Capítulo 43
Él sólo se limitó a asentir y observar cómo los ojos de su amada se llenaban de lágrimas una vez más. Arrepentimiento lo golpeó en el pecho pues sabía con certeza que su duendecilla se sentiría culpable por el sufrimiento que inconscientemente le había causado, pero ¿qué más podía hacer? Ella había exigido respuestas a través de la magia antigua y era su obligación responder, lo quisiera o no. Por la Ar’gik Chysmallar, ¿cuántas veces la haré llorar?
—¿Cómo puedes quererme todavía cuando mi egoísmo te provocó tanto dolor? —preguntó la chica, levantándose del sofá para encararlo. Ella lo había abandonado a su suerte por miedo, por egoísmo, y aún así su hermoso elfo continuaba profesándole el mismo amor. No estaba segura de poder hacer lo mismo si estuviera en sus zapatos, entonces cómo... No soy digna de ti.
—Amar es igual que saltar sobre un abismo, es tomar el riesgo más importante de tu vida —Itagar le sostuvo las manos a su sar’gek para luego llevarlas a sus labios y posar un leve beso en el dorso de ambas—. Uno pone las cartas sobre la mesa y espera que todo salga perfecto, pero no es posible amar realmente sin terminar herido por el camino. Solo podemos levantarnos, curar la herida lo mejor que podamos y seguir caminando al lado de esa persona a la que le dimos la mitad de nuestro corazón.
Una risa opacada por la tristeza brotó de los labios de Adara. No podía creer que un hombre tan bueno fuera suyo, esas cosas solo pasaban en cuentos de hadas o en sueños. Sin embargo, todo lo que le había sucedido desde que recibió aquel paquete parecía sacado de un libro de fantasía. ¿Era tan difícil aceptar que su vida se había convertido en un cuento de hadas, uno que era tan retorcido como maravilloso?
—¿Qué hice para que te pusieran en mi camino? —susurró, envolviendo los brazos alrededor del cuello de su elfo, cosa que él aprovechó para juntar sus frentes—. Eres una ternura, Itagar. ¿Lo sabías?
—Solo contigo, el resto del universo me conoce por mi crueldad.
—Algo me dice que eso no es del todo cierto, debe haber personas que hayan conocido al drow que está parado delante de mí —Ella sonrió, esta vez reflejando el amor que sentía hacía él—. Baja tu pared, amor, quiero volver a sentir tus emociones en mi pecho —dijo, llevando una mano sobre su corazón.
Una oscuridad se apoderó de los ojos del drow mientras el tierno rostro de Yira se abría paso desde los confines de su memoria.
—Los elfos oscuros no somos adorables gatitos, Adara —aseguró con el ceño fruncido, pero accediendo a los deseos de la dueña de su corazón.
—La experiencia me dejó eso muy claro, sin embargo, tú no andas comportándote como una sádica bestia sedienta de sangre todo el tiempo —aclaró la joven, apartándose de él y halándolo de vuelta al mueble—. Es por eso que deseo conocer más acerca de tu pueblo, quizás así encuentre puntos en común con los humanos y la idea de volver a tu mundo deje de ser tan horripilante—finalizó con una media sonrisa.
Percibió la leve irritación que sus palabras provocaron en su marido durante unos segundos antes que fuera sustituida por un torrente de convicción. ¿Qué era lo que el diablo en piel de ángel acababa de decidir?
—Bueno, no me conviene que termines viéndonos como algo parecido a tu gente, pero no importará mucho pues yo estaré ahí para protegerte de mis pares si es que decides regresar conmigo a Svartálfaheim —Ella hizo un intento para interrumpir su diatriba mas él llevó un dedo a sus labios, pidiéndole silencio—. Tenías razón en desear saber todo sobre mi hogar, es hora de revelarte mi cultura para que conozcas el nido de víboras en que te estarías metiendo y no subestimes a los drows. Eso es un error fatal con los míos.
—¡Oh, por Dios! No tienes que ser tan dramático —exclamó Adara, empujándole juguetonamente el hombro a su acompañante.
—No fuiste testigo de lo despiadado y cruel que puedo llegar a ser —confesó el drow, permitiendo que la evidencia física de su bestia se reflejara por unos segundos—. Tú estás a salvo de esa oscuridad por ser mi alma gemela, los demás, sin embargo, deben cuidarse de hacerte daño, o mirarte mal siquiera, porque podría decidir añadir ojos y corazones a mis baños de sangre.
Un escalofrío descendió por la espalda de la joven al presenciar el anillo rojizo de Diávolo centellear en los irises de Itagar y sentir la veracidad de aquella aseveración en su corazón. No cabe duda de que lo llevaría a cabo al pie de la letra, pero…
Otro estremecimiento le recorrió el cuerpo.
¿Aquello era miedo o deseo? No, no podía ser miedo, no cuando ella había estado tan a gusto con Diávolo el día anterior; entonces solo quedaba una opción. Debo estar enferma de la cabeza.
Nah, solo necesitas que ese bizcochito de chocolate con glaseado de vainilla te atienda la tienda. La pobre ha sido descuidada por demasiado tiempo, aseguró su diablilla interna con una sonrisa de oreja a oreja.
Anoche…
NADA. Lo de anoche no fue ni un entremés. ¡Lo que tú necesitas es PE-NE-TRA-CIÓN!
Sacudiendo la cabeza para apartar de su mente los consejos de su lado pervertido, Adara lo encaró, tratando de no revelar lo excitada que la imagen de él lleno de sangre la había dejado.
—Entonces cuenta ya porque una parte de mí está aterrada con la idea y la otra se muere por una excusa para acompañarte hasta el fin del mundo.
Los ojos de Itagar se suavizaron y una leve sonrisa jugó con las esquinas de su boca mientras observaba a su pequeño colmillo removerse en el sofá. A veces parece una niña y otras es toda una seductora.
—Los drows vinieron a la vida en Svartálfaheim de una unión peligrosa, tanto así que cambió a nuestra Señora de los Ojos Brillantes para siempre —comenzó a narrar con un tono bajo para intentar calmar los nervios de su mortal—. Antes que mi raza existiera, la diosa de la luna era el epítome de la bondad, utilizando su luz para proteger a todo aquel que lo necesitara durante la oscuridad de la noche, principalmente a los inocentes. Una noche de luna llena, cansada de oír al dios del sol hablar sobre lo maravillosas que eran sus creaciones, los ljósálfar o elfos de luz, Loth invitó a la Muerte a su casa. Cuando el Segador de Almas llegó a los aposentos de la Madre Luna, ésta le ofreció ser el padre de toda una nueva especie; una que fuera todo lo contrario a lo que los elfos de luz eran.
Un sonido de sorpresa abandonó los labios de Adara y sus dedos cubrieron sus labios de inmediato.
—¿El padre de los elfos oscuros es la Muerte? —preguntó ella sin quitarle aquellas enormes aguamarinas de encima—. Eso explica mucho.
—Shh —la regañó su compañero con un dedo sobre sus labios—. No me interrumpas, sar’gek —Cuando ella torció la boca en una muestra de molestia, él continuó—: El oscuro ser aceptó con la condición de que esos nuevos seres fueran asesinos, llevando muerte a todos los rincones de Yggdrásil. Esa noche compartieron lecho y la Muerte no solo dejó su semilla en Loth sino que la contaminó con su perversidad, convirtiéndola en lo que hoy es: una deidad con un pie en la luz y otro en la oscuridad —Hubo una pausa en la que Itagar solo escuchaba sus respiraciones y el latir de sus corazones. De seguro la curiosidad se había apoderado de su duendecilla otra vez pues se veía totalmente interesada en la historia. Una llama de orgullo se encendió en su interior ante tal conocimiento—. Esa es la razón por la cual la luna y la muerte son los motores de nuestra sociedad; y aquello que consideramos más sagrado. Aunque en realidad Loth siempre ha tenido más poder que la Muerte entre los míos.
—Dijiste que el acostarse con la Muerte cambio a tu diosa, ¿cómo? —preguntó la joven una vez se dio cuenta que su amado había terminado la historia.
—Se dice que Loth lucía igual de blanca y radiante que la luna, pero el tacto de nuestro padre tornó su piel y ojos oscuros, dejando únicamente su cabello como recordatorio de lo que ella había sido alguna vez.
—Ah, vamos Itagar, no me dejes así. Dime, ¿la Muerte se les ha presentado a algún drow? ¿Aún frecuenta a Loth?
El elfo soltó una carcajada y sus irises plateados se tornaron incluso más claros con el brillo de la alegría. Sus deidades y el mito de la creación de su gente parecían haber sido los temas correctos para iniciar a su colmillo en los detalles de su mundo, pues con cada revelación, ella pedía saber más. Eso llenaba su pecho de esperanza de que al final pudieran tener un futuro juntos.
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