Capítulo 35 ✔
Toda la excitación de Adara abandonó su cuerpo mientras sus músculos se tornaban rígidos y se apartaba con lentitud para poder mirar al elfo a la cara.
-¿Qué dijiste?
-Que estamos casados, Adara -respondió el elfo frunciendo el ceño y ladeando la cabeza. No esperaba tal reacción de ella-. Déjame explicarte. Tú eres...
-Pero, ¿quién carajo te dio derecho de hacer algo semejante sin consultarme primero? -Adara se levantó de repente, manoteando lejos la mano que él tendió para intentar retenerla. El descaro del maldito no tenía límites y era hora que alguien lo pusiera en su lugar-. ¿Es que acaso solo me ves como un objeto de tu propiedad?
Itagar se le quedó mirando al rostro rojo de su duendecilla sin saber qué responder realmente. Ella estaba furiosa y tenía todo el derecho de estarlo pues sus palabras eran ciertas en parte. Debía admitir que al principio sí la había visto como un objeto enviado para satisfacer sus deseos sexuales, pero luego de aquella primera vez, quedó marcado para siempre. Después de que ella le hubiera besado la frente de aquella manera juguetona mientras le rogaba saber su nombre, él había deseado pasar cada segundo a su lado... Y, ahora, cinco días luego de haberla conocido, aún lo hacía.
¿Era una locura amar en tan poco tiempo? Quizás para los humanos sí lo fuera, para su especie, no tanto.
-No, claro que no -respondió al fin, decidiendo que sus sentimientos actuales eran los únicos que contaban en el momento.
Sin embargo, Adara lo miró con una expresión de pura agonía a la vez que sus ojazos se llenaban con lágrimas a punto de desbordarse. ¿Qué la había lastimado tanto? No podían haber sido sus palabras.
-Lo pensaste antes de responder -dijo ella entre dientes, apretando una mano en un puño y pasándose la otra por el cabello hasta detenerse en el cuello-. ¡Maldita sea, Itagar, lo pensaste! -exclamó con la voz quebrada mientras las lágrimas rompían su represa y corrían por sus mejillas con la misma desesperación de su creadora.
Ella está a punto de huir de nosotros, imbécil. Más vale que arregles la mierda que hiciste o te juro que no volverás a tener el control de tu cuerpo por el resto de tu puta vida.
¡Genial, ahora su bestia también le estaba reclamando!
Deseando haber respondido antes, el drow dio un largo suspiro y se levantó, caminando con cautela hacia su duendecilla.
-Cálmate, amor.
-¿Qué harás si no me calmo? -Ella dio un paso hacia atrás sin quitarle los ojos de encima-. ¿Vas a hechizarme para que haga lo que quieras igual que aquel hijo de puta?
¡Muévete o la perderemos para siempre, idiota!
Ella necesita su espacio.
No si yo puedo evitarlo.
Antes que ella pudiera moverse de nuevo, el elfo se le apareció en frente, sujetándola con firmeza por ambos brazos.
-Yo nunca te forzaría a hacer algo que tu no quisieras -Se le quedó mirando directo a los ojos, sabiendo que ella podría ver el anillo rosado brillar alrededor de sus pupilas-. Eres mi sar'gek...
-¿Qué demonios significa eso?
-Que fuiste enviada por la diosa Loth para amarme y que yo te amara. Significa que eres mi segundo colmillo de la araña; lo que en términos humanos se traduciría a que somos almas gemelas.
La chica se quedó quieta mientras intentaba procesar lo que su drow acababa de decir. Ella sabía que él la amaba debido a esos malditos sentimientos compartidos, sabía que sus anteriores palabras de 'morir antes de hacerla sufrir' habían sido ciertas, pero eso no aliviaba el dolor de saber que en un momento- de seguro cuando se conocieron- ella no había sido más que un juguete sexual para él. Dolía lo suficiente como para encerrarse en su cuarto y no salir hasta que él se fuera de su casa.
¡Y eso era sin contar que el maldito la había convertido en su esposa sin preguntarle primero!
Ay, Adarita, no seas pendeja. ¡Obvio que al principio no fuiste más que su juguete sexual! Ponte en su lugar, si tú estuvieras encerrada por mil años en una cueva también verías al primer hombre que se te apareciera en frente como tu vibrador personal.
Sintiendo el enojo y dolor de su niña como un nudo en el estómago que se negaba a irse, el elfo oscuro la soltó por unos breves segundos antes de envolverla en sus brazos y descansar su barbilla en la coronilla de ella.
-Admito que fui un idiota, pero no puedo hacer nada para cambiar el pasado.
Un sollozo ahogado salió de la chica un microsegundo antes que le devolviera el abrazo y hundiera su rostro en aquel pecho desnudo.
-Si eres mi alma gemela, entonces, ¿por qué me marcaste sin advertirme lo que ese tatuaje significaba para ti?
-El intentó explicarte, pero tentaste su deseo demasiado y yo me cansé de esperar.
Adara alzó la vista de repente, sin embargo, no encontró nada diferente en su amado a excepción del anillo rosado que le había aparecido rodeando la pupila desde que la sostuvo de los brazos. Era una característica extraña que sólo había visto una sola vez antes; la segunda vez que tuvieron sexo.
Aquella vez también actuó un poco más dominante y brusco que de costumbre.
-¿Itagar?
-Está fuera de tu alcance por el momento.
Adara estuvo a punto de empujar al drow lejos de ella mas una mirada un poco más profunda a los sentimientos que él estaba proyectando, la hizo detenerse. Quien quiera que fuera la criatura en frente de ella, se sentía mucho más salvaje y peligroso que su drow, pero la amaba con la misma intensidad. ¿Acaso Itagar sufría de un desorden de personalidad múltiple?
-¿Quién eres?
-Si estás buscando un nombre, no lo tengo; en realidad casi nunca me identifico como algo aparte de Itagar, sin embargo, para que entiendas y no te confundas con la complejidad de los elfos oscuros, me puedes llamar como lo hace tu sar'gek, bestia -explicó el ser, mientras sus manos bajaban de la espalda a las nalgas de la humana y las apretaban, mostrando su deseo con absoluto descaro-. Para que tengas un concepto más claro de mí, yo soy todos los deseos más oscuros que el corazón de tu amado haya albergado alguna vez.
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