Capítulo 8 ✔

Suspirando ante las pervertidas imágenes que su diablilla interior colocaba en su mente, la chica se dirigió a la cascada tanteando en la oscuridad, igual que había hecho cuando llegó a esa laberíntica cueva. Gracias a Dios el brillo del agua era lo bastante fuerte como para iluminar una buena porción de la cueva luego que se pasaba de la mesa; así que llegar al borde del pozo no le fue tan difícil ni peligroso.

El drow levantó la vista al verla acercarse y ella le sonrió mientras comenzaba a desvestirse bajo su atenta mirada. Sus pupilas se dilataron y hasta tragó en seco al verla entrar al agua completamente desnuda. El corazón se le aceleró pues en el fondo sabía que si su duendecilla peliazul lo rozaba siquiera, él no podría aguantarse las ganas de poseerla una segunda vez. Y entonces ni la Ar'gik Chysmallar podría separarlo de su sexy humana.

Ella se acercó con lentitud, creando suaves ondas en el agua que parecían excitarlo cada vez más al romper contra su cuerpo. Envolvió los brazos alrededor de su cuello, pegando aquellos hermosos senos contra su rígido pecho, y se dispuso a jugar con la punta de su oreja izquierda.

Una punzada de placer descendió por su cuerpo en respuesta a las caricias de su traviesa jovencita, logrando que su erección, la cual se hallaba atrapada por la pelvis de ella, se fortaleciera, arrancándole un gruñido de sus labios.

—¿Itagar? —le preguntó, mordiéndose los labios y pasando un dedo sobre los suyos.

—¿Sí…? —cuestionó él, exhalando todo el aire que tenía en los pulmones.

—¿Qué dirías si te dijera que puedes acompañarme a casa?

Él abrió sus ojos de repente, los cuales no estaba seguro de cuándo los había cerrado, y observó aquellos zafiros detenidamente sin creer las palabras que acababa de escuchar. ¿Estaba bromeando con él?

—¿Qué dijiste?

Adara se apartó de él con el rostro rojo de la vergüenza y miró hacia el agua mientras escondía un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Olvídalo. No fue nada importante en realidad —murmuró antes de darse la vuelta y caminar hacia la orilla del charco.

Dándose cuenta de su error, Itagar se apresuró tras ella y la envolvió en sus brazos antes que saliera del agua. Cerró los ojos y hundió la nariz en el cabello de ella para grabarse aquel aroma en su memoria.

—No me malinterpretes. No di mérito a tus palabras porque las pensé imposibles, pero créeme cuando te digo que estaría dispuesto a acompañarte si pudiera —Hizo una pausa para apretarla más contra él y posar un beso fantasma sobre su hombro—. Los drows no podemos subsistir por mucho tiempo fuera de Svartálfaheim. La magia de nuestro mundo nos mantiene vivos, sin ella nuestros cuerpos comenzarían a marchitarse en un par de siglos y moriríamos.

—Y-yo… yo n-no p-p-pretendía…

—Shh. No derrames tus lágrimas por algo que no se puede cambiar —susurró él, secando las mejillas de su pequeña humana y colocando un dedo bajo su barbilla para girarla hacia él antes de inclinarse sobre ella. Los labios de la chiquilla se sintieron suaves y algo hinchados por la brusquedad con la que los había tratado anteriormente. En ese beso procuró volcar todo el sentimiento y la añoranza por un destino diferente que pudo pues deseaba mostrarle que no mentía cuando dijo que la acompañaría al mundo humano si pudiera.

Cuando sus labios se separaron, Adara lo miró con más lágrimas brillando en sus hermosos ojos azules.

—Entonces hazme el amor una vez más, Itagar. Quiero que me marques como tuya para siempre. Sólo así me iré a casa sin ti.

Señora de los Ojos Brillantes, dame fuerza. Su duendecilla ni siquiera sabía lo que estaba pidiendo, pero la bestia en su interior ya desesperaba por salir y cumplir con los deseos de la joven.

Para los drows, criaturas que hacían de la violencia y el salvajismo su diario vivir, una pareja verdaderamente amada era lo único que podía mantenerlos cuerdos y salvarlos de sucumbir ante la crueldad de su naturaleza. Una vez hallado ese otro colmillo de la araña, la costumbre dictaba que se marcara para que el resto de la sociedad viera que esa persona le pertenecía a otra y no se debía dañar o su pareja vendría a tomar venganza. Una pareja marcada era algo casi sagrado para los elfos oscuros pues nadie deseaba perder su segundo colmillo, mucho menos luego de haber sido encontrado.

Y el motivo de este respeto no era otro que el temor a su propia deidad. La Ar'gik Chysmallar, a pesar de ser cruel y despiadada, era justa y gustaba de proteger a los inocentes. Cosa que un drow dominado por su bestia sanguinaria no podría reconocer y terminaría perdiendo el favor de su diosa, convirtiéndose entonces en su víctima.

Loth raras veces daba segundas oportunidades.

Adara lo besó de nuevo, introduciendo la lengua dentro de su boca, urgiéndolo a tomar su cuerpo como ya lo había hecho una vez. Sin embargo, él necesitaba decirle, explicarle con exactitud lo que para su raza significaba el acto de marcar pues no era algo para tomar a la ligera.

Su bestia, sin embargo, no pensaba lo mismo. Estaba convencida en su totalidad que ya existía una conexión con la duendecilla y por lo tanto debían reclamarla como suya, tal y como dictaban sus costumbres, aunque el segundo colmillo fuera humano; el racismo no le importaba en esos momentos.

—Adara —comenzó el elfo mientras ella echaba el largo cabello mojado para atrás y quemaba la piel de su cuello con ardientes besos—. Por favor… —Un gemido se le escapó cuando ella bajó una mano por su torso hasta atrapar su erección en ella—. De-eten… detente —Logró decir con bastante dificultad.

—¿Por qué? Yo sólo quiero grabarme tu recuerdo en mi memoria antes que nos separemos para siempre —Lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro sin detenerse—. Por favor, Itagar, tómame hasta que sólo desee ser tuya —le susurró al oído.

Los irises del drow se tornaron cromados con un tenue brillo rosado que rodeaba la pupila y centelleaba casi rojo de vez en cuando. Su monstruo interior había roto la última de sus cadenas y reclamado el control del cuerpo. Con el elfo bajo la influencia de su propia oscuridad ya no habría esperanzas para que ninguno de sus corazones sobreviviera intacto hasta la llegada del amanecer.

Que Loth lo amparara bajo sus patas si la marca llegaba a consumarse pues él perdería la cordura una vez Adara se fuera.

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