Capítulo 51
Una presencia tenebrosa y gélida se apoderó del santuario una vez la última palabra abandonó los labios de Karish. La luz de luna que entraba por los tragaluces fue poco a poco opacada por una densa niebla tan oscura como el carbón hasta que bloqueó la luz por completo y las sumió en pura oscuridad. Incluso sus ojos, acostumbrados a vivir en las tinieblas de su mundo subterráneo, se vieron afectados, permitiéndole ver solo una silueta alada frente a ellas.
—Su majestad Karish’Lial Nemera y su exaltadísima Li’Cerias Asherus, su plegaria fue escuchada —Una profunda voz provino de la figura antes que ésta desapareciera entre la niebla que las rodeaba y volvieran a escucharla a sus espaldas—. ¿Qué exactamente es lo que desean de mí, pequeñas drow?
—Mi hermana requiere de una porción de su poder, Señor de las Pesadillas, para poder tomar la vida del avatar de Loth.
—¿Tan poco? ¿Por qué no pedir convertirse en diosas, ya que están buscando poder? —El batir de alas se escuchó tras las mujeres seguido por una ráfaga de viento que tironeó de sus vestidos y cabellos con fuerza. La niebla se disipó un poco, permitiéndole ver la deidad que apareció de nuevo frente a ellas con más claridad—. Una ayuda de tal magnitud requerirá un alto precio de ambas. ¿Están dispuestas a pagarlo?
Ambas féminas se quedaron mudas mientras una corriente de frío descendía por sus espaldas. Kaesir se hallaba flotando sobre el altar de piedra con sus enormes alas semiextendidas a sus lados, dispuestas a atacar en cualquier momento. Las filosas garras que remataban las articulaciones de aquellos apéndices aviares contrastaban con la hermosura de sus oscuras plumas, las cuales destellaban azul y violeta al ser iluminadas por la fantasmagórica luz púrpura que envolvía el final de su larga toga ceremonial.
—¿Y bien? ¿Acaso los enanos les comieron la lengua? —interrogó la deidad con tono de hastío mientras convocaba una cadena de un pie de largo con una esfera de humo violeta colgando del final—. Hablen ya antes de que decida maldecirlas y regresar a mis dominios.
Respirando hondo, la sacerdotisa dio un paso al frente y le sostuvo la mirada al Señor de las Pesadillas. Aquellos ojos que se veían a través de la máscara de hierro negro que ocultaba el rostro del dios, brillaban del mismo tono púrpura que envolvía sus pies, pero también mostraban finos destellos azules que parecían nacer en la pupila y morir al borde del iris.
—Por supuesto que estamos dispuestas a pagar cualquier precio que usted nos imponga, Amado de las Sombras.
El dios chasqueó la lengua y el vapor brillante que envolvía el borde de su túnica y sus hombros— los cuales sostenían unas ligeras hombreras de cuero adornadas con runas doradas sobre la elegante túnica ceremonial— se iluminaron con mayor intensidad.
—Su majestad fue sabia al ser ella quien me convocara, sabía que tú no soportarías el drenado de magia que una convocación conlleva —declaró Kaesir antes de posar su mirada sobre la reina drow—. Tu hermana se atrevió a hablar por ti, pero yo deseo oírlo de tus labios. ¿Estas dispuesta a pagar tan alto precio?
Karish sintió los ojos de su la’ramia sobre ella, tratando de adivinar su decisión, sin embargo, mantuvo su rostro de piedra, revelando nada de la tormenta en su interior. Una sensación extraña se arremolinaba en el fondo de su estómago, como un mal augurio anunciando una fatalidad. Y aún así, nada cambiaba el hecho que el ataque a la Gran Sacerdotisa de Loth equivalía a un ataque hacia su persona y debía ser castigado con impunidad.
—Estoy dispuesta a pagar lo que sea con tal que mi hermana adquiera el poder necesario para vengarse. Nadie lastima a mi familia y vive para contarlo.
La deidad asintió en concordancia con las palabras llenas de rabia de la monarca antes que una de sus alas se extendiera hacia la sacerdotisa, acariciando el rostro de la fémina con sus largas plumas y coaccionándola a que se acercara.
—Tomaré mi primer pago ahora y el segundo lo cobraré luego que tomen su venganza —declaró el dios oscuro mientras se quitaba la máscara, revelando un rostro etéreo que incluso hacía palidecer la belleza de su estatua. Se inclinó sobre la drow, uniendo sus labios en un desapasionado beso, y entonces comenzó.
La luz fantasmagórica que emitía el Señor de las Pesadillas cobró una intensidad insoportable para los ojos de la reina, provocando que ésta levantara las manos en un intento por protegerse, mas no podía hacer nada para evitar el aullido que brotó de la garganta de su hermana.
Cerias gritaba como si le estuvieran desgarrando el alma en pedazos con aquel beso.
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N/A: Sé que está más corto de lo normal para esta novela, pero prometo que el próximo capítulo tendrá las 300 palabras adicionales que a este le faltaron.
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