Capítulo 50
—Me sentí sucia todo el tiempo, asqueada de mi propio cuerpo —dijo la muchacha con lágrimas sin derramar en sus ojazos—, pero solo podía llorar mientras él obligaba a mi cuerpo a tomarlo como un amante… a tomarlo como lo haría contigo —sentenció, bajando la vista hasta el largo miembro que se erguía entre ellos, ocultando el lugar que ella deseaba besar.
—Ya está muerto —respondió Itagar en un gruñido bajo mientras la chica le agarraba el pene para apartarlo de su camino y posaba un beso a centímetros de su base. Otro gemido emergió de su boca, sin embargo, esta vez él no hizo nada para contenerlo, dejando que el placer rompiera en olas por su cuerpo.
—En mi cabeza aún no pues ésta continúa recordándomelo constantemente.
Su voz sonaba monótona, distante, como si la verdadera Adara se encontrara a kilómetros de la cama y lo que estaba sucediendo entre ellos. Esa frialdad en su tono le recordaba las cavernas en donde él nació, tan acogedoras como peligrosas. De hecho, su duendecilla se estaba comportando con la misma dualidad característica de las féminas drow, frías en el ámbito emocional, pero ardientes en la cama.
De repente, calidez envolvió su erección mientras labios tan suaves como pétalos de rosa se deslizaron hasta la mitad del falo y luego volvieron a subir, dándole una lenta lamida a su punta. Itagar abrió los ojos de inmediato mientras se apoyaba sobre sus codos. ¿Cuándo casino los cerré? No, la verdadera pregunta era qué estaba tramando su torturadora.
Sus labios se entreabrieron y su garganta emitió el sonido “a” cuando los dedos de su sar’gek envolvieron el tronco de su pene, sin que llegaran a tocarse las yemas debido a su grosor, blanqueando su mente por completo. Sus caderas se movieron por sí solas, empujando su miembro hacia arriba dentro de la mano de la chica y rozando aquellos labios de terciopelo con su bulbosa cabeza. Un quejido brotó de su garganta, rogando más atención como un esclavo hambriento, pero se calló de inmediato cuando su mortal volvió a tomarlo en su boca hasta la raíz. Podía sentir la curvatura de la garganta contraerse y relajarse alrededor de su excitado músculo mientras ella intentaba adaptarse a su longitud, provocando que él se dejara caer de vuelta sobre el colchón mientras sus nervios parecían reventar, enviando lengüetas de fuego por todo su ser. Sin embargo, su niña no logró soportar su tamaño y muy pronto el reflejo de nauseas la obligó a retirarse, dejándolo sintiendo labios fantasmales a lo largo de todo su miembro.
—¿Qué haces? —preguntó el elfo casi sin aliento a la misma vez que sus manos empuñaban la sábana en un intento de no agarrar a Adara por el cabello y hacerla tragar su pene una vez más—. ¿Por qué estás...?
Los ojos azul claro de su amada le sostuvieron la mirada mientras lo tomaba nuevamente en su boca hasta la mitad y se retiraba, enroscando la lengua alrededor de su glande antes de apartarse meros centímetros para responder:
—Porque necesito contarlo para liberarme de este yugo que estoy arrastrando —Hizo una pausa donde aquellas aguamarinas casi tomaron el color de los zafiros debido al dolor, pero continuó sin que éste llegara a su voz—, y también porque quiero mostrarte que estoy d-dispuesta...
El silencio se extendió entre ellos por alrededor de medio minuto.
La humana exhaló enojada de la nada, enviando aliento caliente sobre la erección que lloraba por su atención y provocando que Itagar temblara de pies a cabeza. Sonriendo ante su reacción, su chica lo tomó de nuevo, arrancándole al elfo un gemido que vino de lo más profundo de su alma, y al fin encontró un ritmo adecuado para ella.
Su duendecilla comenzó suave, lento, mezclando cada desliz de su boca con un delicioso jugueteo con sus testículos que lo hacía aferrarse a las sábanas con mayor fuerza, pues lo menos que deseaba era lastimarla. Pero no había comenzado así, ¿verdad? Cuando Adara había iniciado su deliciosa tortura, él había estado enojado, no, furioso con ella. Entonces, ¿qué había pasado con toda aquella ira? ¿Acaso estaba tan loco por ella que, con tan solo unas lágrimas y algunas caricias, ya estaba listo para perdonarla?
No.
¡Sí! Toda esa ira tuya fue causada por un malentendido, gruñó su lado oscuro desde su celda. Ya no intentaba salir, sino que se hallaba recostado en el suelo concentrado en lo que su sar’gek estaba haciéndole a Itagar.
¿Cómo estás tan seguro?
¡Sí que serás pendejo!, exclamó el monstruo, desprecio e ira empapando cada palabra. Ella es nuestro segundo colmillo del murciélago, jamás haría algo para dañarnos a propósito. A diferencia de Cerias, ella nos ama con toda su alma y eso lo tienes muy claro, imbécil. ¿O se te olvidó lo que sentimos aquella primera vez que abriste el aramek’lam? Tienes tanto terror de volver a experimentar los síntomas del glavashker que creíste lo primero que vino a tu mente y no la dejaste explicarse.
Su bestia sonaba tan segura de sí misma que era difícil refutar sus palabras. Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de ni siquiera planear un argumento en contra pues una mordida a la cabeza de su miembro lo sacó de su mente con un latigazo de placer y agonía que se disparó por toda la longitud de su espalda y estalló en su cabeza en una miríada de brillantes colores.
Ese fue su límite.
Un chorro de su semilla se derramó de inmediato dentro de la caliente boca de su sar’gek, acompañado por un rugido y el quejido de las sábanas al ser hechas jirones por sus uñas. Tres veces más se descargó entre los tiernos labios de Adara mientras ella tragaba todo con un brillo hambriento en sus ojos azules. Se veía tan malditamente sexy que su miembro no se relajó, se mantuvo erecto y listo para otra ronda incluso luego que ella limpiara toda la longitud con su lengua.
De repente una sombra se apoderó del rostro de su niña, dándole un semblante triste mientras se bajaba de la cama.
—No bien me obligó a tragar su asqueroso semen, me abrió las piernas y penetró, ordenándome que gritara para él —Ella retomó aquel maldito tema mientras metía los pulgares bajo el elástico de los pantaloncitos de su pijama y los bajaba sus piernas, arrastrando sus panties de una vez—. Es por ese bastardo que sé que no tengo que esperar para sentirte eyaculando de nuevo, ustedes no necesitan descansar como los humanos.
No bien estuvo en toda su gloria natural, Adara volvió a la cama, gateando hasta donde él la esperaba apoyado sobre sus codos de nuevo. Ella se le acercó, robándole un beso que terminó en una mordida y, al fin, presionó aquellas deliciosas curvas sobre su cuerpo.
—Él me destruyó de una manera que nadie nunca lo había hecho, Itagar —Lágrimas resbalaron por aquel rostro en forma de corazón mientras ella se erguía sobre él, buscando su miembro para llevarlo hasta la entrada que estaba bañada por los jugos de la lujuria.
El drow sacudió la cabeza con una expresión de angustia marcada en cada línea de su perfilado rostro y la haló de vuelto sobre su pecho.
—No sigas, mi querido colmillo. Acabas de relatarme tu violación, Adara, tú no necesitas mi bicho ahora, lo que necesitas es mi consuelo.
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N/A: Se suponía que el cap #50 fuera el final de la convocación al Señor de las Pesadillas, no el final del encuentro sexual entre Ita y Ada, pero ustedes ya saben que ambos eventos están sucediendo a la misma vez así que los capítulos son intercambiables. Espero lo hayan disfrutado.
Canción del capítulo: Lluvia al Corazón por Maná
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