Capítulo 2 ✔
Itagar la observó con detenimiento. El cabello azul con amplias raíces negras le caía por el pecho hasta descanzar sobre sus senos. Sus ojos, aunque agrandados por el temor, lucían un hermoso azul claro que le traía viejos recuerdos. Las facciones de su rostro en forma de corazón eran delicadas, casi juveniles, demasiado parecidas a las de ella... la hechicera humana por la cual vivía una condena.
-¿Qui-quién eres y qué haces aquí?
Incluso su voz es parecida. El elfo maldijo internamente, pero continuó con voz neutral.
-Eso mismo podría preguntarte yo a tí. Eres tú la que está invadiendo mis dominios.
La humana palideció y tragó en seco antes de responderle en un hilo de voz.
-Mi nombre es Adara y yo... aún no entiendo cómo es posible todo esto. ¿Cómo te llamas?
-Si crees que voy a decirte mi nombre tan fácil, estás muy equivocada, Adara -La observó estremecerse cuando pronunció su nombre y una sonrisa curvó sus labios. Deshizo el clon con el que la chica estaba conversando, recogió los pedazos del espejo en el suelo y se acercó desde la espalda para susurrar en el oído de ella-. Darle tu nombre a alguien es darle dominio sobre tí. Yo no permito que nadie me controle.
La joven saltó lejos del susto, agarrándose el pecho como si su desbocado corazón fuera a huir de ella en cualquier momento.
Negando con la cabeza lentamente, Itagar se acercó a la pequeña humana. Ella se hallaba entremedio de unos hongos verdes y rosas, tratando de ver con mayor claridad. Sin embargo, su miedo estaba despertando a la bestia que dormitaba en el interior de él, haciendo que ansiara bañarse en sangre humana una vez más... igual que había hecho con todos sus compañeros de celda anteriores.
-Si querias asustarme, lo lograste. ¿Por qué no dejas eso de una vez y vienes a la luz donde te puedo ver?
Mmmm. Arrinconada entre la pared de roca tras ella y una estalagmita parecía un pequeño ratón a punto de ser devorado por un gato. Una corriente placentera bajó por su columna sólo de imaginar cómo se sentiría la sangre de ella deslizarse sobre su piel.
El drow respiró profundo para tratar de borrar las imágenes sangrientas de su cabeza y usó sus habilidades psíquicas desde la protección de la oscuridad. Cada una de sus víctimas anteriores había sido culpable de alguna atrocidad contra inocentes a lo largo de su vida: asesinatos, violaciones, mutilaciones, traiciones, etc. Todos habían sido condenados por la Gran sacerdotisa de Loth y él los había ejecutado contento ya que no amenazaban la promesa que le había hecho a la hechicera; pero con esta chica era diferente. Por más que buscaba entre las memorias de ella, no hallaba nada que la sentenciara a muerte. No tenía ni una sola gota de perversidad en su sangre. Rompería su promesa, y de seguro le caería algún tipo de maldición, si llegaba a matar a la mortal frente a él.
Luchando con sus impulsos oscuros, Itagar se acercó al suave brillo de las plantas bioluminicentes y le tendió los pedazos del espejo sin pronunciar palabra. Si no podía tener su sangre quizás podía tener algo igual de seductor...
La chica tomó los restos murmurando su agradecimiento, miró a su alrededor y luego escondió un mechón de cabello azul tras su oreja perforada; un claro gesto de nerviosismo.
-¿Podrías decirme donde está la salida de este lugar?
-No hay salida porque esto es una prisión. Mi prisión -respondió él sin quitarle los ojos de encima. Adara no tenía mal cuerpo, sus curvas estaban en los lugares correctos y sus atributos femeninos eran del tamaño adecuado; mayores que los de las escuálidas elfas oscuras que conocía, pero no exagerados-. Tú única salida era el espejo -El rostro de ella se llenó de terror, sus ojazos azules se agrandaron nuevamente y el labio inferior comenzó a temblarle. En su desesperación haría cualquier cosa con tal de volver a su hogar-. Pero... yo puedo arreglarlo a cambio de que me regales un beso.
-¿¡Qué?! Ni siquiera sé tu nombre y ¿quieres que te bese?
El elfo oscuro se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
-Es eso o quedarte aquí, de lo cual no me quejo, hasta que tarde o temprano mis carceleros se den cuenta de tu presencia y decidan asesinarte. Créeme, no te gustará que te atrapen, los drows tendemos a dar muertes lentas y agonizantes.
Un sudor frío resbaló por la espalda de Adara mientras las palabras del "drow", como se auto nombró el hombre, surtían efecto en su cuerpo. Estaba en graves problemas si le tomaba la palabra al señor no-quiero-revelar-mi-nombre, pero algo le decía que él no estaba mintiendo. Ella podía ver al monstruo que intentaba rasgar la superficie dentro de sus extraños ojos plateados. Era igual de atemorizante que ver un león en el zoológico tratando de atacar a las personas tras el cristal de su jaula.
-¿Y bien? -insistió; su voz tan oscura como el color carbón de su piel.
La chica lo miró con detenimiento mientras no-quiero-revelar-mi-nombre le devolvía la mirada con una ceja enarcada. A primera vista lucía como cualquier hombre, pero de cerca se podían apreciar las facciones angulares y finas del rostro, los ojos tan claros que parecían brillar como la plata, y un largo cabello claro que, debido al reflejo de la mística vegetación a su alrededor, no le era posible descifrar la coloración exacta; aunque apostaba que era rubio. Le recordaba a los elfos oscuros que aparecían en el juego online con el que su ex-novio estaba obsesionado.
¡Un beso no te costará nada, Adara! Además el chico es un papito rico a pesar de no ser humano.
Con un largo suspiro por las calenturas de su pervertida cabeza, la chica trató de responder sin que el miedo llegara a su voz.
-Acepto; pero tendrás que reparar el espejo antes de recibir beso alguno.
-¿Con que esas tenemos? -Una lenta sonrisa curvó sus labios antes que la sostuviera de la muñeca-. Sujeta esos pedazos muy bien, necesitaremos cada uno de ellos -le advirtió, arrastrándola consigo hacia la oscuridad de un tunel.
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