Capítulo 62
Se encontraban en una cueva desde donde se podía ver la resplandeciente ciudad de los Ases incluso bajo el pesado diluvio que caía en aquellos momentos. Torres y domos se elevaban a distintos niveles sobre el horizonte como si la propia ciudad deseara imitar una de las montañas que la rodeaban. Valhalla era hermosa e imponente, algo que tenía en común con los propios dioses que la habitaban.
Aunque él nunca había visto a los dioses superiores con sus propios ojos.
De repente, Adara soltó un gritito desde el interior más oscuro de la cueva, haciendo que abandonara la entrada para ir tras ella. Aún cojeaba un poco, pero por lo menos su regeneración había sellado el hueco en su muslo. Lo demás terminaría de curarse cuando la noche cayera y pudiera tomar un baño de luna, el cual debería ser más efectivo que en su planeta pues Asgard tenía dos satélites naturales.
Aquella mezcla perfecta de jazmín y vainilla que su duendecilla había estado emanando de sus poros hacía varios días, volvió a asaltar sus sentidos. Su cuerpo había dejado de reaccionar a ello mientras la mujer estuvo en peligro, pero ahora que estaba a salvo y a su lado, sus hormonas estaban volviendo a afectarlo. Esa era una de las razones por la cual estaba admirando el paisaje mientras ella exploraba la cueva. Necesitaba el aire fresco.
Sin embargo, al adentrarse en la cueva, el aroma que anunciaba la fertilidad de su sar’gek lo envolvió, enviando una ola de placer bajo su espalda y endureciendo a su amigo hasta formar un bulto considerable en sus pantalones. El fuego de la lujuria volvió a quemar sus venas, urgiéndolo a calmar las llamas con la mujer que se hallaba doblada sobre lo que parecía un rudimentario altar para una deidad. El trasero redondeado de su niña cubierto por los restos de su ajustado vestido negro estaba a su vista mientras ella observaba de cerca unas runas que rodeaban la base de la estatua de un hombre sentado con enormes cuernos que se enroscaban sobre su cabeza.
—No me digas que esa estatua te hizo gritar, kaflan —dijo antes de darle una nalgada que la hizo soltar otro gritito y la lanzó contra el objeto que admiraba. Agarrándose de la rodilla que tenía la divinidad levantada y sobre la cual descansaba un brazo con garras por dedos, Adara se enderezó para luego clavarle una mirada de pocos amigos cuando se volteó a encararlo. La manera en que entornaba aquellos ojazos azules y torcía la boca hacía que deseara llenarla con su bicho, el cual pulsaba de emoción dentro de sus pantalones.
Sin darle tiempo a responder, acortó la distancia entre ellos con dos zancadas y atacó sus labios con el mismo fuego que ardía en su interior. Él le había prometido controlarse hasta el próximo día, pero eso fue antes que fuera secuestrada y llevada a otro de los planetas de Yggdrásil.
Ya no podía contenerse otro segundo.
No. Ya no quería contenerse.
—Casi te pierdo —le dijo, intentando recuperar el aliento luego de romper el beso—, necesito tenerte ahora.
Las pupilas de ella se dilataron ante sus palabras.
Empujándola hasta que su trasero terminó contra el pedestal de piedra de la estatua, Itagar la besó de nuevo mientras sus manos alcanzaban la espalda de su duendecilla y, tanteando hasta encontrar su premio, le bajaban el zipper del vestido negro. Siguieron los manguillos, resbalando por sus brazos hasta revelar un sostén ónix apresando los suculentos pechos de su colmillo.
Itagar se mordió el labio, observando de mala manera la pieza de ropa que escondía los tesoros de los que él anhelaba disfrutar, y se inclinó sobre la chica para susurrar en su oído.
—Quítate esa ofensiva cosa, quiero chuparte los pezones hasta oírte gemir por más.
Ella tragó en seco y sus manos se apresuraron a su espalda para cumplir con la orden de su marido a la vez que sentía cómo los largos dedos de éste se deslizaban sobre su piel, arrastrando el traje bajo sus costillas, caderas y muslos hasta que la tela se precipitó hacia el suelo de la cueva. Tiró el sostén al piso y, solo entonces, se dio cuenta que se hallaba completamente desnuda. De alguna manera Itagar le había quitado los pantis junto con el vestido sin que ella se diera cuenta de la ausencia de los primeros.
—¿Cómo...?
—Eso no importa ahora —la interrumpió él, halándola fuera del círculo de ropa a sus pies y cubriendo sus labios en otro beso—. No quiero que hables, solo gime para mí —murmuró contra su boca mientras su mano derecha se dirigía hacia el triángulo depilado de su sar'gek. Deslizando un dedo sobre la abertura, la encontró mojada y lista para su conquista.
Adara gimió en su oído, justo como él quería, y movió sus caderas hacia el frente, provocando que el falange se hundiera entre sus labios. Él respondió succionándole la lengua mientras añadía un segundo dedo. Otro gemido sonó acompañado por una contracción vaginal que apretó sus falanges de la manera más deliciosa y le arrancó un gutural quejido. Fue entonces que ella dejó que la pasión la guiara, y, halándole un mechón de cabello, comenzó a deslizarse contra sus dedos. Dentro y fuera, dentro y fuera, las caderas de su colmillo danzaban al compás de ese ritmo primitivo al que todo ser vivo se rendía algún día, montando sus dedos como si se tratara de su endurecido miembro; el cual, dicho sea de paso, se encontraba torcido de una manera dolorosa dentro de sus pantalones.
Itagar llamó el nombre de su niña en un aullido torturado y ella estalló de inmediato como respuesta, gritando una maldición mientras sus paredes estrangulaban los falanges de él con sus movimientos espasmódicos. Hundiendo los dedos más profundo para alargar el orgasmo, el elfo no pudo reprimirse más y su miembro también explotó en deseo, liberando chorro tras chorro de su semilla dentro de sus pantalones hasta que pudo sentir el espeso líquido descender por sus muslos.
A su lado, su mujer tambaleó al perder la fuerza en sus piernas, pero manos fantasmales la sostuvieron en pie mientras él se desnudaba con premura. La próxima vez que alcanzara el orgasmo sería dentro de Adara, como se suponía que un buen colmillo le sirviera a su mujer.
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N/A: Llegó el momento que ustedes deseaban desde que Itagar llegó a la Tierra buscando a Adara 🎊🎉😈. ¡Mazucamba es lo que viene!
Por aquí les dejo la foto de inspiración para la ciudad que menciona el capítulo y el vestido que tenía puesto Adara 😁.
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