Epílogo

Maleken estaban sentado en las escalinatas de su altar en la superficie de Svartálfaheim, bebiendo el vino mezclado con sangre que habían dejado entre sus ofrendas cuando la temperatura del ambiente bajó de repente y las plantas que rodeaban la construcción de piedra perdieron sus brillantes colores cálidos para tornarse negras. Ni siquiera él, con su energía caótica, permitía que su presencia tuviera tal efecto en los alrededores.

—Sé lo que hiciste, Maleken —dijo una voz ronca y gruesa antes que su dueño se materializara por completo—. ¿Qué es lo que estás tramando esta vez?

El señor espectral de Hel se rió sin hacer ningún intento por encarar a su inoportuno invitado.

—¿Qué es lo que más te molesta, Kaesir? ¿El que te haya suplantado para engañar a dos mujeres o el que te haya robado sus ofrendas?

—Ten mucho cuidado conmigo pues yo sé quién eres en realidad —amenazó el dios de las pesadillas, moviéndose como una nube oscura hasta tomar forma frente al engendro del inframundo—. La única razón por la que todo el panteón nórdico no lo sabe aún es porque la recompensa no sería suficiente, pero podría decidir que el verte encadenado es el pago perfecto.

Maleken suspiró, dejó el cáliz en el escalón donde se hallaba sentado y se irguió, bajando las escalinatas mientras su apariencia y vestimenta cambiaban hasta tomar su verdadero rostro.

—¿Qué es lo que quieres en realidad, Kaesir? —preguntó, invadiendo el espacio personal del dios oscuro.

—No puedo hacer nada por lo que le arrebataste a la sacerdotisa pues la mujer está muerta, sin embargo, la reina no te ha pagado, ¿verdad? —Las enormes alas oscuras de la deidad se extendieron a su envergadura total y una media sonrisa curvó la boca de su dueño.

—No, pensaba visitarla para recordarle.

Aún con aquella media sonrisa, Kaesir demandó con un tono altanero en su profunda voz:

—Yo seré quien cobre los corazones de esos niños, además de que me des a tu acólita como remuneración por la afronta de suplantarme.

Alzando una ceja, Maleken rió entre dientes y sin ganas a la vez que meneaba la cabeza de lado a lado. El infeliz creía que podía ganarle en cuestiones de extorciones y engaños. Pobre insecto.

—Y si no acepto le dirás a todos mi verdadera identidad —Cuando el Amado de las Sombras sonrió malévolamente, Maleken continuó—. Muy bien, Kaesir, tendrás todo lo que quieres. Te ofrezco mi palabra, aunque sé que la mayoría de ustedes no la tienen en alta estima.

—Está en tu mejor interés que cumplas, hijo de Odín —amenazó la deidad oscura en el dialecto de los Vanes antes de desaparecer.

Si llegas a traicionarme, pequeño Kaesir, mis hijos harán que mi castigo a manos de Odín parezca uno de los placeres de Valhalla cuando te atrapen, pensó el señor espectral mientras observaba al dios desvanecerse en el aire nocturno y chasqueaba los dedos, retornando toda la vegetación circundante a los brillantes colores que poseían antes de la inesperada visita.

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