Capítulo 67

—Has llegado más tarde de lo planeado y con una vida en tu vientre, pero no importa. Todo saldrá bien —dijo la deidad lunar, demandando toda su atención—. Espero que Itagar te haya explicado las consecuencias de que volvieras a Svartálfaheim junto a él antes que pusieras un pie en el planeta, mi pequeña.

La chica peliazul solo pudo asentir mientras se aferraba al antebrazo de su elfo con la fuerza de un hombre fornido. Su víctima se le quedó mirando con una ceja levantada mientras trataba de enviarle olas tranquilizadoras a través de su conexión mental.

—Entonces ven aquí, pequeña —pidió Loth con un tono maternal y una sonrisa en sus labios a la vez que extendía un brazo hacia Adara—. Ven, es hora de que abraces tu nuevo camino, Adarash’kar Lotheana Rys.

Todavía aferrada a su amado drow, percibió la piel de su frente calentándose cada vez más hasta que un quejido brotó de sus labios y luego, tan repentino como empezó, todo se desvaneció. Sus dedos se precipitaron al área afectada, esperando encontrar evidencia de lo que acababa de sentir, pero la piel de su frente se hallaba perfecta y hasta fría al tacto. Frunciendo el ceño, la joven levantó la mirada hasta su marido para luego observar a la diosa y viceversa. Una pregunta estaba pintada en su rostro, esperando que cualquiera de los dos elfos oscuros fuera tan amable de responderla.

—Ese es tu nuevo nombre, el cual nuestra Señora de los Ojos Brillantes acaba de tejer en tu frente —susurró Itagar, agarrándole la barbilla y aprovechando para acariciarle el labio inferior con su pulgar—. Significa la Flor bendecida por Loth —Una media sonrisa curvó sus labios antes de separarla de él y darle un empujoncito hacia la deidad lunar—. Ve con ella, sar’gek, que no puedo esperar a tenerte a solas.

Adara se ruborizó, calor encendiendo todo su rostro en forma de corazón, al dirigirse a la dama que se hallaba parada cerca de la cama de Itagar. La diosa la recibió con una sonrisa, indicándole con un gesto de la mano que se acostara en el pedazo de piedra en el que el drow descansaba. Con una última mirada hacia su alma gemela, la chica dio un largo suspiro, buscando calmar sus nervios, y se acostó en la cama donde su elfo la había hecho suya aquella segunda vez.

—¿El bebé estará bien? —preguntó en un hilo de voz, mirando directo a los ojos de la divinidad.

Loth asintió con la cabeza mientras le mostraba una cálida sonrisa, mas no pronunció palabra alguna. La mortal tragó en seco y entreabrió los labios, preparándose para hacer saber sus inseguridades cuando la voz de la otra fémina hizo que se detuviera.

—No te preocupes, mi flor, yo me aseguraré de que esa pequeña vida no sufra ningún daño mientras su madre alcanza la inmortalidad, tienes mi palabra. Itagar y tu son mis avatares, nunca haría algo que los lastimara.

—Muy bien. Estoy lista.

Una vez su colmillo cerró los ojos, aceptando el cuidado de la diosa, Itagar se sentó en su mesa con la mirada clavada sobre las dos mujeres a la misma vez que el proceso comenzaba. Convertir a un mortal en inmortal no era algo que cualquier hada, demonio o elfo pudiera hacer pues muy pocos tenían la fortaleza innata de los dioses para soportar el nivel de energía que debía ser canalizado a través de su cuerpo. Era un proceso delicado y peligroso para aquellos que no poseían la habilidad y experiencia necesarias.

Por suerte Loth tiene todos los requisitos en abundancia.

Por horas escuchó los cánticos que su diosa entonaba en un idioma lírico y antiguo, muy diferente al de los drows. Sospechaba que era la lengua nativa de los Vanes pues, al fin y al cabo, Loth era una divinidad de la naturaleza y pertenecía a la gran familia de Njörd lo quisiera o no.

El flujo de energía y los cánticos continuaron hasta que ambas cosas llegaron a un pico, y entonces sucedió. La piel de Adara comenzó a tomar una palidez enfermiza, que provocó un aumento en la rapidez de sus latidos, y, luego, una luz nació de entre sus senos, creciendo e iluminándose con mayor intensidad hasta que todo el cuerpo fue envuelto en ella. Ésta brilló por algunos segundos, obligándolo a levantar un brazo para protegerse los ojos, hasta desaparecer de repente, dejándolo viendo puntos blancos por unos instantes.

Cuando su vista retornó a la normalidad, se encontró con que el cuerpo de su colmillo ahora mostraba tatuajes negros por todos lados. Loth le sonrió, apartándose de la cama, y extendió un brazo, invitándolo a que se acercara.

—Ella dormirá por un par de horas más, pero no es recomendable que la dejes sola. Levantarse marcada de pies a cabeza sería impactante para cualquiera —dijo la Madre luna mientras él se acercaba y arrodillaba al lado de la cama—. Además, necesitará a su colmillo para ayudarla pues los nuevos sentidos de seguro la abrumarán, teniendo en cuenta que era solo una humana.

Itagar asintió y, levantándose del suelo, le hizo una venia a su señora.

—No sabe cuánto le agradezco este enorme regalo. Estaré en deuda con usted por la eternidad.

—No, Aquel que la noche oculta, esto es un pago por los servicios que me has prestado —respondió la divinidad, poniendo sus dedos bajo el mentón del elfo y coaccionándolo a que levantara la cabeza—. Debes saber que siempre serás recompensado por llevar mi justicia a todos los rincones de Svartálfaheim —Posó un beso en la frente del drow y se retiró, desvaneciéndose entre las sombras de la caverna.

Solo, en aquel sistema de cuevas que una vez fue prisión, mas que ahora era depositario de todos sus sueños y anhelos, el exgeneral retornó su mirada a la dueña de su alma, quien dormía tranquilamente a pesar de todo el estrés por el que pasó su cuerpo. En algunos aspectos seguía siendo la misma de siempre, pero en otros era como una mariposa recién nacida. Los tatuajes que la cubrían no llegaban a hacerlo por completo: su rostro solo mostraba las fases de la luna sobre su frente, desde nueva en las esquinas hasta llena en el centro, y una línea horizontal atravesaba la nariz para terminar en los pómulos. Sin embargo, los brazos y piernas eran otro cantar. Comenzando en los dedos hasta la mitad de los antebrazos, intrincadas líneas se mezclaban con estrellas y puntos para proteger a una luna llena en el medio del dorso de las manos. Y, aunque no podía confirmarlo debido al vestido de corsé y las botas que cubrían a su niña, apostaba a que encontraría más tatuajes en su torso y pies.

Quizás hasta tenga sus senos tatuados… ¡Eso sería hermoso!

Su bestia gruñó en aprobación desde su jaula.

Tendiendo una mano para tomar un pequeño mechón del sedoso cabello, ahora azul y negro, de su duendecilla y comenzar a torcerlo sobre su dedo índice, el elfo se recostó al lado de la joven. Ladeando a su sar’gek para que lo primero que viera fueran sus ojos al despertar, ejecutó su papel de protector a la perfección hasta que el silencio fue adormeciendo su cuerpo y sus párpados, cansados de luchar contra los polvos de Carcanak, se cerraron, totalmente vencidos.

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N/A: Esto es todo por hoy, muñecas. Quedan de 4 a 6 actualizaciones más y terminamos este bebé. ¿No están emocionadas? Yo estoy loca por escribir ese final.

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