Capítulo 39 ✔

El sonido de una sirena se oía muy lejos, su repetitivo chillido logrando que el manto del sueño se resbalara de sus hombros. Sin embargo, luego de un par de minutos, vino el característico quejido de electrónicos quebrándose y la sirena dejó de sonar. Adara alzó la cabeza con sus párpados a media asta para mirar a su derecha y encontrarse con su alarma hecha pedazos.

Su mente patinó con el motivo de aquella destrucción, pero decidió ignorarlo en favor a su cansancio. Ya estaba acomodándose de nuevo bajo la calidez que la rodeaba, cuando una vocecita susurró entre la niebla de su cabeza: "trabajo". Sus párpados reabrieron de repente y se sentó de un salto en la cama. Sus cejas se fruncieron mientras intentaba recordar qué día era, pero sus manos no esperaron por su cerebro y se dirigieron a la mesa de noche en busca de su celular.

La palabra 'lunes' brillaba en la pantalla sobre la hora. Los niños llegarían en dos horas así que debía apresurarse o tendría mucho que explicar al señor Marqués.

A su izquierda, el elfo dormía boca abajo aferrando la almohada como si ésta fuera echar patas y correr lejos de él.

Una sonrisa nació en sus labios ante la escena y se recostó de lado en la cama para luego correr sus dedos entre las sedosas hebras blancas de su amado. Parece un ángel que no rompe ni un plato cuando está durmiendo. Apartó más cabello de su rostro y se inclinó para posar un beso sobre su mejilla. Los labios del elfo sonrieron levemente antes de murmurar algo indescifrable entre sueños.

-Y, aún así, mi amado rompe la vajilla entera cuando está despierto -susurró más para sí que para el hombre a su lado y volvió a besar su mejilla antes de arrastrar los labios hasta el hombro. El drow se reacomodó, dándole mayor acceso, pero no abrió los ojos-. Itagar -canturreó ella mientras alargaba el nombre-, despierta, amor -pidió, mordiéndole el hombro y arañando su espalda.

Un gruñido áspero y algo ronco fue su respuesta, sin embargo, el elfo no se movió de su lugar ni hizo un intento de abrir los ojos. Ella puso los suyos en blanco, se levantó de la cama y luego se dirigió a las ventanas para abrir las cortinas de un tirón. Luz inundó la habitación como una ola imparable y logró que su amante se removiera en la cama, tapándose de la claridad matutina con la lanuda frisa.

-¿Por qué dejaste entrar esa luz infernal? -preguntó Itagar con la lengua pesada y un tono molesto desde la protección de su escondite.

-Intenté despertarte cariñosamente, pero ni siquiera te moviste así que decidí hacerlo por las malas -respondió la chica mientras se quitaba la blusa de manguillos de su pijama, se la lanzaba al drow y se plantaba frente a su closet para decidir la vestimenta de ese día-. Yo trabajo como maestra en casa y mis estudiantes estarán aquí dentro de dos horas, Itagar. Tenías que despertar de cualquier forma.

-Si hubieras continuado arañándome no me hubiese levantado de malhumor -le susurró al oído luego de aparecer tras ella. Su mano la rodeó hasta agarrarle un seno y juguetear con el pezón mientras miraba con atención la ropa de su duendecilla-. Usa ese de allí -Con su mano libre, señaló a un sencillo traje en tonalidades turquesa, sin mangas y cuello en 'v', cuya falda hasta los tobillos estaba adornada con decenas de enormes flores-. De ropa interior solo te permitiré usar sostén.

Zafándose de su abrazo, ella se volteó de inmediato y sus ojos azules se agrandaron todo lo que sus párpados le permitieron.

-¿Estás loco? -cuestionó alzando la voz mientras le empujaba el pecho desnudo con la punta de su dedo-. Primero, ¡no voy a andar sin panties mientras halla niños en mi casa! Y segundo, ¿quién dijo que podías prohibirme cosas? Yo hago lo que quiera, sea tu esposa o no -canturreó agarrando el vestido que él escogió, un sostén de encaje de sus gavetas y saliendo del cuarto para meterse en el baño.

Aún parado frente al closet de su fiera duendecilla, Itagar esbozó una media sonrisa mientras negaba suavemente con la cabeza. Ese día probaría ser uno muy divertido.


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