Capítulo 53

—Es un placer finalmente conocer al hombre del que mis hijos me han hablado tanto —dijo Gavin, poniendo especial entonación a la palabra “hombre” antes de tenderle la mano al drow con una sonrisa en sus labios que no llegaba a iluminar sus ojos—. ¿Tiene algún apellido el señor Itagar?

El elfo oscuro, disfrazado de un joven de tez negra, se mantuvo de piedra hasta que la mortal le dirigió una mirada cuestionadora, solo entonces le estrechó la mano con movimientos rígidos, casi robóticos. Cosa que aprovechó para divertirse a costa del merodeador subterráneo.

Me pregunto qué tiene de especial la señorita Luciano como para que un seguidor de Loth ande en Midgard bajo la luz de Yamrar fingiendo ser un nativo, susurró Gavin dentro de la mente del drow, haciendo uso de su telepatía.

—Lotharus —respondió Itagar en un tono monótono, mordiéndose el interior de su mejilla en un intento por controlar el deseo de atacar al bastardo ljósálfar.

—Es griego —Se apresuró a añadir Adara con un entusiasmo que denotaba nerviosismo.

Gavin rió entre dientes, exudando jovialidad por cada poro de su cuerpo, y dio un paso adelante para poner una mano en el hombro de la joven maestra. Un estremecimiento, que no pudo ocultar, la recorrió completa, despertando el interés de su empleador. Ella nunca había reaccionado de esa manera a su tacto o su presencia.

Sin embargo, ni siquiera había abierto la boca cuando el drow le agarró la muñeca con fuerza, provocando que le otorgara al gusano de las cavernas una mirada de soslayo que mostraba todo el desprecio que sentía por su raza, y le apartó la mano de la chica de un tirón. El ljósálfar arqueó una ceja mientras apretaba la mandíbula, aquello no se quedaría así.

Con solo pensar en la palabra fuego, vio los resultados de su labor.

Itagar se llevó una mano a su sien de inmediato y un apenas audible gruñido escapó de entre sus dientes, seguido por el repentino quejido de la maestra.

Gavin alzó una ceja, pero decidió ignorar ese pequeño descubrimiento por el momento.

—No me lo tomes a mal, pero solo velo por la seguridad de mis hijos, querida Adara. Primero me pides darles clases a los gemelos en tu casa, especificando que los lleve su nana, y luego, de repente, un hombre comienza a pasar las tardes allí, —dio un suspiro y sus ojos verde aceituna se clavaron en el acompañante de la mortal—, si no le interrogara un poco, no sería un buen padre.

La chica bajó la mirada al suelo, sintiendo el calor subirle al rostro hasta que estaba segura de que parecía un maldito tomate maduro.

—Señor Marqués, y-yo-.

—La vida privada de la maestra de sus diablos no es de su incumbencia, pero si quiere saber con tantas ganas, yo desposé a Adara hace tres meses —interrumpió Itagar antes que su sar’gek se viera forzada a revelar su situación. Estaba más que consciente de que su duendecilla no deseaba revelarle a nadie lo que le sucedió, mucho menos a su jefe, y él prefería perder un brazo antes de hacerla pasar por tal horror—. Sin embargo, tuve que dejarla sola por circunstancias de trabajo y ahora he venido a buscarla.

La humana lo miró con sus ojazos azules abiertos como platos, la mano izquierda en el aire con los cinco dedos estirados, pero si pensaba en abofetearlo, el golpe nunca llegó pues los gemelos aparecieron corriendo desde el interior de la casona y la tomaron de las manos, Aaron le sostuvo la derecha mientras Arian se aferraba a la izquierda. Tomada por sorpresa, las facciones de la chica volvieron a iluminarse con alegría y se dejó guiar hacia un grupo de niños luego que los cumpleañeros se disculparan con su padre por la intromisión.

—¿Casados? Yo diría que es más que eso lo que los une a ustedes —apuntó Gavin de repente, retornando la atención del gusano oscuro sobre su persona—. No cualquier pareja decide unir sus psiques y sentir el dolor del otro. Aunque conociendo a tu raza como lo hago, no me sorprendería que la subyugaras y tomaras por la fuerza.

Itagar apretó las manos en puños y casi fusionó sus dientes para evitar pronunciar un hechizo que lanzara al bastardo de luz contra la pared de roca tras ellos. Era mala idea comenzar una pelea frente a todos aquellos débiles humanos, pero si se retiraban a un lugar más privado…

—¿Por qué no continuamos esta conversación lejos de ojos mortales?

Gavin arqueó una ceja castaña mientras una media sonrisa retorcía sus labios.

—No sabes cómo tu oferta alegra mi alma. Acompáñame, engendro de Loth.

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