Capítulo 65
Niflheim resultó ser algo distinto a lo que esperaba cuando pensaba en un lugar lleno de tinieblas y hadas oscuras. Un poblado comercial con luces por doquier y criaturas de todos los tamaños y formas los recibieron al atravesar la puerta interestelar, dándole la impresión de esos pequeños pueblos que dependían del turismo en la Tierra. Fue inesperado, al menos para ella, Itagar, en cambio, se movía a través del lugar con la seguridad de un nativo.
Su estadía no duró mucho más de dos días, pero fue muy acogedora, si Adara no contaba las miradas hambrientas que algunos comensales en la posada le dieron. La dueña del negocio y su hija, una hermosa rubia de ojos verdes que amenazaba a los clientes con dos hileras de filosos dientes cada vez que se enojaba, los trataron de maravilla al percibir la bendición de Loki sobre ellos. Las mujeres le servían al dios y creían que serían recompensadas por ayudarlos al darle techo, alimento y hasta ropas nuevas totalmente gratis. La joven peliazul no estaba tan segura de que el dios del engaño fuera a hacer tal cosa, pero ella no era quien para destruirle la ilusión a criaturas que podían devorarla en un instante si se lo proponían. Calladita se veía más bonita.
Luego de recibir direcciones de dónde hallar el vellum más cercano, emprendieron su viaje a pie, lo que le llevaría casi todo el día, mientras Itagar aprovechaba el tiempo para explicarle qué era aquello que buscaban.
El vellum era exactamente lo que su nombre indicaba, un velo o barrera mágica transparente que servía como portal entre mundos. Las hadas los creaban a su antojo para tener un acceso constante a donde deseaban ir y no tener que esperar los períodos de actividad de las distintas raíces para poder viajar entre los nueve planetas de Yggdrásil. Era una forma rápida y creativa para transportarse que les facilitaba la vida a muchos. Sin embargo, estaban prohibidos en ciertos mundos como, por ejemplo: Hel.
Durante todo el trayecto al vellum, el cual se hallaba en medio de un bosque marchitado por la magia negra, Adara pudo ver muchas bocas con afilados dientes blancos deslizarse entre la perpetua niebla y oscuridad que cubría todo, pero nunca llegaban a acercarse demasiado. Sospechaba que el motivo de eso también era la bendición de Loki sobre ellos, así que no había sido tan mala idea pedirla, después de todo.
Sin embargo, eso cambió al acercarse al final de su trayecto.
Con el aliento pesado por la larga caminata, la chica se pegó al drow, aferrándose al brazo de éste mientras lanzaba miradas furtivas a todo su alrededor. Los dientes habían comenzado a hacerse notar más cerca a ellos, poniéndole los pelos de punta y agitando su corazón.
—No te preocupes, sar’gek, ya estamos cerca. Puedo ver el vellum a tan solo unos metros de nosotros —susurró él a la vez que ponía una mano sobre la empuñadura de una de sus dagas amarradas a su cintura—. Solo no te despegues de mí pues creo que nos han rodeado remeriqes. Imagina enormes perros musculosos sin ojos, pero con bocas por todo su cuerpo. Ellos son uno de los mayores peligros para los viajeros en Niflheim.
Adara tragó saliva y agarró con más fuerza el brazo de su marido antes de murmurar un «muy bien».
Apresurando el paso, Itagar se dirigió hacia el velo mágico que distorsionaba un par de metros del paisaje, creando un efecto de agua ondeante. Aferró su daga con más fuerza sin perder de vista las bocas de los remeriqes cerrando el cerco a su alrededor y rogó por calma a su diosa.
Solo un par de pies más y estaremos a salvo.
Los animales comenzaron a gruñir a su alrededor y un par de ellos se detuvieron debido a la cercanía del vellum, pero los más grandes continuaron sin mostrar miedo a la magia.
Justo cuando pensó que el remeriq a su derecha iba a saltar sobre él, frío asaltó su cuerpo con la misma sensación de haber sido arrojado un balde de agua helada y el bosque marchito fue reemplazado por uno que brillaba fosforescente bajo la luz de la luna.
Al mirar a su lado, se encontró con su mano aferrada a la de su sar’gek. En algún momento había soltado su arma y agarrado lo único era verdaderamente importante en su corazón.
Una media sonrisa curvó sus labios al observar a su duendecilla caer en la cuenta de que ya no eran perseguidos por bestias come hombres, sino que estaban a salvo en la hermosa superficie de Svartálfaheim.
Con el corazón en la boca, Adara lanzó un suspiro al ver los tenebrosos alrededores de Niflheim ser sustituidos por el claro de un bellísimo bosque fluorescente. Aún templando, bajó la mirada a su mano entrelazada con la de su elfo y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. El contraste entre su piel blanca y el color carbón de Itagar era como aquel entre la tierra y el mar, sin embargo, no era un símbolo de sus diferencias, sino de la necesidad de estar unidos.
Después de todo, al igual que el mar no podía alejarse de la tierra, ella tampoco era capaz de abandonar a su drow.
Mucho menos ahora que podrían compartir la eternidad juntos.
—Lo logramos —susurró ella todavía jadeando por aire—. ¿Esas cosas no nos siguieron?
A su lado, Itagar negó con la cabeza antes de mirar al cielo y cerrar los ojos, disfrutando de la leve brisa que le movía el cabello, acariciándolo como una madre recibiría a su hijo perdido. Los sentimientos de felicidad y satisfacción que fluían desde el alma de su marido a la suya hicieron que sus ojos se llenaran de lágrimas. ¡Nunca había percibido a Itagar tan en paz consigo mismo!
—Me alegra que te sientas feliz de regresar a tu casa —susurró Adara con la emoción y la adrenalina haciendo nudos en su garganta, los cuales eran reflejados en su voz.
El elfo se volteó hacia ella con una serenidad increíble considerando la situación de la que acababan de escapar y sus ojos parecieron brillar como la luna misma por un breve instante antes que ladeara la cabeza.
—Ahora es nuestra casa —corrigió él, entornando sus ojos plateados sobre el vientre de su sar’gek y colocando una mano sobre éste.
—¿Qué haces? —preguntó ella entre risitas a la vez que lo empujaba un poco y bajaba la mirada hasta la mano que la tocaba—. ¿Por qué actúas como si estuvieras esperando sentir una patada? Aún si estuviera embarazada, lo cual dudo que suceda tan rápido, una semana sería demasiado temprano para sentir al bebé.
—Lo estás, siento su alma y la energía mágica que ya ha hecho suya —respondió con una sonrisa en sus labios sin quitar los ojos de la barriga de su amada duendecilla—. Tienes a nuestra bolita de magia creciendo en tu interior. Seremos padres, sa’qar.
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N/A: LA TRIPLE ACTUALIZACIÓN ESTÁ AQUÍ, CHICAS!! Les recomiendo buscar pañuelos antes de leer.
¿Quieren ver mi inspiración para los remeriqes?
Imaginenlos con el cuerpo parejo en musculatura y gris en lo blanco y negro en lo vino.
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