Capítulo 4 ✔

—¿Vas a hacerme esperar toda la noche? —Itagar le susurró al oído tan dulce como la miel.

Ella sacudió la cabeza, acariciándolo con sus largos mechones azules antes de que aquellos labios se apresuraran sobre los suyos. Un gemido ahogado se le escapó al sentir la suavidad de unos labios por primera vez en mil años, haciendo que toda su sangre corriera hasta su entrepierna. Excitarse por tan sólo un roce de piel era humillante, pero una triste realidad cuando todas las víctimas que te enviaban a lo largo de tu condena eran varones.

Su cuerpo ansiaba el de ella con ferocidad mas debía controlarse pues él nunca fue como sus hermanos que tomaban todo aquello que deseaban por la fuerza. La violación no le era apetecible incluso cuando perdía el control sobre la bestia violenta que habitaba en su interior.

La boca de Adara tenía un tenue sabor a uvas que le recordaba sus días en la superficie. Saboreándola por completo, disfrutó de sentir suaves dedos enredándose en su largo cabello blanco mientras sus propios manos bajaban por las curvas de ella hasta detenerse sobre sus generosas nalgas.

La chica se apartó sintiendo calor inundar su cuerpo, especialmente aquella parte que no había sido atendida por un hombre en los pasados seis meses. Con la respiración agitada, ella le regaló una sonrisa pícara a su oscuro acompañante.

—Sólo uno más —susurró casi sin aire—. Y quita tus manos de mi trasero, accedí a besos no manoseo.

—Eran tres no dos —le reclamó él, inclinándose sobre ella hasta que sus alientos se mezclaron.

—Dos ahora, uno luego.

Él entrecerró sus ojos y sin mediar palabra, la besó mostrándole toda la pasión que bullía en su interior. Esa vez ella no pudo evitar el suave gemido que logró escapar de su boca ni se quejó cuando él rozó su erección contra su entrepierna.

Adara sentía fuego correr por sus venas haciendo que quisiera más que simples besos. Lo que ella necesitaba desesperadamente era que el drow la hiciera gritar de placer. Quería sentirlo contra su piel.

Sus uñas se deslizaron fantasmales sobre el torso tonificado del preso tan pronto como detuvieron su beso para recuperar el aliento. Sin embargo, él se congeló de pronto y sus ojos plateados reflejaron temor por primera vez desde que toda esa locura comenzó.

—Escóndete en la oscuridad del pasillo por donde llegamos. Si te ven no podré hacer nada para salvarte.

La chica se le quedó mirando como si no entendiera una sola palabra. ¿Qué pasó? ¿Acaso no era él quien estaba empeñado en tener relaciones? Ahora que ella se había excitado era él quien no deseaba continuar. ¿Sólo estaba jugando con ella?

—¿Qué estás esperando, Adara? Mis carceleros llegarán pronto.

La chica palideció, dándose cuenta del peligro y corrió a esconderse mientras Itagar se acostaba sobre el altar, teniendo cuidado de que el espejo quedara oculto bajo su espalda, para luego acomodarse como si simplemente estuviera observando las estrellas.

Las pisadas que había escuchado fueron acercándose hasta que dos guardias se asomaron a través de la grieta en forma de medialuna de la caverna. Uno era musculoso con piel morada y cabello rubio mientras que el segundo, de leve musculatura, tenía la tez gris oscura y el cabello plateado.

Reiner y Sheif.

Los conocía muy bien pues habían servido bajo su mando antes que fuera culpado de traición y encerrado en aquellas cuevas. Eran los típicos drows que descargaban su miseria en todo aquel que ellos consideraban inferior. A menudo gustaban de burlarse y tratar a los demás como mierda. Sin embargo, para agravio de ellos, sus sonrisas burlonas ya no surtían el mismo efecto de antes. Mil años en prisión hacía que olvidaras el orgullo.

El rostro de Sheif se ensombreció al darse cuenta de en donde estaba Itagar acostado.

—¿Acaso un milenio en este hoyo te ha ablandado el cerebro? ¡Baja de ese altar en este instante! Ten más respeto con la Ar'gik Chysmallar, esa no es tu maldita cama.

—La Señora de los Ojos Brillantes no está aquí en el momento así que no le importará —respondió el prisionero sin quitar la vista del mar de estrellas que se extendía sobre ellos.

Sheif estuvo a punto de saltar dentro de la caverna, pero su compañero lo detuvo y se apresuró a cambiar de tema.

—Veo que aún no has recibido el nuevo sacrificio.

—¿De qué hablas, Reiner?

—La Gran Sacerdotisa escogió tu próxima víctima —Una terrible sonrisa cruzó el rostro del drow de piel morada—. Es una mujer humana. Asegúrate de matarla esta vez, no queremos que se repita el pasado.

Itagar tuvo que suprimir el fuerte impulso de sentarse que lo invadió al oír esas palabras para no revelarles lo que ocultaba. Sólo se permitió mirar fríamente directo a los ojos lila de su interlocutor.

—Esperemos que nuestro querido general no vuelva a mostrar compasión hacia un humano — gruñó Sheif y escupió hacia el prisionero sólo para ver cómo el escupitajo se evaporaba al tocar el hechizo que cubría la grieta. Por un momento había olvidado que nada podía entrar o salir de aquella prisión—. Tch. Eres una vergüenza para nuestra raza, ni siquiera vales el hilo con el que la Ar'gik Chysmallar te tegió —murmuró con una ceja alzada y una mueca de asco antes de alejarse de la grieta.

Reiner le regaló una media sonrisa mientras sus ojos brillaban con malicia.

—Recuerda que sólo te falta uno más para cumplir tu condena. Sacrifica a la humana y la diosa devorará tus pecados, borrando tus transgresiones de la memoria de todos nosotros. Será un nuevo comienzo.

Un nuevo comienzo.

¡Si tan sólo fuera tan sencillo! La vida nunca había sido fácil para él mas ahora era terrible; pues si asesinaba a Adara estaría maldito por siempre, pero si no, su sentencia comenzaría de cero otra vez o peor aún... se convertiría en el próximo sacrificio para Loth.

Itagar levantó la vista hacia donde había estado Reiner mas ya no había nadie allí. Como siempre esos idiotas eran mejores en la retirada que en el ataque.

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