentro acariciando la suya. Su cuerpo se estremeció bajo mis manos y sus pequeños gemidos eran una señal de cuanto lo estaba disfrutando.

Envolví mis brazos alrededor de su cintura y me levanté del sofá. Sus piernas se aferraron a mi y me sorprendí cuando no perdió el ritmo del beso. La dejé suavemente en el centro de la cama, posicionándome sobre ella. Me separé unos segundos para poder quitarme la camisa y le guiñé un ojo cuando la atrapé observando. Su inocencia quedó junto a su vestido en el suelo.

Esta mal lo mucho que deseo esto -murmuré contra sus suaves labios y enseguida bajé el rostro a su cuello, justo donde su pulso se sentía. Su cuello olía demasiado bien para ser verdad, Violetas y Jazmín... nadie olía como ella. La mayoría de las mujeres con las que había estado usaban perfumes mucho mas fuertes y con esencia a almizcle por lo que Willa era un golpe de aire fresco.

—Pienso lo mismo.

Negué con la cabeza saliendo de mi ensoñación mientras una sonrisa luchaba por mostrarse.

Willa tenía sus ojos cerrados y parecía estar concentrándose en las sensaciones que su cuerpo estaba experimentando. Un orgullo de hombre recorrió mi cuerpo al saber que era el primero en tocarla de esta manera, pero tal vez...

—¿Willa?

—Aja.

Descubrí sus pechos, bajando ligeramente el sujetador sin tirantes —Ya me dijiste que tu novio jamás te ha tocado —Rocé sus pezones con la punta de mis dedos haciendo que se endurecieran más. Willa mordió su labio para evitar gemir y trató de respirar tranquilamente. No quería que se limitara de nada por lo que esa reacción de ella hizo que mi misión fuera ella gritara de placer lo mas alto que su cuerpo le permitiera.

—Pero eso no significa que nunca hayas sentido placer.

—¿Qué? —se recargó sobre sus codos y me miró con curiosidad.

—¿Te has dado placer? —pregunté y sus ojos se abrieron por sorpresa.

Tomé uno de sus pezones con mi boca y chupé por unos segundos antes de soltarlo. Su espalda volvió a tocar la cama y se arqueó acercando sus pechos de nuevo hacia mi boca.

—Contesta, Willa.

—No —respondió casi gimiendo y yo gemí de alegría.

—Ahora entiendo porque tu cuerpo es tan sensible.

Me entretuve con sus pechos y con la bonita vista de verla retorciéndose de placer. Bajé la boca con un nuevo destino en mente pero cuando mi boca iba por debajo se su ombligo, justo en su cadera una exclamación fuerte salido de sus labios.

—¡Wow! —Sus manos se aferraron al edredón.

—Tenemos un ganador -murmuré y moví mi lengua en círculos sobre ese punto que la había hecho reaccionar.

—¡Ah! Eso se siente... se siente bien.

Esbocé una sonrisa e hice una nota mental de regresar a ese punto mas tarde. Era hora de probarla de verdad. De hacer que se corriera sobre mi boca y gritara de puro éxtasis.

Con mis manos en su cadera la acomodé frente a mi. Sus piernas estaban flexionadas y abiertas para mi.

Willa

Sentí su aliento sobre mi zona privada y segundos después pasó su lengua haciendo que apretara mis dientes para no hacer ruido. Sus dedos estaban suspendido en la entrada de mi coño, con lentitud metió uno mientras su lengua se movía en lentos círculos por mi clítoris. Traté de no retorcerme por las sensaciones y el calor intenso que recorría mi cuerpo.

—Estas muy estrecha. —murmuró mientras metía otro dedo e iba mas profundo.

Dolía un poco, era mas una sensación incómoda lo que sentía pero me gustaba al mismo tiempo. No tenía ni idea de cómo era eso posible, pero lo era.

—No te contengas, Willa. Gime todo lo que quieras —Dobló sus dedos dentro de mi encontrando un punto mucho mas placentero que el de mi cadera. —Grita —Sentí como sonreía porque sus labios estaban sobre mi. Comenzó a chupar mi clítoris justo como lo había hecho con mis pechos y mi mano fue a su cabello. No quería que dejara de hacer lo que estaba haciendo.

—Dylan —dejé escapar su nombre. —¡Ah!

—Eso es, Willa, déjalo ir.

Dylan

¿Quién diría que mi nombre saliendo de su boca sería de las cosas mas sexis que podría escuchar? Por fin se había rendido ante mi. Estaba disfrutando y no lo ocultaba.

Toqué una vez mas ese punto dentro de ella. Su espalda se arqueó una vez mas y sus manos se aferraron a lo que tenían cerca, una en mi cabello y la otra en el edredón. El orgasmo se precipitó por ella haciéndola estremecerse y gritar mi nombre una y otra vez. Willa se ahogaba en el placer y yo me deleitaba con lo dulce que su sabor era.

Retiré mis dedos pero no mi boca. Recorrí una última vez sus pliegues con mi lengua y sentí como su mano abandonaba mi cabello.

—Eso fue hermoso —le dije y subí para besarla. No se apartó como muchas mujeres hacían para no tener que probarse así mismas. No, ella tomaba todo lo que yo le daba.

Si era honesto conmigo, estaba disfrutando esto mas de lo que debería. Si, era un trabajo y ella era... menor, pero nunca había tenido algo como esto. Con las demás mujeres todo se sentía frio y sin emoción. Con Willa todo era caliente excitante y no tenía mucho de eso en mi vida.

—Te deseo mucho, Willa y probablemente eso me hace un enfermo. —la besé una vez mas —Déjame hacerte mía.

Sus labios se curvaron en una tímida sonrisa al tiempo que asentía con su cabeza.

La contemplé mientras terminaba de quitarme la ropa. Era sin duda muy hermosa y esta vista de ella, con su cabello extendido sobre mi almohada, su cuerpo invitándome a tomarla y su rostro con una expresión satisfecha.

Me puse frente a ella de rodillas sobre la cama. Sus ojos se abrieron de par en par al ver mi erección y el color subió a su rostros no en un bonito rosa como antes, esta vez fue rojo. Me acaricié un para de veces para que ella pudiera observar un poco mas y me sorprendí cuando sus ojos pasaron de sorprendidos a curiosos.

—¿En que piensas? —abrí el envoltorio del condón.

—Estas seguro de esto —su voz tembló —Es que, tu... ah... como te lo digo. No creo que eso -señaló mientras me ponía el condón —Vaya a caber.

Contuve una carcajada y me acomodé entre sus piernas. Su coño aun estaba húmedo y brillante por su orgasmo.

—No te preocupes por nada —Besé la comisura de sus labios —Haré que lo disfrutes, lo prometo.

—¿Cómo lo de ahorita?

La inocencia había vuelto. Esta nerviosa y no la culpaba, era su primera vez y debía ser especial, con flores, declaraciones de amor y un montón de otras cosas que no iban a pasar.

—Mejor.

Alineé mi miembro en su coño y lo pasé por sus pliegues de arriba hacia abajo para recordarle lo bien que podía hacerla sentir. Sus labios se entre abrieron y cerró sus ojos.

Recargué mi pesó sobre uno de mis brazos. —Envuelve tus piernas alrededor de mi. -Lo hizo sin titubear.

Comencé a hundirme dentro de ella. Sabía que sería demasiado estrecha, lo comprobé hace un rato pero nunca había estado dentro de un coño que lo apretara tanto. Apreté mis dientes en un intento de controlarme y no hundirme de golpe en ella y seguí tomándola centímetro a centímetro.

Willa emitió una pequeña queja y llevó su mano a mi cadera.

—Ya casi está, Willa. Te prometo que solo va a doler un segundo. Después de eso volverá a sentirse bien.

Nunca había estado con una virgen pero sabía casi todo sobre sexo.

Su cuerpo se relajó lo suficiente para que yo pudiera terminar lo que había empezado. Lloriqueó cuando traspasé esa frágil barrera y cubrí su boca con la mía para distraerla de cualquier dolor que sentía.

—te sientes demasiado grande —se quejó contra mis labios y sus uñas se enterraron en mi brazo.

—Ya estoy dentro, Willa. De aquí en adelante todo será mejor pero si no quieres que continúe lo dejamos así.

El trabajo estaba hecho. Había tomado su virginidad, podía retirarme y dejarla ir, era su decisión.

—No, quiero que me hagas sentir bien. Lo prometiste.

¡Joder! Nadie iba a decir que yo no cumplía con mis promesas. No había forma de que me pudiera contener ahora.

Empujé mis caderas para terminar de entrar en ella. Tomé sus labios con mis dientes justo antes de que ella lo hiciera -No lo hagas -quería escucharla gemir.

Willa

¡Dios! Aun dolía pero no iba a detenerlo. Confiaba en él con esto.

Dylan se retiró un poco y volvió a entrar lentamente. Estableció un ritmo suave y el dolor fue desapareciendo poco a poco siendo remplazado por algo mas delicioso. Aferré mis manos a sus fuertes brazos enterrándole las uñas. Su boca se presionaba contra la mía mientras empujaba dentro de mi, cada vez mas profundo. Levanté mis caderas un poco para sentirlo mejor y me regocijé cuando gimió de placer. Ahora entendía porque quería que yo gimiera, escuchar que tu causas esos sonidos de placer te da una extraña sensación de poder y satisfacción.

—Willa —Jadeó y empujó mas fuerte.

Cuando mi madre me dijo lo que haría nunca me imaginé lo mucho que me iba a gustar. Había dicho la verdad cuando me preguntó si me había tocado a mi misma por lo que todo este mundo era nuevo para mi.

Dylan ahogaba cada uno de mis gemidos. Sus labios se movían con el mismo ritmo lento que sus empujes y su mano libre recorría todo el camino de mi pierna.

—No se cuanto tiempo podré aguantar este ritmo, nena. Me esta matando.

Podía verlo. Su cara derramaba doloroso placer. No sabía lo que estaba a punto de pedir pero por alguna razón sabía que sería muy bueno.

—No lo hagas, quiero más. Tómame con fuerza.

Y eso hizo. Tomó mis caderas con su mano y empujó mas profundo dentro de mi, hasta que ya no había espacio que nos separara. Estábamos piel con piel. Salió y empujó lo que una vez fue lento y suave ahora era rápido y fuerte. Alcé la mirada y vi como nuestros cuerpo se unían.

—¡Dios! —Me retorcí debajo de el mientras el placer abrasador tomaba control de mi.

Dylan estaba en su propio frenesí, disfrutando y tomando lo que quería de la forma en que lo quería. No podía aguantar mas.

Dylan

Nunca había sentido tanto placer como para que se convirtiera en un dolor bienvenido. Willa se contrajo cuando comenzó a correrse aferrando mi miembro dentro de ella. Su cuerpo se empujaba contra el mío en un perfecto ritmo mientras se contraía. Llevé mi mano a su clítoris y sin dejar de moverme sobre ella froté en círculos para hacer mas intenso su orgasmo.

—¡Oh dios! No pares.

No lo iba hacer.

Ella gritaba y se aferraba a mi con sus piernas. Empujé de nuevo y esta vez me dejé ir. Me incliné de nuevo hasta que mi pecho toco el suyo y mi boca estaba en la curva de su cuello. Mi espalda se encorvó mientras me corría dentro de ella con fuerza. No quería que terminara nunca.

Finalmente, cuando estuve completamente satisfecho y el cuerpo de Willa no temblaba más a causa de su orgasmo. Cedí y me recosté sobre ella con la cabeza apoyada sobre su pecho. Su corazón lentamente fue tomando su ritmo normal y era como un arrullo para mi. Sus manos se deslizaban por mi espalda y no hizo movimiento alguno para que me quitara.

Algo se movió dentro de mi. Siempre había sentido que me faltaba algo. Era un hueco en mi ser que no podía llenar con nada pero estando así con Willa no lo sentía mas. ¿Esto era lo que me faltaba? ¿Lo que anhelaba? Confianza, paz... tal vez algo más.

Pero no importaba porque no iba a durar, no importaba lo mucho que quisiera conservar a Willa, no era mía, pertenecía a sus padres para hacer lo que quisieran con ella.

Me recosté sobre la cama ignorando el frío que había traído abandonar el suave cuerpo de Willa. Ella se giro sobre la cama para quedar de frente hacia mi y me miró con curiosidad y me regaló una pequeña sonrisa. Yo había puesto esa sonrisa en sus labios y lamenté en silencio por tener que borrarla.

Suspiré y escogí con cuidado mis siguientes palabras.

—Nunca confundas el sexo con amor, de ninguna clase, Willa.

Su ceño se frunció y se sentó lentamente sobre la cama. Su cuerpo desnudo frente a mi me tentaba con tenerla una vez mas pero no podía, el trabajo estaba hecho. —¿Qué?

Eso no salió como quería. —Nunca involucres tu corazón, Willa. Las personas como nosotros no conseguimos amor, solo placer.

—¿De qué estas hablando?

Lucía verdaderamente confundida. ¡Qué mierda!

—¿Qué dijo tu madre cuanto te trajo? ¿Qué razones te dio?

—Dijo que debía hacer esto como un favor a tu padre. Que el quería que uno de sus hijos pasara un buen rato y mi padre me ofreció a mi.

¡Maldita sea! Ella no sabía que esto significaba que estaba entrando al negocio, que de ahora en adelante su cuerpo no le pertenecía mas, ahora era propiedad de quien pagara mas por ella.

—Willa, tu mamá mintió.

—Ella no miente, siempre me dice todo como es, no importa lo feo que sea.

—Esta vez lo hizo. La razón para que perdieras tu virginidad es porque quieren iniciarte en la prostitución y lamento decir que no hay nada que puedas hacer. No podrás volver a la escuela a saludar a tu novio ni a tus amigos, esa vida se acabó en el momento en que entraste a esta casa.

Retrocedió hasta el borde de la cama. Se había puesto pálida y negaba con la cabeza. -No, tú estas mintiendo. Yo no... ellos son... son mis padres, ¿por qué me harían algo como eso?

Sus ojos se inundaron con lagrimas y ella volvía a ser una niña, no la mujer con la que acababa de tener el mejor sexo de mi vida. Tomó una de las almohada y cubrió su cuerpo. -No lo entiendo.

—Lo único que les importa es hacer dinero, Willa. Nunca creas que les importas porque no es así.

—¿Qué va a pasar conmigo?

Esta era la parte difícil, si las cosas son como las imaginaba sus padres la iba a llevar a una de las casas de entrenamiento con otras chicas para educarla y hacerla una experta en el arte del sexo. Después de eso comenzarían a ofrecerla. Solo le quedaba esperar ser ubicada en un rango alto de los catálogos, se tenían mas beneficios de esa manera y se ganaba mucho mas. Lo suficiente para poder ahorrar y un día liberarse de la deuda. Eso hacía yo.

—No lo sé —mentí. No era necesario asustarla con lo que sabía.

—¿Puedo irme ya? —pidió en voz baja.

Quería decirle que no, que se podía quedar conmigo el tiempo que quisiera pero en cambio me levanté de la cama y fui a buscarle algo de ropa. Busqué entre mis cajones algo que pudiera usar y saqué un pants y una sudadera de color gris.

—Toma —le extendí la ropa y ella la tomó con cuidado.

—¿Puedo pasar a tu baño?

Señalé el camino y la vi menear las caderas hasta él.

Demasiadas malas ideas cruzaban mi mente. No podía quedármela, debía recordar eso pero si se lo pedía a mi padre el podría aceptar por el precio justo. Yo podía proteger a Willa de cualquier cosa y se establecía que era mía, la dejaría hacer lo que quisiera, la liberaría... pero eso significaba aumentar mi deuda mucho más.

—¿Todas las mujeres se ven así después de tener sexo?

Su voz me trajo de regreso al mundo real. La observé y me permití sonreír, se había limpiado lo mejor que pudo el maquillaje negro sobre sus ojos y peinó de nuevo su cabello, era lo único que lucía intacto sobre ella. Mi ropa le quedaba grande pero se las arregló para que el pants no se le cayera.

—¿Sexis y adorables? No, solo tu.

—Me refiero a desastrosas y con ojos de mapache.

—Sigue siendo solo tu mi respuesta —bromeé y Willa sonrío un poco pero no llegó a sus ojos.

—Gracias por la ropa. Buscaré a mis padres para irnos. —Tomó sus zapatillas del suelo y camino descalza hasta la puerta.

—Espera.

Podía salvarla, podía hacerla mía pero sería pertenecerle a mi padre por mucho mas tiempo del planeado.

Sus tristes ojos pardo me observaron esperando que dijera lo que iba a decir pero no podía. —Sobrevive Willa. Cuando cumplas dieciocho muchas cosas sobre la deuda cambiaran y tendrás la oportunidad de buscar ser libre y no dejes que te hagan adicta a nada porque será tu condena.

—Gracias.

—No me agradezcas.

—Me trataste con respeto, Dylan por eso te doy las gracias. Siempre lo recordaré.

Willa

Se escuchaba música saliendo de la sala de juegos en la que conocí a Dylan. No quería entrar pero debía hacerlo. Debía entrar y fingir que no sabía nada sobre mi futuro.

Mi vida estaba por ser arrebatada por completo. No habría mas escuela, ni mas Chad, no es que lo amara pero él era una pequeña pieza de normalidad en mi vida que me hacía sentir querida por alguien. ¡Dios! Mis padres iban a tomar todo de mi y no había nada que yo pudiera hacer.

Abrí la puerta y entré lentamente. Mi madre estaba platicando con mi hermano Will tranquilamente en la barra mientras el resto de los hombres jugaban una partida de billar. La rubia que estaba aquí dentro cuando yo llegué había desaparecido.

—Miren quien volvió. —cantó el hermano de Dylan, Andrew y caminó hacia mi. Mis piernas comenzaron a temblar del miedo que me daba verlo. —Y con ropa nueva.

—No la molestes, Andrew —ordenó su padre. —Déjala pasar.

Se quitó de mi camino y me adentré en la habitación. Quería correr a abrazar a mi hermano y rogarle que me llevara lejos pero eso lo metería a él en problemas y tenía suficientes, no por nada lo habían mandado a vivir a esta casa.

—¿Cómo te fue, querida? —preguntó mi padre y todos me miraron con interés menos Will. Si claro, como si fuera a contarles. Me encogí de hombros y miré hacia el suelo.

—Contesta Willa —ordenó mi padre.

—Es que no sé como explicarlo, todo fue nuevo para mi —mentí. Podía explicar cada cosa que sentí a la perfección pero ese conocimiento me pertenecía solo a mi.

—¿Qué van a hacer con ella? —miré al hermano mayor, Ian. Era la primera vez que lo escuchaba hablar. Su voz era profunda y controlada.

—Será entrenada y trabajará. —dijo mi madre.

—No con cualquiera, claro —aclaro mi padre —Mi hija es hermosa y con un cuerpo divino, es inteligente y está bien educada, no es cualquier puta. Ella trabajará con nuestros clientes mas importantes y hará los trabajos mas importantes.

No llores, no llores.

El hijo mayor me examinó de pies a cabeza antes de girarse hacia mi padre.

—¿Entramos nosotros entre esos clientes?

¿Qué?

Eso hasta sorprendió a mi padre pero el se recompuso mejor que yo —¿Estas interesado?

Miré al dueño y jefe de todos nosotros, Michael que miraba con diversión toda esta situación.

—Tal vez. —Tomo un cuadró de tiza y lo froto sobre la punta del taco de billar —Tiene razón en algo que dijo —se posicionó para golpear la bola y segundos antes de hacerlo me miró —Su hija es hermosa y al parecer nos tiene a mi y a mi hermano interesados.

Papá sonrió con orgullo, un orgullo que yo quise ver cada que le mostré mis buenas calificaciones de la escuela. —Por el precio correcto —respondió.

Todos los hijos de Michael eran guapos, incluso el desagradable de Andrew que era el que mas se parecía a Dylan. Cabello oscuro casi negro, ojos azules, cuerpos muy bien formados y una belleza dolorosa. Ian por otra parte, aunque tenía los mismos ojos azules, era de cabello rubio, con un cuerpo mas delgado pero aun así en forma. Pero a todos ellos les faltaba la humanidad que Dylan tenía y dejaba ver a través de sus ojos y eso me daba miedo porque desde ahora estaba a su merced

—Te lo dije, Richard. En el momento que vi la fotos de tu hija supe que sería un éxito. Pero no importa cuan interesados estén mis hijos, Willa debe descansar y prepararse bien para lo que viene.

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