Capítulo 29 ✔

Dedicado a Mariaporras1718

La oscuridad se cernía sobre él mientras miraba a su alrededor y el consejo de la Señora de los Ojos Brillantes resonaba en su mente. «Tu humana estará aseándose cuando llegues. Ella no te espera así que no la asustes.» Se hallaba en lo que lucía como una sala de estar con una extraña caja rectangular negra pegada a la pared del fondo. Torciendo el gesto, sacudió la cabeza y su mirada se posó sobre un arco que se encontraba a su izquierda y que daba a un pasillo. Los aparatos humanos de esa época podían esperar a ser inspeccionados luego, en ese momento su atención debía estar en anunciar su presencia sin alterar a su sar’gek.

Ella había sido atacada sexualmente mientras su cuerpo era controlado por magia así que no recurriría a sus hechizos controladores por ahora. Además, tampoco consideraba prudente quedarse en la sala y que ella lo encontrara esperándola allí pues de seguro le daría un ataque cardiaco. El único curso de acción que le provocaría el menor miedo posible a su duendecilla era el más obvio: anunciarse a viva voz.

Podía escuchar agua corriendo desde el interior del pasillo lo que significaba que el baño de Adara estaba en esa dirección. Se debatió entre acercarse para llamarla o quedarse en su lugar, pero al final decidió jugar a la segura. Siempre podía manipular su voz con magia para que ella lo escuchara mas no despertara a todo el vecindario.

—¡Adara! Estoy aquí por ti, amor —dijo Itagar y su voz potenciada por sus habilidades pareció hacer retumbar la casa de cemento hasta los cimientos.

Segundos después, el agua dejó de correr y luego una puerta a la derecha del pasillo se abrió, haciendo que la luz del baño se derramara hasta casi tocar el arco. Adara apareció, asomando su cabeza mojada por el umbral de la puerta. Sus hermosos zafiros se agrandaron un segundo antes que se llenaran de lágrimas y su dueña saliera corriendo, ataviada solo con una toalla blanca. Se detuvo a pocos pasos de él, aplaudiendo dos veces para que las luces de la sala se encendieran. Las lágrimas que luchaba por retener se liberaron, rodando por sus suaves mejillas con rapidez, mientras daba un paso adelante para luego detenerse y bajar la mirada al suelo.

El elfo vio la indecisión y el dolor apoderarse de su sar’gek, y sus pies se movieron por sí solos con la intención de darle el calor que ella necesitaba. Sin embargo, su duendecilla alzó la cabeza de inmediato y caminó hacia atrás, apartándose tan rápido como él se había movido.

—N-no, no puedo, Itagar —susurró mientras el dolor continuaba materializándose como un torrente salado que surcaba su rostro—. No me toques, amor. No cuando aún no puedo olvidar su rostro mientras…

—Perdón —rogó él, cayendo de rodillas al piso para luego golpearlo con sus puños—. Perdóname por no haberte protegido como debía. Perdón. Perdón.

Adara se arrodilló frente al drow y automáticamente una mano se extendió para posarse sobre aquel hombro oscuro, pero cuando las puntas de sus dedos estaban a punto de tocarlo, se detuvo, retirando su mano de inmediato. No podía; no se atrevía a tocarlo cuando su atacante se le parecía tanto. Era como si no pudiera diferenciar entre aquel bastardo y el hombre al que ella amaba… no, al hombre que ella necesitaba para vivir.

Los últimos tres meses desde que volvió a su hogar habían sido un martirio sin alivio ni escapatoria. Una pesadez se había metido en su pecho, volviéndola lenta y distraída en sus actividades; como si no supiera vivir sin ver a cierto drow de ojos plateados. Se sintió vacía, sin vida y eso era sin contar el pánico que le había desarrollado a los hombres en general. Sin embargo, ahora que tenía a Itagar frente a ella, ahora que su corazón podía volver a latir con fuerza, su mente no le permitía tocar a su hombre. No era justo. No era para nada justo.

—No, Itagar. No hay nada que perdonarte —dijo ella tan bajo que no estaba segura de si él había podido escucharla—. Tú también estabas en tu propio infierno.

—Eso no es una excusa para mi incompetencia… mi debilidad.

Más surcos se formaron en su frente a la vez que un sollozo salía de sus labios. Él la necesitaba y ella quería mostrarle su apoyo, su entendimiento, su compasión… su amor, pero sus manos se negaban a obedecerla mientras veía como los músculos de su elfo se tensaban, luchando consigo mismo para respetar sus deseos.

Tengo que hacerlo. Debo hacerlo porque él me necesita. Sé fuerte, Adara, esto es por el bien de ambos.

Llenando sus pulmones de aire, la muchacha cerró los ojos, que se empeñaban en comparar a Itagar con su violador, y se inclinó hacia adelante hasta que su frente mojada tocó aquella caliente de su drow. Sintiendo el aliento tibio acariciar su rostro cuando su nombre salió de los labios de su amado como si fuera un rezo, apretó los labios con fuerza a la vez que sus manos temblaban. Quería correr y alejarse de su pobre chico, aún cuando él no era el culpable de su estado, sin embargo, correr no haría otra cosa que romperles más el corazón a ambos; así que lo soportó y, temblando de pies a cabeza, se ancló al piso de madera sin permitir que su frente se separara ni un centímetro de la de su amado elfo oscuro.

—Adara, basta. No quiero que te fuerces a hacer algo que no deseas —susurró Itagar, observando cómo los irises de su duendecilla eran adornados por rayitas grises y violetas.

—Tú también te estás esforzando.

—Porque quiero abrazarte.

Otro pequeño sollozo se le escapó a ella y el olor a sal volvió a apoderarse de Itagar.

—Yo también, pero mi cuerpo no me deja —confesó con la voz entrecortada entre más lágrimas y deseos insatisfechos.

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N/A: Estos dos últimos capítulos son un poco más cortos de los acostumbrado, pero aún así espero que los disfruten pues están escritos con el corazón 😍. Un beso a todas esas lectoras fieles de Itagar 😘. Arriba tienen el marcador que hice de nuestro hermoso drow.

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